domingo, 21 de agosto de 2022

Armando Medina Vargas. La relación de don recíproco Clave interpretativa de la Teología del cuerpo de S. Juan Pablo II. Roma 2022

Armando Medina Vargas. La relación de don recíproco Clave interpretativa de la Teología del cuerpo de S. Juan Pablo II. Roma 2022

 

Amigos: Les comparto la síntesis elaborada por el propio autor acerca de su tesis doctoral sustentada el 11 de marzo del 2022 en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma. Con el título: La relación de don recíproco Clave interpretativa de la Teología del cuerpo de S. Juan Pablo II.

Afortunadamente ya se publicó -como vemos en la foto de portada- con el título El amor trinitario, fuente y culmen del amor humano. Lectura de la teología del cuerpo de S. Juan PABLO II,  a la luz de la clave interpretativa relación de don recíproco (IF PRESS, Roma, 2022 ).

El autor es de la diócesis del Callao,  egresado de la Facultad de Teología Redemptoris Mater del Callao, magíster en bioética y biojurídica por la USAT (Chiclayo) y doctor en Teología por Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma. En la actualidad es vicedirector del monasterio Domus Galilaeae y docente en el Studium Theologicum Galilaeae, en el Monte de las Bienaventuranzas

 

Introducción. Objetivos

La obra es fruto de varios años de lectura, estudio y meditación, iniciados con el ciclo de licencia en Sagrada Teología, con la Tesina titulada: «El hombre, ser relacional, en el matrimonio y la familia cristiana, imagen de Dios uno y trino», y que posteriormente ha enriquecidos con la lectura y el análisis de la Teología del Cuerpo de S. Juan Pablo II.

Se quiere ofrecer un nuevo aporte científico a la antropología Teológica a través del análisis y la lectura de las catequesis de la Teología del Cuerpo, proponiendo a los lectores un nuevo enfoque que consideramos un punto neurálgico en la comprensión de la obra de K. Wojtyla: La relación de don recíproco. Siguiendo las catequesis de la Teología del Cuerpo, evidencia que la persona solamente alcanza la plenitud de su ser a través de la relación de don recíproco. En virtud de ello, demuestra que S. Juan Pablo II ha elaborado las catequesis de la Teología del Cuerpo considerando la categoría ontológica relación de don recíproco, como uno de sus ejes centrales. El estudio se centra en los ciclos de catequesis correspondientes a la antropología adecuada.

 

La Tesis está dividida en cuatro capítulos:

Primer capítulo. Dos aspectos fundamentales del concepto relación (persona- Communio personarum) en el pensamiento filosófico y teológico.

Segundo capítulo. Análisis de los conceptos fundamentales (categorías ontológicas) inscritos en el primer ciclo de catequesis, que el Papa denomina el principio. En el análisis usa la categoría ontológica relación de don recíproco, como clave interpretativa de todas y cada una de las categorías ontológicas. El hombre creado por Dios en el principio, como varón y mujer, lleva inscrito en su ser la dimensión del don, y se realiza plenamente viviendo en y para el otro

Tercer capítulo. Ciclo titulado la Redención del corazón. A causa de la concupiscencia, que toma posesión del corazón, como consecuencia del pecado original, «la relación de recíproco don se ha transformado en una relación de apropiación». Para restituir la relación de don recíproco en el ser del hombre, Dios Padre ha enviado a su Único Hijo. Gracias al Misterio Pascual y al envío del Espíritu Santo, como dice S. Juan Pablo II, «el cristiano recibe nuevamente su propio ser como don de Dios».

 

Cuarto capítulo. Análisis del último ciclo de la antropología adecuada, titulado la resurrección de la carne. En el análisis que realiza S. Juan Pablo II se identifican dos elementos que expresan la nueva existencia de la persona (el hombre celeste), en la cual la relación de don recíproco alcanzará la plenitud de su perfección: En primer lugar, la visión de Dios cara a cara por parte del hombre producirá un amor de tal profundidad y fuerza que absorberá completamente su entera subjetividad psicosomática, y el hombre responderá al recíproco don de sí mismo a Dios, con la virginidad, entrando a la plena participación en la Vida Trinitaria de Dios. En segundo lugar, la relación del don recíproco entre las personas encarnadas se realizará plena y definitivamente en el otro mundo en la resurrección final, en la que tendrá lugar la comunión plena y perfecta de todos los santos.

 

Contribución y conclusiones de la Tesis

Un descubrimiento cada vez más profundo del legado que S. Juan Pablo II ha dejado a la Iglesia y a toda la humanidad a través de su Teología del Cuerpo. Para ello, se ofrece una nueva clave interpretativa: La relación de don recíproco.

 

1. El hombre, varón y mujer, imagen de Dios: Primera clave hermenéutica de la Teología del Cuerpo.

Es imprescindible considerar la cita del Génesis «Creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó varón y mujer» (1, 27). A través de esta cita S. Juan Pablo II nos ofrece una primera clave hermenéutica de la Teología del Cuerpo: El hombre es creado varón y mujer a imagen de Dios. Por tal razón el Papa afirma: «El Creador parece detenerse antes de llamarlo a la existencia, como si volviese a entrar en sí mismo para tomar una decisión: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza" (Gén 1, 26)». De esta manera, «el relato de la creación del hombre, en el capítulo primero, afirma desde el inicio y directamente que el hombre ha sido creado a imagen de Dios en cuanto varón y mujer» para la relación del don recíproco. Esta primera clave hermenéutica, constituye la base teológica sobre la cual hemos construido nuestro análisis, y se apoya en dos argumentos que exponemos a continuación:

 

1.1 El varón y la mujer, imagen de la comunión divina de Personas.

En un acto de amor expansivo, Dios decidió crear al hombre, para que participara plenamente de su Vida Trinitaria. Ahora bien, S. Juan Pablo II afirma que «la función de la imagen es la de reflejar a quien es el modelo, reproducir el prototipo propio». Según el pensamiento del Papa, el varón y la mujer son la imagen en la tierra de la Communio personarum, del Dios, uno y trino. Por tal razón afirma: «El relato del capítulo segundo, […] revela, según su modo propio, que la completa y definitiva creación del "hombre" […] se expresa en dar vida a esa "Communio personarum" que el varón y la mujer forman».

 

1.2 El varón y la mujer participan de la vida trinitaria, como personas.

Ddesde el principio, el hombre fue creado como persona, capaz de recibir y responder al amor donativo de Dios y de alcanzar su plenitud en la comunión personal cara a cara con Dios, a través de la cual experimentaba la perfecta relación del amor de donación con su Creador, participando en la vida trinitaria de las Tres Personas divinas. El diseño primordial de Dios inscrito en el principio consistió en que el hombre pudiera conocer a través de la experiencia, la verdad de la esencia de su ser, imagen de Dios, constituido persona, cuya plenitud es la relación del don recíproco. De este modo, el hombre, habiendo conocido a través de la experiencia el don que Dios le había hecho, lo pudo acoger, participando de esta manera en la vida divina de la comunión de personas. Ese fue el misterio de la creación del hombre del principio a imagen y semejanza de Dios.

 

2. La «relación de don recíproco», fundamento de la antropología adecuada.

Siguiendo el análisis de S. Juan Pablo II en la Teología del Cuerpo, hemos realizado un examen de las categorías ontológicas de la antropología adecuada, usando la clave interpretativa relación de don recíproco. Dichas categorías se encuentran presentes en el hombre del principio, el hombre histórico y el hombre celeste. En este sentido, pensamos que los dos polos, es decir, el hombre del principio y el hombre celeste, son los que mejor nos ayudan a definir estas categorías antropológicas en su radicalidad ontológica. La categoría ontológica que expresa en sí todas las otras categorías es la persona, y la relación de don recíproco es la clave interpretativa que nos permite conocer su verdadero significado.

 

2.1  La «relación del don recíproco», clave interpretativa de la categoría persona.

En esta investigación defendemos que la relación de don recíproco es fruto de una larga y laboriosa formulación Teológica sobre la Trinidad.

Cuando S. Juan Pablo II hace referencia a la categoría "relación" en sus catequesis del principio, directa o indirectamente se está refiriendo a la relación entre personas: relación de las Personas de la Trinidad, relación del hombre con Dios y, la relación del varón con la mujer: la relación varón-mujer; «la relación varón-mujer, feminidad- masculinidad»; «relación que se establece entre ellos». Por tanto, afirmamos que la relación es una categoría ontológica, radical, nuclear de la ontología propia de la persona.

 

La ontología cristiana considera que la esencia radical, constitutiva de la persona es la relación del don recíproco. Es decir que el hombre se realiza como persona solamente si se dona a otra persona, si se ofrece a otra persona como un don. El Concilio Vaticano II en la célebre frase de la Gaudium et Spes, que S. Juan Pablo II cita reiteradamente en sus catequesis, afirma: «El hombre es el único ser en el universo al que Dios ha querido por sí mismo y no encuentra su plenitud más que en el don sincero de sí a los demás» Y también: «Ese misterioso don hecho a lo más íntimo del hombre al "corazón" humano que permite a ambos, varón y mujer, existir desde el "principio" en la recíproca relación del don desinteresado de sí».  En esa entrega de amor a otra persona, el donante desea conseguir que la otra persona se realice también como persona, aceptando el don que se le ofrece y respondiendo también ella con el amor de donación. Por tanto, se podría concluir que la donación no pretende únicamente la propia realización, sino el bien de la otra persona, la cual se realiza plenamente respondiendo al don recibido, a través de la entrega de sí.

Afirmamos también que todo hombre, desde el inicio de su concepción es persona. Es persona porque Dios, desde el principio de su existencia, la ha querido por sí misma. Es el amor de Dios el que la constituye ontológicamente como persona, y ella haciendo uso de su libertad, puede aceptar ese don y responder, donándose. Solamente la aceptación del don y su respuesta a través del don, permiten a la persona alcanzar la plenitud de su ser. Sin embargo, esto no altera en ningún modo, la dignidad de persona que Dios le ha conferido, amándola por sí misma. Por tanto y como consecuencia, la única y adecuada relación que se debe establecer con ella es el amor de donación.

S. Juan Pablo II ha expresado el significado de la categoría relación de don recíproco en las catequesis de la Teología del Cuerpo, a través de los siguientes términos: la «adecuada relación "a la" persona»; «relación recíproca de las personas»; relación con el segundo yo. Y esta relación que analiza el Papa en sus catequesis del principio entre «el varón y la mujer» la califica con varios adjetivos: «relaciones mutuas»; «mutua relación de que habla el Gn 2, 23-25»; «la relación recíproca»; «la relación conyugal del varón y la mujer».

Al mismo tiempo es importante señalar que el término don aparece en las catequesis del principio 141 veces. De este modo el Papa testifica la importancia que tiene para él; relacionándolo muchas veces implícitamente, con los términos relación y persona.

Ahora bien, con el fin que se pueda realizar la relación de don recíproco, son fundamentales en la persona: la racionalidad y la libre voluntad. Una racionalidad capaz de conocer la verdad de su ser persona, ser para la relación del don recíproco, acompañado de una voluntad libre. En el principio, el hombre poseía la capacidad de auto posesión y autodominio.

 

2.2  Origen Trinitario de las categorías «persona» y «relación de don recíproco».

El término persona ya se utilizaba en Grecia y en Roma, pero no tenía el significado de relación de don recíproco.  En Grecia se empleó el término persona como πρόσωπον. Su significado estaba circunscrito al teatro, tan característico de la cultura griega clásica, como personaje que representaba la máscara que el actor portaba en cada escena de la obra teatral. En Roma, cuna del derecho, persona tenía un significado jurídico: ser humano sujeto de derechos y deberes.

La categoría relación en el pensamiento griego es accidental. Lo uno, lo inmutable son realidades esenciales del ser, la pluralidad, la relación entre los seres son categorías accidentales. Por eso lo divino es lo uno y lo inmutable. La filosofía platónica y la filosofía aristotélica se fundaron en la categoría substancia, una e inmutable, considerando la categoría relación como un accidente secundario en la ontología y la antropología.

En el pensamiento platónico, el cuerpo y la sexualidad fueron relegadas. Según Platón, el cuerpo no es constitutivo del ser del hombre: «somos almas y tenemos un cuerpo», y como el sexo es propio del cuerpo, no del alma, porque «el alma está sencillamente encadenada y apresada dentro del cuerpo», no existen ni se pueden establecer diferencias entre el varón y la mujer, dado que el sexo no es parte esencial de ellos. Por lo que, Platón considera que no se puede afirmar que el hombre sea esencialmente varón y mujer.

En el pensamiento Aristotélico, es evidente que al constatarse la ausencia del concepto persona, la categoría relación, como esencia de esta, sería igualmente desconocida como categoría ontológica. La relación es la cuarta categoría, categoría accidental de la entidad, "ousia" o "substancia". Las categorías son accidentes, dicen del ser lo que es ser, pero sin formar parte de su entidad y su esencia.

Fueron los filósofos y teólogos cristianos quienes, en su trabajo de profundizar en la esencia del Dios cristiano, uno y trino, describieron la esencia de la persona: ser en relación. Inicialmente, esta categoría ontológica sólo fue utilizada para las Tres Personas de la Trinidad. La categoría relación se fue construyendo, hasta llegar a ser considerada ontológica, gracias a la filosofía cristiana.

Los Santos Padres, desde la antigüedad, ya resaltaban la relación como la esencia de las personas divinas y evidenciaban que esa relación era la del amor de donación recíproca.

Ha sido mérito de los Padres Capadocios, afirmar que la esencia de las Tres Personas de la Trinidad es relacional: la relación del Padre es la paternidad; la del Hijo, la filiación; la del Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, el soplo, espiración del Padre y soplo, inspiración del Hijo.

En la Edad Media, la escuela de San Víctor, Ricardo y Hugo de San Víctor, explicaron la Santísima Trinidad, recurriendo a la relación en el amor existente entre las tres Personas que la conforman: el Padre es el Amante, el Hijo es el Amado, y el Espíritu Santo el Amor en Persona que les une. Cada una de las Personas Divinas, unidas en el amor inefable, son ese amor pleno y perfecto. De esta manera, queda reforzada la comprensión de que la relación entre personas es relación de amor.

San Buenaventura pensaba que la relación es un constitutivo esencial no solo en Dios, sino también, por analogía, de la persona humana. La persona se podría definir usando la categoría relación, pero si esto fuera así, persona y relación serían definiciones idénticas. Y Duns Scoto afirmaba que la relación es constitutiva de la persona humana. La analogía de persona y de relación en el seno de la Trinidad se aplica a la antropología.

Posteriormente, en el Siglo XX, X. Zubiri señaló la confluencia ontológica entre Persona y relación.  X. Zubiri definió a la persona a partir de los verbos existir con, definiendo la esencia de la persona a partir de la relación y apertura hacia el otro. De esta manera relación y apertura no serían consideradas, para X. Zubiri, como accidentes, sino como categorías ontológicas esenciales del ser persona. Y L. Polo llega a definir persona como ser para el otro, señalando con firmeza que lo constitutivo de la persona es ser don, para las otras personas.

En el pensamiento de G. Greshake y J.  Ratzinger se consolida la categoría de relación de amor y donación recíproca. De esta manera ellos enfatizan el carácter fundamental de la Communio personarum, en cuanto constitutiva de la persona, divina y humana.

G. Greshake afirma que el único Dios es una unidad de relación de amor donativo, no una sustancia suprema. Dios uno y trino es relación y «el Ser supremo divino es comunidad de tres personas». Dios uno y trino es «Communio». «Dios es una unidad originaria de relación amorosa, y el hombre como persona fue creado primigeniamente ser con los demás y ser para los demás». Y añade la afirmación: «Sólo la relación con el otro me permite acceder a la propia y plena condición personal».

J. Ratzinger en su libro Introducción al cristianismo sostiene que la fe cristiana profesa que Dios es persona. La afirmación de Ratzinger incluye necesariamente que Dios es relación, porque no existe la persona en absoluta singularidad, dado que la relación es constitutiva de la persona. Ratzinger afirma también que la relación tiene que ver con la pluralidad, al menos dos en mutua relación, y, por tanto, que la Trinidad no habría que buscarla en el plano de la sustancia sino en el plan de la relación. Porque la relación entre las Tres Personas es el amor de donación, y persona es su peculiar acto del don. No se trata del que da, sino del acto de dar. Llegando a afirmar: «El omnímodo dominio del pensar substancia queda destruido; la relación se concibe como una forma primigenia de lo real, del mismo rango que la substancia».

 

3. El gran aporte de S. Juan Pablo II.

S. Juan Pablo II asume el legado teológico precedente, y lo expone en la Teología del Cuerpo, utilizando las siguientes palabras:

La función de la imagen es la de reflejar a quien es el modelo, reproducir el prototipo propio. El hombre se convierte en imagen de Dios no tanto en el momento de la soledad, cuanto en el momento de la comunión. Efectivamente, él es "desde el principio" no sólo imagen en la que se refleja la soledad de una Persona que rige al mundo, sino también y esencialmente, imagen de una inescrutable comunión divina de Personas.

El Papa señala que la relación aparece en el misterio mismo de la creación, de forma que, debería considerarse como constitutiva de la persona:

El concepto «donar» no puede referirse a una nada. Ese concepto indica al que da y al que recibe el don, y también la relación que se establece entre ellos. Ahora, esta relación surge del relato de la creación en el momento mismo de la creación del hombre.

K. Wojtyla se une a la tradición de la teología iniciada por los Padres Capadocios, y a sus contemporáneos G. Greshake y J. Ratzinger, resaltando en Dios uno y trino la Persona-don, la Persona-amor y la relación personal del amor de donación:

Dios, en su vida íntima, «es amor», amor esencial, común a las tres Personas divinas. El Espíritu Santo es amor personal como Espíritu del Padre y del Hijo. Por esto «sondea hasta las profundidades de Dios», como Amor-don increado. Puede decirse que en el Espíritu Santo la vida íntima de Dios uno y trino se hace enteramente don, intercambio del amor recíproco entre las Personas divinas, y que por el Espíritu Santo Dios «existe» como don. El Espíritu Santo es pues la expresión personal de esta donación, de este ser-amor. Es Persona-amor. Es Persona-don. Tenemos aquí una riqueza insondable de la realidad y una profundización inefable del concepto de persona en Dios, que solamente conocemos por la Revelación.

El Papa introduce también la categoría Communio personarum: «"Communio" […] se deriva, en cierto sentido, del hecho mismo de existir como persona "junto a" una persona». «Al mismo tiempo "comunican" según esa comunión de las personas, en la que, a través de la feminidad y masculinidad, se convierten en don recíproco el uno para el otro». En la que la «comunión de las personas, significa existir en una relación de don recíproco».

Concluimos este apartado recordando que la antropología cristiana, se fundamenta en una larga y laboriosa formulación de la Teología de la Trinidad, gracias a la cual se han definido las categorías ontológicas de Dios: «persona» en «relación de amor y donación recíproca», un acontecimiento de «Communio personarum» cuyo fin es la perfecta «unidad».

 

Asumiendo dichas categorías y, gracias a una profunda investigación de los primeros capítulos del Génesis, S. Juan Pablo II ha logrado a través de la Teología del Cuerpo, construir el perfil del hombre creado por Dios según su imagen y semejanza, varón y mujer, cuyo desarrollo se encuentra perfectamente evidenciado en las tres etapas de la historia del hombre: el hombre del principio, el hombre histórico, y el hombre celeste en el cual el diseño de Dios llega a la plenitud de su realización.

a) El hombre del principio

En los primeros capítulos del Génesis se desvela la antropología cristiana, cuyo núcleo fundamental es la naturaleza primigenia de la persona, creada a imagen y semejanza de Dios uno y trino, Tres Personas en mutua comunión de amor de donación.

Dios ha creado a la persona como varón y mujer, ontológicamente diferentes y complementarios, con un cuerpo sexuado con significado esponsal, para la relación del don recíproco, para el don desinteresado de sí al otro, el segundo yo (uni-dualidad-relacional-complementaria). De esta forma el varón y la mujer, convirtiéndose en una sola carne, reflejan la imagen de la Communio personarum.

b) El hombre histórico

A causa del pecado, la estructura ontológica del hombre de la inocencia originaria sufrió una transformación y quedó dominada por la concupiscencia y por la relación de posesión: «concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida» (1ª epístola de Jn 2, 16-17). Por tanto, como afirma S. Juan Pablo II «el "mundo" del libro del Génesis se ha convertido en el mundo de las palabras de Juan (1Jn 2,15-16): lugar y fuente de concupiscencia». Todo esto a causa de la ruptura de la primera alianza de Dios.

Como consecuencia de la concupiscencia el cuerpo deja de ser mediador para la relación del don recíproco, convirtiéndose en objeto para la relación de apropiación entre el varón y la mujer. A través de su análisis S. Juan Pablo II ilumina la verdadera dimensión de la concupiscencia, plasmada en la perversión de la mirada al cuerpo: La «Concupiscencia de la mirada», la concupiscencia de la carne, que lleva a «la constricción del cuerpo» y tiende a reducir «la perenne y recíproca atracción […] empujándola hacia dimensiones utilitarias, en cuyo ámbito el ser humano "se sirve" del otro ser humano, "usándolo" solamente para satisfacer las propias "necesidades"», alejando «la dimensión intencional de la recíproca existencia del hombre y de la mujer de las perspectivas personales y de comunión» en el matrimonio.

Por medio de su resurrección, Cristo abre al hombre la posibilidad de la Vida eterna: «Para que quien cree en Él no muera, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3, 16), en la que el hombre vivirá la verdadera y plena relación del don recíproco con Dios y con todos los santos resucitados. Gracias al Misterio Pascual, el hombre recibe el espíritu de Cristo «el cual, siendo Dios, no retuvo ávidamente su dignidad, sino que obedeció hasta la muerte y una muerte de cruz» (Flp 2,1-11) y «se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma» (Ef 5, 1-2).

Por medio del Bautismo, y gracias a la acción del Espíritu Santo, el hombre se transforma gradualmente en icono de Cristo en el mundo. Recibe la filiación divina, a través de la cual puede llamar a Dios: ¡Abbá, Padre!" (Rom 8, 15). De esta forma, el hombre «se recibe nuevamente a sí mismo como don de Dios», convirtiéndose al mismo tiempo, en don desinteresado para el otro. Finalmente podríamos afirmar que, gracias a Jesucristo redentor, salvador y don del Padre, la relación de apropiación se transforma nuevamente en relación de don recíproco.

c) El hombre celeste

El estado del hombre celeste en el otro mundo confiere el adecuado significado a las categorías ontológicas de la antropología cristiana. La relación del don recíproco se manifiesta como la categoría que define el ser y la existencia en plenitud del hombre celeste. La visión cara a cara del rostro de Dios introduce a los santos resucitados en la Communio personarum de la Trinidad, para formar parte de esta y realizarse plenamente como personas. Y, recuperada la libertad del don, los santos resucitados asumirán el estado virginal de sus cuerpos, plenitud de la relación del don recíproco donándose totalmente a Dios, y donándose a los otros resucitados en la Comunión de todos los santos, dando perfecto cumplimiento al significado esponsal de sus cuerpos resucitados. De esta manera, las personas glorificadas, varón y mujer, con su propia impronta psicosomática, alcanzarán la plenitud de su ser y existir, cuyo modelo y prototipo es Cristo resucitado. Este será el estado definitivo de la persona, creada desde el principio a imagen y semejanza de Dios uno y trino, destinada a la Communio personarum, cuyo significado es la relación de don recíproco.

4. Consideraciones finales

Al concluir esta investigación afirmamos que la relación del don recíproco es una clave hermenéutica indispensable para una correcta interpretación de la antropología adecuada inscrita en la Teología del Cuerpo.

Creemos además que el análisis de la antropología adecuada, a la luz de la clave hermenéutica relación de don recíproco constituye una verdadera novedad para la antropología teológica. Esto lo afirmamos a partir de las siguientes consideraciones:

En primer lugar, el término relación de don recíproco que S. Juan Pablo II usa en las catequesis de la Teología del cuerpo como significado de la Communio personarum, no aparece como tal en ningún otro escrito anterior. Por lo cual podría considerarse como un progreso teológico en el mismo pensamiento del autor. Es importante recordar que el Papa usa por primera vez en la Teología del cuerpo el término relación de don recíproco en la catequesis del 9 de enero de 1980, después de haber expuesto 13 catequesis en las cuales se evidencia un análisis exhaustivo de la relación, el don y la reciprocidad.

Diversos estudiosos (filósofos y teólogos) como por ejemplo el Card. A. Scola, J. J. Pérez Soba, Y. Semen, la Dra. B. Castilla y el Dr. J. Lasterra han investigado diligentemente los términos relación, don y reciprocidad, en la antropología de K. Wojtyla. Sin embargo, no han alcanzado a identificar el término relación de don recíproco, como clave hermenéutica indispensable para la comprensión de cada una de las categorías ontológicas, a partir de la cual K. Wojtyla ha elaborado la antropología adecuada. En este punto, nuestra investigación ha avanzado en relación con los estudios realizados hasta ahora.

En segundo lugar, el análisis que hemos realizado, intentando transformar el estilo circular de S. Juan Pablo II en un discurso lineal, nos ha permitido identificar que la clave interpretativa relación de don recíproco, recorre todas las catequesis de la antropología adecuada. Todas las categorías ontológicas inscritas en el principio forman una sola unidad, e interpretadas a la luz de la clave relación de don recíproco, revelan la esencia y plenitud del ser persona.

La antropología adecuada se desarrolla en tres etapas, en las cuales se evidencia un cambio en el estado ontológico de la persona humana: El estado del hombre del principio, del hombre histórico y del hombre celeste.

S. Juan Pablo II utiliza categorías ontológicas de una ontología específica, que pertenecen a su propia antropología. Dichas categorías son: persona, relación de don recíproco, significado esponsal, libertad del don y Communio personarum. Hemos focalizado las categorías ontológicas originales, las cuales permanecen en las tres etapas del hombre, y que nosotros hemos analizado en su concreta realización en el hombre del principio, en el hombre histórico y en el hombre celeste.

El análisis que hemos realizado en la presente investigación no pretende de ninguna manera, agotar ni limitar el tema, sino presentar a los teólogos y filósofos del siglo XXI una nueva forma de análisis de la Teología del Cuerpo, que permita conocer en mayor profundidad, la riqueza de la antropología adecuada de S. Juan Pablo, a partir de la clave interpretativa relación de don recíproco.