P. Miguel Carpio Vargas obtuvo el grado de magister en Teología con mención en Teología Dogmática, con la tesis "EL HOMBRE RENACE EN UN ENCUENTRO. Aportes a la antropología teológica en el pensamiento de Luigi Giussani". En la sustentación obtuvo la calificación de Magna cum Laude. El jurado estuvo conformado por Pbro. Dr. Ernesto Rojas, Pbro. Lic. Tomas Garván y la Mgtr. Daniela Emmerich de Haro.http://www.ucsanjose.edu.pe/se-realizo-sustentacion-de-tesis-el-hombre-renace-en-un-encuentro-aportes-la-antropologia-teologica-en-el-pensamiento-de-luigi-giussani/
Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Universidad Católica San José
El P. Miguel cursó los estudios de Educación en la Universidad Católica Sedes Sapientiae Fruto de la dinámica y celosa siembra apostólica de la parroquia de Santa María de la Providencia con el P. Vicente Folgado y el P. César Buendía, encontró allí su vocación sacerdotal. Continuó sus estudios en la Facultad de Teología Redemptoris Mater de El Callao y en el Seminario San Jerónimo de Arequipa. En contacto con el Movimiento Comunión y Liberación y en el presbiterio de la diócesis de Carabayllo -con Monseñor Lino Panizza como obispo- formaba parte de la comunidad parroquial de San Conrado. Parte ahora a continuar estudios de doctorado a Italia. Dios le bendiga.
Agradezco el envío del texto que compartió en el momento de su brillante sustentación
EL HOMBRE RENACE EN UN ENCUENTRO.
APORTES A LA ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA EN LOS ESCRITOS DE LUIGI GIUSSANI
P. Miguel Carpio Vargas
En el inicio de la presente tesina se dejó claro el objetivo de esta investigación: Frente a la crisis antropológica (tal como lo expresó el Papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium) documentada en la sociedad actual, cuya raíz es el alejamiento del hombre respecto a Dios (motivo por el cual el Papa Benedicto XVI convocó en el 2009 el año de la fe) ¿qué puede proponer la teología? La presente investigación pretende ser un aporte a la respuesta de la pregunta antes planteada. Así pues, frente al extravío del hombre en la actualidad, la propuesta antropológica del sacerdote italiano Luigi Giussani es capaz de responder al hombre contemporáneo. En el primer capítulo aborda la vida de nuestro autor, así como su relación con la antropología teológica y el ambiente cultural que le tocó vivir. El segundo capítulo presenta su pensamiento en tres momentos: hombre, Cristo e Iglesia. Finalmente, se muestra las influencias que recibió y su aporte a la antropología teológica: el hombre renace en un encuentro.
Luigi Giussani nació en Desio (Italia) en 1922, recibió la ordenación sacerdotal a los 23 años. Luego de doctorarse en Sagrada Teología y ser profesor en la Facultad de Teología de Venegono (Milán), secundado por sus superiores se dedicó a enseñar religión en el Liceo Berchet y después en la Universidad Católica Sacro Cuore de Milán. Falleció en el 2005 y en el 2012 se inició su causa de beatificación.
Lo que movió el recorrido vital de nuestro autor, toda su preocupación e interés, fue la pasión por el drama de la existencia humana. El centro de su pensamiento fue el hombre, pero no entendido dentro de sí mismo, sino en relación con Dios. Por esta razón se puede identificar su pensamiento dentro de la antropología teológica.
El cardenal y teólogo Angelo Scola sostiene que la antropología posee un carácter teológico cuando tiene presente cuatro temas decisivos que introducen en la gran cuestión del hombre: la creación, el pecado original, la justificación y el hombre nuevo (la redención). Y precisamente el aporte de la presente investigación tiene que ver con este tema: el hombre nuevo, pero generado a través del encuentro con Cristo.
En los años que precedieron inmediatamente al Concilio Vaticano II se expresaba la necesidad de agrupar de modo articulado los contenidos teológicos referidos al hombre. La llamada del hombre a la comunión con Dios en Cristo y, consiguientemente, la relación entre cristología y antropología constituye el eje en el que se desarrollará esta articulación. El Concilio Vaticano II, en la constitución Gaudium et Spes (GS), ofrece un apreciable contenido antropológico. Así pues, presenta a Cristo como clave, centro y fin de toda la historia humana, y fundamento de toda la realidad: a la luz de Cristo, el Verbo encarnado, el concilio quiere iluminar el misterio del hombre. Jesús revela al hombre su propia condición en cuanto se muestra como Hijo Unigénito del Padre, en Él aparece la humanidad perfecta y se pone de manifiesto el designio de Dios sobre el hombre; por esta razón, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado (GS 22). En efecto, sostiene Giussani, este esclarecimiento sólo es posible en el encuentro con Cristo: encontrarse con Cristo, relacionarse y seguirle significa ser más hombre, crecer en humanidad. Toda la propuesta teológica y educativa de Luigi Giussani está impregnada de la preocupación del hombre y su familiaridad con la persona de Cristo, en quien renace la humanidad. Motivo por el cual podría afirmarse que nuestro autor se anticipó a las afirmaciones del Concilio en este punto.
Por otro lado, la cultura contemporánea en la que vivió Giussani ya en el siglo XX fue progresivamente anticristiana, donde se dio una continuidad en el proceso de secularización, con un retroceso de lo religioso que trajo consigo un camino de descristianización en las mentes de los hombres y en sus costumbres, ya que la Iglesia fue vista como enemiga del progreso, la libertad y la verdad. En realidad, enemiga del hombre y no reconocida como fuente de verdad, verdadero baluarte del oscurantismo y la superstición. Esta postura fue resaltada por la lucha de la Iglesia contra la modernidad. Giussani no fue ajeno a estos hechos, resumidos por él como el "efecto Chernóbil", sino que trató de responder a ellos, no de manera reactiva, sino mostrando la belleza del cristianismo, es decir, el atractivo de la persona de Jesucristo capaz de suscitar la fascinación de los hombres de todas las épocas y de responder a sus anhelos más profundos.
A lo largo del segundo capítulo de esta investigación, se desarrolló, en líneas generales, el pensamiento de Luigi Giussani, el mismo que está dividido en tres momentos sucesivos e integrados entre sí y que tienen como centro al hombre que renace en el encuentro con Cristo. En el primer momento, en su libro El sentido religioso, Giussani explicó que el hombre está constituido por un conjunto de exigencias (de verdad, belleza, felicidad, significado), que constituyen el "sentido religioso", expresadas en ciertas preguntas y que se despiertan en el contacto con la realidad. Entonces, el hombre descubre la presencia del Misterio, culmen de la razón, de quien depende y puede definirse como: "yo soy Tú-que-me-haces". La respuesta al sentido religioso sólo puede ser la hipótesis de Dios, el mismo que permanece trascendente e inalcanzable al esfuerzo humano; sin embargo, en el hombre existe una exigencia de revelación, es decir, el deseo que Dios manifieste su rostro y salve al hombre. En Los orígenes de la pretensión cristiana, segundo momento de su pensamiento, se afirmó que en un determinado momento de la historia aconteció un hecho que se presentó como la respuesta al pedido del hombre. Dios se reveló, se hizo hombre, mostró su rostro en la persona de Jesús de Nazaret. El método para acercarse a Dios cambió, ya no consiste en un esfuerzo imaginativo, sino en el encuentro con Cristo. Todo esto fue atestiguado por los Evangelios que nos muestra cómo todo aquel que se encontró con el Señor y su misericordia, renació en un hombre nuevo. Finalmente, en su libro Por qué la Iglesia, presentó a ésta como la contemporaneidad de Cristo, es decir, como prolongación del Señor en la historia, única posibilidad para que en el presente el hombre pueda entrar en relación viva con Él y renacer en una nueva criatura.
En realidad, la familia de Giussani le proporcionó el lugar necesario para intuir la naturaleza del cristianismo, que está hecho, sobre todo, de encuentros cotidianos con personas, sus padres, adheridas a Cristo. Todo lo contrario con lo que empezó a suceder en el ambiente cultural italiano al que perteneció. En efecto, se fue mostrando los primeros signos de una actitud general de rechazo e incluso de irascibilidad frente al cristianismo, donde la fe se fue apartando de la vida y recluyéndola a la esfera de lo privado.
En la última parte de esta investigación, Giussani intuyó en el encuentro con sus maestros en la Facultad de Teología de Venegono (Gaetano Corti, Giovanni Colombo y Carlo Colombo) que el cristianismo no es un conjunto abstracto de dogmas, sino el acontecimiento del encuentro con Cristo. Durante una clase en la que Gaetano Corti explicó el Prólogo del Evangelio de San Juan, Giussani aprendió una nueva clave de lectura de la realidad que nunca le abandonó: «el Verbo de Dios se ha hecho carne» (Jn 1,14), es decir, la belleza, la bondad, la verdad, el amor se ha hecho carne, una Presencia que corresponde a las exigencias más profundas del corazón. A partir de este momento, que nuestro autor llamó «bel giorno», nada en su vida fue lo mismo.
En este mismo periodo, Giussani se encontró con la influencia de las obras de grandes escritores: Giacomo Leopardi, con quien se identificó por la conciencia del deseo de infinito del corazón del hombre y la inconsistencia del mundo para responderle; y de Romano Guardini y Charles Peguy, de quienes hizo suya la categoría del encuentro. Importante es destacar la influencia de la teología ortodoxa de Vladimir Soloviev y la teología protestante de Reinhold Niebuhr y Paul Tillich.
Todo esto constituyó el fermento de su pensamiento, pero que, en palabras de Scola, posee su propia originalidad:
Mostrar de manera articulada, la experiencia elemental del ser humano, tal como la capta nuestro autor en el surco de la traditio catholica [...]. El pensamiento original es como un número primo: no se puede descomponer. Las deudas y las aportaciones que confluyen en él no pueden explicar su forma profunda: pues ésta no es una mera síntesis de reflexiones y estudios de otros, sino que, por un carisma singular, nace de la directa y original penetración en la experiencia misma[1].
En realidad, el pensamiento de Giussani es como un número primo, es decir, no se puede descomponer, y tampoco es el resultado de muchas reflexiones, sino que es original, es decir, cercano al origen de todo y de todos, Dios Uno y Trino. Esta originalidad al presentar el cristianismo como un encuentro con Cristo no proviene de la capacidad de crear algo nuevo, sino una gracia recibida por el Espíritu Santo, como lo decía el entonces cardenal Ratzinger en la homilía de su funeral:
Don Giussani siempre tuvo la mirada de su vida y de su corazón dirigida hacia Cristo. Así, comprendió que el cristianismo no es un sistema intelectual, un conjunto de dogmas, un moralismo; [sino] que el cristianismo es un encuentro, una historia de amor, un acontecimiento. […] Monseñor Giussani, con la fuerza de la fe, atravesó impertérrito estos valles oscuros y, como es natural, con la novedad que llevaba consigo, tuvo también dificultades de colocación en el seno de la Iglesia. Si el Espíritu Santo, conforme a las necesidades de los tiempos, crea algo nuevo, que en realidad es el regreso a los orígenes, puede resultar difícil orientarse y encontrar el conjunto pacífico de la gran comunión de la Iglesia universal[2].
Siguiendo lo dicho por Ratzinger, se puede decir que don Giussani no planteó cosas "nuevas", sino que supo transmitir el cristianismo de manera novedosa, volviendo siempre al origen de hecho cristiano, y según las exigencias de la sociedad contemporánea, es decir, que supo traer al presente de manera nueva lo que la tradición de la Iglesia siempre ha creído y enseñado.
Para Giussani la única posibilidad para que el ser humano renazca hoy en una nueva criatura es que suceda el mismo método del origen: el encuentro con la persona de Cristo. Esto es posible gracias a la contemporaneidad de Cristo, presente en la Iglesia.
Asimismo, Giussani no sólo presentó en el segundo momento de su pensamiento el cristianismo como el encuentro con Cristo, a partir del cual renacieron todos aquellos que se toparon con Él, expresado en su obra Los orígenes de la pretensión cristiana; sino que fue una constante, incluso la idea dominante de su enseñanza, en la mayor parte de sus escritos. Dicho encuentro, no sólo puede ser al inicio, sino que debe ser constante; por ello, para garantizar el renacer del hombre se necesita de la Iglesia, ya que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Cf. Mt 28,20) a través de los rostros de aquellos que son adheridos por Él (Cf. Lc 10,1-12; Hch 9,1-19). En este sentido, en la Iglesia los hombres pueden ser generados en nuevas criaturas y sólo perteneciendo a esta gran compañía los creyentes son capacitados para generar el mundo entero.
Pues bien, en la búsqueda de profundizar en esta idea del cristianismo como un encuentro, se hace referencia en la tercera parte a algunos de sus escritos, donde se puntualiza diversos aspectos muy útiles para este propósito.
En ¿Se puede vivir así? Un acercamiento extraño a la existencia cristiana[3], Giussani presentó las dos características de aquel encuentro – el de Juan y Andrés con Cristo - comienzo de un hecho nuevo en el mundo:
a) La primera característica del acontecimiento cristiano es que su forma es la de un encuentro concreto y "ordinario", tal como les sucedió a Juan y Andrés cuando se toparon con Jesús. Se trata, pues, de un encuentro concreto que pudo parecer banal, pero que trajo consigo el inicio de algo nuevo.
b) La otra característica, unida a la anterior, es la excepcionalidad, ya que dicha Presencia correspondía al anhelo de sus corazones.
Por otro lado, en una serie de diálogos con los universitarios de Comunión y Liberación durante los años de 1986 y 1987, recogidos luego en L'io rinasce in un incontro, mostró cómo el ser humano, a causa de lo que denominó el "efecto Chernóbil", venía siendo víctima de un debilitamiento de la conciencia, una atrofia del yo. Es a partir de esta constatación, que Giussani presentó la urgencia para el hombre de un encuentro "vivo" con Cristo, pues: «La persona se halla a sí misma en un encuentro vivo, es decir, mediante el encuentro con una presencia que nos impacta y, suscitando un atractivo, nos provoca a reconocer que nuestro corazón, con las exigencias que los constituyen, existe»[4]. Así pues, el encuentro con Cristo vivo, contemporáneo en su cuerpo que es la Iglesia, permite al hombre hallarse a sí mismo, descubrir que tiene un valor infinito, y que él, la persona, es el centro del cosmos.
A partir de estas consideraciones, es preciso reparar ahora que, en La conciencia religiosa del hombre moderno[5], Giussani afirmó además, que el encuentro con Cristo, en su naturaleza original, tiene dos efectos:
a) Que el encuentro con Cristo genera una unidad en toda la persona, pues el hecho cristiano es totalizante, es decir, puesto que la fe permite al Señor aferrar por completo al sujeto, éste puede renacer en una nueva criatura, y, en ese proceso transformador, tiende a cambiar toda su existencia, hasta en los detalles. El encuentro trae consigo la experiencia del anticipo de plenitud, del ciento por uno, de ese "ya" del futuro. Además genera una unidad de la inteligencia, la voluntad y los sentimientos del hombre, es decir, consigo mismo y con los demás. En realidad, el signo que demuestra exhaustivamente el poderío de Cristo, la presencia de Cristo, es la unidad en los creyentes.
En referencia a esto último, Giussani explicó en El rostro del hombre. Las dimensiones reales del yo que el encuentro con Cristo, que se puede traducir en el presente como un reconocimiento, cambiará al hombre en "el tiempo". Así pues, la transformación del hombre no se realiza de manera mágica e inmediata, sino en el seguimiento a Cristo en el tiempo, en una serie de encuentros con Él, donde lentamente experimenta el renacer de su humanidad. En este reconocimiento constante de Cristo, a través de encuentros continuos con su Persona, se genera la unidad del yo y, como consecuencia, el hombre se abre a la comunión con todos los hombres, pero en especial con los demás creyentes, generándose, de esta manera, una unidad con todos aquellos aferrados por Cristo. En este mismo sentido, siguiendo la reflexión sobre la categoría del encuentro, cabe señalar que Giussani hizo muchas veces referencia a éste, en cuanto a su capacidad de generar un afecto en los discípulos hacia Cristo. Así por ejemplo, en uno de sus comentarios más bellos de los Evangelios, el "sí de Pedro", plasmado en El templo y el tiempo, afirmó que la esencia del cristianismo consiste en el afecto y simpatía hacia Cristo.
b) El segundo efecto fundamental del encuentro con Cristo es la fe que se hace cultura[6], es decir, que los hombres, generados en Cristo a través de la Iglesia son capacitados "para" el testimonio de la fe en el quehacer de sus vidas, creando una cultura cristiana, es decir, auténticamente humana.
También hemos presentado como tanto en Juan Pablo II, como en Benedicto XVI y en el Papa Francisco encontramos huellas del pensamiento de Giussani referidas a la categoría del encuentro, ya sea por la estrecha amistad que lo unía o por la lectura de los abundantes libros de nuestro autor. Esto muestra, a su vez, que el pensamiento y aporte de Giussani no sólo podría entenderse como un "catecismo" para los miembros de Comunión y Liberación, movimiento iniciado por nuestro autor, sino un aporte para toda la Iglesia. Una propuesta desde la familiaridad con Cristo, es decir, a partir de la experiencia del encuentro con su Persona, nació la propuesta antropológica de Giussani, que no fue resultado de una profundización sistemática abstracta, sino de una relación de tú a Tú.
Por todo lo dicho, se puede afirmar que la genialidad de Luigi Giussani, fruto de una sensibilidad personal, de la educación de sus padres, y de sus estudios en la Facultad de Teología de Venegono, le permitió percibir antes del Concilio Vaticano II, que el misterio del hombre misterio de Cristo. De esta manera, seguro de esto pudo lanzarse a dialogar con el ambiente cultural de su tiempo y, así, proponer la novedad del cristianismo.
Podemos concluir que el aporte de Giussani a la antropología es útil, ya que frente a un gran prejuicio contra la Iglesia presente en numerosos ámbitos de la sociedad actual y a una reducción del cristianismo a un conjunto de normas morales, una serie de dogmas, que poco tienen que ver con la vida, nuestro autor nos permite volver a la esencia del cristianismo, es decir, al encuentro con una Presencia excepcional que ha deseado hacerse contemporáneo en la carne de los cristianos. Entonces, en el encuentro con el Señor se recupera la relación perdida con Dios, consigo mismo, con los demás y con la creación.
[1] A. Scola, Un pensamiento original, 19.[2]J. Ratzinger, «Misa de funeral de Mons. Luigi Giussani». [3] Cf. L. Giussani, ¿Se puede vivir así? Un acercamiento extraño a la existencia cristiana, 41- 46. [4] Id., L'io rinasce in un incontro, 182. [5] Cf. Id., La conciencia religiosa en el hombre moderno, 141-153. [6] Cf. Id., El rostro del hombre. Las dimensiones reales del yo, 157-169.