domingo, 16 de febrero de 2025

ENCUENTRO DE SACERDOTES MISIONEROS ESPAÑOLES EN AMÉRICA

República Dominicana, 27 al 31 de enero de 2025

 

 

 "Hermanos sacerdotes en una Iglesia sinodal y misionera"

 

En Santo Domingo, capital de República Dominicana, del 27 al 31 de enero de 2025, nos hemos reunido 1 obispo y 21 de los 138 sacerdotes misioneros españoles, actualmente activos de la OCSHA (Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana), procedentes de Argentina, Brasil, República Dominicana, Honduras, Estados Unidos, Venezuela y Perú, acompañados por el Obispo coadjutor de la Seu d'Urgell, D. Josep Lluís Serrano, y D. José María Calderón Castro, en representación de la Comisión Episcopal de Misiones de la Conferencia Episcopal Española.

Agradecidos por este nuevo Encuentro Continental bianual de la OCSHA, compartimos lo vivido en estos días como una gracia de Dios para renovar fuerzas y continuar con gozo la misión ad gentes en Hispanoamérica y El Caribe.

Tras la llegada al Centro de Formación Integral Juventud y Familia, se inició el Encuentro celebrando la Eucaristía, que fue presidida por Mons. Rafael Felipe, obispo emérito de Barahona, y Mons. José Amable Durán, auxiliar de Santo Domingo.

Comenzamos el segundo día conociendo la situación de República Dominicana con la ayuda del diácono permanente José Monegro y la Hna. Carmencita Ferrer, quienes nos presentaron la realidad sociopolítica y los principales desafíos pastorales de la Iglesia.

Por la tarde, nos encontramos con el Arzobispo de Santo Domingo, Mons. Francisco Ozoria Acosta, y visitamos la Catedral de Santo Domingo, primada de América, para celebrar la eucaristía y venerar la primera Cruz de la evangelización, siguiendo los pasos de los primeros misioneros.

Siendo Año Santo Jubilar, el tercer día peregrinamos a la basílica nacional de Ntra. Sra. de Altagracia en Higüey, donde nos recibió muy fraternalmente el P. Evaristo, rector de la basílica, y celebramos juntos la eucaristía a los pies de la Virgen más venerada por el pueblo dominicano. Por la noche, se proyectó el interesante documental "Hispanoamérica".

En el cuarto día, Mons. Josep Lluís Serrano nos dirigió la mañana de retiro donde nos recordó que somos hermanos misioneros en la Iglesia, misterio de comunión y misión, donde Cristo siempre está presente en medio de los hermanos.

Por la tarde, a los sacerdotes de la OCSHA se unieron otros religiosos y religiosas españoles que están de misión en República Dominicana para compartir sus ricas experiencias de misión. También nos visitó el obispo auxiliar emérito de Santo Domingo, Mons. Benito Ángeles, concluyendo con la celebración eucarística presidida por Mons. José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa en Argentina.

En el quinto y último día, tras la presentación de la vida de la OCSHA, de la Comisión Episcopal de Misiones, de la ONG Misión América y del Fondo Nueva Evangelización, a cargo de D. José María Calderón, el Nuncio Apostólico de Su Santidad en República Dominicana, Mons. Piergiorgio Bertoldi, presidió la eucaristía final, clausurando el Encuentro Continental de la OCSHA 2025.

Agradecidos por la acogida fraterna y las gestiones realizadas por el P. Domingo Legua y el P. Rodrigo Hernández, así como la hospitalidad del Centro de Formación Integral Juventud y Familia, a cargo del P. Kennedy Rodríguez, nos despedimos jubilosos hasta el próximo Encuentro Continental de la OCSHA que será, Dios mediante, en México del 25 al 29 de enero de 2027.

Sacerdotes diocesanos misioneros de la OCSHA

Jaume Benaloy Marco,

misionero de Alicante en Perú

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DÍA DE HISPANOAMÉRICA

Historia de esperanza

Domingo, 2 de marzo de 2025 

La presencia de la Iglesia en el continente americano ha colaborado a hacer de los pueblos que lo integran «historias de esperanza». Cuando revisamos el camino recorrido, descubrimos con facilidad momentos de dificultad, de prueba y hasta de conflicto. Sin embargo, una y otra vez, la fe cristiana ha introducido en el corazón de las personas y de las culturas algo que resulta irreductible al mero optimismo: la certeza de que Jesucristo ha vencido ya a la muerte, a la esclavitud y al pecado. Más aún, la certeza de que esta victoria no es un mero hecho del pasado, sino que se dilata hasta el presente, en toda circunstancia y lugar. En otras palabras, la Esperanza es la misma certeza de la fe, pero extendiéndose a través del tiempo y regalándonos una buena noticia para nuestro presente y nuestro futuro personal y comunitario.

¿Para qué nos sirve la esperanza? Para caminar juntos, es decir, para ponernos en marcha y mantenernos en comunión. La esperanza, en otras palabras, no es un mero horizonte «inspirador», un lema «motivador» o una suerte de «sueño utópico» para salir de nuestro inmediatismo. La esperanza es mucho más que todo ello. Es la seguridad existencial, que se nos regala como gracia, de que la compañía de Jesucristo en nuestras vidas es auténticamente contemporánea. Dicho de otra manera, el Verbo de Dios se hizo carne y permanece habitando entre nosotros (cf. Jn 1,14). De inmediato pienso en san Agustín que agudamente señala: Muchas y grandes son mis dolencias; sí, son muchas y grandes, aunque más grande es tu medicina. De no haberse tu Verbo hecho carne y habitado entre nosotros, hubiéramos podido juzgarlo apartado de la naturaleza humana y desesperar de nosotros

Jesucristo, verdadero Emmanuel, es decir, «Dios con nosotros», nos permite descubrir que entonces la comunión no es tampoco un mero «exhorto a la unidad» o un esfuerzo asociativo, sino un hecho que él mismo construye, contra todo pronóstico, y para nuestra sorpresa y escándalo. ¡Podemos ser y hacer juntos, por gracia de Dios! ¡Más aún, podemos arriesgarnos al servicio del hermano, incluso del más diverso, porque el Señor sostiene y no abandona!

La esperanza también nos mueve a «ver» la realidad de otra manera. En la bula de convocatoria del jubileo ordinario del año 2025, el papa Francisco anota: Además de alcanzar la esperanza que nos da la gracia de Dios, también estamos llamados a redescubrirla en los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece. Como afirma el Concilio Vaticano II, «es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas». Por ello, es necesario poner atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia. En este sentido, los signos de los tiempos que contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios, requieren ser transformados en signos de esperanza

En efecto, en todo el continente americano, existen numerosas contradicciones, miserias y absurdos. Al revisar las noticias del día, podemos sentirnos rebasados e incapaces de contribuir a que algo pueda cambiar. Sin embargo, los «signos de los tiempos» no son solamente los muchos desafíos sociales. El principal «signo de los tiempos» es el propio Jesucristo, que es preciso reconocer en el interior de las heridas y de los sufrimientos de nuestros pueblos. Jesucristo siempre suscita, de manera discreta pero eficiente, conversión, comunión, fraternidad y misión. Por eso es por lo que el bien no está totalmente ausente. No hay escenario, por oscuro que parezca, en que Jesús no opere como buena noticia y como hecho salvífico a través de nuestra fragilidad.

Con esto bien asentado en nuestra mente y en nuestro corazón, podemos entender de una nueva manera que los pueblos americanos constituyen un «continente de la esperanza», como han dicho todos los papas desde san Pablo VI y hasta nuestro actual pontífice. En particular Francisco, confiando en que el Señor actúa siempre en lo pequeño, en lo periférico, en lo más pobre, y en lo más herido, ha dicho:

América Latina es el «continente de la esperanza», porque de ella se esperan nuevos modelos de desarrollo que conjuguen tradición cristiana y progreso civil, justicia y equidad con reconciliación, desarrollo científico y tecnológico con sabiduría humana, sufrimiento fecundo con alegría esperanzadora. Solo es posible custodiar esa esperanza con grandes dosis de verdad y amor, fundamentos de toda la realidad, motores revolucionarios de auténtica vida nueva  

¡Quiera Dios que todos los misioneros en tierras americanas encuentren, durante el año jubilar, motivos renovados para anunciar con alegría que «la esperanza no defrauda»! (Rom 5,5). 

¡Quiera la Santísima Virgen, Nuestra Señora de Guadalupe, transformar nuestros corazones para que, renunciando a nuestros orgullos y apegos, podamos continuar haciendo de los pueblos americanos auténticas «historias de esperanza» para la renovación del mundo y de la Iglesia!

Amén.

 Robert Card. Prevost, OSA Presidente

 

16 Feb 2025
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