Después de ver los recientes documentales y leer varios libros sobre Miguel Grau, me parece muy pertinente el comentario de Luis Enrique Cam, responsable del documental "El reportero del Huáscar", ¿no sería el momento de incoar el proceso de beatificación?. En estos pensamientos, me encuentro con esta bella oración de Monseñor José Antonio Eguren el pasado 8 de octubre. Doctores tiene la Santa Madre Iglesia. Pero, se impone una nueva tarea: estudiar la religiosidad del héroe, del marino, del político, del padre de familia, del hombre de a pie, del peruano que se gana la amistad de los chilenos y hasta de González Prada
ORACIÓN PATRIÓTICA DEL ARZOBISPO DE PIURA EN EL DÍA DEL COMBATE DE ANGAMOS
8 de Octubre
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Quien se asoma a la vida del Gran Almirante del Perú y Peruano del Milenio, don Miguel Grau, no puede menos que admirarse por su extraordinaria personalidad. Todo en él es excepcional, como persona, hijo, esposo, padre, ciudadano, marino, y político. Por ello nadie como él, convoca a la vez el agradecimiento y el afecto unánime de todos los peruanos de todos los tiempos, así como el respeto y el reconocimiento de los adversarios.
Al respecto acertadamente afirma el Doctor José Agustín de la Puente y Candamo: "Miguel Grau ha dejado un ejemplo de vida limpia, de fidelidad al deber, de dignidad profesional y de coraje humano. Se hizo hombre en la Marina Mercante y fue oficial ejemplar en la Marina del Perú. Vivió años felices con su mujer y con sus hijos, y llegó a la guerra con clara conciencia de nuestra debilidad en el mar que no limitó la fortaleza de su heroísmo. Cuando entre abril y octubre de 1879, conduce el rumbo de la guerra, respeta a la población civil y elogia las virtudes del jefe adversario muerto en Iquique. Se esfuerza por salvar a los náufragos de la Esmeralda, y con clara conciencia de una muerte cercana, no pierde la serenidad".[1]
En su fe cristiana Grau forjó su extraordinaria personalidad
A todo lo descrito por el Doctor de la Puente y Candamo, sólo me atrevería añadir que por ser un hombre profundamente creyente, un guerrero cristiano cuya confianza la cifraba en Dios, según palabras de su entrañable amigo, Monseñor José Antonio Roca y Boloña[2], Miguel Grau vivió en el horizonte plenificador de la reconciliación consigo mismo. Y es que gracias a su vida de unión con el Señor Jesús, el Hombre nuevo y perfecto, Grau vive en la verdad sobre sí mismo y nunca pierde de vista el horizonte de lo que tiene que hacer para desplegarse auténticamente como persona y así contribuir al bien de todos y de cada uno. Por ello, en todo momento, pero sobre todo en las circunstancias de mayor desafío y adversidad, lo veremos sereno, seguro, magnánimo, libre de todo complejo y rencor, señor de sí mismo, al comando de sus emociones donde su razón gobierna y orienta debidamente a su voluntad.
Sí, gracias a su conformación con Cristo, el camino, la verdad y la vida, conformación que él realiza por la oración y los sacramentos, Grau muestra en toda circunstancia grandeza personal y profesional, actúa siempre con férrea voluntad, con audacia y decisión, es modelo de cumplimiento fiel de sus obligaciones en todos los ámbitos de su vida, y es capaz de llegar al extremo del sacrificio del interés particular por el de la Patria, un día como hoy hace 136 años en Punta Angamos. Fueron suficientes apenas 45 años de vida para que nos dejara una lección imborrable de amor al Perú, de heroicidad y de compromiso con el país.
Queridos Marinos peruanos: Ustedes son los depositarios de los valores, del heroísmo y del ejemplo del Gran Almirante don Miguel Grau Seminario. Por ello no se olviden que en Grau, su fe cristiana fue la base donde se asentó y forjó el edificio de su extraordinaria personalidad. Grau es un creyente en la Iglesia Católica, y vive las virtudes cristianas que fecundan y elevan sus virtudes humanas. Si quieren ser como él, y deben de llegar a serlo, jamás olviden que Grau es el hombre que hace de la oración su luz y su fortaleza; que antes de partir a campaña "fue humilde a inclinarse ante un ministro del altar, y así se llevó al combate su alma pura, y su conciencia tranquila"[3]; que él es el marino que recibe la sagrada comunión en el Convento de los Descalzos y ello le dio la fortaleza para entregar su vida por el Perú; que después de haberse confesado y comulgado, se arrodilló filialmente a los pies de Nuestra Señora de los Ángeles, Madre de Dios y Madre Nuestra, para encomendarse a Ella y consagrarle su familia y toda su tripulación.
Grau: el político honesto y comprometido que sirve al Perú
Los años previos a la Guerra del Pacífico son lamentablemente para el Perú una larga y triste secuela de desencuentros entre peruanos, de ambiciones y de luchas, de levantamientos y anarquía. Cuándo no, es la triste historia de siempre que lamentablemente se extiende hasta nuestros días en nuestra Patria, historia de divisiones, de enfrentamientos, luchas, y búsquedas mezquinas de beneficios personales antes que del bien común y la grandeza del Perú.
Por ello considero conveniente que antes las actuales circunstancias que vive el país, donde vemos una clase política enfrentada y donde algunos usan del poder público para conseguir una ventaja ilegítima, donde pareciera ser realidad, lo que afirmara con verbo exaltado Manuel González Prada, "que el Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota el pus", reflexionemos en Miguel Grau, el político honorable, el marino y el ciudadano íntegro y comprometido con la legalidad y con la defensa del orden jurídicamente constituido. ¡Hasta en eso Grau es ejemplo, ya que supo unir de manera magistral y honradísima sus dos grandes vocaciones al servicio del Perú: la de marino y la de ciudadano!
Su espíritu cívico de buen ciudadano, lleva a don Miguel Grau a incursionar en la política con decencia, ética y justicia, ejemplo urgente a seguir hoy por muchos políticos peruanos. Su interés no es otro que contribuir al servicio del bien común y bel bien integral de la persona humana. Dando muestras de su acendrada vocación democrática acepta la candidatura que le ofrecen para representar en el Congreso Nacional a la provincia de Paita que lo vio crecer. Gracias al respeto y admiración que inspiraba, fue elegido diputado. A los 42 años de edad se alejaba momentáneamente del comando de su querido "Monitor Huáscar" y se integraba a las labores del Congreso desde el cual trabaja denodadamente por el bien del país y el de la Marina de Guerra del Perú.
En relación con esta etapa de su vida, Raúl Porras Barrenechea dirá en su "Elogio a Grau" con ocasión del 75° aniversario del glorioso Combate de Angamos: "En el desempeño de su función legislativa exhibirá la misma sobriedad de gesto y de alma que en la milicia. Habla pocas veces diciendo que no conoce los usos parlamentarios y apoya gastos de magnanimidad y filantropía". En todo momento se evidencia en él su absoluta voluntad de servicio al país. Al respecto don José Agustín de la Puente dirá: "En esta tarea aflora una vez más la voluntad de servicio que está en la entraña vital del comandante del Huáscar. Servir al Perú usando muchos caminos; servirlo en el esfuerzo diario del oficial de Marina, servirlo en las tareas de conductor de su arma cuando es comandante de ella; servirlo como diputado en el análisis y la decisión de las cuestiones que llegan a conocimiento del Congreso y, sobre todo, servirlo con el ejemplo de una vida fiel a su vocación profesional, a su país y a su conciencia. Éste es el mensaje que Grau ofrece al Perú cuando no ha cumplido aún 45 años".
Por ello a los pies de la egregia imagen del Gran Almirante del Perú, hago un llamado a los líderes y clase política del Perú a que dejen de lado la búsqueda de los propios intereses, el clientelismo que destruye la democracia, y la corrupción, verdadera gangrena de un pueblo. Que más bien, con honradez absoluta, rectitud de conciencia, claridad de ideas, con espíritu solidario, y con obras eficaces, contribuyan a la construcción del Perú que todos anhelamos, contribuyendo así a la edificación de una sociedad digna de la persona humana.
Les pido que como buenos cristianos, trabajen por el bien común que, como afirma el Concilio Vaticano II,"abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida social con las que los hombres, familias y asociaciones pueden lograr más plena y fácilmente su perfección propia"[4]; realicen su actividad con verdadero espíritu de servicio a los demás[5], porque ser un político cristiano, "entraña servir la dignidad de sus hermanos, luchar por la dignidad de sus hermanos y vivir para la dignidad de sus hermanos. El cristiano es invitado siempre a dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles".[6] Así se los exige Grau y con él todos los peruanos[7], porque queremos una política dignificada siempre por los valores y la moral.
Queridos compatriotas: en el día en que conmemoramos un aniversario más de la inmolación del Gran Almirante del Perú, don Miguel Grau y sus célebres marinos, quienes supieron elevarse dignamente a la gloria tras enfrentarse solitariamente a seis buques bien pertrechados, inmensamente superiores en blindaje y armamento, entre ellos dos modernos acorazados, digamos a manera de compromiso con el Perú: "En la estela del Huáscar, en el ejemplo de Grau. Un solo norte: el deber. Tan sólo un rumbo: el honor. ¡Somos Grau, seámoslo siempre!".
San Miguel de Piura, 08 de octubre de 2015
[1] In pectore – Fundación Miguel Grau, "Grau", pág. 222.
[2] Monseñor José Antonio Roca y Boloña, Oración Fúnebre a Grau.
[3] José Agustín de la Puente, "Miguel Grau", p. 77; Instituto de Estudios Histórico – Marítimos del Perú, 2003.
[4] Gaudium et spes, n. 74.
[5] Ver Octogesima adveniens, n. 46.
[6] S.S. Francisco, Homilía en la Plaza de la Revolución de la Habana – Cuba, 20-IX-2015.
[7] Ver San Juan Pablo II, Jubileo de los Gobernantes, Parlamentarios y Políticos, 4-XI-2000.