HISTORIA DE LA INSTITUCIÓN EDUCATIVA PARROQUIAL
SAN VICENTE FERRER (Distrito Los Olivos. Diócesis de Carabayllo)[1]
Santiago Tácunan Bonifacio
Historiador (UCSS-CEPAC)
Presentación
César Buendía y Vicente Folgado son dos protagonistas de la historia institucional de este colegio. El texto que le presentamos recoge el testimonio del padre Vicente Folgado, realizada el 10 de octubre de 2013 en las instalaciones de la Institución Educativa San Vicente Ferrer.
Historia
La historia de esta institución educativa, la única de esta modalidad parroquial en el distrito de Los Olivos, se remonta a finales del siglo XX, y está vinculada a la labor realizada por los padres diocesanos César Buendía y Vicente Folgado.
Su llegada a Lima ocurrió a mediados de 1993, quienes luego de instalarse en Lima Norte y asumir la labor pastoral de la parroquia Santa María de la Providencia, comenzaron a visitar su jurisdicción religiosa con la finalidad de conocer mejor a los pobladores y el escenario en el que se desenvolverían. Ambos tuvieron acceso a cierta información documentada sobre las principales características de los feligreses ubicados en el sector este del distrito, pero quizás siguiendo las enseñanzas de Santo Toribio de Mogrovejo, querían constatar in situ, algo que los informes no describían. Fueron varios días de intenso recorrido en auto y a pie por diversas urbanizaciones, cooperativas de vivienda, pueblos jóvenes y asentamientos humanos.
Esta visita logró su objetivo principal, que era reconocer a la población en su conjunto, valorar las diversas idiosincrasias e identificar las principales necesidades de la localidad. Por la noche, instalados en sus cuartos de reposo, ambos padres intercambiaron ideas y propuestas para intentar contribuir a mejorar las posibilidades de vida de los pobladores más necesitados. Si bien existían diversas líneas de acción, consideraron que era más importante promover una opción educativa en los niños y jóvenes que les permitiera asumir un protagonismo exitoso en su vida futura.
La noche y el cansancio obligaron a hacer un alto en su conversación y postergaron el diálogo para el día siguiente, con la finalidad de idear cómo materializar esa inquietud a favor de la población. Luego de algunas consultas y averiguaciones, el panorama resultaba desalentador, pues además de la falta de recursos económicos, los trámites y gestiones ante el Ministerio de Educación resultaban complejos y abrumadores.
A pesar de este sombrío panorama, los padres César y Vicente consideraron que era necesario asumir ese desafío. Tomaron contacto con algunos pobladores de la primera etapa de la cooperativa de vivienda Covida, quienes ya habían instalado una pequeña capilla cerca al parque N. 1, ubicado a la altura de la cuadra 11 de la avenida Antúnez de Mayolo, en las inmediaciones de un pequeño promontorio rocoso, donde ya se había reservado un terreno para la instalación de un colegio inicial.
Una vez ubicado el terreno del templo San Columbano, ambos padres buscaron cómo solventar los gastos de inversión educativa. Bajo este escenario llegó a Perú Concepción Hervás Rosello. Su arribo fue circunstancial, pero fundamental para materializar el funcionamiento del futuro colegio San Vicente Ferrer.
Su llegada al Perú se debió a una visita familiar que realizaba a su hermana misionera, que se encontraba radicando hace varios años en una provincia de Lima. Gracias a una gentil invitación de los padres César y Vicente, Concepción Hervás se hospedó en la casa institucional que ellos regentaban en Los Olivos. Es ahí donde le comentan sus propósitos de promover la posibilidad de constituir un colegio para los niños y jóvenes más necesitados. Esta propuesta calzó perfectamente con una antigua exigencia y desafío realizado por su padre en su lecho de muerte, respecto a fundar con su patrimonio familiar, un centro de enseñanza para los niños valencianos.
Hervás consideró que no había ninguna complicación en fundar un colegio en España o en Perú, siempre y cuando desarrolle un servicio a favor de las familias menos favorecidas. Esta noticia dibujó una enorme sonrisa en los rostros de ambos padres, quienes coincidían que la llegada de Concepción Hervás al Perú había sido concebida por obra y gracia del Espíritu Santo.
Con este importante apoyo económico y otro gestionado ante la Fundación Vicente Hervás del Ayuntamiento de Valencia, se logró que el Ministerio de Educación autorice el inicio de clases el año 2000. La noticia se difundió rápidamente por toda la localidad y la expectativa de los pobladores se hizo cada vez más latente. Pero había que solucionar cierta dificultad con la Junta Directiva de Covida, quienes trataban de impugnar la designación porque consideraban que su instalación era ilegal[2]. Esta situación no ha sido superada hasta la actualidad, pero nadie duda de la labor de los padres a favor de la comunidad. Una prueba más concreta es que algunos dirigentes tienen a sus nietos estudiando en este colegio y, en todo caso, solo se está defendiendo lo que está al servicio de la comunidad y pertenece a ella, como diría el padre Vicente Folgado.
El nombre del colegio tiene una historia paralela, pues mientras se iba gestionando la autorización de funcionamiento, los padres César y Vicente comenzaron a debatir acerca del nombre del futuro colegio. Originalmente pensaron en el nombre de Virgen de los Desamparados, en honor a la patrona de Valencia, pero debido a que ya existía un colegio con esa denominación en el distrito de Breña, a cargo de la parroquia de ese mismo nombre, desistieron de esa propuesta inicial.
Ante esta situación y retomando la conversación original, eligieron el nombre de San Vicente Ferrer[3], patrono principal de la comunidad de Valencia. Esta decisión fue comunicada oportunamente a Concepción Hervás, quien ante las razones expuestas no tuvo objeción respecto a su elección.
Un argumento que ayudó a elegir este nombre es que San Vicente Ferrer también era considerado como «El Ángel de la Paz», nombre ideal para un país que venía siendo pacificado luego de más de diez años de lucha armada interna que había traído mucho dolor y pérdidas irreparables.
Las primeras clases de inicial, primaria y secundaria se desarrollaron en aulas de material noble, incluida la capilla, y con la asistencia de seis profesores, quienes se hicieron cargo del dictado de clases durante el primer año. En ese entonces, el plantel contó con un patio de recreo sin cerco perimétrico y rodeado de innumerables sauces, álamos, ficus, y otras variedades de árboles frutales. Actualmente suman más de cincuenta aulas distribuidas en tres pabellones: San Vicente Ferrer, Santa María de la Providencia y San Columbano.
El Estado, a través del Ministerio de Educación, ha ayudado en la edificación de alguna de ellas en un primer momento, pero luego todo es esfuerzo de los padres César y Vicente, así como del apoyo de los padres de familia y algunas fundaciones extranjeras. Sobre esto último, es necesario mencionar que se ha suspendido temporalmente gestionar fondos económicos, pues se intenta concientizar a los padres de familia para que sean protagonistas del desarrollo educativo de sus hijos y hagan del colegio un espacio sostenible. Si bien es una tarea complicada, el esfuerzo por tomar conciencia es, desde todo punto de vista, fundamental.
Se ha intentado, desde un primer momento, crear las condiciones para involucrar a la madre y al padre en el seguimiento escolar, pues consideran que la familia es el principal apoyo del desarrollo educativo de los jóvenes. Por ello la formación familiar en valores cristianos es el eje de todo el desarrollo curricular, sin descuidar el desarrollo científico y académico, esencial para su futura vida universitaria o ciudadana.
A los alumnos del colegio San Vicente Ferrer se les reconoce por el uniforme de color verde con aplicaciones y tonalidades de ese mismo color, el mismo que lleva un escudo distintivo donde la imagen de San Vicente vestido de dominico es la iconografía principal. Pedagógicamente se diferencia también de otros colegios por desarrollar una enseñanza diferenciada para alumnos y alumnas. Los contenidos académicos son los mismos, pero utilizando distintas estrategias educativas, pues está comprobado científicamente que las mujeres maduran y captan conocimientos más rápido que los varones. Esta separación de género no obedece a ninguna tradición conservadora, sino por el contrario, a aprovechar al máximo el tiempo, talento y formación de los profesores.
A lo largo del camino se han desarrollado múltiples propuestas educativas teniendo a la familia como protagonista, lo cual renueva la confianza de hacer las cosas correctamente, pues lo que se busca finalmente como institución es que los miembros de la familia sean felices. Por otro lado, se tiene como objetivo académico que el alumno logre sus metas profesionales, respete a sus padres y éstos a su vez logren construir un escenario digno para vivir. Todo eso renueva la confianza en la vida y en el trabajo, asegura el padre Vicente Folgado.
No han tenido éxito en varios proyectos, como abrir una academia para los alumnos de cuarto y quinto de secundaria. Originalmente esta academia abrió sus puertas, pero no tuvo buena acogida, debido a la gran competencia de otros institutos, la falta de apoyo de los padres y la elección de otras opciones por parte de los mismos alumnos.
Actualmente no se piensa en abrir nuevamente esta propuesta educativa ni otra que se le parezca, tal como fue el intento de abrir un CEO en la zona de Mercurio Alto. Por el contrario, se está fortaleciendo el trabajo de las hermanas colaboradoras, como las Misioneras de Jesús Eterno Sacerdote, las Cooperadoras de Betania o las hermanas de la Inmaculada Concepción, quienes a través de la parroquia Santa María de la Providencia y bajo el liderazgo de los padres César y Vicente, promueven un programa de alimentación y salud integral para niños de escasos recursos económicos.
[1] La historia de este colegio forma parte del libro Espejo de Ilusiones. Historia de la Cooperativa de Vivienda Departamental Ancashina – Covida, que Santiago Tácunan ha publicado recientemente gracias al auspicio de la Universidad Católica Sedes Sapientiae y el Colegio Particular Santa María de la Providencia.
[2] La principal duda de los dirigentes era el posible aprovechamiento y usufructo económico de los padres diocesanos. Pero esas dudas quedaron rápidamente desterradas, ante la propuesta educativa y el bajo costo de la contribución familiar.
[3] Vicente Ferrer OP, nació en Valencia el 23 de enero de 1350 y falleció en Vannes el 5 de abril de 1419. Formó parte de la orden dominica radicada en Valencia y desarrolló una ardua labor como taumaturgo, predicador, lógico y filósofo. Es conocido cariñosamente como «Sant Vicent el del ditet», debido a que, según leyendas populares, logró varios milagros alzando su dedo índice.