sábado, 28 de mayo de 2022

CIENTOS DE CABALLEROS QUE REZAN A LA SEÑORA POR LA SALVACIÓN DEL PERÚ Y DEL MUNDO

José Antonio Benito

Último sábado del mes de mayo del 2022, mes de las flores, mes de María, nueva oportunidad para dejarme sorprender por la Señora, al romper la aurora. No podía ser de otra manera, como en 1973, en Salamanca, con el Rosario de la Aurora, por la Alamedilla, Gran Vía, San Esteban, con mis 15 años, en unión de jóvenes militantes de Santa María que movilizábamos a miles de fieles; con renovada y creciente ilusión lo viví en mis años de universitario y profesor, por las calles de Valladolid hasta el 1994 y en menor medida por los parques de Pueblo Libre en Lima.

El célebre arzobispo Fulton Sheen, desde la TV de USA en 1972 desafiaba al gran público: "¿quién salvará a nuestra Iglesia?". "No serán nuestros obispos, sacerdotes y religiosos. Depende de ustedes, la gente". Y otro gran misionero, el P. Peyton, convocó a millones para rezar en las plazas: "familia que reza unida permanece unida" y "vive su fe" completó el P. Tardiff.

Pero hoy, 28 de mayo del 2022, no estaba entre los organizadores, era uno más, que con gozo acudí con algunos amigos a rezar públicamente, en unión de otros varones, el Rosario. Habría ido a cualquiera de los cerca de 150 parques de Pueblo Libre que por decisión de sus vecinos han levantado una capilla pública a la Virgen María; me habría sumado con gusto a cualquiera de las todavía muchas parroquias y agrupaciones que salen por sus calles para rezar y proclamar sin complejos su fe.

Hoy, en la Plaza de la Bandera, lugar emblemático en el que se abrazan el patrimonio arqueológico de la huaca Mateo Salado, el barroco virreinal de Santa María Magdalena y el altar patrio del Bicentenario de la Independencia que representa la Plaza, he sido testigo de un nuevo milagro, el de la unidad y fraternidad de cientos de varones que vibraban a pleno pulmón con el sencillo rezo del rosario, en castellano y en el latín eclesiástico que la Iglesia reza por dos mil años en todos los continentes. Se cumplía la profecía de María: "me llamarán Bienaventurada". Y de veras que lo hemos hecho, siguiendo este reguero de pólvora espiritual que nacido en Polonia va abrasando al mundo entero.

He vivido el gozo de encontrarme con antiguos y actuales alumnos de las universidades, compañeros, amigos; hemos rezado con gusto, siguiendo las motivadoras pautas de los organizadores y con alegría veía que la dilatada Plaza de la Bandera se convertía en gigantesco santuario abierto a los distritos de Pueblo Libre y Breña, en plena calle, pidiendo por la paz del mundo y del Perú, así como otros objetivos bien claros y sencillos: recuperar el carácter público de la fe, reparar por la apostasía de los gobernantes, recuperar la masculinidad arrebatada a los hombres, reinstaurar la familia como célula básica de la sociedad o defenderla de los ataques anticristianos, con el arma espiritual del rosario. No hay siglas, ni grupitos, aunque ahí están alentando los movimientos eclesiales y hermandades; nada de mezcolanzas con políticas y fines bastardos, con la conciencia clara de que "hacen más por el mundo los que rezan que los que pelean" (D. Cortés) y que "el mundo se salvará por la oración", como advirtió la Virgen en Lourdes y en Fátima.

Carlos Waite, modesto empresario, director de la iniciativa en el Perú, quien declara que "nunca había organizado nada parecido ni jamás se le ocurrió", y los jóvenes Luis González y Javier Moscoso, "tres amigos entusiasmados en promocionar la devoción al Santo Rosario entre los hombres", decidieron tomar nota de lo vivido en Polonia, España, Argentina y aplicarlo en el Perú.

Su testimonio me ha hecho recordar la aparición de la Virgen de la Merced  1 de agosto de 1218  a tres ilustres personajes de Barcelona: a San Pedro Nolasco, quien sería el fundador de la Orden de la Merced; al rey Jaime I de Aragón, conocido como "el conquistador", y reinante en aquel momento en la Corona de Aragón; y a San Raimundo de Peñafort, fraile dominico, maestro general de su orden de predicadores, y confesor del primero. Diez días después de la aparición, los tres caballeros se encontraron en la Catedral de Barcelona y compartieron haber tenido la misma aparición: la Virgen María les pedía la fundación de una orden religiosa dedicada a la redención de los cautivos. Sería la Orden de la Merced para la redención de los cautivos.

Dios quiera que nuestros tres amigos sigan coordinando este desborde de amor mariano para ayudar al Perú, América y el mundo la redención de los nuevos cautivos de nuestro tiempo. A los 15 años de Aparecida, la campanada para la misión, como discípulos y misioneros, recibimos con gozo y esperanza este regalo del Rosario de Hombres para la nueva evangelización del Perú. Y habrá confesiones como esta mañana, oraciones sin complejo, proclamación gozosa de la fe. Alegría y paz ante la presencia de María como ante la bella imagen de Fátima.

Pasemos la voz. Y si podemos la imagen, como PAX TV, mucho mejor. Como siempre, el mal se vencerá con sobreabundancia de bien. Hay que poner el agua -nuestra presencia, nuestro compartir- como en Caná, y Dios con nuestra Madre lo convertirá en el vino de la santidad y la fraternidad.