lunes, 27 de noviembre de 2017

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DOMINICOS

EJEMPLARES

EN EL PERÚ

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1.      Santa Rosa de Lima,

2.      San Martín de Porres,

3.      San Juan Macías

4.      Beata Ana de los Ángeles

5.     

6.      Beato Fray Vicente Álvarez Cienfuegos,

7.      Beato Fray José Luis Palacio Muñiz, nacido

8.      Bato Fray Jacinto García Riesco,

9.      Beato Fray Manuel Gutiérrez Ceballos

10.  Siervo de Dios Fray José Álvarez, Apaktone

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El Papa Francisco ha escrito una bellísima carta con motivo del Año de la Vida Consagrada en la que destaca que "no sólo afecta a las personas consagradas, sino a toda la Iglesia. Me dirijo, pues, a todo el pueblo cristiano, para que tome conciencia cada vez más del don de tantos consagrados y consagradas, herederos de grandes santos que han fraguado la historia del cristianismo". Y a continuación nos da toda una selección de 12 figuras de la santidad, toda una selección mundial del santo campeonato por la perfección, por la santidad. "Qué sería la Iglesia sin san Benito y san Basilio, san Agustín y san Bernardo, san Francisco y santo Domingo, sin san Ignacio de Loyola y santa Teresa de Ávila, santa Ángela Merici y san Vicente de Paúl?  La lista sería casi infinita, hasta san Juan Bosco, la beata Teresa de Calcuta".

El mismo Papa Francisco en su citada carta nos da la razón de la trascendencia de los consagrados. "El beato Pablo VI decía: «Sin este signo concreto, la caridad que anima la Iglesia entera correría el riesgo de enfriarse, la paradoja salvífica del Evangelio de perder garra, la "sal" de la fe de disolverse en un mundo de secularización» (Evangelica testificatio, 3).

http://www.sagradoweb.com/santos/domingodeguzman/domingodeguzman.jpgBenedicto XVI en "Verbum Domini" unió la Biblia con los santos de modo muy bello: "Cada santo es como un rayo de luz que sale de la Palabra de Dios". Sí, cada santoconsagrado brilla con luz propia al encarnar en su vida la Palabra. Podríamos decir que es una biblia en acción, un evangelio abierto aquí y ahora. Ojalá que estas breves semblanzas nos estimulen a vivir este año de gracia, tal como el Papa Francisco nos propone: con gratitud, con pasión, con esperanza: "Sólo con esta atención a las necesidades del mundo y con la docilidad al Espíritu, este Año de la Vida Consagrada se transformará en un auténtico kairòs, un tiempo de Dios lleno de gracia y de transformación".

El carisma y la espiritualidad de uno de ellos, Domingo de Guzmán, cuya fiesta se celebra el 8 de agosto, se encarnó con fuerza en nuestra tierra peruana. Él vivió en el siglo XIIII. Fue un presbítero, que siendo canónigo de Osma se hizo humilde ministro de la predicación en los países agitados por la herejía albigense y vivió en voluntaria pobreza, hablando siempre con Dios o acerca de Dios. Deseoso de una nueva forma de propagar la fe, fundó la Orden de Predicadores, para renovar en la Iglesia la manera apostólica de vida, mandando a sus hermanos que se entregaran al servicio del prójimo con la oración, el estudio y el ministerio de la Palabra. Su muerte tuvo lugar en Bolonia, el día seis de agosto.

Perú, ciertamente, ha sido bendecido por la Orden fundada por Domingo. Con sumo gozo les comparto las semblanzas de un nutrido elenco de la familia dominica –nacidos o domiciliados en el Perú- que ha merecido ser elevado al honor de los altares. Casi todos los he extraído de mi obra "Peruanos ejemplares" (Paulinas, Lima, 2009)

 

1.      SANTA ROSA DE LIMA

retrato póstumo de sta rosa de lima autor angelino medoro

El 30 de agosto se celebra por todo lo alto la fiesta de la santa peruana más popular de todos los tiempos y de la que se siguen publicando obras de interés que nos ayudan a profundizar en distintos aspectos del contexto histórico en que vivió, su psicología, el interés de la sociedad criolla limeña en elevar a su paisana a los altares, su ofrenda expiatoria por Perú o su condición de laica consagrada en medio del mundo. Conviene destacar que Rosa de Lima no fue una isla de santidad sino que convive en Perú con san Francisco Solano, santo Toribio Mogrovejo, san Martín de Porres y san Juan Macías, sin contar otros no canonizados pero no menos ejemplares como el jesuita Francisco del Castillo, el mercedario Pedro Urraca, el hermano de san Juan de Dios, Francisco Camacho, tan venerados hoy en el Tercer Milenio, después de tantos años.

Siempre que se visita su santuario en Lima, nos encontramos con miles de limeños, peruanos, forasteros. Como siempre, su pozo está lleno de cartas infantiles en las que le dirigen sus oraciones, sus promesas.

El Banco de Crédito del Perú tuvo el gran acierto de propiciar una extraordinaria exposición titulada "Santa Rosa de Lima y su tiempo", en 1992, que cuajó en magnífico catálogo, acompañado de un video de 20 minutos con la semblanza de su vida ilustrada con mayoría de las imágenes expuestas en la muestra. Fueron cuatro ambientes, Catedral, Convento de Santo Domingo, Basílica Santuario y Casa de Osambela, en los que se pudo contemplar las tres exposiciones simultáneas (Iconografía, Vida, Arte Popular) que convergen en el único objetivo de acercarnos a su vida dentro del marco espacial y temporal que le tocó vivir. 

El siglo XVI iba a alcanzar su punto medio, cuando en 1548 Gaspar Flores, para unos nacido en Puerto Rico, para otros en Baños de Montemayor (Cáceres), se avecina en Lima, doce después de que el trujillano Francisco Pizarro, un 18 de enero, funde la Ciudad de los Reyes, Lima. Andrés Hurtado de Mendoza es el virrey, y le hace arcabucero en la guardia de su palacio. Nueve años después, en 1557, España triunfa de los franceses en la batalla de S. Quintín, Felipe II ordenará construir El Escorial; Gaspar celebra bodas con una limeña, María de Oliva, quien en el Proceso de canonización de su hija, nos dice que tuvieron trece hijos. Los nombres de algunos que debieron morir muy pronto, los ignoramos. Rosa es la cuarta de los supervivientes. 1586 es el año en que se remata la cúpula de S. Pedro de Roma, y nace en Lima, el 20 de abril, siendo papa Sixto V, la santa adalid y protectora de América. "No le podía faltar a la ciudad de los Reyes -dice Clemente X al canonizarla- la estre­lla luminosa que guiará hacia Cristo, Señor y Rey de reyes".

En la parroquia de S. Sebastián la bautizan el 25 de mayo, Domingo de Pentecostés, y el Espíritu Santo se apodera de ella. La gracia bau­tismal que dormita durante mucho tiempo en otros niños, desencadena en Rosa el dinamismo prodigioso que la lleva, como Teresita a los tres años, "a no negar nada a Dios". Isabel es el nom­bre que, en recuerdo de su abuela, le dan al cris­tianarla, pero no le durará mucho.

Las primeras en llamarla Rosa fueron la india Mariana, que muy joven entró al servicio de María, y dos niñas que frecuentaban la casa. Un día, al contemplarla en la cuna exclamaron: "¡Ay! ¡Qué linda es esta niña! ¡Parece una rosa!". Acude a madre y orgullosa y satisfecha, dice que bien merecía llamarse Rosa. Hoy todo el mundo la conoce como santa Rosa de Lima. Vivió sólo 31 años, sin ingresar en ningún convento, en compañía de sus padres y hermanos, pero completamente dedicados a Dios y al prójimo. Fue una sembradora de flores, de rosas, en la Lima del S. XVI, el jardín que le tocó cultivar. Su deseo de hacer el bien lo manifestó en acudir a todo tipo de pobres y enfermos a quienes servía, les buscaba medicamentos y les daba cobijo y comida; por esto se la llamó "madre de los pobres". Sus deseos misioneros los reflejó en esta expresión: "¡Quién fuese hombre como los sacerdotes para ocuparme solamente en la conversión de las almas!".

Atraída por el ejemplo de Santa Catalina de Siena, quiere vivir también su matrimonio espiritual con Jesús cuando le entregó en arras un ani­llo invisible para todos y sólo visible para ella; Rosa quería tener también su anillo que le recor­dase el día de su boda y se lo dijo a Hernando, quien se lo encargó a un platero. El jueves Santo lo llevó a Sto. Domingo pi­diéndole al sacristán lo colocase en la urna en que el Santísimo Sacramento iba a ser expuesto. La santa le veló hasta los Oficios del día siguiente como preparación a su boda el Domingo de Pascua. El 26 de marzo, acabada la Misa solemne, se celebró otra y el sacerdote, sin que nadie lo advirtiese como deseaba ella, puso en sus dedos el anillo, símbolo del matrimonio espiritual que anticipa en la tierra las bodas eternas.

Todavía niña su "juego" preferido era rezar y hacer pequeñas penitencias (dormía sobre piedras y tablas). Aprendió a leer y escribir y todas las labores domésticas (costura, bordado, tejido) que eran una fuente de recursos, como también a cantar; llegó a tocar el arpa, la vihuela y la cítara. Su madre deseaba para su hija un casamiento ventajoso, pero Rosa deseaba el silencio y el recogimiento. Posteriormente piensan en que se haga monja de clausura: ella se resiste y dice que quiere ser laica consagrada como santa Catalina de Siena. El 10 de agosto de 1606 viste el hábito de terciaria dominica, emite votos privados de pobreza, castidad y obediencia y vive como religiosa en el hogar paterno.

En el huerto de su casa construye una pequeña celda donde pasa los días dedicada a la oración, a la lectura y al bordado. Sale de su casa sólo para asistir a Misa y visitar hospitales, a pobres, a esclavos enfermos. Tiene muchas experiencias místicas (Jesucristo se le aparece en forma de niño frecuentemente). En los últimos años sufre una larga enfermedad, en la cual dice a menudo: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor". Antes de morir le pide perdón por todos los pecados a cada uno de los de su casa. Muere exclamando "Jesús, Jesús sea conmigo" el 24 de agosto de 1617 a los 31 años de edad. Canonizada en 1671 por Clemente X y proclamada patrona de América y de Filipinas; su cuerpo descansa en el convento de Santo Domingo de Lima.

Se acaba de publicar una obra extraordinaria. Primer Proceso Ordinario para la Canonización de Santa Rosa de Lima 1617 Transcripción, introducción y notas del P. Dr. Hernán Jiménez Salas, O.P. (Monasterio de Santa Rosa de Santa María de Lima, Lima, 2003, pp.604 pp.) Entre los testimonios, destacamos el de su hermano Hernando Flores de Herrera, el día 5 de abril de 1618:

La bendita Rosa desde edad de sus tiernos años, fue muy continua en la oración y muy amiga de leer libros que trataban de la oración, y particularmente a Fray Luis de Granada en cuya lección tenía repartidos todos los días de la semana y aun las horas del día. Y esto lo sabe este testigo, porque lo vio y que tenía reflexionando el dicho libro y que tenía registrado el dicho libro con muchos cordoncitos de diferentes colores con que registraba el libro y señalaba lo que había de hacer y leer y la vio apartarse a lugares secretos a hacer oración y la halló en aposentos solos, donde pensaba este testigo que no hubiese nadie y hallaba a la dicha bendita Rosa de rodillas haciendo oración y rezando el rosario y otros modos de oración. Y respondiéndole este testigo que aquella era manera de encarecer. Y le dijo: "no es encarecimiento, hermano, que aunque más ocupaciones haya, muy bien puede estar la voluntad puesta en Dios, y en su corazón, cada uno hablar con Dios. Y aunque no diga en su corazón más que "Buen Jesús, valedme", es muy buena oración y muy eficaz porque es oración mental. En algunas ocasiones por algunos días, este testigo, como hombre flaco y malicioso, que se le hacía áspera la clausura de la bendita Rosa en su celdita del huerto, por estar tan sola y apartada de comunicación y buscando achaques para que su madre le diese la llave del huerto, en el cual entró muchas veces de manera que su bendita hermana no le sintiese y siempre la hallaba ocupada en su labor de muchas curiosidades de  manos o en oración o en la lección de libros devotos y los ratos que se ocupaba en la labor de manos, tenía la lengua ocupada continuamente, en cantarcillos de alabanzas a Dios y de regalos y requiebros al niño Jesús, de quien fue muy devota. Y eran con tanto extremo las diferencias de juguetes y romancitos, que cantaba, hablando con Nuestro Señor y con su bendita Madre, que ponía a todos admiración, viendo que cada día salía con nuevas invenciones de cantares divinos. Y Así le dijo este testigo un día:

¿Quién le enseña tantos cantarcitos, hermana?

Y le respondió:

- Hermano, como hay tanto que decir de nuestro buen Padre, ofrécense con facilidad sus alabanzas.

Traía continuamente un rosario pequeñito de cuentas menudas en la mano, atravesado desde la muñeca a los dedos por debajo de la palma de la mano y lo que se descubría más del rosario, que era lo que daba sobre la muñeca y cuello de la mano, cubría con la manga. Y con este rosario andaba rezando, todas las tantas veces salía de su celda, tan disimuladamente, que aunque estuviesen delante algunas personas no la echaban de ver y aunque estuviese ocupada en ocas de ejercicios o en alguna compañía de amigas o devotas suyas, para todas las horas y momentos rezaba en aquel rosario.

El atractivo de su personalidad hizo que bien pronto, en la ciudad del Misti, se fundase el monasterio de santa Rosa para albergar a jóvenes deseosas de seguir su vida. Y así, desde 1740, cientos de mujeres se han dedicado a la oración y al trabajo, a la educación y al servicio, en una vida sencilla y feliz. "El encanto de las rosas es que siendo tan hermosas no conocen que lo son".

El mismo Catecismo de la Iglesia Católica, auténtica enciclopedia de la cultura católica para nuestro tiempo, recoge dos momentos de la vida de nuestra santa, tomados de la primera biografía, la del P. Hansen, publicada en Lovaina en 1668. El primero alude a su vida de gozosa cruz: "Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo" (CIC n.618); el segundo, referido a su amor por los pobres: " El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: 'Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús" (CIC n. 2449).

"Si hace trescientos años el jardín florecía, pródigo de perfumes, florece todavía" Con estos versos, concluye una de las más emotivas semblanzas poéticas sobre Santa Rosa el gran vate Luis Fernán Cisneros. Ramón Mujica Pinilla acaba de publicar un libro Rosa limensis (Mística, política e iconografía en torno a la patrona de América) (IFEA-BRP-FCE, Lima 2001) en el que nos aporta datos precisos sobre las personas que acompañaron a la Santa en el atardecer de su vida terrena. En el cuadro de A. Medoro, la mujer que aparece en torno a Rosa es doña María de Uzátegui y "fue mandado hacer ex profeso por el Contador de la Santa Cruzada Gonzalo de la Maza, hombre piadoso y refinado, a quien gustaba el arte, como obsequio a su esposo y en recuerdo de su bienaventurada protegida Rosa". Recordemos los últimos momentos de su vida y la fuente de la  que brotó  su creatividad hecha oración y canción. Nadie mejor que la familia que acogió a Rosa  los últimos años de su vida- el contador de Cruzada don Gonzalo de la Maza y doña María de Uzátegui- para contárnosla. Les asombraba que mientras "la naturaleza iba desfalleciendo, parecía se aumentaba su paz y alegría". Y estando así el martes por la noche del 22 de agosto, "con un crucifijo en la mano, con amorosos requiebros le pedía dolores":

- Mi Dios, mi Señor, mi Jesús, mi Esposo, y mis amores, dadme dolores. Se va despidiendo tiernamente de todos sus familiares. Comenzó pidiendo la bendición al Contador; y luego, llamando a sus dos hijas "les hizo una plática, exhortándolas a que sirviesen y amasen mucho a Nuestro Señor y sirviesen mucho a sus padres y les diesen buena vejez".

- Llamando el dulce nombre de Jesús expiró, quedando con los ojos abiertos y claros sin quebrárseles, y su rostro tan lindo y hermoso como cuando estaba viva y con muy buenos colores.

Y con esta resignación, paz y entendimiento, y con su habla y sentido estuvo hasta que expiró, un poco antes de las doce y media de aquella noche, diciendo: "Jesús, Jesús sea conmigo".

            Poco conservamos de sus escritos. En el Monasterio de Santa Rosa se guarda como reliquia una deliciosa en que responde a la ayuda generosa concedida por doña María de Uzátegui, esposa del contador de Cruzada, don Gonzalo de la Maza. Dice así:

¡Jesucristo sea glorificado!

Madre de mi alma y Señora mía la divina majestad sea servida de comunicarme su divino espíritu para que yo acierte a hacer lo que Vuesa Merced mande que yo, de mi parte, haré todo lo que en mí fuere, pida Vuesa Merced, madre mía a Dios oiga mis pobres oraciones y en las de Vuesa

Merced y en las de mi señor padre me encomiendo, cuyas manos todas juntas, con las de esos angelitos, mi madre y yo, millares de veces besamos y todas las personas de esta casa pedimos a Nuestro Señor pague a Vuesa Merced con premio de gloria la limosna de anoche con las demás, que cierto llegó a tiempo de muy apretada necesidad. Nuestro Señor me guarde a Vuesa Merced como yo deseo, esclava de la Virgen María y sierva de Vuesa Merced, Rosa de Santa María. A mi madre y mi Señora, doña María de Uzátegui, guarde nuestro Señor.

Cuenta Micaela de la Maza, hija de los contadores de Cruzada, que santa Rosa le decía: quitarme a mí el cantar es como quitarme el vivir. Por esta razón la vio muchas veces que se ponía a cantar y a tañer una guitarra, unas veces con cuerdas y otras sin ellas...y decía muchos loores a Nuestro Señor y a su bendita Madre, pidiéndoles por muchas personas conocidas suyas.

Saboreemos estas coplas populares que,

la más celebre limeña de todos los tiempos, cantaba con el corazón, para unirse más a Dios, y de las que brotaba una comprometida entrega solidaria.

 

1. Las doce son dadas, mi Jesús no viene.

¿Quién será la dichosa que le entretiene?

!Ay, Jesús de mi alma, qué bien pareces,

entre Rosas y Flores y Olivos verdes.

2. Ángel de mi Guarda, vuela y di a mi Dios

que por qué se tarda, que por qué se tarda.

Joven celestial, vuela al Criador,

dile que sin vida yo, viviendo estoy.

Dile de mis ansias el gran rigor,

pues vive el que espera y me muero yo.

Ruégale que venga hacia mí veloz;

muéstreme su rostro que muero de amor.

3. ¡Oh, mi Dios, si yo te amara!

¡Oh, si te amara, mi Dios!

¡Y amándote me quedara

ardiendo en llamas de Amor!

¿Cómo te amaré mi Dios?

¿Cómo te amaré, Señor?

Siendo yo tu criatura

y Tú el Criador.

 

 

 

 

 

 

 

2. SAN MARTÍN DE PORRES

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3wDb0JC17-kZhU12glHg5QcPPehzlNibmf1ddd_4OwwLC-jIZhNWBaxvI8FlN153A93dQ4935DCdE_baco6pCAEdF3S0CU70iK2rUWM_gV2ZbeC4QVoFJOPAIZdA1LkuXlueshyphenhyphensSvDk/s1600/san+martin+de+porres+1.jpgPara Dios no hay profesiones indignas, sino indignos profesionales. Los hombres se fijan en las apariencias, el color de la piel, la estatura, el dinero, el vestido...pero Dios sólo mira al corazón. Nuestro Fray Escoba fue un marginado de su tiempo, el siglo XVI. Era hijo "ilegítimo" del español Juan de Porres y de Ana Velázquez, mujer negra descendiente de esclavos africanos. Al ser mulato y pobre le tocó sufrir en más de una ocasión el menosprecio de la sociedad. Sin embargo, su madre le descubrió el evangelio de Jesús: "El que se humilla será ensalzado". A Fray Martín no le importó ser "simple" lego o donado de la orden de Santo Domingo, sin poder ser sacerdote; tampoco tuvo a mal el estar continuamente sirviendo a los demás, ir de un lado para otro con la escoba, atender a los enfermos, a los mendigos... Dios se sirvió de su persona para unir las razas, para hermanar a los ricos con los pobres...y a todos los hombres con Dios.

Nació en Lima, Perú, en 1579. El santo mulato fue bautizado en la iglesia de San Sebastián, en la misma pila y por el mismo párroco que había bautizado a Santa Rosa de Lima. Martín vivió con su madre, quien le educó en la solidaridad con los pobres y enfermos; de este modo, siempre que iba a la tienda, empleaba parte de la plata en socorrer al primer necesitado que encontraba. En la iglesia de Santo Domingo o del Rosario se veía frecuentemente a Ana con su Martín y con la segunda hija, Juana; especialmente gozaban con la vista de los crucifijos y los iconos de la Virgen.

Su padre Juan, al volver de Guayaquil, legaliza su situación reconociendo oficialmente a sus dos hijos, aunque no llega a desposarse. A los dos lleva a Ecuador para ser educados con un preceptor. Martín, a sus trece años, aprende castellano, aritmética y caligrafía. Tras dos años de estancia en la ciudad portuaria de Guayaquil, deja a su hija con su tío Santiago y se lleva a Martín a Lima.

A los quince años es confirmado por Santo Toribio Mogrovejo. Por esta fecha trabaja en la tienda de Mateo Pastor, negociante en especies y en hierbas medicinales. Posteriormente aprendió el oficio de barbero-sangrador con Marcelo de Ribera, a quien ayuda a sangrar heridas, aliviar dolores, aplicar hierbas y emplastos.

Desde niño dio muestras de su profundo amor por Dios. Al mismo tiempo su amor al prójimo lo condujo a ayudar a todos, aun en las tareas más humildes. A los 15 años ingresó como donado al convento de Santo Domingo en Lima y en 1603 hizo la profesión como hermano lego. Los superiores de San Martín, pronto advirtieron sus cualidades y caridad por ello le confiaron, junto a otros oficios, el de enfermero. Sus habilidades y el ardor con que cuidaba a los enfermos atrajo incluso a los religiosos de otras comunidades que llegaban a Lima sólo para atenderse con el santo. San Martín fue muchas veces despreciado y humillado, por ser mulato, pero nunca se rebeló contra los insultos que le inferían. Su abnegación, su modestia y la paz que irradiaba impresionaban a cuantos conocía. En la enfermería y en la portería del convento del Rosario (Santo Domingo) atendía con acogedora bondad y amor a los pobres y enfermos. Si a todos los dolientes trataba exquisitamente, a sus hermanos religiosos los servía de rodillas.

Su caridad universal le llevará a convertir el convento en hospital. Sabe que el amor es la ley suprema. De este modo, una tarde se encuentra en la plaza con un enfermo vestido de andrajos y devorado por la fiebre. Le carga sobre sus espaldas, le lleva al convento y le acuesta en la cama. Al ser reprendido por uno de los frailes:

- ¿Cómo traéis a clausura enfermos?

El santo, con paciencia serena, contesta con sencillez:

- Los enfermos no tienen jamás clausura.

Un día por la noche encuentra un herido a quien le han clavado un puñal. Le acoge en su celda con la idea de trasladarle a casa de su hermana en cuanto mejore. El Provincial dominico le impone a Fray Martín una penitencia que cumple al pie de la letra. El Superior, sin embargo, enferma y requiere los cuidados del Santo:

- No tuve más remedio que imponerte esa penitencia.

Contesta Fray Martín:

- Perdone mi desatino, pues pensaba que la santa caridad debía tener las puertas abiertas.

Ante respuesta tan contundente y evangélica, el Provincial concluye:

- Bien está lo que hiciste. Desde este momento el convento será vuestro segundo hospital. Podéis traer a él cuantos enfermos queráis.

Su caridad con el prójimo nacía de la unión íntima con Jesús y con María. Comentan sus compañeros dominicos que recibía a Jesús Sacramentado "con muchas lágrimas y grandísima devoción", ocultándose de todos para "mejor poder alabar al Señor". Fray Martín rezaba en su celda, en la Iglesia, ante el Santísimo Sacramento, Virgen de los Santos, en los altares del templo, en las capillas y oratorio del convento. Oraba arrodillado y echado en cruz sobre el suelo. Así Juan Vázquez de Parra, amigo suyo, nos cuenta lo siguiente: "que una noche estando este testigo recogido como a horas de las once de la noche, poco más o menos, hubo un temblor muy recio, y recalándose este testigo de lo que podía resultar, se levantó de la cama en que estaba echado dado voces y llamando al dicho venerable fray Martín de Porras, al cual halló (en su celda) que estaba echado en el suelo boca abajo y puesto en cruz con un ladrillo en la boca y el rosario en la mano haciendo oración". Además, sus mismos amigos decían que rezaba después de su trabajo en la enfermería.

Realizó numerosas curaciones milagrosas. Una tarde, en que estaba cerrado el noviciado del convento, penetra en la celda de un Hermano enfermo, quien, sorprendido, le pregunta:

- ¿De dónde vienes pues nadie os ha llamado?

Impasible contesta:

- Oí que me llamaba tu necesidad y vine. Toma esta medicina y curarás.

Particular fue el aprecio por sus hermanos de raza. Cuando le tocaba acudir a la finca de Limatambo, a las afueras de Lima, se dedicaba a las labores propias de los esclavos negros: arar, sembrar, podar árboles, cuidar de los animales en los establos... A quien se lo hizo notar, le respondió:

Los negros están cansados del duro trabajo diario y así no se me pasa el día sin hacer algo de provecho.

No nos extraña que se ganara el afecto de los esclavos morenos y de los indios pescadores de Chorrillos y de Surco, pues les servía como enfermero y les catequizaba como misionero. Ellos, por su parte, le obsequiaban con frutos de sus huertos y estipendios para Misas.

Más allá del mito y de la leyenda creada en torno al taumaturgo "santo de la escoba" hay que rescatar -como lo ha hecho magistralmente su biógrafo Dr. J.A.del Busto- su entrañable humanidad, la gran responsabilidad con la que vivió su vocación. Al respecto dirá su compañero Fray Juan de Barbarán que todo el tiempo que fue religioso "tocó a maitines y al alba", de forma tan vigilante que "enmendaba el reloj y tan perseverante que nunca dejó de oírse esta salva a la aurora". En su profesión de lavandero destacó por la pulcritud con que dejaba la ropa.

Entrañable fue su amistad con el también lego dominico san Juan Macías. Un testigo declaró: "Y por las Pascuas se iban los dos solos y se encerraban en un aposento que tenían en la huerta del centro de la Recolección de la Magdalena y allí tenían sus conversaciones espirituales y hacían sus penitencias".

Su otro gran amigo místico fue el también lego, aunque franciscano, Fray Juan Gómez, popularizado por Ricardo Palma en una de sus tradiciones en que señala haber convertido un arácnido venenoso en una joya: el alacrán de fray Gómez.

San Martín de Porres, Patrono de la Justicia Social, murió el 3 de noviembre de 1639, dejando a Lima -desde el virrey y arzobispo hasta el último excluido social- consternada. Fue beatificado por el Papa Gregorio XVI en 1837 y canonizado por Juan XXIII el 6 de mayo de 1962.

 

 

3. SAN JUAN MACIAS

 

El 23 de enero de 1949, desde Olivenza (Badajoz), la cocinera Leandra Rebello Vásquez no podía dar crédito a lo que vieron sus ojos. Se encontraba en el Hogar de Nazaret, colegio de niños acogidos a la Protección de Menores, regentado por una institución religiosa fundada por el párroco del pueblo don José Zambrano. Era domingo y, además de la comida para los 5O chavales, había de preparar alimentos para los pobres de la población. Los bienhechores designados para ese día no trajeron  los alimentos. La criada encargada de preparar la comida, advirtiendo la exigua cantidad de arroz (unos 750 gramos), la arrojaba para su cocción al tiempo que se abandonó en su paisano beato Juan Macías:"¡Oh Beato, hoy los pobres se quedarán sin comida!"

 A continuación, aquella minúscula cantidad de arroz, al cocer, fe vista crecer de tal modo que al instante fue preciso trasladarla a una segunda olla; lo que se hizo una y otra vez. La multiplicación del arroz duró cuatro horas de una a 5 de la tarde cuando el recipiente que rebosaba fue apartado del fuego por mandato del párroco. Del alimento gustaron hasta hartarse los chicos del hogar, como la ingente multitud de pobres y necesitados. Leandra Rebello, protagonista del milagro de este "conquistador espiritual", presente el 28 de septiembre de 1975 en la canonización de Juan Macías, es digna sucesora de espíritus tan sencillamente magnánimos. Lo demuestra su confianza audaz que atrae el milagro del Cielo.

  Nace nuestro santo en Ribera del Fresno, pueblo de la Alta Extremadura, perteneciente entonces al priorato nullius de San Marcos de León, provisorato de Llerena, de la Orden Militar de Santiago y ahora diócesis de Badajoz. Era el 2 de marzo de 1585. Sus padres, Pedro de Arcas e Inés Sánchez, eran modestos labradores. En ratos libres trabajaba como familiar del Santo Oficio. Al año siguiente nace su única hermana. Sus padres eran fervientes cristianos y transmiten a sus hijos los principios de la vida cristiana, singularmente la devoción a Nuestra Señora del Valle, patrona del pueblo, aparecida en 1428.

 

            Huérfano y pastor

            Contaba Juan 4 años, cuando la peste que asolaba Castilla segó la vida de sus padres. Con inmenso cariño recordaría al P. Blas de Acosta, prior de los Dominicos en Lima: "En sangre y virtud eran lo mejor de su país [...] Mis padres eran pobres pero santos pobres, los cuales con el sudor de su frente se sustentaban". Mateo Sánchez e Inés Salguero, tíos y padrinos, acogieron bajo su tutela a ambos huérfanos. Desde la infancia elevaba fervientes plegarias por sus padres; con frecuencia se escapaba a la iglesia, cercana al hogar, para orar ante la talla gótica de la Virgen María. Iba también a una de las cinco ermitas, la del Cristo de la Misericordia, fuera de la población.

Todavía niño, su tío le encomienda el cuidado de un pequeño rebaño de ovejas. Un día, en que pacentaba su rebaño en la zona del Caleño y la Barrica, vio un resplandor que se le acercaba. El mismo protagonista nos narra su encuentro san Juan, que le saludó:

"- Juan, estás de enhorabuena

            Yo les respondí del mismo modo.

- Yo soy Juan Evangelista, que vengo del cielo y me envía Dios para que te acompañe porque miró tu humildad. No lo dudes.

            Y yo le dije:

- ¿Pues quién es san Juan Evangelista? - El querido discípulo del Señor. Y vengo a acompañarte de buena gana, porque te tiene escogido para sí. Téngote que llevar a unas tierras muy remotas y lejanas adonde te han de labrar templos. Y te doy por señal de esto que tu madre, Inés Sánchez, cuando murió, de la cama subió al cielo, y tu padre, Pedro de Arcas, que murió primero que ella, estuvo algún tiempo en el purgatorio, pero ya tiene el premio de sus trabajos en la gloria.

            Cuando supe de mi amigo san Juan la nueva de mis padres y la buena dicha mía, le respondí:

- Hágase en mí la voluntad de Dios, que no quiero sino lo que El quiere.

            Desde este instante, 1592, a los 7 años de edad, Juan pasa su niñez orando a Dios y rogando a su amigo Evangelista que le guiara durante la vida. Pablo VI en la bula de canonización resalta esta función de consejero de san Juan Evangelista en su vida.

 

            Emigrante hacia el Nuevo Mundo

            El aire migratorio que flotaba en el ambiente, tanto por parte de los conquistadores como de los misioneros, fue contagiando a nuestro pastor. Y así, en la Navidad de 1613, se despidió de sus familiares y amigos para marchar a Sevilla rumbo a América. Se embarcaría como criado de algún mercader que pagara su viaje y le diera un trabajo como medio de vida. 6 años de espera entre Jerez de la Frontera y Sevilla templaron su espíritu en la paciencia y perseverancia. Allí convive con mendigos y labradores, camina con los arrieros, se mezcla con los pobres que se amontonaban en las puertas de los conventos. En 1619 embarcó en Sevilla rumbo a Cartagena de Indias con un mercader, prestando sus servicios de pastor. Aquí pudo tratar con misioneros deseos de evangelizar las nuevas tierras. Al llegar a Cartagena se queda sin trabajo y sin sueldo. No obstante, reparte y socorre a los más necesitados con lo poco que tenía, recorre los templos de la ciudad y busca trabajo para ganarse el pan de cada día.

            En 1620 se dirige hacia Lima. Camina a sus 34 años por la ruta abierta por sus paisanos: Bogotá, Pasto, Quito... Se detiene en Pacasmayo para honrar la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe y llega por fin a Lima. Aquí trabaja como pastor, en San Lázaro, al servicio de Pedro Jiménez Melacho. En 1622 entra como lego dominico en el convento de Santa María Magdalena y se despide de su amo con estas palabras:

Haga la cuenta de la soldada que me debe y dará de ella a las pobres buenas y necesitadas hasta 200 pesos. Lo demás envíelo al portero de la Casa, fray Pablo, para el convento. Yo no le he defraudado en nada. Perdóneme los descuidos que como hombre flaco habré tenido.

En el nuevo convento, se sentirá como pez en el agua. Su compañero, otro santo, san Martín de Porras, el popular Fray Escoba, le animará a seguir practicando su amor fraterno y su humildad. También él era lego y también portero. Los dos llevarán una vida intensa de oración y de penitencia, con la asistencia directa y distribución diaria de alimentos a los pobres que acudían diariamente a la portería. Se privaba de parte de su alimento para repartirlo entre los más necesitados.

El conocido historiador G. Lohmann nos des describe su espíritu penitente: "Su descanso se limita a recostarse de bruces, el rostro apoyado sobre los brazos, arrodillado delante de una imagen de la Reina de los Cielos, en su advocación de Belén, colocada a la cabecera de su cama. Incansable en mortificarse, ceñía permanentemente su cuerpo, oculto debajo del hábito, con unos ásperos cilicios". El mismo dirá:" Jamás le tuve amistad al cuerpo, tratélo como a enemigo; dábale muchas y ásperas disciplinas con cordeles y cadenas de hierro. Ahora me pesa y le demando perdón, que al fin me ha ayudado a ganar el reino de los cielos". Cómo resuenan los ecos de santidad de su paisano Pedro de Alcántara o la nueva tierra abonada en su actual Lima por Santa Rosa (muerta en 1617) Su ascetismo nada tiene de adustez, nace del más puro amor a Dios, de su felicidad de sentirse abarcado por su don: "Muchas veces orando a deshoras de la noche, llegaban los pajarillos a cantar. Y yo apostaba con ellos a quién alababa más al Señor. Ellos cantaba y yo replicaba con ellos".

 

42 años de portero

            Cruzar el océano, 12.000 kilómetros, para desempeñar el cargo de portero no parece encajar en el cuadro de los grandes misioneros. Pero él ha sido el único misionero extremeño canonizado. Desde la portería del convento, de su prosa ordinaria compone un poema heroico extraordinario. Provee el sustento diario de cuantos se acercan a su puerta en busca de socorro. "Al pedir a los ricos para sus pobres, les enseñaba a pensar en los demás; al dar al pobre lo exhortaba a no odiar"- apuntará Pablo VI.

Destaca su filial devoción a la Virgen María. En 1630 se le apareció Nuestra Señora del Rosario en la capilla de su convento con motivo de un temblor de tierra. El mismo Juan contó que Nuestra Señora del Valle, cuya imagen veneraba en el cuadro que tenía en su celda, le había hablado y concedido cuanto le había pedido. Con el rezo del Rosario invocaba a la Trinidad por medio de María. Su contemplación le llevaba a amar a la naturaleza, al prójimo, su vida consagrada. Dios obró por su intercesión varios milagros entre los que sobresalen las constantes multiplicaciones de alimentos. Al finalizar el mes de agosto de 1645 enfermó de disentería. Su celda era visitada por los pobres y los ricos. A su cabecera se hallaba el virrey, marqués de Mancera. Murió el 17 de septiembre de 1645, contaba 6O años. Gregorio XVI le beatificó en 1837 y Pablo VI le canonizó en 1975.

 

 

4. ANA DE LOS ÁNGELES

 

            En 1985 tuvo lugar la inolvidable visita del Papa Juan Pablo II a nuestra Tierra. En aquella oportunidad, ante miles y miles de peruanos, beatificó, esto es, proclamó bienaventurada, a la primera que en Arequipa ha conseguido ese galardón. Nadie como los santos ha sido más solidario, por eso te recordamos tanto en Arequipa, especialmente los días 10 de cada mes. Guiado por la monumental obra de Dante ZEGARRA LÓPEZ: Monasterio de Santa Catalina de Sena en Arequipa y Da. Ana de Monteagudo (Desa, Lima, 1985) y por la visita a tu incomparable campo de santificación, tu monasterio, vamos a recordar lo más sobresaliente de tu dichosa vida.

            Aunque no se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento, estaría comprendida entre los años 1602 y 1606. Fue la cuarta hija de los ocho del matrimonio formado por Sebastián de Monteagudo (natural de Villanueva de la Jara, Cuenca) y Francisca de León (arequipeña, hija del ex-corregidor Juan Ruiz de León). Vivían en unas casas detrás de las huertas y solares del convento de Nuestra Señora de las Mercedes. Su padre era comerciante, agricultor y dueño de una pulpería en el mismo domicilio, y después cerca de la Plaza de Armas, frente al templo de la Compañía. Era familiar del Santo Oficio o Inquisición.

A los tres años fue entregada al Monasterio de Santa Catalina para ser educada por las religiosas. Allí estuvo hasta los 11 años, momento en que se le retiró para desposarla. Según el testimonio del capellán del Monasterio, Marcos de Melia, tuvo una visión de Santa Catalina de Siena por la que un niño, Domingo, le mostraba el hábito dominicano y le llevó al convento. Una vez allí fue acogida con gran alegría por sus maestros. Domingo se encargó de avisar a sus padres que se negaron a aceptar tal gesto; su madre llegó incluso a decir: "Vete allá y no regreses más ni vuelvas a poner pie en esta casa", negándole la dote que tuvo que darle su hermano Francisco, futuro sacerdote.  

Como nombre religioso tomó el de "Ángeles" y renunció todos sus derechos a favor de su hermano sacerdote. Tras la profesión pública en 1619-1620 se dedicó por entero a Dios a la edad de 13-14 años. La superiora era   Dª Ana de los Angeles Gutiérrez, el obispo Pedro de Villagómez. Las inundaciones de 9 de febrero de 1637 provocaron rogativas a Nuestra Señora de la Consolación ante el peligro de inundarse el monasterio.

En 1645 sor Ana formaba parte del Consejo de Madres en tiempos del priorato de Sor Juana de Solís y también le tocó ejercer como maestra de novicias. A fines de 1648 fue elegida priora por un período de tres años; tal evento fue motivo de burla y escarnio por parte de algunas religiosas que la consideraban pobre y sin capacidad para el mando. Sabemos sin embargo por el testimonio de la seglar Francisca de Monteagudo que su discurso de aceptación del cargo maravilló a todas. Nos narra Catalina de Cristo que en tal momento tomó las llaves del convento, las puso delante del Crucifijo del Coro y pidió que le dieran otra responsabilidad puesto que consideraba que no tenía ni capacidad de hablar ni de escribir para acometer dignamente las obligaciones de priora. Tan aceptó cuando escuchó la voz del Crucifijo: "Toma las llaves y gobierna, yo te ayudaré".

Era tan pobre que ni hábito "decente" ni medias ni zapatos tenía. María de Gardenia, laica, natural de San Antonio de Esquilache, y que asistió a la santa en los últimos momentos de su vida, dio testimonio de que al día siguiente recibió la visita celestial de santo Tomás de Villanueva que le avisó de la relajación de alguna religiosa y la responsabilidad que tenía de reformarlas. Algunos aspectos susceptibles de reforma era el "traje de seculares" como las polleras adornadas con hilos de oro, plata y con seda que llevaban las monjas Marta de Zevallos y Francisca de la Cuadra. La priora recogió tales hábitos y los quemó en el horno del pan.

El sacerdote Marcos de Molina dirá que "tanta fue la molestia de las religiosas que aquella misma noche le obstruyeron la puerta de la celda con cuernos de carneros, de modo que al amanecer no podía salir". A tanto llegó que quisieron envenenar a la madre. El sacerdote le preguntó su situación y recibió la siguiente respuesta: "si algunas veces le vinieron impulsos de venganza, las reprimió para no sobrepasarse en lo que debía hacer como superiora y aquellos que merecían el castigo trataban de mitigárselo en cuando era posible, lo que muchas veces hizo que las religiosas aumentaran en su ira".

 

Hasta la cocina

            De tales hechos tuvo conocimiento el obispo Pedro de Ortega. Alguna religiosa hasta llegó a quejarse de que la priora no les daba de comer. El prelado se presentó por sorpresa y se llegó hasta la cocina, allí encontró a sor Ana de los Ángeles preparando la comida. El obispo degustó y aprobó la comida. Pasó al refectorio y comprobó que las raciones eran abundantes.

Como Priora no tuvo temor en reclamar la puntual observancia de la Regla y las Constituciones que las monjas habían profesado vivir. Debido a la austeridad impuesta a mediados de 1650 cayó enferma siendo reemplazada por Ana de Tapia.

            Tuvo una devoción especial por las almas del purgatorio que según sor Catalina de Cristo (Butrón) fue motivada por un libro sobre San Nicolás de Tolentino a quien ella procuró imitar. Dejó todo el dinero de sus legítimas. Así contagió a sacerdotes que celebrasen misas. Sus predilectos eran las almas de los indígenas. Sor Juana de Santo Domingo relató que Pedro Indio perdió las ovejas y, estando en la ciudad, se refirió el hecho a la santa indicándole dónde debía buscarlo. Tal devoción le llevó - un día de ayudado obligado- a decir a sor Juana de Santo Domingo: "Ve al torno que yo rezaré a las almas del purgatorio para que traiga alimentos para comer. Al llegar allá se encontró con la provisión de 8 panes, harina, queso y mantequilla".

Una sobrina suya, María de Pastrana, hija de su hermana Mariana y Gabriel López de Pastrana, tuvo una hija de soltera, de Juan Alfonso de Bustamante, llevando una vida disoluta. A la edad de 25 años fue llamada por su tía, se arrepintió e incluso ingresó en el monasterio como religiosa el 4 de abril de 1678, con el nombre de María de la Concepción.

            Parece ser que tenía en su celda un gallo para -según su testimonio- recordar que al igual que san Pedro era una pecadora y que estaba muy necesitada de conversión. Su celda era muy sencilla y contaba con una frazada y un colchón roto.

Varios prodigios relacionados con el anuncio de hasta 68 profecías que testificaron los obispos Pedro de Ortega, Gaspar de Villarroel y Fr. Juan de Almoguera. Uno de los prodigios fue el descubrir la presencia de un pintor que había sido introducido a escondidas por el Licenciado Diego de Vargas y al que reprendió pues "un simple saco de huesos" no merecía nada y que "estas cosas se dejan solo para las santas". Al final de su vida quedó ciega y con fuertes dolores de hígado con abundantes sudores. Cuando la visitaban besaba las manos con gran cariño sintiéndose indigna de tales visitas. La enfermedad llegó a producirles dolores de gargantea, profundos sopores, retención de orina y altibajos de tensión. El 10 de enero de 1686 entregaba su alma a Dios con grandes signos sobrenaturales, entre otros, que pese a haber encalado su cuerpo para acelerar la corrupción, el obispo Antonio de León comprobó que estaba incorrupto. De la fama de su santidad da cumplida cuenta el propio sermón fúnebre pronunciado por el jesuita Juan Alonso de Zereceda. El milagro definitivo para su beatificación fue el operado en María Vera de Jaurín curada en 1931 de un tumor canceroso. Juan Pablo II, en su visita a Perú, la beatificó el 2 de febrero de 1985, destacando lo siguiente:

 

"En ella admiramos sobre todo a la cristiana ejemplar, la contemplativa, monja dominica del célebre monasterio de Santa Catalina, monumento de arte y de piedad del que los arequipeños se sienten con razón orgullosos [...] Todos encontraron en ella un verdadero amor. Los pobres y humildes hallaron acogida eficaz; los ricos, comprensión que no escatimaba la exigencia de conversión; los Pastores encontraron oración y consejo; los enfermos, alivio; los tristes, consuelo; los viajeros, hospitalidad; los perseguidos, perdón; los moribundos, la oración ardiente".

 

 

5. ASCENSIÓN GOÑI. FUNDADORA DE LAS DOMINICAS DEL ROSARIO

 

Española de origen navarro, la Madre Ascensión del Corazón de Jesús --Florentina Nicol Goñi, nació el 14 de marzo de 1868 en Tafalla. Ingresó en las religiosas dominicas de la Tercera Orden de Huesca, fue profesora y directora del colegio anexo al monasterio. En Perú ayudó al obispo dominico monseñor Ramón Zubieta en la fundación de las Hermanas Dominicas del Santísimo Rosario, de las que fue la primera superiora general. El 24 de febrero de 1940 falleció en Pamplona (España).

Nace en Tafalla, Navarra ( España) en 1868. Ingresa en el Convento de clausura de las Dominicas de Huesca a los 17 años. A los 45 años de edad, misionera en la selva peruana. Muere el 24 de febrero de 1940.

Sus padres Juan Nicol Zalduendo y Águeda Goñi Vital ya tenían tres hijas: Concepción que había cumplido los diez años, Luisa que tenía cuatro y Marcelina tres. Y como había hecho con las mayores, en cuanto la pequeña vio la luz del velón o del candil. del 14 de marzo de 1868, decidieron bautizarla al día siguiente.

El establecimiento familiar denominado "Alpargatería Nicol" o popularmente "Casa Mencho" estaba muy bien situado en el Camino Real (actual calle de Severino Fernández), pues por él pasaban tanto los arrieros como sus recuas de mulos, los carros y tartanas que atravesaban el pueblo, como los labradores que se dirigían a los campos conduciendo sus yuntas de bueyes. Todos ellos eran los buenos parroquianos del bien surtido almacén de alpargartas, espatos, serones, aperos de garrafas y botas de vino...

La vida transcurrió feliz en el hogar de los Nicol hasta noviembre de 1872, porque el mes de los muertos se llevó uno más: el día 15 fallecía Agueda Goñi. Tenía tan sólo 32 años y llevaba 15 de casada. El lugar vacío de la madre no podía ser reemplazado, pero afortunadamente la hija mayor iba a cumplir los quince años: edad suficiente para poder atender la casa y cuidar de su padre y de sus hermanas lo que en medio del dolor suponía aun alivio para Juan. Pero Concepción era joven y la ley de la vida se impuso y se casó con un sargento isabelino.

Nuevos quebraderos de cabeza para el padre viudo porque los nueve años de Luisa eran muy pocos para convertirla en ama de casa. Los amigos y las comadres le aconsejaron y buscó una esposa que fuera madre de sus hijas y la encontró en María Palacios. Era viuda como él y desde el primer momento supo hacerse querer de todos y llenar el vacío de la madre muerta. Según, declaran todos los que la conocieron fue una santa mujer. Madre Ascensión dirá siempre de ella: "No me hubiese querido más mi propia madre".

En Tafalla todas las niñas iban a "las maestras, para aprender los conocimientos humanos y a la catequesis de la parroquia para que el señor cura les enseñara los divinos. Siempre jugaba un rato en la plaza hasta la hora del rosario familiar, bajo la mirada perdida, cargada de añoranzas, de los ancianos que tomaban el sol bajo los soportales. Flori, apacible y dulce, era el centro del animado grupo, pues sabía proponer en cada momento el juego más divertido.

Un día de 1878 el correo trajo una carta para Juan. La firmaba su prima, Madre Martina Zalduendo, religiosa del convento de las Carmelitas Calzadas de "las Miguelas de Huesca. En ella la tía monja le ofrecía encargarse de completar la educación de sus sobrinas. Luisa y Marcelina se alegraron con la idea. No quería ser menos que las amigas que ya estaban internas en algún colegio de religiosas, como había impuesto la costumbre. Al poco tiempo cumplió los diez años y recibió la primera comunión y al año siguiente en la casa hubo de nuevo lazos puntillas y baberos: había nacido Juan, el único hermano varón y el preferido de las hermanas.

Flori ya no jugaba en la plaza, iba siendo mayor y no estaba bien que saltara y corriera como una chicuela. Sus padres comentaban que Flori no podía ser menos que sus hermanas En Huesca cerca de la Miguelas estaba Santa Rosa colegio de media pensión, escuela normal de la Iglesia de la que dependía una pequeña escuela gratuita donde las normalistas realizaban las prácticas de enseñanza escuela Dominical para sirvientas y colegio internado que era el más numeroso . Tantas actividades eran atendidas por las religiosas dominicas que formaban el Beaterio de Santa María Magdalena y Santa Raso fundado a comienzos del siglo XVIII. El 12 de diciembre de 1883, cuando Juan Nicol dejó a su hija pequeña en Huesca a Flori se le cayó encima aquel colegio tan feo" (las Obras de ampliación acaba de comenzar y la parte no sería inaugurada hasta 1886). Tenía 15 años y se encontraba por primera vez encerrada entre cuatro paredes sin poder volver a la casa hasta terminar los estudios, pues las vacaciones no existían. Era no ver a su familia a través de las rejas del locutorio, como monjas y con las monjas. Era recibir sus obsequios por el torno y... para ella ¡era no volver a coger en brazos a Juanito!

Pero junto a esto habrá un comportamiento inmejorable. Pronto se adaptó a la nueva vida. Era la alumna preferida de las profesoras y la compañera ideal de sus condiscípulas. Flori aquí, lo mismo que en Tafalla, era el alma de las clases y de los recreos, porque tenía una inteligencia nada común, era bondadosa, alegre, responsable de su deber, dispuesta siempre a ofrecer su ayuda, con una sonrisa. Tenía una personalidad que arrastraba por su alegría y sus dotes de mando que cuando rogaban en realidad exigía. Pero estas condiciones no manifestaban una vocación religiosa y las madres del colegio no pensaron nunca que siguiera el ejemplo de sus hermanas, a las que de vez en cuando, acompañada por la demandadera del colegio, iba a visitar a su convento.

- ¿Quieres ser religiosa como nosotras Flori? -le preguntaban.

- No. Nunca lo he pensado era la contestación invariable.

Sin embargo un día, cuando las alumnas charlaban en grupos en el patio a la salida de clase, al hilo de la conversación Flori dijo con todo empaque: Yo seré religiosa ¿Tú? -Todas rieron la ocurrencia y ella afirmó con soberbio desafío: Aunque no la creáis, ya veréis como seré religiosa.

Al cabo de dos años de internado, en febrero de 1885, sus padres fueron a recogerla. ¿Había llegado a sus oídos la categórica afirmación de su hija, o consideraban que podían dar por, terminados sus estudios? Ya tenía 17 años y sabía hacer primorosas labores y había adquirido unas nociones de cultura general más que suficientes para el papel que le tocaría desempeñar en el pueblo al convertirse en madre de familia. Pues, si bien es cierto que en Santa Rosa funcionaba la Escuela Normal, Flori no se graduó como maestra.

Ella dirá que "Dios se valió de mi amor propio decía después con gracia para darme el inestimado don de la vocación religiosa, para darme la verdadera felicidad, de tal forma que no hubo un día triste para mí desde que me consagré a Jesucristo".

Dios la esperaba dentro de la clausura y a Él se entregó con toda la ilusión diecisiete años, toda la generosidad de su juventud, con todo el empeño de su carácter fuerte y tenaz, y con todo el ardor de su corazón apasionado. Días después, el 22 de octubre, Flori vistió el hábito blanco de la Orden Dominicana pues, cuando las aspirantes había estado internadas en el colegio y las habían podido conocer su carácter, y aptitudes, se les dispensaba fácilmente del tiempo de postulantado. El noviciado fue para ella un período de fervor sensible. Los años no pasaron en balde. Su vida tranquila y metódica de profesora del colegio continuó sin más cambios que haber trocado la clase de labor por la que hoy llamaríamos de cultura general, pero los impulsos de su juventud habían dejado paso a una actitud reposada y reflexiva y a una serenidad a toda prueba.

Pero su vida interior, aspiraba a más, quería darse a Dios en una entrega , más completa, alcanzar la unión rápidamente por la contemplación y el sacrificio, y por dos veces intentó pasar a la austera Segunda Orden Dominicana En 1907, cuando se acercaba a los 40 años, fue directora de la Media Pensión y desde entonces se llamaría Madre Ascención.

Ya no daba clase pero no dejó la preparación de las pequeñas para hacer la primera comunión y cuando sonaba la campana de salida y todas las niñas se reunían en el oratorio delante, de la imagen de la inmaculada que todavía sigue recibiendo los homenajes y el cariño de las, alumnas de "Santa Rosa ", Madre Ascensión en su papel de directora, arrodillada en el último banco dirigía el rezo del rosario y la explicación del Evangelio, el comentario oportuno a las faltas que había observado, los avisos necesarios, el detalle informativo .... su trabajo semanal se completaba el domingo en la Escuela Dominical para Sirvientas, dando catequesis y dirigiendo al grupo de las antiguas alumnas que dedicaba unas horas a enseñar cultura general y corte y confección a un grupo de muchachas de servicio doméstico.

Todos los veranos la comunidad hacía ejercicios espirituales. En uno de ellos Dios le inspiró al padre director una frase que fue una revelación para ella: "sufra mi corazón y sea Dios glorificado".

Cuando llegó el año 1912, de tanta trascendencia para el convento de Santa Rosa, Madre Ascensión destacaba entre las religiosas por su espíritu de mortificación y piedad contagiosa y sobre todo por su exquisita caridad fraterna. Una hermana le había dedicado unos versos, que han sido considerados siempre como su norma de vida IDEAL, que no es tan sencilla como parece, porque su cumplimiento supone una vida constantemente sacrificada en un olvido continuo de sí misma por el amor lo que la rodeaban: "Mi anhelo es ver felices a los que amo".

Este año, cuando faltaba un mes para el asesinato del presidente de gobierno Canalejas, el ministro de Instrucción Pública hizo desaparecer las Escuelas Normales, entre ellas la regentada por Madre Ascensión. .Ella escribió una carta al mundo entero ofreciendo trabajo. Al año siguiente, se presentó el P. Ramón Zubieta en la portería del colegio:

Soy un misionero del Perú, de la Prefectura Apostólica de Santo Domingo de Urubamba y Madre de Dios, y vengo para hablar de misiones.

Al poco tiempo el Padre fue nombrado obispo y a los pocos meses zarpaban todos para Perú. Viven por más de un año en el Beaterio de Nuestra Señora del Patrocinio y el 16 de junio de 1915 partía la primera expedición misionera de mujeres para la Selva. El Callao-Mollendo-Arequipa-Cuzco-Tirapata-Astillero-Puerto Maldonado.

Allá comienzan a entablar amistad con la gente. Fundan un colegio internado para niñas. Madre Ascensión vivirá feliz: Unas veces tendrá que dejar su celda para una joven machiguenga, otras tendrá que aguantar la pobreza de la casa que con 18 internas y sin ninguna subvención carecía hasta de lo más necesario. Sin embargo, ella escribe: ¡Cuánto bien se hace, Madre mía, en nuestra Misiones y qué cerca del cielo se siente el ama en esas apartadas regiones!"

Al pasar por Lima, el Maestro General de los Dominicos, P. Luis Theissling les aconseja que creen una congregación nueva. Monseñor Zubieta y Madre Ascensión dan forma a las Constituciones el nuevo instituto llamado "Congregación de Hermanas Misioneras Dominicas del Santísimo Rosario". En ese momento, 5 de octubre de 1918, Madre Ascensión contaba con 50 años y será elegida como Priora General por 22 años, hasta su muerte.

En 1920 regresa a España y viene con un nutrido grupo de misioneras. En Lima, el 19 de noviembre de 1921, tiene que sufrir un duro revés, la muerte de Monseñor Zubieta.

A partir de este momento Madre Goñi tiene que actuar en solitario. Dios bendice el Instituto y se expande por España, Centroamérica y, sobre todo, Perú. En 1932 llegarán a China y Portugal.

Ante las graves noticias de España estará presente durante la Guerra Civil de 1936 a 1939. El 24 de febrero de 1940, 20 días antes de cumplir los 72 años de edad, el Señor la llamó a su presencia. Tres meses más tarde, el 21 de mayo, las Constituciones eran aprobadas definitivamente. Hoy están presentes en 12 provincias y cuentan con más de 800 religiosas por los cinco continentes. Tras el Concilio Vaticano II, en fidelidad creativa a su carisma han colocado sus acentos en  la vida de fraternidad, la  encarnación en las diferentes culturas y la solidaridad con los que sufren mayor pobreza y marginación.

El 14 de mayo del 2005 fue beatificada. El Papa Benedicto XVI recordó a Ascensión del Corazón de Jesús (1868-1940), cuyo nombre de pila era Florentina Nicol Goñi, cofundadora de las Hermanas Dominicas Misioneras del Santísimo Rosario, instituidas para la evangelización de las tribus amazónicas. Dirigiéndose a estas religiosas, el Santo Padre les invitó a seguir su ejemplo, manteniendo «viva la experiencia de la cercanía de Dios en la vida misionera». Citó a la beata, a quien le gustaba decir: «qué cerquita se siente a Dios», El Santo Padre saludó a los peregrinos del Vicariato de Puerto Maldonado y de otras regiones peruanas, «que vieron florecer un fruto precioso de genuina evangelización, cultivado con esmero especialmente por manos femeninas».Dirigió también unas palabras a los peregrinos de Navarra, tierra natal de la nueva beata, y de otras partes de España, «donde la semilla de la fe ha calado muy hondo y ha dado tantos misioneros en todas las partes del mundo». «Que ella interceda ahora por todos vosotros, para que llevéis al mundo la luz que dio esplendor a su vida y gozo a su corazón», deseó.

 

MÁRTIRES DOMINICOS PERUANOS EN LA GUERRA ESPAÑOLA DEL 36

El 28 de octubre de 2007 tuvo lugar un acontecimiento extraordinario la beatificación más numerosa realizada en la historia de la Iglesia Católica, con religiosos de diferentes congregaciones (dominicos, adoratrices, agustinos, marianistas, maristas, salesianos, entre otras) cuyas causas provienen de casi todas las diócesis españolas. Con esta beatificación, son de momento, 977 los mártires españoles beatificados por la Iglesia Católica, entre los miles a quienes se dio entonces muerte violenta por su fe católica. El prefecto de la congregación para la causa de los santos, Card. José Saraiva Martins en la homilía de la misa de beatificación destacó el logotipo de la beatificación que tuvo como elemento central una cruz de color rojo, símbolo del amor llevado hasta derramar la sangre por Cristo. Acompaña a la cruz una palma estilizada, que intencionalmente se asemeja a unas lenguas de fuego, en la que vemos representada la victoria alcanzada por los mártires con su fe que vence al mundo (cfr. 1 Jn 1, 4), así como también el fuego del Espíritu Santo que se posa sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, y asimismo la zarza que arde y no se consume con una llama, en la que Dios se presenta a Moisés en el relato del Éxodo y es expresión de su mismo ser: el Amor que se da y nunca se extingue. Estos símbolos están enmarcados por una leyenda circular, que recuerda un mapa del mundo: "Beatificación mártires de España". Dice «mártires de España» y no «mártires españoles», porque España es el lugar donde fueron martirizados, y es también la Patria de gran parte de ellos, pero hay también quienes provenían de otras naciones, concretamente de Francia, México y Cuba. En cualquier caso, los mártires no son patrimonio exclusivo de una diócesis o nación, sino que, por su especial participación en la Cruz de Cristo, Redentor del universo, pertenecen al mundo entero, a la Iglesia universal. Los mártires se comportaron como buenos cristianos y, llegado el momento, no dudaron en ofrendar su vida de una vez, con el grito de «¡Viva Cristo Rey!» en los labios. A los hombres y a las mujeres de hoy nos dicen en voz muy alta que todos estamos llamados a la santidad, todos, sin excepción, como ha declarado solemnemente el Concilio Vaticano II al dedicar un capítulo de su documento más importante –la Constitución Lumen gentium, sobre la Iglesia– a la «llamada universal a la santidad». ¡Dios nos ha creado y redimido para que seamos santos! No podemos contentarnos con un cristianismo vivido tibiamente. Por su parte, Monseñor Carlos López Hernández, Obispo de Salamanca, declaró que. "al beatificar a los mártires la Iglesia no pretende acusar a nadie, sino presentarlos a los creyentes de hoy como modelos de fidelidad y a la sociedad española actual como invitación a la reconciliación y a la paz por el amor y el perdón sin límites". Al respecto, el portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Monseñor Juan Antonio Martínez Camino expresó "no nos extraña que haya lecturas políticas equivocadas, siempre se equivocaron quienes hicieron una lectura puramente política de un hecho netamente religioso. Pero es la ley de la historia. A los mártires de la primera época del Cristianismo, que daban su vida por Cristo, se les clasificaba como traidores a Roma; y a los mártires de la Revolución Francesa se les clasificaba como traidores a la Revolución; y a los mártires del sigo XX en Rusia, centro Europa o España, como gente que dificultaba el avance de la historia".

Uniéndose a las celebraciones por la beatificación de 498 mártires españoles el Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne celebró el pasado lunes 29 de octubre del 2007, una Misa en el Santuario de Santa Rosa al mediodía. Por su parte, la Orden de los Dominicos en Arequipa (Perú) celebró una Misa de Acción de Gracias por la reciente beatificación, junto a 497 del mártires de la persecución religiosa en España, Fray José Luis Palacio Muñiz, quien fue Prior del convento de la Orden en esta ciudad en el año1910. En la Eucaristía, celebrada el domingo 28 de octubre a las 8:00 a.m. en la iglesia de Santo Domingo en Arequipa, los religiosos agradecieron a Dios por el regalo de la beatificación. El actual Prior de la Orden en la ciudad, Fray Rodolfo Luna, señaló que esta beatificación "nos invita a dar gracias a Dios Padre, por fortalecer nuestra fe con el testimonio de quienes entregaron su vida por amor". "Es una gracia para la Iglesia y los dominicos del mundo, que vemos en los mártires signos de esperanza y el testimonio de una existencia vivida en la fidelidad cotidiana al Dios de la vida, que camina junto a nosotros", indicó el religioso. De los casi 500 mártires españoles, 64 eran religiosos, religiosas y laicos de la Orden de Santo Domingo, y cuatro de ellos fueron misioneros en el Perú. Aquí una breve reseña de estos cuatro religiosos:

6. Fray Vicente Álvarez Cienfuegos, nacido en San Martín, Asturias, España, el 29 de abril de 1863. Tuvo dos hermanos dominicos. Profesó en Corias (Asturias) el 20 de septiembre de 1878 y ordenado sacerdote en 1886. Enseñó Filosofía en Corias y Teología en Salamanca. Fue elegido provincial de 1904 a 1908 y de 1914 a 1918. Siendo provincial de la Provincia Dominica en España aceptó para su provincia las misiones de Urubamba y Madre de Dios; fundó la escuela apostólica de Villava para la formación de misioneros destinados a América y estableció otra en Caleruega, cuna de Santo Domingo de Guzmán. Fue promotor principal de la obra "Vocaciones Dominicanas". Por dos veces fue prior del convento del Olivar, de Madrid; era muy asiduo al confesonario y gran director de almas y asesor del obispado de Madrid. Su convento fue asaltado el 20 de gosto; pudo huir y encontró acogida en varias casas en las que llevó una intensa vida de piedad; el 22 de agosto de 1936 fue arrestado por su condición de religioso. Anciano -73 años-, encorvado y silencioso, fue llevado a la checa de Génova de la calle Montesquinza, de donde lo sacaron para el martirio el 25 de agosto de 1936. Con fortaleza de espíritu y resignación extraordinaria entregó su alma al Señor, ofreciéndolo todo por las misiones del Perú.

7. Fray José Luis Palacio Muñiz, nacido en Tiñana, Siero, Asturias, España, el 20 de mayo de 1870. Tuvo un hermano sacerdote y una hermana religiosa de clausura. Fue ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1899 y ese mismo día se ofreció al Vicario Apostólico de Urubamba y Madre de Dios (Perú), Mons. Ramón Zubieta y Les para la misión del Urubamba y Madre de Dios. Se entregó a la misión en la selva Amazónica durante doce años. Era de carácter suave, pacífico, humilde, piadoso. Resentida su salud, se incorporó a la provincia de San Juan Bautista de Perú. En mayo de 1910 fue elegido Prior del convento de Santo Domingo de Arequipa, aunque siempre seguía haciendo visitas misioneras a sus queridos indios de Urubamba. Al caer enfermo regresó a España en 1921, donde se ocupó de actividades apostólicas en el convento del Rosario de Madrid hasta 1932. Este año pasó a Ocaña y en 1935 se le confió la capellanía de la casa residencia de Nambroca (Toledo) donde los trabajadores lo tuvieron por un santo. Detenido por los milicianos, lo expulsaron de la casa junto con otros tres religiosos de la comunidad.  Cuando pretendían tomar un tren, el 25 de julio de 1936 fue fusilado con otros compañeros junto a la estación ferroviaria de Algodor (Madrid) y enterrado junto a la ribera del Tajo. Tenía 66 años.

8. Fray Jacinto García Riesco, nacido en Somiedo, Asturias, España, el 28 de agosto de 1894. Profesó como Hermano Cooperador el 2 de julio de 1921 y fue misionero en Perú, en Urubamba y Madre de Dios, acompñado del P. Gerardo Fernández hasta 1932. Estuvo en Quillabamba, Maldonado, Patiacolla y de 1927 a 1932 en el santuario de Santa Rosa de Lima. Limitado por una enfermedad tuvo que regresar a España. En 1933 se encuentra en San Esteban de Salamanca y posteriormente fue destinado al convento de Atocha, en Madrid. Lo recuerdan muy recogido y silencioso, en constante presencia de Dios, buenísimo y agradable, desempeñando su oficio en la portería y cocina, y muy caritativo con los pobres. El 20 de julio de 1936 fue detenido y ultrajado, junto con el prior P. Luis Furones. Fue martirizado en la calle Granada, de Madrid, cerca del convento,  perdonando a sus ejecutores. Tenía 41 años.

9. Fray Manuel Gutiérrez Ceballos, nacido en Torrelavega, Cantabria, España, el 4 de febrero de 1876. Huérfano de padre, estudió en la escuela apostólica de Caldas de Besaya y posteriormente hizo el noviciado y la profesión en Padrón (La Coruña). Cursó la teología en Salamanca y se ordenó como sacerdote el 25 de febrero de 1899. A partir de 1900 fue misionero por diferentes pueblos de España Vino al Perú con el deseo de integrarse a las misiones del Amazonas, pero debido al gran éxito en la predicación (tenía el título de "Predicador General") lo retuvieron en Lima de 1913 a 1917, fecha en que pudo regresar a España. En la Península Ibérica fue destinado a Las Caldas de Besaya, su tierra. En 1923 fue trasladado al convento del Olivar, de Madrid. En 1924 fue superior de la casa de Pamplona. En 1926 pasó al convento de Atocha, Madrid. En 1927 pasó a desempeñar la cátedra de elocuencia sagrada en San Esteban de Salamanca. En 1932 se incorporó al convento de Valladolid; en 1933 al convento de San Pablo de Palencia. En marzo de 1936 regresa de nuevo a Las Caldas de Besaya.

Fue un predicador excepcional; tenía la cosotumbre de confesarse antes de subir al púlpito. Fue detenido con toda la Comunidad y con ella sufrió el martirio la noche del 22 al 23 de diciembre de 1936, en la bahía de Santander. Tenía 60 años.

10. Siervo de Dios P. José Álvarez, APAKTONE (1890-1970)

Fray José Alvarez Fernández nació en Cuevas, Belmonte de Miranda (Asturias), en el Norte de España, el 16 de mayo de 1890. Fue ordenado sacerdote el 26 de julio de 1916 y el 24 de diciembre del mismo año se embarcó para el Perú a dónde llegó el 21 de enero de 1917. Vivió en las selvas amazónicas durante 53 años, hasta su muerte, en Lima, el 19 de octubre de 1970. Su vida es modelo de entrega y sacrificio por amor a los más necesitados. Realizó cientos de expediciones por los ríos y selvas del Departamento de Madre de Dios para predicar el Evangelio. Por su amor y heroísmo incomparables, su cariño y simpatía hacia todos, ha merecido ser llamado por los indígenas de la selva con el nombre de APAKTONE "papá anciano".

A lo largo de este siglo que termina, surcó los ríos de la selva peruana la señera figura del P. José Álvarez el "Apaktone" (papá anciano) como fue nominado por el compañero indígena que le defendió. El 1 de agosto de 2000 se introdujo en el Arzobispado de Lima su causa de Canonización. Todos los primeros miércoles de cada mes se celebra, a las seis de la tarde, en la Basílica del Santuario de Santa Rosa una misa para pedir a Dios por la pronta beatificación del "Apaktone".

Pacificador de los pueblos amazónicos, él mismo nos dejó escrito su testimonio de una vida entregada a las misiones en una hojita que encontramos en su libro de rezos.

"Recibí el Orden Sacerdotal el 26 de Julio de 1916. Canté la primera Misa el 4 de Agosto de 1916. Llegué al Perú el 21 de Enero de 1917. Las circunstancias de mis primeros encuentros con los nativos fueron el estado de beligerancia, hostilidad y persecución que desde tiempo inmemorial tenían con ellos los caucheros e industriales; choques y odios a muerte de unas tribus con otras debido a lo cual se había creado un estado de miedo y aborrecimiento pavoroso hacia ellos, y la menor idea de internarse en la selva, morada de las tribus, para llevarles un mensaje cristiano era, si no utópico, sí considerado arriesgadísimo.
Llegué hasta ellos y fue tal el asombro que les causó al verme, a mí, solo entre ellos, hablándoles en su lengua, que logré lo que nadie había soñado, calmar odios, allanar miles de dificultades e ir planeando las bases de pequeñas misiones. Los primeros contactos fueron con los de la tribu Huaraya; siguió la Toyeri e Iñapari y en 1940 emprendimos las exploraciones al río Colorado con los hasta entonces "feroces" Mashcos.
En mis planes, con el auxilio de Dios, no habrá cambios jamás. Como buen soldado siempre en la brecha, o aquí en Lima curándome de mis quebrantos, pero siempre alerta a la voz de mando que me ordene o me permita volver a mis bosques al lado de mis hijos de la selva, mis princesas y sarnositos; o aquí al lado de Santa Rosa en donde siempre he encontrado a manos llenas medios espirituales y materiales para seguir mis planes misionales mientras el Señor me dé vida."
Fr. José Álvarez, O.P.

Escribía así en 1921 al director de la revista "Misiones Dominicanas del Perú"

"M.R.P. Director de la Revista "Misiones Dominicanas del Perú".

Mi querido y respetado Padre:

Aquí me tiene de nuevo en San Lorenzo, de regreso de mi larga excursión a través de las fronteras del Perú y Brasil, que duró tres meses y medio.

Vengo muy otro del que he salido.- Las desgracias, los contratiempos, los sufrimientos de alma y de cuerpo, o lo que es igual, la experiencia de lo que es la vida del misionero, me han cambiado. Nuestro destino pide una resignación grandísima.- Eso de ver agotados todos mis esfuerzos, frustradas mis esperanzas y mis dorados ensueños y mis más fervientes entusiasmos sin realización sensible y exterior, más o menos satisfactoria, Ud. comprende mi querido Padre, que es para dejar el alma sumergida en amarguras y quebrantado el corazón.

Sin embargo, no crea que esta fase dolorosa de mi vida, por la que ahora estoy pasando, sea un estado de abatimiento, no: es solo de dolorosa tristeza; de total desconfianza en mis propias fuerzas, y de abandono absoluto en la providencia divina.- En el Padre de las misericordias, que nos ha creado a todos, sin distinción de razas ni pueblos, igual salvajes que civilizados, para gozar junto a El la eterna e inmarcesible dicha de los bienaventurados.

¿Qué provecho me pudiera venir de la desconfianza ante el resultado de mis inútiles esfuerzos? Mejor haré en recordar y adorar los inescrutables designios de la sabiduría de Dios, que conduce todas las cosas a sus últimos fines por caminos totalmente desconocidos a nuestros pobres alcances. En orar y sacrificarme porque solamente la oración y el sacrificio salvan el mundo: esperando con fe absoluta y total resignación la hora señalada por la voluntad de Dios para ver el resultado de nuestras oraciones y el fruto de nuestros esfuerzos, contemplando en la gloria del cielo la eterna felicidad de los que hoy llamamos nuestros desventurados hijos del desierto. Este será nuestro último triunfo y nuestra mejor recompensa."