jueves, 7 de julio de 2016

AMARILIS, LOPE DE VEGA Y DON MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO

http://www.larramendi.es/menendezpelayo/i18n/cms/elemento.cmd?id=ms/menendezpelayo/paginas/m_pelayo_

Marcelino Menéndez Pelayo "Historia de la poesía hispanoamericana", C.IX, Perú

Peruana era también la desconocida poetisa Amarilis, que antes de 1621 escribió a Lope de Vega, de quien era ferviente admiradora, una elegante epístola en silva, que con la respuesta de Lope de Vega en tercetos (Belardo a Amarilis), fué inserta a continuación de su Filomena. Persona muy docta y muy enterada de las cosas de Lope de Vega [1] ha insinuado alguna duda sobre la existencia de tal poetisa indiana, juzgando mera ficción poética su carta, y equivalente el nombre de Amarilis al de doña Marta de Nevares Santoyo, postrera amiga de Lope. Pero aun prescindiendo de que el Fénix de los Ingenios aplicó el nombre poético de Amarilis a diversas personas, como por sus cartas y versos parece, hay tal tono de verdad en la epístola, y son tales las señas que la encubierta poetisa da de su patria, y aun de su familia, que no sólo no puedo dudar de que tal carta fué dirigida real y efectivamente desde América a Lope, sino que me atrevo a señalar [p. 82] de acuerdo con La Barrera, el nombre probable de la encubierta Musa [1] que hace de este modo su autobiografía:


           Quiero, pues, comenzar a darte cuenta 
       De mis padres y patria y de mi estado, 
       
 Porque sepas quien te ama y quien te escribe: 
       Bien que ya la memoria me atormenta, 
       Renovando el dolor, que aunque llorado, 
       Está presente y en el alma vive... 
           En este imperio oculto que el sol baña, 
       Más de Baco piadoso que de Alcides, 
       Entre un trópico frío y otro ardiente, 
       A donde fuerzas ínclitas de España, 
       Con varios casos y continuas lides 
       Fama inmortal ganaron a su gente: 
       Donde Neptuno engasta su tridente 
       En nácar y oro fino: 
       Cuando Pizarro con su flota vino, 
       Fundó ciudades y dejó memorias, 
       Que eternas quedarán en las historias: 
       A quien un valle ameno, 
       De tantos bienes y delicias lleno, 
       Que siempre es primavera, 
       Merced del sueño de la cuarta esfera, 
        La Ciudad de León fué edificada, 
       Y con hado dichoso 
       Quedó de héroes fortísimos poblada. 
       Es frontera de bárbaros y ha sido 
       Terror de los tiranos, que intentaron 
       Contra su rey enarbolar bandera: 
       Al que en Jauja por ellos fué rendido 
       Su atrevido estandarte le arrastraron, 
       Y volvieron el reino a cuyo era. 
       Bien pudiera, Belardo, si quisiera, 
       En gracia de los cielos, 
       Decir hazañas de mis dos abuelos, 
        Que aqueste nuevo mundo conquistaron 
         Y esta ciudad también edificaron, 
        Do vasallos tuvieron 
        Y por su rey su vida y sangre dieron: 
       Mas es discurso largo, 
       Que la fama ha tomado ya a su cargo, 
       Si acaso la desgracia desta tierra, 
       Que corre en este tiempo, 
       Tantos ilustres méritos no entierra. 
            [p. 83] De padres nobles dos hermanos fuimos, 
       Que nos dejaron con temprana muerte 
       Aun no desnudas de pueriles paños. 
       El cielo y una tía que tuvimos 
       Suplió la soledad de nuestra suerte: 
       ........................................................... 
       De la beldad que el cielo acá reparte 
       Nos cupo, según dicen, mucha parte, 
       Con otras muchas prendas: 
       No son poco bastantes las haciendas 
       Al continuo sustento; 
       Y estamos juntas, con tan gran contento, 
       Que una alma a entrambas rige y nos gobierna, 
       Sin que haya tuyo y mío, 
       Sino paz amorosa, dulce y tierna. 
           Ha sido mi Belisa celebrada, 
       Que éste es su nombre, y Amarilis mío , 
       Entrambas de afición favorecidas: 
       Yo he sido a dulces musas inclinada; 
       Mi hermana, aunque menor, tiene más brío, 
       Y partes, por quien es, muy conocidas. 
       Al fin todas han sido merecidas 
       Con alegre himeneo 
       De un joven venturoso, que en trofeo 
       A su fortuna y vencedora palma, 
       Alegre la rindió prendas del alma. 
       Yo siguiendo otro trato, 
        Contenta vivo en limpio celibato, 
       Con virginal estado, 
       A Dios con gran afecto consagrado, 
       Y espero en su bondad y su grandeza 
       Me tendrá de su mano 
       Guardando inmaculada mi pureza.

Las señas no pueden ser más explícitas. Si la incógnita dama había nacido en la ciudad de León de Huánuco (situada en el actual departamento de Junín, a cuarenta y tantas leguas al Norte de Lima) y descendía de los conquistadores de aquella tierra y fundadores de aquella ciudad, su apellido debía de ser el muy ilustre de Alvarado, puesto que el fundador de la ciudad de León de Huánuco, llamada también León de los Caballeros, fué el capitán Gómez de Alvarado, hermano del Adelantado D. Pedro, de inmortal memoria en los fastos de América. Y aunque es cierto que la primitiva fundación de Alvarado en 1539 quedó [p. 84]luego casi desierta, hasta que la reedificó Pedro Barroso y acabó de asentarla Pedro de Puelles, los términos en que la poetisa se explica, cuadran más bien al fundador primero y a su hermano, de quienes podía decirse con más razón que de Barroso,


       Que aqueste nuevo mundo conquistaron.

Y si atendemos a que el nombre poético de Amarilis es, por lo común rebozo del de María , tendremos completos el nombre y apellido de la discreta doncella de Huánuco: D.ª María de Alvarado.

No se tenga por inútil esta disquisición, porque quien tales versos hacía en América a principios del siglo XVII, y no en ninguno de los grandes emporios de cultura, como México o Lima, sino en uno de los más apartados rincones de los Andes, ofrecería un curioso fenómeno de historia literaria, aunque no tuviésemos en consideración su sexo. Apenas hay en su Epístola el menor vestigio de mal gusto, ni de amaneramiento; todo es natural, llano y decoroso, con cierta sencilla gravedad y no afectado señorío. La poetisa hace su corte literaria a Lope de Vega, pero con tanta discreción, con tan insinuante y cortés gentileza, con tacto tan femenino y delicado, que el gran poeta debió de quedar lisonjeado con la alabanza y no ofendido con las nubes del importuno incienso. Viene a declararse platónicamente enamorada de él, amor inofensivo a tan larga distancia, pero único que ella estima digno de su noble naturaleza:


       El sustentarse amor sin esperanza, 
       Es fineza tan rara, que quisiera 
       Saber si en algún pecho se ha hallado; 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
       Mas nunca tuve por dichoso estado 
       Amar bienes posibles, 
       Sino aquellos que son más imposibles. 
       A éstos ha de aspirar mi alma osada, 
       Pues para más alteza fué criada 
       Que la que el mundo enseña; 
       Y así quiero hacer una reseña 
       De amor dificultoso, 
       Que sin pensar desvela mi reposo, 
       Amando a quien no veo, y me lastima: 
        [p. 85] ¡Ved qué extraños contrarios, 
       Venidos de otro mundo y de otro clima! 
           Al fin en éste donde el Sur me esconde 
       Oí, Belardo, tus conceptos bellos, 
       Tu dulzura y estilo milagroso, 
       . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
       Y admirando tu ingenio portentoso, 
       No pude reportarme 
       De descubrirme a ti, y a mí, dañarme. 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
           Oí tu voz, Belardo; más ¿qué digo? 
       No Belardo, milagro han de llamarte: 
       Este es tu nombre, el cielo te le ha dado; 
       Y Amor, que nunca tuvo paz conmigo, 
       Te me representó parte por parte, 
       En ti más que en sus fuerzas confiado. 
       Mostróse en esta empresa más osado, 
       Por ser el artificio 
       Peregrino en la traza y el oficio, 
        Otras puertas del alma quebrantando. 
       No por los ojos míos, que velando 
       Están con gran pureza; 
       Mas por oídos, cuya fortaleza 
       Ha sido y es tan fuerte, 
       Que por ellos no entró sombra de muerte, 
       Que tales son palabras desmandadas, 
       Si vírgenes las oyen, 
       Que a Dios han sido y son sacrificadas. 
       Con gran razón a tu valor inmenso 
       Consagran mil deidades sus labores, 
       Cuando manijan perlas en sus faldas: 
       Todo ese mundo allí te paga censo, 
       Y éste de acá, mediante tus favores, 
       Crece en riquezas de oro y esmeraldas: 
       Potosí, que sustenta en sus espaldas 
       Entre el invierno crudo 
       Aquel peso, que Atlante ya no pudo, 
       Confiesa que su fama te la debe; 
       Y quien del claro Lima el agua bebe, 
       Sus primicias te ofrece, 
       Después que con sus dones se engrandece, 
       Acrecentando ofrendas 
       A tus excelsas y admirables prendas: 
       Yo que aquestas grandezas voy mirando, 
       Entretenida en ellas, 
       Las voy en mis entrañas celebrando.

[p. 86] ¡Qué galano y qué exquisito elogio! Entre los innumerables panegiristas españoles, latinos e italianos de Lope, cuyos versos llenan volúmenes enteros, nadie alcanzó a este grado de admiración profunda y concentrada. Pero aún es más hermoso lo que sigue: Lope había escrito El Peregrino en su patria , y la docta poetisa le exhorta a buscar su verdadera patria en el cielo, donde ella espera unirse a él en amor santo e imperecedero:


       En tu patria, Belardo, mas no es tuya, 
       No sientas mucho verte peregrino... 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
       Que otro origen tuviste más divino 
       Y otra gloria mayor, si la buscares. 
       ¡Oh, cuánto acertarás, si imaginares 
       Que es patria tuya el cielo, 
       Y que eres peregrino acá en el suelo! 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
       Pues, peregrino mío, 
       Vuelve a tu natural: póngante brío, 
       No las murallas, que elevó tu canto 
       En Tébas engañosas, 
       Mas las eternas, que te importan tanto. 
       Allá deseo en santo amor gozarte, 
       Pues acá es imposible poder verte, 
       Y temo tus peligros y mis faltas: 
       Tabla tiene el naufragio, y escaparte 
       Puedes en ella de la eterna muerte, 
       Si del bien frágil al divino saltas; 
       Las singulares gracias con que esmaltas 
       Tus soberanas obras, 
       Con que fama inmortal continuo cobras, 
       Empléalas de hoy más en versos lindos, 
       En soberanos y divinos Pindos: 
       Tus divinos concetos 
       Allí serán más dulces y perfectos; 
       Que el mundo a quien le sigue, 
       En vez de premio al bienhechor persigue, 
       Y contra la virtud apresta el arco 
       Con ponzoñosas flechas 
       De la maligna aljaba de Aristarco. 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Con hechicero candor se declara Amarilis inexperta en sucesos amorosos, como quien emplea su tiempo en dulces coloquios con el cielo, y termina pidiendo a Lope un don poético

        [p. 87] Para bien de tu alma y mi consuelo.

Le ruega, pues, que escriba en verso la vida y martirio de una santa de su particular devoción y de la de su hermana:


       Yo y mi hermana una santa celebramos, 
       Cuya vida de nadie ha sido escrita, 
       Como empresa que muchos han temido; 
       El verla de tu mano deseamos; 
       Tu dulce musa alienta y resucita, 
       Y ponla con estilo tan subido, 
       Que sea donde quiera conocido 
       Y agradecido sea 
       De nuestra santa virgen Dorotea. 
       ¡Oh, qué sujeto, mi Belardo, tienes, 
       Con que de lauro coronar tus sienes! 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
       Desta divina y admirable santa 
       Su santidad refiere, 
       Y dulcemente su martirio canta.

Engolosinado con la belleza de esta epístola, que es sin duda la mejor pieza poética del Perú en sus primeros tiempos, la he ido transcribiendo casi toda. Séame lícito añadir algunos versos más, notables unos por la gala, bizarría y aun despilfarro de la dicción poética, semejante a la del mismo Lope y a la de Valbuena, otros por la suave y afectuosa modestia:


       Finalmente, Belardo, yo te ofrezco 
       Una alma pura a tu valor rendida: 
       Acepta el don, que puedes estimallo; 
       Y dándome por fe lo que merezco, 
       Quedará mi intención favorecida. 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
       Y para darte más, no sé si hallo. 
       Déte el cielo favores, 
       Las dos Arabias bálsamo y olores, 
       Cambaya sus diamantes, Tíbar oro, 
       Marfil Sofala, Persia su tesoro, 
       Perlas los orientales, 
       El Rojo mar finísimos corales, 
       Balajes los Ceilanes, 
       Áloe precioso Sárnaos y Campanes, 
       Rubíes Pegugamba, y Nubia algalia, 
        [p. 88] Ametistes Rarsinga, 
       Y prósperos sucesos Acidalia 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
       Ya veo que tendrás por cosa nueva, 
       No que te ofrezca censo un mundo nuevo, 
       Que a ti cien mil que hubiese te le dieran; 
       Mas que mi musa rústica se atreva 
       A emprender el asunto a que me arrojo, 
       Hazaña que cien Tassos no emprendieran: 
       Ellos al fin son hombres, y temieran; 
       Mas la mujer, que es fuerte, 
       No teme alguna vez la misma muerte. 
       Pero si he parecídote atrevida, 
       A lo menos parézcate rendida; 
       Que fines desiguales 
       Amor los hace con su fuerza iguales; 
       Y quédote debiendo, 
       No que me sufras, mas que estés oyendo 
       Con singular paciencia mis simplezas, 
        Ocupado contino 
       En tantas excelencias y grandezas. 
           Versos cansados, ¿qué furor os lleva 
       A ser sujeto de simpleza indiana, 
       Y a poneros en mano de Belardo? 
       Al fin, aunque amarguéis, por fruta nueva 
       Os vendrán a probar, aunque sin gana, 
       Y verán vuestro gusto bronco y tardo: 
       El ingenio gallardo, 
       En cuya mesa habéis de ser honrados, 
       Hará vuestros intentos disculpados: 
       Navegad: buen viaje: haced la vela: 
       Guiad un alma que sin alas vuela.

Lope de Vega contestó en la epístola de Belardo a Amarilis, que tiene buenos trozos y curiosas noticias de su persona y de su vida, pero que dista mucho de ser la mejor de las suyas. Por esta vez perdone Lope: la humilde poetisa ultramarina lleva la palma. Él, que tanto pecaba por el lado de la galantería, fácilmente hubiera perdonado este juicio, y aun se hubiera complacido en la derrota; ni quien es opulento en grado tan soberano y excepcional, pierde nada por algunos tercetos más o menos felices. De los requiebros que dirige a su encubierta admiradora, pondré alguna muestra, para completar este curioso capítulo de costumbres literarias:

            [p. 89] Bien sé que en responder crédito empeño; 
       Vos, de la línea equinoccial sirena, 
       Me despertáis de tan profundo sueño. 
           ¡Qué rica tela, qué abundante y llena 
       De cuanto al más retórico acompaña! 
       ¡Qué bien parece que es indiana vena! 
           Yo no lo niego: ingenios tiene España; 
       Libros dirán lo que su musa luce, 
       Y en propia rima imitación extraña; 
           Mas los que el clima antártico produce 
       Sutiles son, notables son en todo; 
       Lisonja aquí ni emulación me induce. 
           Apenas de escribiros hallo el modo, 
       Si bien me le enseñáis en vuestros versos, 
       A cuyo dulce estilo me acomodo. 
           En mares tan remotos y diversos, 
       ¿Cómo podré yo veros, ni escribiros 
       Mis sucesos, o prósperos, o adversos? 
           Del alma que os adora sé deciros 
       Que es gran tercera la divina fama; 
       Por imposible me costáis suspiros. 
           Amo naturalmente a quien me ama, 
       Y no sé aborrecer quien me aborrece; 
       Que a la naturaleza el odio infama. 
       Yo os amo juntamente, y tanto crece 
       Mi amor, cuanto en mi idea os imagino 
       Con el valor que vuestro honor merece. 
       A vuestra luz mi pensamiento inclino, 
       De cuyo sol antípoda me veo, 
        Cual suele lo mortal de lo divino. 
       .................................................................. 
           Que no son menester las esperanzas 
       Donde se ven las almas inmortales, 
       No sujetas a olvidos ni a mudanzas.

Y cortésmente se excusa al fin de la epístola de no escribir el poema de Santa Dorotea, dejándolo a la devoción de la misma poetisa:


           Y pues habéis el alma consagrado 
       Al cándido pastor de Dorotea, 
       Que inclinó la cabeza en su cayado, 
           Cantad su vida vos, pues que se emplea 
       Virgen sujeto en casto pensamiento, 
       Para que el mundo sus grandezas vea. [1] 
       .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

[p. 90] ¿Es esta Amarilis la misma poetisa celebrada en el laurel de Apolo como fénix rara de Santa Fe de Bogotá? No es inverosímil que de Huánuco pasara a establecerse al Nuevo Reino de Granada, pero no me atrevo a afirmarlo.

Ni menos a identificarla, porque diferencias de estilo lo vedan, con otra egregia poetisa peruana, discípula del sevillano Diego Mexía, cuyo Parnaso Antártico honró con su Discurso en loor de la Poesía, que íntegro va en nuestra colección académica, no sólo como precioso documento de historia literaria, por las noticias rarísimas que contiene de ingenios del Virreinato, sino como un curioso ensayo de Poética, como un bello trozo de inspiración didáctica, del cual ha dicho, no sin razón, el ilustre colombiano Pombo que «rara vez en verso castellano se ha discurrido más alta y poéticamente sobre la poesía». [1] Compárese, por ejemplo, con el Ejemplar Poético de Juan de la Cueva, que es del mismo tiempo y de la misma escuela y hasta del mismo metro. y se verá cuánto más excelsa concepción de la poesía tenía la grande anónima , y qué forma tan elegante y graciosa alcanzó a dar a sus nociones estéticas, a pesar de las sombras de pedantismo que empañan algunas páginas, y la flaqueza de versificación que se advierte en otras. [2]

[p. 91] Quién fuera ella, parece hoy imposible adivinarlo. Mexía nos la presenta como «una señora principal de este Reino, muy versada en la lengua Toscana y Portuguesa, por cuyo mandamiento y por justos respetos no se escribe su nombre, con el qual discurso (por ser de una heroica dama) fué justo dar principio a nuestras heroicas epístolas». Ni era ella sola la mujer que honrase entonces las letras en el Perú, puesto que habla de otras tres, aunque sin nombrarlas:

       Y aun yo conozco en el Perú tres damas 
       Que han dado en poesía heroicas muestras...

Una de ellas sería probablemente la Amarilis, que escribió a Lope; otra, quizá, la D.ª Jerónima, de Quito, que entonces se consideraba como parte del Perú. En cuanto a los poetas, fué la anónima más explícita, dándonos como el Laurel de Apolo o elCanto [p. 92] de Calíope de la colonia. 

Fragmento de la Epístola a Belardo
En su Epistola a Belardo, Amarilis escribe:

Tanto como la vista, la noticia
de grandes cosas suele las más veces
al alma tiernamente aficionarla,
que no hace el amor siempre justicia,
ni los ojos a veces son jueces
del valor de la cosa para amarla:
mas suele en los oídos retratarla
con tal virtud y adorno,
haciendo en los sentidos un soborno
(aunque distinto tengan el sujeto,
que en todo y en sus partes es perfecto),
que los inflama a todos
y busca luego aficiosos modos,
con el que pueda entenderse
el corazón, que piensa entretenerse,
con dulce imaginar para alentarse
sin mirar que no puede
amor sin esperanza sustentarse.
El sustentarse amor sin esperanza,
es fineza tan rara, que quisiera
saber su en algún pecho se ha hallado,
que las más veces la desconfianza
amortigua la llama que pudiera
obligar con amar lo deseado;
mas nunca tuve por dichoso estado
amar bienes posibles,
sino aquellos que son más imposibles.
A éstos ha de amar un alma osada;
pues para más alteza fue criada
que la que el mundo enseña;
y así quiero hacer una reseña
de amor dificultoso,
que sin pensar desvela mi reposo,
amando a quien no veo y me lastima:
ved qué extraños contrarios,
venidos de otro mundo y de otro clima.
Al fin de éste, donde el Sur me esconde
oí, Belardo, tus conceptos bellos,
tu dulzura y estilo milagroso;
vi con cuánto favor te corresponde
el que vio de su Dafne los cabellos
trocados de su daño en lauro umbroso
y admirando tu ingenio portentoso,
no puedo reportarme
del descubrirme a ti, y a mí dañarme.
Mas ¿qué daño podría nadie hacerme
que tu valer no pueda defenderme?
Y tendré gran disculpa,
si el amarte sin verte, fuera culpa,
que el mismo que lo hace,
probó primero el lazo en que me enlace,
durando para siempre las memorias
de los sucesos tristes,
que en su vergüenza cuentan las historias.
Esto mi voluntad te da y ofrece
y ojalá yo pudiera con mis obras
hacerte prendas de mayor estima:
mas dionde tanto se merece,
 
de nadie no recibes, sino cobras
 
 

lo que te debe el mundo en prosa y rima.
He querido, pues viéndote en la cima
del alcázar de Apolo,
como su propio dueño, único y solo,
pedirte un don, que te agradezca el cielo,
para bien de tu alma y mi consuelo.
No te alborotes, tente,
que te aseguro bien que te contente,
cuando vieres mi intento,
y sé que lo harás con gran contento,
que al liberal no importa para asirle,
significar pobrezas,
pues con que más se agrada es con pedirle.
Yo y mi hermana, una santa celebramos,
cuya vida de nadie ha sido escrita,
como empresa que muchos han tenido:
el verla de tu mano deseamos;
tu dulce Musa alienta y resucita,
y ponla con estilo tan subido
que sea dondequiera conocido
y agradecido sea
de nuestra santa virgen Dorotea.
¡Oh, qué sujeto, mi Belardo, tienes
con que de lauro coronar tus sienes,
podrás, si no emperezas,
contando de esta virgen las grandezas,
que reconoce el cielo,
y respeta y adora todo el suelo:
de esta divina y admirable Santa
su santidad refiere,
y dulcemente su martirio canta!
Ya veo que tendrás por cosa nueva
no que te ofrezca censo un mundo nuevo,
que a ti cien mil que hubiera te le dijeran;
mas que mi Musa rústica se atreva
a emprender el asunto a que me atrevo,
hazaña que cien Tassos no emprendiera,
ellos, al fin, son hombre y temieran;
mas la mujer, que es fuerte,
no teme alguna vez la misma muerte.
Pero si he parecídote atrevida,
a lo menos parézcate rendida,
con fines desiguales
Amor los hace con su fuerza iguales:
y quédote debiendo
no que me sufras, mas que estés oyendo
con singular paciencia mis simplezas,
ocupado continuo
en tantas excelencias y grandezas.
Versos cansados, ¿qué furor os
lleva a ser sujetos de simpleza indiana
y a poneros en brazos de Belardo?
Al fin, aunque amarguéis, por fruta nueva,
os vendrán vuestro gusto bronco y tardo;
el ingenio gallardo,
en cuya mesa habéis de ser honrados,
hará vuiestros intentos deisculpados:
navegad, buen viaje, haced la vela
guiad un alma, que sin alas vuela
.



http://www.webhuanuco.com/amarilis.htm

Martha de Nevares, amante de Lope de Vega; Marcelino Menéndez y Pelayo, dice que ella fue oriunda de Huánuco, hija de conquistadores y su nombre pudo ser María de Alvarado; Luis Alberto Sánchez, apoya la tesis de Menéndez y Pelayo y le da el nombre de María Tello de Lara y de Arévalo y Espinoza; Tamayo Vargas, cree que la autora de la Epístola sea la misma que escribió el "Discurso en loor de la Poesía"; José de la Riva Agüero le da diversos nombres, entre ellos María de la SernaMaria Tello o Maria Arias Dávila: Manuel Antonio Valdizán y Manuel de

Mendiburu dicen que la autora pudo ser María de Figueroa: José Varallanos, el historiador huanuqueño, le da el nombre de María Fernández de Córdova y Falcón; Irving de Leónard, dice que pudo llamarse Maria del Castillo o Ana Morillo; Esteban Pavletich, afirma que el autor de la Epístola fue Fray Diego de Ojeda; Luis Jaime Cisneros dice que el autor pudo ser Francisco Fernández de Córdova; Ricardo Palma, cuya tesis comparten Javier Prado y Ventura García Calderón plantea que la autora de la epístola no fue mujer, sino varón. Frente a esta diversidad de tesis, aparecen con mayor credibilidad la tesis de Aurelio Miro Quesada Sosa, apoyada por Francisco Rubén Berroa y sustentada por el estudioso Lohmann Villena, quienes sostienen que la autora de la Epístola fue doña María de Rojas y Garay. La otra tesis es de Carlos Milla Bartres, quien lo llamaGerónima de Garay y Muchuy.

Según Guillermo Lohmann Villena, su nombre real era María de Rojas y Garay (1594-1622). Con certeza se debe afirmar la teoría de Lohmann debido a sus fundamentos biográficos así como tomando en cuenta la Epístola a Belardo publicada en 1621. Huérfana, provenía de dos familias inquisidoras ilustres que fundaron la ciudad de León (antiguo nombre de Huánuco). Fue pupila seglar del beaterio de las Agustinas Recoletas deLima, donde recibiría una estricta y amplia formación renacentista. María de Rojas se exclaustraría en 1617, para no contraer matrimonio. Falleció en 1622, poco antes de que llegasen al Perú las primeras copias de La Filomena de Lope de Vega.

* Que dos de sus abuelos figuraron entre los conquistadores y Fundación de Huanuco y en la captura del rebelde Hernández Girón.
* Que escribió a Lope de Vega desde Lima, a donde sus padres trasladaron.
* Que estos murieron dejando muy tiernas a nuestra autora y a 

   su hermana Isabel 
* Que una tía se encargó de criarlas.
* Que no obstante la belleza de Amarilis, prefirió consagrarse a Dios, en tanto que su
 hermana contraía matrimonio.
* Que cultivaba la poesía y era devota de Santa Dorotea, cuya   vida deseaba rimase Lope.