A LA BÚSQUEDA DEL TESORO DE LA SEMANA SANTA EN EL PERÚ
José Antonio Benito
Los multicolores y ruidosos festejos carnavalescos los días anteriores al Miércoles de Ceniza, pórtico de la Cuaresma, y que en el Perú no distinguen ni respetan el calendario litúrgico, vienen a ser una suerte de aldabonazo, de aviso anticipado pero como contrapunto de la Semana Santa. Pero ahí están, como remembrando la feroz batalla de Don Carnaval (la fiesta de la carne y los sentidos) y Doña Cuaresma (oración, ayuno, limosna, con cara de pocos amigos).
Sin embargo para la antropología y teología católicas, la Semana Santa es la culminación del itinerario catequético (pedagógico) litúrgico (celebrativo) del año cristiano, en el triduo pascual, que podríamos denominar como los días más santos, al hacer memorial (recuerdo y actualización) de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
La Iglesia sabe muy bien que es mucho más que hacer memoria y teatralizar lo vivido hacia el año 33 por el Hombre-Dios, Dios-Hombre, Jesucristo, principio y fin, camino, verdad y vida, salvador del mundo. La liturgia celebra, reviviendo prácticamente la historia pero aplicándolo a cada uno. En términos bancarios podríamos decir que en el año 33 se consiguió el tesoro de la Redención, por la muerte y resurrección de Cristo, depositando las riquezas en el Banco de la Iglesia y efectivizando su cheque cada vez que nos acercamos a los sacramentos.
Estas celebraciones adquirieron, año tras año, mucho esplendor, llegando incluso hasta competir con las celebradas en las más importantes ciudades de la Península Ibérica. Una de las características resaltantes de estas manifestaciones religiosas fueron las procesiones de los Pasos de la Pasión del Señor, en las que se representaban con intenso fervor las escenas evangélicas de esta etapa de la vida de nuestro Redentor.
Junto con las procesiones, también surgieron las Cofradías y Hermandades, cuyos miembros, representantes natos del pueblo católico, se encargaron de hacer de estas celebraciones expresiones auténticas de fe. Actualmente, es muy grato constatar que, a pesar del carácter propio de los tiempos actuales y de su compleja problemática, estas expresiones religiosas continúan como vehículo de cristianización. La Semana Santa es, en este sentido, fiel reflejo del profundo arraigo de la fe católica en todo rincón de nuestra Patria.
La tierra ensantada del Perú a lo largo de su dilatada geografía costera, andina, selva, tanto en las ciudades como Arequipa, Ayacucho, Cuzco, Lima o las más recónditas provincias como el valle del Colca, Catacaos, Ancash, brinda en la actualidad un inusitado y variopinto fervor religioso fruto de su rica religiosidad popular, que va mucho más allá de innegable belleza de sus imágenes, la gracia de sus procesiones con toda una dramaturgia sacra excepcional.
SEMANA SANTA DEL CENTRO DE LIMA[1]
Me centro en la del Centro histórico de Lima Semana Santa del Centro Histórico de Lima que le valió por parte del Ministerio de Cultura la declaratoria de ´patrimonio nacional cultural en el 2018 por "tratarse de una celebración que congrega tanto a la población del centro de Lima como de otros barrios de la ciudad que se sienten representados en la conmemoración de esta importante fecha del calendario católico. Ha alcanzado continuidad gracias a la organización de una activa comunidad de fieles que rinde culto a diversas imágenes religiosas que se integran en un mismo corpus ritual".
Las imágenes son conducidas en procesión por su respectiva Hermandad o Cofradía, desde sus iglesias de origen hasta la Basílica Catedral, en donde se les rinde homenaje. Les invito a recorrer sus templos al ritmo cronológico y su ubicación correspondiente.
1. Quinto Domingo de Cuaresma.
En este domingo, llamado también Domingo de Pasión, culminan las peregrinaciones cuaresmales de las parroquias a la Basílica Catedral de Lima, con la peregrinación de los directorios de las hermandades y fieles del Centro Histórico. Reunidos en la Basílica Menor de la Merced, se dirigen a la Sede Metropolitana llevando la inmensa Cruz que fue venerada por el P. Urraca y acompañados por la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza, venerada en la Catedral de Lima, copia de la imagen de la misma advocación del Barrio de Triana, en Sevilla.
2. Viernes de Dolores.
En el umbral de la Semana Santa, nuevamente desde la Basílica Menor de la Merced, esta vez, las comunidades mercedarias traen en procesión a Jesús Nazareno con la cruz a cuestas, al Santo Cristo del Auxilio, acompañados por nuestra Señora de la Piedad. El primero representa a Cristo camino del Calvario en el momento que cae sobre sus rodillas, por ello es llamado "Señor de la Caída". Impacta al espectador por su intenso realismo, al que se suman sus ojos de cristal y cabellos naturales. El segundo, Santo Cristo del Auxilio, tallado por Juan Martínez Montañés en el siglo XVII, representa el cuerpo lacerado del Salvador en sus mínimos detalles; debe su nombre a que un día, el Venerable Padre Urraca, ante las asechanzas del demonio, pidió a este Cristo su especial ayuda, el cual permitió que milagrosamente se abriera una de las paredes cercanas al Él, por donde el fraile pudo escapar. Nuestra Señora de la Piedad, admirable por la expresión melancólica de su rostro, suavemente encarnado y la actitud de sus manos donde lleva un fino pañuelo.
3. Sábado de Dolores.
Procedentes de la iglesia de San Agustín, vienen en procesión las impresionantes tallas del Ecce Homo, el Señor de la Columna, el Santo Cristo de Burgos y Nuestra Señora de la Pasión. Las dos primeras se atribuyen a Baltazar Gavilán; el Cristo de Burgos corresponde a una talla en madera policromada de1.93 m. copiada de una tosca figura de cuero de la Edad Media, que los agustinos de Burgos custodiaban en el Siglo XVI y que trajeron a la Iglesia de San Agustín el viernes 3 de diciembre de 1593. Representa a Jesús ya crucificado, casi sin contorsiones, con la cabeza caída a un lado, que con redentora serenidad ofrece su vida por nuestros pecados.
4. Domingo de Ramos.
El Domingo de Ramos, la Iglesia conmemora la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén. Las palmas y olivos que los fieles llevan a esta celebración contribuyen a expresar la fe en Cristo, rey del universo, salvador y redentor de la humanidad. La liturgia se inicia en la Parroquia del Sagrario, en donde se bendicen los ramos y se va procesionalmente a la Catedral para celebrar la Santa Misa. En este domingo se lee la lectura de la Pasión del Señor que anuncia lo que será celebrado en siguiente viernes.
El mismo domingo, por la tarde, el pueblo de Lima es invitado a la Plaza Mayor para rezar los Misterios dolorosos del Rosario. Cada misterio del Rosario es representado por hermosas tallas virreinales: el Señor del Huerto, el Cristo de la Caña, y el Señor Cautivo, procedentes del Monasterio de Trinitarias; el Señor de las Caídas, de la Parroquia de Mercedarias; el Cristo de Burgos, de Monasterio de Santa Clara y Nuestra Señora de los Dolores, del Monasterio del Prado. Junto a la imagen de la Virgen, se une Santa María Magdalena, procedente del Sagrario.
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5. Lunes Santo
La Arquidiócesis de Lima, a través de sus parroquias, santuarios y basílicas, invita a los fieles a la Reconciliación sacramental, para aprovechar espiritualmente y con el alma limpia de pecado la celebración del Misterio Pascual de Cristo.
6. Martes Santo
El Martes Santo, las Comunidades dominicas procedentes de la Basílica Menor del Santo Rosario, llevan en procesión al Señor de la Justicia y Nuestra Señora de las Penas.
7. Miércoles Santo
El Miércoles Santo, desde la Basílica Menor de San Francisco el Grande, las comunidades franciscanas llevan a cabo la procesión del encuentro de Jesús Nazareno con la Virgen Dolorosa en las puertas de Catedral de Lima.
La imagen de Jesús Nazareno es obra del taller de Juan Martínez de Montañés que representa una de las caídas de Cristo en el camino al calvario. La imagen apoya la mano izquierda sobre una peña mientras que la otra se aferra al madero; dirige su mirada al espectador, interpelándolo, como queriendo hablarle. La Virgen Dolorosa. Obra del imaginero limeño Baltasar Gavilán, que se distingue por su exquisito rostro de semblante melancólico, cuyo realismo se ve intensificado por sus ojos y las lágrimas, ambos de cristal.
8. Jueves Santo
El Jueves Santo, por la mañana, en la Catedral se celebra la Misa Crismal, en la cual los sacerdotes renuevan sus promesas sacerdotales de pobreza, castidad y obediencia y se consagran los diversos óleos: el santo Crisma, que se usa en los bautismos, confirmaciones y ordenaciones sacerdotales, el óleo de catecúmenos para los que se van a bautizar y el óleo para ungir a los enfermos.
El mismo Jueves Santo, por la tarde, en la Catedral y Parroquias se celebra la Misa de la Cena del Señor. Se conmemora la Cena del Señor y litúrgicamente se inicia el Triduo Pascual. En esta Misa se recuerdan tres importantes hechos de Jesús: la institución de la Eucaristía, la institución del Orden Sacerdotal y el mandamiento del Señor sobre la caridad fraterna. Al concluir la Misa de la Cena del Señor, se lleva el Santísimo Sacramento para la adoración eucarística, hasta un lugar especialmente preparado y que la piedad popular llama monumento. Es tradicional que los fieles con este objetivo inicien el recorrido de las estaciones, es decir, visitar siete iglesias en recuerdo de los pasos de Jesús por el Huerto de los Olivos, ante Anás, ante Herodes, ante Pilatos, camino del calvario crucifixión, muerte y sepultura.
9. Viernes Santo
Para presidir los solemnes cultos del Viernes Santo en la Basílica Catedral, sale en procesión la popular y querida imagen del Señor de los Milagros, que representa a Cristo muerto en aquel memorable Viernes Santo. En este día, la Iglesia reflexiona y medita la Pasión y Muerte del Señor y, adorando la Cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo e intercede por la salvación de todo el mundo. Es un día de ayuno y abstinencia. Este día también está lleno de signos y gestos que expresan el dolor de la Iglesia al recordar cómo murió el Señor y cuál fue el precio de nuestra redención. Específico del día es el Sermón de las Tres Horas o de las Siete Palabras, prédica en la que se recuerda las siete palabras del Señor dichas en sus tres horas de agonía en el Calvario. Parece que en Lima fue iniciada su práctica por el Venerable P. Francisco del Castillo, SJ
Procesiones
Acabada la celebración de la Pasión del Señor, regresa al Santuario de las Nazarenas el Señor de los Milagros. Enseguida vienen en procesión, procedentes del Santuario de la Soledad, Jesús del Santo Entierro, acompañado de Nuestra Señora de la Soledad, que recorren el perímetro de la Plaza Mayor de Lima, acompañados del rezo de los fieles que meditan los Dolores de la Virgen.
Este día comienza la práctica de la Adoración de las Cuarenta horas. Consiste en adorar al Santísimo Sacramento ininterrumpidamente durante un periodo de cuarenta horas. En este tiempo se recuerda y se recrea los eventos, que desde la deposición de la Cruz, permanece el cuerpo inerte de Jesucristo en el Santo Sepulcro hasta que resucita.
10. Sábado de la sepultura del Señor.
El día siguiente, sábado, es un día de meditación y oración sobre la pasión y muerte del Señor, de su descenso a los infiernos y de espera de la resurrección. Por la noche se conmemora la Noche Santa en que resucitó el Señor.
11. Domingo de Resurrección.
Al día siguiente, Domingo de Resurrección, procedente del Monasterio del Carmen, es traída a la Basílica Catedral la Nuestra Señora de la Alegría, para encontrarse con la imagen de Cristo Resucitado, que se hace en el atrio de la Basílica Catedral. Luego del encuentro, ambas imágenes ingresan a la Catedral para presidir la Misa de Resurrección. Acabada la Misa, el Señor Resucitado y Nuestra Señora de la Alegría van en procesión por las calles de Lima hasta el Monasterio del Carmen.
Concluye este tiempo santo en el que Lima ofrece a sus habitantes un camino espiritual que desde hace más de cuatro siglos ha sido vivido por innumerables personas, entre los que tenemos contar a Santo Toribio de Mogrovejo, II Arzobispo de Lima, a Santa Rosa, a San Martín de Porres, a San Francisco Solano y a San Juan Macías.
Como escribió Santo Toribio de Mogrovejo, en su Catecismo, Jesucristo nos libró del poder del demonio y del pecado después de haber vivido treinta y tres años, enseñándoles y haciéndoles mucho bien y obrando muchas maravillas, de su voluntad se permitió entregar a padecer dolores, afrentas, muerte cruel en la cruz, y eso nos enseña la cuarta palabra del Credo, diciendo que "padeció, bajo el poder de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado … y en viniendo el tercer día, resucitó de entre los muertos y se levantó glorioso para nunca más morir, ni padecer, dando principio de vida eterna a los redimidos con su sangre. Amén".
[1] Agradezco a Iván Landa Calle su generosa colaboración bibliográfica y vivencial en la elaboración del presente artículo.