sábado, 29 de agosto de 2020

SANTA ROSA DE LIMA, MÁS ALLÁ DE LA MITOLOGÍA

ISABEL FLORES DE OLIVA, PROFETA DE LA SANTIDAD LAICAL

 

Dr. Julián Aparicio Aparicio, psicólogo

 

Isabel Flores de Oliva se torna Rosa de Lima, luego de América y Filipinas; esto es, pasa del YO en que se enquista la persona en el intento vano de afirmarse y encontrar sentido, al NOSOTROS del yo donde el ser humano encuentra plenitud por condicionamiento filogenético, antropológico y místico.

 

Filogenético porque el yo sin dirección hacia el otro no existe; antropológico porque el yo sin el entorno social no existe, y místico porque el YO ES UN NOSOTROS PERSONAL.

 

La Santísima Trinidad es el nosotros personal del que el ser humano toma forma real y por el que solamente puede alcanzar plenitud, en el nosotros del yo de sus hermanos.

 

Los santos son la muestra eficiente de esta realidad e Isabel -una mujer porque la mujer es el origen de toda humanidad, incluyendo la eclesial- es la muestra y seña para el Nuevo Mundo, y desde él para la aldea global de nuestro siglo, del camino a seguir.

 

Es la forma de salir de lo mítico a lo místico como camino ordinario del desarrollo personal; del YO-Isabel, al NOSOTROS-Rosa porque el yo con todo lo que nos subyuga en cada tiempo (autoafirmación, seguridad personal, identidad, autoestima etc.)  es un mito del que es preciso curarse como es preciso pasar del egocentrismo de la infancia y su fantasía mitológica, al nosotros de la adultez y su realidad participativa y, entonces, habremos dado el paso a la dimensión mística, habremos pasado de la intuición de lo que podemos ser, al misterio de lo que somos: el nosotros del yo o expresión de la vida trinitaria comunicada a los demás.

 

La santidad laical de Rosa de Lima (notros del YO) fue puesta para América y el mundo por el Espíritu con tal fuerza e ímpetu que, desde el día de su muerte "opacó socialmente" a la santidad clerical de su tiempo (Toribio de Mogrovejo, Francisco Solano, Martín de Porres, Juan Macías y 60 causas de canonización más) sólo comparable con la eclosión de fe universal suscitada con la muerte de Teresa de Calcuta en nuestro tiempo; profeta nuevamente de la santidad universal a la que está llamada la humanidad entera (y, una vez más por una mujer)

 

 

LA METAMORFOSIS OBRADA POR EL DIOS DE LA HISTORIA EN SU VIDA

 

Leer la metamorfosis de Isabel a Rosa (del yo al nosotros del yo) llevada a cabo por el Espíritu Santo con Isabel, despojándola de los lenguajes mitológicos de los hagiógrafos de la época para poder ver la realidad profética (lo que Dios ha obrado en nosotros) nos exige asumir una clave: "Dios asume nuestra historia y la transforma (de Isabel Flores a Rosa de Lima) con nosotros", nunca sin nosotros, para los demás, para que no nos pertenezca nunca más porque, en adelante, sólo seremos "nosotros-Rosa de Lima", más todavía "Rosa de Santa María" como a ella le gustaba ser llamada.

 

De Isabel Flores, como de todos los seres humanos -de nosotros también-, en orden a su santificación -a nuestra santificación-, Dios asume, es decir, cuenta, sin pretender cambiar, con el carácter, la historia (familiar, social, cultural, eclesiástica, femenina), la fantasía erótica de la vida espiritual, sus límites caracteriales. Veamos uno a uno.

 

1- El carácter: Isabel era, como el común denominador de los latinos, marcadamente emotiva (Emotividad alta), lo que la hizo muy sensible ante todos los valores entre los que se destacaron tres con significación profunda; el apego a su madre, la piedad por los pobres y menesterosos y la apetencia sensible de Dios.  Por el apego a su madre no pudo asumir la vida monástica como forma de vida; por la misericordia con los necesitados plasmó la acción apostólica bautismal o sacerdocio real, y por la apetencia sensible de Dios fue sometida a desolaciones continuas durante 15 años hasta que aprendió, con la experiencia, que una cosa es la fantasía infantil y adolescente de la vida mística y otra la vida en Dios.

 

Estaba dotada, también, de impulso creativo y afán transformador de la realidad que la circundaba (Capacidad Energética para la Acción).  Esto la impulsó a asumir las circunstancias económicas-familiares como responsabilidad solidaria y subsidiaria a través del ejercicio del trabajo considerado idóneo para una mujer de su tiempo; participó en las circunstancias de salud asistencial precaria, de su época, con eficiencia (formación y trabajo); denunció operativamente las circunstancias de explotación social obrera.

 

Tenía marcada tendencia a la sistematización (Resonancia Secundaria) que alentó su actuar por la perseverancia desde el silencio productivo (trabajos, ascesis), el silencio comunicativo (diálogo desde la obediencia con las autoridades civiles y religiosas) y el silencio interactivo (acción apostólica laical)

El Espíritu asume el carácter de Isabel y, con su aporte, la transforma en Rosa de Santa María que, luego de su muerte, entrega al mundo como Rosa de Lima

 

2- La historia familiar de Isabel estuvo signada por la imagen predominante de la madre con la que guardó una identidad emocional de dependencia tan fuerte que no pudo vencer y por la admiración crítica a su padre de quien aprendió, en los "obrajes de Quives" (hoy Sta. Rosa de Quives) minas de las que fue intendente, lo que eran las miserias humanas derivadas de la codicia de los poderosos.

De ambos aprendió a mirar objetivamente la realidad de la existencia y dar respuesta desde el evangelio, desde Dios, a los problemas de manera mística, esto es, práctica.  Había que enfrentar una realidad económico-familiar precaria (13 hermanos, 5 sobreviven) con el aporte subsidiario de todos.

 

3. La historia social estaba marcada por las luchas de poder y sojuzgación de clases y naciones; era una realidad social de explotación (pecado social) que era preciso criticar de manera adulta, esto es, conjugando en forma realista y práctica los verbos denunciar, anunciar y comprometerse al margen de si las autoridades (civiles y/o religiosas) lo hacían o no, se implicaban en el cambio o eran parte de la injusticia social.  Isabel, transformada por el Espíritu en Rosa criticó de manera eficiente (asistencial), evangélica (obediencia denunciadora con sus confesores y penitencial) y profética (modélica para el mundo; se enfrentó a las autoridades) desde la preparación profesional (habida cuenta de las limitaciones de su tiempo; fue su maestro el médico Juan del Castillo) y la ejercitación asistencial indiscriminada hacia los menesterosos.

Fe de lo dicho fueron las exequias que demoraron una semana en poderse realizar por el aflujo de gentío (con el desorden criollo correspondiente) que lo impedía, al que no tuvo más remedio que unirse la autoridad religiosa (arzobispo y cabildo) y civil (gobernador y cabildo) Fue reflejo evidente de la sentencia evangélica: "el árbol se conoce por sus frutos; el bueno da frutos buenos, el malo, da frutos malos"

 

4. La historia eclesiástica estuvo regida por el rigorismo moral pre-jansenista que imponía la destrucción del cuerpo, como supuesto para liberar el alma que nunca llegó a identificar con el espíritu y mucho menos con la expresión del Espíritu Santo en nosotros.  Consecuencia de ello fueron el conjunto de comportamientos penitenciales que, leídos desde la teología mística del hoy, son expresiones de patología psico-religiosa que Isabel asume como parte de la expresión de Dios a través de la historia social-eclesial.  Pero la verdadera penitencia de Isabel fue la asumida, como Rosa, de los trabajos, la oración personal y litúrgica y la desolación espiritual, expresiones de la esponsalidad mística.

 

5- La fantasía erótica de la vida espiritual o apetencia de experimentación de gozo, alegría y complacencia en el encuentro con Dios, propia de todo adolescente (por igual en la vida cronológica que en la vida espiritual) que Isabel tuvo y que el Espíritu Santo se encargó de purificar durante 15 años, tiempo durante el cual diariamente en la oración solamente experimentaba aridez, desolación y desgano por la vida espiritual. 

Es el mismo proceder del Espíritu del Padre con todos sus hijos cuando oculta a sus mentes la comprensión de los hechos de la historia, el sentido de los acontecimientos de nuestras vidas, la experiencia del dolor y sufrimientos entre los seres humanos y especialmente entre los inocentes. Desde los 12 años, hasta los 27 la desolación (Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) de su inteligencia emocional fue labrada hasta convertirla en la inteligencia interpersonal-comunicativa-racional de aceptación de Dios en la historia al ritmo que sus hijos se lo permiten y Él asume como propio.

Esta transformación de Isabel en Rosa fue posible por la participación de ésta (el Espíritu de Dios en ella, con ella) a través del trabajo perseverante (auténtica penitencia) en la vivencia de un conjunto de virtudes:

Ø  Espíritu de piedad: Tú eres mi Dios, yo tu esclava (hija, diría hoy)

Ø  Espíritu de oración: Personal o doméstica (iglesia doméstica); Eclesial o litúrgico-eucarística.

Ø  Espíritu penitencial: En el que el trabajo transformador positivo de la vida ocupó (como hoy  recuerda el Vaticano II a todos los laicos de los que Rosa es profeta) un rol primordial; como penitencia ordinaria (bordar, coser, labrar el huerto) para subsidiar las necesidades económicas de la familia numerosa y así aliviar la fatiga de los padres, y como penitencia extraordinaria (asistencia a los pobres y enfermos) como expresión del silencio comunicativo para redimir las situaciones de injusticia social (que hoy propone el Vaticano II como campo específico del quehacer apostólico de los laicos)

Todo esto fraguó el DESPOSORIO MÍSTICO ("ex pondum allii... quitar el peso al otro") vocación a la que todo bautizado está llamado, sin distinción: ser esposos de Cristo porque somos su iglesia, su esposa, que se inició con María y estamos llamados, cada cristiano, a plenificar en cada ser humano mediante la asunción del peso de sus penalidades, de su dolor, de su pecado (penitentes pro-ecclesia que dijera F. Rielo; mediante la asunción del peso del Cuerpo Místico de Cristo, de toda la humanidad, porque así lo hizo Él y nos lo encargó: "hagan esto en mi memoria")

 

6- La historia cultural femenina de su tiempo; La mujer educada había de ser tutelada y resguardada (con poco roce social) siempre, primero por los padres y luego por el cónyuge escogido según conveniencia.  Había de ser educada por recatadas mujeres modélicas (o beatas; Luisa de Melgarejo cumplió este cometido con Isabel).  Adiestrada en artes (música, bordados, costura, enfermería etc.)

Sólo se liberaban de este "corsé educativo-social" las mujeres del pueblo, por saturación, coraje e inteligencia libertaria como Micaela Bastidas en su tiempo.  Rosa es un ícono que superó estos estigmas y los moral-religiosos desde la obediencia y el silencio comunicativo; se reveló desde el fuero de su conciencia y la obediencia al Espíritu Santo.

 

7-  Los límites caracteriales. Isabel fue llamada para ser religiosa clarisa, por la hermana de Sto. Toribio, pero en el camino hacia el monasterio no pudo superar el apego emocional que por su madre tenía, lo que interpretó en oración, como un signo de Dios para hacer opción por amar y servir a Dios desde el laicado en lo que Lacordaire llamó "La milicia de Cristo" o Tercera Orden de Sto. Domingo o mejor llamada "la vida religiosa en los Hogares Domésticos". 

 

SU GRAN APORTE PARA NUESTRO TIEMPO DE PANDEMIA: IGLESIA DOMÉSTICA

 

Inauguró lo que cinco siglos más tarde denominarían el Vaticano II, iglesia doméstica, centro de donde ha de dimanar la santidad laical en el mundo para llegar a donde la iglesia jerárquica, frecuentemente, no puede llegar y, desde ese actuar, transformar la sociedad según el Espíritu de Cristo.

 

Cuando el Espíritu Santo asumiendo los condicionantes que nos forman, (como los que componían la vida de Isabel) nos transforma, esto es, nos lleva más allá de nuestra forma (Rosa de Lima) nos despoja de nuestro Yo efímero para que, no perteneciéndonos, seamos de todos y adquiramos el Yo del Nosotros. 

 

Entonces se opera el único verdadero milagro: la transformación mística, la transfiguración en mística deidad de la metafísica deidad.

 

Se realiza, como en Rosa de Lima, la expresión para siempre y para todos (ecclesia) teándrica: Dios en el ser humano, con el ser humano.

 

¡Cuántas lecciones para nuestro tiempo de pandemia!

 

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