RONALD ESCOBEDO MANSILLA
Un inexorable cáncer, nos lo arrebató hace unos meses. Era Catedrático de la Universidad del País Vasco, arequipeño de nacimiento (6 de agosto de 1945) y de corazón (a los 7 años marchó a Lima), y hasta el 19 de junio del presente año en que falleció vivía en Pamplona (Navarra, la tierra de los sanfermines) con su esposa María Victoria Romero, destacada lingüista, y sus cinco hijos.
Desde su cátedra de Historia de América en la Universidad del País Vasco dirigió cuatro proyectos de investigación entre 1983 y 1998 de largo alcance: La Historia de la Real Hacienda del Perú, La Fiscalidad americana, la Historia de la emigración y presencial de Euskal-Herría en América (siglos XVI-XIX) y la Participación vasca en la independencia de las Antillas españolas (1868-1898): ejército, política y economía. Más allá de los diferentes cursos de Historia de América General, el País Vasco y América, tendencias historiográficas, cursos de doctorado, del más alto nivel científico, cabe destacar -como resalta Ana Zaballa quien trabajó codo a codo con durante 13 años- "su perfil humano, de hombre abierto, sereno, con un constante buen humor, que transmitía optimismo y que logró crear un ambiente de trabajo cordial y amable, de colaboración, en el que se fraguó una fuerte amistad". Tuve la suerte de honrarme como miembro del Tribunal de mi tesis doctoral sobre La Bula de Cruzada en Indias y nunca olvidaré su crítica, la más dura pero la más certera; no hay que perder de vista su excelente capítulo "La economía de la Iglesia americana" en la ya clásica obra de P. Borges. Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas (BAC Madrid 1992 I, 99-133).
Como presidente de la Asociación de los más de 300 americanistas españoles (era el único no español y fue elegido democráticamente por todos) coordinó la edición de las actas del VI Congreso coordinado por él "Los vascos en América" en 1994, evento en el que el popular historiador mistiano, Dr. Eusebio Quiroz, y amigo entrañable del Dr. Escobedo, nos dio una lección magistral sobre los vascos en Arequipa. Desde su puesto de presidente promovió la organización del VII Congreso Internacional de Historia de América, celebrado en junio de 1996, versó sobre "La Corona de Aragón y el Nuevo Mundo", el VIII Congreso de 1998, en Tenerife, en torno a "Canarias y América", recordando el 98 y distintos aspectos relacionados con el comercio ultramarino. No pudo ver el último y reciente de septiembre del 2000, en Badajoz, acerca de "Extremadura y América". Con la coordinación de los dos congresos internacionales, alentó la organización de dos simposios dedicado a la Metodología Docente de la Historia de América (se editaron primorosamente sus actas de 238 páginas en Newbook, Pamplona 1999, tras la bucólica y amistosa celebración en un crucero por el Atlántico) y otro destinado a impulsar a los jóvenes americanistas Metodología de la investigación (Medina del Campo, 1999). A él y a su equipo formado por Ana Zaballa y Óscar Álvarez Gila se debe la modernización y creatividad volcada en el "Boletín" de la Asociación.
Participó en los congresos internacionales fundamentales sobre la evangelización americana. Así en el X Simposio Internacional de Teología, Pamplona, 1989 y publicado como "La vida religiosa cotidiana en América durante el siglo XVI" Evangelización y Teología en América (Siglo XVI) Pamplona 1989, pp.1311-1355. Este mismo asunto fue el hilo conductor seguido en Arequipa donde disertó acerca de "La evangelización del Perú en los siglos XV y XVII" en La evangelización del Perú: Siglos XVI y XVII (Actas del Primer Congreso peruano de Historia Eclesiástica (Arequipa 1990, 173-182) que lo dedica a estudiar al "trasplante de las formas instituidas, de los usos y costumbres de la Iglesia europea a la americana" deteniéndose "exclusivamente en el espíritu religioso de los conquistadores, primeros pobladores y sus sucesores en el Perú". Profundiza y lo enfoca en una perspectiva más amplia en el magno congreso convocado por el Vaticano con su ponencia "Los laicos en la primera evangelización de América" Historia de la Evangelización de América (Pontificia Comisión para América Latina, Ciudad del Vaticano, 1992, pp. 11-122).
Cabe destacar su obra Las comunidades indígenas y la economía colonial peruana (Bilbao 1997, 230 pp.), editado por la Universidad del País Vasco. La obra se articula en cuatro armoniosos capítulos en los que se nos explican los "antecedentes prehispánicos y permanencias coloniales" (1); "la propiedad comunal indígena" (2); "las cajas de comunidad" (3), nervio del libro en el que con sabiduría de maestro nos acerca a esta institución tan nombrada como tan poco conocida, hablándonos de su extensión, del origen de los fondos, la finalidad de las cajas, su administración, la reforma ilustrada de las intendencias; en el último capítulo, "las cajas de censos", estudia cuál fue el origen y destino de estos préstamos, su administración, los fraudes y el control, la reforma del siglo XVIII. Tras sus obras innovadoras acerca del tributo indígena (su tesis doctoral en Lima, 1973) y el control fiscal en el virreinato peruano (tesis doctoral en Navarra que le valió el Premio Internacional de Historia del Derecho Indiano en 1987), se centra exclusivamente en "el aporte corporativo de estas unidades administrativas, las comunidades o repartimientos, formadas sobre la base de la antigua estructuración socio-económica incaica" (p.14).
El motivo de su estancia en su natal Blanca Ciudad Blanca en 1997 fue la dirección de un curso de postgrado en la Universidad de Piura y su rol de asesor científico de la OEI (Oficina de Educación Iberoamericana) para implantar manuales y currícula de Historia competentes en Iberoamérica. De hecho, en la entrevista mantenida para TV-UNAS, en el Centro Cultural "Chaves de la Rosa", informó de su "cruzada americanista", con el deseo de que los jóvenes conozcan su auténtica identidad histórica, sin reducirla al estrecho marco provinciano o nacionalista, sino ampliando sus fronteras a la Gran América soñada por Bolívar o San Martín, con cuyos países tiene tantos puntos en común; una historia conjunta, por tanto, andina. Recuerdo con singular gratitud esta visita a su patria de origen y mía de adopción, en la que pude percibir la emoción de la vuelta al hogar de un arequipeño que amaba su tierra con pasión; además de conversar con sus primos y amigos, se dio tiempo para hacerse presente en algunos archivos y mantener un encuentro con profesores y alumnos de la Escuela de Historia de la UNSA a los cuales brindó sus últimas investigaciones sin olvidar el estímulo por el estudio de las Humanidades, particularmente la Historia, ciencia - son sus palabras- "que sirve para que el hombre dé razón de sí mismo".
Arequipa puede estar orgullosa de la trayectoria de este brillante historiador que en la plenitud de los 55 años asediado por cruel cáncer, supo sonreír a la vida con esperanza. La muerte le pilló justo cuando trabajaba ilusionado con la tesis doctoral de uno de sus más jóvenes discípulos.
José Antonio Benito
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