sábado, 28 de mayo de 2022

CIENTOS DE CABALLEROS QUE REZAN A LA SEÑORA POR LA SALVACIÓN DEL PERÚ Y DEL MUNDO

CIENTOS DE CABALLEROS QUE REZAN A LA SEÑORA POR LA SALVACIÓN DEL PERÚ Y DEL MUNDO

José Antonio Benito

Último sábado del mes de mayo del 2022, mes de las flores, mes de María, nueva oportunidad para dejarme sorprender por la Señora, al romper la aurora. No podía ser de otra manera, como en 1973, en Salamanca, con el Rosario de la Aurora, por la Alamedilla, Gran Vía, San Esteban, con mis 15 años, en unión de jóvenes militantes de Santa María que movilizábamos a miles de fieles; con renovada y creciente ilusión lo viví en mis años de universitario y profesor, por las calles de Valladolid hasta el 1994 y en menor medida por los parques de Pueblo Libre en Lima.

El célebre arzobispo Fulton Sheen, desde la TV de USA en 1972 desafiaba al gran público: "¿quién salvará a nuestra Iglesia?". "No serán nuestros obispos, sacerdotes y religiosos. Depende de ustedes, la gente". Y otro gran misionero, el P. Peyton, convocó a millones para rezar en las plazas: "familia que reza unida permanece unida" y "vive su fe" completó el P. Tardiff.

Pero hoy, 28 de mayo del 2022, no estaba entre los organizadores, era uno más, que con gozo acudí con algunos amigos a rezar públicamente, en unión de otros varones, el Rosario. Habría ido a cualquiera de los cerca de 150 parques de Pueblo Libre que por decisión de sus vecinos han levantado una capilla pública a la Virgen María; me habría sumado con gusto a cualquiera de las todavía muchas parroquias y agrupaciones que salen por sus calles para rezar y proclamar sin complejos su fe.

Hoy, en la Plaza de la Bandera, lugar emblemático en el que se abrazan el patrimonio arqueológico de la huaca Mateo Salado, el barroco virreinal de Santa María Magdalena y el altar patrio del Bicentenario de la Independencia que representa la Plaza, he sido testigo de un nuevo milagro, el de la unidad y fraternidad de cientos de varones que vibraban a pleno pulmón con el sencillo rezo del rosario, en castellano y en el latín eclesiástico que la Iglesia reza por dos mil años en todos los continentes. Se cumplía la profecía de María: "me llamarán Bienaventurada". Y de veras que lo hemos hecho, siguiendo este reguero de pólvora espiritual que nacido en Polonia va abrasando al mundo entero.

He vivido el gozo de encontrarme con antiguos y actuales alumnos de las universidades, compañeros, amigos; hemos rezado con gusto, siguiendo las motivadoras pautas de los organizadores y con alegría veía que la dilatada Plaza de la Bandera se convertía en gigantesco santuario abierto a los distritos de Pueblo Libre y Breña, en plena calle, pidiendo por la paz del mundo y del Perú, así como otros objetivos bien claros y sencillos: recuperar el carácter público de la fe, reparar por la apostasía de los gobernantes, recuperar la masculinidad arrebatada a los hombres, reinstaurar la familia como célula básica de la sociedad o defenderla de los ataques anticristianos, con el arma espiritual del rosario. No hay siglas, ni grupitos, aunque ahí están alentando los movimientos eclesiales y hermandades; nada de mezcolanzas con políticas y fines bastardos, con la conciencia clara de que "hacen más por el mundo los que rezan que los que pelean" (D. Cortés) y que "el mundo se salvará por la oración", como advirtió la Virgen en Lourdes y en Fátima.

Carlos Waite, modesto empresario, director de la iniciativa en el Perú, quien declara que "nunca había organizado nada parecido ni jamás se le ocurrió", y los jóvenes Luis González y Javier Moscoso, "tres amigos entusiasmados en promocionar la devoción al Santo Rosario entre los hombres", decidieron tomar nota de lo vivido en Polonia, España, Argentina y aplicarlo en el Perú.

Su testimonio me ha hecho recordar la aparición de la Virgen de la Merced  1 de agosto de 1218  a tres ilustres personajes de Barcelona: a San Pedro Nolasco, quien sería el fundador de la Orden de la Merced; al rey Jaime I de Aragón, conocido como "el conquistador", y reinante en aquel momento en la Corona de Aragón; y a San Raimundo de Peñafort, fraile dominico, maestro general de su orden de predicadores, y confesor del primero. Diez días después de la aparición, los tres caballeros se encontraron en la Catedral de Barcelona y compartieron haber tenido la misma aparición: la Virgen María les pedía la fundación de una orden religiosa dedicada a la redención de los cautivos. Sería la Orden de la Merced para la redención de los cautivos.

Dios quiera que nuestros tres amigos sigan coordinando este desborde de amor mariano para ayudar al Perú, América y el mundo la redención de los nuevos cautivos de nuestro tiempo. A los 15 años de Aparecida, la campanada para la misión, como discípulos y misioneros, recibimos con gozo y esperanza este regalo del Rosario de Hombres para la nueva evangelización del Perú. Y habrá confesiones como esta mañana, oraciones sin complejo, proclamación gozosa de la fe. Alegría y paz ante la presencia de María como ante la bella imagen de Fátima.

Pasemos la voz. Y si podemos la imagen, como PAX TV, mucho mejor. Como siempre, el mal se vencerá con sobreabundancia de bien. Hay que poner el agua -nuestra presencia, nuestro compartir- como en Caná, y Dios con nuestra Madre lo convertirá en el vino de la santidad y la fraternidad.

viernes, 27 de mayo de 2022

¡SIRENAS A PECHO DESCUBIERTO EN EL PÚLPITO DE SANTA MARÍA MAGDALENA DE PUEBLO LIBRE!

¡SIRENAS A PECHO DESCUBIERTO EN EL PÚLPITO DE SANTA MARÍA MAGDALENA DE PUEBLO LIBRE!

Un fervoroso parroquiano de la iglesia de Santa María Magdalena, de Pueblo Libre, bien comprometido con su iglesia y su parroquia, amante del arte, especialmente del deslumbrante barroco de nuestro Perú virreinal como el que aquí se puede contemplar, me preguntó -de modo confidencial y un tanto desconcertado- acerca del significado de las figuras femeninas que ostentan sus pechos desnudos debajo del fastuoso y elegante púlpito de mediados del siglo XVIII.

Agradezco a mi amigo el arquitecto Luis Villacorta, experto en historia del arte peruano, quien elaboró su tesis sobre la arquitectura de los templos de las doctrinas rurales como el de Santa María Magdalena, quien me indica que las sirenas eran un motivo ornamental de uso frecuente en el arte virreinal del Perú. Las sirenas tienen varios significados, el principal es el que "distraen" al hombre, son como símbolo de la tentación, lo atraen hacia algo que no es bueno para él. Suelen aparecer con vistosos collares como añadido a su exuberancia ornamental. De hecho, son frecuentes las sirenas en las iglesias surandinas (Arequipa, Puno…) como símbolo de la lujuria o ícono femenino de la tentación, también como sujeto de distracción del camino del bien y de la santidad.

 

Suelen ubicarse en la parte inferior del púlpito y puede simbolizar su derrota por la fuerza de la Palabra de Dios predicada por el sacerdote normalmente en la homilía o sermón tras la proclamación del Evangelio o la exposición de un tema catequético.

Resulta espectacular el púlpito de la catedral de Arequipa en el que el escultor se recreó de tal modo en la figura del diablo que casi acaba por olvidarse que el púlpito es la cátedra de verdad frente a la mentira y el mal.

Según el libro de Emblemas Morales (Madrid, 1610) de Sebastián Covarrubias, en la tradición iconográfica europea la sirena simbolizaba el pecado de la lujuria.

No está de más indicar que como escribe el P. Antonio San Cristóbal la estética del mismo en Pueblo Libre ha superado la de los púlpitos cuzqueños de la segunda mitad del siglo XVII, ornamentados con recuadros de imágenes entre columnas para adoptar el estilo de los púlpitos comunes en Ayacucho y Lima, cuya cazuela se adorna con tableros planos recubiertos de follaje, al igual que el de Jesús-José-María de las Clarisas Capuchina, el Hospital se San Andrés, y el de la Compañía de Jesús en Pisco.

viernes, 13 de mayo de 2022

MONSEÑOR MIGUEL CABREJOS, PRESIDENTE DEL CELAM, EN LA BEATIFICACION DE SOR MARIA AGUSTINA RIVAS LOPEZ “AGUCHITA”

 

MONSEÑOR MIGUEL CABREJOS, PRESIDENTE DEL CELAM, EN LA BEATIFICACION DE SOR MARIA AGUSTINA RIVAS LOPEZ "AGUCHITA"

 

Estimados hermanos y hermanas:

 

El libro del Apocalipsis proclama que Dios es Santo (Ap. 4,8). La santidad es propia de la esencia divina, pero Dios la comparte con sus criaturas a las que llama e invita a una vocación de santidad: "sean santos como su Padre Celestial es santo" (Mt. 5,48).

 

En el Perú, llamado por el Papa Francisco "Tierra ensantada", hemos tenido santos y santas de la grandeza de Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, San Juan Masías, Santo Toribio de Mogrovejo y San Francisco Solano que han marcado profundamente la vida espiritual de los católicos peruanos. Del mismo modo hemos tenido mártires como los sacerdotes polacos e italiano de Chimbote, que murieron víctimas de la ideología demencial del terrorismo.

 

En esa línea de testimonio y fidelidad a Cristo y a su Iglesia estamos celebrando hoy el heroico sacrificio de una mártir: María Agustina Rivas López, más conocida como "Aguchita", cuya vida fue inmolada un 27 de setiembre de 1990 a manos de terroristas integrantes de Sendero Luminoso.

 

Ellos quisieron ahogar su vida en el silencio de la muerte, pero Dios la hizo un grito de justicia que ha resonado y resuena en la Iglesia universal. Ellos quisieron derramar su sangre para eliminar su presencia y su fe entre el pueblo sencillo de La Florida, pero Cristo Resucitado la ha convertido en un emblema de caridad y esperanza que fortalece nuestro compromiso. Ellos quisieron amedrentar la misión evangelizadora de la Iglesia, asesinando una hija suya, pero Dios consolidó la fe de sus fieles con el testimonio martirial de Aguchita.

 

En esta beatificación de Aguchita no podemos olvidar aquellas otras seis personas que también fueron asesinadas por aquellos terroristas. Puede que su sangre derramada en este mismo suelo de La Florida, sangre como la de Abel, los haya unido al coro de los que siguen al Cordero Vencedor entre los santos del Paraíso.

 

Me permito recordar que la Iglesia existe para evangelizar. Por eso dice el Papa Francisco:

todo lo que la Iglesia ofrece debe encarnarse de modo original en cada lugar del mundo, de manera que la Esposa de Cristo adquiera multiformes rostros que manifiesten mejor la inagotable riqueza de la gracia. La predicación debe encarnarse, la espiritualidad debe encarnarse, las estructuras de la Iglesia deben encarnarse"[1], la santidad divina debe encarnarse.

 

Por eso, en este tiempo sinodal que vive nuestra Iglesia, los invito a renovar la pasión por Jesús, la pasión por su Evangelio, la pasión por su pueblo, pueblo Santo de Dios.

 

Gracias Emmo. Señor Cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, Delegado Papal; gracias en su Superiora General a las Hermanas del Buen Pastor; Gracias Mons. Antón Zerdin; gracias a todos los Obispos, al Señor Nuncio Apostólico, al Cardenal Pedro Barreto, a todos los sacerdotes, religiosas, religiosos y fieles aquí presentes en esta inolvidable Beatificación de Aguchita.

 

Quiero invitarlos a elevar los ojos a la Santísima Virgen María, Madre de la Amazonía, acompañándonos con esta oración:

 

Querida Madre de la Amazonía, hoy te elevamos nuestra oración para que intercedas por nuestros pueblos hermanos nativos de la Amazonía. Muéstrales el rostro misericordioso de Cristo y protégelos de la amenaza de perder su lugar y sus recursos a causa del abuso de los recursos naturales de nuestra casa común. Concédenos a todos la gracia de sabernos hijos amados de Dios, que nos ha engendrado en esta Casa Común y que con este don también nos llama al compromiso de cuidarla y compartir todo con todos, sin que nuestras acciones tengan que perjudicar a nadie. Te encomendamos a todos los pueblos nativos, para que puedan vivir en paz y que puedan reconocer en nosotros un signo de la Misericordia de Dios Padre, la paz de Jesucristo y el amor del Santo Espíritu.

 

Que nuestra Beata Aguchita nos ayude desde el cielo. Pidamos todos ahora a nuestra Beata Aguchita por numerosas y santas vocaciones sacerdotales, religiosas y laicos comprometidos en la evangelización, en una Iglesia en salida y más sinodal.

 

Hoy nos alegramos en el Señor por tener una beata valiente, que dio la vida por Cristo y por los pobres. Por tanto, ella es el ejemplo de servicio y de fidelidad para todos nosotros. Que así sea.

 

La Florida, Junín, 7 de mayo de 2022.

 

 

+ Héctor Miguel Cabrejos Vidarte, OFM

Arzobispo Metropolitano de Trujillo Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana

Presidente del CELAM



[1] FRANCISCO. Exhortación Apostólica Postsinodal "Querida Amazonía" (2-2-2020), 6

miércoles, 11 de mayo de 2022

Cardenal Baltasar Porras: “AGUCHITA ES UNA SANTA PARA TODO EL MUNDO DE NUESTRO TIEMPO”

Cardenal Baltasar Porras: "AGUCHITA ES UNA SANTA PARA TODO EL MUNDO DE NUESTRO TIEMPO"

Queridos amigos de Radio María, tengo el enorme gusto de estar con el Cardenal Baltazar Enrique Porras, legado pontificio de Francisco para presidir la beatificación de la hermana AGUCHITA.  En la historia del Perú, sólo ha habido tres beatificaciones en el territorio patrio, la primera de San Juan Pablo II en Arequipa, el 2 de febrero de 1985 para Sor Ana de los Ángeles Monteagudo; la segunda para los Mártires de Chimbote, y esta es la tercera. Normalmente las beatificaciones se realizaban en Roma, ¿verdad?, pero desde el Papa Benedicto XVI se ha querido que se den en su realidad local para facilitar su participación a los que viven más cerca y conocieron al beato, de ahí que ahora se sienta este desborde de gozo en el vicariato de San Ramón.

(Entrevista realizada en San Ramón, el viernes 6 de mayo del 2022, por José Antonio Benito)

 

Monseñor cuéntenos, ya lleva un tiempo aquí conociendo San Ramón, háblenos de ello, para luego seguir conversando de la beatificación.

En primer lugar, siento una inmensa alegría y un agradecimiento al Papa Francisco por haberme delegado para que presida la beatificación de la hermana Aguchita, esto me ha permitido conocer más a fondo su vida y todo el entorno. Realmente estamos ante una gran Santa, una mujer que no solo por ser mártir, digamos que por casualidad se haya ganado gratis esta palama del martirio, porque simplemente estamos ante una mujer mística qué con su sencillez, con pocas palabras, pero sobre todo que con sus testimonios y alguna de las pocas cosas que dejó escritas en sus cuadernos no solo de los últimos años de su vida, sino de edad más temprana y de su tercera aprobación a los 40 años, es verdaderamente de una profundidad impresionante que lo desbordó con su quehacer en el servicio a los pobres, en el servicio de la recuperación de las muchachas en riesgo propio, pues desde su Congregación siempre atenta al servicio para todos y que en los últimos años quisiera desarrollar más vocación misionera y quisiera venir a esta parte de la Selva amazónica, donde encontró, pues la muerte.

He querido venir antes para conocer un poco más y agradezco monseñor Gerardo Zerdín, pues esas cositas tan fraterna que hemos tenido el día de ayer la oportunidad de visitar varias localidades como Oxapampa y todos sus alrededores, de Quillazú y la alegría de la gente, el recibimiento la fe profunda y la labor que se realiza en medio de las contradicciones propias de la vida cotidiana y de lo que ha sido pues en esta región desde el tiempo inmemorial, y desde el tiempo más cercano también haber sufrido los embates del terrorismo, y que se esté desarrollando una vida civil, diríamos que se ve como en crecimiento, y también esa presencia generosa de los misioneros de toda esta región, de tal manera que para mí, lo siento como una gracia muy especial.

Y creo que estamos ante una santa no solo para esta región, no sólo de la zona amazónica peruana o de la Amazonía en general, no solo para América Latina, sino creo que, para el mundo, como el Papa que nos habla y reivindica tanto la vocación bautismal y que sea sobre todo testimonial. Encontramos que hay profundidad, hondura de Fe, de amor a Jesús, de amor a su iglesia, de amor y servicio a los pobres y qué mejor que con el ejemplo que tenemos en esta monjita, de la alegría, la misericordia y el perdón y su vocación samaritana la exaltan a los altares.

Chesterton solía decir que: "El Mundo se trastornaba, para que Dios germinase Santos", Venezuela y Perú están viviendo un momento muy crítico, muy difícil, ¿Qué respuesta dan los santos? y ¿qué invitación hace a los fieles cristianos que vivimos en Venezuela y en el Perú para responder como debemos?

Los Santos Padres nos dicen, si mal no recuerdo fue San Juan Crisóstomo que dice: "La virtud se manifiesta de verdad en la tribulación"; cuando las cosas nos salen bien, es muy fácil hacer el bien, cuando nos encontramos ante dificultades personales, internas, externas de tipo social, político económico, hasta religioso, es donde se prueba, así como el oro se prueba en el crisol, y el metal en el yunque, necesitamos esos golpes de la vida, necesitamos que nos pongan en primer lugar en la verdadera dimensión de lo que es la fragilidad y la debilidad humana, y que allí es donde está la fuerza del Señor; la fuerza no está en la violencia y la guerra, ni en las armas, ni en el poder, sino en la ternura, la ternura de María que nos invita a ese sentido del verdadero amor que no es algo insensible sin más y que no es algo que se queda en el caparazón, en lo exterior, sino que va a lo más profundo. Yo creo que todos tenemos experiencia de lo que significa esa alegría interna, sincera, cuando hacemos las cosas sin buscar un aplauso, sin buscar que nos vean, sin esperar ninguna recompensa, sino simplemente saber descubrir el rostro de Dios en cualquiera de nuestros hermanos, en cualquiera de los que vemos en nuestro derredor, en el entorno en el que estaba desfigurada la imagen de Dios, la imagen de Jesús.

¡Qué bello recuerdo el de María, porque cuando uno ve la imagen de AGUCHITA, siente uno que es su madre y que está en ese paralelismo, por la mujer del Magníficat, es sobre el Magníficat que se hace más sencilla comprender la santidad, sino uno no sabe cómo empezar; cuando uno dice qué respuesta damos; yo cuando veo tanto venezolano en Perú, ¡uno no sabe por dónde empezar o como cuando se dice qué respuesta le damos!

Ciertamente, yo creo que allí tenemos ese gran ejemplo, en la vocación Mariana que tiene todo nuestro continente latinoamericano y que se descubre en nuestra familia, en nuestra madre, con esa devoción como en el caso de AGUCHITA lo que recibió fue en su familia, en el hogar y que después creció. Indudablemente a lo largo de su vida y de su entrega, pero tuvo esa base fundamental, de esa devoción sencilla y humilde, qué es la que nos da la fortaleza, que es la que nos tiempla en nosotros todos esos resortes que son los que nos permite ver en el otro no un estorbo, sino un hermano.

María la Madre de la Iglesia, la que une a todos los hermanos. Estamos muy contentos de que venga desde Venezuela. Le sentimos muy cercano cuando ha estado visitando San Ramón. Aquí hay una comunidad de venezolanos que seguramente le gustará también dirigir unas palabras suyas, si quieres darles un mensaje adelante.

Sí, claro que sí, sé que son muchos los venezolanos, tengo varias familias conocidas aquí sobre todo en Lima que ya he tenido contacto en Lima con ellos, sé que son miles y miles a través del trabajo con Caritas, y el trabajo que tenemos, mejor dicho, en la relación tan estrecha y fraterna que tenemos con el Episcopado Peruano para ayudar en esta situación. En primer lugar el agradecimiento al Perú con todas las situaciones si se quieren desagradables que se han presentado, que tienen una cierta lógica porque no se trata de tres o cuatro personas, sino de miles de personas que vienen a un país que también tiene sus necesidades y que sin embargo pues la apertura de la Iglesia pero también de buena parte de la sociedad ha sido de acogida en medio de situaciones algunas muy dramáticas que viven nuestros hermanos y que sin dudas viven las migraciones, no solamente de las migraciones de la guerras como en el caso de Ucrania, yo creo que estamos ante una guerra que no va con las armas, sino que es con el desprecio de algunos sectores de la sociedad que imposibilita el desarrollo de la solidaridad y obligan casi por la fuerza a tener que buscar en otros horizontes; y ciertamente que el desarraigo, la expectativa y la incertidumbre, el tener que cargar con la familia, el ver las expresiones que ciertamente indican una capacidad de sufrimiento, el irse a pie desde la frontera venezolana hasta el Perú son miles de kilómetros en los que van con la esperanza de poder encontrar que abran los brazos para poder tener una vida digna.

Radio María quiere responder justamente a este reto de nuestro tiempo y en concreto en esta crisis. Me gustaría pedirle un mensaje final para los oyentes de Radio María que con tanto cariño y expectativa siguen esta beatificación.

Yo creo que el mensaje que debemos tener todos, es el que nos da Dios en AGUCHITA,  no va hasta que veamos el mal y la ayuda el próximo de lejos, tenemos que ser samaritanos, tenemos que bajarnos del caballo, tenemos que bajarnos de lo que nos ocupa para atender a quien no sabemos quién es, este es el verdadero sentido de la caridad, como nos dice el Papa, y  es la forma que como creyentes tenemos para caminar juntos en ese sentido de sinodalidad, que es lo que el Bautismo nos llama para ser mejores ciudadanos y  también mejores cristianos. Por eso, a todos los oyentes de Radio María una bendición muy especial, qué esta oración se convierta también en esa acción caritativa.

¿Su Eminencia, Monseñor Baltasar; nos puede dar una bendición?

Con sumo gusto. Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nuestros oyentes y sobre todos los que siguen a Radio María y que le sirva para crecer en la fe esperanza y la caridad.

Bendiciones, muchísimas gracias.

HERMANA AUGUSTA, IMPULSORA DE LA CATEQUESIS FAMILIAR EN EL PERÚ (1937-2022)

HERMANA AUGUSTA, IMPULSORA DE LA CATEQUESIS FAMILIAR EN EL PERÚ (1937-2022)

José Antonio Benito

En los 200 años de vida republicana del Perú, personas e instituciones se han identificado de tal manera que es imposible diferenciarlas; es el caso de la inolvidable Hermana Augusta Carrara, religiosa Hija de la Sabiduría, con la Catequesis Familiar (CF). Su deceso el pasado 1 de mayo del 2022 será motivo de recordarla por considerar que desde este movimiento catequético legó un apoyo significativo a la formación integral de miles de peruanos, desde la riqueza del método formativo catequético aplicado en las familias.

La vida plena de Hna. Augusta

Augusta nació el 23 de mayo de 1937, en Albino, un pueblo de la provincia de Bérgamo en Italia, y, fue bautizada dos días después. El 23 de mayo de 1953 recibió su primera comunión, el 18 de mayo de 1946 su confirmación y entró en la Congregación de las Hijas de la Sabiduría el 16 de Mayo de 1960. Hizo sus primeros votos el 2 de Agosto de 1962 y su profesión perpetua el 22 de Agosto de 1968; en el mismo día, recibió la obediencia para ir de misionera a la tierra peruana. Su profunda pasión por los más necesitados ha sido siempre su principal motivación para emprender numerosas aventuras de servicio pastoral, como la de la CF.

Como ella mismo dice: "No hay que olvidar que los beneficiarios del programa son los niños. Ellos son el centro de todo; por amor a los niños nos preocupamos de la familia, queremos que los padres asuman su compromiso cristiano de educar en la fe sus hijos[1]".

Llegó a Perú el 31 de enero de 1969, y fue destinada directamente a Yanahuanca (1969-1975), un pueblito de Cerro de Pasco, a la altura de 3,500 metros. Después de una breve pausa en el "Centro Unitario Missionario" de Verona en el año 1975, volvió de nuevo a la tierra peruana donde trabajó en Huánuco (1975-1978); luego, en Huasca del Agustino (1979), y, de allí llegó a la Visitación de Lima donde trabajó con el Padre Jonny Bigoni (1981-1985). En el año 1987, la Conferencia Episcopal le encargó de coordinación del Equipo Itinerante en el ámbito nacional. En el año 1992, el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Peruana aprobó los estatutos de la CF y la nombró como Coordinadora Nacional. En los días 9 y 15 de febrero de 2003 organizó el Primer Congreso de CF y, al año siguiente en el mismo mes, el mini congreso para los niños.

Siguió en el cargo, desempeñando una gran labor demostrando su entusiasmo y entrega para que la CF pueda difundirse siempre más en todas las familias para que -según sus palabras- "El Programa sea asumido como camino de Iglesia, para que pueda extenderse de manera rápida a todos los hogares".

Debido al desgaste físico y deterioro personal regresó a Italia donde el cruel mal del Alzheimer fue minándole y poco a poco se fue apagando. El primer día del mes de mayo, mes de las flores, mes de María, Madre de la Sabiduría, la Señora, Virgen, Madre y Maestra vino a recogerla para contemplar, por fin, la catequesis viva, en familia, en el calor del hogar trinitario, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Todo por la Catequesis Familiar

En el 2004 tuve el honor de asesorar la tesis de maestría de Juan Pedro Bonanomi Barcella -y a quien agradezco la mayoría de los datos del presente artículo- en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, que se titula "Catequesis Familiar. Un método válido para la Nueva Evangelización. Primer Congreso Internacional" y pueden encontrar en http://repositorio.ftpcl.edu.pe/handle/FTPCL/188  o Metadatos: Catequesis Familiar. Un método válido para la Nueva Evangelización. Primer Congreso Internacional (concytec.gob.pe)

En el mismo se nos da cuenta de la metodología de la CF: ver, juzgar, actuar, revisar y celebrar La llegada de la Catequesis Familiar al Perú, como toda acción evangelizadora, siempre es obra del Espíritu Santo que suscita hombres sensibles a su acción y, desde una pequeña semilla echada en la tierra de Villa El Salvador y Yerbateros, en 1978, poco a poco, ha ido organizándose, creciendo y abriéndose a nuevos caminos misioneros. El Primer Congreso Internacional fue este árbol maduro de un camino de 25 años, que brotó con sencillez y que ha crecido despacio, en varias etapas: Gestación, organización, misional, profundización y reorganización, universalidad y hacia nuevos horizontes.

La CF, en sus primeros veinticinco años de presencia en Perú, logró una gran difusión alcanzando casi todas las jurisdicciones eclesiásticas: Lima, Chosica, Carabayllo, Lurín, Chimbote, Chachapoyas, Huancayo, Huánuco, Pucallpa, Chota, Callao, San Ramón, Iquitos, Piura, Huacho, Huaraz, Jaén, Amazonas, Yurimaguas; Cajamarca, Ayacucho, Ica, Tacna y Moquegua, Ayaviri, Arequipa, Cuzco, Chiclayo, Carabalí, Huamachuco, Trujillo, Huancavelica, Puno, Huari, Chuquibamba, Huancavelica, Puno Huari, Juli, Sicuani, Tarma, Puerto Maldonado, Abancay y Chulucanas. En este tiempo, la presencia de la CF ha logrado ingresar en todas las arquidiócesis - diócesis y en casi todas las Prelaturas y Vicariatos Apostólicos del Perú. Los años de la gran expansión nacional fueron los años 80.

La CF no se cerró en los límites nacionales desde su comienzo en Chile, sino que se abrió a una dimensión universal llegando en el año 1978 en el Perú. Actualmente está presente en muchos estados de América Latina: Chile, Perú, Bolivia, Colombia, Argentina, Venezuela, Uruguay, Paraguay, Ecuador, Brasil, Panamá, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Guatemala, Cuba,  República Dominicana y México.

La CF es una expresión típica de la iglesia de América Latina. Así, llegando a su madurez, la Iglesia de AL se vuelve misionera tocando las orillas del primer mundo norte americano y del viejo mundo europeo: EEUU, Canadá, Alemania, España, Italia, República Checa y Suecia. Tanto se ha difundido, que tocó la puerta del gran continente asiático, empezando su presencia en el país de Corea del Norte.

Hoy día se puede decir que el Programa tiene una difusión mundial, llegando a tener su presencia en veintiséis países en el mundo. Todo eso, nos hace ver cuán grande creció el árbol de la CF en estos treinta y cinco años de su nacimiento en el territorio sureño, Chile.

Justo es en este tiempo de bicentenario patrio, agradecer, examinarse, proyectar sobre la formación doctrinal y catequética del Perú en la que la CF y la Hna. Augusta han contribuido de modo decisivo. Gracias, P. Juan Bigoni, por su colaboración y por informarme sobre el tránsito de nuestra querida e inolvidable Hna. Augusta; oramos para que tan hermosa labor continúe por el bien de nuestro Perú .



[1] Catequesis Familiar, Catequesis Familiar, 25 años de presencia en el Perú, Lima 2001., Pág. 20.

domingo, 8 de mayo de 2022

NUEVA BEATA AGUCHITA, CORAZÓN SINODAL EN LA SELVA DEL PERÚ

NUEVA BEATA AGUCHITA, CORAZÓN SINODAL EN LA SELVA DEL PERÚ

 

José Antonio Benito

 

Gracias a la nueva beata mártir Aguchita, el centro poblado de La Florida, del distrito de Perené, provincia de Chanchamayo, región Junín, parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Puerto Yurinaki, vicariato de San Ramón, en el Perú, se convirtió el sábado 7 de mayo del 2022 en la capital del mundo católico; así lo reconoció al día siguiente, domingo 8, fiesta del Buen Pastor, Jornada de oración por las vocaciones, tras el rezo del Regina Coeli:

Ayer en San Ramón (Perú) fue beatificada María Agustina Rivas López, llamada Aguchita, religiosa de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, asesinada por odio a la fe en 1990. Esta heroica misionera, incluso sabiendo que arriesgaba la vida, permaneció siempre cerca de los pobres, especialmente de las mujeres indígenas y campesinas, testimoniando el Evangelio de la justicia y de la paz. Que su ejemplo pueda suscitar en todos el deseo de servir a Cristo con fidelidad y valentía. Un aplauso a la nueva Beata"[1]

Ha sido la tercera beatificación en nuestra tierra peruana, jornada realmente histórica e inolvidable, tras la de Sor Ana de los Ángeles, el 2 de febrero de 1985 en Arequipa por Juan Pablo II y la de Miguel Tomaszek, Zbigniew Strzalkowski y Alessandro Dordi el 5 de diciembre del 2015 en Chimbote por el Cardenal Angelo Amato.

He podido participar de lleno en la vigilia del viernes 6, en San Ramón, y en la misa de beatificación en La Florida del sábado 7. A pesar de la dificultad de acceso, a mí me ha supuesto 12 horas de transporte desde Lima, miles de fieles se han acercado desde los más diversos lugares del Perú, especialmente desde los rincones más apartados del vicariato.

En mi condición de fiel católico, historiador y reportero de Radio María y PAX TV, he tenido la oportunidad de entrevistar a varios de los protagonistas -Monseñor Salvador Piñeiro, arzobispo de Ayacucho, Su Eminencia Cardenal Baltazar Porras, familiares de Aguchita, hermanas de la congregación del Buen Pastor, sacerdotes del vicariato, voluntarios, pintor del cuadro, músicos, animadores…y gozar de primera mano del acontecimiento único -celebrativo- de la glorificación de uno de los hijos de la Madre Iglesia. ¡Por todo lo alto! En el recóndito y humilde poblado de la Selva central, montañoso, pródigo en productos tropicales como café, cacao, achiote, palta, yuca y plátano.

La periferia se ha convertido en centro, el pobre en bienaventurado, la cruz en luz, la muerte en vida. Aguchita ha creado lazos, tendido puentes, forjado familia. Ha transitado las tres regiones del Perú, nacida en Coracora, sierra ayacuchana, se acrisoló en Lima, costa, y se donó definitivamente en la selva. Tanto en la vigilia preparatoria como en la ceremonia de beatificación sentí el abrazo maternal de Aguchita como recipiente testamentario del Buen Pastor de que "sean uno para que el mundo crea". Su sangre martirial ha sido el rocío fraternal de su familia natural -hoy repartido por medio mundo-, religiosa - Hermanas del Buen Pastor -en varios continentes-, misionera -universal- que ha alegrado la vida de todos los participantes: desde los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos, familias, pobladores; parroquias y movimientos; la iglesia local y la universal; todos la sentíamos muy nuestra, por su sencillez, por su sonrisa, por su entrega servicial, por su santidad. La percibía como la encarnación de la discípula y misionera que evangeliza con gozo, la santa de la puerta de al lado, la referente del Papa Francisco para responder a los desafíos de un mundo globalizado y roto. Ella, desde el anonimato, en el amor cotidiano, escondido y oferente, en magníficat permanente, es la respuesta que necesita el mundo en guerra y el Perú en crisis.

Gracias a nuestra Hermana Aguchita, la iglesia local brinda a la iglesia universal, a todo el mundo, lo mejor de sí, el tesoro siempre antiguo y siempre renovado y fresco de la santidad que supera toda división y mezquindad. Su gran legado es dar vida al patrimonio y reto de la iglesia de nuestro tiempo: la sinodalidad. Ella nos ha ayudado a caminar juntos, a dar lo mejor de sí para compartirlo con el mundo.

Gracias parroquia y vicariato de san Ramón con las comisiones de organización, comunidad de Hermanas del buen Pastor con todos los grupos colaboradores, REPAM… por tan formidable acogida, brindando hospedaje, comida y puntual orientación a los de lejos y de cerca. Como en los congresos misioneros, jornadas mundiales de la juventud, cada peregrino ha recibido de modo gratuito su bolsa-mochila con su gorra, cancionero, mascarilla, botella de agua y alcohol, programa…así como la facilidad para el transporte… y de vuelta para nuestras casas con libro, reliquia, estampa; luz, pasión, desborde; para seguir viviendo tras las huellas del Buen Pastor al estilo de Aguchita, en nuestro ambiente…para florecer donde Dios nos planta, al igual que nuestra nueva Beata en La Florida, hasta dar la vida.

Es el momento de saborear, hacer digestión, asimilar, aplicar, multiplicar, convirtiendo por amor lo ordinario en extraordinario. Y como nos recordó Monseñor Miguel Cabrejos al pedirnos oraciones por nuevas vocaciones: así sea, amén.

Tan sólo me ha quedado una sombra, una pena, una desazón… ¿Por qué los medios "civiles", "públicos" en general no lo publican? ¿Por qué tanto silencio, tanta indiferencia? ¿Por qué tanto interés en las "malas" noticias de la permanente corrupción, el morbo, el ruido? Decía Unamuno que la palabra vana es del tiempo, el silencio de la eternidad. Y Aguchita nos grita y alecciona para hacer realidad el sueño de Francisco en la "querida Amazonía", el Perú y la Humanidad entera.

Como nos alienta el Grupo musical Siembra: "Aguchita, va, perfumando el viento, su vida da, anunciando a Cristo, ternuras da, muy cobijadita, entre pobres va". Basta de lamentarse, fuera las quejas, sobran los espectadores, vamos allá, todos a una, en familia, en comunión, de modo sinodal, que "Aguchita va". Hagamos vida lo que ella rezaba cada día: "Señor, que ves, que puedes, haz de tu miserable, lo que tú quieras". Hagamos nuestra la oración propuesta para su canonización:

Oración ¡Oh Dios! Tú que infundiste en la Beata María Agustina, la virtud de vivir fiel hasta el martirio, testificando el amor, la misericordia, la paz, la justicia y el cuidado de la creación, haz que sepamos imitar su ejemplo de vida, humildad y sencillez. Que por su intercesión podamos alcanzar la gracia del pastoreo ejemplar al servicio de los más vulnerables. Por Cristo, nuestro Señor. Amén

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN DE LA BEATIFICACIÓN DE LA MÁRTIR MARÍA AGUSTINA DE JESÚS RIVAS LÓPEZ, AGUCHITA, EN LA FLORIDA, PERÚ, A CARGO DEL CARDENAL BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO.

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN DE LA BEATIFICACIÓN DE LA MÁRTIR MARÍA AGUSTINA DE JESÚS RIVAS LÓPEZ, AGUCHITA, EN LA FLORIDA, PERÚ, A CARGO DEL CARDENAL BALTAZAR ENRIQUE PORRAS CARDOZO.

 La Florida, 7 de mayo de 2022.

 

Los hijos de la selva te alabamos, Señor.

Las aves con sus cantos, los peces y reptiles

las fieras de la Selva te alaban, Señor!

Los pobres y olvidados, con ansias de ser libres,

luchando en su esperanza te alaban Señor.

(canto de entrada)

 

 

Muy queridos hermanos y hermanas

 

Vengo con inmensa alegría, al son del hermoso canto de entrada, junto a "los hijos de la selva, a los pobres y olvidados, luchando en su esperanza, te alabamos Señor". El Papa Francisco está con nosotros de corazón, con su fraternidad, afecto y oración, quien me ha enviado para que lo represente en este hermoso día de la glorificación y elevación a los altares de nuestra mártir "Aguchita".

 

Les confieso que para mí, estar aquí presente, más que el cumplimiento de una misión, muy grata por lo demás, es una gracia muy especial que me enriquece. En efecto, vengo como peregrino a beber en el pozo insondable de la fe y entrega de nuestra mártir, en las que ustedes, originarios de estas tierras, fueron y son, sostén de la esperanza cristiana que han sabido mantener y cultivar en el tiempo, más allá de las contradicciones y asperezas de la vida. Considero, igualmente, una gracia estar en esta tierra peruana, pues, mucho debemos los países de Suramérica a la sombra benéfica de los concilios limeños que nutrieron la vida cristiana de nuestras nacientes comunidades, al igual que a la reflexión y experiencia pastoral que se ha irradiado desde el postconcilio y en la actualidad desde la pastoral panamazónica.

 

Es también para mí, una grata sorpresa, compartir la espiritualidad de la Hermana Agustina, pues fui formado por los Padres Eudistas en el Seminario de Caracas, y entre las actividades que debíamos cumplir, estaba el participar en los retiros y convivencias que tenían lugar en la casa de formación de las Hermanas del Buen Pastor, donde conocimos y admiramos desde adolescentes, el recio carisma de las Hijas de San Juan Eudes y Santa María Eufrasia.

 

Los materiales que fraternalmente me envió Mons. Gerardo Zerdin escritos con pasión y competencia por el P. Alfonso Tapia han sido lectura espiritual, muy propia del tiempo cuaresmal y pascual, haciéndome mucho bien, en la estela de la semilla sembrada por nuestros mayores, hombres y mujeres sencillos de nuestro continente, auténticos transmisores de la fe que se vive en Latinoamérica. Es pues, ocasión propicia para reconocer que, en palabras de Medellín, "la Iglesia ve con alegría la obra realizada con tanta generosidad y expresa su reconocimiento a cuantos han trazado los surcos del Evangelio en nuestras tierras, aquellos que han estado activa y caritativamente presentes en las diversas culturas, especialmente indígenas, del continente: a quienes vienen prolongando la tarea eduadora de la Iglesia en nuestras ciudades y nuestros campos" (Medellín, Conclusiones, introducción, 2).

 

La lectura del Cantar de los Cantares que acabamos de escuchar, es fiel retrato de nuestra mártir; ella tuvo grabado en su brazo, mejor en todo su cuerpo, como un sello en el corazón, a Jesús, porque el amor es más fuerte que la muerte y, ni las aguas torrenciales podrán ahogar el amor que repartió a borbotones. Junto a ella, cantamos "el Señor es mi pastor, nada me falta", porque con Él nada nos faltará.

 

Esta palabra de Dios, proclamada hoy aquí, se cumple, en nuestra santa, y debe cumplirse también en todos nosotros, llamados a ser fieles seguidores desde estas lejanas tierras de la inmensa selva amazónica, marcados con el sello del amor en todo nuestro ser, físico y espiritual, para seguir siendo, semillas de paz y de amor que se irradien y extiendan por el mundo entero.

 

San Pablo, a su vez, lo que parecía una ganancia, lo consideró basura y lo dio por perdido, para ganarse a Cristo. También aquí, queda reflejada la vida y entrega final de nuestra Aguchita, y se convierte en desafío del presente. En efecto, ¿qué significa para nosotros, seguir a Cristo, en medio de las circunstancias actuales, con sus nubarrones, pero también con sus inmensos rayos de luz? La pastoral amazónica es faro luminoso para la región y para el mundo y ustedes son sus protagonistas. Es el sueño cultural, ecológico y eclesial del Papa Francisco, porque "el camino continúa, y la tarea misionera, si quiere desarrollar una Iglesia con rostro amazónico, necesita crecer en una cultura del encuentro hacia una pluriforme armonía…donde debe resonar una y otra vez, el anuncio misionero" (Querida Amazonía, 61).

 

Antes de hacer referencia al Evangelio del Buen Pastor, preguntémonos qué lección y qué tarea nos deja y exige la Hermana Agustina. Me limitaré a señalar algunos rasgos importantes de su legado, pues necesitamos continuar la labor evangelizadora que ella emprendió. Los santos están puestos, para admirarlos, por las obras que Dios ha hecho en ellos, pero más aún, para imitarlos y seguir sus huellas. Es el crecimiento permanente del grano que muere para que dé fruto abundante.

 

En primer lugar, su origen. Hija de esta tierra ayacuchana, fue siempre su querencia primera, referencia e interés permanente en su quehacer, porque de Coracora, como de Nazaret ha salido algo bueno. Por eso, cargada de años, virtudes y añoranzas, aceptó gozosa la obediencia de ser misionera en el Vicariato de San Ramón, a pesar de sus achaques. No lo rehuyó, sino que lo asumió con alegría y entusiasmo.

 

En segundo lugar, la familia fue el vientre nutricio de su vida y de su vocación cristiana. El ejemplo de sus padres, Dámaso y Modesta, fue yunque, primera escuela donde se fraguaron sus virtudes humanas y cristianas. La primera iglesia es el hogar; no desperdiciemos el papel que tienen en la configuración de la personalidad integral de sus miembros. Su alegría al saber que su hermano César abrazaba la vida religiosa como redentorista, fue otro fruto de la siembra familiar. De allí, el trabajo tesonero y la prioridad que debemos dar a la pastoral familiar, más allá de convencionalismos, y de familias truncadas por tantas circunstancias que nos obligan, no a condenar o desechar, sino al contrario, reivindicar el que "con franqueza los condicionamientos culturales, sociales, políticos y económicos, impiden una auténtica vida familiar"; por ello, sin desvincularnos de los problemas reales de las personas, debemos "proponer valores, respondiendo a las expectativas más profundas de la persona humana: su dignidad y la realización plena en la reciprocidad" (Amoris Laetitia, 202 y 201). La Hermana Agustina refirió siempre sus virtudes cristianas, los oficios aprendidos junto a sus padres, la preocupación como hermana mayor de sus numerosos hermanos, la cercanía a la parroquia, a lo aprendido en el hogar.

 

¿Cuáles fueron esas virtudes aprendidas al calor de sus seres queridos?

La sencillez, la humildad, el sentido del trabajo, la servicialidad, todo ello amasado con actitud amorosa y desprendimiento. "Confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir que con ello le confiere una dignidad infinita, porque cada persona humana ha sido elevada al corazón mismo de Dios" (Evangelii Gaudium 178).

 

El amor a los pobres, con actitud samaritana, fue otra de las virtudes aprendidas en el hogar, por el testimonio y ejemplo de sus mayores. Desde niña, la opción preferencial por los pobres estuvo en el horizonte de su vida espiritual y de su servicio misericordioso.

 

Su espiritualidad se nutrió de la rica religiosidad popular, propia de nuestra gente sencilla. Santa María, San José y la lectura orante de la Biblia, formaron parte de sus devociones primeras y la acompañaron toda su vida. Es una prueba más de la raigambre de la fe en nuestro pueblo, ese sensus fidei, esa especie de instinto que posee todo bautizado para reconocer y apreciar lo que es de Dios, lo que es genuinamente cristiano, que penetra todo su ser y se manifiesta en el profundo amor a la Iglesia. Aparecida nos recuerda "el papel tan noble y orientador que ha jugado la religiosidad popular, especialmente la devoción mariana, que ha contribuido a hacernos más conscientes de nuestra común condición de hijos de Dios y de nuestra común dignidad ante sus ojos, no obstante las diferencias sociales, étnicas o de cualquier otro tipo". Esta piedad "refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer" (Aparecida, 37 y 258ss).

 

Los caminos de Dios son insondables. En la respuesta de la Hermana Agustina a las oportunidades que se le presentaron se abrieron nuevos cauces a su vocación de consagrada en la Congregación de las Religiosas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. La espiritualidad de San Juan Eudes y de Santa María Eufrasia permearan todo su ser, impregnándola de la riqueza del recio carisma eudista, para ser misionera a tiempo completo en el servicio a la juventud en riesgo, y más allá, a todo el que se acercaba a ella para percibir el buen olor de su comportamiento. Disciplina, oración, compartir fraterno, servir, formación permanente en lo humano y lo divino, con espíritu alegre y deseo permanente de aprender para darlo en abundancia. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús entra en la galería de sus preferencias junto con los santos fundadores, añadidos a San José y Santa María, a quienes refería todas sus necesidades y anhelos.

 

La presencia testimonial de la Congregación del Buen Pastor en las muchas obras diseminadas por la amplia geografía del país por más de un siglo es signo de la vitalidad de la Iglesia. En ellas también bebió nuestra Hermana Agustina y las interiorizó fuertemente. No digo nada nuevo, ante la inmensidad de testimonios sobre su humildad y compromiso de servicio, y su capacidad de enseñar con disciplina y rigor pero con mano suave y cariñosa. Reconozcamos el valor de la vida consagrada en nuestro tiempo, y la aceptación de la gente de esta región al regresar la presencia activa de las Hermanas al Vicariato.

 

Pero, lo que más me ha impresionado en Aguchita es encontrarme con su profunda espiritualidad que raya en el misticismo. La contemplación en la acción fue norte de su quehacer cotidiano y se blindó con la exigencia de su congregación de que "la muerte no se improvisa, el amor es nuestra vocación", unida al voto del martirio de San Juan Eudes: "te alabo y glorifico en los diversos martirios que han padecido tantos y tan atroces tormentos por amor a ti". Y al voto de Santa María Eufrasia: "Confío en que nuestra Congregación llegará a ser muy numerosa, a extenderse mucho y que Dios nos concederá la gracia de que algunas lleguen a verter su sangre por la salvación de las almas".

 

Toda su vida estuvo marcada por asumir, con temor pero con generosidad, la exigencia de estos votos. Sorprende la vigencia de su vocación mística desde edad temprana. Son pocos, poquísimos, los escritos que nos ha dejado la santa, pero suficientes para calibrar la hondura de su amor a Dios y el servicio al prójimo. A los cuarenta años, en la tercera probación, deja entrever su capacidad orante que va más allá de lo ordinario. El sentido oblativo de la vida cristiana y de la vida religiosa, fue para ella bálsamo suave cuando las dudas, las tentaciones o el cansancio intentaban hacer mella en su espíritu.

 

El dolor fue purificación y llave para la contemplación, para pensar y actuar primero tomando en cuenta al otro antes que a sí misma. Nos evoca el cántico espiritual de San Juan de la Cruz "Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras". Es una experiencia que nos parece rara y difícil de alcanzar, pero no es así, lo palpamos por doquier. El profundo sentido religioso de mucha de nuestra gente sencilla, en la que no hay obstáculo para ver el lado positivo y trascendente de la vida ordinaria, es más común de lo que pensamos, y es sostén de la vida cristiana de nuestros fieles y nos hace descubrir como Elías, la presencia del Señor, en la brisa cuasi imperceptible, que nos arroba en "la noche sosegada, en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora". Los testimonios de primera hora y los recogidos en la elaboración del proceso de beatificación ratifican esta condición: la Hermana Agustina trasmitía como por ósmosis que detrás de sus actos estaba la acción de la gracia divina, percibida por propios y extraños.

 

El martirio de la Hermana Agustina tiene varias caras que conviene tener en cuenta. En primer lugar, el sin sentido de la violencia, el crimen, la injusticia y lo nefasto de las ideologías para quienes la vida humana no cuenta. El uso indiscriminado de las armas solo deja muerte y desolación, no soluciona los problemas reales de la convivencia humana. Que la guerrilla y la guerra desaparezca para siempre del mundo entero y de esta tierra bendita de la selva amazónica. Seamos capaces de sanar el dolor y el desprecio, asegurando, construyendo lentamente la globalización de la solidaridad sin dejar a nadie al margen.

 

En segundo lugar, como creyentes, vemos a la luz de la Palabra y la fuerza de la eucaristía, la necesidad del cultivo de las vocaciones a la vida sacerdotal, a la vida consagrada, a la presencia estable de líderes laicos que abran espacio a la multiplicidad de dones que el Espíritu Santo siembra en todos. Es urgente encarnar la idea de la permanencia de una vida auténticamente humana sobre la tierra, abonada con la exigencia cristiana de asumir la fragilidad y debilidad de la condición humana como una fuerza para la confianza en la acción de la gracia que nos llama a ser constructores de la fraternidad y de la paz. "En el seguimiento de Jesucristo, aprendemos y practicamos las bienaventuranzas del Reino, el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial hasta el don de su vida" (Aparecida 139).

 

Aguchita hizo de su vida lo anteriormente expuesto en fidelidad al pensamiento de Santa María Eufrasia: "Felices si muriésemos en el ejercicio de nuestro celo, porque seríamos consideradas como mártires". En ella, el martirio no fue una improvisación sino el holocausto final del amor a su vocación. Su vida y su muerte nos recuerdan que para todo bautizado  esta es una dimensión constitutiva de su existencia; que la entera vida cristiana mira al martirio como a un horizonte permanente, a esa dimensión oblativa, y sea de manera incruenta las más de las veces, o de manera cruenta.

 

En la Hermana Agustina se hizo presente el evangelio del Buen Pastor proclamado en esta eucaristía. Como buena pastora, Aguchita dio su vida por sus ovejas. También a ella la amó el Señor porque dio la vida para recobrarla, nadie se la quitó, la dio voluntariamente. La riqueza espiritual y pastoral de Medellín y Puebla la hizo suya, uniendo así el cielo con el suelo, en el ansia de liberación plena y total. La ternura y el amor misericordioso, la tolerancia y el respeto, la acogida y la no discriminación, la opción por la vida y el amor a la naturaleza, propias de la espiritualidad del Buen Pastor, se convirtieron en ofrenda agradable a Dios para bien de todos. Hoy celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte y asumimos el reto pascual de ser discípulos misioneros apasionados por aprender y enseñar a vivir. La bondad que contagiaba fue fruto de un duro trabajo que se lleva a cabo en el corazón del hombre (San Juan XXIII).

 

Aguchita se convierte con su muerte en el mejor regalo a los desvelos del Papa Francisco para ayudar a despertar el afecto y la preocupación por la tierra amazónica que es también "nuestra" y reconocerla como un misterio sagrado, "sueño con una Amazonía que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida" (Querida Amazonía, 7). La Hermana María Agustina merece ser patrona de esta porción del mundo para bien de toda la humanidad, así como ella incluía en sus oraciones una plegaria por los sacerdotes del mundo entero. Transmitir la hondura de su vida es tarea que está en nuestras manos.

 

Antes, pues, de continuar esta eucaristía laudatoria, hagamos nuestra la oración de Aguchita:

 

"Señor, que ves, que puedes, haz de tu miserable, lo que tú quieras, soy tuya, quema mis pecados, mis fallas y miserias; levanta mi alma de mis caídas y recibe mis dolores y sacrificios y lágrimas por mis sacerdotes de Cuba, de mi Patria, por los míos en particular. Soy cobarde, Señor, enséñame a sonreír en el dolor, esconder y disimular mis angustias, que sepa yo sorber las lágrimas".

"Tú lo sabes y ves la intención mía. Soy capaz de tantas calamidades, sostenme, Padre mío de la mano; de todo estoy tan decepcionada de mi trabajo, mis fracasos, la falta de organización, solo tú lo puedes arreglar". Señor, hoy pasé junto a ti bajo la sombra del Amor y Misericordia, has aliviado mis heridas hondas. Comprendo que pides más santidad a mi pobre alma. Quien, sino Vos puede realizar este ideal en mí, mísera y ruin criatura".

Beata María Agustina, ruega e intercede por tu pueblo. Viva Jesús y María. Amén.