PADRE PEDRO MARTÍNEZ VÉLEZ (1869-1936), OSA, sabio maestro, celoso misionero, mártir
Nació el 8 de octubre de 1869 en Peñaranda de Duero (Burgos). Hijo de Ambrosio y Josefa, quienes tuvieron otro hijo agustino, P. Dámaso. Abuelos paternos: Dionisio Martínez y Tomasa Sanz. Abuelos maternos: Blas Vélez y Tomasa Pastor, todos de Peñaranda.
En su hogar recibió formación cristiana y en la escuela local hasta tercero de Gramática Latina en 1885. Ya en la Orden de San Agustín comenzó en Valladolid la carrera eclesiástica, continuándola en los claustros vitense, escurialense y manilense.
En 1904 obtuvo el título agustiniano de Lector y en 1923 el de Lector Jubilado. En tierras novohispanas se laureó en Teología por la Universidad de Lima. Fue novicio desde el 18 de septiembre de 1885 bajo la guía del Maestro Fr. Tirso López Bardón, quien lo acompañó hasta sus primeros votos, pronunciados el 19 de septiembre de 1885 ante el Rector de Valladolid Fr. Antonio Moradillo Ibeas.
Su profesión solemne fue a las diez de la mañana del 20 de septiembre de 1889 en el monasterio de Nª Sª de la Vid (Burgos) ante el Prior Fr. Fernando García de la Fuente. Era corista cuando salió de El Escorial hacia Barcelona el 11 de agosto de 1892.
DE LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS
Se embarcó en el vapor San Ignacio que condujo aquella barcada misionera hasta Manila, donde llegaron el 22 de septiembre. Pasaría un año y un día hasta que fuera consagrado presbítero por el arzobispo dominico Fr. Bernardino Nozaleda. Fue un primer año de aprendizaje e inculturación ilocana. Pasó un tiempo en Balauang (1892) y luego fue nombrado primer misionero de San Juan de Abra (1894-1898), pueblo que contaba por entonces con una población por él censada de tres mil habitantes, la mitad de ellos cristianos, y donde levantó convento de ladrillo y maderas escogidas. En las serranías ilocanas de Aparri le apresó un año la revolución filipina de 1898, pero logró escapar y llegar a la metrópoli.
De allí se embarcó para la Península en el vapor Isla de Panay el 25 de noviembre de 1902. Afincado en Madrid, se ocupó de la redacción de la revista agustiniana España y América.
MISIONERO EN PERÚ
Obtuvo el título de lector en 1904 y en noviembre de ese mismo año se le dio mandato de embarque para Perú, donde ejerció el profesorado en el colegio San Agustín de Lima, aparte de otros trabajos y cargos que allí le encomendó la provincia. El 4 de diciembre de 1907 se le expidió oficio de conventualidad en San Agustín de Lima, comunidad de la que fue Subprior y Revisor de Cuentas (1910), y de la Viceprovincia, Consejero (1914). Y del Colegio, Maestro, dejando, entre otros muchos, este recuerdo entre sus alumnos: "El Padre Vélez, sabio entre los sabios, bueno entre los buenos, alma del mínimo Francisco de Asís vistiendo los hábitos del genial Obispo de Hipona, siempre aparentemente molesto -¡oh bien nos consta que de ello era incapaz!- enviándonos a 'la columna' o dejándonos en 'la clínica' a la hora de salida. Poniendo un fingido gesto agrio cuando distribuíamos 'piojos del diablo' en el suelo y chirriaban al pasar él, siempre entregado a sus abstractas meditaciones". Otro le recuerda, junto a Fr. Juvencio Hospital, con este sentido verso: "Vasos de mirra y de mieles, aromas y aura vernal: Buenaventura Hospital y Pedro Martínez Vélez".
En Lima, en 1910, se doctoró en teología y al año siguiente en letras, es decir, tenía dos doctorados. Su magisterio no se ciñó a las aulas del Colegio San Agustín, pues pronto por su valía se dio a conocer en los medios intelectuales de aquella República. Porque fue un hombre que se preocupó por cultivarse y estar al día, como lo indican sus inquietudes presentadas en 1910 solicitando a "la Venerable Consulta facultad para poder encargar los libros que cree necesarios para escribir uno de texto que responda al programa de Castellano, hecho por el mismo Padre, para la enseñanza en los Colegios de la República. La Venerable Consulta autoriza al R. P. Pedro M. Vélez para que pida los libros que crea necesarios, siempre que su costo no exceda a la cantidad que la Consulta puede conceder y disponiendo que, terminado el mencionado trabajo, pasen dichos libros a la Biblioteca del Convento, a no ser que el mismo P. Vélez quiera retener algunos para su uso particular, en cuyo caso abonará al Convento su importe con la limosna de misas libres que tiene concedidas".
Y en 1923 la Consulta del Colegio dio cuenta de "la compra en libras de cien libros del P. Vélez, que suman más de 1.000 volúmenes, autorizados para esto por N. P. Provincial y con conocimiento del P. Vicario". Durante su estancia en el Perú fue el español más señero e importante. Botón de muestra fue que la Dirección General de Instrucción le nombrase en 1915 para confeccionar el nuevo programa de castellano por el cual se habían de regir los liceos nacionales. O que el cardenal Lauri lo recomendase para asuntos eclesiásticos; de hecho fue su confesor particular.
Fue asiduo columnista de El Bien Social, El Amigo del Clero, El Diario y La Unión con ensayos oportunos y provechosos en las circunstancias que le tocaron vivir para "desvanecer prejuicios y atraer a la senda de la verdad a no pocos espíritus extraviados que se han dejado deslumbrar con el falso brillo de los modernos sistemas filosóficos, acogidos, por desgracia, con demasiada facilidad en algunas Universidades de la República". Escribió sobre Nietzsche, Bergson y temas candentes como "Pío X, el Modernismo y santo Tomás" que mereció una publicación especial.
Su presencia en la vida universitaria fue relevante, y se le puede considerar, junto al P. Jorge Dintilhac, como cofundador de la Universidad Católica, por su voz autorizada acerca de la necesidad de la educación católica superior universitaria.
Pronunció brillantes conferencias como la dedicada a Sor Juana Inés de la Cruz, en la Sociedad Geográfica de Lima y la dedicada a la apertura del año académico de la universidad sanmarquina.
En la revista agustiniana Pequeño Mundo se reseña un poco su laboreo universitario: "El P. Vélez en la Universidad: El R. P. Vélez, cual otro agustino, es uno de los principales caudillos de la religión católica en el Perú. Cuando el elocuente catedrático Doctor H. Cornejo desfiguró ex cátedra en ocasión solemne alguno de los artículos de nuestro credo católico y barrenó los principios más sanos de la familia cristiana y del catolicismo social, el P. Vélez, con sus famosas Apostillas, pulverizó sus errores; cuando el pastor protestante Ritzio, con sutilezas y rodeos mal intencionados atacó al clero católico, el P. Vélez defendió a la iglesia católica y a sus ministros en una serie de artículos, en los que puso de manifiesto la anarquía religiosa protestante y la historia calumniosa no interrumpida de la seudo reforma. Cuando a raíz de mutilar por el congreso el artículo 4 de la Constitución, la Prensa nacional de gran circulación, unánime defiende con sus garras la obra de los representantes del pueblo, el P. Vélez en un artículo admirable refuta la sofistería de los hijos de las tinieblas, examina el grave daño que la libertad de cultos causará al Perú y traza las normas a que deben sujetarse en lo sucesivo los católicos; a él acuden en primer lugar las damas católicas para que les dirija una serie de conferencias sobre la influencia y deberes de la mujer en la moral, en la civilización y prosperidad material; él es el iniciador y principal propagandista de la futura Universidad católica, de la organización de los caballeros católicos, de la prensa católica; acude a las sesiones de Apostolado de la Prensa en representación del preclaro obispo de Trujillo Monseñor García Irigoyen y, por fin, restaurada la antigua iglesia de la Universidad, él es el primer orador que, en presencia de prelados, diplomáticos, sabios catedráticos y estudiantes aprovechados, pronuncia el discurso que ha motivado estas líneas y que le ha coronado de gloria y hecho acreedor al mejor de las epinicias pindáricas. La luz la hizo Dios para ver y dar gloria a Dios. No es posible ocultar una ciudad colocada en la cumbre de la montaña".
SU AMISTAD CON RICARDO PALMA
El P. David Rubio nos ha dejado testimonio de su trato y amistad con el decano de las letras peruanas Dr. Ricardo Palma, quien "frisaría entonces en los setenta, de color negruzco, abundante bigote y quevedos, una cadenita de oro. Nos recibió [al P. Martínez Vélez] muy cariñosamente Palma. Aunque satirizó mucho lo colonial, vivía enamorado de todo ello, y llevaba en sus entrañas todo lo español. Una de las tardes que allí contertuliábamos salió la cuestión del problema religioso, que el P. Vélez tocó con suma discreción y delicadeza. Don Ricardo dijo que él estaba tan lejos de preocuparle los problemas religiosos como la rana de criar el pelo. Mi único santo de devoción, nos dijo, es éste, y nos mostró un busto de Voltaire que tenía enfrente de su mesa. Era tal su cerrilismo en estas cuestiones que, cuando su señora, piadosísima mujer, se puso enferma y pidió los sacramentos, el buenísimo de Vélez tuvo que entrar en una noche oscura, estando ya la casa en silencio, con la connivencia de la simpatiquísima Angélica Palma (hija de D. Ricardo), que yo admiraba extraordinariamente, para poder auxiliar espiritualmente a la pobre señora. Esto me hizo caer del pedestal en que me había puesto en mi mente al decano de las letras peruanas. Luego él se llamaba a sí mismo gran liberal y tolerante".
La BNP custodia una entrañable carta del P. Martínez [1] dirigida a Palma, en junio de 1908, en la que brinda datos biográficos sobre el padre agustino Juan de Dios Uría, nacido en Arequipa, quien dejó manuscritos de los que se habría aprovechado Manuel de Mendiburu para elaborar su Diccionario histórico-biográfico del Perú.
Etapa fecunda la iberoamericana, en la que supo aunar la puna andina con la meseta castellana, a pares, para que fuesen, si no en un todo, Castilla y América, al menos acomodo.
REGRESO A ESPAÑA EN 1924
En la tarde del 1 de marzo de 1924, a bordo del vapor Manuel Arús, con rumbo al sur, embarcaba para España. Llegó hasta Roma, donde recibió del General de la Orden el título de Lector.
En Madrid tuvo conventualidad en Columela desde el 21 de junio de 1924. Y fue designado Director de la revista España y América "dada su gran competencia en las ciencias filosófico-teológicas, como en la literatura contemporánea y su acendrado amor al santo hábito y anhelo ardiente por la prosperidad y florecimiento de las glorias de nuestra Orden".
Ya de vuelta a España se le encomendó la dirección de la revista Archivo Histórico, con domicilio en Madrid en la casa de Goya 87.
El Capítulo de 1925 le nombró Vicepresidente de la madrileña Residencia Porlier. En los Comicios de 1929 fue elegido Definidor, y como tal asistió a la bendición de la primera piedra del Colegio de Zaragoza en 1930. Al año siguiente fue alma y corazón del movimiento científico y del Plan de Estudios de 1931. Fueron años fecundos en participaciones en simposios (XII Congreso de Ciencias (1929) y Semana de Misionología de Barcelona, Centenario de la Muerte de San Agustín, Congreso de Geografía e Historia Hispanoamericana (1930). Fue sobresaliente entre las personalidades de la cultura de su tiempo, preeminente por los valores positivos de su espíritu y los fuertes aceros de su vida moral.
Se carteó con Eugenio D'Ors y Ramiro de Maeztu, reprochándole este último su modestia intelectual en Observaciones al libro de Bell sobre Fray Luis de León, pues "parece que nuestro P. Vélez es una figura subalterna, en tanto que Mr. Bell es el verdadero biógrafo de Fr. Luis. Y ello no está bien". Con toda dicha obra es un retrato de sí mismo: sosiego en la controversia, ponderación y crítica buida.
Además "para los agustinos tiene –en palabras de su discípulo Fr. Miguel de la Pinta- un interés corporativo, y en la zona de los estudios nacionales quedará su nombre inscrito por un puñado de páginas de la crítica más ponderada y sutil… por su penetración psicológica y la sutileza crítica en las que llegó a ser un consumado maestro… Leyendo nuestras crónicas en él revela su fortaleza mental y sus afanes agustinianos. Tomando como base y punto de partida los estudios de nuestros cronistas, después de una ojeada inteligente sobre los historiadores generales de la Orden de San Agustín, abarca una revisión profunda y minuciosísima de la vida corporativa de los agustinos. Si la obra adolece de una minuciosidad benedictina, de una monumentalidad un poco barroca, tiene un fuerte y poderoso sentido basado en las mismas fuentes históricas y en el espíritu agustiniano que le hace ver con claridad meridiana el destino y la vocación legítimos de los agustinos". Mantuvo una polémica con el agustino francés Nicolás Merlín acerca del ideal del religioso defendido por san Agustín, que para nuestro protagonista debería formarse intelectualmente y llegar a las cimas más altas, elaborando un texto sobre el monacato agustiniano posterior al santo de Hipona.
Fecundo escritor, llenó con profusión páginas de las revistas Archivo Agustiniano, España y América y Religión y Cultura.
MÁRTIR EN LA GUERRA DEL 36
Ocupado en labores académicas y pastorales, le sorprendió la contienda bélica. Su obra más importante y que en parte le llevó al martirio fue "Revolución y Contrarrevolución en España", en plena crisis política y social de España en el umbral de la Guerra Civil. El autor tilda de demagógico y desintegrador al socialismo. Cuando el 18 de julio de 1936, un grupo de milicianos rodeó la residencia para detener a los frailes. Gracias a los guardias de asalto, los agustinos no fueron asesinados antes de incendiar el edificio y fueron llevados a la Comisaría, excepto el P. Mariano Cid, muerto por un miliciano en la puerta.
Gracias al archivo y a los estudios de José Manuel Ezpeleta, podemos conocer con detalle las lamentables condiciones de su martirio: «El padre Pedro Martínez Vélez fue detenido tres veces. La primera fue conducido a la comisaría del distrito, de allí paso a la Dirección General de Seguridad, saliendo libre a fines del mes de julio del año 1936. La segunda detención se verificó a los 4 días de la conquista de Toledo por las tropas del Ejército Rebelde, y fue conducido a la tristemente famosa checa de Fomento, dónde paso varios días. La tercera detención del Padre Martínez Vélez acaeció estando él viviendo en la pensión Suizo- Alemana, sita en Jiménez Quesada esquina Gran Vía. Sucedió el hecho el primero de octubre del año 1936…siendo conducido a la checa de la calle Méjico…el día a las 11 de la noche fue sacado de dicha prisión y conducido en automóvil fue asesinado en los aledaños del pueblo de Hortaleza por disparo de revólver que le levantó la caja superior craneana'». El P. Miguel de la Pinta, su discípulo aventajado, estaba escondido cerca y mantuvo contacto con él, pero no pudo saber el lugar exacto del martirio.
Nunca más se supo de él, sólo cómo le lloraron, entre otros su amigo el poeta mallorquín Mosén Bartolomé Barceló:
"¡Adiós! Por ti venía, Padre Martínez Vélez, y mis ojos, ¡ay! Ni la urna pía vieron de tus despojos… ¿Do están? ¿Do me pondré, por ti, de hinojos?
¡Adiós! A mi regreso sangrar, a trechos, de tu sangre he visto la Meseta y, por eso, ¡Mártir de Jesucristo! vi en ella a tu Ara y en creerlo insisto".
El 21 de abril de 2003 la Santa Sede concedió al Postulador General de la Orden de San Agustín permiso para iniciar el proceso de beatificación.
Tanto las detenciones como el posterior asesinato se efectuaron sin acusación y, sin juicio alguno.
Obras de -:Dos lecturas filosófico-teológicas. Bergson en el Índice. Pío X, el Modernismo y Santo Tomás, Lima 1915, iv-30 pp.; Observaciones al libro de Aubrey F. G. Bell sobre Fray Luis de León. (Contribución a la biografía del teólogo-poeta y a la historia del Renacimiento y de la Inquisición española), El Escorial 1931, 356 pp.; Leyendo nuestras crónicas. Notas sobre nuestros cronistas y otros historiadores. Estudio crítico y reconstructivo de la historia antigua de la Orden de San Agustín, en relación con su origen, continuidad y un nuevo florecimiento de la misma. Historiadores generales y particulares de interés general para nuestra historia antigua, El Escorial 1932, 2 vols.
Bibl.: Analecta Augustiniana 17 (1939-1940) 249;Fueyo, Agustinos en revolución y cruzada, 19, 25-28; Jorde, E., Catálogo bio-bibliográfico de los religiosos agustinos de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de las Islas Filipinas desde su fundación hasta nuestros días, Manila 1901, 668;Martínez Noval, B., Apuntes históricos de la Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas: Filipinas, Madrid 1909, 6; España, Madrid 1913, xxix-xxxi; Filipinas, 6;Merino, M., Agustinos evangelizadores de Filipinas (1565-1965), Madrid 1965, 452-453; Rodríguez, I.-Álvarez, J., Labor científico-literaria de los agustinos españoles (1913-1990), I, 362-370; Al servicio del evangelio. Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, Valladolid 1996, 232; Martínez Vélez, Pedro, en Diccionario Bio-bliográfico de los Agustinos en Perú, II, Lima 2014, 611-1625;Santiago Vela, G. de, Ensayo de una biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, V, Madrid 1920, 303-307.
FUENTES:
J. Álvarez Fernández http://iha.augustinians.net/index.php?mact=News,cntnt01,detail,0&cntnt01articleid=89&cntnt01detailtemplate=detcase&cntnt01returnid=193
https://www.appagustinos.es/habla-san-agustin/c/0/i/65780105/historia-y-personajes
SU HERMANO DÁMASO
Nació el 11 de dic. de 1885 en Peñaranda de Duero (Burgos). En 1903 ingresó en el Monasterio de El Escorial, donde hizo el noviciado, profesó de votos simples en 1904, de solemnes en 1907 y fue ordenado sacerdote en 1914. Destinado a Palma de Mallorca, se dedicó a la enseñanza y a la predicación. Idéntico apostolado desempeñaría posteriormente en las casas de Guernica y de Madrid. El 20 de julio de 1936 fue detenido en plena calle y llevado a la Cárcel Modelo. A pesar de estar enfermo y recién operado sobrellevó con ejemplar paciencia las privaciones e incomodidades del momento, y hacia finales de octubre fue uno de los primeros que comenzaron a arriesgarse a celebrar la misa en la Modelo. Tras cuatro meses de cautiverio, fue martirizado el 7 de noviembre de 1936 en Paracuellos de Jarama
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