martes, 28 de julio de 2020


 

El Altar Mayor de la Catedral preside con belleza y majestad la fastuosa edificación de la basílica mayor y central de la arquidiócesis de Lima. Su canónigo y cronista José Manuel Bermúdez nos lo describe con todo lujo de detalles al recordar al arzobispo promotor de la obra Monseñor Juan Domingo González de la Reguera. Su autor fue el célebre presbítero, culto y solidario, Matías Maestro.

 

Allí brillan á porfía el gusto más fino y delicado, la mejor distribución de sus partes, la riqueza, el artificio, los más exquisitos adornos que hacen mirar con razón esta obra como que excede a las demás de esta santa iglesia. Tiene todas las proporciones y bellezas, que pueden apetecer los ministros del santuario. Sus dos frentes se presentan con tal novedad a la vista que por todos los lados descubren un perfil que les da la más hermosa variedad. Todo tan ajustado a los límites del sitio y objetos que contiene que mueve a creer, que en su ejecución no se halló embarazo el ingenio; sino que todo vino adecuado a la idea. Mostrándose allí con tanta profusión la magnificencia, aun parece quedar excedida del artificio singular que se admira. Sin que en este caso se tenga por exageración poética, sin por realidad el "materiam superat opus" de Ovidio.

El frente principal está forrado en plata, sus capiteles y molduras taladas y sus adornos dorados. Su planta se formó de un círculo de quatro y media varas, unido a dos triángulos por los costados que extienden su ancho hasta ocho y media varas con la altura de diez y siete. Un zócalo de vara y cuarta recibe la obra y sigue recto hasta las pilastras del presbiterio, dejando dos escalas, a cuyos lados están dos hermosos ángeles con faroles de plata alumbrando el Sacramento. Por su espalda cierra una graciosa baranda, cuyo medio vuela sobre repisa para dejar una mesa de altar. La que mira al frente principal es de dos bellos jaspes cuyas gracias hacen resaltar su base, cornisa, y costados guarnecidos de plata, con un escudo y festones de lo mismo de un estilo serio y magnífico que se hermanan agradablemente para avivar su fondo y aumentar su hermosura.

En este zócalo descansan los pedestales con preciosos relieves, dejando dos puertas a los lados para el manejo de las del sagrario y en su altura se manifiestan tres grandiosas urnas forradas por de fuera exquisitamente del propio metal, y exornadas por de dentro con otros preciosos jaspes. En la del medio se ha depositado una cruz inestimable de oro y Vedreña, presea que fue del Señor Doctor Don Joseph Antonio Cevallos uno de los prelados de esta santa iglesia, en que se deberá colocar el sagrado fragmento del madero de nuestra redención: dádiva apreciabilísima de la santidad de Urbano VIII, que hace nuestro mayor tesoro. Las otras dos urnas de los lados son destinadas a contener las insignes reliquias del santo arzobispo Don Toribio Alfonso Mogrovejo y de Santa Rosa de Lima.

Sobre este fundamento se eleva el tabernáculo sostenido en doce columnas de quatro varas: las seis delanteras forradas de plata de orden compuesto, que forman en el centro un círculo con quatro arcos recibidos de ocho columnas menores, donde se ve el sagrario de plata, en que está la custodia de vara y media. Al pie de este sagrario se gravaron con letras de oro las siguientes palabras del Salvador: Ecce ego vobiscum sum. Y a la verdad que aun cuando así no nos lo enseñase la fe del misterio eucarístico, nos lo haría creer la imagen de Jesucristo maravillosamente bordada en el viso que cubre el Sacramento y los portentos del pincel que nos representan por el frente y la testera, ya al mismo Salvador apareciéndose resucitado a sus apóstoles, o ya conversando con ellos en Meaux. En los dos triángulos laterales se ven las efigies del titular de la iglesia San Juan Evangelista y de Santa Rosa patrona de las Américas y Lima.

Encima de la cornisa del primer cuerpo, rodeada de una baranda e greca se elevan ocho columnas que pisan sobre las pilastras del sagrario y reciben con otra baranda tambien de greca a la altura del pedestal: sirviendo de remate una copa calada con asiento sobre que descansan dos ángeles con una corona. De modo que este cuerpo labrado por dentro y fuera sirve de trono a la hermosa imagen de Nuestra Señora enviada por el emperador Carlos V, y a su espalda el apóstol Santiago. A los lados de este segundo cuerpo y sobre las columnas que sostienen los triángulos cóncavos se levantan dos pedestales redondos con dos jarrones en forma de hachero, que cada uno arroja doce luces y de su cuello cuelgan tres festones o cintas en tulipanes que reciben en triángulo tres ángeles parados sobre las columnas y jarrones sobre las otras.

 

(José Manuel Bermúdez Fama póstuma del Excelentísimo e Ilustrísimo Señor Doctor Don Juan Domingo González de la Reguera., Lima 1805, LXXXVI-XCI).

(Foto de Tomás Sobek)