miércoles, 30 de agosto de 2017

En la fiesta de Santa Rosa, me complace compartirles el bellísimo
texto que incorpora la Liturgia de las Horas y que está tomado de la
Declaración del médico Dr. Juan del Castillo (5 – IX-1617) que
entrevistó a la Santa:

Señora Rosa, bien sabéis que de dos años a esta parte hemos sido muy
amigos y me habéis descubierto todas las mercedes sobrenaturales que
su Divina Majestad ha sido servido de comunicaros, las cuales, tengo
muy frescas en mi memoria, sabed que quiere ya su Divina Majestad
llevaros a gozar de su Santa Gloria y de esto no tengáis duda, y otra
cosa os quiero advertir, que desde que caísteis enferma en esta cama,
se me ha puesto en el entendimiento, no sé por dónde, ni por dónde no,
que de ello no me puedo apartar de noche ni de día, con ello duermo y
con ello recuerdo, y con ello estoy pensando en cualquier hora que
esté despierto, que no es posible sino que ahora, por la partida de
este mundo, os ha hecho Dios una muy grande merced sobrenatural, que
corresponda proporcionalmente, a las otras muchas que Su Majestad ha
hecho en todo el discurso de vuestra vida; y porque como en sí todas
las que me declaraste tenían muy grande oscuridad y vos habéis
confesado que
16v/ nadie os las entendía, me persuado que habrá sido su Majestad
Divina servido de haberos dicho alguna cosa muy alta, para que con
ello, todo lo que me dijisteis esté claro y nadie lo dude. Y a esto la
dicha Rosa de Santa María respondió:
Cierto, que ha algunos días, que tengo muy diversas en mi pecho
grandísima voluntad de deciros eso, y porque mis dolores y tormentos
han sido tantos como vos sabéis, y la mucha gente que está aquí,
siempre, cuando venís a verme, no me ha dado lugar a decirlo, ahora es
Dios servido, que estoy un poco sosegada y os diré, una muy grande
merced que Nuestro Señor Jesucristo me ha hecho; y que antes que
comenzase a' hablar, miró a todas partes, a ver si había alguna
persona y asegurósele que no había nadie y dijo así como se sigue a
este testigo: Ya sabéis que las mercedes que Dios me ha hecho pasadas,
estaba muy confusa con mi torpe entendimiento, en saberme declarar lo
que Dios me comunicaba, ahora fue servido, que un día poco antes que
me viniese esta enfermedad, tuviese un grande arrobamiento en el cual
vi una muy grande luz, que parecía una cosa infinita; y en medio de
ella vi un arco muy lindo, y muy grande, y de muchos y muy varias
pinturas. Y sobre aquel primer arco, vi otro arco tan lindo y hermoso,
como el primero, y sobre el segundo arco, vi una Cruz, donde Cristo
fue crucificado; y luego vi a Nuestro Señor Jesucristo, debajo del
primer arco, con tanta grandeza, y majestad, y hermosura; que no lo
puedo ni se puede explicar. Y vile muy diferentemente de como las
demás veces le he visto,
17/
porque las demás veces le veía que pasaba de través, ahora le vi
rostro a rostro, mucho espacio de tiempo, y fue su Divina Majestad
servido de darme fuerzas, para estado mirando mucho tiempo rostro a
rostro, todo entero de pies a cabeza, y de su rostro y cuerpo le
venían a mí ánima y a mí cuerpo, unos rayos y llamaradas de glorias,
que ya pensé que había acabado con este mundo y que estaba en la misma
Gloria, y después de esto, vi que tomó Cristo un peso y unas balanzas,
y vinieron mucho número de ángeles muy hermosos y muy lindos, y se le
arrodillaron y reverenciaron, y tras esto; vinieron mucho número de
ánimas y reverenciaron a Cristo. Y luego comenzaron los ángeles a
pesar y medir en las balanzas, trabajos y más trabajos, y luego vi que
no se fiaba Cristo' de los ángeles; y tomó Cristo el peso y las
balanzas en su propia mano y repartió trabajos y más trabajos, a las
ánimas que allí estaban; vi también que me repartió a mí un muy grande
trabajo pesado, en esto vi que tomó Cristo otra vez el peso y las
balanzas con su mano, y comenzaron los ángeles a pesar gracia y más
gracia; y vi que Cristo no se fiaba de los ángeles, y tomó el peso con
sus manos y repartió a las dichas ánimas gracia y más gracia; y vi que
me repartió a mí, mucha gracia y más gracia. Y vi que las ánimas
estaban tan llenas de gracia, que rebozaban la gracia, por la boca y
por los oídos. Y vi que a mí me rebozaba la gracia, que no me cabía, y
declarome Jesucristo y me dijo: sepan todos, que tras los trabajos,
viene la gracia y que sin trabajos, no hay gracia. Y que habiendo
gracia es
17v/menester muchos trabajos para que se aumente la gracia. Y
desengáñense todos, que esta es la escala del cielo y no hay otra
ninguna. Y visto a que esto dice este testigo que dijo la dicha santa,
así viniéronme entonces unos ímpetus muy grandes que no sé cómo
declarados, de salirme a esa plaza y dar voces y gritos, y predicar a
todas las gentes, y decides como Jesucristo me dijo: Que no hay gracia
sin trabajos, y que sepan todos, que es necesario trabajos y más
trabajos y más trabajos para alcanzar la Gloria. También tuve grandes
ansias y fatigas que reventaba mi ánima, que parece que quería salir
del cuerpo y dar gritos a voces en esa plaza, que si supieran qué tan
linda era la gracia, y qué maravillas tenía en sí la gracia, y qué
deleites y gozos daba la gracia, que todos desearan padecer trabajos y
tormentos, y tuvieran mucha paciencia en padecer trabajos para
alcanzar la gracia.