viernes, 25 de julio de 2014

Ricardito Espiell: El “Niño Milagroso” del Cementerio Presbítero Maestro


RICARDITO ESPIELL: EL "NIÑO MILAGROSO" DEL CEMENTERIO PRESBÍTERO MAESTRO

Por: Nanda Leonardini
Doctora en Historia, Licenciada en Artes Plásticas y Diseño Industrial, Docente Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Los creyentes en dioses conocen a ciencia cierta que cualquier lugar es propicio para dirigirse a la divinidad o al mediador que eligen como interlocutor entre Dios y ellos.  Sin embargo, los devotos prefieren, como es natural, aproximarse a sitios más propios para la oración: una iglesia, un altar en casa, una ermita, gruta o cruz en el camino o la plaza pública, sin dejar de lado el cementerio, lugar de fallecimiento y la casa donde haya nacido o vivido algún "santo popular".

Curiosamente estos santos tienen mayor aceptación entre la masa que los oficiales.  Resulta comprensible: se trata de identidad.  A diferencia de los santos oficiales, los populares son compatriotas, han vivido en nuestro tiempo, han nacido del mismo pueblo; es decir, conocen el sufrimiento y las necesidades de los menesterosos.

En los cementerios de Latinoamérica es común que exista al menos un almita milagrosa. Los creyentes, cargando algún pequeño presente a modo de recompensa por el favor solicitado o como simple atención, concurren con mayor asiduidad los domingos de paso a ver al familiar, el 1º de noviembre día de Todos los Santos o el 2 de los Difuntos, así como para el aniversario del nacimiento o muerte del santito.  Aunque se le pida algo, las mencionadas fechas son de cortesía por el respeto o recuerdo, sin interés específico.  El lunes es especial para favores, pues se conoce como el de las "almitas", en tanto martes y viernes sirven para enviar o devolver daño.  Sin embargo, el devoto necesitado asiste en cualquier momento, mejor aún si hay pocos fieles; de esta manera el santo brindará más atención hacia él.

EL NIÑO BUENO

En la tradición popular latinoamericana los niños fallecidos se convierten en "angelitos", perfectos eslabones ante la divinidad debido a su pureza y no contaminación humana durante su paso por la tierra.  Este es el caso de El Niño Ricardito, venerado por el pueblo en el cementerio Presbítero Maestro en Lima.  La particularidad de este "niño santo" es conseguir a sus devotos trabajos temporales para sobrevivir a la brutal realidad económica donde se encuentran sumidos.

Los mismos panteoneros afirman que su culto se inicia en la primera mitad de la década de 1990. El nombre Niño Cachuelito es dado por los periodistas más no por los devotos que lo conocen como Ricardito o Milagroso.

La escultura que adorna su tumba lo representa como un niño bello, de finas facciones, que transmite bondad, bien vestido y alimentado; que simula ser rico.  Sin embargo, su apariencia no se ajusta a la realidad, pues se concluye que desciende de una familia mestiza serrana, cuyo padre es un abogado, empleado estatal, y su madre una mujer desprotegida que sólo logra enterrarlo en un nicho temporal.

La tumba de Ricardito se localiza en el lote 498, frente al cuartel Buen Pastor; por la puerta tres.  Comparte con su padre el mismo lote que, si bien no es de grandes consideraciones, llama la atención precisamente por la exquisita escultura de estilo realista, elaborada por manos anónimas italianas en mármol blanco, de un niño de seis años en tamaño natural, vestido con traje de marinerito, donde los detalles de bordados y zapatos hablan de ascendencia social.  De pie, con el brazo derecho recostado, el hermoso rostro con cabellos rizados, mira benevolente e impávido a sus numerosos creyentes. 

Sobre la vida del pequeño se conoce poco y tampoco es necesario, pues es un niño, un angelito quien bajo el misterio de una apariencia inocente se convierte en una fuerza superior.  Los devotos, a través de él, presienten un nuevo poder que los obliga a detenerse a sus pies para suplicarle que sus deseos se conviertan en realidad.

DE DONDE PROVIENE 

El apellido Espiell deviene del inglés Spiel, castellanizado en el siglo XIX al agregarle la e al inicio y la l al final.  Después de la Independencia peruana algunos ingleses llegan a radicar al país; entre ellos uno, apellidado Spiell, adquiere una hacienda ganadera en Puno; los indios que trabajaban allí reciben, como era costumbre, el apellido del patrón.  Algunos de ellos a mediados de esa centuria emigran a Lima y al Callao, oportunidad que aprovechan para modificar el apellido al no sentirse identificados con los ingleses. (Entrevista al señor Aldo Espiell, Lima, setiembre 4 de 2003.)

Ricardo Martin Espiell

Ricardito Melquíades Espiell Barrionuevo nace en Lima el 10 de diciembre de 1886. Fue hijo de Ricardo Martín Espiell, abogado, elegido como diputado por Puno en1866. A los ocho meses de su nacimiento (agosto 8, 1887) su padre fallece a consecuencia de una neumonía en el hospital San Lázaro del Rímac, a la edad de 44 años.

Después de ser velados en su casa de la calle del Pozo Nº 79, los restos de su progenitor son trasladados a la iglesia deLa Merced para las honras fúnebres pertinentes y de allí a un nicho temporal del pabellón San Pablo en el cementerio Presbítero Maestro.

Esto señala, por parte de la viuda, la carencia de recursos para acceder a un nicho perpetuo, a pesar que su marido era de reconocido prestigio. Ricardo Martín Espiell (1843-1887) estudia en el colegio Musso, más tarde en el Convictorio de San Carlos y con posterioridad Derecho.

En el Combate del Dos de Mayo (1866)  participa como bombero fundador de Compañía Nacional. En la Guerra del Pacífico presta sus servicios en la corbetaUnión (1879) y durante la defensa de Lima, se le confía el comando de la guarnición apostada en el cerro Vásquez (1881).  Miembro del Partido Civil, masón de la Logia Honor y Progreso, forma asimismo parte del Ateneo de Lima, del Club Unión y del Consejo Provincial de Lima.

Su carrera dentro de la administración pública lo lleva a ser secretario del presidente Manuel Pardo (1872-1876) y con posterioridad, colaborador estrecho del presidente Francisco García Calderón (1881).  Colabora con el diario El Comercio y publica Reseña histórica de la Compañía Nacional de Bomberos(Tauro del Pino, 2001:936).

Huérfano de padre, la infancia de Ricardito transcurre en el puerto del Callao hasta el 1 de marzo de 1893 cuando, de seis años, dos meses, 18 días, fallece de fierre perniciosa; a decir de los médicos un caso de malaria.  El párroco de la iglesia de Santa Rosa autoriza sea sepultado el 3 de marzo en el cementerio Baquíjano (Callao), en un nicho temporal, hecho que indica las escasas posibilidades económicas de la madre (Dela Lama, 1893).

En noviembre de 1899 su cuerpo es exhumado para ser trasladado a una tumba perpetua, junto con el padre, gracias a la solidaridad de los amigos ("Mausoleo Espiell", 1889:3), quienes así lo dejan escrito en el monumento erigido al papá, mientras en la base que sostiene la escultura del niño se lee su nombre completo, la fecha de nacimiento y defunción.

Junto a esos datos, figuran los símbolos del alpha, el omega y el crismón,elementos iconográficos de profundo contenido, empleados por los cristianos del siglo IV y V.  En el caso de los dos primeros, se trata de la primera y última letra del alfabeto griego, es decir el inicio y fin de todas la cosas, simbolismo retomado bajo este significado por los masones, cosa que no resulta ajena si se recuerda que el padre de Ricardito pertenecía ala Logia Honor y Progreso (Romero, 1887:2).

Por su parte el crismón es un monograma de Jesucristo formado por las letras griegas X (nuestra K o C) y la P(nuestra R), es decir las dos primeras letras de Cristo (Lapoulide, 1932:239).  Unidos dichos elementos significaba en aquellos tiempos la expresión de la condena del arriarismo; a fines del XIX ya no lo condenaba, pero continuaba siendo un símbolo cristiano. (Arriarismo: Doctrina teológica formulada por Arrio (siglo IV) de Alejandría, que negaba la divinidad de Jesucristo; asimismo aseveraba que las personas que conforman la Trinidad son diferentes, sin relación entre sí.)

Allí queda el Niño Ricardito por largos decenios hasta que un buen día, a inicios de la década de 1990 una señora "descubre" su capacidad de milagrero, le reza, manda a limpiar su olvidada escultura con agua, lejía y escobillas, hasta dejarla "impecable".  Desde entonces la humilde señora asiste indefectiblemente, todos los martes,  a visitar al Niño, en sus inicios, a decir de los panteoneros, a pie y ahora en un gran automóvil. Siempre agradecida, para su cumpleaños adorna toda la tumba con caramelos.  La voz sobre sus milagros se generaliza, en tanto las floristas de las afueras del camposanto contribuyen de manera permanente con pequeños ramos.  Así es posible encontrar una tumba cada día con mayor cantidad de flores, y por lo menos a un fiel a sus pies.

Los pedidos que se le hacen son variados; por ejemplo la señora Dora ruega por su hijo Andrés: "Ayúdalo, líbralo de la gente.  Cuídalo.  No lo desampares donde se encuentre".  Algunos sin firmar escriben: "Toda mi familia, y ayúdanos a trabajar".  Otros dejan las solicitudes para visas en diversos consulados, con la esperanza que les sea otorgado el permiso a fin de emigrar en forma legal a otro país donde puedan encontrar un futuro con mejores perspectivas de trabajo, de "éxitos y triunfos".

Sin embargo, ninguno de los creyentes sabe absolutamente nada sobre Ricardito, representado por una bella escultura de mármol italiano donde la figura de un niño limeño, mestizo blanco, de situación socio-económica modesta, es idealizada en la imagen de un niño europeo quien, por su apariencia, representa a uno de clase acomodada.  Eso no tiene importancia, pues lo que realmente vale es su capacidad de angelito milagroso.

Se trata de un remedio de vida en una humanidad que sufre, donde la fe tiene más valor que la verdad con la que es imposible convivir; en una sociedad en la cual, a decir de Nietzsche, "Dios ha muerto".

BIBLIOGRAFÍA

- Angulo Daneri, Toño (2002): "El señorito de los milagros".  En: El Comercio, Lima, noviembre 2, p. A-16.
- Cruz de Amenábar, Isabel (1998): La muerte.  Transfiguración de la vida.  Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile.
- Dela Lama, Francisco (1893): Partida de Defunción.  Callao, Obispado del Callao, marzo 2.
- "El Día" (1887): En: El Comercio, Lima, agosto 8, p. 1.
- Lapoulide, J. (1932): Diccionario Gráfico de Arte y Oficios Artístico.  José Montesó Editor, Barcelona.
- "Mausoleo Espiell" (1889): En: El Comercio, Lima, octubre 12, p. 3.
- Romero, Eleodoro (1887): "Óbito".  En: El Comercio, Lima, agosto 8, p. 2.
- Tauro del Pino, Alberto (2001): Enciclopedia Ilustrada del Perú.  Peisa, Lima.