martes, 16 de marzo de 2021

LA POLÍTICA QUE NECESITA EL PERÚ o VOTAR COMO DIOS MANDA Y LA IGLESIA ENSEÑA. ELECCIONES 2021

 

MENSAJE DE LOS OBISPOS DEL PERÚ

CON MOTIVO DE LAS PRÓXIMAS ELECCIONES GENERALES

 

"La política que se necesita"

(Cfr. Papa Francisco, Enc. Fratelli tutti, 177)

 

1.      Nos acercamos a las elecciones generales del Bicentenario en medio de una de las peores crisis de nuestra vida republicana. Tal vez sea la peor porque es una crisis pluridimensional: sanitaria, económica, moral, educativa y política, que afecta gravemente nuestro presente y puede afectar más gravemente aun nuestro futuro como nación.

 

2.      Ante esta realidad, quienes postulan como candidatos en este proceso electoral tienen una responsabilidad mayor que quienes los precedieron en elecciones pasadas. No sólo porque un buen grupo de ellos tendrá la tarea de guiar el destino inmediato del país desde el Poder Ejecutivo y el Congreso, es decir el futuro de millones de familias con sus hijos, sino porque todos, salgan elegidos o no, tienen hoy la posibilidad de cooperar en la necesaria rehabilitación de la política y el fortalecimiento de la sociedad.

 

3.      El elevado nivel de corrupción de altas autoridades y funcionarios públicos y los enfrentamientos estériles entre poderes del Estado, así como entre las diversas bancadas e, incluso, al interior de los mismos partidos políticos, unidos a los intentos de introducir en nuestro Perú ideologías extranjeras contrarias a la familia y la vida, reflejan que la clase política, salvo algunas excepciones, se ha vuelto autorreferencial y vive de espaldas al pueblo.

 

4.      Ante esta situación se corre el riesgo de que el pueblo peruano pierda la esperanza y caiga en una depresión colectiva respecto a la política, lo cual sería muy grave porque la magnitud de la crisis que aflige al país es tan grande que ningún candidato o partido podrá sacarnos de ella por sí solo. Se requiere el trabajo y esfuerzo conjunto de todos los peruanos, porque de esta crisis pluridimensional salimos juntos o no salimos.

 

5.      En ese contexto y estando a pocas semanas de las elecciones generales, hacemos un llamado a los partidos políticos y sus candidatos para que destierren de las campañas electorales los epítetos humillantes y las ofensas a sus rivales y prioricen la presentación de propuestas no demagógicas sino serias y viables, manteniendo siempre abiertas las posibilidades de un diálogo respetuoso con los diversos actores de la vida social, económica, cultural, educativa y política del país. Pedimos a los medios de comunicación que colaboren con este objetivo.

 

6.      La buena política requiere candidatos honestos y responsables, con espíritu de servicio, capaces de dialogar y de tender puentes a favor del bien común, que es el bien de todos y de cada uno de los que formamos parte de este Perú. "Necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis…una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas" (Papa Francisco, Fratelli tutti, 177; Laudato si', 197 y 181).


7.      Una política que no se subordine a la economía ni al paradigma eficientista de la tecnocracia, sino que la oriente como parte de un proyecto mayor de desarrollo humano integral sostenido y sostenible, en el que se atienda de modo preferencial a los pobres.

 

8.      Invocamos también a la ciudadanía a no dejarse llevar por "un febril intercambio de opiniones en las redes sociales, muchas veces orientado por información mediática no siempre confiable…quizás imponiéndose a los demás por sus tonos altos y agresivos" (Fratelli tutti, 200).

 

9.      Asumamos con responsabilidad nuestra participación en la vida política. Votar es un deber que nos incumbe a todos. Preparémonos de modo adecuado para emitir un voto consciente e informado, sopesando los problemas coyunturales y estructurales que afectan a nuestro Perú, y evaluando la capacidad que los candidatos puedan tener para resolverlos y las garantías que nos puedan brindar de que así lo harán.

 

10.  Estamos convencidos de que es posible que en nuestro país la política llegue a ser el grado más alto de la caridad. Ello requiere de líderes que vivan con pasión su vocación de servir al pueblo al que representan y que, además de contar con la debida preparación para el alto cargo al que aspiran, sean capaces de promover una cultura del encuentro y la amistad social, poniendo en el centro a la persona humana, la familia y la comunidad.

 

11.  Requiere también de la participación activa de todos los peruanos: "vivamos y enseñemos el valor del respeto, el amor capaz de asumir toda diferencia, la prioridad de la dignidad de todo ser humano sobre cualesquiera fuesen sus ideas, sentimientos, prácticas y aun sus pecados…No nos resignemos a vivir encerrados en un fragmento de la realidad" (Fratelli tutti, 191).

 

12.  Como dijo el Papa Francisco en su visita a Perú, no nos dejemos robar la esperanza; por el contrario, trabajemos unidos "para que todo peruano, toda peruana pueda sentir que este país es suyo…una tierra en la que pueda hacer realidad su propio futuro…un Perú que tenga espacio para 'todas las sangres', en el que pueda realizarse la promesa de la vida peruana" (Lima, 19.I.2018).

 

13.  Las próximas elecciones generales son una ocasión propicia para retomar la senda de la buena política y fortalecer nuestro régimen democrático, de modo que las celebraciones del bicentenario de nuestra independencia nacional sean un hito en nuestro proceso histórico de búsqueda de la justicia social, la paz y la fraternidad.

 

14.  Con esa finalidad, así como venimos brindando asistencia social al pueblo peruano en este tiempo de pandemia, queremos acompañarlo también con nuestra palabra y nuestra oración en este proceso electoral, para que nadie se sienta solo; "queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad…tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación" (Fratelli tutti, 276).

Dios bendiga a nuestra Patria.

 

Lima, 15 de marzo de 2021

 

LOS OBISPOS DEL PERÚ

EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA PLAZA DE ARMAS DE LIMA

EL CORAZÓN DE JESÚS EN LA PLAZA DE ARMAS DE LIMA

José Antonio Benito

¿Dónde se encuentra el corazón de la Catedral de Lima? No está dentro sino fuera, en una de las hornacinas de la puerta del perdón, la principal, la que da a la Plaza de Armas. Se trata de la estatua del Corazón de Jesús. Y como gentilmente me refiere Fernando López, el director del museo de la Catedral, fue limpiada a fines de octubre del 2020, debido a que su mantenimiento demanda mucho esfuerzo, debido a la constante exposición de las excretas de palomas y, sobre todo, gallinazos.

En 1923, el Arzobispo de Lima Monseñor Emilio Lissón quiso consagrar el Perú al Sagrado Corazón de Jesús, como se había hecho en España en el Cerro de los Ángeles con el Rey Alfonso XIII a la cabeza y tantas naciones del mundo. Pedro Rama y Gamio hombre de confianza de Leguía, fue el principal impulsor de la iniciativa y quien coordinó con el prelado Lissón que contaba también con el apoyo de la mayoría de los obispos.

Según la Instrucción pastoral de Monseñor Emilio Lissón con motivo de la consagración oficial de la República al Sacratísimo Corazón de Jesús  25 de abril de 1923[1]: "La República Peruana, católica por convicción, por tradición y por la Constitución, será consagrada oficialmente al Sacratísimo Corazón de Jesús en el próximo mes y la Imagen de este Sacratísimo Corazón, será entronizada en la plaza principal de esta Capital. Tomada esta determinación por el Episcopado nacional, interpretando la voluntad de sus feligreses ha sido comunicada al Señor D. Augusto B. Leguía, Presidente Constitucional de la República, quien, en su calidad de Patrono de la Iglesia del Perú se ha dignado tomar el acto bajo su oficial y alta protección y señalará el día y dictará las medidas que estime convenientes".

Con encendidas palabras convocaba a todos los peruanos para que a modo de gran familia acogiesen la ley de Dios y el Evangelio de la misericordia: "Seas, Tú, Divino Corazón de Jesús, el dulce ideal de los artistas; la fortaleza de los obreros; presidas, Señor, en el artesano y en la casa del pobre, como en la fábrica y el hogar del rico. ¡Oh, Jesús, manso y humilde de Corazón, se Tú, el modelo de los padres y las madres de familia; ¡sé Tú el Maestro de nuestros maestros, maestras de colegios y escuelas, para que ellos a su vez, lleven los niños hacia Ti. Tuyas son las generaciones nuevas, las juventudes que hoy se levantan, sobre quienes hemos invocado tu bendito nombre! Ellas formarán el pueblo del porvenir: que cuando nosotros descansemos en la paz del sepulcro; aquí, en el Perú, perpetúen ellas mediante tu gracia, tu Reinado que hoy solemnemente proclamamos".

Para la ocasión, se encargó de diseñar la escultura al célebre ancashino Artemio Ocaña (1893-1980)[2] y la fundición se hizo en los talleres de la Escuela de artes y oficios. Estuvo bajo la dirección de Enrique San Román y el cincelador José A. Vallejo. Esta escultura fue hecha en cinco piezas, tiene una altura de 3.30 metros[3].

Aunque el Centro Católico, la Asociación de Jóvenes Católicos y en general todos los fieles, especialmente los "Caballeros del Sagrado Corazón de Jesús apoyaban la realización del evento, la Federación de Estudiantes, la Federación Obrera y la Asociación cristiana de Jóvenes consideraban que el presidente Leguía se aprovechaba de la religiosidad del prelado y del pueblo católico para sus fines políticos como era su reelección presidencial.

De este modo, el 23 de mayo de 1923 un grupo de manifestantes de se reunieron en el patio de Letras de la casona de San Marcos. Allí Víctor Raúl Haya de la Torre y otros dirigentes estudiantiles y obreros firmaron una moción contra la Consagración del Perú al Corazón de Jesús. En su discurso se utilizó como punto principal de la protesta la defensa constitucional de la libertad de pensamiento que era afectada por esta acción religiosa. Terminada la ceremonia una gran multitud sale de San Marcos en camino a la plaza mayor.

En la avenida Colmena el grupo se divide: una parte marchó por esta avenida y el otro se dirigió a la calle de los huérfanos (hoy jirón Azángaro). Allí se originó un tumulto donde la masa forcejea con la policía. Se escuchan disparos, los policías dispararon contra los manifestantes y estos arrojaron piedras y adoquines. Durante el tiroteo cayó el motorista Salomón Ponce. Según la versión de los manifestantes la policía utilizó la fuerza contra ellos. La policía dio otra versión donde denunció que un grupo de estudiantes que vivían cerca de la iglesia de los huérfanos habían subido a la torre de la iglesia y desde allí dispararon con revólveres a los policías que estaban bloqueando la calle. En el incidente también murieron el estudiante sanmarquino Manuel Alarcón Vidalón y cinco soldados.

Aunque el propio Prelado negó el carácter político de la propuesta, tuvo que suspender la ceremonia y esclarecer todo mediante una carta pastoral el 1 de junio de 1923. Así fue percibido por militantes católicos universitarios quienes denuncian como culpable de la campaña contra la consagración a la enseñanza laicista y anticatólica de algunos profesores de la Universidad de San Marcos.

Como señala Imelda Vega Centeno: "Si bien las intenciones del prelado eran buenas, las del dictador no podían ser calificadas de la misma manera. En todo caso, esta confrontación dio lugar a que se identificase anticlericalismo con irreligiosidad y a ambos con aprismo" y todo "como un movimiento irreligioso, anticatólico y anticlerical" [4].

La bella y devota escultura del Sagrado Corazón de Jesús recién fue colocada el 16 de febrero de 1930 de manera silenciosa. Años más tarde, el 12 de diciembre de 1954, en el marco de la clausura del V Congreso Eucarístico Nacional, pudo realizarse la solemne Consagración del Perú, en presencia del Presidente de la República, General Manuel A. Odría, quien, ante más de doscientas mil personas, señaló que "las obras de los hombres se sucedían sobre el suelo de la Patria, [...] y que sólo la obra de Dios, la fe católica, había desafiado las fuerzas destructoras del tiempo. Por eso la fe católica había sido siempre profesada y defendida por el Gobierno Peruano y que ahora la confesaba públicamente".



[1] Revista El Amigo del Clero, Lima, Nº 1034, pp.204-210

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Artemio_Oca%C3%B1a. Autor de los monumentos a Bolognesi, Manuel Candamo, Olaya…

[4] VEGA CENTENO, Imelda Pedro Pascual Farfán de los Godos. Obispo de indios (1870-1945) Sicuani, IPA, 1993, pp.184-187

sábado, 13 de marzo de 2021

Identidad jesuita entre dos mundos. Juan Sebastián de la Parra (Daroca 1546-Lima 1622) Su vida escrita por Francisco de Figueroa (Sevilla 1592-Lima 1639). Edición crítica de René Millar.

Identidad jesuita entre dos mundos. Juan Sebastián de la Parra (Daroca 1546-Lima 1622) Su vida escrita por Francisco de Figueroa (Sevilla 1592-Lima 1639). Edición crítica de René Millar. Colaboración Magdalena Urrejola (Instituto de Historia de la Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile-Universidad Antonio Ruiz de Montoya, Lima 2020, 267 pp)

José Antonio Benito

La fuente original se encuentra en la sección manuscritos de la Biblioteca Nacional de España (MBE, Mss/9558) y la descubrió hace diez años el historiador responsable de la presente edición crítica, René Millar Carvacho, profesor emérito de la Pontificia Universidad Católica de Chile, uno de los expertos mundiales en estudio de la Inquisición y la hagiografía científica en el virreinato del Perú. El autor ha contado con el apoyo de Magdalena Urrejola en la transcripción del manuscrito y la traducción de las citas en latín, tan prácticas y que se deben a Sebastián Ignacio Asencio Pérez. Las cinco páginas iniciales del prólogo debidas al P. Juan Dejo contextualizan magistralmente la obra y nos ubican en el aporte jesuítico al "discurso espiritual en la sociedad colonial del Perú", gracias al esfuerzo intelectual "serio e inquisitivo" del editor.

Bastaría con asomarse a la densidad semántica del índice del estudio preliminar (pp.5-116) (gobierno, espiritualidad y hagiografía en la provincia jesuita peruana) para percatarse de la importancia de la obra: la hagiografía como género, la palabra escrita y los jesuitas, las "vidas", la "vida" de Juan Sebastián de la Parra (autor, peripecias de la obra, el protagonista) el contenido del texto.

El manuscrito en cuidada edición crítica –con 789 notas a pie de página- se articula en dos libros, de 13 y 12 capítulos cada uno, nos da cuenta de modo sencillo, sintético, pero profundo, las peripecias vitales pero también la trayectoria santa de un misionero jesuita formado en la Universidad de Alcalá, al calor de los primeros jesuitas llegados a España, de la maciza espiritualidad sacerdotal tridentina de san Juan de Ávila, enraizado en la mística contemplativa de los Ejercicios de San Ignacio y en el celo misionero de la primitiva Compañía. Algunos de los apartados sobre sus virtudes como el de la oración o el apostolado son auténticos tratados de espiritualidad y misionología.

Hasta la fecha tan sólo contamos con cuatro biografías acerca de jesuitas ejemplares del tiempo del virreinato, Antonio Ruiz de Montoya, Francisco del Castillo, Alonso Mesía Bedoya y Juan de Alloza. La presente, acerca del P. JB. de la Parra, tiene de peculiar que se trata de la biografía del único que ejerció como provincial y en dos oportunidades, que vino al Perú con los 16 jesuitas en la misma embarcación de Santo Toribio en 1589, y que en los 76 años de vida y 56 de jesuita, fue uno de los protagonistas del "periodo de definiciones y de consolidación institucional" que le tocó vivir. Como constata R. Millar "se reafirmó su identidad misionera, se afianzó su universalidad, su romanización, su centralización y su dependencia papa; se produjo un distanciamiento de la espiritualidad mística y fue reconocido su aporte al proceso contrarreformista con la santificación de su fundador y de su misionero paradigmático" (p.101), en un tiempo en que la provincia peruana jesuítica se convierte en la Orden más influyente del virreinato, proyectada por todo su distrito y en todos los campos, educativo, social, espiritual.

La obra se escribió cinco años después de la muerte del siervo de Dios por lo que toda ella huele a "pan caliente", nos parece estar en presencia de un periodista acucioso que interpela a los testigos para brindarnos una vida ejemplar, como indica el propio autor P. Francisco de Figueroa no para "hacer devocionarios y sermonarios sino Historia" (p.121).

Hay que agradecer y felicitar a la Universidad Antonio Ruiz de Montoya por este esfuerzo en publicar fuentes del tesoro espiritual que constituye nuestro Perú ensantado como un hontanar que surte, más allá de sus cinco ríos o santos grandes, en manantiales de sus santos de la "lista de espera" como el ejemplar Padre Juan Sebastián de la Parra.