sábado, 22 de mayo de 2021

EL PAPA APRUEBA EL MARTIRIO DE LA HERMANA AGUSTINA RIVAS

José Antonio Benito

En la mañana de este sábado 22 de mayo de 2021, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a Su Eminencia Reverendísimo el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en el marco de la cual el Papa autorizó a la misma Congregación a promulgar el decreto relativos a: " el martirio de la Sierva de Dios María Agostina Rivas López, conocida como Aguchita (en el siglo: Antonia Luzmila), religiosa profesa de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor; nacido en Coracora (Perú) el 13 de junio de 1920 y asesinado, por odio a la Fe, en La Florida (Perú) el 27 de septiembre de 1990" https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2021/05/22/0319/00705.html.

El vicariato de San Ramón, donde vivió la última etapa de su vida y donde recibió la palma del martirio, al igual que todo el Perú y toda la Iglesia se alegra con tan gozosa proclamación.

Me comenta el P. Alfonso Tapia, misionero burgalés presente en el Vicariato y que está ultimando la biografía de la próxima beata, que la Hermana Aguchita vivió su día a día en martirio permanente, en olvido de sí, haciendo siempre la vida agradable a los demás. De hecho, ella solía decir "Reconozco que dar la vida por el hermano requiere haber vivido previamente, día a día, hora a hora, el carisma de la Congregación, de la misericordia del Buen Pastor. Momentos como el martirio, no se improvisan… "El buen Pastor da la vida por sus ovejas".

Nació el 13 de junio de 1920 en Coracora, provincia de Parinacochas, Ayacucho. Sus padres fueron Dámaso Rivas y Modesta López, quienes tuvieron en total 11 hijos, todos nacidos en Ayacucho. Es en este hogar ayacuchano donde interioriza el valor de la justicia solidaria y aprende las virtudes cristianas, junto a sus diez hermanos.

Vino a Lima en 1938 y en 1942, el 8 de febrero, hace su primera profesión en la Congregación del Buen Pastor. Desde entonces, vivió con fidelidad inquebrantable su compromiso con la Persona y la misión de Jesús Buen Pastor. Vivenció plenamente el carisma de misericordia en su vida comunitaria y apostólica. Transcurre gran parte de su vida en la casa de Barrios Altos. Allí trabajó especialmente en la lavandería y alternaba con el personal y las jóvenes internas.

De 1970 a 1975 acompañó a las Hermanas Contemplativas. Agustina fue para ellas una excelente y abnegada enfermera, un apoyo, un recurso frecuente y fraterno. Luego, en su contacto con jóvenes y niñas en el apostolado, se dio con su habitual abnegación; ellas como todas las personas que compartieron con ella, la encontraron sencilla, alegre y llena de bondad.

En 1986 forma parte de la comunidad del Noviciado. Su testimonio de vida fue un factor importante en la formación de las jóvenes. En 1987 se ofreció para vivir en la comunidad misionera de La Florida (Vicariato de San Ramón).

La Congregación había asumido allí desde hacía 11 años un Proyecto de Promoción de la Mujer dirigido a la joven y mujer campesinas y de las zonas nativas, las más pobres del valle, en talleres textiles, repostería y cocina. Estaba comprometida con la defensa de la tribu amazónica asháninka, diezmada a principios del siglo XX por la explotación del caucho y la destrucción de su bosque, así como por la enfermedad y la esclavitud. De acuerdo con la Comisión de la Verdad y Reconciliación, el 10% de la población asháninka fue asesinada por Sendero Luminoso y unos 10,000 se vieron obligados a desplazarse. Muchos asháninkas, además, padecieron trabajos forzados en campos de concentración de Sendero Luminoso.

La última etapa de su vida, la que puso en evidencia toda su riqueza personal y su opción por los pobres, fue harto difícil. La situación fue tornándose muy difícil debido a la presencia de grupos subversivos en el valle de Yurinaqui. Permanecer allí era para la Congregación un fuerte desafío, con dos alternativas: o abandonar el rebaño, o ponerse en riesgo constante de "dar la vida" por Él. Las hermanas optaron por lo segundo. Aguchita, pese a su salud quebrantada, siguió fiel a su opción, en absoluta coherencia.

Hasta que el 27 de setiembre de 1990 el Buen Pastor le hizo su último llamado, le dio el privilegio de ofrendar su vida, junto al rebaño. Fue asesinada por Sendero Luminoso, junto a 6 personas del lugar. La Hermana Aguchita (diminutivo cariñoso con el que se la conocía) desarrolló el programa de Catequesis Familiar en todo tiempo y lugar. Era muy querida pues tenía el don de convocar a niños y grandes. A su lado, los pequeños aprendían a rezar, tejer, hacer el pan y cuidar las plantas y los animalitos. Precisamente cuando la columna senderista la llamó para ser ejecutada se encontraba enseñando a las niñas a preparar caramelos toffees. Fue un 27 de septiembre de 1990. Contaba con 70 años. Los cargos que le inculparon los terroristas fueron "por hablar de la paz y no hacer nada, por estar trabajando con los asháninkas, por estar organizando, por distribuir alimentos...".

Aquel día la hermana Agustina se encontraba reunida con un grupo de jóvenes, una integrante de "Sendero luminoso" la vio mientras ella buscaba unos limones, ella la obligó a presentarse ante el jefe del movimiento armado. Después de que el jefe terminó de hablar, leyó una lista de las personas que serían ejecutadas, entre las que mencionó a la hermana Luisa, de la congregación del Buen Pastor. En vista de que ella no estaba le dijeron a Agustina: "Tú pagarás por ella". Junto con ella se encontraba: Juan Pérez Escalante, Luis Pérez Marín, Pedro Pizarro, Efigenia Marín de Pérez.

Al día siguiente fueron enterrados, pero el cuerpo de la hermana sería trasladado a la Merced por orden del juez. Allí la Congregación del buen Pastor celebró sus exequias el 6 de octubre del mismo año donde estuvieron presentes varias religiosas y varios sacerdotes, entre ellos su hermano Cesar. Ante su testimonio se dijo de ella: "Aguchita, ayúdanos a tomar conciencia del alcance de nuestra entrega, hasta la muerte. Tú moriste por causa de un compromiso que asumimos: el de estar al lado de los más pobres y oprimidos. Tu testimonio nos hace pensar en la situación de América Latina. Construir el Reino de Dios y su justicia en el mundo, defender la vida es nuestra misión. Aguchita ahora estás resucitada con Cristo y vives para siempre. Ruega por nosotros, por los jóvenes, por las vocaciones, por la Congregación, por el pueblo oprimido del tercer mundo".

Monseñor Julio Ojeda, Vicario Apostólico de San Ramón, dirá en la homilía de su funeral: "Ella en su larga y callada vida fue asimilando profundamente la espiritualidad del Buen Pastor. Supo amar a todos y en su sencillez lo fue demostrando en los pequeños detalles del vivir cotidiano, hasta que el Señor considerándola ya madura, le pidió el obsequio de su misma vida, ofreciéndola cruentamente, como signo de que era capaz de amar hasta el extremo".

Tenemos en ella una santa mártir. Aguchita nos mostró el Evangelio durante su vida, a partir de su muerte nos sigue evangelizando con la fuerza radical de las bienaventuranzas. Precisamente en estos momentos tan convulsos para el Perú, le pedimos nos ayude a entender lo que significa ser artesanos de paz con justicia en nuestra nación y en el mundo.  Le pedimos que nos ayude a amar hasta que duela, hasta el extremo, hasta dar la vida.

Cada 27 de septiembre se ha venido conmemorando el aniversario de su martirio. Sus restos mortales fueron llevados justamente al lugar del martirio donde reciben constantemente la visita de los fieles que rezan por su pronta beatificación y se encomiendan a sus oraciones. De igual manera, han vuelto las Hermanas del Buen Pastor retomando la benéfica acción pastoral pasada en tiempos de Aguchita.

Como escribió el P. Daniel Córdoba, o.f.m. "Agustina, mártir, no defendió su vida sino su causa: la fidelidad al Dios de la vida y al hermano. Esta causa sólo se defiende muriendo, perdiéndose"

Seguimos encomendándonos con la oración aprobada para pedir por su beatificación:

Señor Jesús, Buen Pastor, Tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre y concediste a la Sierva de Dios María Agustina Rivas López – Aguchita, la gracia del pastoreo ejemplar al servicio de la Iglesia, en la caridad con los más necesitados y en el cuidado de la Creación, expresado en la entrega de su vida. Te pido humildemente, para Tu mayor gloria, me concedas, por intercesión de Aguchita, la gracia de …".