ROJAS INGUNZA, Ernesto El báculo y la Espada. El obispo Goyeneche ante la ´Iniciación de la República´. Perú 1825-1841 Fundación M.J. Bustamante de la Fuente. Instituto Riva Agüero, Lima, 2006, 293 pp.
Se trata de la tesis doctoral de la Facultad de Teología, Universidad de Navarra, dirigida por el Dr. Enrique de la Lama Cereceda, en el año 2003, prologada en esta esmerada edición por quien fuese presidente del tribunal, J.I. Saranyana. El autor, sacerdote diocesano limeño, catedrático en la PUCP, ofreció su primer trabajo histórico en la tesis de licenciatura acerca del mismo personaje, pero en su etapa inicial (1817-1824) y un asunto bien concreto: Posicionamiento de un joven obispo en la coyuntura de la independencia del Perú. No está de más recordar que esta investigación mereció el premio nacional "Alonso Quintanilla" en el 2001.
La presente obra nos muestra de modo sintético y buen estilo literario, el tránsito de la época virreinal a la republicana, en la figura del obispo José Sebastián de Goyeneche, quien se convirtió en referencia visible de la continuidad de la Iglesia y símbolo viviente de su grandeza. Fiel a las fuentes manejadas (civiles y eclesiásticas, peruanas y extranjeras), el autor se desmarca del tono laudatorio de su biógrafo P.J. Rada y Gamio y del tópico de los historiadores eclesiásticos para concluir que "fue un hombre común y un obispo normal". Al describir los retratos de la casa-palacio de la calle mistiana de La Merced y el del palacio arzobispal de Lima, se evidencian trazos de un temperamento nervioso, indeciso, gris: "Piadoso, pero poco espiritual, fue un hombre de medianías y nunca cambió en su vida...un prelado del antiguo régimen, luciendo orgulloso las condecoraciones recibidas de la Corona española" (p.194)
Queda claro que el libro no nos traza toda la vida de este longevo obispo vive de 1784 a 1872 y fue obispo de Arequipa durante 42 años y 12 más arzobispo de Lima. Se estudian las relaciones institucionales del clero con el poder civil, la Iglesia y el Estado, desde su perspectiva episcopal y en el concreto marco temporal de los albores de la República, de 1825 a 1841, desde la completa independencia del Perú al final del primer ciclo caudillista.
Como se indica en la introducción, "las fronteras del trabajo" están marcadas por la incidencia de la relación con el Estado (gobierno central, regional, local), con la Iglesia (Santa Sede, obispos, cabildo catedralicio). El primer capítulo titulado "Ayacucho" analiza el impacto del nuevo orden en su vida personal y la de su diócesis, en el contexto de la familia Goyeneche y la Arequipa de su tiempo, en el marco más amplio del pontificado de León XII y el proceso de la Restauración: "Una Iglesia colonial repentinamente republicana a la fuerza. Un prelado del Antiguo Régimen de pronto en un mundo nuevo e ingrato, sólo ante un omnímodo poder político nacional, sin instancia de apelación" (p.56).
El segundo presenta los perfiles del zelantismo (conservador nostálgico tradicionalista del Antiguo Régimen) frente a la corriente vaticanista "politicanti" (moderados y pragmáticos ante el Nuevo Régimen), aportándonos una clave fundamental para entender sus desencuentros con Bolívar y el régimen desencadenado por el Libertador
El capítulo tercero se detiene en el final de este régimen, la aplicación de la Reforma de Regulares de 1826- auténtico terremoto para la iglesia peruana- así como su reacción ante el primer liberalismo durante el gobierno de La Mar.
El cuarto tiene que ver con el gobierno conservador de Gamarra –continuador del anterior- y las luchas con el general La Fuente, cuyo gobierno quiso socavar las bases económicas del alto clero, que hizo mella en la gestión del Prelado en su "hora más triste" a punto de provocar su partida para España. Fue el momento en que recibió el nombramiento de "Delegado Apostólico y visitador de Regulares" en las diócesis sin obispo (Cuzco, Huamanga, Maynas, Trujillo, además de Lima), convirtiéndose en casi el único obispo de la región.
El quinto apartado se refiere a la "marea caudillista", la caída de Orbegoso en la perspectiva de reunificación con Bolivia.
En el sexto - "de la Confederación al abismo"- se estudia la agitada implantación de la Confederación Peruano-Boliviana con su proyecto de modernización y el "colapso" del segundo gobierno de Gamarra desde su vinculación con Goyeneche.
A pesar de no tener la idea global de toda su vida y gestión, en sus "consideraciones finales" el autor se mueve seguro y nos ofrece trazos firmes de su biografía y su gobierno episcopal. Fue un prelado del antiguo régimen. Se sintió hostil y extraño en el nuevo orden. Procuró dos objetivos muy entrelazados en su experiencia vital: proteger a la Iglesia en el nuevo orden y asegurar la continuidad de la grandeza familiar Hondo sentido de pertenencia a tres elementos: Roma, el clero como "corporación" vigilando por sus intereses materiales, el honor y el lustre social de los eclesiásticos; y su familia de sangre a la que sentía deberse del todo y deberle todo. A pesar de estar tentado de emigrar, por amor a su Iglesia, a su pueblo, a su familia, nunca se fue.
Frente a los mitos de la historia que le propalaban como el "Papa de América" y el defensor de intereses diversos personales, familiares y corporativos, su grandeza estriba en haber enfrentado problemas extraordinarios de modo ordinario, sin brillo, pero con solidez institucional, sin rupturas (p.266). Tras la Independencia, el clero sigue participando en política, no sólo prestando medios sino como protagonistas. Las relaciones Iglesia-Estado oscilan en una dinámica movible que va desde el Patronato a la autonomía, pero en un contexto o clima de restauración soñando la extinta alianza trono-altar.
Esperamos que el autor aproveche el gran caudal documental para continuar y culminar el arco temporal restante de la vida del prelado (tanto en su fase de Arequipa como la de Lima), así como numerosos temas del complejo mundo en el que se desenvolvió.