viernes, 27 de julio de 2018

SOTO ARTUÑEDO, SJ Wenceslao

Alonso de Barzana, SJ (1530-1597), el Javier de las Indias Occidentales. Vida y obra. Mensajero, Bilbao, 2018, 500 pp

Estamos ante la más completa biografía del jesuita español, Alonso de Barzana (Belinchón, España, 1530 - Cuzco, Perú, 1597). Discípulo aventajado de san Juan de Ávila, Barzana fue uno de los primeros y más grandes evangelizadores jesuitas en América Latina -llegó a dominar hasta 11 lenguas indígenas-.

Por su extraordinaria labor misionera en el interior de Perú, Bolivia, Paraguay y Argentina -que varias décadas más tarde daría origen a las famosas reducciones jesuíticas-, se le conoce como «el san Francisco Javier de las Indias Occidentales».

En Argentina goza de una especial veneración por ser uno de sus evangelizadores pioneros, que se destacó por su cercanía, promoción y defensa de los pueblos indígenas. Por ello, el papa Francisco impulsó recientemente su proceso de beatificación.

Basta con fijarse en las más de mil notas (1047) para darse cuenta de que estamos ante una obra cimentada en lo mejor de sus fuentes documentales, tanto de España como de América. Buena prueba de la seriedad con que se trabajan las causas de beatificación de los santos.

El autor es un investigador consumado, además de psicopedagogo, docente y miembro activo del gobierno de la Compañía en la provincia Bética y la Congregación General 35. A la llamada del padre General de servir al postulador general de las causas jesuíticas, P. Antonio Witwer (seguido hoy del P. Pascual Cebollada), acudió de modo acucioso, hurgando en todos los archivos de España y de Italia; ha contado, además, con todo el material recogido en América, especialmente en el Perú por la Comisión Histórica conformada por el P. Juan Dejo, Mg. A. Domínguez, R. Mujica y Mag. Francescha Tapia.  El proceso ha sido veloz puesto que la positio fue impresa en octubre del 2017 y el 19 de diciembre fue declarado venerable.

La obra cuenta con un excelente prólogo del teólogo y filólogo jesuita José García de Castro Valdés. La introducción nos da cuenta del por qué de la obra, tan deseada por el actual Papa Francisco, que pretende, y logra, presentar una amplia biografía, junto con sus enjundiosas cartas y varios de los escritos de Barzana, seguido de interesantes apéndices.

La obra se articula en cuatro partes bien diferenciadas. La primera, por tierras hispanas, nos relata sus orígenes, la etapa de estudiante y profesor de la Universidad de Baeza, discípulo de san Juan de Ávila, su vocación a la Compañía de Jesús, la vocación misionero y el envío a Perú, rumbo a las Indias Occidentales.

La parte segunda comprende una fidedigna descripción del contexto americano en el que discurre su aventura misionera: Perú y Bolivia, Tucumán, la gobernación de Río de la Plata y Paraguay, el regreso al Perú, la cruz de Matará (recuerdo simbólico de su paso misionero).

El apartado tercero nos brinda seis dimensiones del apóstol: el lingüista políglota (hasta 11 lenguas), el perfil excepcional de entrega a los indios ("Nunca quiso ser superior ni ocuparse en cosa que le llevase algún tiempo por no quitarlo a los indios a quien él amaba tiernamente" p.238), un hombre santo, iconografía del grabado de 1615 (aprox.) rescatado en la colección Barbosa Stern en la que aparece catequizando a Túpac Amaru I, reconocimientos sociales y públicos en Argentina, escritos según el catálogo elaborado por el P. Guillermo Furlong.

La cuarta sección nos brinda una abundante antología de textos escritos por el propio Alonso de Barzana. En primer lugar hasta 21 cartas, algunas de ellas paradigmáticas, al estilo de las de san Francisco Javier. Se trata de las célebres cartas "indípetas" en las que el jesuita solicita a sus superiores el deseo razonado de ser enviado como misionero de Indias. Veamos un representativo texto: Al P. Ignacio del Castillo, desde Río de la Plata, 26 de julio de 1593

Si quiere Vuestra Reverencia saber mi vida, en una palabra, es que vine con deseo de España de tornarme indio, y he salido con ello. Y como VR ha gastado sus años en leer teología en tantas partes, yo he gastado los míos en aprender seis o siete lenguas bárbaras, distintas unas de otras y en predicar y confesar en todas ellas. Ya había medrado tanto en este caudal que fui por mis pecados (mandándomelo así la obediencia) a petición de la Audiencia Real dos años catedrático público de las lenguas del Perú y examinador general de todos los frailes y clérigos que habían de ser proveídos para curas de indios. Sin cuya aprobación nadie podía entrar en doctrina. Y no ha tenido VR tanta renta como yo con todo su leer de teología. Que por una hora de lección cada día daban a la Compañía mil pesos ensayados de renta cada un año que deben ser sus mil quinientos ducados de España. Pero íbame tan mal con esta honra (por las importunaciones que cada día con pretensores de doctrinas tenía, que quisieron verme sobornable por plata para que dijera que eran sabios los necios y fueran sus boberías tan a costa de almas sobre mis aprobaciones) que tuve por merced de Nuestro Señor, cuando la santa obediencia me envió ocho años ha de los Reinos del Perú a las provincias de Tucumán y Paraguay, donde ha ocho años que estoy.

El oficio es aprender nuevas lenguas, ya unas ya otras, hacer de ellas artes y vocabularios, ya catequizar muchos millares de infieles y bautizarlos, ya casar amancebados, ya andar por esos montes, ya predicar en una lengua, ya en otra. Y esto del predicar, predicandi nullus est finis. Aunque no tengo dientes, que seis o siete solos me han quedado arriba, con los cuales todavía me entienden lo que digo. En mucho peligro vive el que ha de ser su General, Provincial, Rector, maestro de novicios, consejero, portero y clausura suya. Bendito sea Jesús que nos trajo a su casa…" (Pp.316-7)

Una preciosa carta escribe su compañero Pedro de Añasco al provincial del Perú, en 1593:

"Nunca acabo de dar gracias a Dios Nuestro Señor y a Vuestra Reverencia por la grande merced que me hizo de enviarme a estas tierras [del Tucumán] y en compañía de mi amantísimo P. Barzana, que puedo decir con mucha verdad que aunque no vi al santísimo P. Francisco Xavier en la India Oriental, vi al P. Alonso de Barza, viejo de sesenta y cinco años, sin dientes ni muelas con suma pobreza, con profundísima humildad […] haciéndose viejo con el indio viejo y con la vieja hecho tierra, sentándose por estos suelos para ganaros para Cristo, y con los caciques e indios particulares, muchachos y niños, con tanta ansia de llevarlos al Señor que parece le revienta el corazón: y de la mañana a la noche no pierde un momento ocioso. Su oración retirada, desde antes que amanece, por esos campos; su continuo trabajo en macear con tantas lenguas tan diferentes; y sobre todo para llevar ese trabajo, el mayor regalo, que el santo viejo aquí tiene, es un poco harina de maíz tostado, la cual echada en agua es su bebida por vino y otros brebajes que esta tierra no los tiene, por ser muy nueva; pes aun el agua, que aquí se bebe, es como un poco de loco desleído, porque pozos ni arroyos ni fuentes en más de catorce leguas no se hallan, sino diez y ocho leguas de aquí, que de los bañados se forman unas lagunas y junto a ellas está fundada la Concepción…Tiene tan ganados al capitán y a toda la Ciudad dela Concepción, así hombres como mujeres, que no tratan todos sino de confesar y comulgar: cosa muy rara para gente del Paraguay. Y viendo a mi santo viejo con tanto consuelo en tierra tan necesitada y con tantas ansias de almas, pierdo pie en considerarlo y tengo materia de confundirme toda la vida Plegue al Señor por su infinita bondad, me dé luz para imitarle, siquiera en un solo paso que da y para servirle, de noche y de día, con todas las fuerzas de mi alma, que aunque no hubiera venido a otra cosa, que a servirle y sólo ver lo que veo lo tuviera por bien empleado" (pp.365-6)

En los documentos contemporáneos se ofrecen diferentes y variados textos como los registros de la Universidad de Baeza, dos cartas del P. Aquaviva a Barzana, carta de Pedro Añasco al Provincial del Perú, así como otros textos significativos con información sobre Barzana tales como la carta del P. Gregorio de Cisneros al P. Aquaviva desde Cuzco en el que se da cuenta de la gloriosa muerte y santa vida de Barzana, de la relación anónima, carta del P. P.J. de Arriaga, testimonio del sacerdote Juan Baptista de Iznatoraf (Jaén) sobre él; por último, con "otros documentos" se brindan doce amplios textos de historias de la Compañía y biografías como la de Muñoz sobre San Juan de Ávila, con ricos contenidos de Barzana.

Buena ayuda lo constituye sus cinco anexos: Cronología de la vida y misión; breves reseñas biográficas de 90 personajes citados en el libro; fuentes documentales: manuscritos, editadas, de San Juan de Ávila; bibliografía, índice onomástico.

En las páginas centrales se ofrecen 24 ilustraciones correspondientes a los lugares y los personajes, especialmente referidos a España; ojalá en próximas ediciones se puedan conseguir fotos de las numerosas localidades visitadas con mapas que faciliten su seguimiento didáctico.

Como corresponde a este tipo de obras, nos encontramos ante un auténtico almacén de datos de primera mano y de inestimable valor para los académicos, pastoralistas y público en general. Sin embargo, el autor logra un bello relato biográfico en el marco general de la historia misionera (con su teología, espiritualidad, mística, compromiso socioeducativo) de los jesuitas en el Perú, que tanto nos recuerda a las correrías apostólicas de San Francisco Javier. ¡Gracias por recuperar a uno de los grandes de la primera hora americana de la Compañía de Jesús de siempre!

José Antonio Benito