domingo, 25 de octubre de 2020

LA SUERTE DE LOS SACERDOTES FIDELISTAS QUE REGRESARON A ESPAÑA: Juan de la Cruz Errazquin Otamendi

 

Junto a los grandes personajes de la Independencia como los libertadores Bolívar, San Martín o los arzobispos como Goyeneche en Arequipa o Bartolomé de las Heras en Lima, vivieron centenares de personajes en el día a día que fueron responsables en el ejercicio de su profesión y vocación, independientemente de su opción política, realista o independentista.  

Los clérigos repatriados a territorio español se vieron obligados a solicitar un nuevo destino, congrua o pensión para sobrevivir. Para solucionar estos problemas se dispuso de la llamada «Mesa de Beratarrechea» (nombre obispo de Tarragona en ese periodo) para estudiar cada caso y que el gobierno español decidiera lo más oportuno. Como se verá en el caso presente la mayoría salió perdiendo y morirá pobremente.

De la relación nominal de 25 dignidades del Perú llegadas a España entre 1821 y 1824 rescatamos al guipuzcoano del pueblo de Villafranca, Juan de la Cruz Errazquin Otamendi[1] quien refleja de algún modo la repatriación de uno de estos españoles que decidieron regresar a la península después de largos años de servicio en tierras peruanas.

 

Tal sacerdote embarcó en Cádiz rumbo al Perú en el verano de 1787 en compañía de otras siete personas que formaban el séquito del recién nombrado Obispo de Arequipa, Pedro José Chaves de la Rosa. Le acompañaban Antonio Páez Zapata, presbítero (natural de Córdoba), Anastasio de San José, presbítero carmelita descalzo, Diego de Gárate y Aranguren, paje y oficial de la secretaria, natural de Azcoitia (Guipúzcoa), José Balbériz, paje y mayordomo, natural de Cádiz, Guillermo Crespo y Pérez, criado, natural de Santa María de Hoia (Tuy) y Juan de Vara, criado, natural de San Juan de Sabardes (A Coruña).

Tres años después su sobrino y paisano José Domingo Errazquin, pasaría a vivir en compañía de su tío que en estas fechas seguía ocupando el puesto de secretario del obispo de Are- quipa. A pesar de que en 1804 su protector abandonó el cargo y la ciudad, Juan de la Cruz Errazquin permaneció ejerciendo labores auxiliares en la diócesis de Arequipa hasta que en 1813 fue nombrado por el obispo Gonzaga de la Encina canónigo del Colegio Catedralicio. Tras vivir casi cuatro décadas en el Perú en 1823 decidió regresar, viejo y cansado a su Guipúzcoa natal. Pocos años después en 1829 escribió una carta, que reproducimos en su totalidad, en la que nos relata sucintamente lo que habían sido los últimos años de su existencia.

 

«El Doctor D. Juan de la Cruz Errazquin, Dean de la Santa Iglesia Catedral de Arequipa, con la más respetuosa atención a V.E. expone. Que de resueltas de los progresos que por desgracia han hecho en el Perú las armas de los revo- lucionarios, y para conservar ilesa su conciencia y permanecer constantemente fiel al Rey Nuestro Señor como tenía jurado, se vio precisado a emigrar de aquel País en donde había residido 37 años, abandonando su casa, destino y cuanto tenía y podía esperar, a pesar de hallarse en la avanzada edad de 60 años, y de los riesgos de una larga navegación.

Llegado felizmente a España se dirigió el exponente al pueblo de su naturaleza en donde se halla, careciendo de todo recurso para su subsistencia. En tal situación y noticioso de que la clemencia de S.M. ha tenido a bien agraciar a siete eclesiásticos de los emigrados, como el exponente, de América por su fidelidad y adhesión a su R. Persona y soberanos derechos con las dos terceras partes de la renta del Arcedianato de Córdoba y que D. Rafael Zufriategui Canónigo de Buenos Aires, uno de aquellos, ha fallecido, ha solicitado el exponente con fecha 1 de julio próximo pasado se sirviese V.E. proponerle a S.M. para que se le agraciase con la pensión que aquel le fue señalada; y no habiendo recibido resolución alguna sin duda por haberse extraviado, lo reitera y

Suplica rendidamente a V.E. se sirva proponerle a S.M. para que en consideración a lo expuesto se digne agraciarle con la pensión que fue señalada al citado D. Rafael Zufraitegui en las dos terceras partes de la renta del Arcedianato de Córdoba a fin de que pueda el suplicante ocurrir a su subsistencia; y en ello recibirá especial merced.

Villafranca de Guipúzcoa, 10 de agosto de 1829[2]».

 

Está por estudiar la suerte de tantos sacerdotes repatriados y olvidados. Del presente, se sabe que dos años después falleció en suma pobreza y soledad en el convento de Lazcano en donde había sido recogido.



[1] Datos contenidos en el artículo de JESÚS RUIZ DE GORDEJUELA URQUIJO: "La salida de la elite virreinal del Perú: sacerdotes, funcionarios y comerciantes, 1821-1825" Revista de Indias, 2006, vol. LXVI, núm. 237 Págs. 453-472, ISSN: 0034-8341

[2] Nota 36:  AGI, Indiferente General, 3028. Villafranca de Ordicia (Guipúzcoa), 18 de agosto de 1829.