sábado, 30 de diciembre de 2023

PACHACAMAC CRISTIANO

PACHACAMAC CRISTIANO

José Antonio Benito

El pueblo de Pachacamac, luego que los españoles dejaron el santuario el 3 de marzo de 1533, formó parte de diversas jurisdicciones. Cuando Hernando Pizarro partió rumbo a Jauja, anexó a Pachacamac a la nueva Jurisdicción política de esta ciudad.

Cabe recalcar, que en 1534, ya existía en el Pueblo de Pachacamac un convento de religiosos Franciscanos. Según las informaciones de Buenaventura de Salinas y Córdova, cuando se fundó la ciudad de Lima, este se trasladó a la capital y es hoy la Iglesia de San Francisco. En 1565, al crearse los corregimientos de las indias, Pachacamac fue incluido entre los territorios gobernados por el Cabildo de Lima.

Para el año 1572, el Virrey Toledo ordenó la creación de reducciones de indios. Por lo tanto, en 1573, se congregó a los indios Caringas, Manchais y Pachacamac para reducirlos en el pueblo "Santísimo Salvador de Pachacamac" hoy actual pueblo.

El 11 de agosto de 1576, el Virrey Toledo expidió una real provisión fundando el corregimiento de la Villa de Cañete y considerando dentro de esta jurisdicción al Valle de Pachacamac.

En 1578, la evangelización corría a cargo de los clérigos Agustinos, según la información de Calancha.

El 30 de marzo de 1600, el Virrey Luis Velasco dispuso que el valle pasara a formar parte de la provincia del Cercado. Situación que ha permanecido invariable hasta el día de hoy. En 1601, se fundó la Reducción indígena de "San Pedro de Quilcay", en un arenal colindante con el valle de Pachacamac. Esta reducción se llevó a cabo con los habitantes del Ayllu Quilcaycuna, que estaba formado por agricultores y pescadores, que daría lugar posteriormente al pueblo de San Pedro de Lurín.

En 1617, Pachacámac se transformó en Curato con un párroco residente (el Clérigo Vásquez de Espinoza). Los frailes Agustinos ya habían abandonado la reducción.

El 28 de mayo de 1644, el Licenciado Agustín Ortiz Serrano, natural de Segovia, España, presbítero, cura y vicario de la doctrina de Pachacamac, funda como Capellanía a Pachacamac, dictando su testamento en Lima.

En 1675, el Sacerdote José Morán Collantes es nombrado sucesor en el patronazgo de la Capellanía.

De la construcción del Templo del "Santísimo Salvador de Pachacamac" no encontramos apuntes, pero si existen en los archivos de la Parroquia de Lurín y que contienen las primeras partidas de Bautismo. Que son las primeras que se realizaron en el distrito de Pachacámac , ya que Lurín no existía ninguna Parroquia ni el mismo distrito.

En 1697, el Cura Tomás Arévalo asienta las partidas refiriéndose solamente como nacidos en "Este Valle".

En 1712, aparece el cura y vicario don Pedro de Leznas refiriéndose a la Parroquia del "Santísimo Salvador de Pachacamac". Luego este se construyó posiblemente alrededor de 1700 a 1710.

En 1714, aparece la firma del cura Toribio de Luxan en las partidas de Bautismo durante muchos años. Y en la inscripción de la pila del bautismo, también aparece grabado el nombre de este cura, quien sigue desempeñando su labor en 1734. En la actualidad, esta pila bautismal se encuentra en la Iglesia de San Pedro de Lurín. Fue trasladada después del terremoto de 1970 que destruyó el templo. Existe en el templo muchos santos que pertenecen a la Iglesia de Pachacamac, y muchas otras piezas de gran valor y una campana con la siguiente inscripción "Se hizo esta campana en 1798". En la campana mayor se encuentra otra inscripción: Se hizo esta campana a la Virgen del Rosario de Pachacamac en 1816, siendo cura Don Bartolomé Herrera, Gobernador Atanasio Montoya, juez de paz Juan Pío Castillo. Estas piezas pertenecen a la Iglesia de Pachacamac, ya que fueron llevadas a la Iglesia de San Pedro de Lurín por el terremoto.

En 1711, José Pareja permitió a los comuneros de la reducción de Pachacamac que levantaran una nueva población. De esta manera, en 1802, se elaboró un plano Titulado "Plano Topográfico de la Suerte de Tierras, situados en el Valle de Pachacamac".

En 1746, el Pueblo Santísimo Salvador de Pachacamac se constituye como tal mediante cédula del 16 de mayo expedida por el Virrey Amat, quien además determina la propiedad de las tierras para la Comunidad de Pachacamac.

En 1799, se produce un litigio entre la población de Pachacamac y la Capellanía, la cual exigía derechos legales de pertenencia del pueblo. Lo cual traería el despoblamiento de Pachacamac (Testamento del 28 de mayo de 1644 del Licenciado Agustín Ortiz Serrano).

El 6 de agosto de 1812, se llegó a un acuerdo entre la población pachacamina y la capellanía comprándole los comuneros definitivamente los terrenos del pueblo.

En su momento, el distrito de Pachacámac abarcó los actuales distritos de Lurín (y por extensión los distritos de San Juan de MirafloresVilla María del Triunfo y Villa El Salvador) y Cieneguilla, que se segregaron posteriormente.

UN BUEN LIBRO SOBRE LA PARROQUIA

GARCÍA JULIÁ, P. Eugenio Notas históricas.  Parroquia El Santísimo Salvador de Pachacámac (Gráfica Biblos, Lima, 2016, 116 pp)

Cuenta con el prólogo del célebre y recordado P. Armando Nieto, SJ, quien destaca la consulta minuciosa del autor en el Archivo Arzobispal de Lima y el registro de un párroco ilustre, Bartolomé Herrera en 1840.

En la presentación el autor da cuenta de su propósito de investigar cuantas fuentes ha tenido a su alcance, de archivo y bibliográficas, para "ofrecer al pueblo de Pachacámac una breve guía histórica de lo más relevante de la Parroquia El Santísimo Salvador" (p.7)

La primera fecha consignada es el 10 de enero de 1533, momento en que llegan los primeros españoles cristianos al valle y santuario andino de Pachacámac. El primer encomendero fue Juan de Maldonado y Buendía. Al año siguiente, 1534, Pizarro otorgó a Nicolás de Ribera la encomienda del pueblo de Malanay, en Pachacamac y se tiene noticia del primer convento franciscano y mercedario. En 1552 llegan los agustinos. Será en 1573 cuando se forma la reducción de indios en el pueblo de San Salvador con el repartimiento de indios entregado a Francisco González de Cepeda y Juan de Villafuerte.

En el acápite "doctrina de San Salvador de Pachacámac" se define el término como "superficies de tierras con sus habitantes, que encargaron a un cura residente para la evangelización de los indios, con la colaboración de órdenes religiosas" (p.9), se indican los oratorios anexos (Quilcay, Manchay, Cieneguilla, Venturosa, Mamacona y san Pedro de Lurín) y las ocho capillas: Lúcumo, Pueblo Viejo, Atocongo, Pacta, Caringa, Cacicasgo, Chamaure y San Juan.

En "descripción del templo" apenas se enumeran los preciados elementos de su fachada, torres campanarios, bóveda, retablos de las naves laterales (Virgen del Carmen y Cristo de la Agonía) y un reluciente retablo barroco, felizmente restaurado, que amerita la descripción de un experto en arte y que cuenta con un inventario de 1850 en el anexo 10.

El cuerpo del libro lo forma una cronología exhaustiva de datos alusivos a la fecha, lugar, asunto distribuidos por siglos (XVI, XVII, XVIII, XIX, XX, XXI) basados en la investigación de archivo (sobre todo el Arzobispal de Lima) y los aportados por los historiadores básicos, José Matos Mar, José Portugal Mendoza, María Rostworowski, P. Enrique Fernández.  La obra es un gran aporte para la historia reciente pues brinda datos de primera mano hasta el 11 de enero del 2014 en que se registra la llegada del Instituto Secular "Cruzada Evangélica". Por el "Libro de las Visitas" sabemos que santo Toribio lo visitó en 1598, confirmando a 125 y a 26 en el 1604.

 El último capítulo da un listado de sacerdotes y religiosos que atendieron la parroquia durante los siglos XX y XXI, culminando con el propio autor, P. Eugenio García, misionero de Mallorca.

Al final se incluyen 143 anexos documentales de gran valor como el 1 acerca de la Cofradía de san Miguel de 1644, otros vinculados con las cofradías y las visitas pastorales, una interesante relación de feligreses que habían cumplido con el mandamiento de confesión y comunión pascual de 1759

Resalto como mérito de la publicación la abundancia de fotos y atractivo formato que lo convierten en obligado recuerdo de cuantos se interesan por el rico patrimonio cultural y espiritual que se custodia en la renovada parroquia que ahora celebra el jubileo de sus 450 años.  

 

jueves, 21 de diciembre de 2023

EL CARDENAL CUSHING Y EL PERÚ

EL CARDENAL CUSHING Y EL PERÚ

Richard James Cushing (Boston, 24 de agosto de 1895 – Boston, 2 de noviembre de 1970) fue un sacerdote católico estadounidense,  arzobispo de Boston entre 1944 y 1970 y nombrado cardenal en 1958. Su principal actividad fue la de recaudar fondos para la construcción de iglesias, escuelas e instituciones católicas. Mantuvo buenas relaciones con la élite bostoniana atenuando el tradicional conflicto entre la población católica irlandesa y la clase alta protestante. Armó y mantuvo buenas relaciones con judíos, protestantes e instituciones ajenas a la comunidad católica. Ayudó al entonces candidato John F. Kennedy a disipar los temores de interferencia papal en el gobierno americano si él resultaba electo presidente.

Cushing nació en la zona denominada City Point en el vecindario de South Boston, el 24 de agosto de 1895. Hijo de Patrick Cushing y Mary Dahill, fue el tercero de cinco hijos. Sus padres eran inmigrantes irlandeses. Su padre era de GlanworthCondado de Cork y su madre de TouraneenaCondado de Waterford. Su padre, que llegó a los Estados Unidos en 1880, trabajó como herrero y ganaba 18 dólares a la semana en los patios de reparación del sistema de transporte público Boston Elevated Railway.

Cushing cursó sus primeros estudios en la escuela Perry Public Grammar School en South Boston. Luego ingresó al Boston College High School, una escuela preparatoria jesuita. Su primo, sacerdote católico de la arquidiócesis de Nueva York, pagó las pensiones de esa escuela de la que se graduó en 1913 recibiendo altas calificaciones en Latín y Griego. Cushing estuvo indeciso durante una temporada entre seguir la carrera religiosa o ingresar a la política. Consideró dos veces unirse a los jesuitas, pero llegó a la conclusión de que "lo que lo emocionaba era la vida activa y no el apostolado".

Ingresó al Boston College en 1913, fue miembro de la primera promoción luego de la mudanza del colegio a Chestnut Hill, miembro activo en la Sociedad de Debate Marquette y vicepresidente de su clase de segundo año. Luego de asistir al Boston College por dos años, inició sus estudios para sacerdote en el Saint John's Seminary en Brighton en septiembre de 1915. Se le asignó continuar sus estudios en el Pontificio Colegio Norteamericano en Roma pero el aumento de la actividad de los U-Boote evitó que navegara el Atlántico.

El 26 de mayo de 1921, Cushing fue ordenado sacerdote por el cardenal William O'Connell en la Catedral de la Santa Cruz. Su primera asignación fue un curato en la iglesia de San Patricio en Roxbury, donde permaneció por dos meses. Luego fue transferido a la iglesia de San Benedicto en Somerville. En 1922, se apareció sin anunciarse en la residencia del cardenal O'Connell para pedirle una asignación como misionero. O'Connell negó su petición y, en vez de ello, lo asignó como director asistente de la oficina de Boston de la Sociedad para la Propagación de la Fe, una organización dedicada a recaudar fondos para las misiones. Luego fue director de esa sociedad entre 1929 y 1944.

El 10 de junio de 1939, después de que el obispo Francis Spellman fuera nombrado Arzobispo de Nueva York, Cushing fue nombrado, ante el pedido del cardenal O'Connell, como Obispo Auxiliar de Boston y obispo titular de Mela por el Papa Pio XII el a quien tras su muerte, le dedicará una biografía como el "Papa de la Paz" en 1959.

Recibió su consagración episcopal el 29 de junio en la Catedral de la Santa Cruz de manos del cardenal O'Connell y los obispos John Bertram Peterson and Thomas Addis Emmet . Tomó como su lema episcopal: "Para que ellos te conozcan").

Como obispo auxiliar, Cushing continuó su labor como director de la Sociedad para la Propagación de la Fe y también fue nombrado pastor de la Iglesia del Sagrado Corazón en Newton Centre. Luego de la muerte del cardenal O'Connell en abril de 1944, sirvió como administrador apostólico de la diócesis.

Cushing fue nombrado como el tercer Arzobispo de Boston el 25 de septiembre de 1944 luego de la muerte del cardenal O'Connell y cumpliendo su pedido de que sea Cushing quien lo suceda.

Cushing fue premiado por B'nai B'rith como "Hombre del año" en 1956 por "una vida de servicios distinguidos a la causa de la hermandad humana bajo Dios y en mayor reconocimiento de su gran liderazgo en los campos de la educación y las relaciones comunitarias."  Mantuvo correspondencia con Robert E. Segal, longevo director ejecutivo del Consejo de Relaciones de la Comunidad Judía de Boston, quien tuvo un rol clave en las relaciones judeo-católicas en Boston. De la misma manera, Cushing mantuvo contacto cercano con Abram L. Sachar de la Universidad Brandeis. Desde el inicio de su labor como arzobispo de Boston, hubo un gran cambio en las relaciones entre la jerarquía del catolicismo bostoniano y el judaísmo, que anteriormente eran llevadas sobre la sospecha mutua. El autor James Carroll atribuyó esa mirada al matrimonio entre su hermana Dolly Cushing y el sastre local judío Dick Pearlstein en un tiempo en que ello era muy fuera de lo común.

Cushing fue nombrado Cardenal Presbítero de Santa Susana por decisión del papa Juan XXIII en el consistorio del 15 de diciembre de 1958. Fue uno de los cardenales electores en el cónclave papal de 1963 que eligió al papa Pablo VI. Fue amigo cercano de la familia Kennedy, celebró el matrimonio de John F. Kennedy y Jacqueline Lee Bouvier en 1953, en el cual también leyó una oración especial del papa Pio XII y bautizó a varios de los hijos de esa familia. Cushing hizo la oración de invocación en la investidura presidencial de John F. Kennedy en 1961. El cardenal también celebró la misa funeral del Presidente Kennedy en 1963 en la Catedral de San Mateo el Apóstol de Washington D. C. luego de su asesinato. El día anterior al funiral dio un elogio fúnebre televisado en honor del presidente. Posteriormente defendió a Jacqueline Kennedy luego de su matrimonio con Aristotle Onassis en 1968. Recibió una gran cantidad de correspondencia crítica y fue contradicho por la Santa Sede.

En 1959, Cushing publicó su único libro, una biografía del fallecido papa Pío XII. Es una biografía Hagiografía escrita poco después de la muerte del pontífice. Cushing lo mostró como el "Papa de la Paz" quien, armado sólo con los recursos espirituales de su oficio, triunfó sobre los ataques que buscaban destruir el centro del cristianismo.

En el Concilio Vaticano Segundo (1962–65), Cushing jugó un rol vital en proyectar Nostra aetate, el documento que oficialmente absolvió a los judíos del cargo de deicidio. Sus comentarios durante los debates fueron acogidos en la versión final:

Estuvo profundamente comprometido a implementar las reformas del Concilio y promover la renovación en la iglesia. En un gesto sin precedentes de ecumenismo, alentó a los católicos a apoyar las cruzadas de Billy Graham. Cushing condenó rotundamente el comunismo, particularmente el régimen de Josip Broz Tito en Yugoslavia.

Debido a una enfermedad avanzada, su renuncia como arzobispo de Boston fue aceptada el 8 de septiembre de 1970. A raíz de su renuncia, el senador Ted Kennedy declaró: "Durante setenta y cinco años, su vida ha sido un faro en un mundo que clama por iluminación. Nunca tendrá que rendir cuentas de su guardia ya que si su bondad no es conocida por Dios, jamás la será la de ninguno"21

Menos de dos meses luego de su renuncia, el 2 de noviembre de 1970 (Día de los Fieles Difuntos), Cushing murió pacíficamente mientras dormía aquejado de cáncer en la residencia cardenalicia en Brighton, Massachusetts, a la edad de 75. Estuvo acompañado por su hermano y hermanas y su sucesor, el arzobispo Humberto Medeiros. Cushing fue enterrado en Hanover, Massachusetts en la Capilla Porciúncula en terrenos del Cardinal Cushing Centers.

Una de las dimensiones pastorales que conviene resaltar fue el de su compromiso con las vocaciones sacerdotales en Hispanoamérica. Su  diócesis  de  Boston,  bajo  su  liderazgo  desde  1944,  destacó  por  enviar  la  mayor  cantidad  de  sacerdotes  a  Latinoamérica  durante  la  década  de  los  cincuenta.  Previamente  a  asumir el control de la diócesis, Cushing había dirigido con notable eficacia y dedicación, durante un período de quince años, la oficina diocesana de la Propagación de la Fe.

Después de asumir el cargo de arzobispo de Boston, Cushing implementó un sistema de «préstamo» de sacerdotes que se destina-ban temporalmente a diócesis en Estados Unidos, que experimentaban escasez de clero. Durante su primera visita ad limina en 1948, Cushing informó a Pío XII sobre estas iniciativas y, en respuesta, el papa le sugirió la posibilidad de enviar sacerdotes para respaldar la labor de la Iglesia en Sudamérica

Una  década  después,  en  1958,  Cushing  estableció  la  Sociedad de Santiago Apóstol con el propósito de brindar apoyo clerical en América Latina, especialmente en Perú. Los primeros sacerdotes de Boston se desplazarían en febrero del año siguiente.

El cardenal de Boston estaba convencido de que se necesitaban cien mil sacerdotes más en Sudamérica si se quería evitar la propagación del comunismo. Hacia 1965 casi cuarenta sacerdotes de la diócesis de Boston se habían trasladado a Latinoamérica. Todo parece indicar que Cushing estaba motivado por una auténtica preocupación por los menos favorecidos en América Latina y, al mismo tiempo, porque toda la operación adolecía de falta de preparación y experiencia. Aunque en los años sucesivos muchos de esos sacerdotes derivaron hacia planteamientos  radicales, lo que queda fuera de dudas es que  durante los años sesenta, el empeño de Cushing en Latinoamérica no hizo sino crecer.

Como fruto concreto de su compromiso se puede destacar:

-1947, fundó Santa Coletta del Mar (ahora Cardinal Cushing Centers en su honor) con patrocinio de las Hermanas de San Francisco de Asís. La organización continúa apoyando a individuos discapacitados de 6 años a más con campus en Hanover, Massachusetts y Braintree, Massachusetts y casas comunales a través de la costa sur de Massachusetts. El ahora cerrado Cardinal Cushing College, un colegio de mujeres en BrooklineMassachusetts, fue nombrado en su honor.

-En 1950, fundó el Hospital Bon Secours, hoy Holy Family Hospital and Medical Center, en Methuen, Massachusetts. Bajo su guía y liderazgo, el hospital se ha convertido en uno de los principales hospitales católicos en Massachusetts. La biblioteca del Emmanuel College Boston ha sido nombrada en su honor. El Boston College tiene dos edificios nombrados en su honor: Cushing Hall, un dormitorio para estudiantes de primer año en el Campus Newton y otro Cushing Hall, que aloja a la Escuela Connell de Enfermería. El Seminario de San Juan nombró su tercer salón de teología en honor del cardenal. El principal centro de estudiantes de Saint Anselm College en Goffstown, Nuevo Hampshire se llama "El Cardenal".

- 1960, Juan  XXIII  envió  a  Cushing  a  Perú,  donde  sus  sacerdotes  llevaban  tiempo trabajando, como su representante en el Congreso Eucarístico que se celebraba en Lima.  Entre los varios proyectos apadrinados por el celoso Cardenal figuran el Seminario Menor de Santo Toribio y el apoyo a la remodelación de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima.

- 1961 hizo un segundo viaje a Latinoamérica, del que regresó cada vez más obsesionado con esa causa. Cushing estaba escandalizado ante una clase alta latinoamericana, en buena parte católica y con muy poco sentido social. ESanta Cruz (Bolivia) brindó fondos para la construcción de dos escuelas: El Marista y otra que en un inicio fue el Instituto Cardenal Cushing y, en 1969, el Colegio Cardenal Cushing. Fue parte de la campaña estadounidense en Santa Cruz que incluyó propaganda, represión y el uso de la fe cristiana contra los campesinos indígenas. Llevó a cabo un congreso eucarístico el 9 de agosto de 1961 e inauguró la estatua de Cristo Redentor.

 

Datos de:

https://es.wikipedia.org/wiki/Richard_Cushing

F. Requena: «Una colaboración panamericana». El catolicismo estadounidense en los proyectos de Pío XII para Latinoamérica durante los años 50 Revista Allpanchis, año L, núm. 92. Arequipa, julio-diciembre de 2023, pp. 201-227. Dossier: La Iglesia católica en el siglo XX latinoamericanos 

lunes, 18 de diciembre de 2023

PÍO XII (1939-1958) y EL PERÚ

PÍO XII (1939-1958) y EL PERÚ

Al hilo del artículo del académico peruano Fernando Armas Asín, "Pío XII en los Andes. Recepción de una figura entre los católicos peruanos, en Anuario Historia de la Iglesia, 33 (2023)", comparto algunos apuntes sobre el Pontífice y un extracto de su interesante texto.


La trayectoria de un sacerdote diplomático

Eugenio María Giovanni Pacelli nació en Roma el 2 de marzo de 1876, en el marco de una familia dedicada al servicio papal. Su padre fue un hombre profundamente piadoso y disciplinado, quien, por la temprana pérdida de su esposa, atendió y educó a conciencia a sus cuatro hijos. Eugenio cursó sus primeros estudios en Roma, destacando desde el inicio por su extraordinaria memoria acompañada de una severa autodisciplina. Dotado de un espíritu sumamente fino y profundo, y ayudado sin duda por la educación recibida en casa, manifestó una precoz madurez. Sus ideales, marcados por la nobleza y el servicio, confluyeron con el llamado del Señor a seguirle en el camino sacerdotal. Luego de su formación y preparación en el Seminario de Capranica, en el Seminario de San Apolinario y en la Universidad Gregoriana, fue ordenado sacerdote el año 1899.

Los dos años primeros de su sacerdocio los dedicó a la Curia, en la Secretaría de Estado del Vaticano. Habiendo culminado con éxito sus estudios en derecho eclesiástico y civil el año 1902, entrará dos años más tarde a formar parte de los colaboradores de la comisión para la renovación  del Código de Derecho Canónico. Simultáneamente ejercerá como profesor de Diplomacia Eclesiástica en la Academia Pontificia de Nobles Eclesiásticos (1909-14).

En 1911, fue nombrado Subsecretario de la Congregación de los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios y luego, Secretario de la misma en 1914. En abril de 1917 fue designado como Nuncio en Baviera y consagrado como arzobispo titular de Sardes. Una vez en Munich (capital de Baviera), sirvió al Papa Benedicto XV en sus afanes por aliviar a las víctimas de la Primera Guerra Mundial. A riesgo de perder su vida, permaneció al lado de su grey con numerosos gestos de caridad y celo pastoral.

En 1920 fue nombrado primer Nuncio ante la nueva República Alemana (República Weimar), mientras seguía siendo Nuncio en Baviera. Mostró allí un vivo interés por la vida eclesial y social de Alemania, y con su presencia paternal y sus extraordinarias alocuciones llenas de vitales enseñanzas, fomentaba la vida católica por donde podía. Visitó hospitales, orfanatos, seminarios, escuelas, fábricas y talleres de todo tipo en diversas ciudades. Su trienio de esfuerzos denodados logró en 1929 la firma del Concordato con la Santa Sede. Después de 13 años de fructífera labor pastoral dejó su cargo en la Nunciatura al ser nombrado cardenal en 1929. Cuando se despidió de Alemania, llevó consigo una honda preocupación: el creciente auge del nazismo a la sombra de Hitler.

Nada más llegar a Roma, fue nombrado Secretario de Estado. Su sentido de responsabilidad, su férrea voluntad y su enorme amor a la Iglesia, hicieron que entregara sus mejores energías para ponerse a la altura de tan excepcional responsabilidad. Sin duda ello le valió el singularísimo aprecio del Papa Pío XI, quien encontró en él un extraordinario colaborador y servidor. La confianza depositada en él por el Santo Padre fue un fuerte estímulo para realizar, en su puesto de servicio a la Iglesia, un trabajo incansable, tan efectivo como humilde en el cumplimiento abnegado de sus obligaciones.

Famoso sería también el Concordato que, como enviado del Pontífice, firmó con Austria y con la Alemania nazi en 1933.Muestra también de la gran confianza y estima que le tenía S.S. Pío XI fue su nombramiento como Legado Pontificio en visita a varios países del mundo: En 1934 asistió al Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Buenos Aires. En 1935, en su primer viaje a Francia, asistió a Lourdes. En 1936 fue enviado por Pío XI a realizar una visita pastoral por las tierras norteamericanas. En 1937, en su segundo viaje a Francia, asistió a la consagración de la basílica de Lisieux (Pío XI era un ferviente devoto de Santa Teresita). En 1938 asistió al Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Budapest.

 

El Papa que enfrentó la Segunda Guerra Mundial

El 2 de marzo de 1939 -día de su cumpleaños (63 años)- el cónclave elegía por unanimidad-caso único en la historia moderna-al cardenal Eugenio Pacelli para suceder en el trono pontificio a Pío XI. Poseía eminentes dotes de inteligencia, de gobierno, de prudencia, de diplomacia; como demostró en su papel de Nuncio en Alemania, en el cardenalato (1929), secretario de Estado (1930), legado papal en Francia, en Hungría, en Norteamérica y en Sudamérica. De profundo espíritu sacerdotal y evangélico, tuvo que enfrentar el gran drama del conflicto armado mundial. El Papa intentó valerse de toda la autoridad moral de la Iglesia para evitarlo: «Nada se ha perdido con la paz, todo se puede perder con la guerras‖. En un mensaje radial, difundido el 24 de agosto de 1939, habló al mundo entero para invitarle a abstenerse del recurso a la guerra, a la vez que le proponía un sensato programa de paz de cinco puntos, entre los cuales estaban: el desarme general, el reconocimiento de los derechos de las minorías, y el derecho de las naciones a la independencia. Pero no fue escuchado y el 1 de septiembre estallaba la Segunda Guerra Mundial.

       Los seis primeros años de su pontificado tuvieron mucho que ver por los problemas de la guerra, esforzándose para que se cumpliera el derecho internacional, ya que no se podía conseguir la paz. Al efecto, creó varios organismos pontificios para la ayuda de las víctimas de la guerra. Con sus discursos, sobre todo los pronunciados con ocasión de la Navidad, fue plantando las bases para una paz justa y duradera. Hay que ponderar su ayuda en pro de los judíos y perseguidos políticos del nacismo y del fascismo, llegando a dar asilo a más de cinco mil personas en las iglesias y monasterios de Roma. Se esforzó especialmente por salvar la Ciudad Eterna de los estragos de la guerra. A lo largo de la guerra, una comisión pontificia desarrolló un vasto programa de ayuda para las víctimas, especialmente para los prisioneros de guerra.En la postguerra, lanzó la idea de una Europa unida que superase las rivalidades nacionalistas y asegurase permanentemente la paz.

En cuanto al gobierno interno de la Iglesia, cabe destacar que, dejando de lado la atávica costumbre de nombrar cardenales italianos, de 1946 a 1953, elevó a la dignidad cardenalicia a un buen número de prelados no italianos. Respecto al exterior, su pontificado estuvo orientado, en gran parte, a las tareas de la expansión directa del Evangelio entre infieles; como muestra su interés por las misiones manifestado en las encíclicas sobre la situación de la Iglesia en China (1955) y en África (1957). Acerca de las iglesias orientales les manifestó su especial veneración con ocasión del XV Centenario de la muerte de San Cirilo de Alejandría (1944) en la encíclica Orientalís Ecclesia, en la institución del Día del Oriente cristiano (1944) y en otras encíclicas sobre asuntos concernientes a estas Iglesias (1945; 1952). Dedicó especiales atenciones al apostolado de los laicos, llegando a equiparar la Acción Católica al apostolado de otras asociaciones, como el de las Congregaciones marianas (1952). A través de las canonizaciones, demostró su interés por el culto de los santos, elevando a los altares a 33 en total, como Gema Galgani (1940), F. J. Cabrini (1946), Juana de Lestonac (1950), Antonio María Claret (1950), María Goretti (1950), Pío X (1954), Domingo Savio (1954) y beatificaciones como lade Inocencio XI (1956).

La opresión de la Iglesia en los países comunistas del Este, especialmente con la intervención de Rusia en países católicos como Rumania, Albania, Bulgaria, Yugoslavia, Checoslovaquia, Hungría, Polonia…fue motivo de pesadumbre. De igual modo le tocó sufrir al ver cómo las florecientes misiones de China se vieron arruinadas con la victoria del comunismo (1949); de hecho desde 1958 el gobierno chino intenta fundar una Iglesia nacionalista china separada de Roma.

 

Grandes encíclicas y discursos

Pero Pío XII pasará a la Historia como el Papa de las grandes encíclicas y de los grandes discursos. En el tema moral, destaca la centralidad de la persona, abordando temas candentes de nuestro tiempo como los de la inseminación artificial, la evolución, bioética. Como Pastor sensible a la situación del hombre moderno, el Papa Pío XII sintió la necesidad de poner medios adecuados para que el hombre del mundo del trabajo pudiera acceder con más facilidad al sustento espiritual. Para ello adecuó los horarios de las misas, y redujo el tiempo hasta entonces observado para la abstinencia antes de recibir la Sagrada Comunión. Sobresalen sus encíclicas sobre:

1.             El Cuerpo Místico (1943), acerca de la naturaleza de la Iglesia, siguiendo la imagen paulina del cuerpo místico de Cristo;

2.             La Sagrada Escritura (Divino Afflante Spiritu, 1943), donde anima a estudiar los textos bíblicos en las lenguas originales, considerando el contexto histórico-cultural y el género literario, señalando la necesidad de dar primacía al sentido literal del texto;

3.             Los Institutos Seculares (Provida Mater Ecclesia, 1946), considerado como la carta magna de la secularidad consagrada;

4.             Los errores modernos (Humani Generis, 1950), tales como los de la nueva teología y corrientes pastorales como la de los curas obreros, así como la necesidad de ir a las fuentes en los estudios patrísticos y la necesidad de hacer compatible la razón con el valor de los dogmas;

5.             El Año Mariano de 1954 (Ad Coeli Reginam), referida a la realeza de María por ser madre de Dios y colaboradora en la obra redentora de Cristo.

6.             En la Haurietis aguas (1956) se referirá al culto del Sagrado Corazón de Jesús.

7.             El culmen de su magisterio lo alcanzó la definición del Dogma de la Asunción de María (I de noviembre de 1950) mediante la bula "Munificentissimus Deus".

Juan XXIII recordará sus 19 mensajes de Navidad, obras maestras de ciencia teológica, jurídica, ascética, política y social. Incide en temas sociales relacionados con un nuevo orden social. Se preocupa vivamente por los prisioneros de guerra, los indigentes y abandonados (Yugoslavia y Rutenia). Todas las profesiones son atendidas, porque "no hay profesiones indignas sino indignos profesionales". Destaca su radiomensaje de Pentecostés titulado La Solemnitá (1941) con motivo de cumplirse 50 años de la publicación de la "Rerum Novarum". Recuerda la doctrina de León XIII según la cual el Estado no puede limitarse a tutelar la libertad con el Derecho, sino que también está obligado a llevar a la práctica una amplia "política social". Trata sobre el uso de los bienes materiales en función del bien común y de la dignidad de la persona humana. El derecho al trabajo ha de fundamentarse en el correspondiente deber y ambos conciernen a la persona humana en virtud de su naturaleza y no porque el hombre se reduzca a la condición de un simple siervo o funcionario de la comunidad. Por eso, la misión del Estado es, también en ese aspecto, subsidiaria. Por último, reclama el derecho de la familia a su "espacio vital" y a la inmigración. El mismo pontífice resume y evalúa el contenido nuevo de su mensaje: El momento presente hace muy difícil el señalar y el prever los problemas y asuntos especiales, tal vez completamente nuevos, que a la solicitud de la Iglesia presentará la vida social después del conflicto (Segunda Guerra Mundial) que trae enfrentados a tantos pueblos... Estos tres valores fundamentales que se entrecruzan, se unen y se complementan mutuamente son: el uso de los bienes materiales, el trabajo y la familia" (n. 7).

 

Enumero otras encíclicas que guiaron a la Iglesia bajo el magisterio de Pío XII:

Summi Pontificatus (20-10-1939), sobre la decadencia moral en el seno de la humanidad y la regeneración en Cristo por medio de la Iglesia.

Mediator Dei et hominum (20-11-1947), sobre la sagrada liturgia.

Evangelii praecones (2-6-1951), sobre el modo de promover la obra misional.

Sacra virginitas (25-3-1954), sobre la sagrada virginidad.

Fidei donum (21-4-1957), sobre las misiones, especialmente en África.

Miranda prorsus (1957), sobre líneas centrales en lo referente a los medios audio visuales.

Entre sus discursos destacamos:

La Elevatezza (20-2-1946), sobre la supranacionalidad de la Iglesia.

L'Importance (17-2-1950), sobre la prensa católica y la opinión pública.

Soyez les bienvenues (18-4-1952), sobre los errores de la moral de situación. Discurso sobre los límites morales de los métodos médicos (14-9-1952).

Nous vous souhaitons (13-4-1953), sobre la personalidad y conciencia.

Vous avez voulu (7-9-1955), sobre la Iglesia y la inteligencia de la historia.

 

De los radiomensajes, además de La solemnitá (1-6-1941), por el 50 aniversario de la «Rerum novarum».

Oggi (1-9-1944), en el V aniversario del comienzo de la guerra.

Benignitas et Humanitas (24-12-1944), sobre el problema de la democracia.

La famiglia (23-3-1952), sobre la conciencia y la moral.

 

Elevó el prestigio del Papado y propició el Vaticano II

El prestigio del papado, en vísperas del Concilio, aumentó considerablemente durante su pontificado. Se puso especialmente de manifiesto con ocasión del Año Santo de 1950, cuando millones de cristianos de todo el mundo llegaron a Roma para aclamar al Vicario de Cristo; pero principalmente con ocasión de su enfermedad y muerte (9 de octubre de 1958), cuando más de cincuenta Estados estuvieron presentes en sus funerales en la basílica de San Pedro.

Por su grandeza de espíritu, y su gran sencillez y humildad, entregó su vida al servicio de la Iglesia, mostrando una gran capacidad de trabajo y sacrificio, como un verdadero "siervo de los siervos de Dios". Una mujer decisiva que trabajó codo a codo con él, Sor Pascalina Lehnert, escribirá en su célebre obra Al servicio de Pío XII: «Pío XII ha entrado en la historia de la Iglesia sobre todo como hombre que se consumió en holocausto, en aras del servicio de Dios, a la Iglesia, a todos los hombres... Sacrificarse hasta el fin era para Pío XII lógico y natural. "Dios me ha encomendado esteministerio y debo corresponderle con todas mis energías. Un Papa no tiene derecho a pensar en sí". Ésa fue su convicción íntima, y obraba en consecuencia».

Como  denunciase  Fernando  Guerrero  se  ha  tejido  una  leyenda  negra  en  torno  a  este  Papa  que murió en clamor de multitudes y en olor de santidad, siendo acompañado su tránsito con los mayores elogios de las personalidades más destacadas de aquel tiempo. Todo comenzó en 1963 con motivo de la publicación del drama en forma de libro, de un joven dramaturgo alemán, Rolf Hochhuth, titulado Der Stellvertreter (El Vicario), se levantó una polvareda contra la respetable memoria del que fue el Papa de la Segunda Guerra Mundial, atribuyendo a sus silencios una gran parte de la responsabilidad de las matanzas de Hitler de los judíos (La Shoah); desgraciadamente, en la Iglesia católica se produjo el fenómeno acerca de los «silencios» sobre Pío XII. Uno de ellos sería sobre el Concilio. A Pío XII se le describe como expresión de la Iglesia preconciliar, cerrado y reservado, tradicional, mientras que en realidad fue el primer ´arquitecto´ del Concilio, y el creador de sus presupuestos. De hecho, Pío XII había creado una comisión de estudio para preparar el Concilio, pero estaba enfermo y era mayor y los tiempos no parecían maduros para la proclamación. Se publicó en Italia, por Editrice APES, un folleto debido a la pluma de Ennio Innocenti, bajo el título Presenza di Pio XII nel Vaticano II, y en él se recogen, con cuidada minuciosidad, las citas de los diversos Papas que hace el concilio en sus documentos; de estos datos se deduce que de las 523 citas papales, sobre todo de los Papas de los últimos 70 años anteriores al Concilio Vaticano II, 187 son de Pío XII, o sea, el 35,7 de todas las citas de los Papas, superando en más de un 100 por ciento a los Papas más citados.

De hecho, uno de los documentos más citados y celebrados del Papa Juan XXIII, Pacem in terris de 11 de abril de 1963, fue -en la palabra de Pablo VI-, al inaugurar el monumento a Pío XII en la Basílica Vaticana, un resumen de las enseñanzas del Papa Pacelli sobre los temas de la paz y de la organización de los Estados y de sus relaciones internacionales. El Concilio Vaticano II supuso un avance extraordinario en el itinerario de la Iglesia a través de los siglos, en el curso de la historia de la salvación. Pero los avances fundamentales en la Iglesia se hacen siempre en línea de continuidad progresiva y homogénea; y nunca de discontinuidad rupturista y negativa. El Papa Pío XII fue el gran precursor del Concilio Vaticano II, que se inició bajo la inspiración iluminada de Juan XXIII, y se desarrolló y concluyó bajo la guía firme y orientadora de Pablo VI, continuada y renovada bajo el pontificado de Juan Pablo II. De hecho, tras la Sagrada Escritura, la fuente más citada por el Concilio Vaticano II es justamente Pío XII.

Sus vínculos con el Perú

 

Durante los casi 20 años de pontificado (1939-1958), Pío XII mantuvo una relación cercana con el Perú como se evidencia a través de las disposiciones pastorales, la llegada y difusión de los documentos pontificios,  los mensajes a la comunidad católica en los Congresos Nacionales Eucarísticos, las actividades del episcopado, clero y Estado, las acciones misioneras, así el puntual seguimiento que la prensa nacional y religiosa hicieron del papa.

Fue el propio Arzobispado de Lima, quien decretaba el 15 de febrero del 1939 orar por la elección del nuevo papa. La noticia de la fumata blanca del 2 de llegó al instante a Lima, donde sus campanas repicaron por todos los distritos. El presidente de la República Óscar Benavides mostró su «filial adhesión y los votos que hago por la gloria de su pontificado»; de igual manera se adelantó a felicitarle Monseñor Fernando Cento, nuncio en el Perú, junto con toda la jerarquía episcopal que enseguida convocaron a la feligresía para la Misa de Comunión y Te Deum en la Basílica Catedral, con asistencia de las autoridades civiles y eclesiásticas. Fungía como arzobispo de Lima Monseñor Pedro Pascual Farfán de los Godos (1933-1945), quien motivó el acontecimiento con una Exhortación Pastoral.

A partir de este momento se fueron sucediendo permanentes contactos motivados por mensajes papales a Encuentros y Congresos como el celebrado en Lima del 20 al 28 de mayo de 1933, II Congreso Iberoamericano de Estudiantes Católicos, en defensa del pensamiento hispanoamericano, la condena a las ideologías modernas, la defensa de la familia, la educación católica y un plan de acción universitaria. Otro momento fundamental fue el las visitas ad limina por parte de los obispos peruanos, iniciadas por el obispo de Cusco, Santiago Hermosa, y el de Ayacucho, Francisco Solano. De igual manera, se consta un permanente seguimiento de su magisterio por parte del clero y la feligresía en general.

En 1940 la relación del papa con el Perú se hizo más estrecha por la cercanía mostrada por el Papa ante el devastador terremoto sufrido en Lima el 24 de mayo. Pío XII bendijo de inmediato al pueblo peruano y dispuso el envío de un socorro, para ayudar a las personas afectadas, ofreciendo su colaboración a las autoridades.

Momentos significativos fueron los mensajes con motivos de los Congresos Eucarísticos Nacionales como el enviado al de Arequipa en 1940. De igual manera, con motivo de nuevos nombramientos como el del primer cardenal peruano Juan Gualberto Guevara en 1946. El Papa impulsó a la Iglesia del Perú logrando cuatro arzobispados, once obispados –Ica, Chachapoyas, Piura, Ayacucho Huánuco, Huaraz, Huancayo, Huancavelica, Tacna, Puno y Cajamarca– cinco vicariatos -Marañón, Ucayali, Iquitos, Amazonas y Puerto Maldonado–, y la recién creada prelatura nullius de Moyobamba (1948), todos en la selva. Contribuyó a la renovación de la iglesia local atendiendo a la familia, el cultivo de los valores, la educación católica… a través del nuevo nuncio Luis Arrigoni, o de manera directa, con sus bendiciones y cartas. A nivel social, el Perú se mantuvo muy próximo al Papa, con el Estado a la cabeza liderado por el presidente Bustamante y Rivero, militante católico democristiano.

Creciente activismo católico siguió en la década de 1950 por parte de la Asamblea Episcopal y los distintos prelados verificados en acuerdos, admoniciones o exhortaciones sobre la enseñanza católica, el comunismo, la masonería o el rotarismo, en el contexto de constantes migraciones del campo a la ciudad y unas ciudades en plena expansión, indicativo del aceleramiento en los cambios sociales en curso. Un momento clave fue el V Congreso Eucarístico Nacional y Mariano (8 al 12 de diciembre de 1954), que el arzobispado de Lima aprovechó para lanzar una Gran Misión en los distritos y barrios, así  como en las nuevas zonas urbano marginales de la ciudad. El impulso será continuado por el nuevo Cardenal Juan Landázuri, nombrado en mayo de 1955, y apoyado por destacados sacerdotes como el futuro obispo auxiliar José Dammert, quienes se volcaron en la Misión de Lima y la creación de la Oficina Nacional de Educación Católica, Cáritas del Perú y otras iniciativas pastorales.

Un gesto del Papa Pío XII para el Perú, será su solicitud a Richard Cushing, arzobispo de Boston, fundador de la Sociedad de Santiago Apóstol, de enviar  a partir de 1959 sacerdotes al Perú. Su actitud propiciaría que entre 1940 y 1960 17 nuevas congregaciones y sociedades sacerdotales llegaron al Perú, entre españoles, de países europeos latinos, de Estados Unidos, Canadá e Irlanda, y de muchos otros lugares. Cuando en 1958 se erigió la prelatura nullius de Tarma, en la sierra central peruana, se les encargó la conducción a los combonianos alemanes –ya estaban en la zona y al sur de Lima–. Los padres Marynoll desde 1943 ayudaron en la diócesis de Puno, en la sierra sur del país, donde sólo había 28 sacerdotes para 45 parroquias y asumieron la formación sacerdotal en la diócesis, para en 1957 asumir la prelatura de Juli, tras su desmembramiento de la diócesis de Puno. Las prelaturas nullius comprometían a las congregaciones y sociedades sacerdotales nuevas, y aparte de las mencionadas, los misioneros del Sagrado Corazón se hicieron cargo de la prelatura de Caravelí; los carmelitas norteamericanos asumieron la Prelatura de Sicuani, desmembrada del Cusco; los Oblatos italianos, que ya trabajaban en varias ciudades, se hicieron cargo de la de Huari en 1958, en la sierra de Ancash; al mismo tiempo que los Sagrados Corazones lo hicieron con la de Ayaviri, en Puno. Un año antes, en 1957, el Opus Dei asumía el reto de trabajar en la prelatura de Yauyos, en la sierra de Lima

En 1952, a invitación del arzobispado de Lima, llegaron los Columbanos para hacerse cargo de la pastoral en los barrios marginales y populares del norte de la ciudad, buscando, además, como los Marynoll, vocaciones para el clero diocesa[1]no. Por su lado, la St. James Society se estableció en Apurímac y Andahuaylas, en la sierra sur-central, y en la ciudad de Lima. Igualmente, la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana, ocsha, fundada en 1958, distribuyó muchos sacerdotes por diversas regiones del país, o la Société des Missions-Étrangères, promovida por el episcopado canadiense.

Cuando falleció Pío XII, a la par de los cambios sociales producidos, la Iglesia peruana había crecido en número de diócesis, vicarías y prelaturas. Si en 1938 en la asamblea de obispos participaron 11, para la Conferencia Episcopal de 1958 estuvieron convocados 32 prelados: cuatro arzobispos, once obispos, ocho vicarios apostólicos, cuatro prelados, un prefecto apostólico y cuatro prelados auxiliares, coadjutores. La iglesia peruana, y en ella el conjunto de católicos, procuraban enfrentar los desafíos de los tiempos contemporáneos de la mejor manera, en las ciudades y en las selvas, desiertos o serranías andinas. «El Perú es una tierra recia» se expresó una vez el papa, y vislumbró: «aquellos valores que ellos llevan consigo, crecerán también con grandeza nueva y renovado esplendor». Y el Papa acompañó este proceso.