martes, 1 de mayo de 2018

¡ALÉGRATE Y REGOCÍJATE COMO MARÍA! Mi sencilla peregrinación hasta el Chapi de Lima

Hoy 1 de enero, fiesta de San José Obrero y de la Virgen de Chapi, he querido acompañar a los hermanos arequipeños en su homenaje a la Mamita de Chapi. Cuando vivía en Arequipa iba siempre caminando, en Lima lo he podido hacer hasta su capillita en el templo de San Francisco, del centro de Lima.

Da gusto caminar a las 5.30 de la mañana por la silenciosa Lima y verla despertar a medida que caminamos y vamos desgranando las avemarías del Rosario por sus calles. Alguno del grupo viene desde Villa El Salvador, otros desde Lima Norte, y todos con la misma ilusión: agradecer, pedir por los enfermos, por las necesidades de los amigos, familiares y conocidos, y para ofrecerse.

Yo sentía el estilo itinerante de los peruanos de milenios atrás, cuando peregrinaban hacia Caral, Toromuerto, Chavín, Pachacámac…o ya con el cristianismo a la Cruz de Motupe, Locumba, Otuzco, Cayma, Chapi…y agradecía por poder vivir en esta tierra ensantada del Perú y le pedía que nos siga ayudando a vivir unidos en esperanza como nos alentó el Papa Francisco.

Anoche tenía dos programas en PAX TV sobre la nueva carta del Papa "Alégrate y regocíjate" y le pedía al Señor que se haga realidad en mi vida y en la de los míos, sobre todo el n. 176, que me encanta:

 Quiero que María corone estas reflexiones, porque ella vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús. Ella es la que se estremecía de gozo en la presencia de Dios, la que conservaba todo en su corazón y se dejó atravesar por la espada. Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña. Ella no acepta que nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos. Conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica. La Madre no necesita de muchas palabras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle lo que nos pasa. Basta musitar una y otra vez: «Dios te salve, María…».

Esta mañana, en San Francisco, en compañía de la comunidad franciscana y de los cientos de fieles que colmaban el tempo, he podido vivirlo. Gracias, Madre, que sea una realidad para todos los arequipeños, para todos los peruanos.