martes, 26 de enero de 2021


DISCURSO DE MONSEÑOR MIGUEL CABREJOS POR EL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA EN EL NORTE PERUANO, CON MOTIVO DEL ENTIERRO DE LAS EXEQUIAS DE DON JOSÉ BERNARDO DE TORRE TAGLE Y DOÑA MARIANA ECHEVARRIA DE TORRE TAGLE EN LA CRIPTA DE LA CATEDRAL DE TRU
JILLO

 

Queridos hermanos y hermanas:

 

Hoy, 29 de diciembre, conmemoramos el bicentenario de la Independencia de Trujillo, Norte peruano, piedra angular de la gesta emancipadora de nuestro país.

 

I.                   Don José Bernardo Torre Tagle

 

En este bicentenario recordamos a Don José Bernardo de Tagle y Portocarrero, intendente de Trujillo en 1820, quien luego ejerció el gobierno de la República del Perú durante cuatro períodos, entre 1822 y 1824, en momentos muy difíciles y fundamentales para el naciente Estado peruano, gestando un liderazgo pionero en Trujillo, al servicio del prójimo y del bien común. El 16 de agosto de 1823, fue elegido Presidente de la República por el Primer Congreso del Perú, reunido en Lima, presidido por Francisco Javier de Luna Pizarro, posteriormente Arzobispo de Lima.

 

Don Torre Tagle, desarrolló "una clara conciencia de su ser peruano", y su vida "no es ajena al fenómeno precursor"[1]. En diciembre de 1820, tomó abierto partido por la insurgencia, muy probablemente influenciado por la carta de Don José de San Martín y sin duda conociendo ya los movimientos de los patriotas lambayecanos. Su participación fue central en el proceso emancipador, pues no sólo declara la independencia de Trujillo, sino que impulsa las de las intendencias de Piura, Cajamarca y Moyobamba. Fallece el 23 de setiembre de 1825 en el Callao, a los 46 años de edad.

II.                Trujillo en 1820, grito libertario.

Los movimientos independentistas y las intenciones libertarias en el norte peruano en las que resaltaban los lambayecanos, estuvieron desde mucho antes de la llegada de Don José de San Martín al Perú.  En ellas destaca el prócer Juan Manuel Iturregui y Aguilarte, quien entre 1812 y 1817 había estudiado en el entonces Real Convictorio de San Carlos.

Al llegar la Expedición Libertadora a Pisco, la relación entre los patriotas del norte y el general José de San Martín se hizo mucho más fluida.  Para entonces, Torre Tagle ya había decidido tomar partido por la Patria, convocando el Cabildo Abierto del 24 de diciembre de 1820, en el que pronunció un enérgico y sentido discurso. Sus acciones posteriores permitieron las declaraciones de independencia de Trujillo, Piura, Cajamarca y Moyobamba. El 27 de diciembre del mismo año, el pueblo trujillano se reunió en la plaza y dio un gran grito que infundió temor entre los realistas, el grito libertario.

El Acta de la Independencia de la Intendencia de Trujillo fue firmada en la Capilla del Colegio Seminario San Carlos y San Marcelo, el 29 de diciembre de 1820, cuando en la noche previa flameó la primera bandera nacional.

La ceremonia solemne de declaración de la independencia se efectuó en la galería del Ayuntamiento y Torre Tagle exclamó: "Felices moradores de esta provincia, ya sois libres, ya sois independientes. Prorrumpid pues, a imitación de vuestro gobernador y general, en tonos modulares de gozoso entusiasmo, en festivas aclamaciones de ¡Viva la Patria!, ¡Viva la Independencia!, ¡Viva la Unión y Libertad!"[2].

 

III.             La Iglesia Católica y la nación peruana

La Iglesia católica contribuyó con la gesta emancipadora con próceres destacados, entre ellos el Padre Toribio Rodríguez de Mendoza quien fue Rector del Real Convictorio de San Carlos que contribuyó a la formación de liderazgos patriotas, varios de los cuales estuvieron en la gesta del Norte peruano.

A nivel eclesiástico, en el siglo XIX, en el momento de la Independencia, la Iglesia católica contaba sólo con las diócesis de Lima, Cuzco, Trujillo, Arequipa, Huamanga y Maynas-Chachapoyas; esto es, seis (6) en total. Hoy, en 2020, las jurisdicciones eclesiásticas son 46, incluyendo al Obispado Castrense

Jorge Basadre reconoce que la Iglesia tuvo una significativa contribución en la perspectiva de vida peruana que se concretó en un ideal de superación individual y colectiva que debía ser obtenido por el aprovechamiento de sus riquezas, la defensa y acrecentamiento de su población, la creación de un mínimo de bienestar para cada ciudadano y de oportunidades adecuadas para todos.   Las formas de materializarla eran, por un lado, la preocupación ideológica, espiritual, tendiente a la afirmación patriótica de la nacionalidad; y por otro la búsqueda del desarrollo material del país[3].

El mismo General San Martín propuso a Santa Rosa de Lima como Patrona de la Orden del Sol, institución creada con el objetivo de premiar los servicios que personas civiles y militares hubieran realizado en favor de la emancipación nacional. Por otro lado, San José fue declarado Patrono de la República del Perú en1828 por el Congreso Constituyente, restituyendo la fiesta del Santo Patriarca en el calendario de fiestas de guardar.

Preclaros padres de la patria fueron clérigos, tales como Francisco Javier de Luna Pizarro, Bartolomé Herrera, Deán Valdivia. Basadre mismo sostiene que el sacerdocio en el Perú contribuyó a fundar la Patria; alentó a los libertadores; estuvo íntimamente ligado tanto a la vida pública como a la vida social y privada; trabajando por la cultura, orientando desde el aula y la tribuna, defendiendo los más altos valores espirituales y morales, compartiendo las grandes festividades y los más luctuosos momentos de la nacionalidad.

La Iglesia en la época y posteriormente promovió la escolarización de los hermanos indígenas, la educación gratuita propiciada por el Estado, la incorporación de las artes plásticas y musicales a través de la educación, creando centros de educación básica y universitaria, impulsando la enseñanza técnica, la educación secundaria, profesional y superior femenina, la educación de huérfanos, la educación de adultos, el sindicalismo apostólico de profesores; renovando la formación pedagógica, así como la participación de los padres de familia en la escuela, aportando con eminentes educadores y educadoras.

También la Iglesia jugó un rol clave en la fundación de las ciudades, el cuidado de las fronteras, la organización de Monasterios y conventos, así como Concilios, Juntas, Sínodos, que permitieron el desempeño territorial de la República con la incansable labor de los Misioneros y de maestros en el arte, la arquitectura, la escultura, la pintura, la lingüística.

 

Sobresalieron desde mucho antes Santos, beatos, siervos de Dios con conmovedora labor caritativa y social.  Las propias Fiestas patronales fueron convertidas en patrimonio cultural y genuinas expresiones de religiosidad popular y de veneración mariana como es el Caso de la Virgencita de La Puerta. Todo esto lo resaltó el Papa Francisco en su visita a Trujillo en enero de 2018, refiriéndose al Perú como "tierra ensantada".

 

La Nación peruana y la Iglesia fueron, son y serán aliadas en los tiempos actuales. Caminemos juntos inspirándonos en las nuevas perspectivas de la sinodalidad, expresión eclesial que hace referencia al caminar-juntos (syn – odos). El propio Papa Francisco en Trujillo nos dijo que…"el alma de una comunidad se mide en cómo logra unirse para enfrentar los momentos difíciles, de adversidad para mantener viva la esperanza…"en el amor que se tengan los unos a los otros" (Jn 13,35).[4]

 

IV.             Caminemos juntos hacia el desarrollo humano integral y solidario.

 

El Papa Francisco en la Encíclica Fratelli Tutti resalta la amistad social que debemos cultivar con esmero; amistad que no excluye a nadie, sino que incluye, pues la fraternidad está abierta a todos (Cfr.FT 94), en la medida en que nos preocupemos los unos por los otros (Cfr.FT 96).

Caminar hacia un crecimiento genuino e integral (Cfr. FT 113) es en sí un llamado a la solidaridad, a pensar y actuar en términos de comunidad, reconociendo la prioridad de la vida digna de todos. La Solidaridad es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, de la desigualdad, de la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, contra la negación de los derechos sociales y laborales (Cfr. FT 116).

El verdadero desarrollo tiene que asegurar los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluidos los derechos de las naciones y de los pueblos (Cfr. FT 122).

Hoy como ayer, recordando la gesta emancipadora, la fraternidad y la amistad social nos convoca a ser hombres y mujeres con amor político, capaces de integrar la economía a un proyecto político social, cultural y popular (Cfr. FT 154). Hoy el país necesita una política que esté al servicio del verdadero bien común. Una política con ética.

Para lograrlo, debemos asumir la cultura del diálogo, de la colaboración recíproca, pero con la convicción que solo identificándonos con los últimos llegaremos a ser hermanos de todos.

 

Don José Bernardo Torre Tagle y Doña Mariana Echevarría de Tagle que soñaron con un país libre y unido, descansen en Paz y que el Dios de la Vida y la Santísima Virgen de la Puerta nos iluminen en la gesta de un Perú renovado en que todos especialmente los más pobres y marginados, puedan vivir con dignidad. 

 

Paz y Bien.

 

Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte OFM

Arzobispo Metropolitano de Trujillo

Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana

Presidente del CELAM.

 

29 diciembre 2020

 



[1] CASTRO, José Luis: "El Marqués Bernardo de Torre Tagle, ¿patriota o traidor?, Torre Tagle y la Independencia de Lambayeque en: Revista Archivo General de la Nación 2017 No. 32.

[2] Ortiz de Zevallos, Javier: "Trujillanos memorables" en R. Cavero Egúsquiza, "Páginas de la historia sanmartiniana en el Perú, Antología 1820-1822 Lima, Perú Industrial, 1970, pág. 129

[3] Cfr. Basadre, Jorge, Historia de la República del Perú, 1822-1933. Tomo I, El Comercio.

[4] Homilía del Papa Francisco, Eucaristía en Huanchaco.