Por: Dr. José Esquivel Grados
La devoción a Santiago Apóstol es parte de la historia religiosa del Perú. El primer templo católico edificado en nuestro país lleva su nombre, fue protector no sólo de las armas hispánicas en el tiempo de la Conquista, sino también de los misioneros que llegaron a evangelizar estas tierras. Una imagen del Apóstol Santiago, con más de cuatro siglos de antigüedad, se conserva en Santiago de Chuco, jurisdicción arquidiocesana; donde, cada julio, miles de fieles devotos se reúnen para expresar con alegría su fe y gratitud a su protector.
APÓSTOL DE LA RECONQUISTA ESPAÑOLA Y LA CONQUISTA PERUANA
Cuenta la tradición que, en su afán por divulgar el Evangelio, el Apóstol Santiago llegó hasta España. Fue allí donde la devoción popular lo convirtió en el discípulo guerrero de Jesús, el líder de la espada y defensor de la Doctrina Cristiana. Durante la Reconquista de España, se le recuerda cuando apareció en su caballo blanco animando a las tropas católicas frente a los musulmanes en la legendaria batalla de Clavijo del 23 de mayo del año 844. Para los cristianos españoles, el Apóstol jugó un rol decisivo en la derrota de los musulmanes, popularmente llamados “moros”; de ahí lo de “Santiago matamoros”.
El Apóstol es Patrón de España y su guía espiritual desde los inicios de la cristiandad. De igual forma, en Perú, desde los inicios de la conquista española, Santiago Apóstol acudió en auxilio de las armas hispánicas, como si él hubiera recibido la misión de velar sobre ellas y favorecerlas, dándoles una victoria tras otra, ganando así el Santo una secular devoción.
En aquella época, los catequistas asociaron a Santiago el Mayor, el “Hijo del Trueno” (Mc 3,17), con las deidades Yllapa y Catequil, lo que permitió que en corto tiempo los nativos fueran sus fieles devotos y le denominaran Yllapa Santiago.
En el proceso de evangelización de América, la imagen del Santo fue la preferida por los misioneros españoles dado que la conversión de los “indios paganos” significó, muchos siglos después, una continuación de su lucha contra los musulmanes en España. La trascendencia del Santo en la conquista fue tal, que el primer templo católico que se levantó en el Perú se ubicó en el pueblito de San Lucas de Colán, cercano al puerto de Paita en Piura, con el Apóstol Santiago como su Patrón.
FUNDACIÓN DE TRUJILLO Y EL APÓSTOL
Como en otras latitudes del Perú, en La Libertad, hay pueblos que se fundaron en honor al Apóstol: Santiago de Cao en Ascope, Santiago de Challa en Pataz y Santiago de Chuco. Asimismo, la ciudad que fundó Pizarro en el valle Chimú, fue hecha bajo la advocación del Santo Guerrero. Al respecto, Miguel Feijoo de Sosa, Corregidor de Trujillo de 1757 a 1760, dice: “Pizarro, después de haber fundado la Ciudad de los Reyes (conocida por Lima)… pasó inmediatamente en el [año] de mil quinientos treinta y cinco al fértil Valle de Chimú; y con distancia de ochenta leguas erigió la Ciudad de Truxillo, baxo el Patrocinio del Glorioso Apóstol Santiago…”.
Asimismo, en la iglesia de Santiago de Huamán en el distrito de Víctor Larco Herrera -construida a la vez que la Iglesia Mayor de Trujillo en 1558-, está la imagen del Apóstol Santiago, como matamoros y a caballo (Wethey, 1949); en tanto que la efigie del Apóstol peregrino se encuentra en el templo de Santo Domingo de Trujillo y en el templo de Santiago de Chuco, la tierra natal de César Vallejo.
SANTIAGO DE CHUCO Y EL APÓSTOL
Fundación de la Villa
La imagen del Apóstol Santiago en el norte del Perú tiene singular prestancia y está asociada a la fundación de la villa de Santiago de Chuco. Para Benítez Vargas (1993), basado en las crónicas de los agustinos, fue en 1553 que la imagen llegó a las tierras del Chuku-Way con los misioneros agustinos Juan Coxiga y Juan Ramírez, a una capilla erigida junto al convento de Huayatán; pero la efigie huyó tres veces y apareció en el lugar del Pichi Paccha. Entonces, los religiosos se dieron cuenta que el Santo quería instalarse ahí, y en ese lugar fundaron la villa de Santiago de Chuco y la iglesia el 25 de julio de aquel año. Sin embargo, Mendoza (1948) refiere que la fundación de Santiago, bajo la advocación de Santiago Apóstol, ocurrió el 25 de Julio de 1610 por obra del capitán Diego de la Cerna con el ritual canónico del capellán Francisco de Asís Centurión, natural de Santiago de Compostela.
Fiesta con Octava
Según datos de los Anales Diocesanos, la inauguración del templo ocurrió el 25 de Julio de 1686, a la que asistieron delegaciones de Trujillo, encabezadas por el Canónigo Francisco de Zubiate, “alter ego” del Obispo de Trujillo, Francisco Borja. De regreso, visto el informe del Canónigo, el Cabildo Eclesiástico acordó y dispuso que la Fiesta se celebre “Doble de primera clase con Octava”; toda una distinción.
El templo actual, emblema de solidaridad
El templo, construido en el siglo XVII, era una verdadera reliquia. Lamentablemente, el sismo del 31 de mayo de 1970 lo destruyó parcialmente. Ante tal daño, el primer intento por reconstruirlo data del 26 de julio de 1974. Pero fue el 26 de julio de 1976 que los santiaguinos reunidos en Cabildo Abierto en el Salón Consistorial del Palacio Municipal acordaron construir el nuevo templo. El 25 de julio de 1978, ante el Apóstol, se colocó la primera piedra. Esta imponente edificación tiene un cimiento de más de 2 metros de profundidad y alrededor de 2 metros de ancho, un perímetro de 200 metros, una altura media de 9 metros y un área techada de 800 metros cuadrados. En 1983 se inauguró el templo. El 23 de julio de 1987 fue bendecido con toda solemnidad por el Arzobispo de Trujillo.
La efigie del Apóstol
La efigie del Patrón tiene 1,40 m de estatura. Está tallada en madera fina que ha resistido el paso de 4 siglos. El rostro expresivo, color rosado nácar aporcelanado, es bellísimo e impecable. Su mirada es perspicaz y penetrante, con la que parece seguir a quien le contempla. Asimismo, destaca su bella y sinuosa barba poblada, que ha motivado que le llamen con cariño: “Viejito lindo”.
A diferencia de las efigies de Cabana (Ancash) o Lampa (Puno), donde se venera al Apóstol en albo corcel, en Santiago de Chuco está de pie, en su condición de caminante, muy similar a la del Monasterio de Huelgas (Burgos) en España y que era usada para armar caballeros a los reyes españoles en el medioevo. Aurelio Miro Quezada Sosa, luego de su visita a Santiago de Chuco en la década del 40 del siglo XX, escribió: “La Iglesia… tiene una imagen del Apóstol Santiago, que despierta cada año la devoción y el deleite de los fieles en la procesión y la feria de su fiesta. No luce el tradicional caballo blanco de otras efigies semejantes, pero descuella vivamente en el altar mayor…” (1947: 45).
Como parte de su vestuario, durante el periodo no festivo, luce el Apóstol en su trono un finísimo sombrero de palma a la pedrada. Porta un báculo, símbolo del peregrino misionero, en vez de la afilada espada matamoros. En su procesión, el Apóstol luce acicalado con joyas de oro y plata, porta las llaves de Trujillo que lo visitó en 1953 y el ex voto obsequiado por el general chileno Alejandro Gorostiaga, quien estuvo a punto de incendiar Santiago de Chuco, luego de la derrota del ejército peruano en Huamachuco el 10 de julio de 1882. Va cubierto con afelpada capa de varios metros de largo y tachonada de pedrería. En la mano derecha porta un báculo de plata y en la izquierda, el breviario. El “Anda” dorada, artísticamente tallada, resplandece en la procesión. Se complementa con el primoroso arco decorado con detalles celestiales y los 4 búcaros donde se colocan bellas flores o manojos del trigo chuquino.
La Fiesta: devoción y milagros
Expresa Ángeles Caballero (2008: 140): “donde el culto al Apóstol no ha tomado rumbos diferentes al místico es en la ciudad de Santiago de Chuco… desde el punto de vista del folclor, la celebración en sí misma es multiforme y polícroma…”. Y, Velásquez Benites (2008: 43) manifiesta: “En torno al Patrón Santiago crece una innegable tradición que cubre gran parte de los andes norteños. El colorido, el mundo mágico religioso, la espontánea combinación de lo andino y lo occidental se mezclan artísticamente, impresos por la creatividad de un pueblo que poco a poco va internalizando la festividad como parte de su mundo, incorporándolo en su cosmovisión”.
Se prolonga del 15 de julio al 2 de agosto. El 15, en medio del júbilo, se inicia con la Parada de Bandera. Del 15 al 22 se despliegan las Novenas. El día de cada Novena por la tarde, entre músicos, danzantes, feligreses, inciensos, cánticos y plegarias, es trasladado el Ínter del Apóstol hasta el altar levantado frente a la casa del “Novenante”, donde se ofrece Santo Rosario por la noche, seguido de café con “tajadas” y baile. Al otro día, regresa el Ínter al templo.
El 23 es el “Alba” y se recuerda la “llegada” del Apóstol a su Fiesta. Cuenta la leyenda que antaño volvía el Glorioso de España en albo corcel siguiendo la ruta incaica, desde Chao hasta Santiago. En la “Bajada” los Negritos modulan peculiares cánticos y niños de caritas tiznadas son ofrendados al Apóstol.
El 24 es día de “Doces”. Hay peleas de gallos, carreras de cintas a caballo, etc. En la tarde hay concursos de mojigangas y festivales; se elevan infinidad de globos, y la algarabía en la Plaza se complementa con el estridor de cohetes, pantallas, “vacas locas”, cordeladas, buscapiques y ruedecillas.
Por la noche es la “Luminaria”. En el Templo la feligresía quema cirios a cierta distancia del Patrón. Cada luz que emerge del pábilo es por un milagro concedido o por uno anhelado. Y en la Plaza los fiesteros bailan al compás de los “Chirocos” venidos de Tauca y de otros lugares distantes; mientras que otros bailan atraídos por las bandas de músicos, unas del pueblo y otras venidas de muy lejos.
Antes de la media noche, hacen su aparición las vistosas “Marchas” y los graciosos “Disfrazados” con sus diablos y sus “viejos”. Se queman relucientes castillos y se elevan globos por doquier. A las doce, aparece refulgente el Apóstol en la puerta del templo para ofrecer su saludo, gesto que data de hace poco tiempo.
El 25 es el “Día”. Se saluda a la aurora con 21 camaretazos. La alegría cunde en el pueblo que en cada recodo está rebosante de fiesta. A media mañana, cuando el sol abriga y ya deja sentir su presencia, las primeras notas de flautas y “cajas” anuncian el inicio del itinerario de las mojigangas. Después de la misa, al medio día, estalla la “cuetada”, suenan pantallas y bombardas y tañen las campanas del beato campanario, indicando que el Apóstol sale en procesión en su Anda dorada por las tierras que fueron de doña María de los Reyes, descendiente del cacique Diego García Tanta Huanca.
La “calle grande” se abarrota con multicolores artistas que ofrecen estéticos bailes y cánticos. Ahí van los gallardos Pallos de Huashgón, Cunguay, Conra, Guayatán y de todos lados, danzando al ritmo del “Punto” y de sus armoniosos cascabeles; las Quiyayas de Angasmarca entonando sus quejumbrosas melodías y “aquenando hondos suspiros”; el mítico Quishpe Cóndor de Carpabamba saltando tras el ovillo del maléfico brujo; las Contradanzas de Cunguay deslumbrando con su baile picaresco y polícromo; los Turcos de Chambuc, envueltos en sus voluminosas polleras, zapateando al ritmo del cajero que acompasa flauta y tambor; en fin, algo inenarrable. Pero qué lamento, que en esta época no se vean los Ángeles, las Obreras, los Huichos, los Amicos, etc. Y desde sus balcones, los feligreses arrojan al Anda pétalos de flores; mientras que en las 4 esquinas de calle grande se exhiben a artísticos altares.
Cuando el Venerable hace su ingreso en la plaza, la multitud estalla de alegría, las mojigangas bailan y cantan con más ahínco y devoción, se elevan vistosos globos y se queman pantallas y castillos. El recorrido procesional dura hasta más allá del anochecer. Hasta los años 80, la procesión culminaba antes de las 5 de la tarde, para ceder el paso a la tarde taurina; pero ahora concluye alrededor de las 8 de la noche. Los Pallos devotos formando hileras a ambos lados de la entrada al templo, levantan espadas y sombreros para despedir al Patrón, quien ingresa entre incienso, aplausos y lágrimas.
Ya culminada la Primera Fiesta (de los forasteros), sucede la “Octava” (del pueblo), que dura 8 días. Se inicia el 26 de julio con las corridas de toros. El 30 es el “Alba”, el 31 las “Doces” y el 1 de agosto el “Día”. Concluye con la “Adoración” y la “Subida” del Apóstol el día 2. Los Negritos se despiden con cánticos sollozantes y su efusivo coro monocorde: “rarararararararaaa...”. Con la ascensión del Apóstol a su trono, concluye la Fiesta solemne del “moderno dios-sol”. Luego, el Párroco efectúa la transferencia de la Mayordomía a otro Barrio, la que hasta 1984 estaba a cargo de personas naturales.
Así es la Fiesta del Apóstol en Santiago de Chuco. No obstante, cabe señalar que, estando de peregrinaje por la III Semana de Trujillo, del 23 al 30 de diciembre de 1953, sanó a un paciente desahuciado que no podía caminar para venerarlo cuando pasaba en procesión. Con solo besar una estampita del Milagroso y ofrecerle una oración, ocurrió su recuperación y pudo caminar solo para besar el manto del Patrón, antes que retorne a su templo de Santiago de Chuco.
Bibliografía
- Ángeles Caballero, C. (2008). Folclor vivo del Perú. Lima: San Marcos.
- Benites Vargas, R. (1993). Homenaje: Provincia de Santiago de Chuco. Trujillo: MPT.
- Esquivel Grados, J. (2010). Magia de los Pallos de Santiago de Chuco. Lima: Juan Gutenberg SRL.
- Feijoo de Sosa, M. (1763). Relación Descriptiva de la ciudad y provincia de Trujillo del Perú. Madrid.
- Mendoza, S. R. (1948). Monografía de la provincia de Santiago de Chuco. Lima.
- Miro Quezada Sosa, A. (1947). Costa, sierra y montaña (2ª ed.). Lima: Cultura Antártica S. A.
- Velásquez Benites, O. (2008). Nyler y la Festividad de Santiago Apóstol. Trujillo: Impresiones Gráficas Moral SRL.
- Wethey, H. E. (1949). Colonial architecture and Sculpture in Perú. Cambrigde: Harvard University Press.