jueves, 28 de julio de 2022

Te Deum Fiestas Patrias Perú, 2022: Homilía del Arzobispo Mons. Carlos Castillo.

https://www.arzobispadodelima.org/2022/07/28/fiestas-patrias-2022-homilia-del-arzobispo-de-lima-en-misa-y-te-deum/

https://www.youtube.com/watch?v=_cG4DCmCcWc&t=2206s

 

Homilía 28 de julio 2022

 

Hermanos y hermanas,

Venimos a orar dando gracias a nuestro Padre por la Independencia y pidiéndole su ayuda en la profunda crisis que vivimos.

 

María servidora genera a Jesús servidor: Luz en la tiniebla

 

Meditemos esta Palabra del evangelio. Conmueve el gesto de María que se levanta para ir de prisa a ayudar a la anciana Isabel en el parto. Similar al samaritano cercano al herido en el camino, María, multiplica cuidados de servicio a Isabel durante tres meses.  La "llena de gracia", madre del rey, sirve y ayuda.

 

¡Cuántas veces en estos durísimos años, hemos recibido estos gestos de amor generoso de tantos samaritanos y Marías! Hoy somos los sobrevivientes de la tragedia y no podemos olvidar a la amplísima comunidad de peruanos y peruanas que arriesgaron sus vidas para salvar la nuestra. Sólo podremos corresponderles con nuestra vida donada. Se asoma así el nuevo proyecto nacional de la vida peruana regenerada por la generosidad servidora, lejana de toda ambición estrecha.  

 

La Palabra escuchada es para vivirla y renovarnos en la actualidad y ser "fieles" como "pueblo fiel de Dios". Aparece aquí este detalle: Isabel bendice a María y se pregunta: "¿Cómo es que la madre de mi Señor viene a mí?", en palabras modernas "¿Cuándo se ha visto que la madre del gobernante venga a ponerse al servicio de una anciana pobre y parturienta?".

 

He aquí la gran novedad, el Dios de nuestra fe llega a nuestra historia como servidor que da alegría, a través de la madre servidora, en cuyo seno está el Rey que será servidor. La alegría es por la novedad del abajamiento de los gobernantes que abre la era del servicio a los humildes y entre los humildes, prometida desde antiguo.

 

Con ello se inaugura la era de la rectificación definitiva del falso orden inventado por poderes tiranos, ideologías y religiones encubridoras que endiosaban al gobernante para que dominara sin medida al pueblo sencillo, cuando debía defenderlo porque provenía de allí. En cambio, en esta visita desborda el servicio, que inspirará al gobernante, y aprenderá a actuar en forma justa, prístina, efectiva, y creíble. Solo así el pueblo verá la "luz grande" en medio de la oscuridad.

 

Hace 200 años: el difícil inicio de la República

 

No estamos lejos de esta novedad en el Perú de hoy. Jorge Basadre dice que, en estos mismos días de 1822, comienza realmente nuestra República, porque una cosa había sido proclamarla y otra realizarla. En efecto, a un año de la proclamación de la independencia, es decir hace 200 años, similares dificultades que hoy vivimos desafiaban también nuestro despegue como república:

 

-Ayer: caudillismos, ambiciones particulares, ambigüedades, tibiezas y complicidades con el colonialismo, traiciones, apetitos de poder, corrupción, nostalgias aristócratas.

 

-Hoy: -instituciones públicas deficientes y corroídas ante las necesidades de seguridad, salud, trabajo, educación de calidad, equilibrio ecológico, organización autónoma solidaria, desarrollo de poblaciones originarias, y otras demandas de nuestro pueblo;

-enorme crisis política con fondo viral de corrupción y encubrimiento al servicio de intereses particulares.

-indiferencia, individualismos, intereses de grupo, mafias.

 

La actitud fundadora: el desprendimiento de San Martin

 

Recordemos por eso las valerosas actitudes humanas y cristianas que nos generaron para nacer como nación. Decía Jorge Basadre: "Es el nuestro un estado concebido primero como un bello ideal y llevado luego penosamente a la realidad"[1]. Quiso decir "penosamente" debido quizás a la nobleza humana de los que renunciaron a sí mismos para que el bello ideal se realizara.

 

En efecto, hace 200 años exactos, el 28 o 29 de julio de 1822 no hubo Te Deum en esta Catedral. Peligraba la futura República y don José de San Martín, fue presuroso a Guayaquil el 26 y 27 de julio de 1822 a encontrar a Simón Bolívar, emancipador norteño de América Latina. Conversaron de la terminación de la guerra emancipadora y de nuestro futuro como Estado.

 

Apreciemos aquí la actitud fundamental que abrió el camino republicano. Con la sensibilidad del Samaritano y de María, San Martín, preocupado por el alto costo de sufrimiento humano que implicaba la prolongación de la guerra pidió ayuda a Bolívar. Pero lo hizo con humildad y responsabilidad sin igual:  le pidió ponerse a sus órdenes, sin afán de protagonismo personal. Bolívar no asintió a esta propuesta, le parecía poco delicado poner a San Martin bajo su mando y dudaba que el Congreso Colombiano le diera permiso.

 

Ante esto don José comprendió que para lograr el bien común del Perú había que hacer un acto adecuado y justo de desprendimiento que permitiera una acción efectiva que culminase la guerra. Por ello decidió algo más hondo todavía, retirarse para dejar paso a quien tenía las fuerzas preparadas para que no retrocediera el proceso libertario y republicano.

 

En su carta a Bolívar -29/08/1822- San Martín le manifiesta: "estoy íntimamente convencido, que sea cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de América es irrevocable; pero también lo estoy, de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos, y es un deber sagrado para los hombres a quienes están confiados sus destinos, evitar la continuación de tamaños males. En fin, general; mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes entrante he convocado al primer congreso del Perú, y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le impide a usted venir al Perú con el ejército de su mando. Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien la América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo, y es preciso conformarse. No dudando que después de mi salida del Perú, el gobierno que se establezca reclamará la activa cooperación de Colombia, y que usted no podrá negarse a tan justa exigencia, remitiré a usted una nota de todos los jefes cuya conducta militar y privada puede ser a usted de alguna utilidad su conocimiento"[2].

Aquí sentimos una viva espiritualidad que coincide con la del evangelio de esta misa. Apreciando este gesto y actitud desprendida de San Martín, consideremos pues: ¿acaso no es también urgente hoy? ¿acaso no extrañamos la presencia de esa generosidad y desprendimiento en toda la dirección nacional, en cualquiera de sus niveles, y especialmente en la esfera política y pública? ¿acaso no falta cultivarla en la vida social, económica, cultural, educativa e incluso religiosa de todo responsable institucional?; ¿Pero dónde encontramos la generosidad en el Perú de hoy? Pues la apreciamos clarísima en la actitud de las personas y organizaciones solidarias que operan permanentemente con absoluta generosidad y desprendimiento, como el caso emblemático de la "red de mujeres de las ollas comunes" y muchísimas otras.

Pero falta en quienes dirigen desde zonas de poder de cualquier tipo. La espiritualidad contraria a esta fe de los peruanos es el egoísmo individualista o de grupo. Es el espíritu de elite separada, o que pretende separarse y servirse de su llegada a ese espacio. Ese es el flagelo que nos corroe, y donde pervive la corrupción. En contraposición la espiritualidad del desprendimiento es la que intentamos, especialmente ahora, vivir en la iglesia en favor del Perú, aunque debemos pedir perdón de que el aire de la indiferencia y de la corrupción también nos ha llegado, como recordó Papa Francisco en su visita al Perú[3].

José de San Martin tomó el camino de la fe. Abnegado y desprendido, contribuyó a nuestra independencia, dejando el Perú en las buenas manos estratégicas de Bolívar, y en buenas manos institucionales, con un competente Congreso Constituyente, que promovió a los más valiosos peruanos y reunido por fin, "el 20 de setiembre de 1822, a las 10 a.m., en el Palacio de Gobierno" y "Desde allí se dirigieron a la catedral a solicitar la asistencia divina, mediante la misa votiva del Espíritu Santo que celebró el deán gobernador eclesiástico del Arzobispado de Lima[4]. Por ello la misa y Te Deum que debió celebrarse en 29 de julio, se celebró el 20 de septiembre de 1822.

Así, la república fue, desde el comienzo un largo y progresivo proceso de generación. Poco a poco los peruanos debimos aprender el camino de la unidad, y afrontar crisis tras crisis, conflicto tras conflicto, y hasta ambición tras ambición. Pero si logramos aun existir es porque se pudo imponer por sí misma la exigencia de la realidad sobre las vanas ilusiones. Y este proceso continúa hoy en su compleja ambigüedad. Felizmente algunas bases sólidas quedan, pero siempre existe el riesgo de corroerlas y perderlas, si la ambición desmedida no se supera. Necesitamos la grandeza humana del servicio desprendido y abnegado. Así hemos ido llegando al año 201. 

Sabedores de que todavía están pendientes de resolver problemas fundamentales, y que la ambición egoísta personal o grupal actual requiere nuestra libre decisión de rectificación en todos los actores, acojamos con sabiduría la experiencia adquirida en estos 201 años, y emprendamos un nuevo esfuerzo inspirado que requiere humana generosidad y desprendimiento, un programa básico de prioridades que todos debemos realizar por el bien común, sin segundas intenciones propias, y también… fe cristiana verdadera, y no encubridora de los males.

En efecto, la historia nos exhorta a no traicionar lo mejor de su enseñanza, que mucho más, se forjó humildad tras humildad, desprendimiento tras desprendimiento, restañando las heridas dejadas por quienes creían que su ambición era una forja, cuando era una ruina.

Estas actitudes y este modo de actuar mariano y samaritano urge hoy en nuestra patria. Y ya lo practica diariamente la gran mayoría de los más de 30 millones de peruanos que somos, quienes saben autoorganizarse solidariamente, especialmente los jóvenes y las mujeres, y de quienes hemos de aprender todos.

 

"La justicia de su causa que Dios defiende": el bien común

La causa de nuestro pueblo peruano, "que Dios defiende" es el bien común de todos. Ningún peruano esta de sobra, todos somos importantes, y más importantes son los vulnerables, los niños, y adultos mayores, los trabajadores estables y eventuales de la ciudad y del campo que sufren, pobreza, miseria, enfermedad, falta de empleo, hambre, daño ecológico, violencia callejera, machismo y maltrato de la mujer, racismo y discriminación de todo tipo, pésima educación basada en el negocio, inestabilidad económica, hastió de la política, desesperanza e intolerancia.

Papa Francisco, en su "peregrinación penitencial" a Canadá, pidió perdón histórico a los pueblos originarios: "Pido perdón, en particular, por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos de la época, que finalizaron en el sistema de las escuelas residenciales."[5]

 

Por eso Dios defiende sobre todo la causa de las víctimas de los que usaron y usan la religión para dominar y maltratar hasta la muerte a las poblaciones originarias, y con modernas esclavitudes,  cuyo fundamento es el "proselitismo religioso", la "obediencia religiosa" ciega termina en  abuso prepotente en todas sus formas. Dios defiende a las víctimas de todos los que dominan y destruyen sus cuerpos y mentes, sus libertades, sueños y justas ilusiones, su fe y su esperanza. Y la iglesia asume esta tarea como su misión.

Y las defiende también suscitando su Espíritu para irnos convirtiendo todos los peruanos, creyentes y no creyentes, en milagros vivientes que renuevan los gestos abnegados y desprendidos que nos fundaron, para que podamos emprender iniciativas inteligentes y sabias. Esto es lo único que nos ha permitido existir como nación y durar hasta ahora 201 años.

Es nuestra tarea histórica convertirnos todos personal y socialmente al servicio del bien común, dándonos la mano, con una generosidad que regenera la Patria. Hemos de promoverla por todos los medios, adecuados y legítimos. La corrupción puede ser vencida no nos resignemos. Participemos en este proceso que lleva a la anchura de la democracia.

La misión evangelizadora de la Iglesia y el camino sinodal como aporte

La misión de la iglesia es evangelizar inserta en las bases de nuestra sociedad. Para ello está en proceso de reforma mediante en "camino sinodal" de servicio a nuestro país Estamos reaprendiendo y recuperando el modo más antiguo de resolver los problemas consultando y deliberando juntos, para afrontar los desafíos de las grandes crisis siempre guiados por nuestros pastores y el Papa, pero teniendo en cuenta lo que siente y propone el pueblo fiel.

Ofrecemos a nuestro pueblo este pequeño aporte inspirador para su vida social y democrática. Como el Papa pedimos a todos los peruanos perdón de nuestras graves faltas y males al dejar de evangelizar, y les anunciamos que vamos rectificándonos de ello poco a poco, caminando con el Perú hacia su Reino de Vida, de Verdad, de Justicia, de Paz, y de Amor .

 

Volver al fundamento no al pasado: Gareca y Kimberly

Por ello nuestra tarea nacional es volver siempre, no al pasado, sino al fundamento de la sensibilidad fundadora de la patria, que la construye generosidad tras generosidad, heroísmo tras heroísmo, martirio tras martirio, amando gratuitamente a todos y cada uno de los peruanos y peruanas.

Las imágenes de Ricardo Gareca y de Kimberly García, desbordantes de generosidad, alentadores de nuestra esperanza, pero maltratados por el egoísmo estrecho de intereses equivocados, nos reafirman en esta misión, porque siguen dejándonos el mismo legado que hemos de expandir hasta las estructuras más amplias de toda la sociedad peruana. Somos herederos de modos de ser humanos, muy lejanos a los que nos inducen la ambición y la corrupción.

 

El Perú se ha ido construyendo así. Cualquier otra teoría sobre el Perú, como la del terrorismo destructor del estado, o la corrosión egoísta de la corrupción y la ganancia absoluta, destruye nuestro estado, nuestra patria y nuestra historia, y nos desprecia como peruanos. Como sobrevivientes agradecidos, sigamos el camino que Jesús anticipó mediante signos tangibles del Reino del Dios bueno, que permita generar o quizás regenerar al Perú como "una partecita del cielo", sueño preciado de nuestra Rosa de Lima.



[1] Basadre, J. Historia de la Republica del Peru, Tomo 1, p.

[2] Carta de Jose de San Martin a Simón Bolívar 29 de agosto de 1822.

[3] Mensaje en el Patio de Palacio, versión oral.

[4] Relato de fundación del Congreso de la república, el Basadre, Historia T. 1.

[5] Papa Francisco, ENCUENTRO CON LOS PUEBLOS INDÍGENAS PRIMERAS NACIONES, MÉTIS E INUIT, Maskwacis Lunes, 25 de julio de 2022

 

lunes, 25 de julio de 2022

Marcelino LEGIDO Aproximación a la oración de Jesús, P. José Luis Calvo

Marcelino LEGIDO Aproximación a la oración de Jesús, Fundación Mounier, Madrid, 2021, pp.356

 

Son muchos los libros que se han escrito       sobre el Padre Nuestro, personalmente he leído varios, pero el mejor de todos es un libro que todavía no he terminado de leer pues es tan denso que hay leer en pequeñas porciones y lo estoy utilizando para mi oración de la mañana desde hace varios meses cuando me llegó enviado por un amigo desde España. El libro se llama "Aproximación a la oración de Jesús" cuyo autor es Marcelino Legido y está publicado por la Fundación Mounier en la colección Encuentro y Solidaridad. Este libro surgió a raíz de unas charlas que durante varios veranos dio Marcelino Legido a las religiosas de un convento de las hermanas cistercienses de Arévalo (Ávila) España y que fueron grabadas por una religiosa. Esta grabación llegó a manos del Movimiento Cultural Cristiano que los editó en cuadernillos tipografiados. Más tarde sería el hermano de Marcelino Legido quien pediría a la Fundación Enmanuel Mounier, dirigida por el filósofo Carlos Díaz, amigo y discípulo de Marcelino Legido, quien lo editará en un libro.

Quiero empezar comentando algo sobre Marcelino Legido pues la mayoría de la gente que va a leer estas humildes reflexiones del Atrapanieblas no saben quién es él. Marcelino Legido nació en San Esteban de Zapardiel (Ávila) en 1935 y falleció en el año 2016 en Salamanca. Estudió filosofía y fue profesor de la Universidad de Salamanca en los años sesenta hasta que decidió renunciar a su cátedra para estudiar teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Ordenado sacerdote se fue a Alemania para ampliar sus estudios. Su tesis doctoral en teología fue sobre la Iglesia en San Pablo, de la que era un especialista. Allí fue capellán de los inmigrantes españoles viviendo con ellos en los barracones de los suburbios de Múnich. De regreso a España se esperaba que fuera profesor de teología, pero sorprendió a todos al pedir al obispo de Salamanca que lo destinará a una parroquia rural. Así fue enviado a El Cubo de Don Sancho, en el Campo Charro, mi pueblo, al que llegó cuando yo tenía catorce años y donde vivió la mayor parte de su vida hasta que enfermó y se retiró al seminario de Salamanca. Escribió varios libros entre los que destacan "Evangelio a los pobres" y "Misericordia entrañable, la historia de la salvación anunciada a los pobres", ambos en la editorial Sígueme. Un libro que resume su vida y su obra es: "Marcelino Legido y la peripecia de su fe eclesial" escrito por uno de sus discípulos, el sacerdote Joaquín Tapia, y editado por la Fundación Enmanuel Mounier, al igual que el libro del que quiero tomar algunas de las reflexiones sobre el Padre Nuestro: Aproximación a la oración de Jesús

La parte primera del libro es una introducción al Padre Nuestro donde Marcelino explica la petición de los discípulos a Jesús: "Señor, enséñanos a orar". Antes de aproximarnos al Padre Nuestro es necesario, señala Marcelino, ver si consentimos que el Espíritu ore en nosotros y podemos decir en el espíritu: Señor enséñanos a orar. Si logramos decir esto al Señor, seguro que nuestros ojos, nuestros corazones y nuestras manos se ensancharán mucho para poder decir después      Abba, Padre Nuestro. Por eso, continua Marcelino que al hacer la plegaria: "Señor enséñanos a orar" no es algo que brota de nuestro corazón sin más, sino que nace del encuentro de Jesús con nosotros mismos mientras Él camina. Solamente aquellos hermanos que se encuentran con Jesús, en el camino que Él va haciendo, se sienten provocados, llamados a esta plegaria.

La pregunta, señala Marcelino, les llegó a los discípulos al corazón por ir acompañando a Jesús por los caminos, en la misma tarea que Él iba haciendo. Él iba reuniendo a la familia de hermanos y preparando para ellos la mesa común, donde se pudieran sentar todos, y los pobres, los primeros. Ellos se sienten llamados a hacer camino con Él y dicen que sí; y dejándolo todo, le siguieron. Al seguirlo a pasar un día, y dos, y una semana y otra, se les iban abriendo los ojos a la ternura entrañable, a la misericordia entrañable del que llamaban Maestro, que alrededor de Él iba reuniendo a la familia de hermanos, los pobres, siempre en primera fila junto a Él, para partirles el pan. Así empieza el Padre Nuestro. Los apóstoles al lado del maestro, el corro del pueblo; los pobres a los pies del maestro; un pan partido que corre entre ellos, que empiezan a asombrarse, a asombrarse del amor desmedido de la misericordia absoluta, de la ternura incondicional que aquel profeta entregaba mientras iba caminando reuniéndolos a todos en torno a la mesa común.

La parte II, III y IV la dedica Marcelino Legido a la expresión: "Padre Nuestro que estás en los cielos". En estas tres partes se explica el significado de la palabra Abba (padre). Esta palabra en labios de Jesús significa darse, entregarse, una entrega de abandono y de confianza sin límites, como un niño en brazos de su madre. La oración de Jesús es fundamentalmente una entrega de absoluto abandono, de absoluta confianza y de absoluta acogida al Padre en cuyo rostro descubre su proyecto de amor en favor de los hombres. Esa entrega de abandono se convierte en entrega de obediencia y entrega de alabanza. El Padre lo entregó, nosotros lo entregamos, Él mismo en la locura del amor, se entregó a sí mismo, y la manera de entregarse a sí mismo es la cruz. Podemos decir Padre Nuestro si nos ponemos a la luz del rostro del Cristo Pascual, muerto y resucitado. En los brazos abiertos del Cristo muerto y resucitado el Padre nos acoge y nos descubre su Aquí he llegado hasta ahora con la lectura que voy haciendo despacio, en pequeñas dosis pues muchas veces tengo que releer varias veces un texto para comprenderlo. La parte V es una reflexión sobre la frase: "Santificado sea tu nombre" para concluir con la parte VI que lleva por título: "El hijo entregado como siervo crucificado y señor entronizado". Para finalizar en el epílogo los recopiladores de estos textos nos dicen que: "hemos querido compartir y difundir estas reflexiones de Marcelino Legido por lo mucho que de él hemos recibido. Él lo recibió gratis, lo compartió y gratuitamente queremos continuar ensanchando y profundizando la senda de la gratuidad. El Padre nuestro de Marcelino es uno más de esos magníficos intentos de poner el nosotros por delante del yo, de amar a fondo perdido, de mística desde la vida diaria" concluyen los editores de este libro de la fundación Enmanuel Mounier rostro como Padre de todos.

Aquí he llegado hasta ahora con la lectura que voy haciendo despacio, en pequeñas dosis pues muchas veces tengo que releer varias veces un texto para comprenderlo. La parte V es una reflexión sobre la frase: "Santificado sea tu nombre" para concluir con la parte VI que lleva por título: "El hijo entregado como siervo crucificado y señor entronizado". Para finalizar en el epilogo los recopiladores de estos textos nos dicen que: "hemos querido compartir y difundir estas reflexiones de Marcelino Legido por lo mucho que de él hemos recibido. Él lo recibió gratis, lo compartió y gratuitamente queremos continuar ensanchando y profundizando la senda de la gratuidad. El Padre nuestro de Marcelino es uno más de esos magníficos intentos de poner el nosotros por delante del yo, de amar a fondo perdido, de mística desde la vida diaria" concluyen los editores de este libro de la fundación Enmanuel Mounier

Leer estas reflexiones de Marcelino Legido sobre el Padre Nuestro aquí donde me     encuentro ahora, en los cerros desérticos de Nueva Rinconada, Pamplona alta, en el cono sur de Lima, entre los pobres que han llegado aquí buscando construir un hogar para sus hijos, me ayuda a comprender mejor la vida y los escritos de este gran sacerdote, que tuve la suerte de conocer, y que espero que la diócesis de Salamanca empiece el proceso de canonización, que, aunque a él no le gustaría, creo que es una obra de justicia ponerlo en el candelero como modelo de santidad. Como dijo la comunidad cristiana de El Cubo de Don Sancho cuando le pidieron una reflexión sobre Marcelino "lo que Marcelino quería es que siguiéramos las huellas de Jesús acogiendo el amor del Padre en la oración, en la palabra, en la Eucaristía y en los pobres para compartirlo en la fraternidad y así experimentar la misericordia entrañable de Dios Padre". El cristiano del siglo XXI será un místico o no lo será, pero un místico que se ha encontrado con Dios en el contacto con los pobres y marginados en los cuales ha visto el rostro de la misericordia entrañable de Dios, nuestro Padre, un Padre de todos con predilección por los más pobres y los que han ido quedando al borde del camino.

 

P. José Luis Calvo Vicente, párroco de "Sagrado Corazón de María", diócesis de Lurín. (Boletín semanal "Atrapanieblas", 24 de julio 2022)

 

lunes, 18 de julio de 2022

Monseñor Pedro Antonio Barroeta y Ángel, arzobispo de Lima y de Granada

Barroeta y Ángel, Pedro Antonio

Ezcaray (La Rioja), s. XVII – Granada, 20.III.1775. Arzobispo de Lima y de Granada (España).

Se educó en el colegio mayor de Cuenca. Fue caballero de la orden de Santiago, canónigo penitenciario de la catedral de Coria, doctoral y provisor de la diócesis de Málaga. Fue presentado por el rey Fernando VI en 1748 al papa Benedicto XIV, quien lo preconizó arzobispo de Lima el 8 de noviembre de 1748. Se embarcó en Cádiz el mes de octubre de 1750. Llegó a Cartagena de Indias, donde le esperaba el presbítero que, más adelante, sería su sucesor en el arzobispado, Diego del Corro. Allí fue consagrado obispo en enero de 1751; en mayo se encontraba en Panamá y desde Paita se trasladó a Lima por tierra.

Arribó a Lima y el 26 de junio de 1751 tomó posesión de su sede arzobispal.

La arquidiócesis de Lima estuvo vacante desde 1745, por la muerte de José Antonio Gutiérrez de Zevallos.

Durante este tiempo se hizo cargo del gobierno de la misma el arcediano del cabildo metropolitano Andrés de Munive y Garavito. En su gobierno ocurrió el terrible terremoto del 28 de octubre de 1746, quedando también muy dañada la iglesia catedral. En este tiempo, el deán, Felipe Manrique de Lara, comunicaba al cabildo que Agustín Delgado, arzobispo de la Plata, había sido elegido arzobispo de Lima. Sin embargo, antes de llegar a su nueva sede falleció en Chuquisaca el 18 de diciembre del 1746. El 25 de mayo de 1747 murió también Andrés Munive, y se hicieron cargo de la arquidiócesis de Lima, sucesivamente, el vicario capitular Fernando de la Sota y Gabriel Chávez, canónigo doctoral.

El arzobispo Barroeta hizo por sí mismo la visita del seminario, pero antes de ella, el rector José Marín de Poveda, canónigo magistral y rector del colegio, presentó su renuncia al deán y Cabildo el 23 de enero de 1751. Barroeta pasó al seminario el 23 de agosto de 1752 en compañía de los canónigos Bartolomé Jiménez Lobatón y Santiago Bengoa y empezó la visita por la capilla, donde dio una plática a los seminaristas y recorrió luego las oficinas y las celdas. Mandó guardar los estatutos vigentes y dispuso que los jueves y días de asueto no gozasen de este descanso los alumnos que en la semana no hubiesen dado prueba de su aplicación. Días más tarde, el 14 de septiembre de dicho año, el rector, Melchor Carrillo de Córdoba, leyó a los colegiales el auto de la visita.

Este arzobispo fue celoso y caritativo, prolífico en edictos y cartas pastorales, pero intransigentes, en ocasiones, como se manifestó en los diversos roces con su Cabildo, con el virrey, con las órdenes religiosas y con varios tribunales. La pugna entre el arzobispo y su Cabildo se agravó tanto que incluso se llegó a firmar un concordato de nueve artículos entre ambas partes que fue promulgado el 2 de junio de 1754; a pesar de todo, los problemas continuaron con más fuerza.

Con la colaboración del virrey José Antonio Manso de Velasco, conde de Superunda, contribuyó eficazmente a la reedificación de la catedral, que halló en ruinas por el terremoto de 1746; se inauguró la mitad de ella, con una gran función el 30 de mayo de 1755.

Desde 1752 visitó su arquidiócesis, pero no todas las provincias. Reimprimió en 1754 las sinodales de sus predecesores en el arzobispado, B. Lobo Guerrero y H. Arias de Ugarte. Recopiló las leyes y estatutos eclesiásticos, que se imprimieron en 1754. Hizo imprimir las pláticas para los sacerdotes del padre Calatayud.

Prohibió los altares de la Purísima y los nacimientos en las casas particulares. Prohibió que se tocase en los templos música profana. Al respecto, el 27 de septiembre de 1754 el Prelado prohibió por edicto la música profana de instrumentos en los templos y urgió las normas de modestia de las mujeres en los templos. Frente a esto se pronunció el Santo Oficio. Prohibió que pidiesen limosna los mendigos dentro de la iglesia. Desterró muchas corruptelas en los monasterios y restableció en ellos la disciplina. Se preocupó por los monasterios de religiosas, su situación económica y el número de religiosas, aún crecido pese a las reducciones adoptadas precedentemente.

Asimismo, publicó el edicto de S. S. Benedicto XIV para disminuir los días festivos. Construyó un hospicio para cuarenta y tres mujeres pobres y prestó apoyo a la casa de recogimiento para las mujeres públicas.

El rey Carlos III, en 1757, cansado de tantas noticias negativas, aprovechó la vacancia de la sede episcopal de Granada para promover a ésta y así, en cierta manera, premiar sus grandes méritos y virtudes. El 18 de septiembre de 1758 se embarcó para Acapulco en el navío Santa Bárbara y llegó a Cádiz a fines de agosto de 1759. Rigió su nueva diócesis hasta 1775, fecha de su muerte.

 

Bibl.: P. García y Sanz, Apuntes para la historia eclesiástica del Perú, Lima, 1876; A. Egaña, L. Lopetegui y F. Zubillaga, Historia de la Iglesia de España en la América Española, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 19651966; J. A.Valle, Galería de retratos de los arzobispos de Lima (15411891), ed. de D. de Vivero, Lima, Imprenta Librería Clásica y Científica, 1892; R. Vargas Ugarte, Historia de la Iglesia en el Perú, Lima-Burgos, Imprenta Sta. María, 1953, 4 vols.; M. Casares, "Barroeta y Ángel, Pedro Antonio", en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 196.

 

José Antonio Benito Rodríguez

https://dbe.rah.es/biografias/68510/pedro-antonio-barroeta-y-angel

(Ilustración de la exposición "Arzobispos de Lima en el tiempo" coordinada por el Grupo de investigación fotográfica del I.R.A. (enero-abril 2018)

Para más datos sobre su etapa de Granada.

 Pedro Antonio Barroeta y Ángel - Wikipedia, la enciclopedia libre

Arzobispo de Granada

Nombrado arzobispo de Granada el 19 de diciembre de 1757, regresó a España tomando la larga ruta de Acapulco. Llegó a Cádiz en agosto de 1759 y tomó posesión de su sede el 24 de noviembre de 1759.

Continuó recibiendo recibiendo fondos procedentes de América a través de los hermanos que permanecieron en aquel continente, rentas que destinó a la reedificación de la casa solariega de Ezcaray y para fundar una escuela de gramática en su pueblo natal, así como para obras de restauración del santuario de Nuestra Señora de Allende y la financiación de estudios de varios sobrinos.

Empleó quince meses en hacer la visita pastoral de su diócesis, emprendida en el segundo año de su pontificado, que comenzó por algunas parroquias que llevaban más de treinta años sin ser visitadas por su arzobispo; hizo grandes donativos; incidió en la observancia de la disciplina eclesiástica y en la correcta ejecución de las ceremonias litúrgicas; e intervino en el proceso relacionado con las falsificaciones arqueológicas de Albaicín, cuando el Consejo de Castilla ordenó que el presidente de la Chancillería procediera a la detención de los falsificadores de acuerdo con el prelado.

Durante su mandato se inició el funcionamiento del colegio eclesiástico de San Fernando de la Capilla Real, a cuya fundación se mostró favorable.

Recibió, colaboró en la adecuación y comenzó a usar de inmediato para dependencias de la curia el edificio que ocupaba la Universidad de Granada, que había sido donado por el rey. Donó al arzobispado los libros procedentes de los colegios de jesuitas de Motril y de Loja, así como su propia biblioteca personal. También a la catedral hizo donación de diversos y costosos objetos de culto.

Después de dieciséis años de gobierno, falleció el 20 de marzo de 1775 y sus restos fueron sepultados en la cripta de la catedral de Granada.

Dejó un importante legado del cual se entregaron a la Sociedad Económica de Amigos del País 150.000 reales para la creación de una fábrica de manufacturas de cáñamo y de lino.

En Lima se le hicieron exequias solemnes en noviembre de dicho año, y de la oración fúnebre se encargó Ramón de Argote, pariente suyo y cura de Carabayllo.