Especiales
SAN JUAN PABLO II en el PERÚ
Crónica de las visitas del "Papa peregrino" al Perú, en 1985 y 1988.
Por Dr. José Antonio Benito Rodríguez
Director del CEPAC UCSS
A propósito de la próxima visita del Papa Francisco al Perú, es
oportuno recordar las primeras visitas de un pontífice a esta tierra
que ha dado grandes frutos de la evangelización, como los santos
peruanos. San Juan Pablo II visitó el Perú en dos ocasiones, en 1985 y
en 1988. Su presencia constituyó un acontecimiento histórico que
congregó en multitudes a los peruanos de toda raza y condición social.
Un concordato histórico
Pocos años antes de su llegada, el Perú selló las buenas relaciones
históricas con el Vaticano gracias al Concordato. El Concilio Vaticano
II había favorecido este clima proclamando el principio de la
independencia y autonomía del Estado y la Iglesia, el cual estaba
plasmado en el Perú en el artículo 86 de la Constitución de 1979:
"Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce
a la Iglesia Católica como elemento importante en la información
histórica, cultural y moral del Perú. Le presta su colaboración". El
19 de julio de 1980, el canciller Arturo García y el Nuncio Apostólico
Mario Tagliaferri, firman el acuerdo Perú-Santa Sede, que inicia una
nueva época en las relaciones de ambos Estados. Juan Pablo II ratifica
en Roma el acuerdo (22 de julio) y el gobierno peruano hace lo mismo
(el día 24), publicando la norma en "El Peruano", el 25 de julio.
Gobernaba el Perú, en su penúltimo semestre, el Presidente Fernando
Belaunde Terry. La población total ascendía a 18,7 millones de
habitantes. Las condiciones en que se vivía eran entonces muy
críticas. Un documento de la Conferencia Episcopal Peruana denunciaba
"la pobreza que resulta inhumana: salarios muy bajos, falta de puestos
de trabajo estables, desnutrición de consecuencias irreversibles en el
futuro, aumento de la mortalidad infantil, recrudecimiento de
enfermedades que ya se tenían superadas…, notable decadencia en la
moralidad pública y en las costumbres privadas como son: los hogares
mal constituidos, inestabilidad de los matrimonios, abandono de la
familia, alcoholismo", todo ello agravado por el flagelo del
terrorismo.
CARETAS
La Iglesia peruana estaba presidida por el Cardenal Juan Landázuri
Ricketts OFM, arzobispo de Lima, y la constituían además 53 obispos,
2.235 sacerdotes, 4.835 religiosas, 426 hermanos y 516 seminaristas.
En octubre de 1984, cuatro meses antes de su primera visita, Juan
Pablo II recibió a los Obispos peruanos, llegados a Roma para la
visita 'ad limina'. El Papa les transmitió su estima al Perú
cristianizado, el anhelo de sus pastores en "la causa de la justicia y
de la defensa del pobre"), pero sin caer en el reduccionismo de la
predicación de la doctrina católica, ni hipotecarse "a ideologías
extrañas a la fe, como si fueran éstas las que guardan el secreto de
la verdadera eficacia."
Un papa por primera vez en el Perú
Para la visita había que conciliar muchos factores: la duración misma
del viaje, los vehementes deseos de las poblaciones que
explicablemente ansiaban tener cerca a la persona del Santo Padre, la
diversidad de alturas y climas, los requisitos mínimos de seguridad,
los encuentros con diferentes sectores sociales, etc. En los
preparativos intervinieron los obispos, la Nunciatura Apostólica,
autoridades civiles centrales y locales y el equipo del entorno del
Pontífice, en el cual sobresalía el P. Roberto Tucci S.J., de Radio
Vaticana, y experto en comunicación social.
Fue el sábado 26 de enero de 1985 cuando Juan Pablo II subió al avión
de Alitalia que lo conduciría a Venezuela, Ecuador, Perú y Trinidad y
Tobago. Se trataba de la sexta visita del Papa a tierras
iberoamericanas, y el número 25 de sus viajes fuera de Italia. Según
los cálculos de los organizadores, esperaban a Juan Pablo II doce
apretadas jornadas en las que habría de recorrer un total de 25 mil
kilómetros.
El programa trazado era denso, exigente y agobiador, pero fue asumido
con el gozo del padre que quiere el encuentro personal y cálido con
sus hijos del Perú, no solo los católicos sino también todos los
hombres de buena voluntad. Un detalle que calibra la formidable
respuesta del pueblo peruano ha quedado perennizada en el gigantesco
mural en homenaje al papa Juan Pablo II en Campo Marte, que fue
diseñado y coordinado por el arquitecto César Díaz González, con miles
de jóvenes voluntarios para pegar los millones de teselas que
representan lo mejor de las culturas peruanas por departamentos
ubicados por orden alfabético.
El encuentro
EL COMERCIO
En el discurso inicial del 1 de febrero –desde el Aeropuerto
Internacional Jorge Chavez– Juan Pablo II hizo notar la presencia
histórica de la Iglesia en el ser del Perú, como la subrayó la misma
Constitución Política del país en su artículo 86, instando a la
necesaria solidaridad de todos "para crear nuevas fuentes de justicia
a todos los niveles, para superar las funestas tentaciones de los
materialismos, para dar a cada peruano una dignidad renovada". En la
Plaza Mayor –poco tiempo después de su llegada a Lima– lanzó a todo el
pueblo la invitación "a una opción libre e irrevocable de fidelidad y
amor total a Jesucristo". Ya en la Catedral, dirá al clero y
consagrados: "Sois las fuerzas vivas de la Iglesia en el Perú" que
deben vivir "en unión estrecha con el legítimo pastor", frecuentando
la oración y los sacramentos. A los laicos les alentó a seguir
haciéndose presentes en la vida pública.
En el viaje a Arequipa, sábado 2 de febrero, además de la
beatificación de Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, el Pontífice
procedió a la coronación canónica de la popular y venerada imagen de
la Virgen de Chapi. De nuevo en Lima participó por la tarde en la
imponente y multitudinaria concentración juvenil del 2 de febrero en
el hipódromo de Monterrico. Juan Pablo II fue acogido con entusiastas
e interminables ovaciones de los jóvenes a los que convocó a construir
la paz y la justicia, vivir la pureza y la misericordia, la pobreza y
la mansedumbre. Más tarde, para la reunión con los obispos, les
presentó a Santo Toribio como modelo de pastor misionero.
El día 3 viajó al Cusco y, en Sacsayhuamán, se refirió a la vida dura
y sufrida de los campesinos, elogió la religiosidad popular, valoró
las culturas prehispánicas, instando a conservar sus "genuinos valores
humanos, que son también cristianos". Al llegar a Ayacucho –debido al
terrorismo- solo pudo hablar en el aeropuerto con tono vibrante y
enérgico pidiendo "en nombre de Dios: ¡Cambiad de camino! ¡Convertíos
a la causa de la reconciliación y de la paz! ¡Aún estáis a tiempo!
Muchas lágrimas de víctimas inocentes esperan vuestra respuesta".
Concluyó con una invocación en quechua a los hijos de Huamanga:
"¡Huamangapa, Iñiq huahuancuna! Unanchacuqpa Cuyacuiinintam
apamuiquichic, allpaichichicpi tarpu sqa sinqoiquichicta
causarichinapq!" ("Católicos hijos de Huamanga, os traigo el amor de
nuestro Dios, para que, sembrado en vuestra tierra, sea la
resurrección de vuestros corazones").
Aquel mismo día, domingo 3 de febrero, estaba programada la Eucaristía
en el amplio escenario del Hipódromo de Monterrico, dentro de la cual
habrían de ser ordenados presbíteros 47 candidatos de diversas
diócesis y familias religiosas. El día 4 de febrero se inició con la
visita del Papa al Ovalo Bolívar, en el Callao, donde se habían
reunido miles de enfermos. Juan Pablo II continuó esa mañana su
actividad dirigiéndose por avión a dos importantes ciudades peruanas
en el Norte del país: Piura y Trujillo. Desde Trujillo el Santo Padre
regresó a Lima por vía aérea en horas de la noche. La mañana
siguiente, 5 de febrero, habría de ser el último día en esta serie
densa y apretada de encuentros inolvidables. En primer término, la
visita al llamado Cono Sur, a Villa El Salvador: el encuentro con los
habitantes de los Pueblos Jóvenes. Al terminar su discurso leído, el
Papa se apartó del texto escrito e improvisó, para agradecer al
Cardenal Landázuri, Arzobispo de Lima, por sus palabras en esa ocasión
y, sobre todo, para recordar que junto al hambre de pan (que hay que
calmar) hay que mantener el hambre de Dios.
Pero quedaba algo más. Se quiso aprovechar el vuelo de Juan Pablo II a
Trinidad–Tobago, para que hiciese una escala en Iquitos y se
encontrase con los nativos. Nunca olvidarán aquel momento en que un
Papa se hizo "charapa".
Juan Pablo II en la memoria
El resultado de la primera visita de Juan Pablo II al Perú superó toda
expectativa. El propio Pontífice, ya en Roma, en la Audiencia general
del miércoles 13 de febrero de 1985, habló elogiosamente del clima "de
la visita que en todas partes estuvo cargado de viva fe, de amor y de
confianza hacia la Iglesia".
Tres años después –en 1985- el Papa tuvo la amabilidad de volver a
tierra peruana para la clausura del V Congreso Eucarístico Mariano de
los países bolivarianos. De esta visita quedó como recuerdo el hermoso
himno del Congreso, "Danos hoy hambre de Dios" compuesto por Mons.
Juan José Larrañeta; y la llamada "Cruz del Papa" construida con los
restos de las torres destruidas por el terrorismo y trasladada al
Morro Solar desde su emplazamiento original en Plaza San Miguel.
Recordemos los textos pronunciados, sus gestos, sus vivencias, así
como el recorrer sus huellas –hoy reliquias de un santo como la
vestimenta litúrgica y objetos que usó- o contemplemos los monumentos,
placas, estatuas, en su honor. Todo ello servirá para estimular el
ánimo y la expectativa de la próxima visita de Francisco.
Bibliografía:
NIETO VÉLEZ, P. Armando: "Las visitas del Papa Juan Pablo II al Perú".
Revista Teológica Limense (Lima), Vol. XXXVII, pp. 133–170.