jueves, 6 de septiembre de 2018

MEDELLÍN, PENTECOSTÉS DEL VATICANO II EN AMÉRICA

 

Con ocasión de los 50 de Medellín, les comparto lo que se publicó en el capítulo X de mi libro Concilio Vaticano II. 50 años después. Memoria y desafío (Paulinas, Lima, 2012, 190 pp)

 

Las revistas eclesiásticas realizaron una tarea brillante de difusión del hecho conciliar. Hispanoamérica no podía permanecer al margen de la recepción del Concilio. Durante los tres años que duró el Vaticano II, los padres conciliares latinoamericanos aprovecharon para tener, en Roma, varias reuniones del CELAM y solicitar a la Santa Sede la convocatoria de la segunda Conferencia General del Episcopado de América Latina, donde reflexionar sobre los documentos conciliares y cómo aplicarlos al Nuevo Continente.

 

Durante el Concilio, la situación política de las repúblicas latinoamericanas se había endurecido, con una fuerte intromisión del régimen político cubano, por una parte (Ernesto Che Guevara caería en combate, en 1967, en Bolivia), y de los EE. UU., por otra, evidentemente por motivos contrapuestos. Poco a poco, desde 1964, se sucedieron los golpes de Estado y los militares ocuparon el poder en diferentes lugares, suspendiendo las garantías constitucionales. En muchas latitudes estallarían guerras civiles por largo tiempo. Era el terreno abonado para que algunos clérigos regresados de Europa emprendieran la lucha armada, a la que se sumarían sacerdotes europeos y norteamericanos enviados a América Latina como agentes de pastoral. La injusticia social generalizada legitimaba el recurso a las armas con el fin de contribuir al advenimiento del reino de Cristo. A primeros de 1966 murió en combate el presbítero Camilo Torres, de familia burguesa colombiana, alumno en Lovaina. La política entraba en la teología.

 

Cualquier documento eclesial como la encíclica Populorum progressio, de 1967, podía suministrar argumentos teológicos para justificar la violencia a pesar de las proféticas palabras de Pablo VI en Medellín. En poco tiempo se constituyeron diferentes grupos sacerdotales con planteamientos críticos y polémicos en relación a la vida religiosa corriente, las actuaciones de la jerarquía y las disposiciones romanas. En 1968, como aplicación del Vaticano II, se convoca el II CELAM en Medellín (Colombia) presidido por Pablo VI. Los documentos aprobados se pueden resumir en 3 grandes bloques: Promoción humana (Justicia, Paz, Familia y Demografía, Educación y Juventud); Evangelización y crecimiento en la fe (Pastoral Popular, Pastoral de élites, Catequesis y Liturgia); Iglesia y sus estructuras (Laicos, Sacerdotes, Formación del Clero, Pobreza, Pastoral de conjunto y Medios de Comunicación Social). De 1968 a 1972, el CELAM impulsa la aplicación de Medellín mediante la creación de institutos de formación y la animación de las Conferencias Episcopales que denuncian lo negativo de cada país y anuncian lo positivo. La Iglesia ganó en credibilidad popular y en diversos sectores fue perseguida. Desde 1972, en Sucre (Bolivia) el CELAM se define como "un organismo de comunión y servicio". En 1974 se celebra el sínodo de los obispos que culminará con la "Evangelii Nuntiandi" de Pablo VI. Los obispos se pronuncian frente a la miseria del pueblo y publican documentos en torno al compromiso con la realidad que les toca vivir.

 

El curso de la historia no sigue una trayectoria rectilínea, sino más bien, ondulada. Esto quiere decir que después de períodos de esplendor‑elevación‑llegan épocas de decadencia. Y así sucesivamente. Después del Concilio Vaticano II existen bastantes indicios que pueden llenar de optimismo a los cristianos. El Concilio trajo a la Iglesia una fresca oleada de vida religiosa. Se ha visto crecer en el catolicismo la alegría de la le y la práctica religioso. La renovación de la liturgia el compromiso de los laicos en el apostolado han contribuido poderosamente a despertar esta vivencia interior del cristianismo. La encíclica Ecclesiam suam de Pablo VI (1964) y la Constitución Conciliar sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo han abierto los cauces para este diálogo con el mundo. Y ello constituye uno de los rasgos más característicos de la nueva imagen de la Iglesia. Una Iglesia no preocupada principalmente por defenderse, sino que abierta con valentía al diálogo con el mundo. «trata de discernir en los acontecimiento, en las exigencias y en las aspiraciones en las que toma parte junto con los demás hombree de nuestro tiempo. Cuáles son tus verdaderos signos de la presencia y del plan de Dios sobre el mondo» (Gaudium et spes, núm. 11).

 

En 1955 se celebraba la I Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Río de Janeiro. Su principal fruto fue la institución del CELAM (Consejo Episcopal Latino Americano). En 1968, como aplicación del Vaticano II, se convoca el II CELAM en Medellín (Colombia) presidido por Pablo VI... Medellín fue un Pentecostés para América Latina, como fue para la Iglesia Universal un maravilloso Pentecostés el Concilio. …Medellín marca -así lo vislumbraba el Papa (Pablo VI) en su discurso inaugural- una nueva era para nuestra Iglesia... Medellín es un espíritu, una responsabilidad, un carisma, un abierto horizonte de esperanza[1]. Hago memoria de los protagonistas de este evento decisivo.

 

Manuel Larraín, el obispo de Talca en Chile, el hombre de cuerpo frágil y mirada larga, que dio al CELAM -el Consejo Episcopal Latinoamericano- el impulso profético que lo marcó en aquellos tiempos. Fue elegido Presidente del CELAM en la segunda de las tres reuniones (1964) que el aquél celebró en Roma durante el Concilio. Y fue reelegido en la de 1966, con el afán de reorganizar totalmente el Consejo en vista de las experiencias tenidas y para poder llevar a cabo las tareas que iba indicando el Vaticano II.

 

Monseñor Eduardo Pironio -hoy siervo de Dios- venía de La Plata, en Argentina, donde ejercía como Obispo Auxiliar. Fue elegido Secretario General del CELAM en su Reunión de Lima, celebrada entre el 19 y el 26 de noviembre de 1967. En aquel encuentro se perfiló ya la primera agenda para la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Pironio infundió en todo el trabajo de preparación, y luego de realización, su talante de teólogo recio y su espíritu místico, marcado por su amor a la Iglesia, a María, inseparables, a todo lo que representase un crecimiento en espiritualidad honda, comprometida. En noviembre de 1972, en Sucre, Bolivia, fue elegido Presidente del CELAM. En este Documento básico, tras la Introducción General, se presentaba la realidad latinoamericana en sus diversas facetas -complementada por anexos de corte estadístico que sustentaban la visión-; se esbozaba luego una reflexión teológica en la que aparecían ya grandes temas abordados posterior-mente en la Conferencia (Reino de Dios como horizonte último, la liberación en su comprensión amplia y teológica...) y se apuntaban las líneas pastorales que serían enriquecidas en Medellín mismo. En Medellín la presidencia tripartita contó con el Cardenal

 

Antonio Samoré, del Vaticano, hombre enamorado de América Latina -había sido Nuncio en Bogotá, precisamente por los años 50, cuando se creó el CELAM y él contribuyó a que su Secretariado General se estableciese en Bogotá- y que actuó con una gran delicadeza en el desarrollo de las reuniones, favoreciendo incluso que los documentos finales pudieran ser publicados inmediatamente de terminada la Conferencia, antes de ser aprobar dos por el Vaticano. Junto a él, Dom Avelar Brandao Vilela representaba lo más genuino del CELAM, como Presidente, y de su tradición buena.

 

El Cardenal Juan Landázuri, franciscano, arzobispo de Lima, era el más joven de los Cardenales latinoamericanos y jugó también un gran papel, incluso en momentos difíciles de la Conferencia, como cuando apareció por primera vez en toda la documentación eclesial de América Latina, el tema de las comunidades eclesiales de base. En total, participaron 249 personas entre cardenales (8), arzobispos (45), obispos (92), sacerdotes y religiosos (70), religiosas (6), seglares (19) y observa-dores no católicos (9). La metodología seguida en Medellín abría un nuevo esquema mental basado en algo tan sencillo y tan profundo, al mismo tiempo, como el clásico ver, juzgar y actuar. Cada documento pasó por sucesivas etapas de formulación y corrección en grupos y en plenarios, hasta llegar a su aprobación final, casi unánime. José Luis Martín Descalzo, allí presente como periodista, y otros se admiraban del vigor del trabajo y de la calidad del mismo, realizado en tan breve tiempo.

 

Medellín sería el bautismo y Puebla - la Tercera Conferencia, 1979-, la confirmación. Ambas acumulan apresuradamente intuiciones válidas, proféticas, como queriendo fecundar aquellos años de gracia (Kairos, que repetiría Pironio) y ofrecer un marco certero, inmediato, ambicioso y original para la presencia salvífica de la Iglesia en América Latina. La primera línea tiene que ver con el tema de la liberación, amplia y profundamente entendido. "Como toda liberación es ya un anticipo de la plena redención de Cristo, la Iglesia de América Latina se siente particularmente solidaria con todo esfuerzo educativo tendiente a liberar a nuestros pueblos...- pro-clama el Documento sobre la Educación, 4, numeral 9. La segunda hace referencia a la opción por los pobres. En el Documento 14, que trata de La Pobreza de la Iglesia, se afirma que "...la Iglesia en América Latina sea evangelizadora de los pobres y solidaria con ellos, testigo del valor de los bienes del Reino y humilde servidora de todos los hombres de nuestros pueblos...".La tercera línea presenta oficialmente en la vida de la Iglesia latinoamericana a las comunidades eclesiales de base. Tras hacer una descripción de ellas, sencilla y cariñosa, el Documento 15, que trata de la Pastoral de Conjunta, señala que "... el esfuerzo pastoral de la Iglesia debe estar orientado a la transformación de estas comunidades en 'familia de Dios'...".

 

Como señala Gustavo Gutiérrez "Medellín fue una pronta y creativa recepción de la asamblea conciliar. Significativamente la Conferencia episcopal fue convocada para estudiar el tema de "La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio". Destaca la obligada atención al contexto histórico inmediato para "encontrar las respuestas adecuadas y los caminos apropiados para anunciar el Evangelio", Y esto mediante "una profundización del misterio del amor de Dios, del que nos habla la Biblia" y una "sensibilidad frente a las cuestiones del momento", para acometer el gran desafío: cómo anunciar el Evangelio en el mundo de hoy, escrutando los signos de los tiempos.

Landázuri, uno de los presidentes, plantea la preocupación al inicio de la Conferencia: "El Pueblo de Dios que vive y sufre en estas tierras quiere decir de sí mismo, por fidelidad al Señor, que desea servir a la humanidad y por ello quieres escrutar en los signos de los tiempos lo que el Espíritu desea de la Iglesia. Solamente así, el Pueblo de Dios será en estas jornadas de la historia, signo alzado entre las naciones". En su Mensaje sigue Medellín: "a la luz de la fe que profesamos como creyentes, hemos realizado un esfuerzo para descubrir el plan de Dios en los signos de los tiempos". Medellín considera que la pobreza es el mayor desafío al que debe hacer frente el anuncio del Evangelio en estas tierras. En vistas a la liberación total, Medellín propone "que se presente cada vez más nítido en Latinoamérica el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual , desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y todos los hombres" ("Juventus" 15) Para Medellín "la condición de los pobres constituye por ello una auténtica interpelación a la misión de l Iglesia y fue lo que Juan XXIII planteó al Concilio cuando le sugirió el tema de "la Iglesia de todos y particularmente la Iglesia de los pobres" (Discurso 11-IX-1962). Medellín no se limita a describir la pobreza: "Después del CV2, la Iglesia se ha hecho más consciente de su misión para el servicio de los pobres, los oprimidos y los marginados" (D 6).

 

Uno de los significados más importantes y duraderos de Medellín es el hecho de que en esa Conferencia la Iglesia latinoamericana expresa su madurez. "Ser una Iglesia adulta que confronta sin tapujos la realidad histórica en la que vive es la condición de una auténtica comunión con la Iglesia universal. El Cardenal Landázuri recogió la clara y emocionada percepción que de esto se tenía en Medellín, en su discurso de clausura de la Conferencia, siguiendo la pauta dada por Pablo VI en el texto de Ecclesiam Suam: "somos hombres de un pueblo que comienza a descubrir en l encrucijada de las naciones, su propia conciencia, su propio quehacer... somos Pastores en este Pueblo de Dios que, como testigos del Maestro en todo el mundo, vamos a descubrir nuevos rumbos del señor"

 

1. Frutos conciliares en Perú.  En el caso específico del Perú, en 1967 se vive el proceso de difusión del Concilio Vaticano II a través de la Misión Conciliar de Lima con el P. Vicente Guerrero, OP. Se funda la Escuela Superior de Catequesis. Se organiza la Gran Misión Conciliar de Lima en la que  participan 117 parroquias. Este mismo año se crean la diócesis del Callao y la prelatura de Moyobamba. También será consagrado el P. Luis Bambarén, obispo auxiliar de Lima que tanto trabajará en los Pueblos Jóvenes. Fruto de la pastoral en el surandino será la creación del IPA, Instituto de Pastoral Andina, que ayudó a las distintas diócesis y prelaturas del Sur Andino. También se crea la prelatura de Chuquibambilla y es nombrado como nuevo obispo de Chiclayo Monseñor  Ignacio de Orbegozo, al tiempo que se aprueba el nuevo obispado de Abancay. En Perú se vive con fuerza la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín. Algunos sacerdotes comenzaron a reunirse para investigar acerca de las raíces de los problemas del Perú. La primera reunión tuvo lugar en Cieneguilla en 1968 y participaron 30 que emitieron una Declaración de Sacerdotes Peruanos acerca de la realidad nacional. Meses después, en julio del mismo año, volvieron a encontrarse en Chimbote, donde se expuso por vez primera la Teología de la Liberación por Gustavo Gutiérrez y se da nombre al movimiento: ONIS: Oficina Nacional de Información Social. En medio de una sociedad en cambio, la Iglesia aparece en escena con mayor protagonismo, no sólo calladamente sino también en la vida pública. Aunque, tras el golpe, la jerarquía eclesiástica toma prudente distancia, a raíz de la Reforma Agraria toma claro partido. Puede verse en la "Declaración del Episcopado peruano sobre la Ley de Reforma Agraria" (18 de julio de 1969) en la que se pronuncia acerca de que los verdaderos protagonistas de la misma son "nuestros hermanos campesinos…que organizándose en agrupaciones de bases, asuman el proceso de su liberación siendo auténticos gestores de su propio destino".  Los pastores, sin embargo, dejan bien claro que es un apoyo a un gesto de solidaridad del gobierno no un cheque en blanco al gobierno ni mucho menos. También es cierto que los obispos del Sur Andino toman una posición más decidida por las reformas, muy en la línea del grupo ONIS, así como agentes de pastoral, estudiantes de la UNEC, comunidades de base, catequesis familiar, obreros de la JOC…que a la luz de Medellín denuncian proféticamente las injusticias y claman por reformas de estructuras. En 1969 se funda la Universidad de Piura (Opus Dei). Por el Decreto–Ley 18009 del Gobierno Militar, reconoce la categoría universitaria de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Los cambios operados en el Perú motivados por el Concilio fueron muchos y variados. La Catedral de Lima, sin ir más lejos, ofrece una vitrina con objetos personales del Beato Juan XXIII, papa protagonista del concilio. El archivo de la Catedral custodia varios volúmenes de recortes de prensa de la actividad pastoral del Cardenal Landázuri, uno de los "grandes". En su obra "Recuerdos de un pastor al servicio de su pueblo" (Lima 1994) atestigua: "El cambio de mentalidad ocurrido a raíz de las reflexiones conciliares es de tanta trascendencia que supuso el reconocimiento de la necesidad de impulsar la orientación apostólica de la Iglesia. Ponerla en consonancia con la nueva sociedad humana equivalía a reconocer la presencia de una crisis, que inevitablemente sucede cuando hay un acontecimiento que alcanza a todos, con una acción renovadora […] La tempestad posconciliar me daría muchos problemas, pero nunca hizo temblar mi propósito siempre renovado de fidelidad a la Iglesia y de servicio a mi grey" (pp.96-99).

 

Como en toda la Iglesia, también en la del Perú, hubo miembros que intuyeron los "signos" de los tiempos y se adelantaron al Concilio. Sor Iris Bonilla dirá de la Venerable Teresa de la Cruz Candamo, fundadora de las Canonesas de la Cruz, que les instaba a volver a las primeras fuentes del Cristianismo, imitar a las primeras vírgenes apostólicas y a las santas mujeres del Evangelio, que seguían a Jesús y a sus Apóstoles para servirlos, ayudando después al culto divino y a la instrucción de los catecúmenos con el título de "diaconisas" y "canonesas".

Varias de las órdenes religiosas e institutos presentes en el Perú llegaron al calor del Concilio: En 1961, Hermanas Paulinas, Mercedarias de la Caridad, Misioneras de San Columbano, Padres Premonstratenses o Norbertinos, Instituto Secular "Cruzados de Santa María", PP. Combonianos... ¡Cuántas realidades e iniciativas tan variadas y dispares surgidas al calor del Concilio!  Citemos, al menos, algunas de ellas.

Víctor Andrés Belaunde, ya en 1962, promovió la celebración de la "Semana de la Paz en Cristo" incentivado por el ejemplo del Papa.

 

En 1967 líderes de universidades católicas –entre las que se encontraba la PUCP- se reunieron en Wisconsin, convocados por la Universidad de Notre Dame, para discutir cómo debería adecuarse la universidad a las demandas de aggiornamento planteadas por el Concilio Vaticano II. Allí se produjo el Land O'Lakes Statement, considerado la carta magna de las universidades católicas liberales y que firmó el peruano Padre Felipe MacGregor S.J., entonces Rector de la PUCP.

Ese mismo año comienza el proceso de difusión del Concilio Vaticano II a través de la Misión Conciliar de Lima con el P. Vicente Guerrero, OP. quien con sus 94 años sigue sonriente como misionero desde su lecho en el convento Santa Rosa.

 

Se crea el ISET Juan XXIII como centro superior de estudios teológicos, especialmente para los religiosos. El P. Luis Cordero crea el Centro Roncalli para los sectores más necesitados gracias al ejemplo del Papa Juan XXIII.

En El Callao, con la Facultad Redemptoris Mater, se pone en marcha la Cátedra "Vaticano II y "Nueva Evangelización" con la finalidad de estudiar los temas de mayor actualidad en el desarrollo teológico de la Iglesia, de modo peculiar las doctrinas enunciadas por el Magisterio post-conciliar. Se cuenta para ello con la presencia de profesores de prestigio, del país y del extranjero; su director Dr. D. José Luis Del Palacio y Pérez-Medel es el nuevo obispo del Callao.

Mons. José Dammert Bellido promovió en Cajamarca el protagonismo de los laicos a través de los agentes pastorales y catequistas, surgidos por el "aire fresco del Concilio Vaticano II". l P. Arrupe –general de la Compañía de Jesús- estuvo varias veces en América Latina y en el Perú. La presencia presente en este continente fue una de sus grandes preocupaciones, como lo demuestra su presencia en Medellín y más tarde en Puebla. Vio en esas conferencias una creatividad continuidad con el Concilio Vaticano II.

2. En Seminarios y Facultades.

Buena perspectiva para evaluar la incidencia del Concilio sería estudiar instituciones eclesiásticas como seminarios y facultades de Teología. Así, si estudiamos el Seminario de Santo Toribio vemos que coincide la fecha de celebración del Concilio con el rectorado número 54 de los años 1962-65 correspondientes al P. Benedicto Gutiérrez, de los Misioneros del Espíritu Santo. El nuevo rector llegará el 15 de agosto, acompañado del P. Francisco López. Con la apertura del Concilio Vaticano II, se apresuró a enviar una carta congratulatoria al Santo Padre, de quien recibió inmediata respuesta.

Para el caso de la Facultad de Teología contamos con un buen artículo de Gustavo Sánchez Rojas titulado "La enseñanza de la Teología en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima después del Vaticano II" en el que evalúa los cambios producidos en los currículos y en las publicaciones[2]. En pleno concilio se organizaron cursillos informativos como el impartido por el P. Melecio Picazzo, misionero del Espíritu Santo, docente principal de la Facultad. La teología se fue haciendo "más histórico-salvífica, más bíblica y patrística en sus puntos de partida y más dialogal con la contemporaneidad" como ejemplifica en el caso del P. Francisco Interdonato, S.J: en su curso de cristología. Resulta ilustrativo constatar en 1971 la presencia de un "Curso de 'aggiornamiento' teológico para sacerdotes" donde se ofrece una revisión de las corrientes teológicas del momento, como la teología de la secularización, la teología de la esperanza (de J. Moltmann), la teología existencial o antropológica, la teología de la violencia (o de la revolución) de J. Comblin, la teología del progreso y la teología del símbolo. Los artículos de la "Revista Teológica Limense" son un buen ventanal para asomarnos al quehacer teológico ya que los artículos fueron escritos mayoritariamente por sus profesores; queda constancia de los temas novedosos conciliares como el ecumenismo, la secularización, la cuestión policía, la violencia etc.

 

3. Vocaciones "conciliares". Una faceta interesante en nuestra tarea de registrar los ecos y frutos del concilio sería la de recoger testimonios de vocaciones como la brindada por el P. Carlos Castillo Mattasoglio: "El Vaticano II está ligado totalmente a mi vocación cristiana y sacerdotal diocesana. Yo tenía quince años cuando concluyó el Concilio Vaticano II. Estaba aún en el colegio, San Agustín, en 1965, 4º de media. Algo escuché allí del Concilio, por el P. Lucio, quien invitaba a los acólitos a modificar la forma de ayudar a la misa en la capilla. A mí me asignaron el papel de monitor o guía, porque la misa comenzaría a hacerse en castellano y ya no en latín y cara al pueblo. Pero éste era sólo un aspecto. La verdad es que donde escuché hablar efectivamente del Concilio fue en el seminario dentro Toribio, donde los de mi promoción asistimos a un retiro de 3 días. Allí, un seminarista, ahora sacerdote, Hugo Risco me contaba que la Iglesia estaba en renovación y que estaba por concluir ese evento que daría enormes luces para vivir cristianamente en estos tiempos…El amigo me invitó a participar en la JEC. Aquí me hice militante y pude conocer desde el primer momento los ecos del Vaticano II. Sentí más cercano el tema de liturgia…La JEC junto con otros movimientos fueron fuente de una nueva experiencia, y ellos nos abrieron los ojos a través del Concilio. Los sacerdotes peruanos jóvenes de la época nos impulsaron hacia esa apertura: el P. Pepe y el P. Jorge, asesores de la JEC, nos animaron, el P. Harold con sus artículos en "Oiga" nos ayudaba a pisar tierra, Jorge, Gustavo, Luis Fernando, nos explicaron el Concilio y nos hicieron sentir laicos con personalidad y aplomo. Posteriormente en la Junta Arquidiocesana de Acción católica conocí a don césar Arróspide que refería siempre al Concilio las nuevas actitudes de los laicos. Al poco tiempo, en el año 1967, se empezó a preparar Medellín, y todos los movimientos nos reunimos para la declaración de los lacios peruanos inspirada en el Vaticano II[3]"

 

Lo mismo podría decirse de laicos militantes como Javier Iguíñez, economista.: "En primer lugar recuerdo la sensación de que los documentos del Concilio presentaban puntos de vista que nosotros, en la UNEC, habíamos escuchado antes…Nosotros estudiábamos mucho a autores como Schillebeeck, Congar, Chenu, que luego tuvieron influencia en el Concilio…Eso me dio una relativa familiaridad con las conclusiones del Concilio, sobre todo en lo que se refiere al compromiso del laico católico en el mundo de hoy. …Como parte de este impulso al compromiso del laico en el mundo, el Concilio nos dio muchas herramientas y mucha seguridad para compartir con gentes muy distintas de nosotros…Compartimos con ellos un compromiso dentro de la opción por los pobres…Otra sensación que tengo es que una opción que ya entonces considerábamos importante…al impulso misional en la Iglesia peruana[4]".

 

4. P. Gustavo Gutiérrez y la Teología de la Liberación. Bastaría con analizar su trayectoria vital y su magisterio para verificar que el Concilio llegó a Perú. Podríamos indicar que la propia corriente teológica de la liberación que propone el P. G. Gutiérrez no se entendería sin el Concilio. Entre su variada producción teológica rescato su artículo con motivo de los 30 años del Concilio y que titula "una pauta espiritual". En Chimbote, usó la frase "teología de la liberación" por vez y muchas de las ideas discutidas allí quedaron reflejadas en los documentos de Medellín. En la Conferencia episcopal de Medellín (1968), sirvió como consejero de los obispos. http://www.ensayistas.org/critica/liberacion/casadont/gutierrez2.htm[6].

 

5. Ecos conciliares en la prensa y la literatura. Basta asomarse a la prensa para comprobar que tanto el mundo católico como la sociedad en general estuvieron muy pendientes del acontecimiento. Si seguimos El Comercio de Lima en fechas claves como el comienzo y el final del evento, así como inicio y fin de las cuatro etapas con varias sesiones, constataremos la trascendencia del evento. Constatamos notas editoriales, portadas, fotos, artículos de fondo, comentarios, noticias del Cardenal y padres conciliares. Así, en su inicio, informa el viernes 5 de octubre de 1962 aparece en portada Juan XXIII en tren hacia santuarios para orar por el CV2. El sábado 6 "Dirigentes católicos franceses abogarían en el Concilio por una Iglesia más democratizadora (UPI)".  El domingo 7, Portada. Cardenal JLR destacó la importancia del próximo CV: la más grande esperanza para la humanidad que se ve censurada por materialismo marxista y ateo. El más joven miembro de los cardenales de 48 años de edad se aloja en la curia general de los Franciscanos. "Este Concilio representa la reafirmación de la civilización cristiana occidental. Es también una reafirmación de la fraternidad universal puesto que la Iglesia Católica tiene en este vasto Concilio representantes de todo el orbe más que en ningún otro de los hasta ahora celebrados… Un gran paso para el mejor desenvolvimiento espiritual de la Iglesia. Y del final: 1965, 8 diciembre, en su portada: CE será clausurado hoy. Hoy repicarán campanas en Lima, luego de Te Deum por Concilio.

 

En la literatura. Otra vía para calibrar la incidencia del Concilio la ofrece la literatura religiosa como el caso de dos  novelas Nicodemus de Steven Casadont y Deserción en el Vaticano  de Alfredo Encinas Martín. En la primera se presentan dos caminos ante la pobreza por parte de los Padres Gabriel y Néctor, a comienzos de la década de los sesenta, la Iglesia católica estaba en un estado de crisis. En la segunda sigue el hilo de la investigación que el Vaticano realiza a un obispo progresista del altiplano peruano, empeñado en implantar en la diócesis de Puno las orientaciones del Concilio Vaticano II.

 

5. Primer congreso nacional de pastoral post-conciliar

Uno de los acontecimientos más notables para acoger el Concilio Vaticano II en el Perú fue la organización del Primer Congreso Nacional de pastoral post-conciliar celebrado del 30 de enero al 25 de febrero de 1967 en el seminario Santo Toribio. La organización corrió a cargo del episcopado peruano, la Facultad de Teología y el Seminario Conciliar de Santo Toribio. Los destinatarios fueron los párrocos y sacerdotes, religiosos y laicos de movimientos de apostolado seglar. Una frase tomada del promedio de la Constitución "Dei Verbum" marca su finalidad: "a fin de que el mundo entero, oyendo el pregón de la salud eterna, crea; creyendo, espere; y, esperando, ame". Me parece muy representativo de la entusiasta y creativa tarea vivida en América para aplicar el Concilio.

Los objetivos estaban bien definidos en su programa: Poner al día al Clero del Perú sobre el progreso de la Teología y de la Pastoral postconciliar. Presentar las novedades  de la teología conciliar en varios rubros: constitución de la Iglesia, los sacerdotes, vida moral de los cristianos, presencia de los cristianos en el mundo actual. Establecer la técnica de la Organización Pastoral impuesta por la situación de la Iglesia y la realidad peruana.

Se articula en cuatro apartados: El nuevo rostro de la Iglesia, mundo actual, sociología religiosa de la Renovación pastoral, visión del Perú  por sociólogos y economistas. La dinámica  estaba bien pensada: Un ponente presenta las bases doctrinales y las líneas estructurales para una Pastoral planificada, nacidas del Concilio; los participantes aportan sus experiencias, respondiendo al cuestionario entregado; comisiones responsables estudian las respuestas y proponen sus conclusiones; reuniones plenarias ofrecen las conclusiones que puede servir como guiones para un estructuración racional, armónica, segura de la Acción pastoral conciliar.

Para ello se contó con conferenciantes de primer nivel venidos del extranjero y residentes en el Perú. La inauguración corrió a cargo de Rómulo Carboni, Nuncio de SS. Entre los conferenciantes figuran P. Ulpiano López, SJ, Decano de la FTPCL, P. Boaventura  Kloppenburg franciscano, profesor de Teología y Perito Conciliar, Petrópolis (Brasil).



[1] Sintetizo lo que Roberto Oliveros, secretario en Medellín,  (Mexico), recordó en vísperas de la Conferencia de Aparecida en su bello artículo Medellín con nombres propios Revista "Christus Nº 757 dic.2006)

 

[2] Revista Teológica Limense Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima Año 2001, Volumen XXXV, Número 1, Notas, pp.85-104

 

[3] Páginas, Lima, CEP, 136, Diciembre 1995 p.40

[4] Páginas, Lima, CEP, 136, Diciembre 1995 p.43

 

[5] "El Concilio: Una pauta espiritual" 17-28, Paginas, Lima, CEP, 136, Diciembre 1995

 

[6] "El Concilio: Una pauta espiritual" 17-28, Paginas, Lima, CEP, 136, Diciembre 1995