domingo, 14 de agosto de 2016

CENTENARIO DE LAS APARICIONES DE FÁTIMA


CENTENARIO DE LAS APARICIONES DE FÁTIMA


Desde mediados del 2016 han comenzado en Fátima las celebraciones centenarias del gran acontecimiento de Fátima iniciado por las apariciones del Ángel de la paz y que culminará en el 2017 con la del 13 de mayo.

En este lugar bendito se palpa el espíritu de oración, penitencia y apostolado transmitido por la Virgen María a los tres pastorcitos Francisco, Jacinta, Lucía. En la Capelinha, en la iglesia antigua, en la moderna, en las numerosas propuestas culturales y espirituales, en las misas, viacrucis, en el rosario de antorchas, en los museos de Aljustrel, los Valinhos, Fátima; en las iniciativas de la sociedad civil y de la iglesia, se palpa una atmósfera sobrenatural. Conmueven especialmente los testimonios de los penitentes que cubren de rodillas una larga caminata para ofrecerlo al Señor por la conversión de los pecadores. Todo un mundo de esperanza que responde a las inquietudes más íntimas del ser humano. Se experimenta la comunión de la familia de la Iglesia, sin importar las razas, las lenguas, las edades, todos somos uno en Cristo, con María, en el mismo pueblo eclesial. 

Desde el lugar de las apariciones, como redactor de CORREO MARIANO les tiene muy presente en sus intenciones y oraciones a toda la gran familia de redactores y lectores. Hace entrega de un ejemplar a la directora del Centro de Comunicación (en la foto con el equipo de LA VOZ DE FÁTIMA),  Carmo Rodeia y recibe el material de prensa elaborado para motivar la celebración del Centenario.

Les compartimos su web www.fatima.pt


José Antonio Benito



lunes, 8 de agosto de 2016

SANTA ROSA PINTADA POR Daniel Vázquez Díaz

SANTA ROSA TRANSFIGURADA POR EL PINTOR VÁZQUEZ DÍAZ Y EL POETA ADRIANO DEL VALLE


Se acerca el cuarto centenario de nuestra Rosa de Lima y hay que disponerse para celebrarlo como quien es, la peruana más universal, la primera santa y patrona de América.

De momento quiero compartirles mi reciente "descubrimiento", el artículo del poeta y crítico de arte Adriano del Valle (1895-1957) "La Santa Rosa del pintor Vázquez Díaz" publicado en la "Revista de Indias" (Sevilla, 1946, pp. 115-118). De la contemplación del rostro logrado por el artista, junto con la descripción literaria, nos quedamos con una imagen más real y sublime de la Santa, la joven enamorada de Cristo, en su vía crucis, sí, en su "polvo", pero sublimada por el amor, preludiando la gloria de la resurrección.   

El artista Daniel Vázquez Díaz (Nerva, Huelva, 15 de enero de 1882 – Madrid, 17 de marzo de 1969) fue una de las figuras más representativas del panorama artístico español de la primera mitad del siglo XX, a caballo entre el realismo y el cubismo,  retratista y paisajista sobresaliente, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, considerado como el pintor de la Hispanidad y mundialmente famoso por  las pinturas murales sobre el descubrimiento de América del Monasterio de Santa María de la Rábida, así como numerosos retratos de personajes históricos como el dedicado a  nuestra Santa Rosa de Lima en el año 1945.

Ha querido el pintor transfigurar la penitencia de la santa. De este modo, la corona de espinas aparece "en el otoño de su esqueje, suscitándonos el recuerdo de unas rosas que hubiesen sido descarnadas del olor florentísimo de sus corolas al deshojarse en el viento sobre la humildad de aquella mestiza de alma virgínea que ascendió al cielo por la escala de un santoral católico, más allá de la Cruz del Sur" (p.115)

Rosa aparece esbelta, airosa, encarnando la frase que recoge el Catecismo de la Iglesia Católica: "No conozco otra escalera para subir al Cielo que la cruz". Como describe el poeta, la Santa "se alza transfigurada bajo el halo de una fe que tira de ella hacia el cielo, iluminándola interiormente". Recordando el primitivo cuadro post mortem de Angelino Medoro, valora la proeza del pintor que "ha podido reanimar la efigie que en Medoro no fue más que materia inerte, representación plástica de un tránsito que aspiraba a alcanzar la gloria eterna en ese rompimiento de luz divina que amanece a la diestra de Dios. Daniel Vázquez Díaz ha sido quien, apenas si con sus prodigiosos pinceles y con ese toque de color ascético, frío y soberbio, pudo repetirle plásticamente a la espectral aparición de Santa Rosa, las palabras de la Sagrada Escritura: ´Levántate y anda`. Y así también se pudo cumplir el designio de que Vázquez Díaz recibiese de américa, de las manos de nuestro sabio Padre Getino, la efigie de la Santa, como si se hubiese cumplido el periplo, ahora oceánico, de aquel otro santo que anduvo sobre las aguas haciendo un bajel con su sayal sobre las olas mediterráneas. Y nos imaginamos cómo hizo Santa Rosa su travesía atlántica. Vientos ásperos, alisios dulces y blandos, en viaje de ida y vuelta hacia la Cruz del Sur…Aquí está ofrecida la sangre del joven continente americano en una celeste transfusión para l sangre antigua de nuestros primeros santos, de los que ganaron la palma del martirio en los anfiteatros del tiempo de los Césares romanos…Y en esta transfiguración de una raza autóctona en el cielo ecuménico de la catolicidad, nadie pudo loar a Santa Rosa con la potencia creadora de una paleta universal como lo hizo con la suya Daniel Vázquez Díaz, pintor cuya fama está proyectada hacia el provenir y el destino de la progenie ibérica" (p.118)

 

 José Antonio Benito

jueves, 4 de agosto de 2016

MILAGROS Y PROVIDENCIA EN LA PRIMERA EVANGELIZACIÓN DEL PERÚ según el P. Acosta

Historia natural y moral de las Indias / José de Acosta; estudio preliminar y edición del P. Francisco Mateos

·         LIBRO SÉPTIMO

  

http://www.cervantesvirtual.com/portales/editores_editoriales_iberoamericanos/obra-visor-din/historia-natural-y-moral-de-las-indias--0/html/fee5c626-82b1-11df-acc7-002185ce6064_30.html#I_210_

 

    • Capítulo XXVII De algunos milagros que en las Indias ha obrado Dios en favor de la Fe, sin méritos de los que los obraron


Santa Cruz de la Sierra es una provincia muy apartada y grande en los reinos del Perú, que tiene vecindad con diversas naciones de infieles que aún no tienen luz del evangelio, si de los años acá que han ido padres de nuestra Compañía con ese intento, no se la han dado. Pero la misma provincia es de cristianos, y hay en ella españoles y indios baptizados en mucha cuantidad.

La manera en que entró allá la cristiandad fué ésta: Un soldado de ruín vida y facineroso en la provincia de los Charcas, por temor de la justicia, que por sus delitos le buscaba, entró mucho la tierra adentro y fué acogido de los bárbaros de aquella tierra, a los cuales, viendo el español que pasaban gran necesidad por falta de agua, y que para que lloviese hacían muchas supersticiones, como ellos usan, díjoles que, si ellos hacían lo que él les diría, que luego llovería. Ellos se ofrecieron a hacerlo de buena gana. El soldado con esto hizo una grande cruz, y púsola en lo alto y mandóles que adorasen allí y pidiesen agua, y ellos lo hicieron así. Cosa maravillosa: Cargó luego tan copiosísima lluvia, que los indios cobraron tanta devoción a la santa cruz, que acudían a ella con todas sus necesidades y alcanzaban lo que pedían, tanto, que vinieron a derribar sus ídolos y a traer la cruz por insignia, y pedir predicadores que le enseñasen y baptizasen; y la misma provincia se intitula hasta hoy por eso Santa Cruz de la Sierra.

Mas porque se vea por quién obraba Dios estas maravillas, es bien decir cómo el sobredicho soldado, después de haber algunos años hecho estos milagros de apóstol, no mejorando su vida, salió a la provincia de los Charcas y, haciendo de las suyas, fué en Potosí públicamente puesto en la horca. Polo, que le debía de conocer bien, escribe todo esto como cosa notoria que pasó en su tiempo.

En la peregrinación extraña que escribe Cabeza de Vaca, el que fué después gobernador en el Paraguay, que le sucedió en la Florida con otros dos o tres compañeros que solos quedaron de una armada, en que pasaron diez años en tierras de bárbaros, penetrando hasta el mar del sur, cuenta y es autor fidedigno: Que compeliéndoles los bárbaros a que les curasen de ciertas enfermedades, y que si no lo hacían les quitarían la vida, no sabiendo ellos parte de medicina, ni teniendo aparejo para ella, compelidos de la necesidad se hicieron médicos evangélicos, y diciendo las oraciones de la Iglesia, y haciendo la señal de la cruz, sanaron aquellos enfermos. De cuya fama hubieron de proseguir el mismo oficio por todos los pueblos, que fueron innumerables, concurriendo el Señor maravillosamente, de suerte que ellos se admiraban de sí mismos, siendo hombres de vida común, y el uno de ellos un negro.

Lancero fué en el Perú un soldado, que no se saben de él más méritos que ser soldado, decía sobre las heridas ciertas palabras buenas, haciendo la señal de la cruz, y sanaban luego; de donde vino a decirse como por refrán, el salmo de Lancero. Y examinado por los que tienen en la Iglesia autoridad, fué aprobado su hecho y oficio.

En la ciudad del Cuzco, cuando estuvieron los españoles cercados, y en tanto aprieto que sin ayuda del cielo fuera imposible escapar, cuentan personas fidedignas y yo se lo oí, que echando los indios fuego arrojadizo sobre el techo de la morada de los españoles, que era donde es agora la iglesia mayor, siendo el techo de cierta paja, que allí llaman icho, y siendo los hachos de tea muy grandes, jamás prendió ni quemó cosa, porque una Señora que estaba en lo alto, apagaba el fuego luego, y esto visiblemente lo vieron los indios, y lo dijeron muy admirados.

Por relaciones de muchos y por historias que hay, se sabe de cierto, que en diversas batallas que los españoles tuvieron, así en la Nueva España como en el Perú, vieron los indios contrarios en el aire un caballero con la espada en la mano, en un caballo blanco, peleando por los españoles; de donde ha sido y es tan grande la veneración que en todas las Indias tienen al glorioso Apóstol Santiago. Otras veces vieron en tales conflictos la imagen de nuestra Señora, de quien los cristianos en aquellas partes han recibido incomparables beneficios.

Y si estas obras del cielo se hubiesen de referir por extenso, como han pasado, sería relación muy larga. Baste haber tocado esto, con ocasión de la merced que la Reina de gloria hizo a los nuestros, cuando iban tan apretados y perseguidos de los mejicanos. Lo cual todo se ha dicho para que se entienda, que ha tenido nuestro Señor cuidado de favorecer la fe y religión cristiana, defendiendo a los que la tenían aunque ellos por ventura no mereciesen por sus obras semejantes regalos y favores del cielo.

Junto con esto es bien que no se condenen tan absolutamente todas las cosas de los primeros conquistadores de las Indias, como algunos letrados y religiosos han hecho con buen celo sin duda, pero demasiado. Porque aunque por la mayor parte fueron hombres cudiciosos, ásperos, y muy ignorantes del modo de proceder, que se había de tener entre infieles, que jamás habían ofendido a los cristianos; pero tampoco se puede negar, que de parte de los infieles hubo muchas maldades contra Dios y contra los nuestros, que les obligaron a usar de rigor y castigo. Y lo que es más, el Señor de todos, aunque los fieles fueron pecadores, quiso favorecer su causa y partido para bien de los mismos infieles que habían de convertirse después por esa ocasión al santo evangelio. Porque los caminos de Dios son altos, y sus trazas maravillosas.




Capítulo XXVIII De la disposición que la divina providencia ordenó en Indias para la entrada en la religión cristiana en ellas

Quiero dar fin a esta Historia de Indias, con declarar la admirable traza, con que Dios dispuso y preparó la entrada del evangelio en ellas, que es mucho de considerar, para alabar y engrandecer el saber y bondad del Criador.

Por la relación y discurso que en estos libros he escrito, podrá cualquiera entender, que así en el Perú, como en la Nueva España, al tiempo que entraron los cristianos, habían llegado aquellos Reinos a lo sumo, y estaban en la cumbre de su pujanza, pues los Ingas poseían en el Perú desde el reino de Chile hasta pasado el de Quito, que son mil leguas; y estaban tan servidos y ricos de oro, plata y todas riquezas. Y en Méjico, Motezuma imperaba desde el mar océano del norte, hasta el mar del sur, siendo temido y adorado, no como hombre, sino como dios.

A este tiempo juzgó el Altísimo, que aquella piedra de Daniel,250 que quebrantó los reinos y monarquías del mundo, quebrantase también los de estotro mundo nuevo, y así como la ley de Cristo vino, cuando la monarquía de Roma había llegado a su cumbre, así también fué en las Indias occidentales. Y verdaderamente fué suma providencia del Señor. Porque el haber en el orbe una cabeza, y un señor temporal (como notan los sagrados doctores), hizo que el evangelio se pudiese comunicar con facilidad a tantas gentes y naciones. Y lo mismo sucedió en las Indias, donde el haber llegado la noticia de Cristo a las cabezas de tantos reinos y gentes, hizo que con facilidad pasase por todas ellas.

Y aun aquí hay un particular notable, que como iban los señores de Méjico y del Cuzco conquistando tierras, iban introduciendo también su lengua, porque aunque hubo y hay muy gran diversidad de lenguas particulares y propias; pero la lengua cortesana del Cuzco corrió y corre hoy día más de mil lenguas, y la de Méjico debe correr poco menos. Lo cual para facilitar la predicación en tiempo que los predicadores no reciben el don de lenguas como antiguamente, no ha importado poco, sino muy mucho.

De cuanta ayuda haya sido para la predicación y conversión de las gentes la grandeza de estos dos imperios, que he dicho, mírelo quien quisiere en la suma dificultad que se ha experimentado en reducir a Cristo los indios que no reconocen un señor. Véanlo en la Florida, y en el Brasil, y en los Andes y en otras cien partes, donde no se ha hecho tanto efecto, en cincuenta años, como en el Perú y Nueva España en menos de cinco se hizo.

Si dicen, que el ser rica esa tierra fué la causa, yo no lo niego; pero esa riqueza era imposible habella, ni conservalla, si no hubiera monarquía. Y eso mismo es traza de Dios, en tiempo que los predicadores de el evangelio somos tan fríos y faltos de espíritu, que haya mercaderes y soldados que con el calor de la cudicia y del mando, busquen y hallen nuevas gentes, donde pacemos con nuestra mercadería. Pues como San Agustín dice,251 la profecía de Isaías se cumplió, en dilatarse la Iglesia de Cristo, no sólo a la diestra, sino también a la siniestra, que es como él declara, crecer por medios humanos y terrenos de hombres, que más se buscan a sí, que a Jesucristo.

Fué también gran providencia del Señor, que cuando fueron los primeros españoles, hallaron ayuda en los mismos indios, por haber parcialidades y grandes divisiones. En el Perú está claro que la división entre los dos hermanos Atahualpa y Guáscar, recién muerto el gran rey Guaynacapa su padre, esa dió la entrada al marqués don Francisco Pizarro, y a los españoles, queriéndolos por amigos cada uno de ellos, y estando ocupados en hacerse la guerra el uno al otro. En la Nueva España no es menos averiguado, que el ayuda de los de la provincia de Tlascala, por la perpetua enemistad que tenían con los mejicanos, dió al marqués don Fernando Cortés, y a los suyos la victoria y señorío de Méjico, y sin ellos fuera imposible ganarla, ni aun sustentarse en la tierra.

Quién estima en poco a los indios, y juzga que con la ventaja que tienen los españoles de sus personas y caballos, y armas ofensivas y defensivas, podrán conquistar cualquier tierra y nación de indios, mucho, mucho se engaña. Ahí está Chile, o por mejor decir Arauco y Tucapel, que son dos valles que ha más de veinte y cinco años, que con pelear cada año, y hacer todo su posible, no les han podido ganar nuestros españoles cuasi un pie de tierra, porque perdido una vez el miedo a los caballos y arcabuces, y sabiendo que el español cae también con la pedrada, y con la flecha, atrévense los bárbaros, y éntranse por las picas, y hacen su hecho.

¿Cuántos años ha que en la Nueva España se hace gente, y va contra los Chichimecos, que son unos pocos de indios desnudos con sus arcos y flechas; y hasta el día de hoy no están vencidos, antes cada día más atrevidos y desvergonzados? ¿Pues los Chunchos, Chiriguanas, y Pilcozones y los demás de los Andes? ¿No fué la flor del Perú llevando tan grande aparato de armas y gente como vimos? ¿Qué hizo? ¿Con qué ganancia volvió? Volvió no poco contenta de haber escapado con la vida, perdido el bagaje, y caballos cuasi todos.

No piense nadie, que diciendo indios, ha de entender hombre de tronchos, y si no llegue y pruebe. Atribúyase la gloria a quien se debe, que es principalmente a Dios, y a su admirable disposición, que si Motezuma en Méjico, y el Inga en el Perú se pusieran a resistir a los españoles la entrada, poca parte fuera Cortés, ni Pizarro, aunque fueron excelentes capitanes, para hacer pie en la tierra.

Fué también no pequeña ayuda para recibir los indios bien la ley de Cristo, la gran sujeción que tuvieron a sus reyes y señores. Y la misma servidumbre y sujeción al demonio y a sus tiranías, y yugo tan pesado, fué excelente disposición para la divina Sabiduría, que de los mismos males se aprovecha para bienes y coge el bien suyo del mal ajeno, que él no sembró. Es llano, que ninguna gente de las Indias occidentales ha sido, ni es más apta para el evangelio, que los que han estado más sujetos a sus señores, y mayor carga han llevado, así de tributos y servicios, como de ritos y usos mortíferos. Todo lo que poseyeron los reyes mejicanos y del Perú, es hoy lo más cultivado de cristiandad, y donde menos dificultad hay en gobierno político y eclesiástico. El yugo pesadísimo e incomportable de las leyes de satanás, y sacrificios y ceremonias, ya dijimos arriba, que los mismos indios estaban ya tan cansados de llevarlo, que consultaban entre sí de buscar otra ley y otros dioses a quien servir. Así les pareció, y parece la ley de Cristo justa, suave, limpia, buena, igual, y toda llena de bienes.

Y lo que tiene dificultad en nuestra ley, que es creer misterios tan altos y soberanos, facilitóse mucho entre éstos, con haberles platicado el diablo otras cosas mucho más difíciles; y las mismas cosas que hurtó de nuestra ley evangélica como su modo de comunión y confesión, y adoración de tres en uno, y otras tales, a pesar del enemigo, sirvieron para que las recibiesen bien en la verdad los que en la mentira las habían recibido; en todo es Dios sabio y maravilloso, y con sus mismas armas vence al adversario, y con su lazo le coge, y con su espada le degüella.

Finalmente, quiso nuestro Dios (que había criado estas gentes, y tanto tiempo estaba, al parecer, olvidado de ellas, cuando llegó la dichosa hora) hacer, que los mismos demonios, enemigos de los hombres, tenidos falsamente por dioses, diesen a su pesar testimonio de la venida de la verdadera ley, del poder de Cristo y del triunfo de su cruz, como por los anuncios, y profecías, y señales y prodigios, arriba referidos, y por otros muchos que en el Perú, y en diversas partes pasaron, certísimamente consta. Y los mismos ministros de satanás, indios hechiceros y magos lo han confesado, y no se puede negar, porque es evidente y notorio al mundo, que donde se pone la cruz, y hay iglesias, y se confiesa el nombre de Cristo, no osa chistar el demonio, y han cesado sus pláticas y oráculos y respuestas y apariencias visibles, que tan ordinarias eran en toda su infidelidad. Y si algún maldito ministro suyo participa hoy algo de esto, es allá en las cuevas o simas, y lugares escondidísimos, y del todo remotos del nombre y trato de cristianos; sea el sumo Señor bendito por sus grandes misericordias y por la gloria de su santo nombre.

Cierto, si a esta gente, como Cristo les dió ley, y yugo suave, y carga ligera, así los que les rigen temporal y espiritualmente, no les echasen más peso del que pueden bien llevar, como las cédulas del buen Emperador, de gloriosa memoria, lo disponen y mandan, y con esto hubiese siquiera la mitad del cuidado en ayudarles a su salvación, del que se pone en aprovecharnos de sus pobres sudores y trabajos, sería la cristiandad más apacible y dichosa del mundo; nuestros pecados no dan muchas veces lugar a más bien. Pero con esto digo lo que es verdad, y para mí muy cierta, que aunque la primera entrada del evangelio en muchas partes no fué con la sinceridad y medios cristianos que debiera ser; mas la bondad de Dios sacó bien de ese mal, y hizo que la sujeción de los indios les fuese su entero remedio y salud.

Véase todo lo que en nuestros siglos se ha de nuevo allegado a la cristiandad en oriente y poniente, y véase cuán poca seguridad y firmeza ha habido en la fe y religión cristiana, donde quiera que los nuevamente convertidos han tenido entera libertad para disponer de sí a su albedrío: en los indios sujetos la cristiandad va sin duda creciendo y mejorando, y dando de cada día más fruto, y en otros de otra suerte, de principios más dichosos, va descayendo y amenazando ruina. Y aunque en las Indias occidentales fueron los principios bien trabajosos, no dejó el Señor de enviar luego muy buenos obreros y fieles ministros suyos, varones santos y apostólicos, como fueron fray Martín de Valencia, de San Francisco; fray Domingo de Betanzos, de Santo Domingo; fray Juan de Roa, de San Agustín, con otros siervos del Señor, que vivieron santamente, y obraron cosas sobre humanas. Perlados también sabios y santos y sacerdotes muy dignos de memoria, de los cuales no sólo oímos milagros notables y hechos propios de apóstoles; pero aún en nuestro tiempo los conocimos y tratamos en este grado.

Mas porque el intento mío no ha sido más que tratar lo que toca a la Historia propia de los mismos indios, y llegar hasta el tiempo que el Padre de nuestro Señor Jesucristo tuvo por bien comunicalles la luz de su palabra, no pasaré adelante, dejando para otro tiempo, o para mejor ingenio, el discurso del evangelio en las Indias occidentales, pidiendo al sumo Señor de todos, y rogando a sus siervos supliquen ahincadamente a la Divina Majestad que se digne por su bondad visitar a menudo, y acrecentar con dones del cielo la nueva cristiandad, que en los últimos siglos ha plantado en los términos de la tierra. Sea al Rey de los siglos gloria, y honra y imperio por siempre jamás. Amén.



Todo lo que en estos siete libros desta Historia Natural y Moral de Indias está escripto, sujeto al sentido y corrección de la Santa Iglesia Católica Romana en todo y por todo. En Madrid, 21 de febrero, 1589.

Fué impreso en Sevilla, casa de Juan de León, junto a las Siete Revueltas, 1590.

 

"Este pedazo de mundo, que se llama Perú" P. José de Acosta

Historia natural y moral de las Indias / José de Acosta; estudio preliminar y edición del P. Francisco Mateos


De las propiedades de la tierra del Perú

Por Perú entendemos no toda aquella gran parte del mundo que intitulan la América, pues en ésta se comprende el Brasil y el reino de Chile y el de Granada, y nada de esto es Perú, sino solamente aquella parte que cae a la banda del sur y comienza del reino de Quito, que está debajo de la línea, y corre en largo hasta el reino de Chile, que sale de los trópicos, que serán seiscientas leguas en largo, y en el ancho no más de hasta lo que toman los Andes, que serán cincuenta leguas comúnmente, aunque en algunas partes, como hacia Chachapoyas, hay más.

Este pedazo de mundo, que se llama Perú, es de más notable consideración, por tener propiedades muy extrañas y ser cuasi excepción de la regla general de tierras de Indias. Porque lo primero toda su costa no tiene sino un viento, y ese no es el que suele correr debajo de la tórrida, sino su contrario, que es el sur y sudueste. Lo segundo, con ser de su naturaleza este viento el más tempestuoso y más pesado y enfermo de todos, es allí a maravilla suave, sano y regalado, tanto, que a él se debe la habitación de aquella costa, que sin él fuera inhabitable de caliente y congojosa. Lo tercero, en toda aquella costa nunca llueve, ni truena, ni graniza, ni nieva, que es cosa admirable. Lo cuarto, en muy poca distancia junto a la costa llueve y nieva y truena terriblemente. Lo quinto, corriendo dos cordilleras de montes al parejo, y en una misma altura de polo, en la una hay grandísima arboleda y llueve lo más del año y es muy cálida; la otra todo lo contrario, es toda pelada, muy fría y tiene el año repartido en invierno y verano, en lluvias y serenidad.

Para que todo esto se perciba mejor, hase de considerar que el Perú está dividido en tres como tiras largas y angostas, que son llanos, sierras y andes; los llanos son costa de la mar, la sierra es todo cuestas con algunos valles, los andes son montes espesísimos. Tienen los llanos de ancho como diez leguas, y en algunas partes menos; en otras algo más; la sierra tendrá veinte, los andes otras veinte, en partes más y en partes menos; corren lo largo de norte a sur, lo ancho de oriente a poniente. Es, pues, cosa maravillosa, que en tan poca distancia como son cincuenta leguas, distando igualmente de la línea y polo, haya tan grande diversidad, que en la una parte cuasi siempre llueve, en la otra parte cuasi nunca llueve y en la otra un tiempo llueve y otro no llueve.

En la costa o llanos nunca llueve, aunque a veces cae una agua menudilla, que ellos llaman garúa y en Castilla mollina, y ésta a veces llega a unos goteroncillos de agua que cae; pero, en efecto, no hay tejados ni agua que obligue a ellos. Los tejados son una estera con un poco de tierra encima, y eso les basta. En los Andes cuasi todo el año llueve, aunque un tiempo hay más serenidad que otro. En la sierra que cae en medio de estos extremos llueve a los mismos tiempos que en España, que es desde septiembre a abril. Y esotro tiempo está sereno, que es cuando más desviado anda el sol, y lo contrario cuando más cercano, de lo cual se trató asaz en el libro pasado.

Lo que llaman andes y lo que llaman sierra son dos cordilleras de montes altísimos, y deben de correr más de mil leguas la una a vista de la otra, cuasi como paralelas. En la sierra se crían cuasi innumerables manadas de vicuñas, que son aquéllas como cabras monteses tan ligeras. Críanse también los que llaman guanacos y pacos, que son los carneros, y juntamente los jumentos de aquella tierra, de que se tratará a su tiempo. En los Andes se crían monos y micos muchos y muy graciosos, y papagayos en cuantidad. Dase la hierba o árbol que llaman coca, que tan estimada es de los indios y tanto dinero vale su trato. Lo que llaman sierra, en partes donde se abre, hace valles, que son la mejor habitación del Perú, como el de Jauja, el de Andaguaylas, el de Yucay. En estos valles se da maíz y trigo y frutas, en unas más y en otras menos.

Pasada la ciudad del Cuzco (que era antiguamente la corte de los señores de aquellos reinos), las dos cordilleras que he dicho se apartan más una de otra y dejan en medio una campaña grande o llanadas, que llaman la provincia del Collao. En éstas hay cuantidad de ríos y la gran laguna Titicaca, y tierras grandes y pastos copiosos; pero, aunque es tierra llana, tiene la misma altura y destemplanza de sierra. Tampoco cría arboleda, ni leña, pero suplen la falta de pan con unas raíces que siembran, que llaman papas, las cuales debajo de la tierra se dan, y éstas son comida de los indios, y secándolas y curándolas hacen de ellas lo que llaman chuño, que es el pan y sustento de aquella tierra. También se dan algunas otras raíces y hierbezuelas, que comen. Es tierra sana y la más poblada de Indias y la más rica, por el abundancia de ganados que se crían bien, así de los de Europa, ovejas, vacas, cabras, como de los de la tierra, que llaman guanacos y pacos; hay caza de perdices harta. Tras la provincia de Collao viene la de los Charcas, donde hay valles calientes y de grandísima fertilidad, y hay cerros asperísimos y de gran riqueza de minas, que en ninguna parte del mundo las hay, ni ha habido mayores ni tales.

ArribaAbajoCapítulo XXI

De las causas que dan de no llover en los llanos

Como es cosa tan extraordinaria que haya tierra donde jamás llueve ni truena, naturalmente apetecen los hombres saber la causa de tal novedad. El discurso que hacen algunos que lo han considerado con atención es que por falta de materia no se levantan en aquella costa vahos gruesos y suficientes para engendrar lluvia, sino sólo delgados, que bastan a hacer aquella niebla y garúa. Como vemos que en Europa muchos días por la mañana se levantan vahos, que no paran en lluvia, sino sólo en nieblas, lo cual proviene de la materia por no ser gruesa y suficiente para volverse en lluvia. Y que en la costa del Perú sea eso perpetuo, como en Europa algunas veces, dicen ser la causa que toda aquella región es sequísima y inepta para vapores gruesos.

La sequedad bien se ve por los arenales inmensos que tiene y porque ni fuentes ni pozos no se hallan si no es en grandísima profundidad de quince y más estados, y aun esos han de ser cercanos a ríos, de cuya agua trascolada se hallan pozos, tanto que, por experiencia, se ha visto que, quitando el río de su madre y echándole por otra, se han secado los pozos, hasta que volvió el río a su corriente. De parte de la causa material para no llover dan ésta. De parte de la eficiente dan otra, no de menos consideración, y es que la altura excesiva de la sierra que corre por toda la costa abriga aquellos llanos, de suerte que no deja soplar viento de parte de tierra si no es tan alto que excede aquellas cumbres tan levantadas, y así no corre más del viento de mar, el cual, no teniendo contrario, no aprieta ni exprime los vapores que se levantan para que hagan lluvia. De manera que el abrigo de la sierra estorba el condensarse los vapores y hace que todos se vayan en nieblas esparcidas.

Con este discurso vienen algunas experiencias, como es llover en algunos collados de la costa que están algo menos abrigados, como son los cerros de Ático y Arequipa. Ítem, haber algunos años que han corrido nortes o brisas por todo el espacio que alcanzaron, como acaeció el año de setenta y ocho en los llanos de Trujillo, donde llovió muchísimo, cosa que no habían visto muchos siglos había. Ítem, en la misma costa llueve donde alcanzan de ordinario brisas o nortes, como en Guayaquil, y en donde se alza mucho la tierra y se desvía del abrigo de los cerros, como pasado Arica. De esta manera discurren algunos. Podrá discurrir cada uno como mejor le pareciere. Esto es cierto que, bajando de la sierra a los llanos, se suelen ver dos como cielos, uno claro y sereno en lo alto, otro oscuro y como un velo pardo tendido debajo, que cubre toda la costa.

Mas, aunque no llueve, aquella neblina es a maravilla provechosa para producir hierba la tierra y para que las sementeras tengan sazón; porque, aunque tengan agua de pie cuanta quieran sacada de las acequias, no sé qué virtud se tiene la humedad del cielo, que faltando aquella garúa hay gran falta en las sementeras. Y lo que es más de admirar, que los arenales secos y estériles con la garúa o niebla se visten de hierba y flores, que es cosa deleitosísima de mirar y de gran utilidad para los pastos de los ganados, que engordan con aquella hierba a placer, como se ve en la sierra que llaman del Arena, cerca de la ciudad de los Reyes.