viernes, 18 de agosto de 2017

P. Juan de Lorenzana, doctor de Salamanca en San Marcos, confesor de Santa Rosa de Lima

P. Juan de Lorenzana, doctor de Salamanca en San Marcos, confesor de
Santa Rosa de Lima

La Ciudad del Tormes tiene una interesante Residencia Universitaria
con su nombre regentada por las Madres Dominicas, entre las que se
encuentra la historiadora Sor Águeda Rodríguez Cruz, biógrafa del
catedrático de Salamanca Fray Juan de Lorenzana, confesor de la
santa.
Escribe el chileno Dr. René Millar en "Rosa de Santa María(1586-1617).
Génesis de su santidad y primera hagiografía" Historia, Santiago de
Chile, Vol. 36, 2003: 255-273 cómo en la historia de nuestra santa
limeña se da la situación paradójica que a pesar de llevar una
existencia bastante retraída, rehuyendo el contacto con la gente y
viviendo una religiosidad de manera muy privada, en los últimos cinco
años de vida, cuando se vinculó al hogar del contador Gonzalo de la
Maza, su persona comenzó a adquirir una cierta notoriedad, pero
siempre muy limitada a pequeños grupos en el contexto de la sociedad
de Lima. Sin embargo, tuvo un entierro multitudinario y la sociedad
limeña se precipitó a sus exequias, en la que participaron incluso las
más altas autoridades civiles y eclesiásticas del virreinato. Personas
que nunca la conocieron se abalanzaron sobre el féretro para tratar de
tocarla u obtener alguna reliquia Tal fenómeno se debió, en parte, a
los confesores de la joven, que se encargaron de difundir sus virtudes
y de comprometer a las órdenes religiosas en una participación activa
e institucional en las exequias. Esto es especialmente clave en lo que
respecta a la orden de Santo Domingo.
Un miembro de ella tomó nota puntual de las revelaciones de Luisa de
Melgarejo, durante el velatorio, y otro escribió a los pocos días una
breve relación de su vida. Los dominicos asumieron a la difunta como
un miembro de la orden y el procurador general de ella, a la semana de
la muerte, solicitará al arzobispo que se reciba información de
testigos acerca de "su santa vida".
Uno de ellos fue el célebre doctor de la Universidad de Salamanca,
Juan de Lorenzana, dominico leonés, estudiado por la Dra. ÁGUEDA M.
RODRÍGUEZ CRUZ, OP Universidad de Salamanca, en su artículo biográfico
"Juan de Lorenzana, universitario salmantino y catedrático de la
Universidad de San Marcos de Lima" en el II Congreso de Historia "Los
Dominicos en el Nuevo Mundo" , bautizándolo –en comparación con Santa
Teresa de Jesús- como "Báñez de Lima". Lorenzana, figura eminentemente
polifacética: brillante en la cátedra, prudente en el gobierno,
consejero hábil, luminoso, en la lluvia de consultas que le llegaban,
celoso apóstol, profundo maestro de espíritus. Si a Báñez le tocó
dirigir en parte a santa Teresa, Lorenzana fue el con¬fesor principal,
maestro y director de la patrona de América, santa Rosa de Lima.
LECTOR CONVENTUAL. CATEDRÁTICO DE PRIMA DE TEOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD
DE SAN MARCOS DE LIMA. CONSEJERO
Pero en cuanto los superiores se dieron cuenta de su talento, «su
des¬treza en la cátedra», el capítulo de Lima, celebrado el 24 de
julio de 1590, le mandó a leer teología en Lima, en el Convento del
Rosario. Luego lo destinó a la cátedra de prima de teología de la
Universidad de San Marcos, que había quedado vacante por promoción de
fray Bartolomé de Ledesma al obispado de Oaxaca. De modo que fue
sucesor de otro gran dominico, que antes ha-
bía sido también catedrático de prima de teología en México, luz en
aquel vi¬rreinato, como en el de Lima, antiguo discípulo de Vitoria en
Salamanca. «Tra¬bajó en la cátedra, en que se hizo expectable para
todos los que tuvieron la dicha de oírle»52.
Allí llevó la sabiduría aprendida de sus maestros, y como ellos,
especial¬mente Báñez, hizo amplios comentarios a toda la Suma de Santo
Tomás53. Así, nos dice Eguiguren que en Lima impuso en su cátedra la
lectura de Bar¬tolomé de Medina sobre la prima secundae de Santo
Tomás, y también los comentarios de Báñez a la primera parte del
santo, impresos en 158454.
Según Meléndez, fue profesor de muchos seglares, que después fueron
canónigos, obispos, o desempeñaron otros cargos, «preciándose siempre
de haber sido discípulos del Maestro Lorenzana»55. Y en cuanto a su
fidelidad en la tarea, escribe: «Con la Cátedra de la Vniversidad
tenia la Regencia de los Estudos del Conuento del Rosario, y assi
assistia a uno y a otro, con tan¬ta puntualidad que parecia una sola
ocupación»56.
Desempeñó también el cargo de consultor y calificador del Santo
Oficio. Allí en aquellas tierras hermanas fue todo un oráculo, todos
lo buscaban por¬que «señalábanse mucho en este varón insigne la
perfección de la vida y la profunda sabiduría de Teología escolástica.
Concurrían para hacerle grande, ardiente estudio de contemplación, y
en la vida activa destreza en el gobier¬no. Era su ingenio agudo y
perspicaz, el juicio alto y maduro, mucho retiro del siglo, mucho
acierto en el manejo de los negocios. Por eso se acumularon
sucesivamente en él, como en su centro, tantos puestos y oficios,
regencias de cátedras y prelacias de conventos... siendo igualmente
entendido y versa¬do en las cosas eclesiásticas y políticas: amado de
toda clase de personas, desde la más elevada hasta la más ínfima.
Sujeto admirable, a quien acudían como a común oráculo todos cuantos
se encontraban con dificultades en los negocios arduos de la vida. A
él pedían consejo los Obispos, consultaban las Cancillerías, las
ciudades y los tribunales, las dudas que se ofrecían en el fue¬ro
exterior y en el interior de la conciencia; porque comprendían todos
que tenía el don singular y admirable para dar consejos acertados»58.
En una pa¬labra, «para todos y para todo era Lorenzana»59. Y otro
autor apunta que fue «in docendo uberrimus, in disputando acerrimus,
in praedicando arden-tissimus»60.
SU MISIÓN DE GOBIERNO; PRIOR Y PROVINCIAL
También se distinguió fray Juan de Lorenzana en las tareas de
gobierno, por su prudencia y discreción, su amor a la observancia. Fue
prior en Potosí y en el Convento del Rosario de Lima, vicario general
de la Provincia de San Juan Bautista del Perú, provincial y visitador,
definidor en capítulos. En 1600 fue su elección de prior para el
Convento del Rosario y el 24 de julio de 1602 fue elegido provincial.
Y todo lo desempeñó «con gran acierto, porque era de muy perspicaz
ingenio y muy discreto en todo»61.
Durante su provincialato fundó una casa en Lima, bajo el patronazgo de
Santa María Magdalena, para promover en ella la observancia más fiel
de las constituciones.
Con frases elocuentes resume Meléndez su actuación ejemplar y labo-
riosa: «El Maestro fray Juan de Lorenzana después de auer gouernado su
Prouincia, con toda paz, y equidad, y mostrado en su gouierno quanto
puede la virtud, y el buen exemplo en el Superior, para contener en
obseruancia a los subditos, auiendo visitado la Prouincia dos vezes
hasta el vltimo Conuen¬to de la Villa de Tarija, y tres hasta la de
Huancauilca, y edificado en su tiem¬po mucho en los mas de los
Conuentos, y particularmente en el de Lima... y auiendo hecho la obra
de la fundación del Conuento de la Magdalena... que tanto lustre ha
dado a la Prouincia, acabó gloriosamente su oficio...»62.
CONFESOR DE SANTA ROSA DE LIMA
La primera vez que fray Juan de Lorenzana vio a la futura santa Rosa
de Lima fue un día en que le dio la comunión junto con mucha gente, en
la capilla del Rosario de la iglesia del convento limeño, como nos
informa el cro¬nista Meléndez. Se quedó impresionado por los
brillantes resplandores que despedía su rostro, y consideró que así
tendría «su espíritu inflamado en fue¬go viuo de amor de Dios».
Desde entonces tuvo gran ilusión de conocería:
«Si yo fuera tan venturoso, que mereciera conocería, y tratarla,
válgame el Señor, y lo que ló estimara! Que dichoso estado goza su
alma adornada de tantas luzes, que no le caben en el pecho, y le salen
a la cara! Que caridad la suya. Que humildad! Que pureza! A pocos dias
la conoció: fue su Confes-sor, y gouernó su espíritu, con el acierto,
que dize lo portentoso, y estraño de su vida, que con mas claras
demonstraciones vio la ocasión de arrojar tan¬tos resplandores
comulgando»63.
Dicen los historiadores que aunque fray Juan de Lorenzana «no hubiera
hecho otra cosa, bastó para hacerse célebre haber sido el principal
confesor de Santa Rosa de Lima, a la que confesó siempre, hasta la
hora de la muerte, dirigiendo aquel espíritu, primer fruto de las
Indias»64.
Con gran sentido pastoral, después de describir sus brillantes
activida¬des en la cátedra, en el pulpito, en el gobierno, añaden: «Y
sobre todo tra¬bajó en dirigir y confesar a la gloriosa virgen Santa
Rosa de Lima»65.
Y el historiador Mora considera que «a otro destino muy superior lo
lle¬vó la Divina Providencia a Lima. Destinólo desde los dias de su
eternidad para Maestro, Director y Confessor de la Gloriosa Virgen
Santa Rosa de Lima, o de Santa Maria»66.

Todos coinciden en que Lorenzana fue el principal confesor de Santa
Rosa, el «de asiento». Aunque tuvo otros, especialmente con motivo de
las ausencias, trabajos y enfermedades de fray Juan. El fue su
principal conse¬jero, «criándole a sus pechos con su ejemplo y su
doctrina, para que después creciese tanto al influjo de la divina
gracia, que fuese admiración del cielo y gloria de toda España»67.
Y este hecho lo señalan para deducir cuál sería su saber y su
santidad: «Si se quiere apreciar cuan grande fue el Maestro Lorenzana
en la Teología mística, que es la ciencia de los santos; cuánta la
experiencia, el gusto y sa¬bor de las cosas celestiales para
distinguirlas y conocerlas, lo mucho que se ejercitó en la enseñanza
de contemplación altísima; la vista de lince con que distinguía
prudentemente la diferencia de los espíritus, si faltaran otros
argu-mentos, bastará saber que la Provincia divina encomendó
singularmente a su gobierno el espíritu de Rosa»68.
Lorenzana, que conocía tan profundamente a Rosa, fue encargado de
examinar su espíritu, junto con el doctor Castillo, un hombre con fama
de santidad y sabiduría, al que tanto se compara a fray Juan. A solas
hablaron «desta preciosa criolla», ponderando la rapidez con que había
llegado a la unión con Dios, y su fortaleza en las duras pruebas,
sobre todo interiores69. Se asombró Lorenzana de oír tanta sabiduría
acerca de los misterios, tanta profundidad como la de un teólogo
consumado, alabando al Señor por reve¬lar sus secretos a los
pequeñuelos. Y lo mismo se sorprendía el orden, mé¬todo, la propiedad
y precisión de sus palabras cuando se confesaba. Terminó Su examen
diciendo que «nunca había visto ingenio tan iluminado y perspicaz» 70.
Por eso la anécdota sugerente que cuenta Hansen, el biógrafo de santa
Rosa que siguen todos, anécdota que recogen y comentan: «Cuando en una
ocasión le llamó el sacristán menor para que oyese de Confesión a la
virgen, diciendo que le esperaba en la iglesia la Rosica, le reprendió
ásperamente por¬que tomaba en la boca aquel nombre sin reverencia, y
dijo: A vos os parece Rosica la que de verdad es Rosa, y grande a los
ojos de Dios. Vendrá tiempo en que todos entiendan cuan crecida es,
cuan grande y cuan digna es esta Rosa de mirarse con respeto y con
reverencia»71. Y los historiadores añaden la comparación con la
predicción de San Alberto con respecto a su discípulo Santo Tomás, el
«buey mudo» cuyo mugido se oiría en todo el mundo72. Y la historia lo
confirma. El dulce patronazgo de Santa Rosa acaricia a Lima y a toda
América.
Añadamos una referencia a sus escritos, cartas, poesías, que nos dan
una perspectiva y retrato de Rosa, no sólo de gran mística sino de una
mujer intelectual, semejante a Catalina de Sena y a Teresa de Avila,
de alguna ma¬nera. Como dice Getino, «conviene que la Rosa penitente y
la Rosa regalada con visiones seductoras no oscurezcan a la Rosa de
inteligencia de águila. De¬jémosla a ella hablar y todo quedará en su
punto. Rosa aparecerá no menos sabia y discreta que regalada y
penitente. Son dos líneas paralelas, que de¬ben fijar en adelante la
posición de Rosa entre los seres extraordinarios que llamamos
sanios»73.
A todo esto hay que añadir el hallazgo del padre Getino en el Convento
de Santa Rosa de las Madres, dónde murió la santa74, dos trabajos de
santa Rosa: un pliego en que se refiere a las mercedes o heridas
espirituales o prue¬bas purificaderas interiores, o dolores gozosos, y
otro pliego en el que con¬tinúa con las mercedes y esboza la Escala
Mística o mística ascensión del alma en quince peldaños. Aunque hay
referencia a una glosa, es lástima que no ha aparecido75.
Fray Juan de Lorenzana asistió a santa Rosa en su última enfermedad y
le administró los sacramentos en esa hora suprema, «la estuvo
acompañan¬do para consuelo de entrambos hasta la última hora»76. Al
verla muerta, con más apariencia de viva que de difunta, exclamó:
Bienaventurados los padres que te engendraron, bienaventurada la hora,
en que naciste; bienaventurada tu del Señor, dichosissima hija de
Santo Domingo, que ahora estas gozando de la bienauenturanca de tu
Criador. Moriste como viuiste: no perdiste la gra¬cia bautismal, en
todo él discurso de tu vida; fue pura, y limpia de culpa mor¬tal. Al
Cielo subes con la pureza misma, que sacaste de las aguas del
Bau¬tismo: sigue ahora venturosa, adonde quiera que fuere el Diuino
Cordero, por las eternidades»77.
Sobrevivió fray Juan a la santa al parecer dos años, muriendo hacia 1618.
repaso de una gloria muy provechosa, es la evocación y rescate de una
figura paradigmática.
Si de evangelización en América se trata, y de evangelízadores
domini¬cos, es dulce y alentador recordar a uno de los mejores frutos
de esta evan¬gelización, Rosa de Lima. Y aunque Dios es el que da el
incremento, al his¬toriador le interesa, la historia necesita
informarnos, para nuestro aprovecha¬miento, qué Apolo fue el que
regó...
Lorenzana fue el Báñez de Lima, como dije al principio. Discípulo de
Do¬mingo Báñez, catedrático de prima de teología como él,
introduciendo allí sus obras. Sucesor en la cátedra de prima de otro
gran dominico, teólogo emi¬nente, Bartolomé de Ledesma. Báñez lo había
sido de Bartolomé de Medina. Si Báñez fue el principal maestro de
espíritu de santa Teresa, Lorenzana lo fue de otra santa, no menos
grande. Si Báñez fue uno de los que más ani-maron y apoyaron a la
santa abulense en la elaboración de sus obras sobre su vida y
experiencia mística, es muy probable que fuera Lorenzana quien
sugiriera a la santa limeña escribir sus Mercedes y los quince
peldaños o Es¬cala Mística o mística ascensión del alma, que revelan
profundamente su vi¬vencia espiritual.
Dicen los historiadores que el Convento de San Esteban debe dar
gra¬cias a Dios por haber profesado Lorenzana en él, con más razón que
Roma debía dar gracias a los dioses por haber nacido en ella el gran
Escipión83.
Busquemos, por último, y señalemos la clave explicativa principal de
esta rica personalidad dominicana, equilibrada y armónica, de
contemplativo itine¬rante, en el lenguaje de hoy, leyendo un texto del
cronista peruano Melén-dez, de los más bellos y expresivos que se han
escrito sobre el tema, en tan breves palabras. Va especialmente
dirigido a los espiritualistas... Comienza di¬ciendo que «fue el Padre
Maestro Fray Juan de Lorenzana uno de los emi¬nentes Varones que ha
tenido nuestra Religión en estos siglos, en ambas Teo¬logías,
Escolástica, y Mística, luz de aquellos Orbes». Y continúa, sin
solu¬ción de continuidad, el sabroso texto al qué me refiero, dando a
entender que es la razón o fundamento de su vida luminosa:

«Se crió con la oración, creció con la oración, no pensaba más que en
la oración, ni trataba más que de la oración, porque para aliviarse de
la carga de las muchas Prelacias que tuvo, no tenía más descanso que
la oración, y decía con mucha gracia, que no hallaba mayor alivio en
su gobierno que el trabajo de la oración»84.

Terminemos el recuerdo de este «santísimo varón, de inculpable
vida»85, que Dios nos ha dado, «nobis donatus a Deo», como dijo fray
Antonio González de Acuña, O.P., futuro arzobispo de Caracas, al
ponderar que Loren¬zana había sido dado por Dios a aquellos reinos,
con singular providencia86. Juan de Lorenzana también ha sido dado a
nosotros, que hoy lo recordamos para estímulo y aliento de la tarea
genuinamente dominicana de contemplar y dar lo contemplado, el hombre
santo y el sabio que Dios dio a Lima, al Con-vento de San Esteban, a
la Universidad de Salamanca, a nuestra autonomía, a la Iglesia.
62 Juan Meléndez, Tesoros verdaderos de las Yndias..., D, 76.
63 Ibidem, p. 365.
64 Historiadores del Conuento de San Esteban de Salamanca, III, p. 512.
65 Ibidem, p. 563.
66 Esteban de Mora, Historia annalistica de el Convento de S.
Estevan..., IV, f. 1006.
67 Leonardo Hansen, Vida admirable de Santa Rosa de Lima..., 1929, p.
164. cf. Histo¬riadores del Convento de San Esteban de Salamanca, II,
pp. 443-444; III, pp. 316-317, añadien¬do «como felizmente le gobernó
hasta que trocó esta vida mortal por la eterna».
68 Juan Meléndez, Tesoros verdaderos de las Yndias, II, p. 311. Cf.
Leonardo Hansen, Vida admirable de Santa Rosa de Lima..., pp. 177-178.
69 Leonardo Hansen, Vida admirable de Santa Rosa de Lima..., p. 176.
70 Ibidem. Historiadores del Convento de San Esteban de Salamanca, III, p. 563.
72 Juan Meléndez, Tesoros verdaderos de las Yndias..., II, p. 420.
83 Juan Meíéndez, Tesoros verdaderos de las Yndias..., II, p. 309.
84 Ibidem, p. 310.
LO QUE DECLARÓ EN EL PROCESO DE BEATIFICACIÓN
Anécdota de la leche migada
Destaco por hoy una simpática y representativa anécdota en que Rosa se
confiesa de gula tras comer una deliciosa leche migada preparada por
doña María de Uzátegui.
Los domingos le tenía ordenado este testigo, como su confesor, que
comiese alguna cosa, esto es un poquito de pescado o un par de huevos,
lo uno o lo otro; y esta comida era allá a la noche, porque los
domingos comulgaba y cuando recibía aquel Gran Señor Sacramentado,
quedaba por todo el día tan absorta y tan empapada en Dios, que no
estaba para comer ni para otro ningún ejercicio hasta allá a la noche
como dicho tiene. Y sucedió una vez, que teniéndole un domingo, una
persona devota en cuya casa estaba, y que la amaba tiernamente, (le
sirvió) juntamente con un poco de pescado, una escudillera de leche
migada, a la santa virgen se le fueron los ojos tras la leche y se lo
comió, de lo cual después tuvo tan grande escrúpulo pareciéndole que
había hecho un gran exceso; que lo más de aquella noche estuvo
postrada, llorando y gimiendo aquel pecado. Y después lo confesó con
tantas lágrimas agravándolo y encareciéndolo, como si hubiera cometido
un muy grande delito, de que est testigo quedó admirado de la pureza
de aquella conciencia, que tan pequeña culpa le era gran carga, y
también quedó edificado
Contemplativa en la acción como Catalina de Siena
El que fuese confesor más relevante de Santa Rosa, declara acerca del
bello compromiso contemplativo de la joven Rosa con su prójimo,
especialmente el de Lima, en respuesta a la pregunta 19: "Compadecíase
grandemente de las necesidades su prójimo y aceptaba hacer por él
oración a nuestro Señor y lo hacía con entrañas de gran misericordia,
servía a los enfermos con gran prontitud. Hacía especial oración por
el estado de la Santa Madre Iglesia, por los pecadores, por las ánimas
del purgatorio, por las personas que le hacían bien y muy especial por
esta ciudad y República de Lima como a este testigo le consta por sus
confesiones"
"ha obrado grandes maravillas espirituales en muchas personas...y
otras muchas se han mejorado en fervores y virtudes tomando unas el
hábito de beatas de Santa Catalina y otras haciendo grandes ejercicios
espirituales, todo por devoción e imitación de la santa virgen… Años
antes, tuvo noticias que una doncella de grandes virtudes y grande
penitencia se confesaba en este convento, de quien decían algunos
religiosos que había de ser otra Santa Catalina de Siena"...el pareció
que la bendita Rosa padecía de su madre lo que SCS padeció de la
suya...Y en cuanto al trabajar de sus manos fue cosa de maravilla el
tesón que tuvo esta santa virgen, porque de la mañana hasta la noche,
en costuras y labores se ocupaba para ayudar a las necesidades
temporales de sus padres.
Sabe este testigo que la bendita virgen tenía especialísima devoción
con la gloriosa SCS y la tenía por madre y por espejo para imitar su
vida y virtudes, como en gran parte la imitó en lo que fue oración y
aspereza de su cuerpo>; y en el gran celo que tenía de la salud de las
almas y en servir a los enfermos con gran caridad, aunque fuesen
personas de bajo y humilde estado. Servía a las cosas de la santa como
hija a madre...
Y para mayor prueba de la devoción de Rosa con la devoción de la
gloriosa SC entiende este testigo fue especial providencia y favor de
Nuestro Señor que cuando hubieron de traer a enterrar el cuerpo de la
bendita Rosa, no pudiéndose hacer corona propia tan de presto y así le
pusieron la corona de la imagen de SC y con ella vino a la iglesia de
este convento que quiso Nuestro Señor darle la corona de SC a quien
había imitado en la pureza virginal y demás virtudes". Entre los
muchos dones, uno muy grande fue el de discreción de espíritus. "Y muy
examinado halló que se regía la santa pro las reglas de SCS, por los
efectos que las dichas revelaciones causan en el alma que son:
humildad y reverencia, conocimiento de sí mismo y de su bajeza, y gozo
en el Señor; lo contrario de lo cual causan las que son del demonio,
que esta fue la sabiduría de SCS" Catalina de Santa María, del hábito
de Santo Domingo, (7.2.1618).
Da cuenta de que "procuraba imitar a la gloriosa santa en cuanto
podía. Y recibió de Nuestro Señor, por su intercesión, singulares
favores y señaladamente le hizo uno muy grande y fue que habrá dos
años poco más o menos, que por el mes de mayo pasado los cumplió fue
habiendo de aderezar las andas de la gloriosa SC estando la bendita
Rosa y esta testigo en la huerta de su padre, pasando y mirando todas
las matas de los claveles que había en la huerta no vieron en ninguno
de ellos botón ni vara porque no era tiempo de ellos ni los podía
haber y la bendita Rosa_ Si Dios Nuestro Señor nos diese a honra de la
Santísima Trinidad tres clavellinas para que la santa imagen del todo
fuese galana. Y luego el día siguiente, que habían de celebrar la
fiesta de la Santa por la mañana dijo la bendita Rosa a este testigo
que fuese a la huerta a traerle aquellas tres clavellinas que estaban
en la huerta y esta testigo le dijo: Hermana si ayer paseamos la
huerta y vimos las matas y que ninguna de ellas tenía clavellina
alguna ni sella de ella, ni vara ni botón; cómo me envía por ellas, y
la bendita Rosa le respondió: Válgame Dios, hermana de mi corazón,
vaya por ellas que Dios nos las ha dado. Y esta testigo fue y halló
tres clavellinas y en una vara y muy hermosísimas y esta testigo quedó
admirada y dijo entre sí: esta es particular merced que Nuestro Señor
ha hecho a nuestra hermana" !
Penitencia
Otras penitencias que acostumbraba por amor a Dios y a los demás era
darse todos los días disciplinas (latigazos). A veces, no se medía y
tuvo que ponerle límite el padre Juan de Lorenzana. Dice este padre:
Fue necesario poner en esto alguna moderación, pero fue de manera que
la dicha santa virgen con grandes ruegos y humildad sacó licencia para
poder tomar cada noche una disciplina. Y, algunas veces, cuando se
ofrecían algunas especiales necesidades públicas o particulares, pedía
la dicha bendita Rosa a este testigo licencia para doblar el número de
azotes .
La disciplina que usaba antes de que le fuesen a la mano (se lo
prohibiesen) eran dos ramales de cadena de hierro . Esta cadena,
después que se la vedaron para efecto de disciplinarse, se la ciñó al
cuerpo y la ciñó con candado y echó la llave donde nunca pudiera
aparecer . Hay una leyenda que dice que la llave la tiró al pozo que
había en su casa y, por eso, el día de su fiesta es costumbre que sus
devotos echen en el pozo, que existe donde estuvo su casa, cartas con
sus deseos y peticiones.
Devociones
A su confesor Juan de Lorenzana le dijo: a cada puntada que doy con la
aguja, hago alguna especial alabanza a Nuestro Señor . Algunas veces,
en medio de la labor de manos, acontecía aparecérsele Nuestro Señor en
forma de niño sobre la almohadilla de costura, causando con esto en su
alma inefables gozos. Otras veces, en medio de la dicha costura,
cantaba con gran regalo de espíritu alabanzas divinas diciendo algunas
letrillas muy devotas que ella misma componía con que levantaba su
espíritu al Señor. Y díjole a este testigo la bendita Rosa una vez,
tratando de este punto del cantar: "Padre, quitarme a mí el cantar es
quitarme el comer".
Las noches, fuera de tres o cuatro horas, según la orden que el
confesor le ponía, mandándole que aquéllas tomase para reposo del
cuerpo, todo lo demás lo gastaba en oración y contemplación en la que
recibía de Nuestro Señor singularísimos favores .
El padre Juan de Lorenzana, por su parte, nos dice: No había para
la santa virgen mayor gozo que encomendarle cosas para servicio del
Santísimo Sacramento como era aderezar andas para la fiesta del
Corpus, hacer flores y ramilletes y otras curiosidades para ornato del
Monumento en la Semana Santa, pues tenía para esto gran gracia y manos
muy primas. Y era tan incansable en trabajar en estas cosas que,
cuando el sacristán mayor de este convento (Santo Domingo) se veía
apretado en estas ocasiones, ya sabía que el remedio era Rosa de santa
María, y decía a este testigo el padre sacristán que muchas mujeres
juntas no trabajaban tanto como ella trabajaba sola .
Después de haber recibido al Señor estaba todo el día arrebatada y
en todo el día no estaba para comer ni beber ni entender en otra cosa
hasta la noche, que se desayunaba con su ordinario regalo que era
acemita o se quedaba sin comer nada hasta el otro día; excepto los
domingos que, por orden de este testigo (padre Lorenzana), comía
alguna cosa…
Sucedió a este testigo, años antes que la tratase ni confesase a la
bendita Rosa, decir misa en la capilla de Nuestra Señora del Rosario
en una fiesta en que comulgaba mucha gente y, al dar este testigo la
sagrada comunión, acabada su misa, entre la demás personas que allí se
pusieron a comulgar fue la beata Rosa, a quien este testigo no conoció
entonces más que por el hábito. Y, cuando llegó a darle la forma
consagrada y ella para recibirla, descubrió su rostro, le pareció a
este testigo ver una cosa celestial y que no era hermosura de acá del
suelo lo que representaba y que estaba toda arrebatada en Dios .
Santa Rosa fue muy devota de santo Domingo de Guzmán, fundador de
los padres dominicos, a quien consideraba como un padre. Según declara
el padre Juan de Lorenzana: A nuestro padre santo Domingo tenía la
dicha virgen tanta devoción y reverencia que refirió a este testigo
que cada día se confesaba dos veces con el glorioso santo: una por la
mañana y otra por la noche. Y diciéndole este testigo que eso sería en
general como cuando decimos la confesión, respondió: "No padre, sino
tan en particular como cuando me confieso con vuestra paternidad, de
la misma manera me arrodillo delante de mi padre santo Domingo y,
confesándole mis pecados, le pido me alcance el perdón de ellos .
El día de la purificación, dos de febrero de 1614, el contador
(don Gonzalo de la Maza) y su mujer con el padre maestro fray Juan de
Lorenzana, pidieron a su madre le concediese el hacer la celdita en la
huerta para encerrarse donde nadie le hablase, si no era con licencia
de su confesor; y así luego, al punto, la madre lo concedió .
Rosa era una mujer feliz, a pesar de tantas enfermedades y penitencias
que soportaba. Se sentía tan dichosa de poder así demostrarle el amor
a su esposo Jesús y ayudarle en la gran tarea de la salvación del
mundo que se sentía inmensamente feliz. Por eso, no es de extrañar que
se pasara muchos momentos de su oración cantando. Le gustaba cantar.
A veces, en medio de la costura, cantaba con gran regalo de
espíritu alabanzas divinas, diciendo algunas letrillas muy devotas que
ella misma componía con que levantaba su espíritu al Señor. Y le dijo
a este testigo (Padre Lorenzana), tratando de este punto de cantar:
"Padre, quitarme a mí el cantar es quitarme el comer" .

Dones
Según declara el padre Lorenzana, tenía el don muy grande que el
apóstol san Pablo llama "discretio spirituum" (discernimiento de
espíritus), que es saber distinguir y conocer cuándo las hablas
interiores o visiones son del espíritu bueno o del espíritu malo .
Un don extraordinario que manifestó a lo largo de su vida fue el don
de sabiduría. Dice el mismo padre Lorenzana: Este testigo, oyendo
hablar a la bendita Rosa del misterio de la Santísima Trinidad, de la
Encarnación del Verbo divino y de otros de nuestra fe católica, se
admiraba de que una mujer sin letra alguna hablase con tanta propiedad
e inteligencia… y decían que era sapientísima en el conocimiento de
las cosas divinas .
En su última enfermedad, lo primero le dio perlesía (parálisis) en
todo un lado, de manera que no podía mover brazo, ni pierna si no se
lo movía otra persona, con que era fuerza padecer mucho. Lo segundo,
gravísimo dolor de ijada que le duró el más tiempo de su enfermedad y
es tan cruel como saben los que lo han padecido aunque sea por una
hora. Lo tercero, grandísimo dolor de costado en ambos lados, que
parecía cosa nunca vista tener juntas enfermedades tan contrarias y en
tan intenso grado; de donde venía que los remedios que le hacían para
una enfermedad le dañaban para la otra. La calentura era tan encendida
que le parecía estaba su cuerpo en un horno de fuego y tenía sobre su
cabeza un yelmo encendido.
La visitó este testigo muchas veces en aquella última enfermedad que
le duró más de veinte días y siempre la halló con maravillosa
paciencia. Consolábase mucho con que este testigo le pusiese la mano
sobre la cabeza, diciendo que tenía gran fe en las manos de los
sacerdotes. La halló una vez este testigo, visitándola de mañana, muy
acongojada, porque toda la noche la había pasado con intensísimos
dolores, porque la había pasado sin reposar un punto.
Y decía a Nuestro Señor estas palabras y otras semejantes: "¿Dónde
estás bien de mi alma? ¿Dónde estás, Señor mío, bien mío, regalo mío,
cómo no te veo?". Y otras cosas tiernas, con que edificaba a los
presentes. Y luego volvía a decir con mucha mansedumbre y reposo:
"Cúmplase, Señor, en mí tu santísima voluntad". Este testigo fue
llamado para confesar a la dicha santa Rosa, cuando había de recibir
el viático, y así la confesó, conociendo la devoción con que hacía
aquella su última confesión y luego le trajeron el Santísimo
Sacramento de la Eucaristía… Cuando estaba cercana su muerte, hizo muy
expresa y distinta protestación de cómo creía los artículos de nuestra
santa fe católica… Y la noche de su dichosa muerte… recibió el santo
sacramento de la extrema unción .
A veces, la tentaba con muchas torpes imaginaciones que le
representaba, de manera que algunos tiempos que el Señor permitió que
fuese en esto molestada, andaba acongojadísima de ver ensuciar su alma
según le parecía con tales torpezas. Y acudía a este testigo, como a
su confesor, a pedirle remedio y consejo, pero siempre estaba
firmísima en el amor del Señor y de la castidad. De manera que se
afirma este testigo en lo que tiene dicho que, a su parecer, nunca
pecó la dicha santa venialmente contra esta virtud.
También el enemigo la afligía exteriormente, mostrándosele en horrenda
figura y, cargándose sobre sus hombros, la abrumaba y molía su cuerpo
como ella misma contó a este testigo que le había sucedido una vez,
que había quedado como quebrantada y hecha pedazos de aquella batalla,
pero tenía tan gran confianza en el Señor que decía al demonio: "Haz
maldito cuanto pudieres, que no me has de vencer, pues tengo en mi
ayuda tan buen Señor" .