Me interesa rescatar la motivación espiritual en las acciones de las personas y los pueblos, por esta razón les comparto este interesante artículo. Lo complemento con algunos textos que pueden ayudarnos a un tema tan apasionante y polémico: El rol de la católica Arequipa en la Guerra con Chile
HERRERA COPARI, Alvi H "Una causa espiritual en la Guerra con Chile y la consagración de la diócesis de Arequipa a los Sagrados Corazones" Revista del Archivo Arzobispal de Arequipa n° 11, Arequipa, 2017, pp.189-222
En 1881 se vivía una situación caótica en todo el Perú, sin embargo Arequipa no había sufrido ninguno de sus descalabros político, social, económico ni moral. La Iglesia de la Blanca Ciudad vivirá la coyuntura como es lógico en una institución espiritual de modo espiritual, esto es que "la guerra fue entendida como un castigo divino por culpa del alejamiento del pueblo peruano de la religión del Estado y que la Consagración de la Diócesis de Arequipa a los sagrados Corazones significó la expiación de la culpa, puesta de manifiesto en los acontecimientos de la guerra" p.189
Sólo en la batalla de San Juan y Chorrillos se habla de unos cinco mil muertos por parte de Chile, otros tantos para el Perú con alrededor de cuatro mil heridos y dos mil prisioneros.
Tanto por la carta del Deán, JG Valdivia, como la del Rector del Seminario y otros documentos de la época nos "muestran quela población arequipeña cree que la guerra es producto de sus pecados y que la consagración de Arequipa servirá para librarla de una acción bélica. Parece que este fue el verdadero propósito del obispo para consagrar su Diócesis" p.197
En su "Carta pastoral" de 1881 señala con claridad que la causa de la guerra es espiritual: "El Perú hoy está sometido a una expiación sonorísima: muchas faltas ha cometido…pero a nuestro juicio, la más grave, la más seria de todas sus decepciones, desde hace algunos años, es su olvido más o menos culpable de los principios católicos" (Publicada en El Eco de Arequipa, 1881, pp-34)
Mons. Huerta propone tres palabras para revertir la situación: cambio de la situación que posible recobrar la honra de la patria, reflorecer los sentimientos católicos y obtener así la salvación eterna.
La carta pastoral se distribuyó por todas las parroquias e instituciones públicas y privadas, religiosas, civiles y militares mediante una circular para que se adhiriesen a la Consagración programada para el 30 de agosto y precedida por una gran novena. Esto provocó 60 actas de adhesión, con 3918 firmas
A partir de enero de 1881, toma de Lima, las acciones buscan reestablecer la paz sin que la resistencia de A.A. Cáceres lograse resultados. En Arequipa, el gobierno establecido por Lizardo Montero desde el31 de agosto de 1882 se convirtió en uno de los últimos reductos de resistencia al régimen títere de Miguel Iglesias, por lo que el ejército chileno preparó una última expedición sobre la ciudad. Un acta suscrita en Paucarpata ofreció la rendición de la ciudad el 29 de octubre de 1883 y luego 8000 hombres ocuparon Arequipa; después de 54 días se retiraron, Arequipa había sido entregada al ejército chileno sin ejecutar la resistencia planeada.
"El Obispo entendió que la Guerra con Chile había sido un castigo por culpa de la población peruana que desde la independencia se fue alejando de la religión del Estado.
La consagración sirvió en lo espiritual para poner fin a la guerra y en lo temporal se reflejó con la salvación de Arequipa de una contienda de la envergadura que una guerra pudiera suponer. El Obispo quiso consolidar una idea de paz a cualquier precio en la mentalidad arequipeña" p.211
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Toma de Arequipa
La Toma de Arequipa o Expedición a Arequipa, fue la última campaña militar de la Guerra del Pacífico entre Perú y Chile. Un suceso que acaeció entre el 14 de septiembre al 24 de octubre de 1883.
Antecedentes.
Tras la victoria chilena sobre las fuerzas del general Andrés Avelino Cáceres en la batalla de Huamachuco, el gobierno del general Miguel Iglesias se afianzó en Lima y el norte del país, lo que permitió dar paso al inicio de los acuerdos de paz con cesión territorial que terminarían la guerra. Mientras tanto, Cáceres habíase retirado a la ciudad de Andahuaylas, pasando antes por Tarma y Jauja, donde con la ayuda del coronel Justo Pastor Dávila logró formar una columna de 500 hombres regularmente armados y uniformados. Encontrándose el Ejército del Centro en proceso de reorganización en Andahuaylas, Cáceres recibió la visita del Capitán de Navío Camilo Carrillo, ex ministro del gobierno de Francisco García Calderón quien había abandonado al gobierno de Montero en Arequipa, el cual trató de persuadir al general Cáceres tomase mando del Segundo Ejército del Sur que guarnecían dicha ciudad y que constituía el último ejército regular del Perú, garantizándole que su mera presencia bastaría para que las tropas se pronunciaran a su favor y que de otra manera el ejército de Arequipa se perdería irremediablemente sin haber hecho nada por la patria. Cáceres se abstuvo de ceder a sus insinuaciones aduciendo que no quería fomentar luchas intestinas a vista del enemigo y que solo en caso extremo combatiría al gobierno impuesto por las fuerzas de ocupación.[3]
Situación peruana.
Desde el arresto y deportación a Chile del presidente provisorio García Calderón, en Arequipa estaba establecido el gobierno del contraalmirante Lizardo Montero, el cual si bien rechazaba las condiciones de paz exigidas por el gobierno chileno, por razones políticas evitaba cooperar con la resistencia de Cáceres en la sierra central, inactividad que motivó que algunos de sus subalternos abandonaran su ejército para partir a ponerse a órdenes de Cáceres como fue el caso del coronel arequipeño Isaac Recavarren, quien en febrero de 1883 llegó a Tarma procedente de Arequipa con 200 carabinas remignton y un cañón y los coroneles Francisco Luna y Armando Zamudio que luego de la batalla de Huamachuco y contraviniendo las órdenes de Montero marcharon a Andahuaylas, por entonces cuartel general de Cáceres, con 250 hombres perfectamente armados y equipados del ejército de Arequipa.[4]
Para cuando la expedición chilena se preparaba a avanza sobre Arequipa, Montero aún contaba con un considerable ejército estimado en 3.000 soldados regulares y 2.500 de la guardia nacional, convenientemente armados pues durante esos últimos dos años habíase remitido desde Bolivia al menos 8.000 rifles con 250 tiros cada uno, así como una batería de cañones krupp.[5] Además Montero hacia gestiones para que Bolivia volviera a la guerra, habiendo logrado que el presidente Campero movilizara algunas tropas al departamento fronterizo de Puno.
Situación chilena.
En el lado chileno, el presidente Domingo Santa María ordenó consolidar al gobierno de Iglesias acabando con la última autoridad político-militar peruana, contraria a la paz con cesión territorial, localizada en Arequipa y representada por Montero y su gobierno para lo cual ordeno la creación de una División al Vicealmirante y jefe del ejército de ocupación Patricio Lynch. La División fue dejado al mando del Coronel de Artillería José Velásquez Bórquez, organizado con tres batallones de Infantería, dos escuadrones de Caballería y cinco piezas de Artillería de Montaña, con un total 2.200 efectivos. Partiendo desde la ciudad de Tacna se dirigió a Moquegua ciudad que ocupó sin encontrar resistencia. Una segunda expedición parte de Lima con aproximadamente 3.000 hombres, al mando del Coronel Estanislao del Canto debía operar como reserva de Velásquez, embarcándose rumbo a Pacocha y finalmente sobre la marcha a Arequipa se unieron 1.200 soldados de los regimientos Aconcagua y Coquimbo, llegándose a sumar 6.400 hombres a comienzos de Octubre de 1883; sin contar 600 a 700 que al mando del coronel Gorostiaga partieron de Valparaíso para unirse al ejército de Velasquez al final de la campaña.[6]
De manera simultánea el mando chileno envía a la vez una última expedición a la sierra encabezada por el coronel Martiniano Urriola con el propósito de obstaculizar una eventual reorganización militar peruana en los departamentos de Junín, Huancavelica y Ayacucho, área donde Cáceres y sus guerrillas aún operaban.
Toma de Arequipa.
El Ejército de Montero enterado del avance del Ejército Chileno, despliega posiciones defensivas en los alturas que rodean Arequipa. A la reunión de las divisiones chilenas, estas emprenden la marcha, pasando por Moquegua, Los Angeles y el pueblo de Moromoro, sin encontrar resistencia.
El Contralmirante Lizardo Montero y su segundo el Coronel Cesar Canevaro, dividen sus fuerzas, organizándolas en puntos estratégicos desplegando el ejército regular en los altos de Huasacache y Jamata mientras la guardia nacional permanecía acuartelada en la ciudad. Unos 1.500 efectivos esperarían al enemigo en Huaracochi, si eran vencidos, se reorganizarían en el pueblo de Puquina, a las puertas de Arequipa, junto con el resto de los efectivos peruanos.
Al amanecer del día 22 de octubre el coronel Velasquez ordenó al comandante de la primera división de su ejército Vicente Ruiz avanzara con el batallón Santiago, un escuadrón de caballería y una pieza de artillería sobre la altura de Huasacache, la que al promediar las ocho de la mañana logró escalar en sus tres cuartas partes a pesar de recibir el fuego de los defensores parapetados en sus alturas, el que no le ocasionó bajas y solo respondió con tres tiros de artillería con la finalidad de medir distancias tras lo cual se retiró. Hasta el anochecer del mismo día, el Coronel Velásquez, organiza algunas tropas para el reconocimiento de la derecha e izquierda de las posiciones peruanas, maniobras que a su juicio preocuparon vivamente a los defensores pues estos considerándose estar siendo flanqueados no dejaron de hacer un vivo fuego sobre las tropas chilenas el cual sin embargo por la distancia no resultó efectivo.[7]
Mientras tanto el Contralmirante Lizardo Montero, se había retirado a la ciudad, siendo que ante los pedidos de refuerzos del coronel Francisco Llosa, jefe del batallón Constitución desplegado en los altos de Huasacache ordenó la retirada con dirección a Arequipa para después atacar, según le informo a Llosa el coronel José Godinez jefe del campamento de Chacahuayo. Las maniobras Coronel Velásquez lograron rodear por ambos flancos las posiciones peruanas siendo que en horas de la madrugada del día 23 los defensores abandonaron sus posiciones. Con ello las tropas chilenas quedaron en posesión de las líneas defensivas peruanas desplegando su infantería y artillería en ellas y amenazando ahora la misma ciudad de Arequipa.
Al saberse estos sucesos en la ciudad se suscitaron escenas de convulsión social. El 24 de octubre el Municipio de Arequipa a instancias de un grupo de vecinos notables pidió a Montero que no se combatiese dentro del recinto urbano de la ciudad, a lo que este respondió que combatiría en el mismo templo si fuera necesario, sin embargo (cobardemente) paralelamente Montero pretendió trasladar el ejército y el material de guerra por el ferrocarril a la ciudad de Puno lo que causó el desagrado de la guardia nacional y el pueblo arequipeño. El 25 de octubre convocó Montero a la ciudadanía en la plaza de armas manifestando que "si el pueblo así lo quería, se haría resistencia en la ciudad", siguieron discusiones acaloradas, el teniente alcalde la ciudad Diego Butrón que era partidario de la paz fue muerto de un disparo, la noticia que Montero abandonaba la ciudad hizo que una muchedumbre armada asaltara la estación del ferrocarril destruyendo algunas de las instalaciones y desenrielara parte de la vía férrea, mientras Montero recorría los cuarteles tratando de restaurar el orden en la guardia nacional siendo recibido a tiros de cuyas resultas murió uno de sus ayudantes y hubo de abandonar al idea de usar el ferrocarril retirándose por el otro extremo de la ciudad, primero al pueblo de Chiguata y luego a Puno.
El acta de Paucarpata.
La ciudad fue entregada el 29 de octubre de 1883 al Coronel Velásquez por el cuerpo consular de la ciudad encabezado por Enrique Gibson. El acta respectiva fue suscrita en el pueblo de Paucarpata comprometiéndose el coronel Velasquez a llevar a cabo la ocupación bajo el respeto a los principios del Derecho de Gentes y la Municipalidad de Arequipa a garantizar el desarme de los ciudadanos y la no comisión de actos hostiles contra las fuerzas de ocupación.
Consecuencias.
En medio de esta expedición, el 20 de octubre de 1883 se firma el Tratado de Ancón dando por término a la guerra.
La ocupación de Arequipa por el Coronel Velásquez tuvo el objetivo principal de eliminar la autoridad política de Lizardo Montero y asegurar la de Iglesias. Montero al salir de Arequipa escapo a Puno con algunos subalternos pasando después a Bolivia y Argentina para luego embarcarse a Europa-
En noviembre de 1883, enterado de la caída de Arequipa y del acuerdo de Ancón, el coronel Martiniano Urriola decidió abandonar el escenario de la Sierra Central al ya haberse logrado los objetivos militares y geopolíticos de la guerra. Aunque a pesar de esto todavía seguirían algunas escaramuzas entre fuerzas chilenas y peruanas.
Las tropas del Ejército chileno ocuparon la ciudad de Arequipa de 1883 a 1884.
Bibliografía.
- Carlos Gispert (2000) -Enciclopedia de Chile, Diccionario, Tomo 1. Editorial OCEANO. ISBN: 84-494-2336-8
Referencias.
- Gonzalo Bulnes, "Guerra del Pacífico " - Volumen 3, pág. 292
- Jorge Basadre, "Historia de la República del Perú", Tomo VIII, pág. 1970
- Andrés A. Cáceres, "Memorias de la Guerra del 79", págs. 243 y sgts.
- Andrés A. Cáceres, "Memorias de la Guerra del 79", págs. 243 y sgts.
- Jorge Basadre, "Historia de la República del Perú", Tomo VIII, pág. 1970
- Gonzalo Bulnes, "Guerra del Pacífico " - Volumen 3, pág. 292
- Ahumada Moreno, "Guerra del Pacífico", Tomos VII y VIII, pag. 368 y sgts.
- https://es.wikipedia.org/wiki/Toma_de_Arequipa
Interesante detalle:
(...)
Ante la inminente ocupación, el cuerpo consular, integrado por empresarios que vivían en Arequipa, entre ellos Enrique Gibson, dialogaron con Montero para que evite enfrentamientos dentro de la ciudad. Este rechazó el pedido, sin embargo ordenó el desarme de la Guardia Nacional, integrada por civiles arequipeños. Los soldados tomaron el acto como traición.Ello desató una rebelión y el caos de la población, que terminó con la huida del dignatario y el abandono de la ciudad a su suerte. A su huida, las picanteras le lanzaban agua hirviendoque utilizarían para la preparación de la chicha de jora. como señal de repudio.
El 27 de octubre, Enrique Gibson(que era representante del cuerpo consular que negocio, integrado por empresarios que vivían en Arequipa), envió una carta al jefe de la expedición chilena, José Velásquez, para sostener una reunión en Paucarpata, antes que ocupe la ciudad. La cita concluyó con un acta que decía:"que a causa de la retirada del Ejército (peruano) y el abandono del gobierno,el pueblo de Arequipa se vio en la necesidad de reorganizar sus autoridades, adhiriéndose a la causa de la paz por creer imposible su resistencia (…) por lo que representantes de Arequipa ponen la ciudad a disposición del jefe del Ejército Chileno, esperando que se ciña a los principios de derecho de gentes". Iglesias había firmado nueve días antes el Tratado de Ancón.
https://issuu.com/municipalidadprovincialdearequipa/docs/fragmentos_para_escribir_la_histori
http://larepublica.pe/archivo/767834-arequipa-y-la-leyenda-negra-durante-la-guerra-con-chile
Elizabeth Huanca Urrutia
Arequipa
El 12 de setiembre de 1983, la extinta revista Oiga publicó un artículo anónimo: "Arequipa se rindió sin luchar con los chilenos". El informe denunciaba que el pueblo arequipeño permitió el ingreso e instalación de la tropa "enemiga" a la ciudad sin oponer resistencia.
El informe del semanario se apoyó en cartas de excombatientes de guerra que aseguraban una supuesta cobardía de los arequipeños durante la toma de la ciudad, el 29 de octubre de 1883. Para el historiador arequipeño Juan Guillermo Carpio Muñoz, esta versión carece de veracidad, tiene vicios y vacíos aberrantes.
"La leyenda negra de Arequipa no tiene ningún fundamento (…) quienes dicen eso son ignorantes de la historia", afirma tajante Carpio Muñoz, mientras conversamos en el cuarto piso de su casa ubicada en el barrio de San Lázaro. Desde ahí se observa la cúpula de la Iglesia San Agustín. Este recinto sirvió como caballeriza para los chilenos cuando ocuparon Arequipa entre 1883 y 1884. Este templo no fue el único vejado durante la guerra, los chilenos levantaron sus cuarteles en iglesias de Sachaca y Tiabaya. Permanecieron 300 días en la ciudad.
AREQUIPA Y LA GUERRA
El 25 de octubre de 1883, la Ciudad Blanca era tierra de nadie. Había desorden y caos en las calles. El alcalde Diego Butrón fue asesinado por una turba de enloquecidos pobladores. Butrón apoyaba la corriente de ceder territorio a Chile a cambio de la paz. Por eso lo mataron, dice Carpio Muñoz.
Sin embargo, dos días antes, el ministro arequipeño Mariano Nicolás Valcárcel, firma una carta que comunica el acuerdo entre autoridades militares y de gobierno que residían en la ciudad.Harían resistencia a la ofensiva chilena.
Inexplicablemente, los planes cambiaron. De acuerdo a Carpio Muñoz, el 26 de octubre los militares liderados por el contraalmirante piurano y vicepresidente del Perú, Lizardo Montero, huyeron a Puno, dejando a la ciudad desguarnecida. "Lo que hubo en Arequipa no fue cobardía, lo que hubo fue desconcierto, confusión y falta de un plan para defenderla", señaló el exdiputado Javier de Belaunde, en un reportaje de octubre de 1983, hecho por "Caretas", que mostró la otra cara de la versión de Oiga.
AREQUIPA Y LA GUERRA
Según Carpio Muñoz, luego que el Ejército Chileno ocupó Lima en 1881, buscó sin éxito un tratado de paz que consagrase sus ambiciones territoriales (apropiarse de Arica, Tarapacá y Tacna). Entonces propició una Junta de Notables que el 22 de febrero de ese año eligieron al jurista arequipeño Francisco García Calderón como presidente del Perú. Este no favoreció los planes chilenos y buscó mantener la integridad territorial. Por ello lo apresaron y enviaron a Chile el 6 de noviembre. Días antes de su caída, García designó a Lizardo Montero como vicepresidente. Este decidió establecer su gobierno en Arequipa, ungida como capital del Perú debido a su posición estratégica. Montero ingresó junto a otros militares a la ciudad sureña el jueves 31 de agosto de 1882. Ese mismo día, el general cajamarquino, Miguel Iglesias –jefe militar del Norte- se rebeló contra Montero. Su acto, conocido como el grito de Montán, planteaba el reconocimiento de la derrota de la guerra y la firma de la paz con cesión de territorio.
El hecho fue condenado por varios pueblos, incluido Arequipa, que se negaron a aceptar la mutilación de la patria. Montero vivió 14 meses en la ciudad. En ese lapso, a decir de Carpio, la población se organizó para mantener a las tropas peruanas y los militares. "Arequipa jugó un papel heroico fundamental. Participó de forma activa en la campaña del sur, con varios batallones de jóvenes y mantuvo al gobierno de Montero", remarca el historiador.
En setiembre de 1883, el ejército enemigo decidió tomar la Ciudad Blanca. Montero, pese a aseverar que harían resistencia, usó tácticas de defensa desconcertantes, como ordenar el retiro de tropas asentadas en Moquegua, lo que permitió el avance de los chilenos hacia territorio mistiano.
Ante la inminente ocupación, el cuerpo consular, integrado por empresarios que vivían en Arequipa, entre ellos Enrique Gibson, dialogaron con Montero para que evite enfrentamientos dentro de la ciudad. Este rechazó el pedido, sin embargo ordenó el desarme de la Guardia Nacional, integrada por civiles arequipeños. Los soldados tomaron el acto como traición. Ello desató una rebelión y el caos de la población, que terminó con la huida del dignatario y el abandono de la ciudad a su suerte. A su huida, las picanteras le lanzaban agua hirviendo que utilizarían para la preparación de la chicha de jora. como señal de repudio.
El 27 de octubre, Enrique Gibson envió una carta al jefe de la expedición chilena, José Velásquez, para sostener una reunión en Paucarpata, antes que ocupe la ciudad. La cita concluyó con un acta que decía: "que a causa de la retirada del Ejército (peruano) y el abandono del gobierno, el pueblo de Arequipa se vio en la necesidad de reorganizar sus autoridades, adhiriéndose a la causa de la paz por creer imposible su resistencia (…) por lo que representantes de Arequipa ponen la ciudad a disposición del jefe del Ejército Chileno, esperando que se ciña a los principios de derecho de gentes". Iglesias había firmado nueve días antes el Tratado de Ancón.
Los mártires de Quequeña y la Higuera en Cayma
Dos pruebas concretas de que Arequipa se mantuvo rebelde a la ocupación de Chile son los episodios de Quequeña y Cayma.
El primero ocurrió el 24 de noviembre de 1883, cuando el sargento Francisco Agustín Román y dos soldados (Juan Fernández y Francisco Valdebenito)intentaron abusar de una pobladora de Quequeña. Los lugareños, mataron a dos de ellos y el tercero huyó con vida. El hecho tuvo represalias y concluyó con el fusilamiento de seis pobladores. Otro hecho involucra a los mártires de la Higuera: Ángel y Pío Talavera, Mariano Huanqui y Mariano Huamán, asesinados por soldados al resistirse al robo de sus animales y ganancias. El hecho ocurrió en Cayma. "La población vivió con rabia los días de ocupación, por eso es un error decir que hubo sumisión", comenta Carpio.
Añade que Arequipa ofreció héroes como Manuel Ugarte, Isaac Recabarren, Clodomiro Chávez, Sebastián Luna, Carlos Llosa (pariente de MVLL), Juan Antonio Portugal, Mariano Bustamante, Manuel Jesús Osorio. etc.