Un italiano que dejó huella en Arequipa. Fue comerciante, le gustaba el deporte, la fotografía, leer y escribir. Promovió la construcción de escuelas, albergues, policlínicos y casas de retiro. Lo quieren santificar.
Por: Rossmery Puente de la Vega
Fotos: Adrián Quicaño P.
Carlos Pozzo logró con estilo sobrenatural edificar su obra, y la defendió hasta con los puños. Enfrentó a un hombre que destruía los altares que formaba con sillares y calaminas para celebrar las misas en donde construyó su primer colegio. Vestía sotana, y se remangó las mangas de la camisa.
Fue un incidente de donde nació su fama de boxeador. Fue un hombre de corta estatura, metro sesenta, que no pisó un ring de box, aunque él bromeaba que por eso tenía la nariz chueca. Su lucha fue en los polvorientos pueblos jóvenes que fueron apareciendo en la ciudad de Arequipa producto de la migración.
Oficiaba misas donde no había templo. Colocaba dos sillas, sacaba su maletín y sotana. Cargaba ladrillos y conducía carretillas. Siempre retornaba con los zapatos llenos de polvo, pero eso no le preocupaba. Se ganó con su trabajo que lo llamaran "El vicario de los pueblos jóvenes". Su obra, a la que bautizó como Circa, está en estas zonas.
Religiosamente se dormía a las diez de la noche y levantaba a las tres de la mañana. Rezaba, leía y escribía. A las 05:00 de la mañana, iba a oficiar misas y supervisar a los colegios, en su Volkswagen que manejaba con rapidez. Como si estuviera fugando, al estilo de Los Magníficos, su serie de televisión favorita. Reía con las locuras de "Mario" Baracus, el musculoso soldado de color, encargado de conducir una furgoneta negra donde se movilizaba el grupo.
No temía a la muerte, ni al destino de su obra. "Yo soy mayor, voy a morir, pero Dios nunca muere, la obra es de Dios", contestó en una entrevista. Murió a los 92 años de edad, luego de sobrevivir a tres infartos. Al cuarto no pudo esquivarlo. Escuchó misa antes de retornar a su cuarto en el convento de los Jesuitas en Lima, al sentirse algo fatigado.
Han transcurrido nueve años, desde ese día. Los que heredaron la responsabilidad de mantener su trabajo, han decidido continuar sin olvidarlo. En el local de la avenida Kennedy se pueden ver varios cuadros de él en las paredes. Las fotos que colgaron captaron al sacerdote amigo: gesto angelical, contento, escaso cabello, cejas abundantes, ojos pequeños.
La puerta del pequeño cuarto número 112 de la vivienda de la avenida Kennedy, donde dormía el padre Pozzo, luce una inscripción hecha por él con lapicero: "El padre Pozzo no recibe documentos, etc., sino copias fotostáticas". Además, reza un cartel: "padre espiritual". Con una ventana al patio, desde donde se observa a pocos metros la capilla donde fue enterrado.
El ambiente luce como si continuara ocupado. La cama tendida. Una cámara marca Alfa conservada en su estuche. Un intercomunicador para llamar a la oración, la comida a la una de la tarde. Su pequeña maleta de cuero de viaje. Una bocina que hacía sonar para asustar a los distraídos. Libros, papeles sobre pequeñas repisas. En la pared cajones de metal con candados cerrados. Frascos de colonias y shampoo casi llenos. Botella de aceite de olivo. Sombreros y gorros. Un cuadro de la Virgen de la Maravillas. Llaves colgadas.
Por ahora nada de la habitación ha sido revisado, no es el momento dice, Alicia Medina Bravo, responsable de mantener la obra del sacerdote. Los papeles que ya revisó de otros ambientes, le han revelado que el padre afrontó muchos problemas con su obra. Comenta que conversa con él, y siente que le responde. En sueños ha sido reprendida por el padre cuando toma decisiones equivocadas. "Una vez me echo de Circa. Dije, seguro estoy haciendo algo malo", contó. Ella decidió seguir el camino del sacerdote, cuando tenía catorce años de edad.
COMERCIANTE
Carlos Spallarossa Pozzo era su nombre completo. Lo suprimió por la dificultad que advirtió existía al pronunciar su apellido paterno. Nació el 28 de marzo en el pueblo Bogliasco, Génova (Italia). Hijo de un albañil y una madre dedicada a su hogar de doce hijos. Su familia abandonó su ciudad natal por las crisis que enfrentaba el país producto de enfrentamientos. Llegaron al Callao (Lima) cuando él tenía dieciocho años de edad.
Se dedicaron al comercio. Ahí aprendió la venta de artefactos y reliquias, recurriendo a todos los medios. Contó que una vez vendió una radio vieja como nueva. El cliente no se percató porque la escuchó funcionar. A los veinte y ocho años de edad optó por abandonar las trampas. Ingresó a la Compañía de Jesuitas, para ser sacerdote.
De sus años sin sotana contaba poco. Que le gustaba el mar, nadar y cabalgar caballo. Los tallarines rojos. Tenía cuarenta años de edad cuando llegó a Arequipa. Nunca más retornó a Italia. Cuando tuvo oportunidad para hacerlo, su corazón se lo impidió. El primer colegio que fundó fue San Martín de Porres en Alto Selva Alegre, de donde salió la primera promoción hace 45 años. Ahí tuvo las primeras riñas y el enfrentamiento con personas de distinto pensamiento.
Hablaba italiano, español y latín, pero al momento de acordar la construcción de un colegio, recurría más al trabajo que las palabras. ¿Quieren colegio?, ¿Quieren templo?, interrogaba a las personas. Si la respuesta era positiva, les pedía un terreno, donde construían con el trabajo de todos.
No estuvo de acuerdo en crear albergues, porque pensaba que un pequeño debía crecer en un hogar, pero la necesidad le tocó la puerta. Un pequeño de nueve años de edad, llamado Armando, fue abandonado cerca al local de la avenida Kennedy. "Dios quiere algo", dijo el padre.
Edificó una institución numerosa y fuerte: Circa. Se levantaron treinta y seis colegios, donde estudian 17 mil. Se crearon centros de educación técnico-productivo donde están 200, ocho albergues o Casas Bonitas (Sumac Wasi) que cuidan a 230 niños, policlínicos, casas de retiro, grupos.
Para financiar la obra, padre Pozzo se encomendaba a la "Divina Providencia", tenía amigos e ingenio. Actualmente existe una Asociación de Millón de Amigos de España que aporta 2 mil 900 dólares al mes, promovida por la madre Zaleta Pérez, a quien recuerdan como "el padre Pozo en falda, para ella no había obstáculos". Está mal desde hace siete años en Lima. Realizan ocho campañas de papel, recogen 20 toneladas. De Alemania también llega ayuda. Hay nuevos planes para continuar la obra. Medina dijo que tienen un proyecto para construir un instituto superior en Cono Norte y en Socabaya, tienen terrenos pero falta financiamiento.
Por su obra los promotores de Circa han emprendido un trabajo silencioso para la canonización del padre Pozzo. Su hermana Luisa, que vive en Italia, de 92 años de edad, llama preocupada por su obra y su santidad. Medina tiene un milagro que contar. Sobrevivió a un accidente cuando iba manejando en la carretera, y salió bruscamente del vehículo. Cayó, y resultó solo con algunos golpes. Dice que invocó al sacerdote. Ella confía que aparecerán más casos y que la obra de padre Pozzo seguirá resguardada.