jueves, 7 de junio de 2018

Hernando Arias de Ugarte (1562-1638)

 

Nació en Bogotá, capital del futuro virreinato de Nueva Granada (Colombia) el 9 de setiembre de 1562 y murió siendo Arzobispo de la Ciudad de los Reyes (Lima) a la edad de 76 años, el 27 de Enero de 1638. Con tan solo 16 años fue enviado a España a estudiar, entre los años 1577 y 1583 donde la Universidad de Salamanca y la Universidad de Lérida se convirtieron en sus casas de estudio, siendo esta última donde obtuvo la licenciatura y doctorado en Leyes y Canones. Terminados sus estudios, dadas sus habilidades se quedó laborando algún tiempo en España, como abogado en la corte auditor del ejercito destinado sobre Aragón, al volver a Nuevo mundo, se desempeñó como oidor de la Real audiencia de Panamá (1595), de Charcas (1597) y Lima  (1603). Estando en Lima se incorporó al claustro de la universidad de San Marcos, donde se doctoró. 

Sin duda este ilustre hombre, hijo de Hernando Arias Torero y Juana de Ugarte, tuvo una brillante carrera y que iba en ascenso, pero realmente lo que lo movía era ser sacerdote, por ello siendo en Lima oidor, es que decide dejar la toga y es ordenado. El 28 de setiembre de 1614, habiendo sido electo obispo de Quito, recibe la consagración Episcopal del Arzobispo de Lima Bartolomé de Lobo Guerrero. Ya siendo obispo llego a su sede episcopal el 6 de enero de 1615, en 1616 fue nombrado obispo de Santa fe, donde fundo el convento de Santa Clara que no llego a concluir, puesto que tuvo que partir a Charcas en 1625, donde se desempeñó su ministerio entre los años 1626 y 1628, de donde finalmente se trasladara a Lima, habiendo sido designado a suceder al Arzobispo Gonzalo de Ocampo, quien había muerto en 1626.

Hernando Arias de Hurtado, fue Arzobispo de Lima entre los años 1630 y 1638, años de intenso trabajo, dada la extensión de su territorio, el cual recorrió en una visita, que le tomo 5 años. También organizo un sínodo diocesano, en 1636. Sus relaciones con los Religiosos parece que fueron buenas, se preocupó por cuidad de la vida religiosa, siendo los jesuitas con quien tuvo muy buenas relaciones. Defensor de los indios, y consideraba que asunto de la idolatría indígena no era tan grave, pensamiento contrario a su antecesor, también defendió la necesidad de administrar el sacramento de la Eucaristía los indios, no obstante consideraba que si había factores que deterioraban a la población indígena, el licor uno de ellos. Fallece en Lima en 1638