LOS CIEN AÑOS DEL CARDENAL AUGUSTO VARGAS ALZAMORA
El 9 de noviembre habría cumplido 100 años. Siempre al lado de quien fue su predecesor y referente, Cardenal Juan Landázuri. Me complace compartirles su augural discurso como representante de la promoción del Colegio de la Inmaculada en 1939, la entrevista de "El Comercio" al recordado P. Armando Nieto en 1994 cuando fue nombrado Cardenal y las entrañables fotos del face del P. Benjamín Crespo. Me cautivó la sencillez y humildad en las pocas veces que tuve ocasión de conversar con él; la primera en Mayorga, en 1992, donde se le recibió calurosamente como sucesor de Santo Toribio, luego en Lima para proponerle la preparación del IV Centenario de la partida para el Cielo de Santo Toribio, otra al recordarle a su compañero de estudios en Granada P. Carlos S. Pozzo y ya más personal para agradecer su acogida a mi Movimiento de Santa María en Lima. ¡Gracias, estamos a tiempo de aprender de su legado como hombre de Dios, pastor celoso, peruano comprometido, misionero universal!
https://www.facebook.com/media/set?vanity=benjamin.crespo.503&set=a.10159969792054333
Cardenal AUGUSTO VARGAS ALZAMORA.
Hace el número 31 y rige la diocesis de 1989 a 1998
El Cardenal Vargas nació en Lima el 9 de noviembre de 1922. Hijo de Eduardo Vargas O´Dowling y Luisa Alzamora Bustamante. Fueron sus hermanos Eduardo, Luis, Inés y Maruja. Realizó sus estudios iniciales en el Colegio de Belén y los primarios y secundarios en el colegio La Inmaculada de la Compañía de Jesús. A los 17 años, el 9 de marzo de 1940, ingresó en el noviciado de San Estanislao de Kostka en Miraflores, donde estudió humanidades clásicas, emitiendo sus primeros votos en 1942. Entre los años 1946 y 1949 obtuvo la licenciatura en filosofía en la facultad de San Miguel (Argentina). Ejerce como profesor en el Colegio San José de Arequipa de 1949 a 1951. Fue además diplomado en pedagogía por la Universidad Católica. y comenzó la teología en la Facultad de Granada (España).
Recibió la ordenación sacerdotal en Madrid, el 15 de julio de 1955. El 3 de febrero de 1958 hace su profesión solemne en la Compañía de Jesús. Al regresar a su patria, en 1970 fue nombrado director espiritual y luego rector del colegio de la Inmaculada; en 1975 fue nombrado delegado provincial para las obras de educación de la Compañía de Jesús en Perú; fue también consejero provincial y maestro de novicios. En sus actividades apostólicas sobresalió como director espiritual de los jóvenes estudiantes; en particular desempeñando el papel de director de las antiguas Congregaciones Marianas impulsadas por los jesuitas. A menudo llevaba a los estudiantes a visitar los barrios más pobres y degradados de Lima a fin de que pudiesen darse cuenta por sí mismos de los efectos de la injusticia social. Estas visitas a las personas abandonadas, él las consideraba parte de la formación espiritual de los jóvenes.
El Cardenal fue el primer director en el Perú de la obra "Fe y Alegría". Pablo VI lo nombró obispo titular de Cissi y vicario apostólico de Jaén en Perú el 8 de junio de 1978; recibió la consagración episcopal el 15 de agosto del mismo año. En el año 1982 fue nombrado secretario general del Episcopado peruano. El Papa Juan Pablo II aceptó su renuncia al gobierno pastoral del vicariato apostólico el 23 de agosto de 1985. El mismo Papa lo nombró Arzobispo Metropolitano de Lima y primado del Perú el 30 de diciembre de 1989; tomó posesión de la sede el 26 de enero de 1990, reemplazando en el cargo al Cardenal Juan Landázuri Ricketts, O.F.M. En la Asamblea de febrero de 1993 fue nombrado presidente "ad interim" de la Conferencia Episcopal Peruana para sustituir por un año a Mons. José Antonio Dammert Bellido, obispo emérito de Cajamarca
Fue creado Cardenal por el Papa Juan Pablo II en el consistorio del 26 de noviembre de 1994, con la sede titular de San Roberto Belarmino, poco después fue nombrado consejero de la Pontificia Comisión para América Latina. En la sesión del 24 de enero de 1994 fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal Peruana durante la 71 Asamblea Plenaria. En diciembre de 1998 el Papa Juan Pablo II aceptó su renuncia por límite de edad y el 9 de enero de 1999 entregó el gobierno de la Arquidiócesis de Lima al actual Arzobispo, Mons. Juan Luis Cipriani Thorne. Falleció el 4 de septiembre del 2000.
En un comunicado oficial de la Arquidiócesis, el Arzobispo de Lima, el Obispo Auxiliar, Mons. Alberto Brazzini Díaz-Ufano, junto al cabildo de la Catedral "ruegan y agradecen sus oraciones por el Eminentísimo Señor Cardenal Augusto Vargas Alzamora, SJ, XXXI Arzobispo de Lima".
Condolencias del Santo Padre Al enterarse del fallecimiento del Cardenal Augusto Vargas Alzamora, el Santo Padre Juan Pablo II envió sus condolencias al Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Juan Luis Cipriani Thorne, y ofreció sus plegarias para que Dios lo acoja en su eterno descanso. Al conocer la triste noticia del fallecimiento del Señor Cardenal Augusto Vargas Alzamora, Arzobispo emérito de Lima -dice el mensaje-, ofrezco fervientes plegarias unido a los fieles de esa comunidad diocesana, donde ejerció con solicitud su ministerio episcopal, pidiendo a Dios que conceda el eterno descanso a quien por varios años fue su diligente Pastor". Recordando su abnegada acción pastoral, y también su fidelidad a Cristo y al Sucesor de Pedro, expreso mi sentido pésame a Usted, al Obispo Auxiliar, clero, comunidades religiosas y fieles de esa amada Arquidiócesis y les otorgo de corazón, así como a los participantes en la Misa exequial, la confortadora Bendición Apostólica, como signo de fe y esperanza cristiana en el Señor resucitado. Ioannes Paulus PP. II".
DISCURSO DE DESPEDIDA DE LA PROMOCIÓN 1939 POR AUGUSTO VARGAS ALZAMORA
Excmo. Señor Presidente de la República. Excmo. Monseñor Nuncio Apostólico.
Excmo. Monseñor Arzobispo de Lima.
Excmos. Señores Presidente del Consejo de Ministros y Ministros de Educación y Fomento. Reverendos Padres.
Señoras y Señores:
En nombre propio y en nombre de la Promoción de 1939, vengo lleno de emoción a dar el último adiós de despedida a este Colegio inolvidable, que una mañana radiante de abril, hace ya diez años, me recibió acogedor entre sus muros, guió cual madre cariñosa los inciertos pasos de mi edad primera, y más tarde, en los años dorados de la adolescencia, cultivó mi inteligencia, forjó mi carácter y prendió dos amores en mi alma por los cuales juro desde este momento luchar hasta morir: el amor de Dios y el de la Patria; la pasión por un Cristo más conocido y más amado y la pasión por una Patria nueva, grande, altiva y respetada.
Colegio de la Inmaculada, grande es hoy nuestra gratitud para contigo, porque ante la encrucijada más difícil de la vida nos sentimos preparados para ser grandes ingenieros, grandes médicos, grandes abogados; pero inmensamente mayor es nuestro reconocimiento porque nos sentimos preparados a ser grandes patriotas y cristianos, que sepan luchar como bravos hasta teñir con su sangre el estandarte de Dios y de la Patria, pensando que tras el humo y la metralla se abre en las alturas la aurora resplandeciente de un nuevo y eterno despertar.
Sin rarezas, singularidades ni jactancias, pero con valentía indómita queremos acabar con ese catolicismo de moda, disfraz prendido de alfileres para ciertas circunstancias de la vida; queremos revivir el cristianismo auténtico, a base de sacrificios y de amor leal a Jesucristo, estudiado en el Evangelio y recibido frecuentemente en la sagrada Eucaristía; en una palabra, queremos entregarnos heroicamente al servicio de los demás, creando en el Perú una nueva vida familiar, una nueva vida social y una nueva vida nacional, vivificadas y sostenidas por el espíritu y el alma del catolicismo.
Excelentísimo Señor Presidente de la República: vuestra exaltación al solio presidencial en estas horas decisivas de la vida del Perú es para nosotros la prenda más segura de la pronta realización de estos deseos.
Nosotros, alumnos del Colegio de la Inmaculada y con nosotros el Perú entero, presentimos ya que la estela que marcará vuestro rumbo en el período 1939-1945 no se borrará fácilmente. Así lo garantizan vuestra fe de cristiano, vuestro fervor de patriota, vuestra lealtad de caballero y la formación que recibisteis en estas mismas aulas que hoy honráis con vuestra benévola presencia. Que en esta gran obra siempre os acompañe la sombra bienhechora de vuestro ilustre padre Excelentísimo Señor General Mariano Ignacio Prado, héroe legendario del 2 de mayo de 1866, la gran jornada militar y cívica en la que, como acertadamente dijisteisen uno de vuestros últimos discursos, quedaron consagrados los destinos soberanos de nuestro Continente.
Excelentísimo Señor Nuncio de Su Santidad: vuestra gratísima presencia en esta fiesta evoca en nuestras mentes dos grandes figuras: la del inmortal Pontífice Pío XI y la de su dignísimo sucesor, nuestro Santísimo Padre Pío XII, para quienes guardamos la veneración más profunda de nuestras almas.
Excelentísimo Señor Arzobispo de Lima: os hemos acompañado con todo el fervor de nuestros corazones de católicos y de peruanos en la solemne ceremonia de la bendición de nuestra nueva sala de Actos; por ello habéis comprometido nuestra eterna gratitud.
Excelentísimo Señor Presidente del Consejo de Ministros, Doctor Alfredo Solf y Muro: vuestra asistencia a este acto, vuestras gentiles palabras y sobre todo el hecho de haber confiado la educación de vuestros hijos a los Padres Jesuitas honran y comprometen altamente la gratitud de este Colegio y de todos sus alumnos.
Excelentísimos Señores Ministros de Educación y de Fomento, Doctor Pedro Oliveira e Ingeniero Carlos Moreyra Paz Soldán: si es gran verdad, como hace poco afirmó en Lima el Doctor Gregorio Marañón, que los futuros hombres de la Patria se plasman más que en las Universidades en los Colegios de Segunda Enseñanza, vuestro carácter de antiguos alumnos del Colegio de la Inmaculada es la prueba más elocuente de la altísima formación nacionalista, que recibisteis en estas aulas, de las que yo ahora me despido.
Colegio de la Inmaculada, relicario de los más dulces recuerdos de nuestra niñez y adolescencia, adiós; adiós, compañeros que os quedáis, testigos de nuestras alegrías y de nuestras primeras penas; adiós, Jesuita inolvidable, que por tantos años fuiste para nosotros luz de verdad, fuego de amor, ternura de madre y cariño de amigo; adiós, Compañía de Jesús, madre fecunda de tantos héroes, jamás te olvidaremos; frente a ese mundo que te odia, te persigue, te calumnia y te asesina, nosotros tus alumnos, los que hemos convivido contigo largos años en la intimidad de un mismo hogar, proclamamos muy alto nuestra admiración y respeto por ti y por tus hijos; adiós, Madre mía Inmaculada, la última en nombrarte, pero la primera en mis afectos y recuerdos; bajo tu manto sagrado se pasó como sombra mi niñez; hoy, consciente de mis actos, con valentía y santo orgullo, delante del mundo entero, te elijo y te proclamo única Reina de mi corazón. Y en nombre de mis Promoción recibe, Señora y Madre Nuestra, esta promesa que una juventud pletórica de vida, llena el alma de tus santos amores, eleva por última vez hasta tu trono:
Lejos de aquestos tutelares muros, los Compañeros de mi edad feliz no serán a tu amor jamás perjuros, conservarán sus corazones puros, se acordarán de Ti.
Augusto VARGAS ALZAMORA
5º I. Media
https://inmemoriam.jesuitas.pe/2000/09/04/cardenal-augusto-vargas-alzamora-sj/
Vicario de Jaén y luego Arzobispo de Lima y Primado del Perú. Tercer Cardenal del Perú y expresidente de la Conferencia Episcopal Peruana. Pero también padre espiritual, amigo y consejero cercano de muchos escolares, y luego universitarios, que lo conocieron en el Colegio de La Inmaculada. Allí enseñó la solidez de una vida cristiana enraizada en una fuerte espiritualidad y en el servicio a los pobres. Una doctrina que el cardenal Vargas Alzamora llevaría luego al extremo, luchando por la democracia y el respeto de los Derechos Humanos durante los convulsionados años 90. Fallece en Lima el 4 de septiembre del año 2000, a los 77 años de edad.
Recordamos las palabras del escritor Mario Vargas Llosa:
"Aunque no soy católico, ni creyente, tengo buenos amigos católicos, y entre ellos, incluso, hasta algunos del Opus Dei. Tuve un gran respeto y admiración por el antiguo arzobispo de Lima, el cardenal Vargas Alzamora, que defendió los derechos humanos con gran coraje y serenidad en los tiempos de la dictadura, y que fue una verdadera guía espiritual para todos los peruanos, creyentes o no. Y lo tengo por monseñor Luis Bambarén, o por el padre Juan Julio Wicht, el jesuita que se negó a salir de la Embajada del Japón y prefirió compartir la suerte de los secuestrados del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, y por el padre Gustavo Gutiérrez, de cuyo talento intelectual disfruto cada vez que lo leo, pese a mi agnosticismo". (El País, 8 diciembre 2002).