EL SENTIDO RELIGIOSO DE VALLEJO VISTO POR FERRARI
Hace unos años (en noviembre de 1999), profesores y alumnos de la Universidad "Sedes Sapientiae", ubicada en Los Olivos, Lima Norte, tuvimos la suerte de escuchar al gran poeta peruano Américo Ferrari, hoy catedrático en la Universidad de Ginebra, disertar sobre Responsabilidad del poeta y sentido religioso de lo permanente en la poesía de la modernidad y publicado en Studium veritatis, Lima, Año 1, n° 1, 2000, pp. 21-33. Al hilo de un rápido recorrido por los poetas contemporáneos del Perú, se centró al final en el alma poética y religiosa de Vallejo.
El gran poeta de Santiago de Chuco nació en un hogar acendradamente católico en la sierra norte del Perú, el antiguo imperio Chimú. A este propósito Ferrari nos contó el comentario de un poeta amigo suyo: « Tendrás que reconocer que no se puede ser impunemente nieto de dos curas españoles ». Vallejo efectivamente lo era, y de dos abuelas indias chimús, y en su poesía persiste siempre la nostalgia del hogar perdido y del lugar natal.
A lo largo de esta obra Dios es una presencia casi constante, desde Los heraldos negros, su primer libro, hasta sus poemas póstumos escritos en Europa : «Completamente. Además, ¡Dios ! / Completamente. Además, ¡nadie! ». Aparece en la sensibilidad y angustia por el dolor humano y el amor de Dios frente a este dolor: "Y Dios sobresaltado, nos oprime el pulso, grave, mudo, y como padre a su pequeña, apenas, pero apenas, entreabre los sangrientos algodones y entre sus dedos toma la esperanza"(Trilce, XXXI). De igual modo, en toda su obra destellan virtudes tradicionalmente cristianas como la piedad, la esperanza, la caridad: « Cristiano espero, espero siempre... » dice también en Trilce La esperanza de Vallejo se cifra en una redención de la humanidad que dé por fin alimento material y espiritual a todos los hombres : « Y cuándo nos veremos con los demás, al borde / de una mañana eterna, desayunados todos » y simbólicamente en la obra poética ese ir hacia la mañana eterna se figura como un regreso al ágape de la infancia, a la comida compartida que es amor compartido con los otros, comunión.
Por eso, cuando en 1931 Vallejo se afilia al partido comunista y, por consiguiente, en teoría, al marxismo y después en 1937, cuando a golpe de citas del Evangelio figura en su poesía la lucha del pueblo español como el posible advenimiento de la ciudad de Dios en la tierra, lo que hace el poeta -como indica A. Ferrari- es anhelar un regreso a un pasado mítico pero vivido en su infancia : « a lo mejor recuerdo al esperar » dice en un verso.
Según el testimonio de su viuda, ya en su lecho de muerte, a finales de marzo de 1938, Vallejo le dijo « Escribe » ; y le dictó : « Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante Dios más allá de la muerte, tengo un defensor : Dios ».