sábado, 17 de diciembre de 2016

LIBRO COMPLETO DE SANTA ROSA MÍSTICA Báez Rivera, Emilio Ricardo Las palabras del silencio de santa Rosa de Lima o la poesía visual del Inefable

Báez Rivera, Emilio Ricardo

Las palabras del silencio de santa Rosa de Lima o la poesía visual del Inefable,
2012, 196 p

¿Conocen esta obra? Una delicia y una de las pocas que ahonda en su belleza literaria y experiencia mística. En pleno IV centenario de su muerte, es ideal para adentrarse en su rico mundo interior y no quedarse en lo superficial, político o morboso.
Esperamos con ansiedad la obra de la doctora Rosa Sonia Carrasco que desde el punto de vista literario, histórico, espiritual nos abrirá el alma de la gran mística peruana.

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Estudio del pensamiento y de la mística de santa Rosa de Lima a la luz de los protocolos de beatificación y de canonización, así como de sus hológrafos, en los que expresó una tipología de 15 experiencias extraordinarias con la persona divina de Cristo en diferentes momentos de su cronología humana. Los hológrafos rosarianos son comentados desde diversas tradiciones culturales (el arte de la memoria, la emblemática renacentista, el collage, el ideograma lírico y el Sagrado Corazón de Jesús, entre otras), para profundizar en la significación de su simbología místico-cristiana.

Emilio Ricardo Báez Rivera es catedrático auxiliar del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, donde obtuvo el bachillerato y la maestría en Estudios Hispánicos. Se doctoró en Filología hispanoamericana colonial en la Universidad de Sevilla.



Está completa en internet y ha sido auspiciada desde esta Universidad de Navarra


jueves, 15 de diciembre de 2016

Un predicador de lujo. El P. Samamé, OP, en Huacho (Tradición de Ricardo Palma)

Un predicador de lujo. El P. Samamé, OP, en Huacho

http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/tradiciones-peruanas-primera-serie--0/html/ff170c4a-82b1-11df-acc7-002185ce6064_3.html#I_18_

 

El padre Samamé, de la orden dominica, en treinta años que tuvo de conventual no predicó más que una vez; pero esa bastó para su fama. De lo bendito poquito.

Lo que voy a contar pasó en la tierra donde el diablo se hizo cigarrero, y no le fue del todo mal en el oficio.

Huacho era, en el siglo anterior, un villorrio de pescadores y labriegos, gente de letras gordas o de poca sindéresis, pero vivísima para vender gato por liebre. Ellos, por arte de birlibirloque o con ayuda de los polvos de pirlimpimpim, que no sabemos se vendan en la botica, transformaban un róbalo en corvina y aprovechaban la cáscara de la naranja para hacer naranjas hechizas.

Los huachanos de ahora no sirven, en punto a habilidad e industria, ni para descalzar a sus abuelos. Decididamente las razas degeneran.

A los huachanos de hoy no les atañe ni les llega a la pestaña mi cuento. Hablo de gente del otro siglo y que ya está criando malvas con el cogote. Y hago esta salvedad para que no brinque alguno y me arme proceso, que de esas cosas se han visto, y ya estoy escamado de humanas susceptibilidades y tonterías.

Aconteció por entonces que aproximándose la semana santa, el cura del lugar hallábase imposibilitado para predicar el sermón de tres horas por causa de un pícaro reumatismo. En tal conflicto, escribió a un amigo de Lima, encargándole que le buscase para el Viernes Santo un predicador que tuviese siquiera dos bes, es decir, bueno y barato.

El amigo anduvo hecho un trotaconventos sin encontrar fraile que se decidiera a hacer por poca plata viaje de cincuenta leguas entre ida y regreso.

Perdida ya toda esperanza, dirigiese el comisionado al padre Samamé, cuya vida era tan licenciosa, que casi siempre estaba preso en la cárcel del convento y suspenso en el ejercicio de sus funciones sacerdotales. El padre Samamé tenía fama de molondro y, no embargante ser de la orden de predicadores, jamás había subido al púlpito. Pero si no entendía jota de lugares teológicos ni de oratoria sagrada, era en cambio eximio catador de licores, y váyase lo uno por lo otro.

Abocóse con él el comisionado, lo contrató entre copa y copa, y sin darle tiempo para retractarse lo hizo cabalgar, y sirviéndole él mismo de guía y acompañante salieron ambos caminito de Chancay.

Llegados a Huacho, alborotóse el vecindario con la noticia de que iba a haber sermón de tres horas y predicado por un fraile de muchas campanillas y traído al propósito de Lima. Así es que el Viernes Santo no quedó en Laurima, Huara y demás pueblos de cinco leguas a la redonda bicho viviente que no se trasladara a Huacho para oír a aquel pico de oro de la comunidad dominica.

El padre Samamé subió al sagrado púlpito; invocó como pudo al Espíritu Santo, y se despachó como a Dios plugo ayudarle.

Al ocuparse de aquellas palabras de Cristo, hoy serás conmigo en el paraíso, dijo su reverencia, sobre poco más o menos: «A Dimas, el buen ladrón, lo salvó su fe; pero a Gestas, el mal ladrón, lo perdió su falta de fe. Mucho me temo, queridos huachanos y oyentes míos, que os condenéis por malos ladrones».

Un sordo rumor de protestas levantóse en el católico auditorio. Los huachanos se ofendieron, y con justicia, de oírse llamar malos ladrones. Lo de ladrones, por sí solo, era una injuria, aunque podía pasar como floreo de retórica; pero aquel apéndice, aquel calificativo de malos, era para sublevar el amor propio de cualquiera.

El reverendo, que notó la fatal impresión que sus palabras habían producido, se apresuró a rectificar: «Pero Dios es grande, omnipotente y misericordioso, hijos míos, y en él espero que con su ayuda soberana y vuestras felices disposiciones llegaréis a tener fe y a ser todos sin excepción buenos, muy buenos ladrones».

A no estar en el templo el auditorio habría palmoteado; pero tuvo que limitarse a manifestar su contento con una oleada que parecía un aplauso. Aquella dedada de miel fue muy al gusto de todos los paladares.

Entretanto, el cura estaba en la sacristía echando chispas, y esperando que descendiese el predicador para reconvenirlo por la insolencia con que había tratado a sus feligreses.

-Es mucha desvergüenza, reverendo padre, decirles en su cara lo que les ha dicho.

-¿Y qué les dije? -preguntó el fraile sin inmutarse.

-Que eran malos ladrones...

-¿Eso les dije? Pues, señor cura, ¡me los mamé!

-Gracias a que después tuvo su paternidad el tino suficiente para dorarles la píldora.

-¿Y qué les dije?

-Que andando los tiempos, y Dios mediante, serían buenos ladrones...

-¿Eso les dije? Pues, señor cura, ¡me los volví a mamar!

Y colorín, colorado, aquí el cuento ha terminado.

martes, 13 de diciembre de 2016

Fallece monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei

Fallece monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei

Posted by Redaccion on 13 December, 2016

Mons. Javier Echevarría

(ZENIT – Roma).- A las 21.10 del 12 de diciembre, en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, ha fallecido monseñor Javier Echevarría, obispo y segundo sucesor de san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei. El vicario auxiliar de la prelatura, monseñor Fernando Ocáriz, pudo administrarle los últimos sacramentos esta misma tarde, informa un comunicado de prensa del Opus dei.

Asimismo, se indica que el prelado del Opus Dei había sido hospitalizado el pasado 5 de diciembre en el policlínico Campus Bio-Medico de Roma a causa de una leve infección pulmonar. Monseñor Echevarría estaba recibiendo un antibiótico para combatir la infección. Fuentes del centro médico han señalado que "el cuadro clínico se complicó hace tres días, agravándose en las últimas horas y provocando una insuficiencia respiratoria que ocasionó el fallecimiento".

Como prevé el derecho de la prelatura, el gobierno ordinario de la prelatura recae ahora sobre vicario auxiliar y general monseñor Fernando Ocáriz. Según los estatutos de la Prelatura, a él compete convocar en el plazo de un mes un congreso electivo que elija al nuevo prelado. El congreso ha de celebrarse en el plazo de 3 meses. La elección debe ser posteriormente confirmada por el Papa.

El Prelado ha fallecido a los 84 años de edad. Nació en Madrid en 1932, y en esa misma ciudad conoció a san Josemaría, de quien fue secretario desde 1953 hasta 1975. Más adelante, fue nombrado secretario general del Opus Dei. En 1994 fue elegido prelado. Recibió de manos del san Juan Pablo II la ordenación episcopal el 6 de enero de 1995 en la basílica de San Pedro.

Durante la noche se han celebrado diversas misas de corpore insepultoen la capilla del centro hospitalario. Monseñor Fernando Ocáriz celebró la primera hacia la 1 de la madrugada. Al comunicar la noticia, monseñor Fernando Ocáriz, vicario auxiliar y general de la prelatura del Opus Dei, comentó que se trata de un momento "de oración, de serenidad y de unidad". Y añadió: "A la pena por la marcha de un padre, se une el agradecimiento por el cariño y el buen ejemplo que nos ha dado en estos 22 años como prelado".

Los hermosos cantos en Quechua que sonaron en Misa oficiada por el Papa Francisco, Diciembre 2016

Los hermosos cantos en Quechua que sonaron en Misa oficiada por el Papa Francisco

Captura de Youtube / Vatican

Este 12 de diciembre del 2016 el Papa Francisco ofició en el Vaticano una Misa por América Latina en la que se oyeron algunos antiguos cantos en quechua.

El primero fue Hanacpachap cussicuinin, el cual es un antiguo himno procesional en Quechua dedicado a la Santísima Virgen María.  Esta canción tiene la particularidad de ser la primera obra polifónica compuesta en América y aparece por primera vez en 1631 en el "Ritval formulario; e institución de cvras para administrar a los naturales de este reyno, los santos sacramentos del baptismo. Confirmación, eucaristía y viático, penitencia, extremaunción, y matrimonio: con aduertencias muy necessarias" (Sí… el título es algo extenso).

El autor Juan Pérez de Bocanegra (1598 – 1631) fue párroco en San Pedro de Andahuaylillas en Perú y era un experto en lenguas indígenas. Precisamente por esta razón es que Hanacpachap cussicuinin fue compuesta en Quechua.

Letra en Quechua:

Hanacpachap cussicuinin,
Huaran cacta muchas caiqui.
Yupairuru pucocmallqui,
Runa cunap suyacuinin.
Callpannacpa quemicuinin,
Huaciascaita.

Uyarihuai muchascaita
Diospa rampan Diospamaman
Yurac tocto hamancaiman
Yupascalla, collpascaita
Huahuaiquiman suyuscaita
Ricuchillai.

Traducción al Español:

Alegría del cielo
Te venero mil veces
Fruta preciosa de árbol fructífero,
Esperanza que anima
Y da soporte a los hombres,
Oye mi oración.

Oh, columna de marfil, madre de Dios
De iris hermoso, amarillo y blanco,
Recibe esta canción que te ofrecemos,
Ven a nuestra ayuda,
Muéstranos el fruto de tu vientre.

El segundo fue Sumac, un antiguo himno en Quechua que significa Santo. Aunque su letra no corresponde totalmente con el texto litúrgico es muy común que sea utilizado en las regiones andinas en lugar del Sanctus. La solemnidad y belleza que caracteriza esta melodía la hace apropiada para la liturgia y así es aceptada en los cantorales litúrgicos aprobados por muchas conferencias episcopales.

Letra en Quechua:

Sumac, sumac, sumac

Ancha sumaq kanki, Dius taytaku
Kusi-Kusilla (2), hanaq pachapi

Sumaq llataqkachun sutikipi hamuq
Kusi-Kusilla (2), hanaq pachapi

Sumac, sumac, sumac,

Letra en Español:

Santo, Santo, Santo

Eres Dios Padre tan bueno
Alegre (2) Dios de la tierra

Hermoso el que viene en nombre de Dios
Alegre (2) Dios de la tierra

Santo, Santo, Santo

 

viernes, 2 de diciembre de 2016

Domingo Ramos-Lissón, gran historiador de la Iglesia primitiva, profesor emérito de la Facultad de Teología de Navarra (+)

Fallece Domingo Ramos-Lissón, profesor emérito de la Facultad de Teología

Experto en Historia de la Iglesia y en Patrología, llegó a publicar más de 80 libros y artículos de investigación

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FOTO: Manuel Castells
 
28/11/16 09:45 Chus Cantalapiedra

El profesor emérito de la Facultad de Teología Domingo Ramos-Lissón falleció el 27 de noviembre en Pamplona. Había nacido en Madrid en 1930, donde estudió Derecho en la Universidad Central de Madrid.

Posteriormente se trasladó a Roma para realizar los estudios teológicos en la Pontificia Universidad Lateranense, y allí se doctoró. Recibió la ordenación sacerdotal en diciembre de 1959 en Madrid. Durante su estancia en Roma conoció a san Josemaría, quien le hizo despertar su interés por la antigüedad cristiana. Fruto de ello nació su trabajo Los primeros cristianos (1968), que, ampliado y revisado, alcanzó tres ediciones.

Se incorporó a la Universidad de Navarra en 1971, de la mano del profesor José Orlandis, donde realizó tareas docentes, investigadoras y directivas. Compaginó las labores propias de su condición sacerdotal con su actividad científica.

Experto en Patrología e Historia Antigua de la Iglesia, mantuvo una intensa actividad investigadora con más de ochenta libros y artículos publicados en revistas especializadas. Entre sus numerosas publicaciones destacan Compendio de Historia de la Iglesia Antigua (EUNSA, 2009) y Patrología (EUNSA, 2005), centrado en la vida de los Padres de la Iglesia: "su gran sueño", tal y como señala Josep Ignasi Saranyana, profesor emérito de la Facultad de Teología.

Fue muy importante su aportación al desarrollo del Instituto de Historia de la Iglesia de la Universidad de Navarra, del que fue subdirector de 1984 a 1990, y director entre 1990 y 1996. Además, impulsó el nuevo Anuario de Historia de la Iglesia (desde 1991).

El perfecto caballero: cordialidad extraordinaria y permanente sonrisa

Una de sus labores más conocidas en la Universidad fue la de asesoramiento y colaboración en la dirección de la Biblioteca del centro académico. Por encima de todo "fue un gran amante de los libros", relata el profesor Saranyana: "Dedicó muchísimas horas a la Biblioteca hasta lograr que esta sea hoy, al menos en materias teológicas, un referente internacional".

Domingo Ramos fue miembro de la "Association Internationale d'Études Patristiques", de la "Societas Internationalis Studiorum Historiae Conciliorum Investiganda", de la "Sociedad Española de Estudios Clásicos" y de la "Association Française d'Histoire Réligieuse et des Idées". Además, su apertura al mundo internacional le llevó en 1997 a obtener el Premio Europa, concedido por el Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Navarra.

"Algunos lo definían como el 'perfecto caballero', y con razón, por sus educados modos y por su permanente sonrisa", afirma el profesor Saranyana. "Siempre hizo gala de una cordialidad y exquisitez extraordinarias, que nunca abandonó, ni siquiera en las etapas de mayor tensión: durante la larga enfermedad de su madre (a la que atendió con filial solicitud); cuando se acumulaban el trabajo o los compromisos editoriales; o en las temporadas en que el ministerio sacerdotal le exigía una mayor dedicación. Era, sin duda, una persona de talante pacífico, que inspiraba serenidad, un buen sacerdote y un gran universitario, muy identificado con el mundo británico, particularmente con el de Oxford". 

Semblanza escrita por Marcelo Merino, profesor emérito de la Facultad de Teología (PDF)

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lunes, 28 de noviembre de 2016

Beato Ramón Llull: VII centenario de su muerte: http://www.bibliotecascapuchinas.org/actualidad/vii-centenario-de-la-muerte-del-beato-ramon-llull

https://es.wikipedia.org/wiki/Ramon_Llull#Blanquerna

VII centenario de la muerte del beato Ramón Llull

Hoy 27 de noviembre, festividad del beato Ramón Llull,  vamos a realizar un pequeño homenaje a este escritor prolífico y polifacético que en este año 2016 celebra el VII centenario de su muerte.

José Ángel Echeverría nos presenta una breve biografía:

Ramón Llull, Doctor Iluminado (1232-1316)

Fue escritor, científico, filósofo, misionero y teólogo. Escribió muchísimas obras (c. 280) de temática variada en catalán medieval, árabe y latín.

Ramón Llull nació en Palma de Mallorca, capital del reino de Mallorca, recién conquistado por Jaime I de Aragón. Mallorca era una encrucijada y crisol de las tres culturas, cristiana, islámica y judía. No se conoce la fecha exacta de su nacimiento, pero debió ser entre finales de 1232 y 1233. Fue hijo de Ramón Amat Llull e Isabel d'Erill, ambos de importantes familias barcelonesas. El matrimonio se estableció en la isla con el ejército de ocupación de Jaime I, recibiendo tierras. Aunque se conocen pocos datos de su juventud y de su vida anteriores a la conversión, sabemos que fue paje y preceptor del segundo hijo de Jaime I de Aragón, el que llegaría a ser Jaime II de Mallorca. Pronto, debido a su inteligencia, ascendió en la corte llegando a mayordomo real. En estos años disfrutó del lujo de la corte llevando una vida licenciosa, siguiendo el estilo de vida y la cultura de los trovadores provenzales, que impregnaba la isla y la vida de la nobleza catalana. Compuso canciones de amor picarescas y divertidas. En 1257 se casó con Blanca Picany, con la que tuvo dos hijos, Domènec y Magdalena, aunque esto no parece que modificara su comportamiento. En 1267, a los treinta años, su vida sufrió un cambio de ciento ochenta grados, pues tuvo cinco visiones de Cristo crucificado en cinco noches consecutivas. La impresión que le causaron estas visiones lo llevó a vender casi todo su patrimonio para dejárselo anticipadamente a su mujer e hijos. De común acuerdo con ellos dejó la familia para dedicarse a la predicación del evangelio con el objetivo de convertir a los musulmanes y judíos a la fe cristiana. Este objetivo se concretizaba en tres propósitos: convertir a los musulmanes a la fe cristiana, escribir un libro, superior a todos los demás, para convencer de sus errores a los no cristianos y conseguir que en los conventos y monasterios se enseñaran las lenguas orientales para que de ese modo los misioneros enseñaran la doctrina cristiana a los infieles.

Fruto de su conversión fue su peregrinación a Rocatallada y Santiago de Compostela, pero a su vuelta san Raimundo de Peñafort, maestro general de los dominicos, le convenció en Barcelona para que cursara en Mallorca, durante nueve años, los estudios de filosofía y teología. En esos años se retiró al monte Randa, entregándose a la contemplación, y también a Miramar y al monasterio cisterciense de Santa María la Real, donde los monjes le enseñaron latín, gramática y filosofía, tanto islámica como católica. Durante este periodo de tiempo compró un esclavo musulmán que le enseñó el árabe (posteriormente intentaría matarlo). Se familiarizó con las principales obras de Aristóteles y con la obra más estudiada de la lógica medieval, las Summulae logicales de Pedro Hispano. En Montpellier, que formaba parte del reino de Mallorca y donde existía ya una universidad importante, estudió medicina y jurisprudencia. Al final de estos años escribió seguramente el extenso Libro de la contemplación, que incluye la mayor parte de su pensamiento, sistematizado más tarde en su Arte. En 1274 el infante Jaime lo llamó a su castillo de Montpellier, donde escribió su Ars demostrativa, lo que le valió una recompensa económica que invirtió en la construcción del monasterio de Miramar (1276), en donde misioneros de la Orden franciscana estudiarían lenguas orientales y otros métodos misioneros para rebatir la filosofía islámica y poder así convertir a los musulmanes. Las visiones de Cristo crucificado y la iluminación a la hora de escribir el Libro de contemplación y el Arte le valieron posteriormente la denominación de Doctor Iluminado. El papa Juan XXI le felicitó públicamente por su obra, pero su sucesor Nicolás IV, primer papa franciscano, se mostró remiso a aceptar sus propuestas sobre una nueva cruzada. Entonces viajó por Europa, Tierra Santa, Asia Menor y el Magreb, predicando en las mezquitas y sinagogas, acarreándose problemas, pues los fieles de esas religiones no siempre lo recibían con agrado. Durante esos viajes escribió gran cantidad de obras en las que refutaba los errores de las otras religiones, al tiempo que intentaba la fundación de nuevos colegios de misioneros.

En 1286 Ramón Llull consiguió el título de magister por la Universidad de París, y un año después viajó a Roma para proponer al papa y a los dignatarios eclesiásticos sus planes para la cruzada y la conversión de los infieles, pero no fue escuchado. Las turbulencias de los tiempos (muerte de Jaime I en 1276 y división del reino entre los dos hijos, Pedro y Jaime, vísperas sicilianas en 1282, invasión de Cataluña por los franceses en 1285) hicieron que Llull se estableciera en Perpiñán y Montpellier (territorios del dominio de Jaime II, junto con Mallorca, según la repartición de su padre Jaime I). En Montpellier escribió el Libro del gentil y de los tres sabios, su obra apologética más conocida, y su primera gran novela Blanquerna, que incluye el Libro del amigo y del amado. Hacia 1295 habría ingresado en la Tercera orden franciscana, aunque no es completamente seguro. Esto lo avala el hecho de que su sepultura tuviera lugar en la iglesia del convento de San Francisco de Palma. En 1299 Jaime II, rey de Mallorca, lo autorizó para predicar en las mezquitas y sinagogas de su reino. En 1305, después de la caída del reino de Jerusalén, propuso su segunda versión sobre cómo recuperar Tierra Santa con distintos escritos. Ramón Llull proponía unificar las órdenes militares bajo un príncipe cristiano (rex bellator), y comenzar la conquista partiendo de Almería, Granada, norte de África y Egipto, con la protección de una flota. Parece que destinaba en esta cruzada un papel especial de liderazgo al rey Jaime II de Aragón, que acababa de conquistar Murcia y que había establecido contactos para los mercaderes de la Corona de Aragón en Alejandría. Pero nada se llevó a cabo, excepto una expedición fallida de Jaime II sobre Almería. En 1307 viajó al norte de África, siempre con el objetivo de disputar con los musulmanes y convertirlos a la fe cristiana, pero estuvo a punto de ser lapidado. Entonces se dirigió a la ciudad de Pisa, alcanzando la costa de la Liguria después del naufragio de la nave., permaneciendo un tiempo en Génova.

Un hecho de singular relevancia en la vida de Ramón Llull fue su participación en el concilio de Vienne de 1311, convocado por el papa Clemente V. Llull estuvo presente en las tres sesiones conciliares porque fue llamado al concilio. La cruzada y la reforma de la Iglesia le interesaban sobre manera, pues habían sido sus temas predilectos durante décadas. Pero sobre el castigo y supresión de los Templarios quedan todavía muchas dudas, pues por algunas referencias no parece que hubiera votado en contra de ellos, ya que los estimaba por su actuación sacrificada en las cruzadas. Cuestión importante fue que su propuesta de crear colegios para enseñar a los misioneros hebreo, árabe y las lenguas orientales en París, Oxford, Bolonia, Salamanca y en la corte papal (Aviñón) fue aceptada, aunque la de convocar una nueva cruzada fue rechazada. A continuación se fue a Montpellier y Mallorca, donde permaneció un año (1312-1313), escribió una serie de sermones y redactó su testamento. Seguidamente viajó a Sicilia, estableciéndose en Mesina, pero el rey no se interesó por sus planes misioneros. De allí zarpó a Túnez, en su tercera y última misión al norte de África. Durante estos últimos años se mantuvo activo física e intelectualmente llegando a escribir unas setenta obras (breves). Las últimas están fechadas en diciembre de 1315 en Túnez. Los estudiosos de su vida y obra datan su muerte entre esta fecha y marzo de 1316, una vez vuelto de África a Mallorca. Fue enterrado en la iglesia de San Francisco de Palma. Las historias sobre su martirio, apedreado por una turba de musulmanes, son legendarias, fomentadas por los que promovían su canonización. Pero sí habría padecido prisión, torturas, golpes e insultos.

Ramón Llull fue seguidor del pensamiento de los franciscanos Roger Bacon y San Buenaventura, introduciendo el pensamiento moral caballeresco dentro de la filosofía y teología de su tiempo. Se mostró contrario al pensamiento racionalista representado por el pensador cordobés Averroes, llegando a construir todo un sistema conceptual propio basado en conceptos mecánicos, distinto al de la escolástica, que no le satisfacía. Comprendía el pensamiento árabe y respetaba sus sistemas avanzados (lógica, simbología, álgebra). En sus escritos se encuentran huellas de la riquísima corriente mística musulmana sufista. Llull fusionaba la filosofía con la teología, en contra de la filosofía-teología musulmanas, pues lo que es cierto en filosofía no puede ser falso en teología, ambas llegan a la verdad por caminos diversos. La teología se apoya en la razón y la revelación y la filosofía sólo en la razón. Los árabes criticaron sus Ars magna porque, según ellos, lo que es falso en filosofía puede ser verdadero en teología, ya que Dios puede pasar por encima de las limitaciones de la ciencia. Para Llull la doble verdad era imposible, pues tanto la filosofía como la teología eran en realidad la misma cosa, lo que llevaba a una identificación excesiva entre fe y razón. Un hombre sin fe no era capaz de razonar, y el hombre de fe disponía de una razón perfecta. Así acababa con la diferencia entre las verdades naturales y sobrenaturales. La fe ilumina a la razón, por ejemplo para desentrañar el misterio de la Santísima Trinidad. Pero también la fe necesita de la razón, pues la fe por sí misma puede conducir al error, puede ser ciega. La técnica luliana fue difundida en España sobre todo en las universidades de Barcelona y Valencia, pero la jerarquía católica no vio con agrado la difusión de esta doctrina por el peligro que suponía desdibujar la diferencia entre una verdad natural y otra sobrenatural. Algunos papas condenaron las doctrinas de Llull, por lo que nunca fue canonizado, aunque su culto data de antiguo y su fiesta se celebra el 27 de noviembre. Actualmente se ha reactivado el proceso de su canonización.

Además de las obras ya citadas, y aunque no se puede dar aquí la lista de todas, escribió obras de filosofía, como Ars magna, de ciencia, como el Árbol de ciencia y el Tratado de astronomía, de educación, como Blanquerna, que incluye el Libro del amigo y del amado, de mística, el Libro de contemplación, de gramática, Retórica nueva, de caballería, Libro del Orden de Caballería, novelas, Libro de las maravillas, que incluye el Libro de las bestias. También escribió el Libro de los mil proverbios, y el silogismo, Libro de la disputa de Pedro y Ramón, el Fantástico, y La ciudad del mundo. Para conocer su vida es imprescindible la Vida coetánea, una narración de su vida que el mismo Llull relató a ciertos religiosos amigos suyos (monjes de la cartuja de Vauvert) en 1311, al final de su estancia de dos años en París.

Con el fin de facilitar, a todo el que le interese, ampliar sus conocimientos en nuestras bibliotecas, vamos a mostrar todas las obras suyas y sobre su persona que tenemos en el catálogo de nuestras bibliotecas con el fin de hacerlas más accesibles.
Nuestras bibliotecas cuentan en su catálogo con 65 títulos que contienen la obra de Llull y 51 que nos hablan, desde diferentes puntos de vista, sobre su figura y su obra. También contamos con 7 publicaciones periódicas que realmente son 3 títulos con diferentes fases.

De todas estas queremos destacar 2 que pertenecen a nuestra Biblioteca de Escritores Capuchinos y a la Biblioteca Digital de Capuchinos. Estas son las obra de Celestino Aós, Obispo de Copiapó, La imaginación en el sistema de Ramón Llull y la obra de Antonio Oteiza Vida coetánea de Ramón Llull y 28 pinturas de Antonio Oteiza. También, en breve, contaremos en nuestras bibliotecas con el nuevo número de la revista Estudios franciscanos dirigida por el hermano José Ángel Echeverría y publicada por las provincias capuchinas ibéricas que va a estar dedicado a la figura de Ramón Llull, lo presentaremos en cuanto lo recibamos.

SALAMANCA EN IBEROAMÉRICA, Miguel Anxo Pena: http://www.enciclopedicohistcultiglesiaal.org/diccionario/index.php/SALAMANCA_EN_IBEROAM%C3%89RICA

http://www.enciclopedicohistcultiglesiaal.org/diccionario/index.php/SALAMANCA_EN_IBEROAM%C3%89RICA

SALAMANCA EN IBEROAMÉRICA

Contenido

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Introducción

Aunque el término «Escuela de Salamanca» resulta polivalente, y cada uno lo entiende en razón de sus propios intereses y contextos, podríamos afirmar que se trata de un grupo de teólogos y juristas de los siglos XVI y XVII, vinculados de manera amplia a la Universidad de Salamanca, que llevan a las ciencias eclesiásticas a un momento de riqueza y esplendor, con fuertes resonancias en los marcos sociales y políticos del momento. Aunque tradicionalmente se ha identificado la Escuela con los teólogos dominicos, teniendo como padre a Francisco de Vitoria, es necesario reconocer que, en Salamanca a lo largo de los siglos XVI y XVII, se dan diversas Escuelas de pensamiento, en las que uno de los elementos identificadores es el uso de la Summa de Santo Tomás en vez del libro de las Sententiae de Pedro Lombardo; de donde ya se intuye que las interpretaciones de la misma serán variadas, así como algunos aspectos formales referentes a la manera de comunicar los conocimientos y la preocupación por los problemas que aquejan a los hombres, en una lectura humanista.

La relación de dicha Escuela con el entorno hispanoamericano es temprana y natural. Los mo-tivos son diversos y de suma importancia. El cambio de paradigma que supone el Descubri-miento y Conquista de América, abre los horizontes y cuestiones que preocupan a los intelec-tuales, especialmente a los de la Universidad salmantina. Así, desde un primer momento, éstos se plantearán la licitud e ilicitud de la Conquista, así como de la guerra. Fruto de este tipo de reflexiones serán las "relecciones académicas" de los maestros salmantinos, en las que abordarán estas cuestiones ante toda la comunidad académica.

Francisco de Vitoria, en enero de 1539, pronunciaba su relección «De indis» y, en junio de ese mismo año, la «De iure belli». Dichos textos suponían una profunda novedad respecto a las visiones tradicionales y crearon un serio debate, tanto en los ámbitos intelectuales como cortesanos. Era, por tanto, la apertura a una nueva sensibilidad y atención hacia los problemas que vivía el ser humano; especialmente aquellos que se encontraban en una situación social más calamitosa, poniendo en primer nivel la preocupación por el hombre. Hemos de reconocer que ésta será eminentemente teórica, pero las ideas irradiarán desde Salamanca a todo el Orbe católico, fundamentalmente desde la Facultad de Teología, en la que han de ser también considerados los Estudios Generales de Órdenes religiosas incorporados a la misma.

Es importante tener en cuenta que los profesores salmantinos tenían un profundo conoci-miento de todo lo que estaba aconteciendo en las Indias, puesto que los misioneros les escri-bían pidiendo su parecer acerca de cómo abordar diversas situaciones concretas que iban surgiendo. A esos problemas responde Vitoria en las dos relecciones aludidas. Precisamente por ello, la argumentación está centrada en una teología humanística y positiva, que presta atención a la filosofía y a la moral, al tiempo que atiende hacia las cuestiones jurídicas y políticas, que se concretarán en el derecho natural, internacional, político e, incluso, económico. Entre los autores vinculados, que tendrán una influencia aquende y allende los mares, habría que señalar a: Francisco de Vitoria, OP, Martín de Azpilcueta, Alfonso de Castro, OFM Obs, Domingo de Soto, OP, Francisco Suárez, SJ, o Luis de Molina, SJ.

Humanismo y moral práctica

La singularidad del pensamiento mira al hombre y a sus problemas, leídos e interpretados a partir de una conciencia moral, con repercusiones concretas e ineludibles en el campo religio-so, jurídico y en la misma organización social y política. De esta manera, podemos especificar unas polémicas que serán las que marquen la clave de la Escuela de Salamanca a lo largo del siglo XVI: 1. La cuestión de los títulos, en relación al dominio español en América; 2. La proble-mática sobre la obediencia o desobediencia civil, en confrontación con las concepciones políti-cas autoritarias y teocráticas; 3. Las controversias mercantiles, que por el intercambio de ma-terias primas traídas de América, así como por el envío de productos manufacturados, se producía una fuerte inflación en los precios; 4. El debate sobre la libertad de los mares. Estos aspectos, con una fuerte relevancia social y política, serán abordados a partir de una teología de corte práctico, proponiendo o consolidando una vía nueva, con una metodología propia, que va determinando un saber y una ciencia independiente. De esta manera, la vinculación entre moral y derecho se pone nuevamente de manifiesto y Domingo de Soto O.P., es uno de sus máximos exponentes con la publicación de su "Tractatus de Iustitia et Iure", en el que, desde una visión teológico-moral, está perfectamente imbricado el derecho. Con todo, la obra que tendrá más resonancia será, bajo ese mismo título, la de Luis de Molina, SJ.

La primera mitad del siglo XVI se inspira en las disputas acerca de los naturales de las Indias. La bula "Inter coetera", de Alejandro VI, promulgada en 1493 a favor de los Reyes Católicos, venía siendo puesta en discusión con anterioridad a Vitoria por diversos autores, tanto juristas como teólogos. La fuente argumentativa de esta discusión estaba, precisamente, en la interpretación que los diversos autores hacían del derecho natural. Consideraban que la autoridad pontificia no podía intervenir de igual manera en el poder temporal, como lo hacía en el espiritual. El detalle tiene su importancia, puesto que, cuando Francisco de Vitoria escriba en 1539 su relección "De potestate Ecclesiae prior", limitará también la potestad civil del Papa, de la que lógicamente se deducía una lectura concreta de los poderes de los soberanos sobre diversos territorios y, muy particularmente, sobre aquellos que habían sido recientemente descubiertos. Este tipo de afirmaciones crearon su revuelo; la prueba más concreta la tenemos en la publicación de su relección "De potestate civili". En sus constantes matizaciones, el dominico, aun señalando la independencia de dichas potestades, no dejará de hacer depender, de alguna manera, el poder civil del espiritual. En este sentido, en relación con las Indias Occidentales y los intereses de la Corona de Castilla, sólo podía existir un fin de orden espiritual: el anuncio del Evangelio. Así, a partir de este argumento muchos autores intentarán fundamentar la legitimidad o ilegitimidad de una serie de prácticas. Entre ellos nos encontramos a autores de la importancia de Juan de Zumárraga, OFM Obs, Toribio de Benavente, OFM Obs, Alonso de la Veracruz, OESA, Juan Ginés de Sepúlveda, Bartolomé de las Casas, OP, Gregorio López, José de Acosta, OP, Juan Solórzano Pereira o Juan Zapata y Sandoval, OESA.

Los indios, en cuanto portadores de derechos naturales, y por lo mismo, de derecho y dominio originario, eran verdaderos señores, algo que no dependía de cualesquiera leyes humanas, sino que estaba en estrecha relación con la ley natural y divina, por la que el hombre tenía la capacidad de defender su propia vida. Dicho dominio en cuanto hombres, y en una deducción vinculada con la Tradición, estaba basada en la concepción de éste como «imago Dei» por naturaleza. Vitoria no se queda en una deducción simplista de los hechos históricos sino que, partiendo de éstos, es capaz de centrarse en los principios morales de la convivencia humana. El dominio viene considerado como un derecho. De esta manera, se constituye en defensor de lo natural con sus prerrogativas y normas, sin mengua del orden divino sobrenatural, llegando a afirmar que, aunque los indios parecía que no entendían, esto no los incapacitaba para poseer un dominio real, ni justificaba el hecho de que fueran tratados como esclavos según el derecho civil.

En la esclavitud estaba uno de sus argumentos más significativos, ya que entendía que nadie es esclavo por naturaleza. Por ello, en carta al P. Arcos, con relación a la muerte del rey Atahualpa, hacía referencia a los límites de la comprensión de la esclavitud, de tal suerte que era difícil sostener que los pueblos de las Indias fueran bárbaros. En el origen de esa argumentación se daba una tendencia a identificar al indio con el concepto clásico de bárbaro, discurso muy adecuado para defender los intereses de la Corona y poder reducir a servidumbre a los naturales. De esta manera, en contra de la esclavitud de los indios se desarrollará toda una línea de pensamiento, que irá tomando matices diversos.

Es preciso recordar que la doctrina común, según la cual a los vencidos en guerra justa podían ser reducidos a servidumbre, no era aplicable a los indios; pues, si los españoles hubieran tenido una causa justa para hacer la guerra, también los naturales podrían haber gozado de ellas para rechazar la violencia que se les hacía. Por otra parte, si la finalidad de esas guerras tenía como fin el llevar a los indios a una vida más civilizada y atraerlos a la religión cristiana, no parecía muy sensato hacerlos esclavos.

Al mismo tiempo, las preocupaciones de las controversias mercantilistas tendrán también un atento y significativo desarrollo, acercándose a los problemas concretos que preocupaban a la gente sencilla. Precisamente por ello, un grupo de teólogos y juristas dirigirán su atención hacia un tema concreto como el mercantil, que se había visto fuertemente agravado a conse-cuencia del intercambio de materias primas y manufacturadas entre la Península y América. Entre las figuras sobresalientes cabe destacar a Tomás de Mercado, OP, Luis de Molina, SI, o Bartolomé Frías de Albornoz. De los cuales, el primero y el último fueron también maestros en la Universidad de México. Además de las propias resonancias que este tipo de obras tenían en confesores y comerciantes, irán generando una conciencia social apreciable en temas de serio calado, como era el valor del dinero e, incluso, la esclavitud de los naturales, que desencadenará también a finales del siglo XVII propuestas concretas también respecto a la esclavitud de los africanos.

La preocupación social

Con todo, es necesario evidenciar que, la figura señera del pensamiento que tiene su origen en Salamanca, a lo largo de los siglos XVI y XVII, será el jesuita Francisco Suárez. Éste será el que más resonancia tenga en el marco americano, desde el siglo XVI hasta el momento mismo de los movimientos emancipadores. El doctor Eximio es un autor de la segunda mitad del siglo XVI, por lo que sus preocupaciones y temas de reflexión sufrirán ya una evolución. Si en la primera mitad del siglo la mirada se dirige fundamentalmente hacia el tema indiano, ahora la preocupación se orienta hacia el bien común, considerándolo a partir de la conciencia socio-política, interpretada desde la nueva preocupación que no era otra que la soberanía popular. Suárez quiere formular una teoría de la soberanía y del Estado que estuviera basada en la voluntad y en el consenso humano, sin que al gobernante le fuera conferido poder alguno de Dios. Era el problema de la obligación política y su concreción en la posibilidad de la desobediencia civil. Las consecuencias de su pensamiento serán múltiples y variadas.

Suárez, partiendo de la opinión general, en la que se contaba también la de Vitoria, admite que el poder político se otorgaba directamente por parte de Dios a la comunidad, pero creía que lo verdaderamente importante era cómo se confería dicho poder; entendiendo que éste era innato en los seres humanos desde la creación originaria del mismo hombre. Dicha carac-terística era asimilada de la misma naturaleza, negando la identificación de cualquier acto concreto por parte de Dios después de la creación. Las consecuencias de su formulación serán manifiestas en el momento de la Independencia. De esta manera, este derecho natural, que podríamos denominar como comunitario, es anterior a la Iglesia, al Estado y a las mismas ciudades soberanas de la antigüedad. En él hallaba dos sentidos diversos, pero estrechamente vinculados entre sí: el ser generador de poderes comunitarios, civiles y no civiles, nacionales y supranacionales y, en segundo lugar, en cuanto que tenía por fin particular el bien común público.

Su reflexión insistía, de manera particular, en el hecho de que el poder para gobernar no había sido creado del patriarcado, o del derecho divino, o de la supuesta superioridad de algún individuo o de una clase social, respecto a las otras. La base, por el contrario, se encontraba en la voluntad y el consenso de los individuos libres y titulares de derechos, que habían hecho un pacto entre ellos con el fin de constituir una sociedad política. El bien común, partiendo de esta idea, era la legitimación y el fin de toda institución y actuación de carácter público.

De esta manera, el Eximio sostenía que el poder para gobernar residía por naturaleza en la comunidad entera; de tal suerte que la democracia era la forma de gobierno natural para la humanidad. Afirmar esto no le impedía ver que, de esta manera de argumentar podían surgir ciertas dificultades, por lo que normalmente se procedía a conferir la autoridad de gobierno a un gobernante o grupo de gobernantes concretos. Por un lado, se entendía que, una vez instituido, el gobernante poseía más poder que el de los individuos particulares y que el de la misma comunidad que de él dependía. Por otro, el traspaso del poder a un gobernante no era una simple delegación a un representante, sino que se trataba de una verdadera cesión. De esta manera, una vez que el pueblo había cedido su poder, no podía volver a reclamarlo a su antojo. En el caso de que se tratara de un rey, el gobernante adquiría una especie de propiedad del poder que le había sido conferido, y que no le podía ser privado a no ser que derivase en la tiranía.

Al mismo tiempo, entendía que también el bien de los individuos concretos formaba parte del bien común, ya que los derechos de dichos individuos, igual que ocurriera en el caso de Vitoria ocupan un segundo lugar. En sus escritos encontramos una atención precisa hacia la vida, el derecho natural a la libertad, a tomar esposa, al honor, al buen nombre y a la fama, a la igualdad y dignidad. Respecto a la libertad y la propiedad, precisaba que el bien común suponía que aquel que delinquía podía perder la libertad y se le podían aplicar la restitución, pero, al mismo tiempo, suponía que uno no podía ser privado de sus derechos sin un motivo justo, ni siquiera por parte del soberano.

Frente a los abusos, Suárez contrapone el derecho de autodefensa, que no dejaba de ser una aplicación de los títulos de guerra justa. Para él se trataba del derecho más importante, un derecho natural inalienable que residía en los individuos y en la comunidad; derecho que podía ser ejercitado por los súbditos en la confrontación frente a un gobierno tiránico. En este sentido, eran dos los tipos de tiranos posibles: 1. El usurpador, que se apoderaba del poder sin tener el título; 2. El gobernante legítimo, que abusaba del propio poder. En ambos casos el individuo gozaba de la autorización tácita del propio estado e, incluso de Dios, para defenderse a sí mismo y cualesquiera personas inocentes; regla que valía incluso cuando un rey entraba en guerra con sus propios súbditos, lo que era más significativo, en esa comprensión amplia de la dignidad humana.

Cuando un rey legítimo gobernaba injustamente, pero sin cometer violencias continuas contra los propios súbditos, ninguno de éstos podía atacarlo. En este caso, sólo sería posible matar al gobernante en defensa de la propia vida. Con todo, siguiendo la argumentación de Belarmino, tomada por éste del Dr. Navarro, consideraba que el pueblo nunca transmite su poder al príncipe sin conservarlo in habitu, lo que siempre dejaba una posibilidad sincera y auténtica para la soberanía popular, en la fórmula que fuera más adecuada en aquel momento. Precisamente por ello, en su «Defensio» había pretendido fijar las condiciones e hipótesis posibles en que el rey soberano podía o no, exigir obediencia a sus súbditos. No cabe duda que en los autores había una comprensión común, en la que se hallaban unos límites para la autoridad real, que podían ser presentados a tres niveles: 1. Los derechos personales, basados en la ley natural; 2. Las normas de prudencia y justicia que no permitían la imposición de obligaciones que fueran contra el bien común y, por último; 3. Las leyes positivas constitucionales previas, bajo cuya vigencia y la obligación de cumplirlas, se había conferido la soberanía por parte de la comunidad al rey.

Transculturación americana y difusión de la Escuela

Estas ideas, que habían sido planteadas en el marco académico salmantino, desde épocas muy tempranas tendrán un serio y profundo respaldo americano. Especialmente a partir de la fundación de las dos Universidades reales y pontificias: la de Lima y la de México (1551), sin descuidar las de las Órdenes y los mismos Colegios máximos de la Compañía de Jesús. Así, entre los maestros de dichas universidades nos encontramos aportaciones significativas de aquellos que se habían formado en Salamanca, como primeras generaciones y, sucesivamente, a aquellos que se forman con los discípulos directos de los maestros, creando una continuidad de pensamiento como Escuela.

Por otra parte, también autores formados allende los mares ocuparán un lugar significativo en la misma historia de la Universidad de Salamanca. Es el caso de Diego de Castilla, mexicano y rector de la Alma Mater salmantina en 1571. Por tanto, se trata en todo momento de un trasvase y complementariedad eminentemente enriquecedora. Estos maestros generarán una sensibilidad humanística amplia, a partir de sus preocupaciones y atenciones hacia los naturales. Por otra parte, era una cuestión novedosa, puesto que otros reinos como el de Portugal, no se habían preocupado de fundar en aquel territorio centros universitarios, para la formación de criollos y naturales.

De manera particular, las primeras décadas nos muestran una atención también a temas pro-pios y característicos de las tierras de Indias, en relación a sus moradores y aquellos que vie-nen de la Península. De manera sintética los podemos concretar en una mirada hacia la justicia social e inculturación de la fe, que luego se concreta en: la encomienda indígena, el trabajo en las minas, los sacramentos de iniciación, la legitimidad de los matrimonios de los naturales no bautizados e, incluso, acerca de la licitud de los sistemas tributarios que se aplicaban a los naturales. A estas preocupaciones responden los primeros maestros de la Universidad de México: Pedro de la Peña, OP, Alonso de la Veracruz, OESA, Bartolomé de Ledesma, OP, y Pedro de Pravia, OP. Entre estos, se dan dos líneas divergentes, respecto a diversos temas, entre los que sobresale la organización eclesiástica. No podemos tampoco perder de vista que, el grueso misionero responde también a estas claves, que se confrontan con las tradiciones propias de la Orden religiosa al que pertenecen.

Así, si las primeras décadas estaban caracterizadas por un tomismo eminentemente humanístico, a partir de 1580 se comienza a notar una fuerte disgregación, donde el tomismo cobra peculiares diferencias. Por una parte nos encontramos a los dominicos que plantean una lectura del tomismo fuertemente dogmática y no tan orientada ya hacia los problemas sociales que habían preocupado en las décadas precedentes; por otra parte los agustinos tienden a una lectura más orientada hacia lo literario, con especial acento en la Escritura; por último, los jesuitas se mantendrán en una línea tomista, pero de corte más liberal que la defendida por los dominicos.

Muy estrechamente vinculado a estos principios se encuentra también la independización de la teología moral como ciencia autónoma, donde las diferencias de escuelas se irán marcando más, en unas interpretaciones de corte más probabilista o probabiliorista y turciorista. Como es de suponer, en la primera se encontraba la visión general de la Compañía de Jesús, mientras que la de corte más rigorista era defendida por los dominicos, que se consideraban a sí mismos como los únicos verdaderos intérpretes de Santo Tomás de Aquino. Se puede intuir que esta argumentación permitía una lectura más centralista a favor de la Corona que otras, lo que será usado en el momento oportuno.

Aplicación política y reinterpretaciones

La situación se complicará todavía más a lo largo del siglo XVII, cuando la Teología se caracteri-ce por la vuelta a los centros propios de las diversas Órdenes, que tiene como característica principal la creación de cátedras de propiedad de Órdenes, donde se enseñaban las doctrinas de cada Instituto. Entre éstas tendrá una importancia particular la implantación de las cátedras de Suárez en las facultades de Teología. En ellas había un marco peculiar y propio para desarrollar el pensamiento del Doctor Eximio y de Juan de Mariana. La cuestión tiene mayor importancia por el hecho de que la enseñanza de las élites criollas americanas pasa, fundamentalmente, por los Colegios jesuíticos. La cátedra respondía a una lectura probabilista y de soberanía popular, que ya estaba fuertemente arraigada en el pueblo.

Por lo mismo, en 1767, cuando Carlos III expulsa a la Compañía de Jesús de sus territorios, se produce una ruptura, que tendrá consecuencias funestas para el marco americano. El extra-ñamiento de los jesuitas suponía también el control del probabilismo moral y la supresión de las cátedras de Suárez de Colegios y Universidades; pero lo cierto es que las ideas impartidas en ellas serán mantenidas por aquellos que les sucedan en la docencia y que, lógicamente, habían sido formados por los jesuitas.

La expulsión, por tanto, generó un rechazo hacia una Monarquía despótica y absolutista, inca-paz de reconocer los derechos de una casta criolla americana. Esto generará conciliábulos que, al tiempo que tenían presentes las consignas de la Revolución Francesa, recurría a la argumentación clásica soberanista, que tenía en Suárez a uno de sus exponentes más adecuados. Por ello, se ha de tener en cuenta que la argumentación de la «Escuela de Salamanca» servía para apoyar, primero las posturas de enfrentamiento frente al invasor francés y, en un segundo momento, y como consecuencia de los diversos hechos y de la adecuada toma de conciencia, para plantear la propia autodeterminación de los diversos territorios americanos.

Posteriormente, la «Escuela de Salamanca» será recuperada como contenido propio, en los marcos peninsulares, desde la Restauración católica del siglo XIX. En ella se atiende a autores que sobresaldrán de manera exponencial, como es el caso de Bartolomé de las Casas. Con todo, el momento de mayor ebullición será como consecuencia del V Centenario de la Evangelización de América, donde se recurrirá a todo el pensamiento clásico del siglo XVI, para justificar diversas lecturas. En ellas nos encontramos desde el ataque directo a la Conquista y la Evangelización hasta lecturas de corte más conciliador.

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MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ