ATAHUALPA Y VALVERDE EN CAJAMARCA
Capellán castrense de Pizarro
Hacia 1529, Francisco Pizarro, una vez recibido el nombramiento como Gobernador de Nueva Castilla, ultimaba los preparativos de su tercera expedición para la conquista de Perú. Según la cláusula 24 de la capitulación de Toledo, debía llevar misioneros para evangelizar a los naturales. En la Real Cédula de 19 de octubre de 1529 aparecen los dominicos Alonso Burgalés, Pedro de Yépez, Tomás de Toro, Pablo de la Cruz y Vicente Valverde, comprometidos por Fray Reginaldo de Pedraza. Hemos de tener siempre presente que el dominico será uno de los personajes que más influyó en Pizarro y que fue su capellán en tiempo de guerra y en tiempo de paz. Claro que, a partir de su nombramiento como protector de indios y obispo, su rol será bien distinto. G. Lohman manifiesta su asombro el que "se escogiese para tan rudo ministerio a religiosos de calificada preparación" [1990:410].
Frente a frente en Cajamarca
En 1529 acompañó a Pizarro como misionero, en su pretendido viaje de conquista del Perú. Llegan a Cajamarca el 15 de Noviembre de 1532.
Al día siguiente, el Inca entró hasta el centro de la plaza sin que ningún español se presentase. Valverde, en hábito de dominico, con una cruz en su mano derecha y el breviario en la izquierda, le acompañaban un cristiano que había llevado el mensaje por la tarde y el muchacho tallán Martinillo. Ante el silencio expectante, Valverde comenzó a hablar con el libro abierto, señalando con el índice lo que leía. Según el cronista Jerez dijo: "Yo soy sacerdote de Dios y enseño a los cristianos las cosas de Dios, y asimismo vengo a enseñar a vosotros. Lo que yo enseño es lo que Dios nos habló, que está en este libro; y por tanto, de parte de Dios y de los cristianos te ruego que seas su amigo, porque así lo quiere Dios y venirte ha bien de ello; y ve a hablar al Gobernador que te está esperando".
El Inca oyó al dominico traducido por Martinillo. Tomó el libro y lo arrojó al suelo, encarándose con el Padre Valverde, a quien le echó en cara el maltrato hacia unos caciques. Valverde aclaró que fueron unos indios quienes le quitaron la ropa. Atahualpa insistió en que le devolviesen las ropas y se incorporó en su litera. Valverde, con bastante temor, corrió donde Pizarro y le comunicó cómo el Inca le había arrojado el libro santo y llamó "perro" al Inca, prometió la absolución a todos, instándoles a combatir a Atahualpa si querían salvarse. El Gobernador se puso al frente del combate y ordenó la batalla en la que murieron unos 3.000 indios. Pizarro, con veinte peones, entre los que se encontraban Miguel Estete, Alonso de Mesa y Diego de Trujillo, capturaron al Inca. Después de unas dos horas, en medio de la refriega llegaron Hernando Pizarro y Fray Vicente Valverde. El primero "requirió a todos de parte del rey y del gobernador en su nombre que se recogiesen pues era ya de noche y Dios les había dado victoria".
Una de las relaciones más fidedignas, la de Diego de Trujillo, nos completa el cuadro:"Y entonces con la lengua salió a hablarle Fr. Vicente de Valverde, y procuró darle a entender al efecto qué venía y que por mandado del Papa un hijo que tenía capitán de la cristiandad que era el Emperador Nuestro Señor y hablando con él palabras del santo Evangelio le dijo Atabalipa, ´quién dice eso´, y él respondió ´Dios lo dice´, y Atabalipa dijo ´¿cómo lo dice Dios?´ y Fr. Vicente le dijo: "Velas aquí escritas" y entonces le mostró un Breviario abierto y Atabalipa se lo demandó y le arrojó. Valverde se esforzó en obtener la pacífica sumisión de Atahualpa; más tarde instruyó y bautizó al infortunado inca. Jerez, testigo ocular, afirma en su relación (Sevilla, 1534) que cuando el Inca rehusó someterse, Valverde se volvió e informó a Pizarro, quien ordenó entonces avanzar a sus hombres.
Fray Buenaventura de Salinas nos informa del Requerimiento de Valverde: "Pidió licencia Fray Vicente para hablar con Atahualpa y habiéndosela concedido le comenzó a predicar los misterios de la fe: un solo Dios y tres personas, que la segunda se habían hecho hombre y desnudo en una cruz había muerto para redimir el mundo, dejando en su lugar al Papa como a cabeza de la Iglesia; el cual con la potestad que tenia había dado todas las tierras de aqueste nuevo mundo, que él habitaba, al Emperador y rey Católico don Carlos señor nuestro: y que Su Majestad había enviado en su lugar al Gobernador don Francisco Pizarro para que en su lugar tomase la posesión, y él y los suyos recibiesen la fe de Jesucristo por para poderse salvar. Habiendo entendido Atahualpa aquellas cosas por intérprete, respondió que él no conocía a Jesucristo por Dios, porque ¿cómo lo podía ser si había muerto desnudo? Y que solo al Sol a quien llamaban Pachacama, adoraba por Dios y criador de todas las cosas; Y que él no sabía que hubiese en el mundo otro rey ni monarca y que cuando lo hubiese cómo podía el Papa dar sus tierras a otro; y que si las había dado que él no consentía en ello, ni se le daba nada".
Buen trato y catequesis
En todo el tiempo de la prisión de Atahualpa se le hizo buen tratamiento, y Valverde "tenía cuidado de predicarle y hacerle entender las cosas de nuestra santa fe y darle noticia de todo lo que convenía para su salvación" (Del Busto: I: 87). Como buen capellán, cuida de la hueste. Así, tras la captura del Inca, los soldados mozos, cuales mancebos desvergonzados, se entregaron desenfrenadamente a todo género de libertinaje sexual con las mujeres cautivas. En este sentido, y, según Gutiérrez Santa Clara, el Padre Valverde luchó para que "ningún cristiano, de cualquier calidad, estado y condición que fuese, tuviese amistad deshonesta con ninguna india".
Atahualpa promete una sala de oro y plata por su libertad. Parece que con "el único español que Atahualpa se mostraba poco amable era con Fray Vicente de Valverde" (Del Busto: II, 87). Garcilaso dirá que "Fray Vicente tuvo cuidado de instruirle en la fe" [Comentarios Reales, Parte II, lib. I, cap.36, p.364, t.III). Al Inca se le formó juicio de guerra y fue condenado a la hoguera por idólatra y hereje contumaz, tirano y usurpador, traidor, regicida, fratricida, homicida, polígamo e incestuoso. Cuando Atahualpa se percató de que la condena era inexorable preguntó al Padre Valverde acerca del destino de los que morían. Al responderle el dominico que los cristianos iban al cielo y los idólatras como él al infierno. Tornó a preguntarle Atahualpa sobre el lugar dónde los enterraban; como el fraile le respondiese que los cristianos en la iglesia y los paganos fuera, manifestó su deseo de hacerse cristiano. "Todos vieron que al idólatra se le abrían las puertas de la salvación y Fray Vicente, antes de que Atahualpa mudara de parecer, se apresuró a bautizarlo. Se le impuso el nombre de Francisco" (Del Busto, II, 174). Pizarro, atendiendo a su conversión, le conmutó la pena de la hoguera por la de garrote. En los responsos y la misa de entierro, nuestro protagonista será acompañado por los eclesiásticos Juan de Sosa, Juan de Balboa, Francisco de Morales y Juan de Ascencio.