domingo, 6 de abril de 2025

BASIDA, MI SEGUNDA PLACENTA. Clemente Aguilera, 2024, 130 pp

Este sábado 5 de abril del 2025, en el marco del 29º aniversario de Basida-Navahondilla "Agarrados a la vida" he tenido el gozo de asistir a la presentación del libro "Basida. Mi segunda placenta". Su autor, Clemente Aguilera Flores, gran amigo de mis días de voluntario en esta casa y con quien he compartido las vivencias del libro. La editora, entusiasta, Guadalupe Romero, a quien pude conocer en el evento. Las ilustraciones de Alex Miclan

Comienza con un sencillo prólogo. Las 130 páginas se articula en tres grandes apartados con simpáticos títulos "La buena", "La no tan buena", "La mejor". Es la trayectoria de su fascinante vida de aventura que "ve un puntito de luz", cuando tras el túnel oscuro en que perdió, llegó a BASIDA providencialmente. De la 115 a la 125 nos narra la historia de las tres casas de Basida y termina con "algunas frases y buenos consejos" que son la quintaesencia de la vida saboreada y compartida de Clemente (pp.126-128); bueno, el fin es una invitación a que el lector se implique y escriba y el superfin es la simpática despedida con el infaltable buenhumor que le acompaña.

Y, lo mejor, lo que se consiga con la venta va cien por cien para BASIDA, su segunda placenta, su Cielo en la tierra.

Gracias, Clemente, ¡enhorabuena! Amigos no se lo pierdan y compartan esta vida, relatada de modo tan sincero y abundante.

Les comparto su testimonio escrito en "Sencillamente" (Diciembre 2023, nº 33, p.38)

BASIDA = MI SEGUNDA PLACENTA.

Nací en Cabra, pueblo de Córdoba, en 1950, y me pusieron de nombre Clemente como mi padre. Cuando tenía cuatro años y ya éramos muchos en casa, nos trasladamos a un piso de Madrid. Al poco tiempo, me llevaron a un internado de monjas; luego, a otro internado, hasta que por edad no podía seguir y  me inscribieron en un colegio estatal. La familia había crecido ya hasta llegar a 17 los hermanos.  

Aproximadamente, cuando tenía unos catorce o quince años, nos juntábamos un grupito de amiguitos del barrio, nos íbamos al cine, al baile etc. Entre el grupito había una vecinita que me gustaba y, con el tiempo, noté que ella me miraba de una manera diferente. Cuando salíamos los domingos, era mi sombra, le contaba chistes y ella se partía de risa. Éramos inseparables por lo que la relación se convirtió en un amor, ¡de verdad!

 Recién cumplidos los dieciocho años, me saqué el carnet de conducir y me compré a plazos una moto Vespa 125 c. c., luego vendría una citroén.   Aunque trabajé de botones en la adolescencia, mi trabajo tuvo que ver siempre con el tema de la construcción; se me daba tan bien, que siempre solicitaban chaperones así que me puse por a trabajar por mi cuenta, llegando a tener una secretaria y dos chavales conmigo; si algún domingo salía un urgencia la tenía que hacer yo. Fui prosperando en el trabajo, llegando a ir fuera de Madrid, hasta Barcelona. Y tantas veces ocurrió que mi novia -con mucha razón- se cansó y me dejó. No pasado mucho tiempo lo volvimos a intentar, pero no funcionó. Me sentí tan deprimido que -con veinticinco años- me lié la manta a la cabeza, lo dejé todo y firmé tres años en la legión.

Ni que contar las aventuras vividas por las tierras africanas de Melilla. Como siempre me ha gustado meterme de lleno en el asunto, fui instructor, participé en varias operaciones especiales y mis superiores me pidieron que renovase. Pero, la verdad, es que cuando cumplí los tres años que firmé, añoraba regresar a mi casa y enseguida lo hice. Retomé mis trabajos y enseguida me dispuse a ganar mucho dinero; alguna chiquita que otra, pero nada cuajó, porque yo casarme por casarme y no quedarme soltero no entraba en mi convicción y poco a poco me fui picando con el alcohol, hasta el punto de perder la cabeza. Me convertí en un mendigo, un pordiosero, tirado por las calles.

En tales condiciones, necesitaba una ayuda especial. Los médicos le aconsejaron a mi familia que me ingresaran en un Hospital de salud mental. La le dio las señas de BASIDA, casa de acogida donde conocía a la directora y ella misma se encargaría de hablar en su nombre.

Concretamente, el día uno de noviembre hace diecisiete años se me abrieron las puertas de BASIDA y poco a poco volví a ver la luz, pero von muchísima mas claridad que cuando mi madre me trajo al mundo.

BASIDA nunca jamás se acabará porque siempre habrá alguien que coja las riendas y hacia delante seguirá. Esta es mi auténtica realidad.

 Clemente Aguilera Flores

domingo, 16 de febrero de 2025

ENCUENTRO DE SACERDOTES MISIONEROS ESPAÑOLES EN AMÉRICA República Dominicana, 27 al 31 de enero de 2025. P. Jaume Benaloy. DÍA DE LA OCSHA

ENCUENTRO DE SACERDOTES MISIONEROS ESPAÑOLES EN AMÉRICA

República Dominicana, 27 al 31 de enero de 2025

 

 

 "Hermanos sacerdotes en una Iglesia sinodal y misionera"

 

En Santo Domingo, capital de República Dominicana, del 27 al 31 de enero de 2025, nos hemos reunido 1 obispo y 21 de los 138 sacerdotes misioneros españoles, actualmente activos de la OCSHA (Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana), procedentes de Argentina, Brasil, República Dominicana, Honduras, Estados Unidos, Venezuela y Perú, acompañados por el Obispo coadjutor de la Seu d'Urgell, D. Josep Lluís Serrano, y D. José María Calderón Castro, en representación de la Comisión Episcopal de Misiones de la Conferencia Episcopal Española.

Agradecidos por este nuevo Encuentro Continental bianual de la OCSHA, compartimos lo vivido en estos días como una gracia de Dios para renovar fuerzas y continuar con gozo la misión ad gentes en Hispanoamérica y El Caribe.

Tras la llegada al Centro de Formación Integral Juventud y Familia, se inició el Encuentro celebrando la Eucaristía, que fue presidida por Mons. Rafael Felipe, obispo emérito de Barahona, y Mons. José Amable Durán, auxiliar de Santo Domingo.

Comenzamos el segundo día conociendo la situación de República Dominicana con la ayuda del diácono permanente José Monegro y la Hna. Carmencita Ferrer, quienes nos presentaron la realidad sociopolítica y los principales desafíos pastorales de la Iglesia.

Por la tarde, nos encontramos con el Arzobispo de Santo Domingo, Mons. Francisco Ozoria Acosta, y visitamos la Catedral de Santo Domingo, primada de América, para celebrar la eucaristía y venerar la primera Cruz de la evangelización, siguiendo los pasos de los primeros misioneros.

Siendo Año Santo Jubilar, el tercer día peregrinamos a la basílica nacional de Ntra. Sra. de Altagracia en Higüey, donde nos recibió muy fraternalmente el P. Evaristo, rector de la basílica, y celebramos juntos la eucaristía a los pies de la Virgen más venerada por el pueblo dominicano. Por la noche, se proyectó el interesante documental "Hispanoamérica".

En el cuarto día, Mons. Josep Lluís Serrano nos dirigió la mañana de retiro donde nos recordó que somos hermanos misioneros en la Iglesia, misterio de comunión y misión, donde Cristo siempre está presente en medio de los hermanos.

Por la tarde, a los sacerdotes de la OCSHA se unieron otros religiosos y religiosas españoles que están de misión en República Dominicana para compartir sus ricas experiencias de misión. También nos visitó el obispo auxiliar emérito de Santo Domingo, Mons. Benito Ángeles, concluyendo con la celebración eucarística presidida por Mons. José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa en Argentina.

En el quinto y último día, tras la presentación de la vida de la OCSHA, de la Comisión Episcopal de Misiones, de la ONG Misión América y del Fondo Nueva Evangelización, a cargo de D. José María Calderón, el Nuncio Apostólico de Su Santidad en República Dominicana, Mons. Piergiorgio Bertoldi, presidió la eucaristía final, clausurando el Encuentro Continental de la OCSHA 2025.

Agradecidos por la acogida fraterna y las gestiones realizadas por el P. Domingo Legua y el P. Rodrigo Hernández, así como la hospitalidad del Centro de Formación Integral Juventud y Familia, a cargo del P. Kennedy Rodríguez, nos despedimos jubilosos hasta el próximo Encuentro Continental de la OCSHA que será, Dios mediante, en México del 25 al 29 de enero de 2027.

Sacerdotes diocesanos misioneros de la OCSHA

Jaume Benaloy Marco,

misionero de Alicante en Perú

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DÍA DE HISPANOAMÉRICA

Historia de esperanza

Domingo, 2 de marzo de 2025 

La presencia de la Iglesia en el continente americano ha colaborado a hacer de los pueblos que lo integran «historias de esperanza». Cuando revisamos el camino recorrido, descubrimos con facilidad momentos de dificultad, de prueba y hasta de conflicto. Sin embargo, una y otra vez, la fe cristiana ha introducido en el corazón de las personas y de las culturas algo que resulta irreductible al mero optimismo: la certeza de que Jesucristo ha vencido ya a la muerte, a la esclavitud y al pecado. Más aún, la certeza de que esta victoria no es un mero hecho del pasado, sino que se dilata hasta el presente, en toda circunstancia y lugar. En otras palabras, la Esperanza es la misma certeza de la fe, pero extendiéndose a través del tiempo y regalándonos una buena noticia para nuestro presente y nuestro futuro personal y comunitario.

¿Para qué nos sirve la esperanza? Para caminar juntos, es decir, para ponernos en marcha y mantenernos en comunión. La esperanza, en otras palabras, no es un mero horizonte «inspirador», un lema «motivador» o una suerte de «sueño utópico» para salir de nuestro inmediatismo. La esperanza es mucho más que todo ello. Es la seguridad existencial, que se nos regala como gracia, de que la compañía de Jesucristo en nuestras vidas es auténticamente contemporánea. Dicho de otra manera, el Verbo de Dios se hizo carne y permanece habitando entre nosotros (cf. Jn 1,14). De inmediato pienso en san Agustín que agudamente señala: Muchas y grandes son mis dolencias; sí, son muchas y grandes, aunque más grande es tu medicina. De no haberse tu Verbo hecho carne y habitado entre nosotros, hubiéramos podido juzgarlo apartado de la naturaleza humana y desesperar de nosotros

Jesucristo, verdadero Emmanuel, es decir, «Dios con nosotros», nos permite descubrir que entonces la comunión no es tampoco un mero «exhorto a la unidad» o un esfuerzo asociativo, sino un hecho que él mismo construye, contra todo pronóstico, y para nuestra sorpresa y escándalo. ¡Podemos ser y hacer juntos, por gracia de Dios! ¡Más aún, podemos arriesgarnos al servicio del hermano, incluso del más diverso, porque el Señor sostiene y no abandona!

La esperanza también nos mueve a «ver» la realidad de otra manera. En la bula de convocatoria del jubileo ordinario del año 2025, el papa Francisco anota: Además de alcanzar la esperanza que nos da la gracia de Dios, también estamos llamados a redescubrirla en los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece. Como afirma el Concilio Vaticano II, «es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas». Por ello, es necesario poner atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia. En este sentido, los signos de los tiempos que contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios, requieren ser transformados en signos de esperanza

En efecto, en todo el continente americano, existen numerosas contradicciones, miserias y absurdos. Al revisar las noticias del día, podemos sentirnos rebasados e incapaces de contribuir a que algo pueda cambiar. Sin embargo, los «signos de los tiempos» no son solamente los muchos desafíos sociales. El principal «signo de los tiempos» es el propio Jesucristo, que es preciso reconocer en el interior de las heridas y de los sufrimientos de nuestros pueblos. Jesucristo siempre suscita, de manera discreta pero eficiente, conversión, comunión, fraternidad y misión. Por eso es por lo que el bien no está totalmente ausente. No hay escenario, por oscuro que parezca, en que Jesús no opere como buena noticia y como hecho salvífico a través de nuestra fragilidad.

Con esto bien asentado en nuestra mente y en nuestro corazón, podemos entender de una nueva manera que los pueblos americanos constituyen un «continente de la esperanza», como han dicho todos los papas desde san Pablo VI y hasta nuestro actual pontífice. En particular Francisco, confiando en que el Señor actúa siempre en lo pequeño, en lo periférico, en lo más pobre, y en lo más herido, ha dicho:

América Latina es el «continente de la esperanza», porque de ella se esperan nuevos modelos de desarrollo que conjuguen tradición cristiana y progreso civil, justicia y equidad con reconciliación, desarrollo científico y tecnológico con sabiduría humana, sufrimiento fecundo con alegría esperanzadora. Solo es posible custodiar esa esperanza con grandes dosis de verdad y amor, fundamentos de toda la realidad, motores revolucionarios de auténtica vida nueva  

¡Quiera Dios que todos los misioneros en tierras americanas encuentren, durante el año jubilar, motivos renovados para anunciar con alegría que «la esperanza no defrauda»! (Rom 5,5). 

¡Quiera la Santísima Virgen, Nuestra Señora de Guadalupe, transformar nuestros corazones para que, renunciando a nuestros orgullos y apegos, podamos continuar haciendo de los pueblos americanos auténticas «historias de esperanza» para la renovación del mundo y de la Iglesia!

Amén.

 Robert Card. Prevost, OSA Presidente

 

domingo, 26 de enero de 2025

SANTO TORIBIO MOGROVEJO EN LA CATEDRAL DE MÁLAGA

SANTO TORIBIO MOGROVEJO

Este santo castellano, que murió en 1606 siendo arzobispo de Lima (Perú), era hijo de nobles y nació en 1538 en la localidad de Mayorga. Estudió leyes  en la Universidad de Salamanca, en la que llegó a ser profesor[1]. Desempeñó el cargo de inquisidor general en Granada, en cuya ciudad fue ordenado sacerdote. Durante su etapa de arzobispo en Lima destacó por su labor pastoral que realizó con las visitas religiosas los pueblos alejados de la capital. Durante los 25 años de estancia americana, compaginó su misión evangelizadora con la práctica de la caridad; con la mejora de las condiciones de los indígenas y sus derechos; y con la corrección de los abusos que los españoles cometían. Organizó la Iglesia del virreinato, fundó el primer seminario americano y fomentó el catecismo indígena[2]. Contribuyó a la mejora de infraestructuras viarias y fomentó la construcción de edificios religiosos y hospitales. Legó sus bienes a los criados y a los pobres. Fue beatificado en 1679 y canonizado en 1726. Es patrono de varias ciudades e instituciones. Su memoria permanece en las fiestas de su pueblo natal así como en el vítor de la Universidad de Salamanca y en el patronazgo del Episcopado Hispanoamericano.

Este grupo escultórico, de figuras de tamaño algo menor del natural, forma un conjunto con otros tres, realizados entre 1803 y 1806, que representan a santo Tomás de Villanueva, Santo Toribio de Liébana y San Juan de Sahagún, como ejemplos de la caridad cristiana. Están ituados en el muro exterior del coro de la catedral de Málaga, dos en el lado de la epístola frente a la capilla de la Virgen del Rosario y otros dos en el del evangelio frente a la capilla de san Rafael. Ese programa iconográfico fue iniciativa del obispo don José Vicente Lamadriz y su autor fue el escultor malagueño Salvador Gutiérrez de León.

El grupo escultórico, que está formado por santo Toribio y tres indígenas de tez oscura, posee una puesta en escena muy teatral con fuerte expresividad, heredera de la tradición barroca. El artista concibió al santo con rostro joven, cabello corto e  imberbe, sin duda por imposición del cliente y ubicó su figura erguida en el centro de la composición. La escena muestra un gesto caritativo de santo Toribio posando su mano sobre la cabeza de un indígena malherido. Éste está sentado en el suelo, en primer plano de la composición, con expresión de desmayo y con el torso incorporado, gracias a la ayuda de otro indio más joven que le sujeta por las espaldas, y quien, a su vez, mira compasivo al santo para que socorra a su padre o amigo. Al otro lado del grupo, un sonriente niño indio con una pierna en rodilla lleva la mitra, recordándonos que le homenajeado fue arzobispo.

Salvador Gutiérrez de León o Salvador de León fue un escultor ecléctico que alternó la realización de imágenes religiosas de tradición barroca con la producción de tipos populares en barro cocido y policromado, y con algunas otras de estética más clásica. Formó parte de una familia de escultores, cuya actividad abarcó más de un siglo. Nació en 1777 en Málaga y era hijo del escultor Antonio Gutiérrez de León y María Magdalena de Aguirre. Murió en 1838 en Málaga. Entre su producción religiosas destaca el desaparecido grupo de "Jesús cruzando el Puente del Cedrón", popular imagen procesional de la Semana Santa malagueña. Sus principales discípulos fueron su hijo Rafael, primer profesor de la Real. Academia de Bellas Artes de Málaga, su yerno José de Vilces y Manuel Martínez Carrillo.

p.167

ROMERO TORRE, José Luis TRANSITUS, Las Edades del Hombre, Plasencia, 2022, capítulo 7 "Transmissio Evangelii. p.167

Catálogo de la XXVI edición de las Edades del Hombre celebrada bajo el título de Transitus en el año 2022 en la Catedral de Plasencia (Cáceres)

Madera tallada, dorada y policromada, añadidos de tela y vidrio, 185x210x105 cm. Su autor es Salvador Gutiérrez de León «El Viejo», que lo realizó entre los años 1803-1805.

 



[1] Lo más que llegó fue ser asistente de su tío Dr. Juan Mogrovejo, catedrático de cánones. Cuando estaba a punto de ser doctor fue nombrado inquisidor y debió marchar a Granada; desde allí fue nominado para arzobispo de Lima.

[2] En el Tercer Concilio Limense de 1583  prescribió que se redactara y publicase a los idiomas nativos.