jueves, 19 de diciembre de 2024

 2024. "El Padre Pedro Marieluz (1780-1825). Mártir de la confesión en tiempos de la Independencia del Perú". Actas del II Simposio de Historia "Cristianismo en el Callao y en el Perú. 2-4 de octubre 2023", Facultad de Teología Redemptoris Mater, Callao, Perú, pp.19-34.

EL PADRE PEDRO MARIELUZ (1780-1825), MÁRTIR DE LA CONFESIÓN EN TIEMPOS DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ

José Antonio Benito, FTRM El Callao y la FTPCL

SUMILLA

Siempre me sorprendió que un personaje y un acontecimiento tan sobresaliente como el que presentamos haya quedado en el olvido o relegado al campo de la tradición legendaria, aunque sea de la mano de Ricardo Palma. Con el deseo de animar a seguir investigando el protagonismo de tantos católicos silenciados en el tiempo de la Independencia, les comparto apuntes y reflexiones sobre este sacerdote camilo ejemplar que sigue dándonos esta ejemplar lección de coherencia sacerdotal que le lleva a ofrendar su vida por Dios y por la patria siendo fiel a su vocación y su misión.[1]

 

1.      Mártires del sigilo sacramental en la Historia de la Iglesia

No está de más recordar que no es lo mismo héroe que mártir. El héroe da la vida por causas humanitarias como por la patria, la salud, el amor; el mártir siempre está motivado por razones religiosas y está dispuesto a dar su vida por Cristo antes que traicionar a sus creencias y valores, fe, caridad, pureza. Ejemplos de lo primero en el Perú tenemos -entre otros- a José Olaya, quien prefirió morir antes que delatar a patriotas comprometidos con la Independencia o  Alcides Carrión quien falleció por inocularse secreciones extraídas de verrugas de un paciente, con el fin de reproducir la verruga peruana. 

Al canonizar a los fieles, la Iglesia Católica otorga un gran valor al martirio como auténtica prueba y sello de la integridad vital. Con belleza y precisión define el Catecismo de la Iglesia Católica su concepto:

 El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza (n. 2473).

Además de la defensa de la fe, han sido declarados mártires por defender otras virtudes como la de la pureza o castidad.

Por la misma razón que nuestro protagonista, son varios los mártires del secreto del confesonario. Debemos recordar que el Código de Derecho Canónico (CDC)establece que «El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo» (Canon 983).

Recordemos algunos célebres casos de mártires del sigilo sacramental. El más conocido es el de San Juan Nepomuceno quien vivió en Checoslovaquia entre los años 1340 - 1350, en Nepomuk. Era confesor de Sofía de Baviera, la esposa del rey de Praga, Wenceslao, quien en un ataque de cólera y de celos, ordenó al sacerdote que le revelara los pecados de su mujer. La negativa del Santo enfureció a Wenceslao que lo amenazó con asesinarlo si no le contaba los secretos; nuevos conflictos llevaron a encolerizar al rey quien ordenó torturar al santo y arrojarlo al río Mondalva, donde falleció en 1393.

Más cercanos a nuestro tiempo tenemos el caso de Mateo Correa fusilado en México durante la Guerra Cristera por negarse a revelar las confesiones de prisioneros rebeldes contra el gobierno mexicano en 1927; fue beatificado en 1992 y canonizado por San Juan Pablo II en el 2000. Otro caso fue el de Felipe Císcar Puig, sacerdote valenciano martirizado después de mantener secretas las confesiones durante la persecución religiosa de la Guerra Civil en1936. Por último, el padre Fernando Olmedo Reguera, capuchino, que también fue víctima de la Guerra Civil española y que optó por morir antes que romper el secreto de la confesión el 12 de agosto de 1936, siendo beatificado en Tarragona el 13 de octubre de 2013.

 

2.      La Orden de San Camilo en el Perú

 

La historia de los Camilos en América Latina se inicia en el Perú y tiene sus raíces en un pasado lejano de casi 300 años. En 1709 el P. Golbodeo Carrami vino de Sicilia al Perú no solamente con el deseo de evangelizar, sino también con la esperanza de recaudar fondos para el proceso de canonización del Fundador San Camilo de Lelis. En vista de esto consiguió el permiso de zarpar. En cuanto llegó se dio cuenta enseguida que también aquí había enfermos tanto en los hogares particulares como en los cuatro hospitales de la ciudad, ubicados en los Barrios Altos: San Andrés para los mestizos, San Bartolomé para los negros, Santa Ana para los indios, La Caridad para las mujeres. El Padre Golbodeo, recordando su carisma camiliano, se dedicó al cuidado de los enfermos, descuidando prácticamente el otro objetivo. Luego de dos años en los que fue huésped de los Oratorianos de San Pedro, al recibir unas donaciones pudo remodelar unas habitaciones para sí y para los primeros dos Padres Juan Muñoz de la Plaza y Juan Fernández que vinieron de España a darle una mano; construir una capilla dedicada a Nuestra Señora de la Buena muerte o del Tránsito (Asunta); visitar a los enfermos llevando paz y esperanza. Durante el contagio de peste bubónica de 1713 en el Cuzco dio prueba de coraje atendiendo a los contagiados y practicando su cuarto voto de asistencia aun a costa de su propia visa. Mereció aprecio y gratitud de parte de las Autoridades civiles y religiosas.  Cuando murió en 1733 a la edad de 62 años, la Fundación de los "Padres de la Buena muerte" (tal como los llamaba la gente) ya tenía sólidas raíces y estaba en proceso de crecimiento.

Todo lo sucedido fue considerado por sus contemporáneos como un milagro de la Providencia. Sus sucesores, entre los cuales cabe recordar el P. Muñoz de la Plaza, quien fue el primer Vice Provincial, y sobre todo el P. Martín de Andrés Pérez, llegado al Perú en 1737 con unos compañeros, desarrollaron la Vice Provincia de las Indias de una forma maravillosa promoviendo la visita a los enfermos en los hogares particulares, creando en el mismo Convento una enfermería para atender a los enfermos pobres, cultivando vocaciones locales, fundando comunidades en otras ciudades y Países.

El primer camilo peruano fue el Dr. José de la Cuadra Sandoval, catedrático de la Universidad de San Marcos, quien ingresó acompañado por unos amigos. El noviciado inaugurado en 1742 en el claustro sur, donde todavía se aprecia una hermosa capilla con los preciosos cuadros de Francisco de Zurbarán y escuela y la Virgen de la espina, empezó a formar religiosos tanto españoles como peruanos que en poco tiempo llegaron a ser bastante numerosos.

Movidos por el deseo de difundir el carisma de San Camilo y de alcanzar el mayor número posible de enfermos, aceptaron las invitaciones que llegaban de otras ciudades y fundaron la comunidad de Santa Liberata en el Rímac, el Convento de San Camilo en Arequipa, el Convento de la Buena muerte en Huamanga, otras comunidades en La Paz (Bolivia), Quito (Ecuador), Popayán (Colombia). Cuando el 15 de agosto de 1770 murió el P. Martín de Andrés Pérez, considerado el gran animador del crecimiento y desarrollo de la Vice Provincia, le sucedió el P. Francisco Antonio González Laguna, hombre muy apreciado por su cultura y dedicación al servicio de los enfermos[2].

Fuera del Perú, cabe destacar a los camilos P. Gaspar Hernández prócer de la Independencia de la República Dominicana., y P. Camilo Henríquez Gonzáles, fundador del periódico "Aurora" de Chile, pionero de la independencia de este País, medico de los pobres en Argentina donde murió.

En los años del proceso independentista, la comunidad camila estaba divida, los religiosos españoles eran partidarios de los realistas, los criollos -salvo excepciones como el de Marieluz- de los patriotas. De los 50 camilos peruanos en 1820 pasan a 22 tras la independencia, incluidos los cinco llegados de Quito.. En 1821 el convento de la Buenamuerte de Lima registra 46: 16 padres, 7 estudiantes, 9 hermanos, 4 novicios, 10 donados. En el tiempo tumultuoso de la guerra independentista, ante el caos y pánico desatados, varios religiosos abandonaron el claustro en busca de protección familiar o el clero diocesano, llevando consigo alimentos, vestimentas y hasta bienes patrimoniales de la Orden. De hecho, ante el paso del ejército realista comandado por el virrey Laserna a la sierra central, varios de ellos se les unieron[3]. De hecho, la comunidad queda reducida a 7 religiosos y algunos donados que juraron fidelidad al recién proclamado nuevo gobierno en diciembre de 1822 y marzo de 1823. En junio los patriotas pasaron al Real Felipe llevándose bienes de los conventos como de la Buenamuerte. Fue en este momento cuando los realistas vuelven a tomar el control de Lima huyendo los religiosos. Fue en este momento cuando el P. Francisco Barredo con nuestro protagonista Marieluz, los dos capellanes realistas, junto a los hermanos José Márquez y el P. Gaspar Hernández obligaron al sacristán a entregarles ornamentos litúrgicos y varios objetos de oro y plata, junto con las reliquias de san Camilo; todo ello, parece por orden del Gobernador eclesiástico y con el fin de salvarlo[4].

En este tiempo de  sede vacante de la arquidiócesis de Lima, por la expulsión de su arzobispo Bartolomé de las Heras en 1822, fue el Deán de la Catedral quien fungió como gobernador eclesiástico y quien cumplió la función de Superior Mayor y General sobre las comunidades de religiosos como la de los Camilos. Al igual que todas las iglesias y conventos, el de la Buena Muerte de Lima fue esquilmado en sus bienes para proveer de armas a la patria.

Hubo dos tentativas de supresión de la orden que no prosperaron, por lo cual el convento de la Buena Muerte de Lima pudo sobrevivir a lo largo del siglo con altibajos, luces y sombras que no apagaron el ejercicio de ministerio para con los enfermos. Durante este periodo son dignos de memoria los Hermanos Francisco y Toribio del Río, naturales de Huacho, quienes hicieron posible la continuidad del convento luego de la breve supresión.

 

3.      Rodil y la agonía del Real Felipe  

Quien fuese Marqués de Rodil había nacido en Santa María de Trobo (Lugo), 5 de febrero de 1789 y comenzó sus estudios en el Seminario de Mondoñedo. Al igual que los protagonistas de la Independencia americana tuvo su bautismo de fuego y primeros pasos en la lucha contra Napoleón en la Guerra de la Independencia española. Estudiante en la Universidad de Santiago de Compostela al levantarse España contra Francia, secundó la conducta de la mayoría de sus compañeros de aulas, al alistarse en el Batallón Literario de Santiago. Comandante al término de la contienda, viene para América por junio de 1816 con el Regimiento Infante don Carlos para combatir a los llamados "insurrectos" americanos, junto al ejército del virrey Pezuela. La energía y decisión con las que interviniera en la batalla de Maipú (5 de abril de 1818), protegiendo con su regimiento el II de Arequipa, constituido íntegramente por "indios, mulatos y negros" — parte de la retirada y evitando la desbandada de varias unidades realistas ganadas por el pánico, elevó su reputación al tiempo que le merecía el ascenso a coronel, otorgado por Pezuela en abril de 1820, poco antes de su designación como gobernador militar de Guamanga y luego de Lima. Partidario del absolutismo, el periodo del Trienio Liberal le acarreará dificultades con los militares liberales como el general Canterac que había reemplazado al virrey Laserna, con el que mantuviera, como con su antecesor Joaquín de la Pezuela, estrecha relación.

Su oportunidad se le presentó cuando fue el único oficial español que estaba en condiciones de ofrecer resistencia tras el fin del ejército realista en la batalla de Ayacucho. Mientras aguardaba estos refuerzos de España, Rodil se encargó de aliviar la estadía de defensores y civiles atrincherados en el Real Felipe. Sin embargo, las posibilidades de seguir resistiendo disminuyeron desde octubre de 1825. No solo se enteró de que España no los auxiliaría, sino que también tuvo que enfrentarse a enemigos a los que no podía derrotar, como el hambre, la muerte y las enfermedades.  El asedio de las tropas libertadoras, unos 4.700 soldados, dirigidas por el venezolano Bartolomé Salom, consistía en bombardear con artillería pesada al puerto del recinto amurallado. Como dificultades insoslayables estarán el alimentar a una población civil de miles de refugiados y el asegurar un estricto régimen casi carcelario que evitase las deserciones. Se entiende que en un solo día Rodil fusilase a 36 conspiradores.

Nadie mejor que el médico y político Hipólito Unanue para describir el estado del sitio, convertido en una prisión tanto dentro como fuera de la fortaleza:

Rodil sigue defendiéndose obstinadamente y no pasa día sin que se haga fuego fuerte contra él. Por su parte tiene una vigilancia enorme y apenas ve que se pasa alguno del pueblo o que se trabajó en la línea, cuando cubre de balazos el sitio, así es que no se pasan de miedo muchos que desean hacerlo[5].

Jorge Luis Castro plantea que existía una posibilidad real de recibir auxilios desde España y que la decisión de Rodil obedecía a un factor racional y no a un capricho que no tenía posibilidad alguna. A su juicio, después de setiembre de 1825 esta posibilidad dejó de ser factible y las muertes y sacrificios fueron verdaderamente inútiles. Influyeron en la decisión del Jefe de la Plaza en este segundo momento, una concepción del honor llevada al extremo y una extrema noción de cumplimiento del deber que se transformó en una obsesión que costó la vida de muchas personas[6].

A pesar de todo, sorprende la actitud del Consejo de Estado de España que poco antes de la rendición deja en el Acta de su reunión que el secretario de Despacho de Guerra leyó el papel que le dirige "el Comandante del Callao D. José Ramón Rodil (29 de julio de 1825) en que dice que todas las disposiciones que le han llegado de SM…están verificándose de la manera que tiene avisada por diversos conductos, y que no hay obstáculo que no venza con la lealtad, valor y constancia de los Jefes, oficiales, tropas y habitantes de aquella benemérita guarnición y Pueblo; y que el Pabellón español tremolará en aquellos baluartes todo el tiempo que se ha calculado conveniente" [7]. Como atinadamente escribe M. Saavedra, si en España "una venda cubrió los ojos de los gobernantes que no supieron …ver la realidad de lo que sucedía en América", en el Callao "un hombre resistía contra toda esperanza, enarbolando una ajada y harapienta bandera de lealtad a la causa realista"[8]. Regresado a España fue recibido con los máximos honores por Fernando VII, que le otorgaría un marquesado y le nombraría jefe de la Brigada de Cazadores Provinciales de la Guardia Real y mariscal de Campo. Hasta el final de su vida, figurará en altos puestos políticos[9].

4.      La escurridiza semblanza de Marieluz

Aunque sentimos que no logramos pergeñar su ejemplar vida, damos los datos que encontramos. Pedro nació en Tarma en febrero de 1780, hijo de Evaristo Mariluz y Manuela Garcés. Una de sus hermanas -Marcelina de San Camilo Marieluz- ingresó como trinitaria descalza en 1825, llegando a ser abadesa en 1852 y vicaria en 1868. Fue bautizado en Santa Ana de Tarima, 2 de mayo de 1780, por el P. Toribio Zevallos, cura y vicario de la doctrina de Reyes, fue su padrino Francisco Robles, capitán de caballería.

A los 16 años, el 7 de agosto de 1796, profesó en el Convento de la Buena Muerte. Hizo dos años de noviciado y en el último capítulo para su admisión a la Profesión el 20 de julio de 1798 fue reprobado por un voto, parece ser que por formar parte del "partido de los querellosos" o "disidentes", aunque no está documentado. Lo que sí parece documentado es que el Viceprovincial, P. Castro, consultó al Dr. Aniceto Cuadra, jurista, logrando que convoquen a un segundo capítulo donde le admiten por unanimidad a la profesión el 10 de agosto de 1798; la hizo en manos del P. Manuel Castro y firmando como testigos los PP. Mateo de Ochoa y Antonio Pabón.

Fue ordenado sacerdote el 28 de junio de 1806 por el Arzobispo Monseñor Benito María Moxó y Francolí en la iglesia de San Agustín y pasó a la Comunidad de Santa Liberata. El 27 de mayo del 1807 el prefecto de los camilos Felipe Corripio le otorga licencia de patente para celebrar, predicar y confesar a "los fieles de ambos sexos por el término de dos años, dispensándole de la edad, con "atención a que asegurásemos su buena conducta y haber necesidad en su comunidad de operarios".

De su vida fervorosa dan razón los testigos del proceso de beatificación. Mateo Martínez declara que lo conoció en el convento por estar con su batallón allí y sabía que era un verdadero sacerdote y cumplía con su ministerio y…lo tenía como santo pues así lo reputaban muchos por la caridad que hacía como verdadero apóstol en deber de su estado sacerdotal […] Oyó decir que era de Tarma y conoció a su tío del expresado Padre, era teniente de la escolta del Virrey Pezuela.[10]. Semejante testimonio da el célebre general historiador, Manuel Odriozola, con 82 años, quien oyó decir que era "un sacerdote ejemplar y cumplía con su ministerio". De igual manera se expresa Pedro Pablo Marieluz, natural del Callao, su sobrino, que conoció a su madre y a él mismo en el convento, declarando que "su vida ejemplar servía de edificación a sus compañeros y sobresalía de una manera especial en la caridad con los pobres y los enfermos […] Yo lo veía diariamente y me acariciaba; sé, y veía igualmente, que amaba mucho a mi señora abuela, que esta matrona lo consideraba muchísimo"[11]

En los diferentes sucesos de la emancipación fue siempre realista. En vísperas de la proclamación de la independencia en Lima, el 6 de julio de 1821, en compañía del P. García Rafael y otros dos religiosos camilos fue a servir al ejército real como capellán castrense en varias campañas. Cuenta con el nombramiento del virrey José de La Serna en el batallón Gerona y en calidad de capellán militar atenderá celosamente a todos los soldados, especialmente a los heridos.

Regresó en junio de 1823 a Lima con los realistas y participó en el saqueo de la sacristía, procuraduría y repostería antes de retirarse de la ciudad. El humanista Luis Antonio Eguiguren, biógrafo de José Olaya, afirma que el P. Marieluz fue el confesor de la madre del héroe patriota Olaya[12]. Efectivamente, Melchora conocía perfectamente los peligros a que su hijo se exponía y, angustiada, acudió a Lima para exponer al P. Pedro Marieluz, su confesor de la orden de san Camilo, del convento de la Buena Muerte en Barrios Altos, lo que ocurría. Por tal razón quiso el Padre Marieluz llevar a su goleta, la "Jesús María", al joven Olaya, considerando que allí bajo la disciplina de un barco podría evitarse que se metiera en las terribles honduras que le amenazaban tragar por poco que se descuidara a que la fortuna no mantuviera propicia. Sin embargo, "José Silverio se hallaba ya comprometido de corazón al servicio de la patria y pensó que era preferible que su madre lo llorase muerto por la Patria, a que se avergonzara de verlo prófugo y arrepentido de su noble acción de cooperar en la salvación de su querida tierra".[13]

El 18 de junio de 1823, el general realista José de Canterac ocupó Lima. El poder Ejecutivo, así como los funcionarios públicos, se trasladaron al Callao, instalándose en el Real Felipe. El Callao fue entonces la Capital de la República. Meses más tarde, el 31 de agosto de 1823, llegó al Callao el bergantín "Chimborazo" trayendo al Libertador Simón Bolívar, quien hizo su entrada apoteósica el 1º de setiembre del mismo año. El 5 de febrero de 1824 se produjo la sublevación del Sargento Dámaso Moyano y los Castillos del Real Felipe son entregados a las fuerzas del Virrey La Serna, asumiendo el comando de la Fortaleza el Coronel José María Casariego, que se hallaba prisionero.

Por su parte, nuestro protagonista Pedro Marieluz colaboró en diferentes campañas, quizás de la mano de su tío paterno, teniente de la escolta del virrey Joaquín de la Pezuela. Al volver a Lima Rodil y tomar los castillos de Callao con los realistas, se encerró el 7 de diciembre de 1824, en calidad de vicario castrense. Tras la rendición de Ayacucho por La Serna el 9 de diciembre de 1824 los ocupantes del Callao no la aceptaron y se defendieron en el Fuerte esperando refuerzos españoles por el mar. La decisión del sacerdote no fue fácil, pues tuvo que elegir entre acatar los términos de la capitulación de Ayacucho de rendición total y seguir al desobediente y obstinado Rodil, como nos comparte su sobrino Pedro Pablo Marieluz en carta a Ricardo Palma[14].

La historiadora Cristina Mazzeo[15] -a quien seguimos en este acápite- aporta pormenores del pánico y la desolación de los castillos del Callao, en ocasión de la defensa que hiciera Rodil frente al intento de rendición por parte de Bolívar. En los castillos se habían refugiado muchas personas —entre ellas el marqués de Torre Tagle—, y la obstinación de Rodil, quien arbitrariamente insistió en mantenerse allí cuando todo estaba perdido, llevó a la inmolación a muchos ciudadanos peruanos y españoles.

Se considera que fueron siete mil las personas sitiadas, que entre los defensores hubo 767 muertos en acciones de guerra, y que por enfermedad salieron con vida solo 2.300. Como escribe el P. Rubén Vargas "con el pasar del tiempo la vida de los Castillos se volvió un infierno; nadie podía fiarse de nadie; el acecho, la delación, el espionaje y un sistema de terror predominaron en el ambiente"[16]. Tras nueve meses de asedio, debilitados por la escasez de víveres y nuevas enfermedades, iba cundiendo el desaliento y algunos hicieron un complot para capitular o salir.

Uno de los momentos críticos será precisamente en la víspera de la muerte de nuestro protagonista. Nos lo confiesa el propio Rodil en su diario:

Yo supuse que la noche del 3 de enero obtuviera la predilección del General Salom para dar un golpe decisivo y honroso a los sitiadores y me dispuse a contrarrestarlo cuanto me hubiera permitido el estado deplorable de la guarnición, por la actitud instantánea en que hubo de colocarme una defección escandalosa, conocida por mí propio en el acto, que presentaba un ejemplo ·de pésima desmoralización a los súbditos honrados, dignos de mi eterno agradecimiento, que siendo la mayor parte españoles americanos, maldecían a los siete pérfidos peninsulares que trazaron una senda que el cañón de los enemigos, sus favoritas intrigas, sus fementidas invitaciones, sus nocturnas declamaciones y sus seductoras promesas, siempre reiteradas o aumentadas, no la habían facilitado, hasta que imprudentemente la trillaron aquellos cobardes criminales. ¿Qué tenían que temer, que no pudiesen llevar adelante como los demás heroicos defensores? Su suerte hubiera sido la de todos los valientes que me acompañaron hasta el último. Ponce de León y Riera, premiados con grados y decoraciones militares superabundantemente, ¿qué motivos les compelieron a atentar contra los derechos del Rey Nuestro Señor, y de una parte integrante de la Monarquía que les dio el ser, más que la propensión natural a los vicios y al desorden? Empero ellos se sumariaron, sentenciaron y castigaron a sí propios. Continuó en estos días el fuego de cañón por una y otra parte con más ardor que nunca, y me evidenció que el silencio de los enemigos era dimanado, como me lo había imaginado, de dar el tiempo preciso para que no se malograse la última y pérfida conspiración, que no obstante tamaños empeños desapareció con un éxito que correspondió a mis desvelos[17]

El único testigo que declara en el proceso de beatificación, José María García[18], quien ingresó en el Castillo tras la capitulación de Ayacucho, y tenía un hermano al servicio de Rodil, habla de una conspiración liderada por el segundo jefe de la fortaleza, el Coronel Rafael Montero -amigo del padre camilo- y que, al ser descubierta, Rodil encargó al Padre Marieluz le declarase lo que supiese; puesto en capilla Montero antes de ser fusilado, pidió confesar con el Padre Marieluz. Nuevamente, Rodil, le insistió en que revelase lo que le hubiese declarado Montero. El Padre se negó expresando que, aunque supiera no revelaría nada de lo que le hubiera dicho como a confesor por lo cual el General le hizo fusilar en efecto.

La versión más popular es la del célebre literato Ricardo Palma quien recrea el luctuoso evento en una de sus inmortales tradiciones. Según él, Rodil apresó a los denunciados para arrancarles la revelación del sospechoso complot. Como no consiguiese nada, los mandó fusilar a las nueve de la noche, no sin antes dejarles que se confesasen. Como Rodil le conminase a revelar el secreto, no obtuvo otra respuesta del fraile que la firme negativa: "Mi general, me pide un imposible, porque jamás sacrificaré la salvación de mi alma revelando el secreto del penitente, aun cuando me lo impusiese el Rey, que Dios guarde. Si José Olaya murió heroicamente, no estando obligado al sigilo sacramental como se halla el sacerdote, ¿cómo es posible que revele yo el secreto de confesión? ¡No, nunca!" Rodil, cruel, nervioso, ante tal negativa, lo mandó fusilar[19]. Se cuenta que el valiente padre camilo, introducido en un cajón de fusiles vacío, cayó destrozado por las balas. 

El P. Rubén Vargas Ugarte da como fecha de su muerte[20]el 3 de enero de 1825. Según su sobrino Pedro Pablo Marieluz, testigo en el proceso como veremos más adelante, sale al paso de la creencia de que fue arrojado al mar, afirmando que fue enterrado cerca del Real Felipe, en Chucuito[21].

El general Bartolomé Salom aprovechó la quincena de julio de 1825 para proponer a Rodil un armisticio favorable para ambos. El Gobernador de los castillos no solo acepta ningún tipo de trato, sino que manda reiniciar el ataque, derribando algunos edificios para surtirse de materiales. Cabe resaltar que, días atrás, el propio Marqués de Torre Tagle se había presentado como prisionero de guerra ante el general realista Monet, quien, generoso, le reconoció el grado que tuvo en el Ejército español y le ofreció una guardia personal además del mando de la ciudad. Torre Tagle no aceptó y se retiró con su familia a los Castillos del Callao, donde vivió recluido, siendo sitiado por las tropas independentistas. Le acompañaban su esposa y sus hijos menores. Allí, en medio de las condiciones más espantosas, agotado moral y físicamente, víctima del escorbuto, murió la madrugada del mismo 23 de setiembre de 1825, a los 46 años de edad, siendo descubierto por Ana María Santiago y Ulloa su suegra, quien le pidió a Rodil que dispusiera del testamento del referido marqués. Su esposa Doña Mariana Echevarría y uno de sus hijos tuvieron el mismo trágico fin.

Todavía, días después, el 14 de octubre, el Brigadier Rodil escribió y pronunció una proclama exhortándoles a resistir como los héroes inmortales[22].

Desconocemos los pormenores de lo que sucedió tras la muerte de Marieluz, así como lo que sucedió en el pretendido proceso abierto por sus familiares para que se condenase al general Ramón Rodil por delito de homicidio.  

El 10 de febrero de 1898, P. Pedro P. Serna, prefecto de la  Orden, solicita al Gobierno Eclesiástico expedientes de los PP. Martín Andrés Pérez y Pedro Marieluz a fin de remitir un informe al Vicario General y al provincial de España sobre la causa de beatificación de ambos religiosos seguido por el P. Antonio Cadillo. El documento se custodia en el Archivo Arzobispal de Lima y se hace eco de que la Congregación lo consideraba como mártir de la confesión:

"El segundo, natural de Tarma (Perú) rindió su preciosa existencia en el sitio del Callao el año 1824 por no revelar el secreto de la confesión, cuyos expedientes fueron incoados por el exreligioso Antonio Cadillo. Contesta que a folio 501 del Libro de Regulares se le reconoce como vice postulador de la causa, 21 marzo 1887. Firma Ortiz y Armas"[23].

Quedan varios puntos por aclarar cómo se ha indicado en este artículo que consideramos provisional y que compartimos con el deseo de motivar investigaciones concienzudas que faciliten el debido proceso de su beatificación.

El actual provincial de la Orden en el Perú, P. Alex Spencer Ballena Ríos, me comparte[24] que en la década de los años 70 hubo en la propia Orden ciertas discrepancias sobre la historicidad de los hechos acaecidos con el P. Pedro Mariluz Garcés. Para los padres españoles de la época que residían en el Convento de la Buenamuerte era impensable que un General Español con manifiesta fe católica, mande matar a un sacerdote. Por su parte, los Padres Italianos, con el P. Virgilio Grandi a la cabeza, han valorado su figura, y reconocen los hechos como veraces, y trataron de difundir su edificante vida en la propia Orden, aprovechando la proximidad del Bicentenario patrio. De hecho, el 25 de febrero de 1993 los Religiosos Camilos erigieron la Casa Noviciado de Chaclacayo bajo su nombre y protección". con el objetivo claro de honrar su memoria y proponerlo como modelo y paradigma de religioso camilo.

Conclusión:

Aunque he pretendido presentar la semblanza más completa del mártir camilo Marieluz, siento que no he logrado sino recomponer algunas piezas de un rompecabezas pendiente de armar. Al sintetizar la documentación y bibliografía disponibles, he querido llamar la atención sobre este sacerdote identificado con la causa realista pero que -en coherencia a su identidad sacerdotal- muere como mártir del sigilo sacramental a manos del jefe realista Rodil. Más que respuestas, el artículo se abre a numerosos interrogantes que comparto con futuros investigadores: ¿En qué momento abraza la causa realista y cuál era su posición ante la Independencia del Perú? ¿Cuál fue su relación con los jefes militares y los propios soldados? ¿Cómo era su atención humana y religiosa con los sitiados? ¿Dónde fueron depositados y dónde para sus restos? ¿Qué repercusión tuvo en las autoridades españoles y en la población civil acontecimiento tan especial? ¿Cómo Rodil, general realista católico. que tanto lo valoraba, llega a fusilarlo?[25].

En la comunidad de fieles de la diócesis del  Callao se mantiene viva la memoria del P. Marieluz como mártir y santo. Así lo avalan -entre otros- dos testimonios como el del Boletín de la Parroquia Matriz del Callo "El Eco Parroquial" que en su número 03 de 16 de octubre de 1925 le dedica un artículo titulado "El Padre Marieluz, mártir del secreto de la confesión" (p.1). De igual modo, hacia 1960, al calor de los intentos de incoar la causa, se cita para que depongan acerca de la fama de santidad del P. Marieluz. El párroco de La Punta, P. Leocadio Mendoza deja constancia "de la tradición de que en El Callao hubo un mártir del sigilo sacramental el R.P. Pedro Marieluz, de la Orden de San Camilo que murió fusilado por no querer declarar lo que habían oído en confesión de a los detenidos en el real Felipe,  Castillo, en la guerra de la independencia y que se que se le tiene como a un santo. En fe de ello firma para su constancia. La Punta, 20 de junio de 1960. Leocadio Mendoza. Párroco".

Como señaló certeramente el historiador camilo P. Virgilio Grandi: "No será posible tal vez el reconocimiento oficial y público de la heroica muerte del padre ni su proclamación de mártir del secreto de la confesión, pero él resta y es un auténtico y santo testigo de la Iglesia, una víctima intrépida de la fidelidad absoluta a Cristo, a la Iglesia y su sacerdocio, pagada con la muerte. En el quince centenario de la evangelización de América Latina es justo recordar y exaltar este fruto admirable y santo de ella. Es un fruto que constituye una gloria para la Iglesia de Perú y para la Orden religiosa de los Camilos que en Lima, aún en el antiguo convento de la "Buena muerte" con su presencia y con las varias actividades pastorales y asistenciales, continúan con generosidad brindar un específico testimonio del carisma de San Camilo en el servicio de los enfermos, de los que sufren de los necesitados[26]"

 

BIBLIOGRAFÍA

Archivo Provincial PP. Camilos, Lima. Cartas entre el P. V. Grandi y el P. Buenaventura Prieto, año 1993

AAL (Archivo Arzobispal de Lima): Causas de canonización. "Expediente de la Causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Pedro Marieluz introducido en Lima por petición del Vicario General y Postulador General, P. Joaquín Ferrini en 1887".

BENITO RODRÍGUEZ J.A.:

2010 "¡Y del Callao al Cielo! Mártires y siervos de Dios en tierra chalaca" Facultad de Teología Redemptoris Mater. Actas del I SIMPOSIO DE HISTORIA DEL CRISTIANISMO EN EL CALLAO Del 29 de septiembre al 1 de octubre del 2010. El Callao, 139-149.

 2014 Cronología de la Historia de la Iglesia en el Perú con P. Armando Nieto, S.J.  Fondo Editorial de la Universidad Católica Sedes Sapientiae-Academia Peruana de Historia Eclesiástica, Lima

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[1] Agradezco al P. Alex Spencer Ballena Ríos, de los PP. Camilos del Perú, el generoso envío de documentos del Archivo del Convento de la Buena Muerte de Lima para la redacción del artículo. En la ponencia pronunciada dediqué una introducción sobre los archivos religiosos y los archivos de Lima para facilitar la investigación histórica religiosa del Callao de acuerdo la elaborada para el protagonista del artículo.

 

[3] Villa Cerri, Religiosos camilos. 300 años en el Perú, entre luces y sombras, p.

[4] En el AAL, sección Causas de Religiosos, Camilos, VIII: 57, se da cuenta de los AUTOS SEGUIDOS ACERCA DE LAS ESPECIES SUSTRAÍDAS POR LOS pp. Gaspar Hernández, Francisca Barredo y Pedro Marieluz, de la OBM, quienes fugaron con el ejército realista, 2 de agosto de 1823. Informa el sacristán Higinio Villalobos que le obligaron a entregar las llaves y extrajeron de los cajones. El superior P. Felipe Santiago Flores, prefecto, informa del "saqueo! Del 13 de julio de 1823: "Habiendo ocurrido al Sr. General Rodil, yo en persona a darle parte de lo acontecido en dicha casa, me contestó "que él no podía estorbarles por ser ellos de una misma Religión y lo que llevan son para los que están en la Ciudad de Arequipa" (Prefecto Felipe Santiago Flores)

Aprovecharon la ausencia del superior provincial para saquear ayudados por el ejército enemigo con quien se fugaron

 

[5] En carta a Simón Bolívar, 26 de setiembre de 1825, citada por CERVERA, César "El épico final del Imperio español en Sudamérica: los últimos defensores de Perú" https://www.abc.es/historia/abci-historia-olvidada-ultimos-sudamerica-epica-resistencia-imperio-espanol-callao-201701040145_noticia.html

[6] CASTRO, Jorge Luis. "José Ramón Rodil en el Callao ¿Recalcitrante? ¿Monarquista obseso? ¿Hombre de honor?" Nueva corónica 2 (Julio, 2013) pp. 275-287. Escuela de Historia. UNMSM

[7]"Libro de Actas", Nº 29.  Cit. En SAAVEDRA INARAJA, María "La resistencia de Rodil en El Callo. Miradas desde España" Nueva corónica 3 (Enero, 2014), Lima, p.167

[8] Ibidem.

[10] AAL, Proceso. Vive en el domicilio de don Agustín Mispireta. Declara el 22 de agosto de 1887

[11] AAL: Proceso. Copia proporcionada por el Padre Juan Ballester del original del archivo de la Postulación General de la orden de Padres Camilos, en Roma.

[12] EGUIGUREN, Luis Antonio. El mártir pescador José Silverio Olaya y los pupilos del Real Felipe. Lima. 1945. Colección "Nuestros héroes". Imprenta Torres Aguirre S. A.

[13] Quién iba a decir a ambos personajes, el sacerdote camilo y el pescador chorrillano, que morirían ofrendando sus vidas en estos tiempos gloriosos de la Independencia, el uno por ser leal a su ministerio sacerdotal, el otro a su misión patriota; los dos supieron custodiar el sigilo o secreto frente al mismo causante Ramón Rodil.

[14] "Carta del coronel Pedro Pablo Marieluz al tradicionalista don Ricardo Palma, con motivo del fusilamiento del mártir de la confesión R.P. Pedro Pablo Martínez" Chorrillos, 18 de abril de 1872. En El Mensajero de San Camilo Lima, 1955, diciembre, pp.98-99

[15] MAZZEO, Cristina "El miedo a la revolución de Independencia del Perú" Claudia Rosas Lauro (editora) El miedo en el Perú Siglos XVI al XX, Pontificia Universidad Católica del Perú Fondo Editorial 2005, pp.167-185

 

[16] Historia del Perú, Lima, 1971, vol. VI, p.387

[17] RODIL, Ramón. Memoria del sitio del Callao. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1955. Editores: Vicente Rodríguez CasadoGuillermo Lohmann Villena, p. 119-120

[18] Este testigo, el día 11 de noviembre de 1887, confiesa que es soltero, tiene 88 años, y es católico. Acerca de nuestro protagonista declara que fue" un padre crucífero del convento de San Camilo de esta capital a quien conoció personalmente el declarante por ser muy amigo suyo". Declara que "era un buen religioso, muy bueno y cumplidor de sus deberes que en una ocasión en que cayendo una bomba en la Capilla comenzó a incendiarse ésta, se lanzó el padre a ella en medio de las llamas y sacó el Santísimo del Sagrario para impedir la consumiese en fuego".

[19] http://www.cervantesvirtual.com/portales/ricardo_palma/obra-visor/tradiciones-peruanas-septima-serie--0/html/0156a98e-82b2-11df-acc7-002185ce6064_18.html#I_70_ La base de la tradición está en las cartas enviadas el 24 de enero y 18 de abril de 1872 por parte Julián gordillo Marieluz y Pedro Pablo Marieluz, sobrinos del mártir.

[20] "Pedro Marieluz" El Mensajero de San Camilo Lima, Diciembre 1955, p.97

[21] A la fecha no hemos logrado identificar con precisión dónde reposan sus restos mortales.

[22] RODIL, Ramón. Memoria del sitio del Callao. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1955. Editores: Vicente Rodríguez CasadoGuillermo Lohmann Villena, p.111

[23] AAL (Archivo Arzobispal de Lima): Causas de canonización. XIII: 184: "Expediente de la Causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Pedro Marieluz introducido en Lima por petición del Vicario General y Postulador General, P. Joaquín Ferrini en 1887".

[24] Correo electrónico, Lima, 24 de julio del 2022

[25] En la propia comunidad de los PP. Camilos, al plantearse incoar el proceso de beatificación desde su condición de mártir, los religiosos españoles no terminaban de creerlo como dato histórico sino fruto de la imaginación del tradicionalista Ricardo Palma. Por su parte, desde Lima, el P. Virgilio Grandi, al contacto con la documentación de la Orden y la persistente devoción hacia su hermano P. Marieluz, siempre han manifestado la conveniencia de incoar el proceso de beatificación, a pesar de la frialdad y crítica de su hermano de Orden, el historiador español P. Buenaventura Prieto. Contamos con tres elocuentes cartas que lo atestiguan, del P. V. Grandi, 6 de agosto de 1993, y dos del P. B. Prieto, 23 de julio de 1993 y 14 de agosto de 1993. Archivo Provincial de los PP. Camilos, Lima.

[26] Traducido del artículo publicado en italiano, GRANDI. V. "Un mártir del secreto de la confesión. El Siervo de Dios P. Pedro Marieluz, religioso camilo" Revista Vita Nostra, año XLII, n.4, octubre-diciembre 1991

 

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