sábado, 27 de febrero de 2021

MADRE GRIMANESA JOSEFA DE SANTO TORIBIO,NAZARENA EJEMPLAR

MADRE GRIMANESA JOSEFA DE SANTO TORIBIO, NAZARENA EJEMPLAR

 

José Antonio Benito

Alma, corazón y vida de la devoción morada al Cristo Moreno son las carmelitas nazarenas. ¡Cuántas plegarias, sacrificios, ofrendas en las hijas de santa Teresa y del Señor de los Milagros! En este año dedicado a san José sería bueno conocer su maternal devoción por santo tan querido por la santa madre Teresa de Jesús y que se evidencia en tan bellos cuadros del Museo; la propia protagonista de nuestro artículo llevaba el nombre de "Josefa". ¡Con cuánta complacencia verá Jesús su vida inmolada, en el anónimo, pero fecundo silencio del claustro! Apenas conocemos algunas de los centenares de madres y hermanas que han poblado el monasterio.

Singular y señera, en primer lugar, su fundadora, Sor Antonia Lucía del Espíritu Santo; procedente de Ecuador, comenzó su vida religiosa en un beaterio del Callao, pasó luego al beaterio Santa Rosa de Viterbo en el barrio Monserrat, hasta que fundó el beaterio de las Nazarenas. Su sucesora y biógrafa Sor Josefa de la Providencia convierte el beaterio en monasterio.

Las primeras fundadoras -en 1730- vendrán del Carmen Bajo del supreso convento limeño que existió por la Avenida Abancay, poniendo los cimientos de este benemérito monasterio limeño que ha conjugado su carisma original nazareno con la espiritualidad carmelitana.

La tercera superiora y verdadera forjadora del monasterio en los 40 años que estuvo al frente del mismo fue Grimanesa de Santo Toribio, en tiempos del Virrey Amat. Su nombre grita por los cuatro costados la afinidad con santo Toribio, pues lleva en su nombre el del santo y el de su hermana, Grimanesa, sin duda por tradición familiar. En espera de hallar más datos sobre una merecida semblanza, les comparto algunos datos sobre su trayectoria biográfica y su misión en el monasterio carmelitano nazareno.

 

Eco de su madre y de sus primeros pasos en la vida de este nuevo palomar carmelitano, lo encontramos en el Acta de la Fundación del Monasterio que se conserva en el archivo del mismo monasterio:

 

«En diez y ocho de marzo de mil setecientos treinta, a las tres de la tarde, el Excelentísimo Virrey Marqués de Castelfuerte pasó al Convento de religiosas Carmelitas Descalzas de Santa Ana, donde estaba el Provisor y Vicario general de Monjas en Sede vacante, el Dr. D. Andrés de Paredes y Armendáriz, Canónigo de esta Santa Iglesia, el cual, habiendo hecho las ceremonias que se acostumbran, sacó a las tres religiosas Fundadoras que lo fueron la Madre Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad, Priora, Grimanesa Josefa de Santo Toribio, Subpriora, y la Madre Ana de San Joaquín.

Y de la clausura las entregó a las señoras que esperaban en la Portería para acompañarlas, que lo fueron la señora Marquesa de Casaconcha, que acompañó a la Madre Priora; la señora Doña María Ana de Castilla, que acompañó a la Madre Grimanesa su hija; la señora Doña María Fernández de Córdova y Sande, Fundadora de este nuevo Monasterio de Nazarenas, que acompañó a la Madre María Ana de San Joaquín; y las tres religiosas fundadoras entraron en la bávara[1] del señor Virrey, el cual siguió en otro forlón[2] de su persona, y a los lados iban a caballo el caballerizo mayor de su Excelencia y otros tres Gentiles-hombres: seguían en otros coches las señoras referidas, que acompañaban, y seguían otros dos coches del señor Virrey con sus gentiles-hombres y demás familia, y todos los cuatro coches de su Excelencia iban con seis mulas cada uno.

Con este acompañamiento pasaron por el Convento de Capuchinas[3] de esta ciudad, donde se apearon todos y entraron las tres religiosas Fundadoras en su clausura. De allí salieron con el mismo acompañamiento, y pasando por el colegio de San Pablo de la Compañía de Jesús, visitaron su Iglesia y reconocieron las Sacristías, Penitenciaría y capilla mayor e interior.

Volvieron a subir en los coches en la misma forma y se apearon en la Iglesia Catedral, donde esperaba en la capilla de Nuestra Señora de la Antigua la Real Audiencia con los demás Tribunales, y asimismo las Beatas Nazarenas con sus hábitos y velos blancos en la cabeza, acompañadas cada una con una señora de esta ciudad; y desde allí se formó la procesión, en que no fue el Santísimo, por estar colocado antes en el Beaterio de las Nazarenas. Iban en la procesión en ricas andas de plata muy adornadas San Joaquín, Santa Teresa y Jesús Nazareno, las cuales acompañaban todos los caballeros y nobleza de esta ciudad con velas en las manos, a quienes les convidó D. Fernando de Córdova.

Seguíase el Cabildo Eclesiástico que gobernaba en Sede Vacante, con sobrepellices, y al fin de él el Preste revestido con una cruz y palio, que llevaban sacerdotes con sobrepellices. Detrás iban las Beatas Nazarenas, acompañadas cada una de una señora, y en la misma forma al fin las tres religiosas fundadoras, rematando la Madre Priora que iba entre el señor Virrey a mano derecha, y a la izquierda la señora Marquesa de Casaconcha, y a su lado el señor Marqués, su marido, como oidor más antiguo.

En esta forma salió la procesión desde la Iglesia Catedral, y en la esquina de la calle de mercaderes había un altar hermoso, que dispuso la religión sagrada de Santo Domingo; otro en la plazuela de San Agustín, y otro en la misma plazuela de las Nazarenas, que dispuso la Parroquia de San Marcelo; y todas las calles estaban limpias, secas y colgadas, y con innumerable concurso de gente.

Entró la procesión en la Iglesia de Nazarenas, donde había música prevenida; hicieron oración y pasaron las Beatas y religiosas con el señor Virrey y todo el acompañamiento a la Portería, y entraron a la clausura con el Provisor y Notario que la declaró en la forma que se acostumbr[4]

 

Años atrás, Madre Soledad (+) tuvo la gentileza de dejarme consultar un ejemplar de las Constituciones de la primera edición y que pertenecieron a la Madre Teresa del Niño Jesús, priora reelegida sucesivamente en siete periodos (ya en el siglo XX), y que deja constancia del cumplimiento o no de las constituciones. Por ejemplo, en la tercera, en que se obliga a "andar con hábito y túnica hasta los pies de color morado, ceñidas con una cuerda de cáñamo por cíngulo, con corona de espinas en la cabeza, sandalias en los pies y cuerda pendiente al cuello" anota que "se cumple, sólo las coronas no tienen espinas". En la sexta que prescribía "reciban dos veces en la semana la sagrada Eucaristía, precediendo la confesión" anota "se comulga todos los días, confesión cada 8 días".

 

El Papa Pío Vi señaló mediante bula de 14 de mayo de 1781 la concesión de una indulgencia plenaria el día 27 de abril, fiesta de Santo Toribio de Mogrovejo.

 

No me resisto a publicar las sabrosas palabras con las que la nazarena pariente del santo prelado, Madre Grimaensa de Santo Toribio, presentó su renuncia al cargo ante el Arzobispo de Lima, Monseñor Pedro Antonio Barroeta:

 

"Mi venerado Prelado, he recibido con notable consuelo de mi alma y quietud de mi espíritu la piadosa resolución de Vuestra Ilustrísima en admitir la renuncia que le hice de la prelacía de este Monasterio de Nazarenas Carmelitas que por tantos años ha cargado sobre mis débiles hombros porque hallándome ya en edad tan avanzada y cercada de accidentes que han postrado mi salud hasta el último extremo me hallaba más necesitada de ajustar mis cuentas con el justo soberano juez que me la ha de tomar de tan dilatada vida y prolijo y delicado cargo que continuar en él añadiendo faltas con que irritar su justicia. Por ello doy a Vuestra Señoría Ilustrísima las debidas gracias, suplicándole rendidamente perdone con la equidad propia de un piadoso pastor los defectos en que haya incurrido lo que ha nacido de inimitable bondad. Dios guarde a Vuestra Señoría Ilustrísima muchos años, de este Monasterio de Nazarenas Carmelitas Descalzas de San Joaquín, Lima 26 de noviembre de 1778. De Vuestra Señoría Ilustrísima, su más rendida súbdita, Grimanesa de Santo Toribio, priora[5]".

 

Las Madres Carmelitas han sido y son el alma de este culto multisecular. Se guardan en su archivo los registros de las profesiones, las dotes, los testimonios de su fervorosa dedicación, los documentos del proceso de beatificación de Madre Antonia Lucía.

 

Su carisma no es otro que el de la Orden carmelitana descalza, muy sintonizada desde Santa Teresa con la devoción al Cristo llagado y crucificado. Por eso el carisma nazareno

 

"le aporta poco al carisma carmelitano, porque Jesús Nazareno siempre es su esposo –de la carmelita y de toda religiosa. La Santa Madre, Santa Teresa, habla de Jesús Nazareno y le tenía una devoción profunda a Jesús de la Pasión. Decía que no dormía una noche sin traer a su memoria la imagen de Cristo en el Huerto de los Olivos, en Getsemaní, porque le veía tan solo. La misma Santa Teresa se convirtió al ver el Cristo llagado y sintió la mediocridad de la vida religiosa que estaba llevando. Las Nazarenas recibieron y también aportaron; la Madre Antonia tenía el Cristo de la Pasión, el Cristo Morado que significa el sacrificio, la Pasión, pero la Santa Madre tenía lo mismo. Cuando el beaterio desapareció, se adhirió a la orden de Carmelitas de Santa Teresa como deseó Madre Antonia. Tenemos el santuario por una tradición y es un Cristo muy venerado. Nosotros queremos vivir plenamente nuestra misión de vivir junto al Cristo Morado"[6].



[1] Bávara: coche antiguo al modo de los llamados estufa, pero más prolongado.

[2] Forlón: Coche antiguo de caballos de cuatro asientos, sin estribos, cerrado con puertecillas, colgada la caja sobre correones y puesta entre dos varas de madera.

[3] Clarisas capuchinas. Monasterio de Jesús, José y María. Fundación de Nicolás Ayllón.

[4] UNZUETA, A., La Orden del Carmen en la evangelización del Perú, Vitoria 1992, t. X, pp. 226-229.

[5] Archivo Arzobispal de Lima. Monasterio de las Nazarenas: I: 58. Año 1778. Papeles importantes: XII:12

[6] Entrevista a Madre Soledad en el 2005 y 2011.

miércoles, 24 de febrero de 2021

UN TESORO DE LIBRO SOBRE SAN JOSÉ ESCRITO EN EL PERÚ EN 1666“Afición y amor de San José” del Siervo de Dios P. JUAN DE ALLOZA.

UN TESORO DE LIBRO SOBRE SAN JOSÉ ESCRITO EN EL PERÚ EN 1666

"Afición y amor de San José" del Siervo de Dios P. JUAN DE ALLOZA.

 

Juan de Alloza, limeño, nació en 1597, y murió el 6 de noviembre de 1666. Fue el octavo hijo de un zaragozano y una limeña. Siendo estudiante de Derecho en San Marcos, ingresó en la Compañía de Jesús cuando estaba de provincial Álvarez de Paz, el 15 abril de 1618, en Lima; ordenado hacia 1626, en Trujillo (La Libertad), Perú; emitió sus últimos votos el 27 de septiembre de 1636, en Ayacucho, Perú.

 

Profesor de latín y retórica, se dedicó a la pastoral entre los indios en Huamanga, Huancavelica, Huánuco e Ica. Los 26 últimos años de su vida los pasó en Lima en el colegio de San Pablo y el noviciado de San Antonio Abad, en los que fue vicerrector y ministro.

 

Enseñó humanidades a los jóvenes jesuitas, y fue moderador de la Congregación Mariana "La Purísima" de San Pablo y maestro de novicios desde 1661.

Durante catorce años predicó los sábados en el patio del palacio virreinal a los oficiales y cuerpo de guardia, con la asistencia de numerosas personas de todas las clases sociales. A pesar de su delicada salud, nunca abandonó el ministerio de los Ejercicios y la visita de cárceles y hospitales.

 

Escribió varias obras de moral y espiritualidad en latín y castellano, la más célebre Flores summarum seu alphabetum morale. Gozó de fama de santidad por su extraordinaria vida apostólica y contemplativa. En su proceso de beatificación, enviado a Roma (1690), se incluyeron las declaraciones de Francisco del Castillo, fallecido en 1673 también con fama de santidad.

 

Entre sus escritos, destaca Afición y amor de San Joseph, sus grandes excelencias y virtudes por el P. Juan de Allosa de la Compañía de Jesús, natural de Lima en el Reino del Perú. Alcalá, por María Fernández (año de 1652, 329 pp).

 

Cuenta su biógrafo, P. Hernando Garavito de León, Vida del Extático y fervoroso Padre Juan de Alloza, 1597-1666, en el mismo año de la muerte del P. Alloza, 1666, el por qué de la obra:

 

"Por esta Señora sin duda se esmeró tanto en la devoción a su glorioso esposo José, pues parece no se pueden dividir ambos afectos, ni se hallará devoto especial de Madre María que no lo sea de su santísimo Esposo, que fue con ella un alma y un corazón. Léase el libro de la afición a San José, y se verá a cuánto llegó la del buen Padre con el Santo" p.52.36

 

Contiene una epístola dedicatoria a la "Santísima y Purísima Virgen Madre de Jesús, Esposa de José, Reina y Señora Nuestra". El Libro del perfecto congregante de María se lo dedicó a José "porque ninguno tenía en obra –que toda es de María- mayor derecho que José su Esposo...No se halla María sin Jesús ni José sin María, son instrumentos musicales que templó el amor divino y los puso en un mismo punto, en uniforme consonancia y así cuando se toca el uno resuena el otro...Luego con muy justo título Santísima Señora se os debe este libro y debéis mirar por él como por cosa vuestra, para que con vuestro patrocinio alcance el fin que vuestro esclavo y autor suyo desea que es acrecentar en el mundo la devoción de vuestro purísimo esposo y para mayor honra vuestra y gloria de vuestro dulcísimo hijo Jesús, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Vuestro menor esclavo, Juan de Alloza".

 

En el prólogo da cuenta de la carta escrita al P. Eusebio Nieremberg que escribió dos obra sobre María y Cristo para que "consolase a los devotos del Glorioso Patriarca San José, esposo de la Virgen, tomando a su cargo esta obra, recogiendo y recopilando con la singular gracia y don que para esto Dios le ha dado, las excelencias y alabanzas que los Santos dicen de este gloriosísimo patriarca, con varios motivos que nos despierten a su amor y devoción...El estilo que uso es llano y común para que lo entiendan todos y porque éste sirve más a la devoción....cuyo fin principal es despertar en el pueblo cristiano su veneración y culto y una muy cordial devoción proponiéndoles los muchos motivos que para ella tienen y el inmenso tesoro de bienes que en ella pueden hallar. Reciba el Santo la deseosa voluntad de servirle y sus devotos la de aprovecharles y encenderles en su amor y devoción, que si en uno solo consigo este deseo no quiero más premio".

 

Aunque todo el libro se lee con gusto por su sencillez y profundidad, destaco de modo particular tres capítulos:

Que somos hermanos de Cristo de Padre y madre y que José es nuestro Padre y cuanto le debemos amar por este título (c. 24.). Que San José como buen Padre mira por nuestro bien y nos defiende de todo mal y que este patrocinio nos debe obligar mucho a su amor (c.25). José no sólo es patrón universal de todos los fieles sino muy especial de todos los estados de la iglesia y por esto cuánto le debemos amar (c.26).

 

MÁS DATOS:

https://archivo.jesuitas.pe/juan-de-alloza-sj/

https://peru-cristiano.blogspot.com/2017/01/padre-juan-de-alloza-1599-1666-por.html

domingo, 14 de febrero de 2021

PARA VENCER AL COVID SOÑANDO JUNTOS CON EL PAPA FRANCISCO. SUS TRES VIVENCIAS COVID

PARA VENCER AL COVID SOÑANDO JUNTOS CON EL PAPA FRANCISCO

SUS TRES VIVENCIAS COVID

El Papa Francisco, en el reciente libro de Austen Ivereighn "Soñemos juntos" (Roma 2020) nos brinda un rayo de luz: "Millones de personas se han preguntado a sí mismas, y entre sí, dónde podrían encontrar a Dios en esta crisis. Lo que me viene a la mente es el desborde. Veo un desborde de misericordia derramándose a nuestro alrededor. Los corazones han sido puestos a prueba. La crisis ha suscitado en algunos un coraje y una compasión nuevos.

Algunos han sido zarandeados y han respondido con el deseo de reimaginar nuestro mundo, otros buscaron socorrer con gestos bien concretos las penurias de tantos capaces de transformar el dolor de nuestro prójimo. Esto me llena de esperanza en que podemos salir mejores de esta crisis".

En este día de la amistad les comparto su magistral testimonio en lo que de modo tan acertado denomina sus tres covid.

Tuve tres «situaciones Covid» en mi propia vida: la enfermedad, Alemania y Córdoba.

Me acuerdo de la fecha: el 13 de agosto de 1957. Un prefecto, que se dio cuenta de que lo mío no era el tipo de gripe que se cura con aspirina, me llevó al hospital. De entrada, me sacaron un litro y medio de agua del pulmón, y ahí me quedé peleando por vivir. En noviembre me operan para quitarme el lóbulo superior derecho de uno de los pulmones. Tengo experiencia de cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar conectados a un ventilador. Recuerdo especialmente de ese tiempo a dos enfermeras. Una era la jefa de sala de la enfermería, una hermana dominica que antes de ser enviada a Buenos Aires había sido docente en Atenas. Más tarde supe que, después de que el médico me examinara por primera vez y se fuera, ella les dijo a las enfermeras que duplicaran la dosis de los medicamentos que había indicado —básicamente penicilina y estreptomicina— porque su experiencia le decía que me estaba muriendo. La hermana Cornelia Caraglio me salvó la vida. Gracias a su contacto habitual con enfermos sabía mejor que el médico lo que los pacientes necesitaban y tuvo el coraje de utilizar esa experiencia. Otra enfermera, Micaela, hizo lo mismo cuando tenía un dolor intenso. Me daba en secreto dosis extra de los calmantes, por fuera de los horarios estipulados. Cornelia y Micaela ya están en el cielo, pero siempre estaré en deuda con ellas. Pelearon por mí hasta el final, hasta mi recuperación. Me enseñaron lo que significa usar la ciencia y también saber ir más allá para atender las necesidades particulares. Aprendí otra cosa de esa experiencia: la importancia de evitar la consolación barata. La gente me visitaba y me decía que iba a estar bien, que con todo ese dolor nunca iba a tener que sufrir de nuevo —tonterías, palabras vacías que se decían con buenas intenciones pero que nunca me tocaron el corazón—.La persona que me llegó con más profundidad, con su silencio, fue una de las mujeres que marcaron mi vida: la hermana María Dolores Tortolo, que me enseñó cuando era chico y me preparó para mi primera comunión. Me vino a ver, me tomó de la mano, me dio un beso y guardó silencio por un buen rato, hasta que después me dijo: «Estás imitando a Jesús». No necesitó decir más nada. Su presencia, su silencio, me resultaron profundamente consoladores. Después de esa experiencia, tomé la decisión de hablar lo menos posible cuando visito a enfermos. Solo los tomo de la mano.

La enfermedad grave que viví me enseñó a depender de la bondad y la sabiduría de los demás. Mis compañeros seminaristas venían a donar sangre, a visitarme y a acompañarme, noche tras noche, en esa difícil situación. Esas cosas no se olvidan. ¿Cómo salí de ese «Covid»? Salí más realista, salí mejor. Me dio espacio para repensar mi vocación. Ya venía sintiendo que mi vocación era para la vida religiosa, y estaba pensando en los salesianos, los dominicos, quizá los jesuitas. Conocía a los jesuitas del seminario, porque eran los que lo dirigían, y me impresionaba su misionariedad. Mientras me recuperaba de la operación en el pulmón lejos del seminario, tuve tiempo y espacio para repensar, y me dio la tranquilidad que necesitaba para tomar la decisión definitiva de entrar en la Compañía de Jesús.

El tiempo en Alemania, en 1986, lo podría llamar el «Covid del destierro». Fue un destierro voluntario porque fui a perfeccionar el alemán y buscar material para mi tesis, pero me sentí como sapo de otro pozo. Me escapaba a dar algún paseíto en dirección al cementerio de Frankfurt y desde allí se veían los aviones aterrizar y despegar; tenía nostalgia de mi patria, de volver. Recuerdo el día que Argentina ganó el Mundial. No quise ver el partido y solo supe que habíamos ganado al otro día cuando leí el diario. En mi clase de alemán nadie dijo una palabra, pero cuando una muchacha japonesa escribió en el pizarrón VIVA ARGENTINA, los demás se rieron. Cuando entró la profesora, dijo que lo borraran y nada más. Era la soledad de un triunfo solo, porque nadie te lo compartía; la soledad de no pertenecer, que te desinstala. Te sacan de donde sos y te llevan a un lugar que no conocés, y en el proceso aprendés lo que realmente importa en el lugar que dejaste.

 A veces el desarraigo puede ser una sanación o una transformación radical. Ese fue mi tercer «Covid», cuando me mandaron a Córdoba entre 1990 y 1992. Este tiempo tuvo su raíz en mi modo de conducir, primero como provincial y después como rector. Seguramente alguna cosa buena hice, pero a veces era muy duro. En Córdoba me pasaron la boleta y tenían razón.[5]

[5] El papa Francisco se refiere al período que pasó en la ciudad de Córdoba (1990-1992), una ciudad entre las sierras ubicada en el centro de Argentina. Ocurrió al final de una etapa turbulenta que vivió la Compañía de Jesús en la Argentina bajo el liderazgo dominante y carismático de Jorge Mario Bergoglio por más de una década, primero como provincial (1973-1979) y luego como rector de la casa de formación jesuita, el Colegio Máximo en la Provincia de Buenos Aires. Con poco más de cincuenta años, Bergoglio fue enviado a Córdoba. Este período finalizó cuando el arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Antonio Quarracino, le pidió al papa Juan Pablo II que nombrara a Bergoglio como obispo auxiliar. Este doloroso pero fructífero período, en el que Jorge Mario Bergoglio sufrió mucho, fue el momento en que escribió algunas de sus reflexiones más profundas, como se describe en Austen Ivereigh, El gran reformador: Francisco, retrato de un papa radical (Barcelona, Ediciones B, 2015), capítulo 5.

 

Pasé un año, diez meses y trece días en esa residencia jesuita. Celebraba la misa, confesaba y ofrecía dirección espiritual, pero no salía para nada, solamente cuando tenía que ir al correo. Fue una especie de cuarentena, de aislamiento, como tantos hemos hecho en estos meses, y me hizo bien. Me llevó a madurar ideas: escribí y recé mucho. Hasta ese momento tenía una vida ordenada en la Compañía, acorde a mi experiencia: primero como maestro de novicios y luego, desde 1973, cuando me nombraron provincial, hasta 1986, cuando terminé mi período como rector. Me había instalado en ese modo de vivir. Un desarraigo de ese tipo, donde te mandan a un rincón de la cancha y te hacen sentar en categoría de suplente, te mueve todo. Tus costumbres, los reflejos de conducta, las pautas referenciales anquilosadas con el tiempo, todo esto te desinstala y tenés que aprender a vivir de nuevo, a rearmarte. Lo que me impresiona hoy, viendo aquello, son tres cosas en particular. Primero, la capacidad de oración que se me regaló. Segundo, las tentaciones que experimenté. Y tercero —y es la cosa más extraña— cómo se me ocurrió leer los treinta y siete tomos de la Historia de los papas de Ludwig Pastor. Se me podría haber ocurrido leer una novela, o algo más interesante. Desde donde estoy ahora, me pregunto por qué Dios me habrá inspirado a leer eso en aquel momento. El Señor me preparó con esa vacuna. Una vez que conocés esa historia, no hay mucho de lo que pase en la curia romana y en la Iglesia de hoy que pueda sorprenderte. ¡Me ha servido mucho!

El «Covid» de Córdoba fue una verdadera purificación. Me dio mayor tolerancia, comprensión, capacidad de perdón. También me dio una nueva empatía por los débiles y los indefensos. Y paciencia, mucha paciencia, que es el don de entender que las cosas importantes llevan tiempo, que el cambio es orgánico, que hay límites, y que tenemos que trabajar dentro de ellos y mantener al mismo tiempo los ojos en el horizonte, como hizo Jesús. Aprendí la importancia de ver lo grande en lo pequeño, y a estar atento a lo pequeño en las cosas grandes. Fue un período de crecimiento en muchos sentidos, como el rebrote después de una poda a fondo. Pero tengo que estar atento, porque cuando caés en ciertos defectos, en ciertos pecados, y te corregís, el diablo, como dice Jesús, vuelve, ve la casa «bien barrida y todo en orden» (Lucas 11, 25) y va a buscar otros siete espíritus peores que él. El fin de ese hombre, dice Jesús, es mucho peor que el principio. De eso me tengo que cuidar ahora en mi tarea de gobierno de la Iglesia, de no caer en los mismos defectos que tuve cuando fui superior religioso. Esta «segunda tentación» es la especialidad de los diablos educados. Cuando Jesús dice que el diablo manda siete demonios peores que él, dice que «entran y viven allí». Es decir, uno los deja entrar. Tocan el timbre, son amables, piden permiso para todo, pero toman posesión de la casa de todos modos. Es la tentación del demonio disfrazado de ángel de luz que Jesús nos muestra en estos pasajes.[6]

[6] En los Ejercicios espirituales, san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, observa: «Propio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis [se disfraza de ángel de luz]... Es a saber, traer pensamientos buenos y santos, conforme a la tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse, trayendo a la ánima a sus engaños cubiertos y perversas intenciones». (#332).

 El retorno del demonio en la tentación es una larga tradición en la historia de la Iglesia. Pensá en las tentaciones de san Antonio o de Teresita de Jesús, por ejemplo, que pide que le tiren agua bendita porque el diablo la está rodeando para hacerla caer en el último momento. Yo, a mi edad, debería tener anteojos especiales para tratar de ver cuándo el diablo me rodea para hacerme caer en mi último momento, porque estoy al final de mi vida. Estos fueron mis principales «Covid personales». Lo que aprendí es que vos sufrís mucho, pero si dejás que te cambie, salís mejor. Pero si te atrincherás, salís peor.

 

sábado, 6 de febrero de 2021

LA FIESTA DE LA CANDELARIA EN EL SURANDINO, DANZA Y ORACIÓN PARA LA MADRE DEL SEÑOR



LA FIESTA DE LA CANDELARIA EN EL SURANDINO

 

DANZA Y ORACIÓN PARA LA MADRE DEL SEÑOR

 

José Antonio Benito

 

Cuarenta días después de la Navidad, el 2 de febrero tiene lugar la Presentación del Niño en el Templo y la Purificación de la Santísima Virgen. Nos lo recuerda la tierna imagen de la Candelaria en la que se nos brinda el símbolo, la candela, la luz, y la realidad, el Niño-Dios.

 

La práctica de la devoción a la Virgen de la Candelaria -de influencia de las Islas Canarias- parece que fue introducida en América en Copacabana (Bolivia), con su homóloga en la advocación de Nuestra Señora de Cocharcas, en Andahuaylas y Barrios Altos de Lima.

Pero como nos recuerda el P. Esteban Puig, esta entrañable devoción recorre todo el Perú, especialmente el surandino.  Puno. Cuzco. Coata (Puno). Ayacucho. Arequipa. Trujillo. Cajamarca. Huacho. Lambayeque. Piura. Plateros (Piura) Huancabamba (Piura). Quillabamba (La Convención). Pucará. Coasa (Carabaya). Abancay. Lima. Llamellin (Ancash). Tacna. Torata (1696) (Moquegua).

Hay dos leyendas referentes al nombre de Candelaria. La primera narra que cierto día la Virgen se le apareció a un poblador que cuidaba un caserío, se cuenta que la Madre de Dios llegó con el niño en brazos y le pidió al poblador que le dejara lavar sus ropas a cambio de que ella cuidara del caserío para que él también pudiera ir a cumplir su labor en las minas. El hombre aceptó y luego fue a contarle a su patrón, cuando volvieron al caserío descubrieron el busto de la virgen con el niño en brazos quien aún llevaba sus vestimentas mojadas. Otra versión de esta primera leyenda relata que unos mineros atrapados en un socavón, ven a demonios que salen de varias grutas con llamas de fuego a su entorno. De pronto la figura de la Virgen se abre paso entre la "candela" y disipa a los diablos.

Lo recuerdan actualmente las dinámicas y multicolores danzas durante los días de la novena. Según su obispo actual, Monseñor Jorge Carrión, su origen se encuentra en la temprana fecha de 2 de febrero de 1583, a partir de la advocación de Copacabana y desde ahí se expandió en todo el sur del Perú, el norte de Chile, Argentina y hasta Panamá en el siglo XVII.

La segunda data de 1781. Las tropas revolucionarias aymaras sitian la ciudad de Puno para tomarla. Los moradores sacan en procesión a la Virgen de la Purificación en medio de antorchas y velas que desde lejos semejaban un numeroso ejército. Esto confunde a Túpac Catari quien retira sus huestes. En agradecimiento la población bautiza a su Patrona como la Virgen de la Candelaria.

La región de Puno vive todo el año para la fiesta pues son varios los meses de preparación y prácticamente todo un mes de celebración, en torno al 2 de febrero Las festividades se inician con la celebración litúrgica de la santa Misa el día de la Candelaria, a la que sigue una parada folclórica junto a desfiles y ceremonias cívicas en honor a la Virgen. Ese día sale la procesión de la Virgen de la Candelaria, y bailarines de todas partes de la región salen a danzar –especialmente la diablada- en homenaje a la patrona para luego llegar con ella a iglesia donde serán bendecidos con el agua bendita que correrá por sus cabezas. Aparte de numerosas misas y las permanentes oraciones a la Mamita, todos esperan el Gran Concurso de Danzas donde se puede observar a bailarines interpretar danzas tradicionales mientras portan luminosos vestuarios.

Lo que es cierto es que llegado el 2 de febrero todo el surandino brinda un entrañable homenaje popular a su Mamita de mil y una manera.