miércoles, 6 de junio de 2018

Mons. Florentino Armas, primer obispo de Chota. Mons. E. Cisneros, oar

Mons. Florentino Armas, primer obispo de Chota

Florentino Armas Lerena ha sido uno de esos religiosos del pasado siglo, cuya vida ha seguido una trayectoria religiosa y pastoral clara y definida. Con él se inicia un capítulo importante en la actividad misional de la orden de agustinos recoletos en el Perú.

Primeros años

Nace el 16 de octubre de 1900, hijo del matrimonio formado por Francisco Armas y Juliana Lerena. Fruto del mismo son otros cuatro retoños, uno de los cuales llegará a ser monje benedictino. A los cuatro días de nacer recibe las aguas del bautismo y antes de cumplir los dos años será confirmado por el obispo misionero agustino recoleto Nicolás Casas. Cumplidos los siete años recibirá por vez primera a Jesús en la santa comunión.

Sus primeros años transcurren en la tranquilidad del hogar paterno, en el aprendizaje de las primeras letras en la escuela del pueblo, en las prácticas de piedad en el hogar y el templo, y entre los juegos y entretenimientos propios de la edad, que discurren preferentemente en la llamada plaza del convento, lugar amplio y seguro para el sano esparcimiento de la niñez. A su mirada infantil se va haciendo familiar la vida de los frailes agustinos recoletos y la de los niños que en el convento van dando los primeros pasos con miras a formar parte de esa familia religiosa, entre los que se cuentan varios hijos del pueblo y de las vecinas localidades.

 

Formación religiosa y sacerdotal

En San Millán de la Cogolla tienen abierto una colegio apostólico los agustinos recoletos desde 1897 y a él ingresa el niño Florentino cuando está a punto de cumplir los doce años. Allí completará la formación iniciada en la escuela del pueblo y se dispondrá para ir dando los pasos sucesivos con la mira puesta en el hábito agustino recoleto.

Con quince años recién cumplidos inicia el noviciado en el convento de Monteagudo, haciendo su primera profesión religiosa en octubre de 1916. La formación filosófica y teológica las completará en los seminarios de la orden en Monteagudo, San Millán y Marcilla. El cardenal Juan Soldevilla, arzobispo de Zaragoza, será quien le imponga las manos ordenándole de presbítero en marzo de 1923; todavía no ha cumplido los 23 años.

Primeros campos de trabajo

Puente la Reina es una villa de la comunidad foral de Navarra, en España. Allí estuvo radicada la comunidad agustino-recoleta en los albores del siglo XX tras la salida de muchos religiosos del archipiélago filipino. En esta localidad la orden de agustinos recoletos regenta una escuela de primeras letras y en ella se desempeña como maestro. Será su primer campo de trabajo apostólico y estará dedicado principalmente a la niñez; en él permanece cinco años.

Con veintiocho años recién cumplidos y lleno de ilusiones desembarca en la República de Venezuela. Una breve estadía en el Estado Falcón dará paso a lo que será su primer campo de acción misionera: el Estado Táchira.

Pedregal, Borotá, Lobatera y San Pedro del Río serán quienes reciban las primicias de su actividad apostólica. Sus actividades serán las habituales en una parroquia de la época: atención esmerada al culto en el templo, celebración de los sacramentos, cuidado de las devociones populares, atención a las hermandades y cofradías, visitas a los enfermos, recorridos misionales por los "campos", catequesis… Esta dedicación a la actividad pastoral la resumirá en una carta a sus familiares al decirles que "el trabajo es intensísimo". Su cercanía a la gente, el trato afectuoso con todos y la atención a los enfermos le granjean el afecto de las gentes. Muchos años después, esta sencilla feligresía seguirá guardando un grato recuerdo de su antiguo párroco.

Responsabilidades crecientes

El buen hacer de joven Florentino no pasa desapercibido a los superiores de la comunidad que poco a poco le irán confiando nuevas tareas y responsabilidades. El obispo de la nueva diócesis de San Cristóbal contará con él, como compañero misionero, durante mes y medio en la visita pastoral que realiza al municipio Uribante que pronto será campo de misión de los agustinos recoletos. Más adelante estará al frente de la comunidad y ministerios pastorales a ella encomendados en las ciudades de Coro, San Cristóbal, Puerto Cabello y Maracaibo. Cada uno de ellos, junto a la feligresía urbana, cuenta con zonas consideradas de misión por las circunstancias de ser periferias urbanas o amplias zonas rurales sin presencia asidua de sacerdote. Al confiarle estas responsabilidades sus superiores creen que ha de llenar cumplida y satisfactoriamente su cometido y ganarse el aprecio de la feligresía.

La reciedumbre de su espíritu religioso y sacerdotal, que se manifiesta en el celo por la salvación de las almas, le pone en camino por las rutas misioneras del Táchira, la Serranía de Coro o los municipios que rodean Puerto Cabello; en la atención de los enfermos que viven en los campos, en las atenciones del ministerio en los centros parroquiales, en los que no descuida nunca la atención al confesionario, las visitas a los enfermos y la catequesis de niños. Ese mismo interés le impulsará a iniciar proyectos relacionados con la buena prensa. Así lo vemos fundar hojas parroquiales en Coro, Puerto Cabello y Maracaibo. Con ellas quería formar a los fieles combatiendo la ignorancia religiosa tan extendida en muchos ambientes e informar a la feligresía de las actividades parroquiales.

De sus desvelos y trabajo junto con sus parroquianos son fruto las iglesias de san Antonio, en Coro, san José, en Puerto Cabello, y Nuestra Señora de la Consolación, en Maracaibo. El trabajo con los laicos será una constante en todos los campos de su actividad.

Hombre de gobierno

Las cualidades humanas, religiosas y espirituales de fray Florentino no pasaron desapercibidas ni a los superiores de la comunidad ni al común de los hermanos. De algunas ya hemos hecho mención. En el trienio 1943-45 es nombrado vicario provincial de Venezuela, teniendo bajo sus responsabilidad de gobierno y animación de la vida religiosa de las comunidades existentes en Venezuela, Isla de Trinidad y Perú. A este país llega por vez primera, en estos años, en el desempeño de su cargo. En 1948, al crearse la nueva provincia religiosa de San José, el será el primer consejero del superior provincial y dos años más tarde será elegido consejero general de la orden. En el ejercicio de esta responsabilidad residirá en Roma durante doce años, ya que es reelegido para el mismo en 1956.

Prelado de Chota

En los años cincuenta del siglo XX era el Perú un país en expansión. Aumentaba notablemente su población y el número de sacerdote resultaba totalmente insuficiente para atender la demanda de los fieles. Desde la nunciatura apostólica de Lima se concibe el plan de crear nuevas jurisdicciones eclesiásticas que se confiarían a comunidades religiosas, entre cuyos cometidos estaría el de proveer de los sacerdotes necesarios para esa mejor atención que se deseaba. Una de las puertas que toca el representante pontificio es la de los agustinos recoletos, presentes en esos años en Chota y Cutervo, del departamento de Cajamarca. La propuesta de la Santa Sede llega a la curia general en tiempos en que fray Florentino era parte del consejo y la aceptación de la orden no se hace esperar.

En abril de 1963 se hace pública la creación de la que se llamará Prelatura de Chota y el nombramiento de su primer prelado, cargo que recae en el padre Florentino Armas Lerena, a la sazón vicario provincial en Venezuela. La constitución apostólica de creación de la Prelatura y la bula de nombramiento del prelado llevan la fecha del 7 de abril.

Al padre Florentino le llega la noticia por carta del nuncio en Lima, Rómulo Carboni, quien le ruega "transmita, a la mayor brevedad, su consentimiento, a fin de que pueda informar a la Santa Sede y así ultimar los trámites pertinentes". La respuesta del electo pone al descubierto su alma sacerdotal y religiosa: "… debo manifestarle con toda sinceridad que el nombramiento de Prelado de la nueva Prelatura Nullius de Chota recaído en mi humilde persona me ha sorprendido e impresionado vivamente, pues confieso que no me considero digno de tal distinción por carecer de las dotes requeridas para el buen desempeño de tan alta misión. Mi primera intención ha sido presentar la renuncia, pero después de consultarlo en confesión y ante el Santísimo y teniendo presente que no es consulta sino nombramiento ya hecho por el Santo Padre, me resigno a aceptar la designación como voluntad de Dios nuestro Señor". Hecha público el nombramiento no tardará en dirigirse al Perú para iniciar el nuevo servicio.

Todo por hacer

Instalado el prelado en la sede constata que todo está por hacer, ni siquiera cuenta con casa propia. La Santa Sede le había hecho llegar lo que podríamos calificar como un elemental plan de trabajo pastoral que incluía la promoción de vocaciones sacerdotales y religiosas, la organización catequística laical, la celebración de los sacramentos, especialmente de la confesión y eucaristía, la santificación de los hogares y la creación de organizaciones para el progreso social de los pueblos.

De su labor como prelado destacamos estos aspectos: largas visitas pastorales, por ásperos caminos, hasta los lugares más alejados, promoción de las vocaciones sacerdotales, impulso a la acción pastoral del laicado, principalmente en el medio rural, construcción del seminario, que fue también su residencia, búsqueda de nuevas comunidades religiosas, creación de nuevas parroquias cuando pudo contar con más sacerdotes, cartas pastorales, apostolado de la buena prensa con la difusión de biblias, catecismos, folletos y libros de formación religiosa,

En su condición de prelado, aunque no ornado con la dignidad episcopal, fue invitado a participar en el concilio Vaticano II tomando parte en las sesiones segunda, tercera y cuarta.

Su trabajo al frente de la prelatura de Chota no pasó desapercibido a las autoridades de la Iglesia y en abril de 1967 el papa Pablo VI le promovió al episcopado, recibiendo la plenitud del sacerdocio en Lima de manos del cardenal Juan Landázuri.

 

Reconocimientos

Como persona humilde y fiel servidor nunca buscó la gloria humana, sin embargo se cumplió en él el dicho evangélico de que el humilde será ensalzado. Y ensalzado fue por Dios al elegirlo para el episcopado, y reconocido fue también por los hombres en distintas ocasiones, sobre todo con ocasión de sus 50 años de ordenación sacerdotal, que él quiso unir con los 10 años de la prelatura de Chota. En esa ocasión el papa Pablo VI le manifestaba "la gran estima en que te tenemos a causa de los múltiples trabajos apostólicos en que te has ejercitado desde que estás al frente de la Prelatura de Chota". Hubo otros reconocimientos por parte de las autoridades de la orden, de obispos y religiosos amigos y conocidos, autoridades civiles, municipio y pueblo de Chota… Unos y otros le expresaban, cada uno a su manera, la gratitud por su servicio y la admiración por el espíritu con que estaba llevando adelante la misión recibida. Años más tarde, Chota le dedicó una calle para perennizar la memoria de quien fue su primer obispo y virtuoso prelado.

Los últimos años

A fines de 1975, cumplidos los 75 años de edad, presenta la preceptiva renuncia al Santo Padre, la que le es aceptada en agosto del año siguiente. En el intervalo, aquejado de diversos males, sufre la amputación de la pierna izquierda por encima de la rodilla. Su tradicional fortaleza espiritual física, está ahora aminorada, le ayudan a enfrentar la nueva situación de limitación física. Así permanece a lo largo de tres años. La llamada del Señor le llega en la mañana del domingo 25 de octubre de 1979; acababa de cumplir los setenta y nueve años de edad.

Sus restos mortales fueron trasladados al cementerio que los padres pasionistas tienen en el distrito de La Molina (Lima), donde permanecieron hasta su traslado a la Iglesia Catedral de Chota el 25 de octubre de 1995.

Aspectos destacados de su personalidad religiosa y sacerdotal

Hombre forjado en los claustros agustinianos de la España de comienzos del siglo XX, destacaron en él las virtudes tradicionales de la espiritualidad recoleta: austeridad y pobreza, espíritu religioso, piedad eucarística y mariana, amor a la Iglesia y a su comunidad religiosa, espíritu de sacrificio, aceptación de las limitaciones del medio en que le tocó vivir, sobre todo como prelado…

 

 Fr. Emiliano A. Cisneros, oar

Bibliografía: Fr. Emiliano A. Cisneros, oar "Semblanza de Monseñor Florentino Armas, obispo prelado de Chota (1900-1979)", Recollectio vol. XL/2 (2017) 939-977

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