martes, 8 de diciembre de 2015

PADRE SANDRO DORDI RECORDADO POR EL P. TOMAS KRAFT, 1991

http://www.autorescatolicos.org/misc13/thomaskevinkraft75.pdf

 

Queridos amigos:       fines de setiembre 1991

 

          ¡La paz del Señor, paz que el mundo no puede dar, esté con todos Uds.! (Jn. 14, 27). En esta carta quisiera compartir unas reflexiones que vienen madurando en mí desde hace varias semanas sobre el mes de santa Rosa (1991) en el país de Santa Rosa (Perú).

 

          I.  En el mes de agosto 1991 Sendero Luminoso ha empezado a arremeterse contra la Iglesia como tal, por lo menos en Chimbote.  El 9 de agosto senderistas asesinaron a dos jóvenes sacerdotes franciscanos (polacos) que trabajaban en el otrora tranquilo pueblo de Pariacoto (diócesis de Chimbote) junto con dos alcaldes de la zona.  Pocos días después, los padres dominicos en Chimbote recibieron una amenaza telefónica dirigida al obispo, exigiendo su renuncia dentro de la semana, o sino, advirtieron que matarían a otros 4 sacerdotes extranjeros de la diócesis.  Todos tomaban la amenaza en serio.  Monseñor Bambarén por lo pronto se mantuvo a escondidas, no viendo nada aceptable renunciar su ministerio episcopal por tan despreciable chantaje, pero tampoco quiso poner en peligro las vidas de sus sacerdotes...  Unos 11 días después, el 25 de agosto, mataron al P. Sandro Dordi, misionero italiano trabajando en la parroquia de Santa, 10 Km. al norte de Chimbote.  Las amenazas por teléfono o volantes, la vigilancia e indagaciones por parte de gente desconocida y sospechosa, y los muros pintarrajeados con lemas subversivos continúan para la Iglesia en Chimbote y en algunas otras partes del país.  El mes terminó trágicamente con el asesinato de una humilde madre de familia en plena preparación del desayuno para niños pobres en el comedor popular de su barrio limeño, el 31 de agosto: su único crimen había sido trabajar anonadamente por el bienestar de su pueblo.

 

          Estos son los datos sobresalientes del acontecer violento del mes de Santa Rosa, 1991 en el Perú:  el segundo más violento en lo que va del año.  Según las estadísticas oficiales, un saldo de 397 muertes en enfrentamientos violentos a nivel del país sólo en agosto.

 

          Pero en vez de enfocar estas reflexiones en la muerte, quisiera hablarles de la vida, la vida del P. Sandro, que ha sido un buen amigo mío y hermano en el sacerdocio, a quien he conocido prácticamente desde mi llegada al Perú en 1985 (y a quien vi por última vez el 16 de agosto). Concelebrábamos misa muchas veces en su parroquia (en 1988 por ejemplo, me invitaron a predicar la novena del Señor Crucificado de Santa, su fiesta patronal).  Durante más de un año iba a Santa una vez al mes para dar clases sobre la Biblia a un grupo de catequistas campesinos del valle, y luego me quedaba hasta el día siguiente para un mini –retiro personal, gozando de la sencilla y calurosa hospitalidad italiana del equipo pastoral (Sandro y Carlo, Camilla, y las "pastorcitas"). Muchas veces compartimos una cena o un bocadito en su casa, y otras tantas veces charlamos amigablemente de cosas de la pastoral en reuniones diocesanos, en días de oración y retiros sacerdotales.

 

          Permítanme contarles algunas de sus cualidades humanas y cristianas:

 

 

          Allí lo ven:  hombre más o menos bajito, de pelo gris amarillento, tez medio "gringo", medio "cholo", que siempre se vestía en forma sencilla: pantalón y camisa ordinarios, calzado de "yanques", típicos de la gente campesina.  Su trato también era sencillo, llano, amable.  Muchas veces bromeaba con los jóvenes y las personas de confianza, incluso con indirectas si se trataba de alguien que se estaba alejando de la Iglesia.  Y es cierto que también se amargaba muchas veces por las peleas estúpidas o la irresponsabilidad de la gente que obstaculizaba la formación de una comunidad cristiana más madura.

 

          Era un hombre muy reverente en su celebración de la Eucaristía.  Su misma manera de genuflexionar (pausada, pero nada exagerada), sus minutos de oración delante del Santísimo antes o después de misa, su dedicación concienzudo a celebrar misas en el campo, y su estilo sencillo, casi informal de presidir la liturgia, creo que todo esto inculcaba y fomentaba en la gente de la parroquia una especial devoción eucarística.

 

          También era bastante servicial.  Nunca olvidaré el día en que se levantó de su siesta para ayudarme cuando se me había pinchado a la vez dos llantas de nuestra camioneta por los caminos rurales de su parroquia:  después de ensuciarse conmigo y llevarme por acá y por allá para reparar y poner de nuevo ambas llantas, gastando tres horas en eso, ¡me invito a la casa para tomar un cafecito!  Y nos consolamos y nos reímos juntos de tan mala suerte (y de tan generosa ayuda prestada)...

 

          Sabía trabajar en conjunto con otros agentes pastorales:  apoyaba la Catequesis Familiar en Santa y Rinconada, y la labor de los catequistas en los sectores rurales.  Lo he visto llegar hasta Pariacoto (a 2 – 3 horas de Santa) durante un seminario de catequistas campesinos para mostrar su interés y apoyo cuando algunos de los "suyos" estaban presentes.  Siempre participaba de buena gana y con mucha paciencia en las reuniones diocesanas.  Invitaba a venir a su parroquia (en forma temporal o permanente) a muchos diferentes grupos eclesiales:  sacerdotes seglares y seminaristas, montfotianos, redentoristas y dominicos, pastorcitas y hermanas del Corazón de Jesús Sacramentado, misioneros laicos de APM y gente de diferentes movimientos apostólicos... tenía sus ideas, y con alguna que otra cosa "no comulgaba", pero en general era un hombre de espíritu abierto, que sabía reconocer y valorar los aportes de los demás.

 

          P. Sandro tenía una capacidad única y una gran preocupación por proveer una adecuada infraestructura parroquial y comunal en los diferentes centros de población.  Se puede decir que tenía el carisma de la construcción.  En Santa misma, como en cada uno de los pueblos del valle, él se dedicaba a conseguir financiación, a verificar los diseños y luego supervisar personalmente la construcción de capillas y centros comunales (salas, comedor y cocina, almacén y baños, etc).  En Santa hizo construir años atrás un "Centro de Promoción de la Mujer" que incluía salas de trabajo, un jardín de niños, y una residencia para religiosas que trabajarían con las señoras.  Creo que esta cualidad tenía mucho que ver con su asesinato, porque Sendero no quiere a gente que "hace obras", ni mucho menos obras que faciliten la organización y participación comunitarias (y los edificios que Sandro hizo construir son muy funcionales y muy comunitarios)... una evangelización integral sigue siendo uno de los desafíos principales al proyecto de Sendero.

 

          Finalmente, era un sacerdote muy entregado se podría decir 'obsesionado' por las necesidades y la atención pastoral de esta extensa parroquia del valle Santa. Era notoriamente difícil convencerle a tomar sus vacaciones, porque no le gustaba dejar la parroquia abandonada.  En los últimos años, se le veía cansado, preocupado, y su salud (ya delicada con una tos fuerte de fumador) se empeoraba.  Pero a pesar de todo, y consciente del riesgo muy real que corría, seguía trabajando. Sí, era terco, bastante terco.  Pero ingenuo, no.  Sabía interpretar la amenaza que apareció una semana antes de su muerte en un muro de santa: "Yankee, Perú será tu tumba" pero no quería por eso abandonar a su grey.  Seguía con la misión rural planificada para el mes de agosto, y seguía salien-do a los caseríos para celebrarles su Eucaristía mensual.  Fue justo después de celebrar una de esas misas en el campo (igual que los PP. Franciscanos) que varios sujetos encapuchados lo pararon en el camino y mataron a balazos, huyendo en el jeep en el que se solía visitar a los diferentes pueblos.

 

          Esta es, en breve, la vida, la personalidad del P. Sandro tal como yo lo conocía.  Es el testimonio que él me ha dejado muy personalmente, y que yo quería transmitir a Uds.  ¡Que raro es tener a un amigo como martir!  Los martires ya no son para mi solamente gente de otros tiempos u otros países, sino amigos y hermanos míos, ¡gente con quienes yo he trabajado!  Sí, Sandro ha dado el último testimonio, el de dar la vida en vez de abandonar a su pueblo (Jn. 10, 11 - 15).

 

 

          II.  He notado últimamente algo que creo que tenga cierta trascendencia. Lo he notado en mi propia vida, en comunidades religiosas, en los periódicos y noticieros, y en la sociedad en general.  Ya que la ola de violencia abierta sigue aumentando y ha alcanzado nuevos sectores de la sociedad (la Iglesia, obras de solidaridad y movimientos populares, dirigentes barriales y ciudades costeñas en general), he notado que Sendero ha logrado una cierta ascendencia, hasta un protagonismo en "hacer" noticias.  Descubro que yo mismo leo los periódicos o veo el noticiero con la idea ya fija en la mente de "¿Quién habrán matado ahora?" ó "A ver, ¿adónde han atacado o dinamitado?", y aún cuando no hay nada en particular, todavía quedó con el mismo enfoque pensando "¡Menos mal! No había ningún ataque ni asesinato". Y en reuniones y contactos eclesiales, especialmente en este último mes, el tono de conversaciones es frecuentemente: "¿cómo están los padres de tal comunidad?  ¿es cierto que han sido amenazados?  ¿qué sabes de (= la presencia de Sendero en) tal lugar?", etc.  –Es que la violencia tiene un fuerte impacto emocional, sobre todo cuando nos toca de cerca, mucho más que escándalos financieros, viajes diplomáticos, o aún los profundos y sorprendentes cambios en la URSS.  Sendero no es el único grupo que utiliza la violencia, que "desaparece" a la gente, tortura y mata, pero me parece que es el principal grupo (con MRTA en un débil segundo lugar) que sabe utilizar el terror como parte integral de su estrategia, que busca la violencia a propósito para manipular y dirigir la opinión pública:  y lo están haciendo muy hábilmente (aunque también les podría  ¡ojala!  resultar contraproducente).

Los militares son frecuentemente tan brutales como los terroristas, pero no tan perversamente inteligentes como para agarrar la atención publica y psicologicamente obligar a la gente a seguir paso a paso el cumplimiento de su plan. Sendero sí maneja muy bien la violencia, el terror (amenazas y miedo) y el elemento de sorpresa para machucar y malherir la sensibilidad de la gente hasta que uno quede (así quieren ellos) como espectador paralizado e impotente, participante pasivo y dócil (como si fuera llevado de la mano) en la supuestamente inexorable marcha de su programa revolucionario.  Todo él que se levanta, que concientiza a la gente, o que representa un proyecto alternativo al suyo (especialmente si es convincente y esperanzador) tiene que ser eliminado.

 

      Ahora los medios de comunicación (la tele y algunos periódicos) están esforzándose por dar una cierta respuesta (o más exactamente, resistir) a toda esa manipulación del acontecer público - - pero me parece algo artificial, y cuya validez es muy cuestionable.  Se trata de decidir de antemano –como política editorial– no dar mucha publicidad a actos violentos, limitándose por ejemplo, por cada hora de programación de noticias a un máximo de 5 ó 10 minutos sobre los sucesos terroristas. En cuanto se trate de evitar el sensacionalismo (lo que abunde en otros periódicos y que los hace colaboradores "tontos" de dicha campaña propagandística de Sendero), estoy de acuerdo.  Pero cuando llega a ser manipulación de la noticia, redactando la historia según la versión "oficial", reduciendo la verdadera magnitud de hechos subversivos porque "no conviene" que el pueblo se entere,  no.  Esta "respuesta" (la del avestruz) a la hegemonía que va agarrando Sendero en el campo de la noticia, y que trata de desmentir o encubrir o achicar los hechos ya consumados,  no me parece tan factible ni moralmente defensible.

         

          Creo que hace falta más bien saber "escribir la historia" descubriendo desde la fe lo que el Señor quiere hacer,  lo que está haciendo en su pueblo.  Protagonizar hechos no tanto impactantes sino esperanzadores y llenos de creatividad que nos permitan vislumbrar días mejores y situaciones más humanas, y ver en ellos un camino ya comenzado.  No pensar en lo que Sendero está tramando sino fijarnos en la providencia misteriosa del que "frustra los proyectos de las naciones" y cuyo "plan subsiste para siempre" (Sal 33,10-11).  Creo que por allá va la cosa:  allí está nuestro quehacer como predicadores.  Pero al examinarme a mí mismo, veo que no pocas veces yo me hago inconscientemente vocero de Sendero, pregonero de la mala noticia de sus últimas hazañas ("¿has oído lo ultimo…  lo que pasó en tal sitio?").  Tengo que aprender más bien a ser verdadero evangelizador (mensajero de la Buena Nueva), a actuar como Bernabé escudriñando, descubriendo y celebrando la gracia del Señor que obra en su pueblo, en la Iglesia (Hech 11,23).  Esto es: solidaridad eficaz, capacidad de sacrificio heroico, arrepentimiento y purificación de la Iglesia, reevaluación de nuestros apostolados y de sus defectos, valoración de los ministerios laicales, y mayor claridad de opciones evangélicas...  Y aún en los mismos hechos violentos, como en la muerte del P. Sandro, ver no tanto otro punto en el esquema dialéctico de Sendero (la eliminación de tal persona que les estorbaba) sino la gracia que nos ofrece el Señor precisamente en esta persecución; valorar el testimonio del mártir y no tanto el hecho cruento en sí.  Eso, me parece, es quitar la ventaja propagandística a grupos alzados en armas y devolverla al Señor;   es revelar la otra cara de la "moneda común" de la violencia;  es descubrir que tiempos de persecución son tiempos para dar testimonio (Lc 21,13;  Apoc 11,1-3.7-13).

 

 

          III.   Finalmente, unas reflexiones en torno a la fiesta de Sta. Rosa, el 30 de agosto 1991, en el Perú.  Por alguna razón (por mí desconocida), la fiesta de Sta. Rosa siempre es día de mucha alegría para mí - - y este año no fue diferente.  Incluso este año tuve la dicha de celebrarla en el monasterio de Santa Rosa y visitar la habitación donde ella murió (que a ese entonces no era monasterio), tras una agonía martirial.

 

Pero, habiendo recibido sólo días antes la triste noticia de la matanza del P. Sandro, la que conllevaba la probabilidad de otros asesinatos posteriores (y los hubo, aunque no de sacerdotes ni en Chimbote hasta la fecha), mis pensamientos necesariamente seguían otro cauce que él de años pasados.  Concretamente me preguntaba si el ejemplo de Rosa, con su "locura" de mortificaciones y penitencias como respuesta a la "locura" del sacrificio voluntario de Cristo en la cruz por amor a nosotros  ¿no nos enseña tal vez que a la locura hay que responder con semejante locura?  –Que, frente a la locura subversiva del desprecio de la vida ajena,  ¿no habría que oponer otra "locura" de un cierto "desprecio"de la propia vida, es decir, una disponibilidad para el martirio?  Porque mientras uno se ciñe a respuestas "cuerdas" (tener mucha "prudencia", tratar de no "provocar", de salvar la vida a todo costo), uno queda limitado, circunscrito, cuando no totalmente paralizado por la "locura" del otro (su violencia gratuita, las amenazas, el miedo, etc,).  Y parece que precisamente esto está pasando en Chimbote y en otras zonas fuertemente afectadas por el terrorismo:  unos sacerdotes se retiran, otros se encierran en sus casa; muchas actividades se suspenden indefinidamente ("hasta que..."), la vida parroquial queda reducida a un mínimo vital, la pastoral es desmembrado de todo lo que podría ser considerado "provocativo" o "peligroso", y la voz profética de la Iglesia se va apagando...  De ninguna manera quiero juzgar a los que están bajo amenaza terrorista y que han tomado una u otra decisión.  Simplemente me pregunto:  si todos los sacerdotes se van ¿qué será de la Iglesia?  Porque si ellos se van, después serán las religiosas, y después los catequistas, y...   ¿Será que estamos acercándonos al cuadro de Daniel 3:38?

"En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes;

  ni holocausto,  ni sacrificios,  ni ofrendas,  ni incienso;  

  ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia."

 

¿o será que yo soy demasiado "apocalíptico"?  No sé;  pero si es aún un peligro remoto, ¿no habría que pensar en fortalecer el testimonio cristiano para las pruebas venideras?  ¿No debemos ir preparándonos para el martirio (muy probable para sacerdotes en tiempos de persecución como para soldados en tiempos de guerra)?  Sin embargo, no pocos (y entre ellos tengo que reconocer que hay muchos sacerdotes –dominicos- y aún obispos; personas de madura reflexión teológica) rechazan esta "mística del martirio", por diferentes razones: algunas, por anticuada; otros por tonta; estos dirán que es romanticismo estéril y dañina a la Iglesia;  aquellos hablan del deber de amar la propia vida y protegerla...  Según estas voces, hoy día la prudencia desaconsejaría el martirio (es decir, andar buscando ser mártir).  Claro está, el martirio es una gracia, una fortalecimiento sobrenatural que no se debe presumir, ni mucho menos intentar "conquistar" temerariamente (provocando ataques contra uno mismo o aún corriendo riesgos innecesarios).  Pero para un pastor consagrado al servicio del Evangelio ¿cuáles serán los riesgos innecesarios, y cuáles los necesarios?  ¿o ya no es permitido al pastor dar la vida de las ovejas, sino que debe más bien callarse y esconderse o huir cuando vienen los lobos?

 

          No sé;  son reflexiones inconclusas, no dogmáticas de un joven fraile predicador en la tierra de Santa Rosa...  Quiero seguir reflexionando, y tal vez Uds. quieren acompañarme en esta búsqueda, juntos con mis hermanos de comunidad acá y en Chimbote, con mis hermanas dominicas y de otras congregaciones, con los feligreses de la capilla de Campoy y mis alumnos en el seminario, en fin, con todo mi pequeño mundo...   De esto estoy convencido: es necesario, ahora más que nunca, que reflexionemos juntos sobre estas cosas y que pidamos al Señor el don de discernimiento para saber vivir según su voluntad, según las inspiraciones de su Espíritu en estos tiempos difíciles (Ef. 5, 15-17). Santa Rosa de Lima, ¡ruega por nosotros!

 

P. Tomás