http://www.larramendi.es/menendezpelayo/i18n/cms/elemento.cmd?id=ms/menendezpelayo/paginas/m_pelayo_
Marcelino Menéndez Pelayo "Historia de la poesía hispanoamericana", C.IX, Perú
Peruana era también la desconocida poetisa Amarilis, que antes de 1621 escribió a Lope de Vega, de quien era ferviente admiradora, una elegante epístola en silva, que con la respuesta de Lope de Vega en tercetos (Belardo a Amarilis), fué inserta a continuación de su Filomena. Persona muy docta y muy enterada de las cosas de Lope de Vega [1] ha insinuado alguna duda sobre la existencia de tal poetisa indiana, juzgando mera ficción poética su carta, y equivalente el nombre de Amarilis al de doña Marta de Nevares Santoyo, postrera amiga de Lope. Pero aun prescindiendo de que el Fénix de los Ingenios aplicó el nombre poético de Amarilis a diversas personas, como por sus cartas y versos parece, hay tal tono de verdad en la epístola, y son tales las señas que la encubierta poetisa da de su patria, y aun de su familia, que no sólo no puedo dudar de que tal carta fué dirigida real y efectivamente desde América a Lope, sino que me atrevo a señalar [p. 82] de acuerdo con La Barrera, el nombre probable de la encubierta Musa [1] que hace de este modo su autobiografía:
Quiero, pues, comenzar a darte cuenta
De mis padres y patria y de mi estado,
Porque sepas quien te ama y quien te escribe:
Bien que ya la memoria me atormenta,
Renovando el dolor, que aunque llorado,
Está presente y en el alma vive...
En este imperio oculto que el sol baña,
Más de Baco piadoso que de Alcides,
Entre un trópico frío y otro ardiente,
A donde fuerzas ínclitas de España,
Con varios casos y continuas lides
Fama inmortal ganaron a su gente:
Donde Neptuno engasta su tridente
En nácar y oro fino:
Cuando Pizarro con su flota vino,
Fundó ciudades y dejó memorias,
Que eternas quedarán en las historias:
A quien un valle ameno,
De tantos bienes y delicias lleno,
Que siempre es primavera,
Merced del sueño de la cuarta esfera,
La Ciudad de León fué edificada,
Y con hado dichoso
Quedó de héroes fortísimos poblada.
Es frontera de bárbaros y ha sido
Terror de los tiranos, que intentaron
Contra su rey enarbolar bandera:
Al que en Jauja por ellos fué rendido
Su atrevido estandarte le arrastraron,
Y volvieron el reino a cuyo era.
Bien pudiera, Belardo, si quisiera,
En gracia de los cielos,
Decir hazañas de mis dos abuelos,
Que aqueste nuevo mundo conquistaron
Y esta ciudad también edificaron,
Do vasallos tuvieron
Y por su rey su vida y sangre dieron:
Mas es discurso largo,
Que la fama ha tomado ya a su cargo,
Si acaso la desgracia desta tierra,
Que corre en este tiempo,
Tantos ilustres méritos no entierra.
[p. 83] De padres nobles dos hermanos fuimos,
Que nos dejaron con temprana muerte
Aun no desnudas de pueriles paños.
El cielo y una tía que tuvimos
Suplió la soledad de nuestra suerte:
...........................................................
De la beldad que el cielo acá reparte
Nos cupo, según dicen, mucha parte,
Con otras muchas prendas:
No son poco bastantes las haciendas
Al continuo sustento;
Y estamos juntas, con tan gran contento,
Que una alma a entrambas rige y nos gobierna,
Sin que haya tuyo y mío,
Sino paz amorosa, dulce y tierna.
Ha sido mi Belisa celebrada,
Que éste es su nombre, y Amarilis mío ,
Entrambas de afición favorecidas:
Yo he sido a dulces musas inclinada;
Mi hermana, aunque menor, tiene más brío,
Y partes, por quien es, muy conocidas.
Al fin todas han sido merecidas
Con alegre himeneo
De un joven venturoso, que en trofeo
A su fortuna y vencedora palma,
Alegre la rindió prendas del alma.
Yo siguiendo otro trato,
Contenta vivo en limpio celibato,
Con virginal estado,
A Dios con gran afecto consagrado,
Y espero en su bondad y su grandeza
Me tendrá de su mano
Guardando inmaculada mi pureza.
Las señas no pueden ser más explícitas. Si la incógnita dama había nacido en la ciudad de León de Huánuco (situada en el actual departamento de Junín, a cuarenta y tantas leguas al Norte de Lima) y descendía de los conquistadores de aquella tierra y fundadores de aquella ciudad, su apellido debía de ser el muy ilustre de Alvarado, puesto que el fundador de la ciudad de León de Huánuco, llamada también León de los Caballeros, fué el capitán Gómez de Alvarado, hermano del Adelantado D. Pedro, de inmortal memoria en los fastos de América. Y aunque es cierto que la primitiva fundación de Alvarado en 1539 quedó [p. 84]luego casi desierta, hasta que la reedificó Pedro Barroso y acabó de asentarla Pedro de Puelles, los términos en que la poetisa se explica, cuadran más bien al fundador primero y a su hermano, de quienes podía decirse con más razón que de Barroso,
Que aqueste nuevo mundo conquistaron.
Y si atendemos a que el nombre poético de Amarilis es, por lo común rebozo del de María , tendremos completos el nombre y apellido de la discreta doncella de Huánuco: D.ª María de Alvarado.
No se tenga por inútil esta disquisición, porque quien tales versos hacía en América a principios del siglo XVII, y no en ninguno de los grandes emporios de cultura, como México o Lima, sino en uno de los más apartados rincones de los Andes, ofrecería un curioso fenómeno de historia literaria, aunque no tuviésemos en consideración su sexo. Apenas hay en su Epístola el menor vestigio de mal gusto, ni de amaneramiento; todo es natural, llano y decoroso, con cierta sencilla gravedad y no afectado señorío. La poetisa hace su corte literaria a Lope de Vega, pero con tanta discreción, con tan insinuante y cortés gentileza, con tacto tan femenino y delicado, que el gran poeta debió de quedar lisonjeado con la alabanza y no ofendido con las nubes del importuno incienso. Viene a declararse platónicamente enamorada de él, amor inofensivo a tan larga distancia, pero único que ella estima digno de su noble naturaleza:
El sustentarse amor sin esperanza,
Es fineza tan rara, que quisiera
Saber si en algún pecho se ha hallado;
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Mas nunca tuve por dichoso estado
Amar bienes posibles,
Sino aquellos que son más imposibles.
A éstos ha de aspirar mi alma osada,
Pues para más alteza fué criada
Que la que el mundo enseña;
Y así quiero hacer una reseña
De amor dificultoso,
Que sin pensar desvela mi reposo,
Amando a quien no veo, y me lastima:
[p. 85] ¡Ved qué extraños contrarios,
Venidos de otro mundo y de otro clima!
Al fin en éste donde el Sur me esconde
Oí, Belardo, tus conceptos bellos,
Tu dulzura y estilo milagroso,
. . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y admirando tu ingenio portentoso,
No pude reportarme
De descubrirme a ti, y a mí, dañarme.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Oí tu voz, Belardo; más ¿qué digo?
No Belardo, milagro han de llamarte:
Este es tu nombre, el cielo te le ha dado;
Y Amor, que nunca tuvo paz conmigo,
Te me representó parte por parte,
En ti más que en sus fuerzas confiado.
Mostróse en esta empresa más osado,
Por ser el artificio
Peregrino en la traza y el oficio,
Otras puertas del alma quebrantando.
No por los ojos míos, que velando
Están con gran pureza;
Mas por oídos, cuya fortaleza
Ha sido y es tan fuerte,
Que por ellos no entró sombra de muerte,
Que tales son palabras desmandadas,
Si vírgenes las oyen,
Que a Dios han sido y son sacrificadas.
Con gran razón a tu valor inmenso
Consagran mil deidades sus labores,
Cuando manijan perlas en sus faldas:
Todo ese mundo allí te paga censo,
Y éste de acá, mediante tus favores,
Crece en riquezas de oro y esmeraldas:
Potosí, que sustenta en sus espaldas
Entre el invierno crudo
Aquel peso, que Atlante ya no pudo,
Confiesa que su fama te la debe;
Y quien del claro Lima el agua bebe,
Sus primicias te ofrece,
Después que con sus dones se engrandece,
Acrecentando ofrendas
A tus excelsas y admirables prendas:
Yo que aquestas grandezas voy mirando,
Entretenida en ellas,
Las voy en mis entrañas celebrando.
[p. 86] ¡Qué galano y qué exquisito elogio! Entre los innumerables panegiristas españoles, latinos e italianos de Lope, cuyos versos llenan volúmenes enteros, nadie alcanzó a este grado de admiración profunda y concentrada. Pero aún es más hermoso lo que sigue: Lope había escrito El Peregrino en su patria , y la docta poetisa le exhorta a buscar su verdadera patria en el cielo, donde ella espera unirse a él en amor santo e imperecedero:
En tu patria, Belardo, mas no es tuya,
No sientas mucho verte peregrino...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Que otro origen tuviste más divino
Y otra gloria mayor, si la buscares.
¡Oh, cuánto acertarás, si imaginares
Que es patria tuya el cielo,
Y que eres peregrino acá en el suelo!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Pues, peregrino mío,
Vuelve a tu natural: póngante brío,
No las murallas, que elevó tu canto
En Tébas engañosas,
Mas las eternas, que te importan tanto.
Allá deseo en santo amor gozarte,
Pues acá es imposible poder verte,
Y temo tus peligros y mis faltas:
Tabla tiene el naufragio, y escaparte
Puedes en ella de la eterna muerte,
Si del bien frágil al divino saltas;
Las singulares gracias con que esmaltas
Tus soberanas obras,
Con que fama inmortal continuo cobras,
Empléalas de hoy más en versos lindos,
En soberanos y divinos Pindos:
Tus divinos concetos
Allí serán más dulces y perfectos;
Que el mundo a quien le sigue,
En vez de premio al bienhechor persigue,
Y contra la virtud apresta el arco
Con ponzoñosas flechas
De la maligna aljaba de Aristarco.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Con hechicero candor se declara Amarilis inexperta en sucesos amorosos, como quien emplea su tiempo en dulces coloquios con el cielo, y termina pidiendo a Lope un don poético
[p. 87] Para bien de tu alma y mi consuelo.
Le ruega, pues, que escriba en verso la vida y martirio de una santa de su particular devoción y de la de su hermana:
Yo y mi hermana una santa celebramos,
Cuya vida de nadie ha sido escrita,
Como empresa que muchos han temido;
El verla de tu mano deseamos;
Tu dulce musa alienta y resucita,
Y ponla con estilo tan subido,
Que sea donde quiera conocido
Y agradecido sea
De nuestra santa virgen Dorotea.
¡Oh, qué sujeto, mi Belardo, tienes,
Con que de lauro coronar tus sienes!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Desta divina y admirable santa
Su santidad refiere,
Y dulcemente su martirio canta.
Engolosinado con la belleza de esta epístola, que es sin duda la mejor pieza poética del Perú en sus primeros tiempos, la he ido transcribiendo casi toda. Séame lícito añadir algunos versos más, notables unos por la gala, bizarría y aun despilfarro de la dicción poética, semejante a la del mismo Lope y a la de Valbuena, otros por la suave y afectuosa modestia:
Finalmente, Belardo, yo te ofrezco
Una alma pura a tu valor rendida:
Acepta el don, que puedes estimallo;
Y dándome por fe lo que merezco,
Quedará mi intención favorecida.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y para darte más, no sé si hallo.
Déte el cielo favores,
Las dos Arabias bálsamo y olores,
Cambaya sus diamantes, Tíbar oro,
Marfil Sofala, Persia su tesoro,
Perlas los orientales,
El Rojo mar finísimos corales,
Balajes los Ceilanes,
Áloe precioso Sárnaos y Campanes,
Rubíes Pegugamba, y Nubia algalia,
[p. 88] Ametistes Rarsinga,
Y prósperos sucesos Acidalia
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ya veo que tendrás por cosa nueva,
No que te ofrezca censo un mundo nuevo,
Que a ti cien mil que hubiese te le dieran;
Mas que mi musa rústica se atreva
A emprender el asunto a que me arrojo,
Hazaña que cien Tassos no emprendieran:
Ellos al fin son hombres, y temieran;
Mas la mujer, que es fuerte,
No teme alguna vez la misma muerte.
Pero si he parecídote atrevida,
A lo menos parézcate rendida;
Que fines desiguales
Amor los hace con su fuerza iguales;
Y quédote debiendo,
No que me sufras, mas que estés oyendo
Con singular paciencia mis simplezas,
Ocupado contino
En tantas excelencias y grandezas.
Versos cansados, ¿qué furor os lleva
A ser sujeto de simpleza indiana,
Y a poneros en mano de Belardo?
Al fin, aunque amarguéis, por fruta nueva
Os vendrán a probar, aunque sin gana,
Y verán vuestro gusto bronco y tardo:
El ingenio gallardo,
En cuya mesa habéis de ser honrados,
Hará vuestros intentos disculpados:
Navegad: buen viaje: haced la vela:
Guiad un alma que sin alas vuela.
Lope de Vega contestó en la epístola de Belardo a Amarilis, que tiene buenos trozos y curiosas noticias de su persona y de su vida, pero que dista mucho de ser la mejor de las suyas. Por esta vez perdone Lope: la humilde poetisa ultramarina lleva la palma. Él, que tanto pecaba por el lado de la galantería, fácilmente hubiera perdonado este juicio, y aun se hubiera complacido en la derrota; ni quien es opulento en grado tan soberano y excepcional, pierde nada por algunos tercetos más o menos felices. De los requiebros que dirige a su encubierta admiradora, pondré alguna muestra, para completar este curioso capítulo de costumbres literarias:
[p. 89] Bien sé que en responder crédito empeño;
Vos, de la línea equinoccial sirena,
Me despertáis de tan profundo sueño.
¡Qué rica tela, qué abundante y llena
De cuanto al más retórico acompaña!
¡Qué bien parece que es indiana vena!
Yo no lo niego: ingenios tiene España;
Libros dirán lo que su musa luce,
Y en propia rima imitación extraña;
Mas los que el clima antártico produce
Sutiles son, notables son en todo;
Lisonja aquí ni emulación me induce.
Apenas de escribiros hallo el modo,
Si bien me le enseñáis en vuestros versos,
A cuyo dulce estilo me acomodo.
En mares tan remotos y diversos,
¿Cómo podré yo veros, ni escribiros
Mis sucesos, o prósperos, o adversos?
Del alma que os adora sé deciros
Que es gran tercera la divina fama;
Por imposible me costáis suspiros.
Amo naturalmente a quien me ama,
Y no sé aborrecer quien me aborrece;
Que a la naturaleza el odio infama.
Yo os amo juntamente, y tanto crece
Mi amor, cuanto en mi idea os imagino
Con el valor que vuestro honor merece.
A vuestra luz mi pensamiento inclino,
De cuyo sol antípoda me veo,
Cual suele lo mortal de lo divino.
..................................................................
Que no son menester las esperanzas
Donde se ven las almas inmortales,
No sujetas a olvidos ni a mudanzas.
Y cortésmente se excusa al fin de la epístola de no escribir el poema de Santa Dorotea, dejándolo a la devoción de la misma poetisa:
Y pues habéis el alma consagrado
Al cándido pastor de Dorotea,
Que inclinó la cabeza en su cayado,
Cantad su vida vos, pues que se emplea
Virgen sujeto en casto pensamiento,
Para que el mundo sus grandezas vea. [1]
.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
[p. 90] ¿Es esta Amarilis la misma poetisa celebrada en el laurel de Apolo como fénix rara de Santa Fe de Bogotá? No es inverosímil que de Huánuco pasara a establecerse al Nuevo Reino de Granada, pero no me atrevo a afirmarlo.
Ni menos a identificarla, porque diferencias de estilo lo vedan, con otra egregia poetisa peruana, discípula del sevillano Diego Mexía, cuyo Parnaso Antártico honró con su Discurso en loor de la Poesía, que íntegro va en nuestra colección académica, no sólo como precioso documento de historia literaria, por las noticias rarísimas que contiene de ingenios del Virreinato, sino como un curioso ensayo de Poética, como un bello trozo de inspiración didáctica, del cual ha dicho, no sin razón, el ilustre colombiano Pombo que «rara vez en verso castellano se ha discurrido más alta y poéticamente sobre la poesía». [1] Compárese, por ejemplo, con el Ejemplar Poético de Juan de la Cueva, que es del mismo tiempo y de la misma escuela y hasta del mismo metro. y se verá cuánto más excelsa concepción de la poesía tenía la grande anónima , y qué forma tan elegante y graciosa alcanzó a dar a sus nociones estéticas, a pesar de las sombras de pedantismo que empañan algunas páginas, y la flaqueza de versificación que se advierte en otras. [2]
[p. 91] Quién fuera ella, parece hoy imposible adivinarlo. Mexía nos la presenta como «una señora principal de este Reino, muy versada en la lengua Toscana y Portuguesa, por cuyo mandamiento y por justos respetos no se escribe su nombre, con el qual discurso (por ser de una heroica dama) fué justo dar principio a nuestras heroicas epístolas». Ni era ella sola la mujer que honrase entonces las letras en el Perú, puesto que habla de otras tres, aunque sin nombrarlas:
Y aun yo conozco en el Perú tres damas
Que han dado en poesía heroicas muestras...
Fragmento de la Epístola a Belardo
En su Epistola a Belardo, Amarilis escribe:
Tanto como la vista, la noticia | lo que te debe el mundo en prosa y rima. http://www.webhuanuco.com/amarilis.htm
|