martes, 2 de septiembre de 2014

LEONOR PORTOCARRERO, LA SALMANTINA QUE FUNDÓ EL PRIMER MONASTERIO FEMENINO DE AMÉRICA DEL SUR EN LIMA

 

El monasterio de MM. Agustinas llegó a contar con más de 300 monjas y sigue en la actualidad en la Av. Brasil de Lima

 

Fue en compañía de su hija Mencía, viuda del conquistador Francisco Hernández Girón, el año 1558

 

Doña Leonor nació en Salamanca en 1512, hija de Diego López de Portocarrero y doña María de Monroy. Se casó con Hernando Alonso de Almarás, tgobernador de Tierra Firme y tesorero de la Hacienda Real de Lima. Del matrimonio nacieron cinco hijos: tres frailes (dos agustinos y uno dominico), una monja y su hija Mencía, que -al enviudar de Francisco Hernández Girón, encomendero que se rebeló contra la corona- también se hizo monja.

 

Como describe el célebre cronista agustino Fray Agustín de la Calancha "tuvo acciones altas y heroicas resoluciones, siendo mujer fuerte y de ánimo valiente". Lo demostró especialmente cuando acompañó a su hija Mencía que tuvo que pasar por la cruz de ver morir ajusticiado a su yerno, sentenciado como rebelde y proscrito, decapitado, arrastrado por un caballo y su cabeza colgada por traidor.  

Madre e hija, con la ayuda del padres agustino Andrés de Santa María, establecieron una casa de recogimiento para jóvenes huérfanas y desamparadas, que con el correr del tiempo se convirtió en el beaterio de Nuestra Señora de los Remedios y finalmente, Monasterio de la Encarnación, el 25 de marzo de 1558, en la calle Concha, cerca de la parroquia de San Sebastián, centro de Lima.

Gozó con la protección del virrey Andrés Hurtado de Mendoza. Fruto de las donaciones y del prestigio de sus recluidas, la comunidad de monjas pudo comprar la huerta de la Encarnación al capellán de ellas, Diego Sánchez. Así, el 21 de junio de 1562 pudo inaugurarse el monasterio con gran ceremonia. Lima vibró con este acontecimiento. El virrey Conde de Nieva, el arzobispo Jerónimo de Loayza y miles de limeños, en fastuosa procesión, celebraron el inicio del monasterio.

Doña Leonor se desempeñó como Prelada del convento durante 29 años y 5 días, legando un gran ejemplo de vida religiosa. Le agradaba especialmente aconsejar espiritualmente a jóvenes y señoras, logrando que entrasen hasta 150 monjas. Murió el 27 de junio de 1590 a los 78 años de edad, siendo elegida su hija Mencía como primera abadesa del convento. Como muestra de su valor consiguió rescatar de la picota el cráeno de su marido, lo puso en una caja de oro y lo enterró entre la tumba que sería de su madre y la de ella. Murió el 22 e mayo de 1618 y es recordoada por el romancero peruano con esta coplilla:

Abadesa, la abadesa

De la anta Encarnación

Ruega a Cristo por el alma

De Francisco de Girón.

A lo largo de la Lima virreinal fue el convento más poblado. En 1631,  contaba con 233 profesas de velo negro, 37 de velo blanco, 18 novicias, 45 donadas, 34 seglares hijas de nobles y más de 400 mestizas, mulatas, negras y esclavas al servicio de las monjas. Este convento también es considerado como la Casa Madre de todos los conventos de clausura que se fundaron en la capital del Virreinato. Prueba de ello es que de él salieron monjas para la fundación del Monasterio de la Concepción (18 de Agosto de 1573); para reedificar y renovar el de monjas Bernardas (21 de febrero de 1579) y para fundar el Monasterio de Santa Clara (10 de septiembre de 1605. El local del monasterio vivió presionado por el crecimiento de la ciudad, por lo que su área original fue disminuyendo, en 1858 perdieron la mitad del terreno para dar lugar a una estación del tren a Chorrillos en lo que es hoy la Plaza San Martín. Luego, en 1910, le fueron expropiados 3.325 metros cuadrados para prolongar la avenida Nicolás de Pierola. Finalmente, el terremoto de 1940, al que le siguió un devastador incendio, destruyó de tal forma el convento y la iglesia que obligó a las religiosas a vender todo y trasladarse a su nuevo emplazamiento en la cuadra 17 de la avenida Brasil donde, desde el 6 de marzo de 1943, pasó a vivir la comunidad. El nuevo local fue diseñado por el arquitecto Alfonso G. Anderson, los padrinos de la obra fueron el presidente de la república Manuel Prado y Ugarteche y su esposa Enriqueta Garlad, y fue bendecido por el monseñor Pedro Pascual Farfán, obispo de Lima.

En la soledad de la cuadra 17 de la avenida Brasil (Pueblo Libre), la hermosa iglesia y el antiguo convento de La Encarnación sobreviven a duras penas en medio de la ajetreada ciudad. En su interior habita una comunidad religiosa conformada por unas seis monjas agustinas de clausura, actualmente. La iglesia ha sido regentada hasta hace unos meses por los Heraldos del Evangelio; desde este año 2014 la atienden litúrgicamente religiosos de la Orden de San Agustín.