jueves, 27 de agosto de 2015

SANTA ROSA DE LIMA FLORECE TODAVÍA Y AHORA ¡MUCHO MÁS!

 

La arquidiócesis de Lima ya nombró su comisión para preparar el cuarto centenario de la muerte de la primera santa y patrona de América, Rosa de Lima, acaecida en el 1617. Este año tenemos el regalo de poder conocer el verdadero rostro de Santa Rosa de Lima, resultado del análisis que se ha hecho del cráneo de la Santa[1].

En efecto, hace algunas semanas un grupo de científicos y estudiosos (odontólogos, antropólogos forenses y especialistas en levantamientos de cráneos) de Brasil y del Perú, sometieron a diversos exámenes y estudios los cráneos de los santos peruanos, Santa Rosa, San Martín y San Juan Macías.

El estudio fue promovido por la parroquia Santa Rosa del Guaruja, Brasil, en coordinación con los Padres Dominicos de la Iglesia de Santo Domingo de Lima.

Los científicos concluyeron que el rostro corresponde a los datos y a las pinturas que se conocen de la Santa: "Era una mujer bonita, con rasgos suaves y el rostro bien distribuido… sus ojos eran grandes y redondos. Una simetría que podemos llamarla perfecta".

Si esta fue la belleza del rostro de Santa Rosa que precisamente su madre descubrió cuando se encontraba en su cuna, dándole el nombre de Rosa en vez de Isabel… Hoy la liturgia nos ayuda a descubrir su belleza interior aplicándole estos textos bíblicos:

      El Eclesiástico (3,16-24) nos habla de unas virtudes que ciertamente tuvo nuestra Santa:

- El cuidado de la familia, conocemos que ella trabajaba con mucho sacrificio  para sacar adelante la economía doméstica.

- La humildad, "cuanto más grande seas más debes humillarte y alcanzarás el favor del Señor… Él revela sus secretos a los mansos".

La Santa cumplió también con esta orientación bíblica: "actúa con humildad en tus quehaceres y te querrán más que al hombre generoso".

Santa Rosa glorificó a Dios precisamente por su humildad, según el Eclesiástico "el Señor es glorificado por los humildes".

- Finalmente aconseja el Eclesiástico "no te afanes por lo que supera tus capacidades… pues a muchos desvió su presunción".

Sabemos que la presunción destruye a la persona, en cambio la sencillez de Santa Rosa la llevó al conocimiento e intimidad con Jesús que llegó a escogerla como esposa: "Rosa de mi corazón tú eres mi esposa querida".

Como Santa Rosa preocupémonos por cumplir el pedido de Jesús:

"Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón".

      El  salmo 15 también nos ayuda a ver que para la santa Dios era su todo:

"Protégeme Dios mío que me refugio en ti… no hay bien para mí fuera de ti… el Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano: me ha tocado un lote hermoso me encanta mi heredad… bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente".

Ojalá que también nuestra vida busque a Dios y nos ayude a refugiarnos en Él como nos enseña Santa Rosa.

      La lectura de Pablo (Flp 3,8-14), nos dice:

"Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo".

Sin duda que esto mismo es una de las claves que tenemos para conocer los motivos que tuvo nuestra Santa para vivir su profundo amor a Dios y su generosa entrega al prójimo.

      Mateo 13, 31-35 nos recuerda las pequeñas parábolas de la mostaza y la levadura con las que Jesús compara el Reino de Dios.

Podemos ver en estas comparaciones el fruto de la vida de Santa Rosa que siendo una mujer sencilla ha llegado a ser patrona de las Américas, Indias y Filipinas.

 

El cardenal J. Ratzinger, SS Benedicto XVI, en su visita al Perú en 1986, celebró una misa en el Santuario de Santa Rosa y pronunció unas palabras[2]  en las que destacó esto: Justamente esta Rosa de Lima, la cual se llamaba en verdad Isabel, recibió su nombre de una mujer india que trabajaba en su casa paterna. Esta mujer simple condensó en este nombre todo lo que ella había visto y experimentado en Isabel. La rosa representa la reina de las flores y por lo tanto el prototipo de la belleza de la creación de Dios. La rosa no es, sin embargo, solamente placentera a nuestros ojos, sino que con su perfume crea una nueva atmósfera alrededor de nosotros, tocando así todos nuestros sentidos y, por así decirlo, nos arrebata de este mundo cotidiano hacia un mundo mejor y más alto. Ella nos alegra precisamente porque, al menos por un instante, nos hace experimentar también el bien a través de lo bello.

Esta mujer india, que ha permanecido desconocida pero que dio a Isabel el nombre de Rosa, reaccionó propiamente de esta manera ante la belleza de esta pequeña niña y, ciertamente, no sólo ante su belleza exterior y corpórea.

Así como la rosa no sólo parece hermosa, sino que de su interior difunde a su alrededor belleza a través de su perfume, así seguramente debió parecerlo también esta niña: por medio de su belleza exterior ella había percibido también la belleza interior. Ciertamente, que esta mujer india no habría dado este nombre tan lleno de ternura y de veneración si, por parte de esta niña, no hubiera habido algo cálido y bueno que llamara su atención: el perfume del bien. En este modo de llamarla se puede advertir el afecto de esta mujer, como también, por otra parte, el hecho de que después con ocasión de la confirmación, recibida de las manos de Santo Toribio de Mogrovejo, Rosa misma haya aceptado definitivamente este nombre muestra su "sí", su constante afecto por aquella mujer india.

En su canonización, la Iglesia ha interpretado este nombre como una forma de testimonio profético y lo ha usado en referencia a una bella expresión de San Pablo, el cual dice de sí mismo que Dios había difundido el perfume del conocimiento de Cristo en el mundo entero a través de él. "Nosotros somos el perfume de Cristo entre aquellos que se salvan" (2 Cor 2, 14ss). Aquello que Pablo, el apóstol de los gentiles, una vez pudo decir de su acción, vale ahora de nuevo para la pequeña Rosa, que proviene del país sudamericano, Isabel de Flores: ella se ha convertido en la Rosa de Lima que difunde el perfume del conocimiento de Cristo en el mundo entero.

El afectuoso sobrenombre, que la desconocida mujer había dado a la pequeña niña, se ha revelado como una profecía y así también ella, aunque sin nombre, toma parte siempre junto a Rosa y ambas en conjunto expresan algo original de este país y de su misión: la herencia europea junto con aquella de los indios ha dado origen a una nueva expresión de la fe; en esta nueva síntesis se encuentra el perfume del conocimiento que emana de Rosa. ¿No es sorprendente, quizá, que para una mujer que nunca dejó la ciudad de Lima, valga la misma alabanza que se aplicó al infatigable apóstol de los gentiles, el cual recorrió a lo largo y a los ancho todo el mundo hasta entonces conocido? El difundió en todo el mundo el perfume de Cristo a través de su predicación, a través de su actividad sin descanso, de su acción y de sus sufrimientos. Rosa de Lima lo ha difundido y continúa difundiéndolo hasta hoy simplemente a través de su ser. Su figura humilde y pura irradia su luz a través de los siglos sin mudas palabras; ella es el perfume de Cristo que hace resonar de sí misma su anuncio más fuertemente que a través de escritos e impresos. Así ella es también una gran maestra de vida espiritual, cuyas palabras están llenas de la profundidad de una experiencia vivida de Cristo en la consumación interior de sus sufrimientos vividos en comunión con Jesús Crucificado. "Me encontraba, llena de asombro, en la luz de la más serena contemplación que une todo, cuando en medio de este resplandor vi brillar la crus del Redentor; y al interno de este arco luminoso divisé la santísima humanidad de mi Señor Jesucristo". En estas palabras suyas se manifiesta el fundamento más profundo de su existencia: el estar inflamada por las llamas del fuego que provienen de EL. "He venido a traer el fuego sobre la tierra, y ¡cómo quisiera que ya estuviera prendido!" (Lc 12, 49): Rosa de Lima se dejó encender por este fuego y aún hoy de su figura llegan hasta nosotros la luz y el calor – luz y calor que transforman esta tierra oscura y fría.

Rosa de Lima puso en su vida espiritual tres puntos esenciales, que son válidos como programas para la Iglesia de hoy así como lo fueron en su tiempo.

1. Como primer punto está la oración, entendida no como recitación de fórmulas, sino como un dirigirse interiormente al Señor, como estar en su luz, como dejarse incendiar por su fuego santo.

2. Los otros dos puntos esenciales provienen de aquí espontáneamente: puesto que ella ama a Cristo, el despreciado, el doliente, Aquel que por nosotros se ha hecho pobre, ella también ama a todos los pobres que llegaron a ser sus hermanos más cercanos. El amor preferencial por los pobres no es un descubrimiento de nuestro siglo – al máximo es un redescubrimiento, puesto que esta jerarquía del amor era bien clara para todos los grandes santos. Era clarísima sobre todo para Rosa de Lima, cuya mística del sufrimiento con todos los pobres y los que sufren, que brota de la solidaridad con el Cristo doliente.

3. De aquí deriva también su tercer punto esencial: la misión. A través de sus palabras y de sus reflexiones aparece una perspectiva universalista. Ella deseaba poder ir, libre de las ataduras y de los límites que comporta nuestra corporeidad, a través de las calles de todo el mundo y conducir los hombres hacia el Salvador doliente. Rosa se expresaba de esta manera: "¡Escucharme, pueblos! ¡Escucharme, naciones! Por mandato de Cristo os exhorto". Ahora ella está libre de vínculo de un solo lugar; ahora ella va, como santa, por las calles de toda la tierra. Ahora ella vuelve a llamar con la autoridad de Cristo a todos nosotros, a la entera cristiandad, a vivir con radicalidad a partir del centro, de la más profunda comunión con Jesús, porque sólo así y de ningún otro modo el mundo puede ser salvado. "¡Escuchadme, pueblos! ¡Escuchadme, naciones! ¡Por mandato de Cristo os exhorto!" Así nos habla ella hoy. Esta mujer es, por asó decirlo, una personificación de la Iglesia latinoamericana: inmersa en el sufrimiento, sin grandes medios exteriores y sin poder, pero aferrada por el fervor de la cercanía de Jesucristo.

Agradezcamos al Señor por habernos dado esta mujer, Démosle gracias por el coraje de su fe, que ÉL ha vuelto a despertar aquí en América Latina. Pidámosle que su presencia sea cada vez más fuerte y que su perfume se extienda desde aquí a todo el mundo.

.Les comparto la semblanza que preparé para Radio Santa Rosa en el día 27 de agosto del 2016:

El siglo XVI iba a alcanzar su punto medio, cuando en 1548 Gaspar Flores, para unos nacido en Puerto Rico, para otros en Baños de Montemayor (Cáceres), se avecina en Lima, doce después de que el trujillano Francisco Pizarro, un 18 de enero, funde la Ciudad de los Reyes, Lima. Andrés Hurtado de Mendoza es el virrey, y le hace arcabucero en la guardia de su palacio. Nueve años después, en 1557, Gaspar celebra bodas con una limeña, María de Oliva, con la que tendrá trece hijos. Rosa es la cuarta de los supervivientes. 1586 es el año en que se remata la cúpula de S. Pedro de Roma, y nace en Lima, el 20 de abril, siendo papa Sixto V, la santa de América. "No le podía faltar a la ciudad de los Reyes -dice Clemente X al canonizarla- la estre­lla luminosa que guiará hacia Cristo, Señor y Rey de reyes".

En la parroquia de S. Sebastián la bautizan el 25 de mayo, Domingo de Pentecostés, y el Espíritu Santo se apodera de ella. La gracia bau­tismal que dormita durante mucho tiempo en otros niños, desencadena en Rosa el dinamismo prodigioso que la lleva, como Teresita a los tres años, "a no negar nada a Dios". Isabel es el nom­bre que, en recuerdo de su abuela, le dan al cristianarla, pero no le durará mucho.

Las primeras en llamarla Rosa fueron la india Mariana, que muy joven entró al servicio de María, y dos niñas que frecuentaban la casa. Un día, al contemplarla en la cuna exclamaron: "¡Ay! ¡Qué linda es esta niña! ¡Parece una rosa!".

Un significativo momento de su vida tuvo lugar en la diócesis de Carabayllo, hacia el mes de febrero de 1598, con ocasión de la visita pastoral del Arzobispo de Lima, Santo Toribio Mogrovejo, en la localidad de Quives, en que le confirió el sacramento de la confirmación en febrero de 1598, a la edad de 12 años y en compañía de su hermana Bernardita.

Todavía niña su "juego" preferido era rezar y hacer pequeñas penitencias (dormía sobre piedras y tablas). Aprendió a leer y escribir y todas las labores domésticas (costura, bordado, tejido) que eran una fuente de recursos, como también a cantar; llegó a tocar el arpa, la vihuela y la cítara. Su madre deseaba para su hija un casamiento ventajoso, pero Rosa deseaba el silencio y el recogimiento. Posteriormente piensan en que se haga monja de clausura: ella se resiste y dice que quiere ser laica consagrada como santa Catalina de Siena. El 10 de agosto de 1606 viste el hábito de terciaria dominica, emite votos privados de pobreza, castidad y obediencia y vive como religiosa en el hogar paterno.

Atraída por el ejemplo de Santa Catalina de Siena, quiere vivir también su matrimonio espiritual con Jesús cuando le entregó en arras un ani­llo invisible para todos y sólo visible para ella; Rosa quería tener también su anillo que le recor­dase el día de su boda y se lo dijo a Hernando, quien se lo encargó a un platero. El jueves Santo lo llevó a Sto. Domingo pi­diéndole al sacristán lo colocase en la urna en que el Santísimo Sacramento iba a ser expuesto. La santa le veló hasta los Oficios del día siguiente como preparación a su boda el Domingo de Pascua. El 26 de marzo, acabada la Misa solemne, se celebró otra y el sacerdote, sin que nadie lo advirtiese como deseaba ella, puso en sus dedos el anillo, símbolo del matrimonio espiritual que anticipa en la tierra las bodas eternas.

En el huerto de su casa construye una pequeña celda donde pasa los días dedicada a la oración, a la lectura y al bordado. Sale de su casa sólo para asistir a Misa y visitar hospitales, a pobres, a esclavos enfermos. Tiene muchas experiencias místicas (Jesucristo se le aparece en forma de niño frecuentemente). En los últimos años sufre una larga enfermedad, en la cual dice a menudo: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor". Antes de morir le pide perdón por todos los pecados a cada uno de los de su casa. Muere exclamando "Jesús, Jesús sea conmigo" el 24 de agosto de 1617 a los 31 años de edad. Canonizada en 1671 por Clemente X y proclamada patrona de América y de Filipinas; su cuerpo descansa en el convento de Santo Domingo de Lima.

El Catecismo de la Iglesia Católica recoge dos momentos de la vida de nuestra santa, tomados de la primera biografía, la del P. Hansen, publicada en Lovaina en 1668. El primero alude a su vida de gozosa cruz: "Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo" (CIC n.618); el segundo, referido a su amor por los pobres: " El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: 'Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús" (CIC n. 2449). El Santo Padre Benedicto XVI destacó en la audiencia del 20 de agosto de 2008 la figura de Santa Rosa leyendo unas palabras de la misma: "Si los hombres supieran qué es vivir en gracia, no se asustarían de ningún sufrimiento y aguantarían con gusto cualquier pena, porque la gracia es fruto de la paciencia".

Podemos afirmar ad portas del cuarto centenario de su partida para el Cielo -2017- con el gran poeta L. F. Cisneros: "Hace trescientos años que el jardín florecía y lleno de perfumes florece todavía".



[1] Comienzo compartiéndoles la bella reflexión de Monseñor José Ignacio Alemany en su carta semanal.

[2] Homilía del Card. Joseph Ratzinger en el Santuario de Santa Rosa, 1986, Lima