domingo, 28 de septiembre de 2014

RELIGIOSIDAD POPULAR EN EL PERÚ EN TIEMPOS DEL REINADO DE FELIPE II (1556-1598). José Antonio Benito

RELIGIOSIDAD POPULAR EN EL PERÚ EN TIEMPOS DEL
REINADO DE FELIPE II (1556-1598)
José Antonio Benito Rodríguez Centro del Patrimonio Cultural Universidad Católica Sedes Sapientiae (Lima – Perú) I. Introducción. II. El mundo religioso del Tahuantinsuyo.
III. La Junta Magna de 1568 y el Virrey Toledo.
IV. Cofradías y hermandades.
V. Colegios, novenas, prédicas, misiones populares.
VI. Leyes y costumbres: concilios, sínodos, consuetas, anales.
VII. Sucesos extraordinarios considerados como milagros.
VIII. Devoción al Señor y a la Cruz.
IX. Devoción mariana, advocaciones, santuarios.
X. Conclusión.
XI. Bibliografía. I. INTRODUCCIÓN
A la hora de sumergirme en el proceloso mar de la religiosidad peruana en la segunda mitad del siglo XVI, correspondiente al reinado de Felipe II, tengo en cuenta el documento
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vaticano Directorio sobre la piedad popular y la liturgia (Principios y orientaciones de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos) que publicó en el 2002. Su detallado índice temático nos habla a las claras de la importancia de nuestro estudio y de la dificultad de acometerlo en todas sus dimensiones. Para ser completo debe comprender cinco rubros: Año litúrgico y piedad popular, veneración a la Virgen María, devoción a los santos y beatos, los sufragios por los difuntos y santuarios y peregrinaciones.
De igual manera, considero obligada la referencia a los estudios del P. Manuel Marzal, S.J.1 que tanto y tan bien escribió sobre el asunto, procurando siempre clarificar lo que término tan complejo significa. De manera muy didáctica en su obra definitiva "Tierra encantada" se refiere a la religiosidad popular con el término "sincretismo"; en metáfora deportiva le lleva a concluir con cinco posibilidades acerca de quién ganó el partido. La primera de fusión, hay un cierto empate; la segunda, de la victoria de las religiones indias, la tercera del triunfo del catolicismo español, la cuarta de la importancia del proceso político sobre el cultural y la quinta la complejidad y creatividad del resultado, la que mejor explica el fenómeno fruto de un proceso que "entraña una creativa y muy selectiva recombinación de formas y significados simbólicos"2 .
En ella, están siempre presentes ocho elementos: el santo, el devoto, la procesión o peregrinación, la promesa, el castigo, el milagro, la bendición y la fiesta; podíamos añadir el sermón o propaganda y la preparación mediante el triduo o la novena. Todos ellos se manifiestan de modo clarividente en el culto, con cuyo esplendor "se trataba de cautivar superficialmente a los indígenas, como medio, para luego elevarlos a una religiosidad espiritual superior, con el auxilio de métodos más aptos: catequesis, sacramentos, etc."3. Se prodigan las procesiones con música y canto que cautivan a los indios por recordarles la tradición de sus haravicus, haillis y yaravíes y a quienes sorprendían por la novedad de los órganos, chirimías, arpas, flautas, vihuelas, bajones, orlos, trompetas, guitarras, tambores, acompañados de danzas.
Creo interesante comenzar con la Carta en que da cuenta de una visita de Felipe II a la Compañía de Jesús en Valladolid (5 de agosto de 1592). En ella, su autor -Padre José de Acosta- da muestras de gran cercanía al Rey, nos brinda un excelente testimonio de la religiosidad del monarca, de su estrecha relación con los Jesuitas y de la más representativa muestra de devoción popular, la celebración de la Santa Misa. Elementos indispensables: las reliquias, la cera, las flores, los olores. El Rey, como no conocía al P. Provincial, habló conmigo, diciéndome que su venida nos había embarazado de nuestras confesiones y comuniones y que le pesaba de ello. Dije que para toda había lugar con la traza que Su Majestad había dado, dando las gracias por la merced que nos hacía… y en estas pláticas llegó a su cortina y se comenzó luego la misa, la cual cierto se ofició muy bien y con harta decencia y
1 Uno de los artículos más completos sobre su vida y obra el de José Sánchez Paredes "Manuel Marzal, S. J. Trayectoria de uno de los fundadores del Instituto de Pastoral Andina", en Revista Allpanchis (Cuzco), 73/74 (2009) 107-145
2 Tierra encantada: Tratado de antropología religiosa en América Latina Trotta, Madrid 2002, p. 197. 3 ARMAS MEDINA, F. de: Cristianización del Perú: (1532-1600). Escuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, 1953, 412.
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devoción…Acabada la misa, llegó el P. Provincial y algunos otros Padres al Rey, y yo dije a Su Majestad: Es el P. Provincial nuestro. Con esto el Rey volvió el rostro, y el Padre le dio las gracias de la merced que había hecho a aquella casa. Saliéndose, el Rey mostró contentarle la iglesia. Díjele que todavía quería parecer a la de Su Majestad de San Lorenzo. Dijo el Rey con donaire: Esta debió de ser primero. Y preguntando otras no sé qué cosas, en fin salió por la misma iglesia. Fueron realmente todos muy contentos, porque la iglesia parecía muy bien así desembarazada, y los altares y reliquias estaban muy bien adornados con cera y flores y pomos de olor4.
Para el presente artículo considero algunas variables del inabarcable campo de la religiosidad popular: el mundo religioso peruano que encuentran los evangelizadores, los protagonistas de la misión tanto religiosos, sacerdotes como laicos, la organización política y religiosa en torno al patronato regio configurado especialmente con los virreyes y obispos, las asambleas conciliares y sinodales, las crónicas civiles y religiosas de la vida cotidiana, algunas manifestaciones de religiosidad popular y específicamente las procesiones.
II. EL MUNDO RELIGIOSO DEL TAHUANTINSUYO
La religiosidad popular cotidiana es el resultado de la síntesis de las creencias y las prácticas ordinarias de la sociedad que se plasman en la cultura de un pueblo. Como el Papa Benedicto XVI señalase en la apertura del V CELAM, en Aparecida, el 13 de mayo del 2007 "la sabiduría de los pueblos originarios les llevó afortunadamente a formar una síntesis entre sus culturas y la fe cristiana que los misioneros les ofrecían", marcando en primer lugar en el alma de los pueblos latinoamericanos. La presentó como "el precioso tesoro de la iglesia católica en América Latina". Invitó a promoverla y protegerla. Esta manera de expresar la fe está presente de diversas formas en todos los sectores sociales, en una multitud que merece nuestro respeto y cariño, porque la piedad "refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer". La religión del pueblo latinoamericano es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular, profundamente inculturado, que contiene la dimensión más valiosa de la cultura latinoamericana" y que se manifiesta en claros perfiles:
"El amor a Cristo sufriente, el Dios de la compasión, del perdón y de la reconciliación; el Dios que nos ha amado hasta entregarse por nosotros;- El amor al Señor presente en la Eucaristía, el Dios encarnado, muerto y resucitado para ser Pan de Vida; - El Dios cercano a los pobres y a los que sufren; - La profunda devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe, de Aparecida o de las diversas advocaciones nacionales y locales [...] Esta religiosidad se expresa también en la devoción a los santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los demás Pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos".
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La religiosidad popular católica no brota de fuentes desconocidas, uno de los surtidores lo proporciona la religiosidad precristiana andina. Para adentrarnos en la religiosidad popular es indispensable conocer las originales creencias andinas y amazónicas del territorio peruano sembrado por la fe cristiana. El mundo religioso, antes de llegar los españoles y primeros cristianos, era múltiple y con jerarquías nada claras, variables entre sí de región a región. Sobre dos pilares fundamentales se basa el Incario: el religioso y el estatal. La base del primero lo constituía el "ayllu" o grupo con sus divinidades propias o totems, sobre los que los incas imponen los suyos. Sobre este politeísmo animista prevalecía en la Sierra el culto a Viracocha y en la Costa a Pachacamac. Los incas aceptaron este dualismo convergente y, considerándose hijos del sol, sobrepusieron a ambos el culto del sol (Apu Inti o Punchao). En otro nivel inferior se daba culto al rayo (Illapa), a la luna (Quilla), a las siete cabrillas (Orcoy y Choque Chinchay), al mar (Mamacocha), a la tierra (Pachamama), a las piedras (Pururaucas), a los dobles o momias del Inca (Huanques), a los cerros (Apus) y a las Huacas, adoratorios diversos de cosas insólitas. Hubo dioses de culto restringido como Tunupa entre los aimaras, Pariacaca entre los yauyos, Atagujo en Huamachucho, Huari en los nevados centrales, Rímac en Lima5.
En la conciencia popular, la cosmovisión del indio se nutría esencialmente del animismo de la naturaleza y adoraba fuentes, ríos, cerros y toda realidad extraordinaria en "huacas". Elemento esencial es la "huaca": adoratorio, objeto sagrado, sobre todo en el pueblo; hay que añadir además los seres sagrados como las conopas o madres de los alimentos y las pacarinas o lugares de donde saldrían los hombres; los apus o espíritus de los cerros; los malquis, antepasados momificados, adorados. El culto era atendido por el Inca y los curacas; rituales con diversos elementos como la chicha, la cumbi (ropa fina), la hoja de coca y el mullu (spondilus).
Como se ve, se adoraba a diversas wakas o huacas, tanto como cuerpos celestes –sol o inti en el Cuzco, luna o quilla, rayo o illapu o libiac en el sur o norte, las estrellas, los luceros, las constelaciones-; o como fenómenos orográficos -las montañas, lagos, puquios, el océano-, muchos de ellos considerados además pakarinas o lugares de origen de sus etnias. También rendían homenaje y culto a héroes diversos como Equequ o Taparaku en el mundo aimara, Cachi, en el área cuzqueña, Cuniraya en Huarochirí, Huari en el callejón de Huaylas, o Guamansuri en las sierras de La Libertad, que nos llegan de manera fragmentaria, a través de algunos relatos míticos recogidos posteriormente como el de Wiracocha, inka o héroe, que como otros, existían en el imaginario de los pobladores surandinos. Este Wiracocha o dios creador, el Pachayachachiq, término usado por los evangelizadores para designar su carácter en términos andinos, según las investigaciones de Pierre Duviols y César Itier6. El agregado Contiti o Conditi Wiracocha no sería sino el uso del término latino Conditor muy usado por la patrística y los himnos cristianos para designar al Dios Creador (Conditor Deus).
5 FERNÁNDEZ GARCÍA, E., Perú Cristiano PUCP, Lima 2000, p. 81.
6 "Estudios Introductorios a Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui" (1613), en Relación de antigüedades deste reyno del Pirú, CBC-IIFEA Cuzco 1993. El iniciador de las reflexiones modernas respecto a uso catequético del héroe Wiracocha es Henrique Urbano, "Thunupa, Taguapaca, Cachi. Introducción a un espacio simbólico andino", en Revista Andina, 11 (1988). Sobre los orígenes reales del relato previo de Wiracocha véase ARMAS ASÍN, F., "Wiracocha, pastoral católica y mitología del Titicaca", en Anuario de Historia de la Iglesia (Pamplona), XI (2002) 191-213.
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III. LA JUNTA MAGNA DE 1568 Y EL VIRREY TOLEDO
Difícilmente se entiende la compleja y múltiple gama de la vida sociorreligiosa peruana sin valorar el papel representado por la Corona Española como suprema rectora de su organización a través del Real Patronato o Vicariato Regio. A través del organismo del Consejo de Indias o de funcionarios indianos interviene en todos los aspectos y protagonistas de la vida eclesiástica, excepto los sacerdotales: selección y envío de misioneros, distribución, alimentación, construcción de iglesias. Tras la conquista sigue un período sangriento centrado en la aplicación de las Leyes Nuevas y las guerras civiles. Tal inestabilidad asestó un duro golpe a la evangelización. La era de paz inaugurada por Lagasca, dio comienzo a una etapa ordenadora protagonizada por la prudente labor de los virreyes. Tras el malogrado Blasco Núñez de Vela, sólo uno de los virreyes –el veterano Antonio de Mendoza- corresponde al reinado de Carlos I, el resto de los mencionados gobiernan en nuestro periodo filipino.
Repasamos brevemente los virreyes peruanos en tiempos de Felipe II El primero A. Hurtado de Mendoza, Marqués de Cañete 1556-1561), se caracterizó por su política de fundación de ciudades, la mejora de las comunicaciones, la creación del Gran Hospital de Lima, la Casa de recogimiento de mujeres y mestizos; potencia el desarrollo minero y acomete una política indigenista admitiendo los alcaldes de indios y potenciando los tambos (almacenes de víveres y paradores). Los 4 años de gestión de Diego López de Zúñiga, conde de Nieva 1561-1564) terminan en el juicio de residencia negativa en el que descubren desfalcos e irregularidades. Lope García de Castro (1564-69) es enviado como juez residente y gobernador suplente con el fin de sanear la Hacienda.
Llega por fin don Francisco de Toledo (1569-1581). El elegido estará en la Junta bien consciente de su decisiva misión de organizador del virreinato peruano conforme la nueva política de Felipe II. Las Instrucciones se articulan en tres partes, la primera (1-11) que trata de la organización general netamente centralista con la propuesta de un patriarca de Indias en Madrid- de las iglesias, diócesis, provisión de obispados, facultades de los obispos, visitas pastorales, celebración de concilios provinciales, erección y provisión de parroquias, presentación real, jurisdicción de los párrocos; la segunda (12-24) versa directamente sobre la evangelización y sus protagonistas (religiosos y agentes de pastoral), ordenando la reducción de los indios para formar poblaciones con vida política y poner en cada poblado un doctrinero; la tercera (25-36) regula el problema económico de los diezmos7.
El virrey llega al Perú cuando ya la autoridad de la Corona se había afirmado sobre levantamientos y banderías. Cuatro años de visita le dieron un cabal conocimiento del virreinato, y él fue sin duda quien dio al Perú y sur de América su organización política, social y económica. Pero también su gobierno tuvo gran influjo en lo religioso, pues promovió con gran celo la reducción de los indios a poblados, y por tanto la erección de doctrinas; e impulsó desde 7 TINEO, P., "La evangelización del Perú en las instrucciones entregadas al virrey Toledo (1569-1581)", SARANYANA, J.I., et al., Evangelización y teología en América (siglo XVI). X Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra, Universidad de Navarra, Pamplona 1990, vol. 1, pp. 273-295.
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el Patronato real, de acuerdo con el arzobispo Loaysa, la celebración de asambleas eclesiásticas. Por último, hizo cuanto pudo para facilitar la celebración del Concilio III de Lima, y para ello esperó «con muchos apuntamientos» al nuevo arzobispo, pero hubo de partir de Lima días antes de la llegada de Santo Toribio.
Le sucede otro gran virrey Martín Enríquez de Almansa (1581-1583), quien crea el primer Colegio Mayor con los Jesuitas donde se forman las personalidades más relevantes de Perú; colabora con Santo Toribio de Mogrovejo en la promoción del indio; fija el servicio del Correo y Transportes, evitando el abuso de los indios. Mostró también un gran celo misional, y con su gobierno conciliador calmó los ánimos de aquellos que se habían sentido turbados por la impetuosidad de Toledo. Fernando de Torres y Portugal, Conde de Villar Don Pardo (1585-1589) pretende aumentar los recursos por la reforma fiscal y el desarrollo minero; refuerza la flota de barcos para defenderse de los ataques piráticos. García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, (1589-1596) visita el territorio, ayuda a Chile, acomete la reforma fiscal con nuevos medios de tributación como la composición de tierras (legitimación de tierras mediante pago de una tasa al tesoro). Mantendrá a lo largo de su vida una actitud hostil y de recelo hacia el santo arzobispo. Luis de Velasco, marqués de Salinas, (1596-1604), hace frente a las incursiones de piratas, promulga 44 leyes sobre la actividad de los corregidores de indios, una cédula para reprimir los abusos de los servicios personales de los naturales y mejorar el trabajo de los indios mitayos, aprueba la Universidad de San Marcos de Lima...
IV. COFRADÍAS Y HERMANDADES
Las Cofradías nacen de la agrupación de miembros de una misma profesión bajo la advocación de un santo protector y cumplen fines espirituales y caritativos.Conviene insistir en la repercusión social de la fe en el ordinario ambiente laboral ya que es la fuente principal de la actividad del seglar. Teniendo en cuenta este aspecto corporativo, gremial, típicamente medieval, el P. Rubén Vargas Ugarte señalará con acierto cómo
"los llamados gremios medievales evolucionaron con el tiempo y se multiplicaron, dando origen a las cofradías y hermandades, cuyos asociados se vinculaban no sólo con fines de devoción sino que también se proponían ayudarse mutuamente y aun mirar por los intereses de la clase u oficio a que pertenecían"8.
W. Vega cita un documento de 1585 acerca de un litigio entablado para determinar qué cofradía debe acompañar más de cera al Santísimo Sacramento durante la procesión del Corpus, y en el que se enumeran hasta 16 cofradías de Lima9. De indios: Nuestra Señora del Rosario en Santo Domingo; Santa Ana en la Parroquia de Santiago de Surco; Santiago en la Parroquia de Santiago del Cercado; Santísimo Sacramento en la Parroquia de Santiago de Surco; Niño Jesús en la Compañía de Jesús; Nuestra Señora de Copacabana. De negros y mulatos: N.S. de la Antigua, catedral; Nuestra Señora de los Reyes, San Francisco; Santa Justa y Santa Rufina, Merced; San Sebastián en la parroquia del mismo nombre; San Antón en San Marcelo; S Bartolomé, Santa Ana; Nuestra Señora del Rosario, Convento Santo Domingo; San Salvador,
8 Historia de la Iglesia en el Perú Imprenta Sta. María, Lima y Burgos, t. I, pp. 86-87.
9 Archivo Arzobispal de Lima, Cofradías, LXIV: 2, ff. 30-31v
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Compañía de Jesús; San Agatón, Convento S. Agustín; Nuestra Señora de Aguas Santas, Merced. De españoles: Nuestra Señora de la Piedad, Nuestra Señora de la Soledad, S. Crispín y san Crispiano, S. Eloy, S. José , Santísimo Sacramento, Santa Catalina de Sena, Veracruz.
El Memorial de Santo Toribio, 1598, dirigido al Papa Sixto V, nos da cuenta pormenorizada de las seis cofradías más importantes, de las que enfatiza su identidad y repercusión social y espiritual:
1. "hay muchas cofradías de españoles, negros é indios, adornadas con muchas indulgencias, la del Santísimo Sacramento que está en Santo Domingo y acude á la administración del Viático de esta Iglesia Catedral y demás parroquias con lo necesario que es menester, y cuando sale el Santísimo Sacramento van once clérigos con sobrepellices y estolas de carmesí, que llevan las varas del palio, pendón y mazas de plata con gran cantidad de cera.
2. En la cofradía de las Ánimas que está en la Iglesia Mayor, se dicen más de seis mil misas cada año, y se da de limosna al sacerdote ocho reales cada vez que dice misa.
3. Hay una cofradía de la Caridad, en la cual se casan cada año veinticuatro doncellas pobres, y se les da para su casamiento, veinticuatro pesos de á nueve reales, y un hermano de la dicha cofradía que pide limosna para los pobres vergonzantes, que se llama Vicente Rodríguez, hombre de mucha caridad y buen cristiano, ha repartido desde el año ochenta y cuatro hasta el noventa y siete, ciento cincuenta y tres mil quinientos noventa y tres pesos y seis tomines de á nueve reales el peso.
4. En el monasterio de San Francisco está fundada otra cofradía de Nuestra Señora de la Concepción, la cual casa cada año doce doncellas pobres y da á cada una seiscientos ducados de dote.
5. La cofradía de las cárceles que está fundada en una de las capillas de ellas, da de comer, cada día, á todos los pobres de todas las cárceles, y por su turno se escogen de treinta hombres, dos que solicitan y procuran los negocios de los pobres presos; tienen letrado para ello y procurador
6. Hay otra de la clerecía que llaman la Cátedra de San Pedro, tiene cuidado de regalar y curar los clérigos pobres y enfermos, dan todo lo necesario para su sustento á les sacerdotes pobres, entierra á los difuntos de la dicha cofradía con mucha pompa y se hace muchos sacrificios por ellos, la cual es de mucha utilidad y provecho.
Conocemos por el Diario de la Visita cómo en julio de 1593 el prelado Mogrovejo visitó las cofradías de Nuestra Señora del Rosario, san Sebastián de Huaraz, Santo Domingo de Yungay, Manturpata, Cochangara, Paucaarbamba, San Juan de Illimo. En 1603 la Cofradía de la Visitación del pueblo de Uchubamba, Concepción en Mochomí, Nuestra Señora en Callanca, Monzebú... En los pueblos y las doctrinas que veía sin cofradía, la impulsaba el propio Prelado.
Alguna como la de San José, del gremio de carpinteros, fundada en Lima en 1560, contaba con capilla propia. Los gremios de carpinteros, albañiles y canteros indios y morenos se
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agrupaban en otras cofradías como la de San Juan Bautista de los Pardos en la iglesia de Santa Ana, la de Nuestra Señora de los Reyes en San Francisco o San Miguel en El Cercado.
Particular actividad desarrollan las de indígenas. Sus miembros daban de comer a los pobres, visitaban a los enfermos, celebran misa, tenían instrucción religiosa diaria y pláticas espirituales regularmente; los sábados se dedicaban a la Virgen y las comuniones eran en todas ellas frecuentes.
En el Diario de la Visita, Santo Toribio da razón de numerosas cofradías y hermandades a lo largo de su dilatada arquidiócesis. En el mismo se ofrece rica documentación del dinamismo de estas asociaciones que vertebran buena parte del pueblo fiel. Baste un ejemplo referido para la visita realizada en el mes de enero de 1584:
Hay en el pueblo de Callanca una Cofradía de Nuestra Señora, dícese cada sábado una misa y en las festividades de Nuestra Señora se dice otra misa cantada con sus vísperas, dase de limosna dos patacones de cada una y SU SEÑORÍA la mandó mudar a otro día que no esté el cura obligado a decir misa por los indios y al cabo del año se dice otra misa de réquiem cantada con vigilia, dase de limosna 3 pesos10.
Proliferaron en tal cantidad que el III Concilio de Lima de 1583 declara que "en cuanto sea posible se reduzcan a menor número y no den licencia para ordenarse otras de nuevo sin causa de mucha importancia" (III, 44).
Vinculadas con las cofradías están las procesiones, sobre todo las de la Semana Santa. Santo Toribio las describe detalladamente:
"El miércoles, jueves y viernes santos salen cinco procesiones de diversas vocaciones de penitentes, la una se dice de Nazarenos que sale de Santo Domingo y salen mucho número de hombres en forma de penitentes, todos con cruces grandes en hombros; otra que sale del propio monasterio que se llama de la Veracruz sale el jueves por la noche y van en ella más de cuatrocientos penitentes; otra la propia noche de San Francisco, en la cual salen quinientas cincuenta personas, disciplinándose; otra de San Agustín á devoción del Santo Crucifijo de Burgos, cuyo retrato tienen, lleva más de ochocientas personas disciplinándose. Otra el viernes en la noche que llaman la Soledad de Nuestra Señora, sale de la Merced, es muy devota procesión, salen más de mil personas disciplinándose, y sacan todas las insignias de la pasión, va con gran silencio. Otra sale de San Agustín la mañana de la Resurrección".
V. COLEGIOS, NOVENAS, PRÉDICAS, MISIONES POPULARES Uno de los documentos más importantes para asomarnos al proceso evangelizador y el crecimiento del fervor religioso popular nos lo brindan las Cartas Anuas de los jesuitas del Perú, como la dirigida al P. Everardo Mercuriano, Prepósito General de la Compañía de Jesús,
10 BENITO, J. A., Libro de visitas de Santo Toribio (1593-1605), Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima 2006, p. 54v.
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desde Lima, el 15 de febrero de 157711. Conviene destacar una realidad notable ya en el 1557, apenas 30 años después de la llegada de los españoles, al constatar que "han cobrado estos indios a los de la Compañía un amor y respeto cual nunca he visto en parte ninguna". Aparte de constatar este afecto particular del pueblo por los jesuitas, se informa del gran número de estudiantes entre los mestizos y criollos, los cuales participan en los sacramentos, oraciones y sermones con motivo de las fiestas: Vanse aprovechando en virtud nuestros estudiantes, y muestran su devoción en el uso de los sacramentos, en acudir a los hospitales, en las disciplinas que hacen, y en devoción, que para ser mozos desta tierra no es pequeña edificación... Las octavas de Corpus Christi se hizo fiesta por las tardes en nuestra iglesia, habiendo un día sermón y otras oraciones que los estudiantes recitaban en latín y composición de romance. El último día hicieron un Coloquio que dio mucho gusto y fue de provecho[…] Ese día a la misa, sermón y fiestas que a nuestro modo hicimos al Sacramento con mucha devoción y edificación del pueblo vino Su Excelencia y los oidores y de todas las religiones y otro concurso de gente grande". Pero los intrépidos y celosos hijos de Ignacio no se contentan con sus colegiales criollos y mestizos. Salen de sus aulas, van a las calles y plazas, buscan a los naturales, a los indios: Los sermones que se hacen a los indios los domingos y fiestas en la plaza donde se juntan a oír misa, se han proseguido siempre con fruto, como se ve por sus confesiones y por la devoción que muestran, especialmente cuando se sienten enfermos y con algún peligro, que entonces se conoce en ellos particular sentimiento de las cosas de la fe, y aun tienen por persuasión que para cobrar la salud corporal es medio muy cierto acudir de todo corazón al sacramento de la penitencia, y con efecto se ha visto muchas veces convalecer luego y sanar con este sacramento. Pero lo más importante para los Jesuitas son los Ejercicios Espirituales, las Misiones: Hanse hecho este año deste Colegio cuatro Misiones: la primera a los Andes, que son las montañas que caen a la parte del norte, donde estuvieron un padre y un hermano dos meses y llegaron hasta los indios infieles, que son innumerables hacia la mar del norte. La segunda a unos pueblos de indios aquí cerca, donde estuvieron como otros dos meses. La tercera a la provincia de Chucuito, donde fueron cuatro padres y tres hermanos para tener la Doctrina de Juli, que es un gran pueblo de aquella provincia. La cuarta al Potosí, donde estarán de asiento un padre y un hermano que han ido, y otros dos que con el favor divino irán prestos… VI. LEYES Y COSTUMBRES: CONCILIOS, SÍNODOS, CONSUETAS, ANALES
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Aunque la religiosidad popular tiene mucho de improvisación, de creatividad, de informalidad, lo cierto es que siempre hay cauces jurídicos y hábitos que acaban conformando una identidad peculiar. Para introducirnos en su mundo pueden ayudarnos documentos como los concilios, sínodos, consuetas, anales. Los Anales de la Catedral de Lima son un documento bien surtido en información de primera mano de todos los actos litúrgicos y apostólicos llevados a cabo en la Catedral. Así para el año 1543 se nos da cuenta de las "dignidades" que atienden a la Catedral: En el mismo año de 1543, el 17 de Setiembre, erigió esta Catedral, en virtud de letras apostólicas de la Santidad de Paulo III, dadas en Roma el 14 de Mayo de 1543, para cuyo servicio instituyó cinco dignidades: Deán, Arcediano, Chantre, Maestre-Escuela y Tesorero; diez canónigos, seis racioneros enteros y seis medios; dos curas rectores, seis acólitos, seis capellanes, un sacristán, un organista, un perdiguero, un ecónomo, un cancelario o notario, y un caniculario, debiéndoseles dar a todos sus estipendios, por distribuciones cuotidianas, del producto de los diezmos, según se fuese adelantando; de modo, que los que no asistiesen sin causa legítima no ganaran la cuota que les corresponda, y el oficial que no cumpla sea multado.. En el año 1551 se empezó a celebrar el primer Concilio Provincial de Lima, convocado y presidido por Jerónimo de Loayza. De los 81 cánones o capítulos, el más notable es el primero, "que se reduce a que los prebendados ganen por distribuciones cuotidianas, y asistan a las horas canónicas con sobrepellices y capas, cuando fuere tiempo de ellas, so pena de que se les apunte si así no lo practicaren […] y todos los beneficios y prebendados sean obligados a residir en el coro a todas las horas, con propios sobrepellices y capas de coro; de las cuales dichas capas han de usar desde las vísperas de los Difuntos después de haber dicho las de Todos los Santos, hasta las de Pascua de Resurrección a todas horas, si no fuere a las fiestas de primera, segunda y tercera dignidad, sirviendo por su concierto y orden y por semanas a Prima, Tercia, Misa Mayor, Sexta, Nona, Vísperas y Completas".
En los concilios y sínodos se legisla acerca del calendario litúrgico y la obligatoriedad de guardar las fiestas. Así el Concilio I de Lima, 1552, en el c. 21 se enumeran las fiestas obligatorias para los indios: todos los domingos del año, la fiesta de la Circuncisión, la fiesta de Reyes Magos, los primeros días de las tres Pascuas, la fiesta de la Ascensión, Corpus, las cuatro fiesta de la Virgen maría (Natividad, Anunciación, Purificación, Asunción) y la fiesta de San Pedro y San Pablo; además, debían ayunar las vigilias de la Navidad y Resurrección y todos los viernes de Cuaresma (c. 21). La c. 55 enfatiza "que todos los fieles cristianos se abstengan de hacer toda obra servil". Si los indios tenían 12 fiestas, a los españoles se les señalaban 37: Pascua del Espíritu Santo y días posteriores, todos los domingos del año, la Circuncisión, Epifanía, Purificación, San Matías, Anunciación, San Marcos (en Lima), San Felipe y Santiago, la invención de la Cruz, San Bernabé Apóstol (Lima), San Juan Bautista, San Pedro y San Pablo,
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Santa María Magdalena (Lima), Santiago, Santa Ana (Lima), San Agustín (Lima), Transfiguración, Natividad de María, Santo Domingo (Lima), San Mateo, San Lorenzo, San Miguel, la Asunción, San Bartolomé, Todos los Santos, San Lucas, San simón y Judas, San Andrés, Concepción de Nuestra Señora (Lima), Santo Tomás, San Esteban, la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, San Juan Evangelista, Pascua de Resurrección y los dos días siguientes, la Ascensión, la Pascua del Espíritu Santo y dos siguientes, el día del Corpus.
Con la llegada del Virrey Toledo, en 1569, se potencia la fiesta como elemento de carácter asimilatorio: "conviene que pongamos en ella más fuerzas humanas en lo exterior con todas las apariencias posibles…por ser estos indios plantas nuevas…y darles doctrina y ejemplo para que crean y entienda, lo que es necesario para salvarse"12.
El sínodo de 1582 especificará que los capellanes, curas y beneficiados asistan a la Misa Mayor cada día y los domingos y Fiestas a primeras y segundas Vísperas y Misa mayor… Y que asimismo acudan a los Maitines de la Navidad, resurrección, Pentecostés y Corpus Christi, y Asunción y Natividad de Nuestra Señora y día de san Juan Evangelista y san Pedro, so la pena de la dicha constitución tercera, en lo que toca a los capellanes y los clérigos que fuesen en los entierros vayan en silencio y lleven y tengan las candelas encendidas, y hasta que se acabe el oficio: so pena de tener las velas perdidas aplicadas para la Iglesia donde se enterrase el difunto (c. 7).
El Sínodo de 1584 legislará sobre algunas cuestiones relativas a la vida cristiana de los fieles. El segundo capítulo manda a los beneficiados y curas que celebren tanto en Iglesias de españoles como de indios las Misas de los Domingos y fiestas de guardar ofreciendo la intención por los feligreses que los sustentan sin recibir por ello estipendio alguno. El capítulo cuarto mandaba tañer las campanas de las Iglesias al mediodía como señal del ejercicio de la oración (rezo del "Ángelus"). El capítulo 8 refiere que este sínodo dispone celebrar las memorias de San Sebastián, San Marcelo, la conversión de San Pablo, San Bernardo y San Blas.
El Sínodo de 1585 especifica distintas situaciones relacionadas con los derechos sociolaborales del indio: "Que nadie perturbe a los indios estando en la doctrina (...) so color de llevar los dichos indios a sus granjerías" (c. 47). "Que ninguna persona compela a los indios a trabajar en las fiestas que ellos quisieren guardar, no estando obligados a ello" (c. 52) "Que los indios de los obrajes vengan a la doctrina a las iglesias los días de obligación entre semana (...). Y donde los dichos obrajes estuvieren distantes en manera que no puedan acudir a la Doctrina los dichos días de obligación se les provea de sacerdote (...) para que los indios de los dichos obrajes puedan ir a trabajar a ellos, mandamos a los curas de indios digan la Doctrina muy de mañana para que los indios puedan ir a sus labores" (c. 54).
El Sínodo de 1592 nos ofrece diversos cánones relativos a la liturgia y sacramentos. Los curas puedan decir dos Misas los domingos y fiestas de guardar, pero en dos lugares distintos y lejanos, no en el mismo pueblo y si no hay otro sacerdote. (Cap. 3º). Que celebren las fiestas del Santísimo Sacramento el día de Corpus Christi con mucha devoción, y hagan y exhorten que todos los fieles cristianos se ejerciten en ayunos y oraciones y otras cosas santas y
12 LORENTE, S., Relación de los virreyes y audiencias que han gobernado el Perú, Lima 1867, t. I, 9º I, 48.
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buenas (Cap. 10º). Se renueva la constitución Capítulo 50º del Sínodo de Yungay (1585), sobre las fiestas de guardar. A pedido de los Cofrades de la Cofradía de San José, se manda guardar la fiesta de San José en la ciudad de Lima sin obligación de guardar la dicha fiesta en el campo (Cap. 29º).
El sínodo de Piscobamba, 1594, sale al paso de que "las reparticiones de indios que se hubieren de hacer para españoles se hagan en días desocupados" y no en los domingos y fiestas de precepto (c. 4). Sin embargo, hay una visión clara de procurar a diario un buen tiempo para la formación doctrinal y catequética (c. 6).
Hay un cuidado evidente por acercar la Eucaristía y fomentar la devoción eucarística en el pueblo: Que se ponga y tenga el santísimo sacramento de la eucaristía en las iglesias de los indios por considerarlo "grande amparo y admirable defensa de pueblo cristiano y gran comodidad para socorrer del viático a los enfermos y negocio de desear y procurar que las parroquias de los indios gocen de tan gran bien" (c. 24). Como medio de dignificar la liturgia resulta altamente elocuente el capítulo 42 dedicado a motivar que "los sacerdotes y ordenantes que no supieren cantar acudan a aprender el canto":
Los pastores de nuestra tierra tuvieron muy en cuenta este momento decisivo del ser humano, plasmándolo en exhortaciones "para ayudar a bien morir". El Primer Concilio Limense, por ejemplo, determinará: "A los que están por morir procuren los curas hallarse presentes , y ayudar a las almas que están a su cargo en aquel tiempo tan peligroso; y si no pudieren asistir por sí mismos, a lo menos envíen en su lugar a alguna persona cual convenga para que anime y esfuerce el doliente, y particularmente a los indios que se les dé este socorro y ayude con la exhortación "que para el efecto ha compuesto este Sínodo" (I, 334).
Otro documento capital para conocer las costumbres de acuerdo a sus reglamentos es la Regla Consueta de la Catedral de Lima elaborada por la iniciativa del Arzobispo Santo en 1591. En su número 15, titulado. "Del oficio de Nuestra Señora" prescribe:
"El Oficio de Nuestra Señora se ha de decir los días que acostumbra esta Santa Iglesia y se ha de cantar todo en tono bajo, excepto el himno de ve Maris Stella que se ha decir en tono alto. Han de estar todos los del coro en pie, así a los salmos como a los himnos y todo lo demás, salvo el Ave Maris Stella y al verso ' Quia respexit' que han de estar todos de rodillas, como se acostumbra en esta Santa Iglesia. Maitines y Laudes de Nuestra Señora se han de decir ante de los del Oficio mayor y lo mismo las vísperas antes de las mayores y las demás horas mayores se irán alternando, de manera que en acabando las horas del Oficio mayor, se dirá la de Nuestra Señora"13.
VII. SUCESOS EXTRAORDINARIOS CONSIDERADOS COMO MILAGROS
La notable vivencia del catolicismo por parte de gran parte de los fieles, particularmente de los religiosos, hizo que se diesen acontecimientos religiosos extraordinarios
13 Reglas consuetas o instituciones consuetudinales de la Iglesia metropolitana de san Juan Evangelista de Lima publicadas por el venerable siervo de Dios DON TORIBIO ALFONSO MOGROVEJO, ARZOBISPO DE LA MISMA IGLESIA, Imprenta de José D. Huerta, Lima 1862.
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para muchos de ellos auténticos milagros. Las crónicas civiles y eclesiásticas, las actas de los procesos de beatificación, las historias de las congregaciones así lo refieren.
Los Anales de la Catedral de Lima (10 de noviembre de 1574) refieren que el Rector de la Compañía se presentó relatando un milagro hecho por el P. Ignacio de Loyola con Álvaro de Molina, religioso dominico, que, habiendo estado tullido seis años, anda por la casa: visto lo cual comisionó el Cabildo a los canónigos magistral y doctoral para que yendo al convento de Santo Domingo, donde se dice está dicho religioso, se informen del caso en forma y den cuenta al Venerable Deán y Cabildo. Ese mismo año, el 10 de Diciembre habiendo tenido voces en el día de la Concepción, en su monasterio, el racionero Pedro González de Mendoza con el bachiller Castillo, hijo del doctor Castillo, médico, propuso el Deán que se averiguase la verdad del caso, y fecho se prendiese al racionero en su casa y al bachiller en la cárcel eclesiástica. Así se resolvió para que en adelante ningún prebendado salga de la Catedral a otra Iglesia u otros lugares públicos a fiestas, si no es capitularmente o con licencia, o a decir misa o predicar, bajo de multa, evitando de este modo tales descomedimientos con los prebendados.
En los procesos de canonización encontramos abundante documentación. Por ejemplo, el taumaturgo, Francisco Solano, en Trujillo, protagonizó un concierto para violín que tuvo como curioso auditorio a decenas de pájaros. Fue en Trujillo cuando el santo añadió a sus formidables aptitudes expresivas un elemental rabel, que llevaba consigo bajo el manto. Con él hacía grandes cortesías musicales ante el Santísimo, y ante cada uno de los altares de la iglesia. Estos conciertos devotos se prolongaban especialmente por las noches, cuando ya todos se habían retirado, en el coro -ya conocemos, desde que en el convento sevillano de Loreto se arregló aquel rincón, su querencia hacia el coro de la iglesia-. Los testimonios son numerosos, y siempre admirativos, pues aquellas efusiones musicales, llenas de ternura y entusiasmo, mostraban bien a las claras que estaba enamorado del Señor.
VIII. LA DEVOCIÓN AL SEÑOR, EN LA CRUZ Y EN LA EUCARISTÍA
Desde el Primer Concilio Limense (1552) se dispone que en los pueblos de indígenas se haga una iglesia o al menos una ermita con una imagen o una cruz (Const. 2); de igual modo, se advierte que los ídolos y adoratorios sean destruidos, y si fuese lugar apropiado, se edifique una iglesia o al menos una cruz. Con este criterio y para cristianizar lo pagano, allí donde había huacas y apachetas, se colocaron cruces. De tal manera caló en el corazón del indígena la devoción a la santa cruz, que en los cerros, los caminos y las casas de nuestras poblaciones campesinas está presente la cruz. Devoción que aún en nuestros días conserva plena vigencia y tiene el sustento de su profunda raigambre popular.
En un recorrido rápido de norte a sur del Perú, para fines del siglo XVI, contamos con diversos cristos y cruces como el Cristo Crucificado de la nave central de la iglesia franciscana de San Antonio, conocida como de San Francisco, en la ciudad de Cajamarca, "uno de los primeros templos católicos erigidos por los españoles en el Perú", el Cristo de la Conquista, en la iglesia de santa Ana, una de las más antiguas y parroquia de indios de la ciudad de Chachapoyas, capital del Departamento de Amazonas, y que llegó poco después de fundada la ciudad. En Huaraz, contamos con el Cristo de la Soledad, venerado en el barrio de La Soledad, provincia de Huaraz, cerca del cerro Pumacayán, patrono de la ciudad de Huaraz (Ancash) y que
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fue enviada por Carlos V junto con las imágenes del Señor de Cochas, Chanacallán y Santa. En la diócesis de Huacho, colindando con Carabayllo, nos encontramos el Cristo de Huamantanga, así llamado por el pueblo donde se encuentra su santuario, en la provincia de Canta. Ya en Lima, para la época tenemos el Santo Cristo del Auxilio (talla en madera policromada, 1.90 m., de Juan Martínez Montañés) y el Cristo de la Conquista en la iglesia de La Merced. Otro muy popular es el Cristo de Burgos en la iglesia de San Agustín, de Lima (talla en madera policromada, de autor anónimo, aunque según el cronista Calancha pudo ser del escultor Jerónimo Escorcero; su aspecto arcaizante se debe a que se trata de una copia de la imagen medieval del Cristo de Burgos, venerado en la catedral de esa ciudad El Cristo de los Favores, en la cripta del nuevo santuario de Santa Rosa de Lima: se trata de un Cristo Crucificado "hecho en maguey y tela encolada y policromada", de 1.25 m., de autor indígena anónimo del siglo XVI. El Cristo Crucificado, de Juan Bautista Vázquez (1582), en el remate del retablo de la Virgen del Rosario, de la iglesia de Santo Domingo en Lima. El Cristo Crucificado del altar mayor de la iglesia de la Veracruz, al lado de la iglesia de Santo Domingo. Allí mismo, la reliquia del "lignum crucis", constituida por un trozo de la Cruz de Cristo. El restaurado Cristo de la Agonía, en la iglesia parroquial de Santiago de Surco, en madera policromada, con las extremidades articuladas, donación del rey Carlos V de España, según la tradición. El Cristo Crucificado del coro del convento de San Francisco el Grande, de Lima
Ya en el Cuzco, contamos con el famoso Señor de los Temblores (siglo XVI), en la Catedral, que representa a Cristo Crucificado, obra de maguey en los hombros y en la nuca, mientras que la cabeza, brazos y pies están tallados en madera liviana, encontrándose toda la imagen recubierta con tela encolada, quedando el tórax hueco. La cruz es de madera de la zona del Cusco, decorada con plata cincelada y dorada; parece que se trata de la talla del Cristo de la Buena Muerte, venerado en el Cusco ya desde 1535, que pasó a denominarse Cristo de los Temblores después del terremoto de 1650; es una imagen de raigambre popular, muy patética y dotada de cabellera natural, que obedece a un prototipo de finales del siglo XV que siguió produciéndose durante la siguiente centuria. En Arequipa, tenemos el Cristo Crucificado de la iglesia de Santa Ana de Maca, en el Valle del Colca: obra en maguey y pasta, de 1.04 m.
La devoción al Santísimo Sacramento. En Lima se creó el año mismo de la fundación de la ciudad por Francisco Pizarro14. Parece ser que fueron los dominicos quienes la instituyeron en una capillita cercana a la futura Catedral y consiguieron bula de confirmación de Roma un 25 de mayo de 1540 con las mismas gracias jubilares que la archicofradía de la Minerva de Roma. Hubo un litigio con la catedral para ver dónde debería estar y después de muchos encuentros y desencuentros se decidió que estuviese en el convento, con la condición de que con sus rentas acuda al culto del Señor en ambas iglesias.
Hay constancia del culto eucarístico en las Actas de los cabildos municipales que recogen el día a día o en momentos críticos como profanaciones o festejos. Figura en las Actas del Cabildo de 27 de mayo de 1552 la determinación de la Municipalidad de tributar culto solemne de adoración a "Jesús presente en el Santísimo Sacramento" y que "todos los de oficios mecánicos salgan todos juntos debajo de un pendón en la procesión del Corpus". El Archivo Municipal es un garante de excepción para asegurarnos que el pueblo arequipeño, con sus
14 Archivo Arzobispal de Lima, Cofradías, XLII: 26, ff. 9-13v.
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autoridades al frente han rendido culto público al Santísimo Sacramento. Lo mismo sucede en las de Lima, entre otras, donde se habla de preparar el Corpus en 1551, de participar en la subvención económica en 1557; en el gasto de las representaciones teatrales en loor del SS; la participación de los indios.
La fiesta del Corpus. En el Cercado se celebra en la Catedral y la procesión recorre el cuadrilátero de la Plaza de Armas, en cada una de cuyas esquinas se levanta un artístico altar portátil. El arzobispo lleva el Santísimo en la pequeña custodia, decorada con un ascua de oro con innumerables incrustaciones de diamantes. Asisten las autoridades y las instituciones más representativas, así como el pueblo fiel. De las ventanas y balcones cuelgan ricos tapices, adornados con altares de flores, al tiempo que repican las campanas y las notas de las bandas. En domingos sucesivos, salía la misma procesión de cada uno de los diversos templos de la ciudad. En el Cuzco revistió gran solemnidad desde los primeros momentos de la evangelización, siendo acompañada la procesión por todos los santos venerados en sus iglesias.
IX. DEVOCIÓN MARIANA, ADVOCACIONES Y SANTUARIOS
Víctor Andrés de Belaúnde, en el capítulo de su obra Peruanidad, dedicado al culto mariano, concluye que en Perú la "profunda transformación religiosa adquiere una mayor palpitación de vida y un sentido de amorosa intimidad con el culto de la Virgen [...], la expresión religiosa por excelencia [...] Este es el hecho capital y definitivo de la historia espiritual de América"15.
Ninguno de los cronistas aventajará en su devoción mariana al Inca Garcilaso. Baste con citar la significativa narración de lo que él consideraba "un milagro de Nuestra Señora a favor de los cristianos y una batalla singular de los indios" sucedido un mes de mayo de 1536, cuando el lnca Manco Cápac se sublevó con 200.000 indios en Suntur Huasi. Como consecuencia
"de aquí nació que después de apaciguado aquel levantamiento de los indios los naturales del Cusco y las demás naciones que se hallaron en aquel cerco, viendo que la Virgen María los venció y rindió con su hermosísima vista y con el regalo del rocío que les echaba en los ojos le hayan cobrado tanto amor y afición (demás de enseñárselo la fe católica que después acá han recibido". Y termina dándonos a conocer bellísimos nombres referidos a la Virgen en su lengua: "Dicen Maman chic que es Señora y Madre Nuestra; Coya, Reina; Ñusta, Princesa de Sangre Real; Zapay, Única; Yurac Amancay, Azucena; Chasca, Lucero del Alba; Cotoccoyllor, Estrella resplandeciente; Huarcapaña. Sin Mancilla; Huc hanac, Sin pecado; Mana Chancasca... no tocada; Tazque, Virgen Pura; Diospa Maman, Madre de Dios. También dicen Pachacamacpa Mamam, que es Madre del Hacedor y sustentadora del Universo. Dicen Huac Hucayac que es amadora y bienhechora del pobre, por decir madre de misericordia, abogada nuestra, que no teniendo estos vocablos en su lengua con las significaciones al propio se valen de los asonantes y semejantes.
15 Banco Central de Reserva del Perú-Fondo del Libro del Banco Industrial del Perú, Lima 1983, 5ª ed., pp. 234-240.
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Demás de la afición a la Virgen pasaran con la devoción y amor a la bienaventurada Señora Santa Ana, y la llaman Manmanchicpa Manac, madre de nuestra madre. Coyanchicpa Maman, madre de nuestra reina, y por el semejante los demás nombres que arriba hemos dicho. Dicen también Diospa Payan, que es abuela de Dios"16.
La toponimia es sólo una firme expresión del sentir mariano del Perú. Así, en el Valle del Colca hay un pueblo que lleva el nombre de la Inmaculada Concepción, el de Yanque, con un templo dedicado a María y que data del S.XVI. Otro, Lari, lleva el nombre de La Purísima Concepción. De igual modo, múltiples santuarios marianos del Perú están dedicados a esta advocación: el de Huanchaco y el de la Virgen de la Puerta de Otuxco, los dos en Trujillo; Nuestra Señora de Huambalpa y Nuestra Señora de los Socos, en Ayaucho; la Purísima de Quiquijana, en Cuzco.
La devoción a María está presente en las costumbres del Perú virreinal, particularmente de alguna de sus localidades como la recia Arequipa: rezo del Ángelus, el Rosario en familia, el hecho de haberse fundado la Ciudad Blanca el 15 de agosto, fiesta de la Asunción; en casi todas las iglesias se tributa culto a alguna advocación mariana: la Asunción en la Catedral, con una cofradía que data de 1563; en la Merced, La Portera y Nuestra Señora del Consuelo; en la Recoleta, La Napolitana, hermosa efigie de La Dolorosa; en Santa Marta, la Virgen de la Cueva Santa; en la Compañía, La Candelaria o La Chiquita, donada a los jesuitas en 1598 por D. Juan Ramírez Segarra Casos; en San Francisco, la Inmaculada; en Santo Domingo, Nuestra Señora del Rosario; en Miraflores, Nuestra Señora de Alta Gracia...y las modernas parroquias dedicadas a Fátima, Corazón Inmaculado de María, Lourdes...Lo mismo sucede con los santuarios, Chapi, Cayma, Characato, Quilca, Nuestra Señora de las Peñas de Aplao, La Virgen del Buen Paso de Caravelí, La Virgen de Yato en Castilla, Nuestra Señora de Uñón en Viraco, Nuesta Señora de Las Nieves...
Conocemos que a medida que avanza la evangelización, las órdenes religiosas, las cofradías, las personas a título personal o familiar, van privilegiando advocaciones y construyendo santuarios y ermitas, Guadalupe en Pacasmayo, Consuelo en Arequipa, Copacabana y Peña de Francia en Lima.
Conocemos algunos pormenores de la devoción del santuario de uno de ellos -Guadalupe- por la narración de Fray Diego de Ocaña, Viaje por el Nuevo Mundo: de Guadalupe a Potosí, 1599-160517 que nos describe tanto la vida cotidiana de los religiosos y fieles como las fiestas populares de la advocación que propaga, Nuestra Señora de Guadalupe:
"La imagen [de Ntra. Sra. de Guadalupe] trajeron de España. Es pequeña y no tan morena como la de nuestra casa de Extremadura, y hace muchos milagros y tienen con ella mucha devoción; y cuando la enseñan a los pasajeros, es con mucha
16 Los comentarios reales de los incas, Librería e Imprenta Gil, Lima 1941, 2ª parte, lib. L cap. XXV, ed. de H. H. Urteaga, con anotaciones y concordancias, 6 ts.
17 Edición crítica de Blanca López de Mariscal y Abraham Madroñal, Universidad de Navarra. Iberoamericana- Vervuert, y otras, 2010, 504 pp.
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devoción, porque para quitarle los velos salen de la sacristía los frailes con ciriales encendidos y vestidos de dalmáticas y el preste con capa; y mientras quitan los velos, tañen los indios las chirimías y repican las campanas, y el preste inciensa la imagen con mucha devoción... para la cual hora está la gente que quiere ver la imagen junta; les dan mucha limosna, y los frailes, a imitación de Extremadura, hospedan a los pasajeros y les dan de comer... Y así todos dejan limosna a la casa, con que se sustenta, y con las rentas que tienen, que son buenas dehesas y tierras de pan, a donde todo el año, en este valle de Guadalupe se coge trigo...".
Este religioso propagará la devoción a la Virgen de Guadalupe gracias a diversas imágenes que él mismo hará en lienzos, a sus fervorosas prédicas y a su hábil apostolado que procura dejar en cada lugar a alguna persona responsable que vele por su culto. Otras veces será la iniciativa personal o familiar como sucedió en Huánuco con la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe que fue fundada por Doña Jerónima de Garay y Muchuy, viuda de Don Diego de Acuña y el Presbítero Don Diego de Garay y Muchuy, hermanos de sangre, como muestra de su filial devoción mariana.
X. CONCLUSIÓN
A pesar de encontrarnos en la primera etapa del proceso evangelizador en el Perú, constatamos numerosas manifestaciones de religiosidad popular. El Virrey Toledo, eenriquecido por las decisivas y programáticas conclusiones de la Junta Magna de 1568 y las Instrucciones recibidas de Felipe II, luchará decididamente en aplicarlas y reorganizar el virreinato por completo, en lo administrativo, económico y social. Para ello, visita personalmente toda su demarcación, desde Jauja hasta Cuzco, en el periodo comprendido entre 1570 y 1575 concentra la población en "reducciones" de indios, tasa el tributo, recoge las "Informaciones" para demostrar el legítimo derecho de España sobre el territorio inca, soluciona el brote rebelde del inca de Vilcabamba, beneficia a los indios mitayos, potencia la Universidad de San Marcos de Lima. Regula todos los aspectos de la vida social en justas "Ordenanzas" atentas a solucionar los problemas del Perú: conformación de mitas mineras y obrajeras, comercialización de la coca, limpieza y conservación de los canales, construcción de iglesias y conventos, normativa sobre la urbanización de las ciudades.
Con respecto a la evangelización, y a una con las autoridades religiosas, se centra en la necesidad de que los caciques y principales diesen buen ejemplo mediante la práctica de virtudes cívicas y cristianas; les recuerda su responsabilidad de creer en un solo Dios todopoderoso, abandonando los ritos idolátricos; amonestaba que la doctrina se enseñase a los indios en su propia lengua, determinando tres días a la semana, antes de ir al trabajo; que no sólo se doctrinase a los indios en los repartimientos, sino que se enseñase a leer y a escribir a los pequeños en escuelas adecuadas y que en ellas los niños aprendiesen castellano. Culmino mi estudio con un relato del mismo gran antropólogo, teólogo y misionero P. José de Acosta, S.J. en su simpática y entretenida narración sobre el Hermano Bartolomé Lorenzo. Corresponde al 8 de mayo de 1586, en el capítulo 23 titulado "Camino de Lima, donde entra en la Compañía de Jesús":
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"En Piura le ofreció un clérigo un caballo ensillado y enfrenado, y por no sé qué escrúpulo tampoco lo quiso recibir sino proseguir su camino hasta Nuestra Señora de Guadalupe, que son otras cuarenta leguas, donde estuvo algunos días, cumpliendo un voto que había hecho a Nuestra Señora, sirviendo a los Padres Agustinos que tienen aquel santuario. Y convidándole que fuese fraile, jamás pudo inclinarse a ello sin saber porqué…En este tiempo, sin haberlo oído, ni tratado con nadie de esto, comenzó a usar algunos géneros de penitencias, vigilias y larga oración, y siempre le parecía que aquel modo de vivir que tenía de presente no era el que le convenía para servir a Nuestro Señor con el agradecimiento que debía a las grandes misericordias que de su poderosa mano había recibido, y los grandes trabajos y peligros de que le había librado. Andando vacilando Lorenzo en estos pensamientos, oyó decir que en la Barranca se ganaba un jubileo, y que unos Padres de la Compañía de Jesús le habían traído y confesaban allí a cuantos acudían a ellos. Con esta nueva, dejándolo todo, se fue allá y topó al P. Cristóbal Sánchez, que esté en el cielo, y quedóse allí algunas días. Él no sabía qué religión era la Compañía de Jesús, ni tenía noticia de ella; pero miró mucho a aquellos Padres, y pareciéronle bien; y especialmente notó su mucha caridad en no negarse a nadie, por bajas que fuesen las personas, y que con todos trataban de su salvación. Y también le agradó mucho que a sus solas en la posada guardaban grande recogimiento, y el ver que traían hábito común de clérigos le tiró la inclinación, porque siempre se le había hecho de mal ponerse capilla". Vemos claramente varios componentes de la religiosidad popular: el voto del peregrino, la vida espiritual de los religiosos agustinos como algo cotidiano, los géneros de penitencia y oración, el jubileo, la caridad en el trato, el recogimiento de los consagrados, el hábito religioso, el santuario mariano como cálido hogar maternal al que todos acuden. XI.BIBLIOGRAFÍA - ACOSTA, A., "La Iglesia en el Perú colonial temprano. Fray Jerónimo de Loaysa, primer obispo de Lima", en Revista Andina (Cusco), año 14, n.1 (1996) 53-72 - ACOSTA, J. de, De Procuranda Indorum Salute (Pacificación y Colonización) Madrid, CSIC, 1984. - ACOSTA, J. de, De Procuranda Indorum Salute (Educación y Evangelización), Madrid 1984 - ACOSTA, J. de, Historia natural y moral de las Indias en que se tratan las cosas notables del cielo y elementos, metales, plantas y animales dellas, y los ritos y ceremonias, leyes y gobierno y guerra de los indios México; Doctrina cristiana y catecismo para instrucción de Indios, CSIC, Madrid 1985. Ed. facsímil de la doctrina, confesionario y sermonario en castellano, quechua y aymará. - ACOSTA, R. Mª., Fiestas urbanas coloniales; Lima, Cuzco y Potosí, Otorongo Producciones, Lima 1997.
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