lunes, 3 de septiembre de 2018

El padre Pablo Joseph de Arriaga, misionero, extirpador de idolatrías

¡Cómo cambia la idea que tenemos de las personas cuando leemos detenidamente sus vidas, sus obras! Me había imaginado que Arriaga era un insensible extirpador que salió por esos pueblos de Dios a machacar las creencias de los indios imponiendo las suyas cristianas. Y, sin embargo, fue un hombre muy culto, un jesuita educador, celoso misionero, elegante escritor, que –como fiel hijo de Ignacio- en todo no hizo otra cosa que "amar y servir". A punto de morir ahogado, muere en alta mar, animando a cuantos sufrían la angustia del naufragio, fijos los ojos en un crucifijo, en oración, con paz.

Les comparto una breve semblanza elaborada en 1919 por Carlos A. Romero, seguida de un magistral capítulo en el que nos describe cómo era la prédica y el contenido de la misión en la visita de la idolatría. Y si se animan con todo, aquí el enlace:

http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-extirpacion-de-la-idolatria-en-el-peru--0/html/ff49f4c0-82b1-11df-acc7-002185ce6064_19.html#I_23_

SEMBLANZA

 

Vizcaíno y de noble abolengo, el padre Pablo José de Arriaga, de la Compañía de Jesús, era natural de la ciudad de Vergara, donde vio la luz en 1564, según sus biógrafos antiguos, aunque los padres Backer afirman que ingresó al noviciado de la Compañía en su ciudad natal, Ocaña, en 1679 (fue en 1579 que el padre Arriaga entró al noviciado). Contaba sólo 15 años de edad cuando ingresó al noviciado. Siguió sus estudios en el colegio de Madrid, donde recibió las órdenes y sirvió en los de Ocaña y Vergara. Con licencia otorgada por el Consejo de Indias en 6 de septiembre de 1584, se embarcó para el Perú, y después de una navegación próspera llegó a Lima en junio de 1585 junto con otros cinco padres y catorce hermanos enviados por el general Claudio Aquaviva. Venían éstos veinte religiosos a cargo del padre Andrés López, que había sido enviado por procurador a Roma y que falleció a su regreso, en Panamá. Antes de morir, el padre López hizo encargo de los religiosos y de los documentos que traía de Roma al padre Samaniego, que era uno de los que venían al Perú. Tomamos estos datos del Libro de Ingresos de Religiosos de la Compañía de Jesús, documento   —XII→   original valiosísimo que se conserva en la Sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, y donde consta que el padre Arriaga procedía de la Provincia Jesuítica de Toledo.

A la llegada de Arriaga a Lima, el provincial Atienza le encomendó la enseñanza de Retórica en las escuelas de la Compañía. En 1588 se le nombró rector del Colegio de San Martín, fundado en 1582, cargo que ejerció durante 24 años, alternándolo con el de rector del Colegio de Arequipa, que desempeñó de 1612 a 1615. Por esa época el provincial padre Juan Sebastián resolvió enviar religiosos de la Compañía para que hiciesen misiones en los pueblos de indios del arzobispado acompañados de visitadores de idolatría nombrados por el Arzobispo, tocándole una de esas misiones al padre Arriaga. El celoso misionero cumplió su cargo de manera admirable, no limitándose a la catequización y predicación a los indios, sino realizando profundas investigaciones acerca de la religión de los naturales y legándonos impreso el fruto de sus investigaciones. Pero los misioneros y visitadores de la idolatría se dieron cuenta de que cuanto se hiciese para la conversión de los indígenas sería en vano si el mal no se extirpaba de raíz, y que el único remedio era la educación cristiana de los niños y el castigo severo de los adultos idólatras. Puestos al habla el virrey Príncipe de Esquilache, el arzobispo Lobo Guerrero y el provincial de la Compañía, quedó acordada la fundación de dos colegios para hijos de caciques, uno en Lima, que se bautizó con el nombre de El Príncipe, no tanto en honor del de Esquilache, Virrey del Perú, sino del príncipe Felipe heredero de la corona de España, y otro en el Cusco, el de San Bernardo, y de la casa de reclusión de Santa Cruz en el pueblo del Cercado, cuyos planos y fábrica encomendó el Virrey al padre Arriaga, según lo declara éste mismo. Ambos   —XIII→   colegios y casa quedaron listos y funcionando en 1619, a cargo de la Compañía de Jesús.

En 1601 Arriaga regresó a Europa junto con el padre Diego de Torres Bollo, con el cargo ambos de procuradores de la orden, y regresó en 1603 con veinte y cuatro religiosos que el padre Torres Bollo había reunido para traer al Perú, con licencia del Consejo de Indias, fechada en 16 de diciembre de 1602.

El padre Arriaga no sólo compartió su tiempo entre la enseñanza de la juventud, las prácticas piadosas y la catequización de los indios, sino que escribió y publicó varias obras importantes que merecieron el honor de ser reimpresas. Una de esas obras, y la que ha dado universal reputación a su autor, fue la Extirpación de la Idolatría en el Pirú, fuente inagotable de noticias acerca de la religión y costumbres de los naturales de este país para el historiador y fruto de sus investigaciones entre los indios durante las llamadas visitas de idolatría, llevadas a cabo en el arzobispado de Lima por el celoso religioso, en compañía del padre Luis de Tiruel y del doctor Avendaño, y por instigaciones del arzobispo don Bartolomé Lobo Guerrero. En la Revista Histórica (tomo VI, entrega II) hemos publicado un interesantísimo papel que permanecía inédito entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional, intitulado Misión de los Indios Huachos y Yauyos, y que, evidentemente, es de la pluma del padre Tiruel. Muévenos a suponerlo así el hecho de que el mencionado religioso andaba por entonces en las misiones de aquella provincia, y que trozos de una carta escrita al padre Arriaga, insertos por éste en su libro, coinciden enteramente con las noticias que acerca de los tratos de los indios con el demonio da el autor del manuscrito a que nos referimos.

  —XIV→   

La Extirpación de la Idolatría en el Pirú se imprimió en Lima el año de 1621, en los talleres tipográficos de Jerónimo de Contreras y es de una rareza extraordinaria, pues apenas se conocen unos cuantos ejemplares de este libro en algunas bibliotecas públicas extranjeras, como por ejemplo, las de Londres, París, Santiago de Chile, etc. En Lima no conocemos otro ejemplar que el que posee la Biblioteca de la Universidad de San Marcos, y que fue a enriquecer sus estantes junto con otras joyas bibliográficas que formaban la biblioteca personal del sabio doctor don Leonardo Villar, adquirida por esa institución.

 

El provincial de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada daba noticia en otra sentida carta al Provincial de la provincia Peruana de la muerte del padre Arriaga, ocurrida el martes 6 de septiembre de 1622, a las 6 de la mañana, durante la terrible tempestad.

Dice así la carta:

«La triste nueua de la tormenta, y pérdida de los galeones y naos de flota, ha lastimado este Reino, y pienso será lo mismo en esse, pues tanta parte cabe a nosotros, y a essa Prouincia. Nos ha causado muy particular dolor la falta, y muerte de nuestro Padre Ioseph, y su compañero; y esto no solo lo sentimos nosotros, sino q' todos los seglares lloran la muerte de nuestro bueno (y como ellos dizen) santo P. Ioseph, la qual fue después de auer trabajado dos días sin cessar en predicar, y confessar, hincado de rodillas, y abrazándose de vn Crucifixo, antes que el galeón se hundiesse, de manera q' quando llegaron a él lo hallaron auer espirado; y luego q' los pasajeros, y marineros le vieron muerto, dixeron: Pues auía muerto el Padre Ioseph eran perdidos, y luego se fueron a fondo. Huuo cosas particulares, porque al Capitán que entonces corría la misma fortuna que los demás, le profetizó   —XIX→   que no se ahogaría, y auisó se confessase de espacio después, y assí sucedió. Es tan grande el sentimiento que ha auido acá de la muerte de nuestro buen Padre, y es tal la estima de su santidad, que la mayor pérdida que se dize, después de tantos galeones, es la del Padre Ioseph».

 

Cómo han de ser los sermones. Contenido de la prédica

 

Los sermones an de ser proporcionados a su capacidad, arguyéndoles, y convenciéndoles con más razones naturales, que ellos entiendan, que con pasos delicados de la escritura. Como yo vi, que lo hacía excellentemente vno de los Visitadores, que para refutalles el error, que tienen de las Pacarinas, de que procedieron vnos de tal cerro, otros de tal fuente les enseñava por mil razones palmarias. Que cada semejante produce su semejante. Para refutalles otro error. De que no proceden todos los hombres de nuestros primeros Padres sacava en el catecismo vna maçorca de maíz, y preguntándole de quántos granos avía nacido aquella maçorca, y respondiendo que de vno. Pues cómo siendo este blanco, o negro, o colorado,   —127→   o no teniendo más que vna color, salen en esta maçorca vnos granos blancos, otros negros, otros pardos? Para refutalles, que no adorassen el Rayo les enseñava, de modo que lo entendiessen como se fraguan los Rayos, y se congelan las nubes, etc. Para que el Sol no podía ser Dios, dizen que se convenció vno de los Ingas, con sola esta raçón, que no parava quando, ni como quería. No es creíble el gusto, que reciben en entender estas cosas. Que bien se ve quán natural es al hombre el entender, y saber. A este modo an de ser los sermones.

El primero, a de ser siempre de cómo no ay, ni puede aver más que vn Dios, que las Huacas no lo son, ni lo pueden ser.

El segundo, como este Dios es Criador de todas las cosas, y cómo crió el mundo, y los Ángeles, y de su caýda; y cómo los Demonios por hazer mal a los hombres, y vengarse de Dios, inventaron las Huacas, y las demás supersticiones.

El tercero, de la creación de nuestros primeros Padres, y cómo todos procedemos de ellos; para confutar los errores que tienen de que cada Ayllo tiene su origen, y Pacarina.

El quarto, de cómo engañó el Demonio a nuestros primeros Padres, y del pecado original, y cómo dél proceden todos los pecados, y errores que ay en el mundo.

El quinto, la venida de Christo, nuestro Señor, para remediar a los hombres, sacándoles del pecado, y enseñándoles el camino del Cielo; y cómo embió los Apóstoles a predicar, y fundó su Iglesia.

El sexto, que la ley que le dexó a su Iglesia, que guardasse son sus mandamientos, y tratalles también de los cinco de la Iglesia.

El séptimo, que para remedio de los pecados, les dexó los sacramentos, y tratalles especialmente de la   —128→   penitencia, y de sus partes, y requisitos, muy de propósito; este sermón es siempre quando se an de començar a confessar. Enseñándoles, que los Hechizeros, con quien se confiessan no tienen poder para perdonar pecados.

El octavo de la intercesión de los Santos, y adoración de las imágenes, porque ellos dizen que son nuestras Huacas, y tiene cerca de esto algunas vezes, como en otras cosas, muchas ignorancias. Como sucedió en vn pueblo donde avía quatro imágenes de Santos, y muy buenas de la vocación de quatro Cofradías, y se averiguó, que algunos no se encomendavan a aquellos Santos, ni les hazían oración porque dezían, que aquellos Santos, ya eran suyos, y ellos los avían comprado, y assí ivan a otro pueblo a visitar otros Santos, por las raçones contrarias.

El noveno, de cómo se an de encomendar a Dios nuestro Señor, y a la santísima Virgen, y en particular se les enseña cómo an de rezar el rosario. Y que rezen al Ángel de la guarda, quando se acuestan, y se levantan, etc.

El décimo, y viene a hazer quando se haze la fiesta de la Cruz, de sus virtudes, y lo que le tema el Demonio; y del agua bendita, y que se aprovechen de ella, en sus enfermedades, y trabajos.

El vndécimo, de la missa, y del santíssimo sacramento del altar, y cómo se an de disponer para recibille.

El duodécimo, del Iuicio, y Pena, y Gloria eterna.

Todas estas materias se les tratan también en los catecismos, preguntándoles, y pidiéndoles qüenta, y procurando que hagan concepto de lo que se les enseña.