sábado, 13 de junio de 2015

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Mateo Crawley Boevey ss.cc.

Apóstol del Corazón de Jesús

  Entronización

por Fernando Cordero Morales ss.cc.

Peruano universal.

Mateo Crawley-Boevey y Murga nació el 18 de noviembre de 1875 en Tingo, cerca de Arequipa (Perú). Por el sacramento del bautismo recibió el nombre de Eduardo Máximo. Su padre era inglés y su madre peruana. Cuando Mateo contaba dos años de edad su familia se trasladó a Inglaterra, donde permaneció hasta que el niño cumplió los ocho años. Regresaron a Arequipa y luego tomaron rumbo hacia la ciudad chilena de Valparaíso. Desde su infancia sufrió frecuentes ataques de bronquitis y una laringitis constante. Su madre le aseguró un día: Si Dios quiere que seas sacerdote y apóstol tendrá que hacer un milagro contigo, pues así como estás nunca podrás predicar.

Se educó en el colegio de los religiosos franceses de la Congregación de los Sagrados Corazones. En esta corta etapa podemos observar la rica confluencia de idiomas con que contó la formación del futuro apóstol.

Siendo estudiante en el colegio de los Sagrados Corazones tuvo lugar la muerte del P. Damián de Molokai. Fue un hecho que animó al joven Mateo a entrar en la Congregación a la que perteneció el misionero belga. Contaba quince años de edad cuando pide permiso a sus padres para iniciar la vida religiosa. Al fin, tras una primera respuesta negativa de su padre, permiten a su hijo que tomase la opción que creyese más conveniente para su futuro.

Inició su noviciado el 2 de febrero de 1891. Antes de la profesión temporal su P. Provincial enviaba al Superior General una carta fechada el 10 de septiembre de 1892: Mañana profesará un joven novicio peruano, un simpático joven, modelo de piedad, de penitencia y de excelente carácter. Es el mejor de todos desde que se inauguró el noviciado en América del Sur. Él hizo mucho bien a los seis novicios que recientemente llegaron de Francia. Ya desde el noviciado Mateo fue un apasionado de la eucaristía y de la adoración.

El P. General planeaba enviar a Mateo a realizar los estudios eclesiásticos en la Universidad de Lovaina, pero su Provincial logró retenerlo en Chile. En una carta al Superior General expresa que quiere ser un santo y verdadero religioso.

Tras su ordenación sacerdotal en la Catedral de Santiago de Chile, el 17 de diciembre de 1898, sus superiores le ponen al frente de la Acción Social, una organización muy necesaria en el Valparaíso de la época, donde las clases trabajadoras eran explotadas en extremo. Trabajó también como profesor en el colegio y en la Universidad.

Su frágil salud cambia el rumbo de su vida.

Su dedicación a los más necesitados, a causa del terremoto que destruyó casi por completo Valparaíso el 16 de agosto de 1906, le condujo a un estado de total agotamiento. Los médicos aconsejaron al Provincial que hiciera viajar al enfermo durante un largo tiempo. Estas prolongadas vacaciones darán un nuevo rumbo a su vida. Llegó al monasterio de Paray-le-Monial donde santa Margarita María de Alacoque recibió las revelaciones del Corazón de Jesús. Aquí fue donde el P. Mateo descubrió su misión en la Iglesia: la entronización del Corazón de Jesús en los hogares, en los pueblos, en las ciudades y países. Y juntamente con esto la Hora Santa, la consagración de las familias al Sagrado Corazón, la práctica renovada de los primeros viernes, la adoración nocturna y cuanto se refiere a la devoción al Corazón de Jesús. Antes de dejar Paray-le-Monial se consagró totalmente al Corazón de Cristo: Sagrado Corazón de Jesús, supremo amor de mi vida, yo me consagro a Ti en un espíritu de perfecto abandono a tu divino amor. En tu gran misericordia dígnate aceptarme a mí como una oblación de amor a fin de encender en todos los sacerdotes el fuego de tu amor y el celo por tu divino Corazón...

De regreso a Chile, comienza a publicar innumerables folletos y libros, entre los que destacamos a lo largo de su trayectoria: Jesús, Rey de Amor; Hora Santa y Adoración Nocturna. Funda un secretariado y sale por las casas para entronizar al Corazón de Jesús en los hogares. Hacia el año 1912 eran ya ciento veinte mil las familias en las que había hecho la entronización. Esta entronización de la imagen del Corazón de Jesús había de ser el comienzo de una vida familiar profundamente transformada por el amor de Jesús. De ahí pasó a la entronización en las escuelas, colegios, fábricas, hospitales, oficinas públicas y privadas, incluso en las imprentas. Los obispos de Chile publicaron en abril de 1913 una carta pastoral colectiva recomendando la entronización y pedían al Papa Pío X que enriqueciera con indulgencias especiales dicha práctica. El Papa concedió gustoso lo que pedían los obispos chilenos y su sucesor, Benedicto XV, extendió las indulgencias al mundo entero.

Un predicador con palabras de fuego.

El P. Mateo continuaba predicando en parroquias, colegios, conventos, etc. Fundó la revista El Primer Viernes y escribía artículos en otras revistas y periódicos. Dejando Chile, se fue a Perú, Uruguay y Argentina. En 1914 viajó a Europa, llegando a París en el momento en el que las tropas alemanas se disponían a invadir la capital. Un dominico de Saint-Maximin resumió su impresión de esta manera: Al principio, uno queda desconcertado por esa oratoria que no es oratoria, por esas frases elípticas, esas imágenes inesperadas, esos gestos apasionados... y luego, uno está cogido, se pone al unísono, y cuando al final el predicador hace aclamar a Cristo Rey: "Te amo, Jesús, porque eres Jesús", brotan lágrimas de muchos ojos.

De Francia se trasladó a España, donde fundó treinta y ocho centros de la entronización. Logró entusiasmar al Nuncio, al Primado de Toledo y al cardenal arzobispo de Sevilla. Regresó a Francia, pasó después a Suiza, Austria, Holanda e Italia.

En 1919 vuelve a España. Recorrió la costa del Mediterráneo, pasó por Andalucía, luego por Santander y el País Vasco. Con emoción asistió en el Cerro de los Ángeles a la dedicación del monumento y la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en España, hecha personalmente por el rey Alfonso XIII el 30 de mayo de aquel año.

En Sevilla, desde donde escribimos este texto, pronunció el 19 de febrero de 1921 una conferencia espiritual a las religiosas jerónimas del Monasterio de Santa Paula. La Comunidad, puesta de rodillas, oía con gran devoción la hermosa plática del P. Mateo, mientras él permanecía de pie. La prelada le dijo: Padre, vd. me dispense, ¿no pudiera vd. sentarse? A lo que respondió el sacerdote: Madre, a las reinas no acostumbro yo a hablar sentado. Las religiosas quedaron edificadas al ver el respeto y veneración con que él las trataba.

Hasta los confines del mundo

Desde 1913 hasta 1960 predicó en veintiocho países, llegando hasta China, Japón, India, Indochina, Ceilán, Corea, Filipinas, Manchuria, Hong-Kong, etc. En 1931 dirigió un retiro al episcopado portugués. El Patriarca de Lisboa manifestaba su admiración: La predicación de este religioso es el más bello comentario al libro de 'Los Hechos de los Apóstoles', que se sepa.

Otro empeño original de nuestro infatigable misionero fue la adoración nocturna en los hogares. Pío XI bendijo esta obra e hizo mención del P. Mateo en su discurso del 29 de mayo de 1930 a la Juventud Femenina Católica de Italia al felicitarlas por participar en la adoración nocturna en el hogar, que constituye un acto exquisito y delicado de piedad y amor cristiano para el Corazón de Jesús; un delicado acto de devoción que necesitó para iniciarse un corazón apostólico como el del P. Mateo.

Pío XI le concedió cinco audiencias y le envió otra carta autógrafa, como lo hiciera antes su predecesor Benedicto XV. En una de las audiencias, el P. Mateo regaló al Papa un medallón con la imagen del Sagrado Corazón. Pío XI le comentó: La pondré en mi despacho y cuantas veces la mire te enviaré mi bendición. Y aún más patente queda la gran estima que tenía el Papa al apóstol del Corazón de Jesús cuando el gobierno de Perú solicitó al Sucesor de Pedro el nombramiento del P. Mateo para Arzobispo de Lima: ¿Qué quiere el señor Presidente de la República -contestó el Papa- que haga yo del Padre Mateo un coronel-comandante en plaza, o que le deje ser bombardero del Corazón de Jesús en todo el mundo?

Es imposible enumerar las tandas de ejercicios que dedicó a los sacerdotes. Desde Chicago escribía en 1944: No puedo dar abasto al trabajo que aquí me piden. En varias semanas he predicado a cerca de mil sacerdotes durante cinco horas diarias, aparte de las confesiones que me ocupaban el resto del día. En Canadá llegó a dirigir treinta y seis tandas de ejercicios al clero.

La mejor predicación: su testimonio frente al dolor.

El Jueves Santo de 1949 sufrió el primero de los muchos ataques de corazón que habían de sucederse en los once años que aún le quedaban de vida. En enero de 1955 manifestaba: Cada vez estoy más enfermo. Todo me cansa y debo suprimir muchas de las cosas bellas que debo hacer, reteniendo únicamente las indispensables. Quiero decir que debo dejar mis pocas fuerzas para poder celebrar la Misa y recitar mis plegarias. A su enfermedad se añadió una úlcera en su pierna derecha. En 1959 ingresó en la clínica de Valparaíso donde un cáncer en la sangre le impidió celebrar la eucaristía, que constituía el centro de su vida. Los médicos le amputaron la pierna herida por aparecer la gangrena. La amputación se practicó el 14 de enero de 1960, pero la herida no se cerró y la gangrena apareció pronto en la otra pierna. Su Provincial expresaba en una carta: El P. Mateo sufre atrozmente, pero todo lo soporta con un espíritu sobrenatural admirable. Y el propio enfermo escribía: ¡El cielo se aproxima... y así yo cantaré las misericordias del Señor eternamente!

El Superior General vino desde Roma a Valparaíso para visitarlo. El enfermo lo abrazó y, estrechando sus manos, pronunció su testamento: Diga a todos que el P. Mateo predica desde su cama y que insiste en la adoración nocturna en los hogares, que es la más preciosa flor de su apostolado. Ésta es la plegaria en la casa en unión con el Corazón de Jesús, la oración en el espíritu de reparación en la noche, durante las tinieblas.

El apóstol mundial del Sagrado Corazón de Jesús, según la denominación de Pío XI, murió a los 84 años de edad. Al enterarse de su muerte el ahora beato Juan XXIII, envió, por medio del Cardenal Secretario de Estado, al Superior General de la Congregación de los Sagrados Corazones el siguiente mensaje: El Santo Padre está totalmente familiarizado con la misión que este infatigable apóstol llevó a cabo durante toda su vida: la difusión del culto del Sagrado Corazón. Por esto es consolador el pensar que la triste pérdida que ha sufrido la Congregación de los SS. Corazones se compensa con la presencia en el cielo -como podemos creer- de un nuevo y poderoso protector.


El P. Mateo y el carisma de los Sagrados Corazones.

Brevemente, a través de unas pinceladas, veremos cómo el P. Mateo encarnó de una forma sencilla y admirable el carisma de nuestra Congregación.

· Según su propia expresión, él pretendía hacer surgir la devoción del Sagrado Corazón de la doctrina de San Pablo. Él predicaba la caridad divina, la misericordia, la confianza, pero también la inmolación hasta la locura del sacrificio total.

· María quedaba asociada al misterio del Corazón de su Hijo: Mi camino para llegar hasta el Santo de los santos, hasta el Corazón mismo de Jesús, hasta lo más íntimo de ese santuario de justicia y de amor, lo tengo perfectamente trazado: ¡ese camino obligado y directo es María!

· La eucaristía, eje de su vida y ministerio: Nosotros somos ante todo sacerdotes por nuestra Misa. Vivir nuestra Misa es vivir al mismo Cristo. La misa debe obrar dos grandes maravillas: "transformar" el pan en el cuerpo de Cristo y el vino en su sangre, y "transformar" también al sacerdote; es decir hacerlo santo. Comer a Cristo en la comunión de la Misa y dejarse a su vez devorar por Cristo.

· Dio una gran importancia a la contemplación, así en los últimos años de su vida escribía: La Providencia se ha encargado de saciar mi sed de una vida monacal de silencio y de oración... Bendito sea mil veces el Rey de Amor que ha colmado, a la hora undécima, los deseos que él mismo había encendido en mi alma... El Corazón de Jesús me obliga a completar lo que muchas veces ha faltado a mi apostolado activo... Regar con agua viva la semilla echada a los cuatro vientos del mundo... Acabo aquí, en consecuencia, lo que faltaba al trabajo de Marta... En ese surco abierto hace muchos años, trataré de derramar ahora, con la preciosa sangre del cáliz de mi misa, las últimas gotas de mi propia sangre... ¡Vayamos y muramos con Él! Y en otro momento escribe: Siempre he sentido un hambre nostálgico de la Trapa... Sin este lastre en el fondo de mi barca, es decir sin ese gran atractivo por el recogimiento, hubiera estado expuesto a hundirme.

· En su predicación manifestaba el celo que tenía por la causa de Jesús. Lo recogemos con dos testimonios:

        · El milagro, notaba alguien, no es el de jugar con las frases, en francés como en otros idiomas, de reforzar la predicación con testimonios vivientes: el milagro es el desatascar, es el dar alas... el suscitar apóstoles... Este milagro se hizo.

        · Palabra de fuego, dijo un sacerdote, tan luminosa y que permanece al mismo tiempo tan sencilla y tan directamente práctica. Doctrina tan antigua, y sin embargo ¡tan nueva y tan cautivante! ¡Cómo hubiera deseado que el mundo entero pudiera oírla!

· Estuvo al servicio de la Iglesia y contó con el apoyo de los Sucesores de Pedro. Con ocasión de sus bodas de oro sacerdotales, ya enfermo, le dirige una carta Pío XII: ...al desear consolarte en la presente enfermedad, queremos formular, al mismo tiempo, ardientes votos por que en breve recobres tus fuerzas y así puedas, de nuevo, entregarte con ardor a esa laudable empresa, haciendo que tome mayor incremento cada día.

· Y de su vivencia de la internacionalidad basta echar un vistazo a sus múltiples viajes por todo el planeta.

Me gustaría terminar con la selección de unas palabras que el recordado P. Esteban Gumucio, de la Provincia de Chile, maestro de novicios en aquel tiempo, pronunció como oración fúnebre el día del entierro del P. Mateo:

Esa fuerza de Dios, esa palabra eficaz, es la que ha brillado en forma singular en la persona de este sacerdote eminente y este gran corazón que fue el Padre Mateo.

En él, en su palabra de fuego, ha exhortado Dios a los hombres de nuestro tiempo, derramando vida y salvación.

Su mensaje, como el de Pablo, como el único del Evangelio: Jesús es el Señor, Jesús el Rey de Amor.