miércoles, 6 de mayo de 2015

MÁS PERUANO QUE …

 

NUESTROS SANTOS

 

6 SANTOS Y 6 BEATOS del PERÚ

 

 

1.      SANTO TORIBIO MOGROVEJO

 

Nace en 1538, en el mes de noviembre, en el pueblo de Mayorga (Valladolid-España), encrucijada de caminos, entre las actuales comunidades autónomas de Castilla-León, Asturias, Cantabria y Galicia.  En 1551 inicia sus estudios de Gramática y Humanidades en Valladolid, capital del mundo hispánico. En 1562 acude a Salamanca donde enseña su tío Juan Mogrovejo, catedrático universitario. En 1569 obtiene el título de bachiller en Cánones y en 1571, peregrina a Compostela, y se licencia en Derecho. Cuando cursaba estudios de doctorado en el Colegio San Salvador de Oviedo, en 1574, se le nombra para Granada como Inquisidor Apostólico. En 1580, es propuesto como arzobispo; contaba con 39 años y necesitó una apurada ordenación sacerdotal en Granada como paso indispensable para la consagración episcopal en Sevilla, el mismo año. Llegó al puerto de Paita, Piura, en marzo de 1581 e ingresó en Lima, capital del Perú el 12 de mayo del mismo año.

Durante su trabajo episcopal en Lima convocó y presidió el III Concilio Limense (1582-1583), al cual asistieron prelados de toda Hispanoamérica, y en el que se trataron asuntos relativos a la evangelización de los indios. De esa histórica asamblea se obtuvieron importantes normas de pastoral, así como textos de catecismo en castellano, quechua y aymara (los primeros libros impresos en Sudamérica). Convocó y presidió otros dos concilios, el IV Limense, en 1591, y el V Limense, en 1601.

Santo Toribio visitó innumerables poblados de su amplio territorio, uno de los más extensos y difíciles del mundo. A las visitas pastorales dedicó 17 de sus 25 años de obispo, recorriendo aproximadamente 40.000 kilómetros. Confirió la confirmación a Santa Rosa, San Martin de Porres, a San Juan Macías, y a un millón más de personas. Celebró 13 sínodos y en 1591 acomete una obra decisiva, la creación del Seminario que -dedicado en su día a Santo Toribio de Astorga- hoy lleva su nombre. Se siente, ante todo, pastor dispuesto a dar su vida por sus ovejas. A tal efecto crea  nuevas parroquias. De igual modo, impulsará instituciones destinadas a la formación de líderes espirituales, académicos y sociales, en los monasterios como el de Santa Clara, hospitales como el de San Pedro, la Universidad de San Marcos, la Casa del Divorcio. En 1593 inicia la segunda visita y  en 1605 la tercera, falleciendo en 1606, un 23 de marzo, en Saña. Al año siguiente, 1607, un 27 de abril, es enterrado en Lima.

A los sesenta y ocho años Santo Toribio cayó enfermo en Pacasmayo al norte de Lima, hizo su testamento en el que dejó a sus criados sus efectos personales y a los pobres el resto de sus propiedades. Murió en Zaña el 23 de marzo de 1606. El "protector de los indígenas" fue un infatigable misionero y gran organizador de la Iglesia sudamericana. Santo Toribio fue beatificado por el Papa Inocencio XI en 1679 y canonizado por Benedicto XIII en 1726. En 1983 San Juan Pablo II lo proclamó Patrono del Episcopado latinoamericano. Con motivo de su visita al Perú en 1985, elSanto Padre propuso a Santo Toribio como modelo de obispo para la nueva evangelización por su santidad de vida, por su compromiso en la defensa de los derechos humanos de los indígenas, por su sintonía con la Iglesia de Roma y por su eclesiología de comunión.

Benedicto XVI, con motivo del cuarto centenario de su tránsito a la gloria en el 2006, destacó "su abnegada entrega a la edificación y consolidación de las comunidades eclesiales de su época…El profundo espíritu misionero de santo Toribio se pone de manifiesto en algunos detalles significativos, como su esfuerzo por aprender diversas lenguas, con el fin de predicar personalmente a todos los que estaban encomendados a sus cuidados pastorales. Pero era también una muestra del respeto por la dignidad de toda persona humana, cualquiera que fuere su condición, en la que trataba de suscitar siempre la dicha de sentirse verdadero hijo de Dios".

El actual Papa Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, en la IV Jornada Foro de Educación, recordó, a Santo Toribio de Mogrovejo, que "apostó mientras fue arzobispo de Lima, a comprender al pueblo yendo a cada rincón del territorio que llegaba hasta la capitanía de Chile".

 

2.       SAN MARTÍN DE PORRES

 

Fray Escoba –nombre popular de San Martín- nació en Lima, en 1579. Hijo 'ilegítimo' del español Juan de Porres y de Ana Velásquez, mujer negra descendiente de esclavos africanos. Al ser mulato y pobre le tocó sufrir en más de una ocasión el menosprecio de la sociedad. Sin embargo, su madre le descubrió el evangelio de Jesús: "El que se humilla será ensalzado".

El santo mulato fue bautizado en la iglesia de San Sebastián, en la misma pila y por el mismo párroco que había bautizado a Santa Rosa de Lima. Martín vivió con su madre, quien le educó en la solidaridad con los pobres y enfermos; de este modo, siempre que iba a la tienda, empleaba parte de la plata en socorrer al primer necesitado que encontraba. Su padre Juan, al volver de Guayaquil, legaliza su situación reconociendo oficialmente a sus dos hijos, aunque no llega a desposarse. A los dos lleva a Ecuador para ser educados con un preceptor. Martín, a sus trece años, aprende castellano, aritmética y caligrafía. Tras dos años de estancia en la ciudad portuaria de Guayaquil, deja a su hija con su tío Santiago y se lleva a Martín a Lima.

A los quince años es confirmado por Santo Toribio de Mogrovejo. Por esta fecha trabaja en la tienda de Mateo Pastor, negociante en especies y en hierbas medicinales. Posteriormente aprendió el oficio de barbero-sangrador con Marcelo de Ribera, a quien ayuda a sangrar heridas, aliviar dolores, aplicar hierbas y emplastos. A esta edad, ingresó como donado al convento de Santo Domingo de Lima y en 1603 hizo la profesión como hermano lego. Los superiores de San Martín, pronto advirtieron sus cualidad y caridad, por ello le confiaron junto a otros oficios, el de enfermero.

Sus habilidades y el ardor con que cuidaba a los enfermos atrajo incluso a los religiosos de otras comunidades que llegaban a Lima sólo para atenderse con elsanto.  San Martín fue muchas veces despreciado y humillado, por ser mulato, pero nunca se rebeló contra los insultos que le inferían. Su abnegación, su modestia y la paz que irradiaba impresionaban a cuantos conocía. En la enfermería y en la portería del convento del Rosario (Santo Domingo) atendía con acogedora bondad y amor a los pobres y enfermos. Si a todos los dolientes trataba exquisitamente, a sus hermanos religiosos los servía de rodillas.

Su caridad universal le llevará a convertir el convento en hospital. Sabe que el amor es la ley suprema Su caridad con el prójimo nacía de la unión íntima con Jesús y con María. Comentan sus compañeros dominicos que recibía a Jesús Sacramentado "con muchas lágrimas y grandísima devoción", ocultándose de todos para "mejor poder alabar al Señor". Fray Martín rezaba en su celda, en la Iglesia, ante el Santísimo Sacramento, Virgen de los Santos, en los altares del templo, en las capillas y oratorio del convento. Oraba arrodillado y echado en cruz sobre el suelo (…)

Realizó numerosas curaciones milagrosas Particular fue el aprecio por sus hermanos de raza. Cuando le tocaba acudir a la finca de Limatambo, a las afueras de Lima, se dedicaba a las labores propias de los esclavos negros: arar, sembrar, podar árboles, cuidar de los animales en los establos. Así se ganaba el afecto de los esclavos morenos y de los indios pescadores de Chorrillos y de Surco, pues les servía como enfermero y les catequizaba como misionero. Ellos, por su parte, le daban frutos de sus huertos y estipendios para Misas.

Entrañable fue su amistad con el lego dominico San Juan Macías. Su otro gran amigo místico fue el también lego, aunque franciscano, Fray Juan Gómez, popularizado por Ricardo Palma en una de sus tradiciones en que señala haber convertido un arácnido venenoso en una joya: el alacrán de fray Gómez.

San Martín de Porres, Patrono de la Justicia Social, murió el 3 de noviembre de 1639, dejando a Lima –desde el virrey y arzobispo hasta el último excluido social- consternada. Fue beatificado por el Papa Gregorio XVI en 1837 y canonizado por Juan XXIII el 6 de mayo de 1962, cuando iba a dar comienzo el Concilio Vaticano II, del que fue insigne modelo.

 

 

3.      SANTA ROSA DE LIMA

 

El siglo XVI iba a alcanzar su punto medio, cuando en 1548 Gaspar Flores, para unos nacido en Puerto Rico, para otros en Baños de Montemayor (Cáceres), se avecina en Lima, doce después de que el trujillano Francisco Pizarro, un 18 de enero, funde la Ciudad de los Reyes, Lima. Andrés Hurtado de Mendoza es el virrey, y le hace arcabucero en la guardia de su palacio. Nueve años después, en 1557, Gaspar celebra bodas con una limeña, María de Oliva, con la que tendrá trece hijos. Rosa es la cuarta de los supervivientes. 1586 es el año en que se remata la cúpula de S. Pedro de Roma, y nace en Lima, el 20 de abril, siendo papa Sixto V, la santa de América. "No le podía faltar a la ciudad de los Reyes -dice Clemente X al canonizarla- la estre­lla luminosa que guiará hacia Cristo, Señor y Rey de reyes".

En la parroquia de S. Sebastián la bautizan el 25 de mayo, Domingo de Pentecostés, y el Espíritu Santo se apodera de ella. La gracia bau­tismal que dormita durante mucho tiempo en otros niños, desencadena en Rosa el dinamismo prodigioso que la lleva, como Teresita a los tres años, "a no negar nada a Dios". Isabel es el nom­bre que, en recuerdo de su abuela, le dan al cristianarla, pero no le durará mucho.

Las primeras en llamarla Rosa fueron la india Mariana, que muy joven entró al servicio de María, y dos niñas que frecuentaban la casa. Un día, al contemplarla en la cuna exclamaron: "¡Ay! ¡Qué linda es esta niña! ¡Parece una rosa!"

Atraída por el ejemplo de Santa Catalina de Siena, quiere vivir también su matrimonio espiritual con Jesús cuando le entregó en arras un ani­llo invisible para todos y sólo visible para ella; Rosa quería tener también su anillo que le recor­dase el día de su boda y se lo dijo a Hernando, quien se lo encargó a un platero. El jueves Santo lo llevó a Sto. Domingo pi­diéndole al sacristán lo colocase en la urna en que el Santísimo Sacramento iba a ser expuesto. La santa le veló hasta los Oficios del día siguiente como preparación a su boda el Domingo de Pascua. El 26 de marzo, acabada la Misa solemne, se celebró otra y el sacerdote, sin que nadie lo advirtiese como deseaba ella, puso en sus dedos el anillo, símbolo del matrimonio espiritual que anticipa en la tierra las bodas eternas.

Todavía niña su "juego" preferido era rezar y hacer pequeñas penitencias (dormía sobre piedras y tablas). Aprendió a leer y escribir y todas las labores domésticas (costura, bordado, tejido) que eran una fuente de recursos, como también a cantar; llegó a tocar el arpa, la vihuela y la cítara. Su madre deseaba para su hija un casamiento ventajoso, pero Rosa deseaba el silencio y el recogimiento. Posteriormente piensan en que se haga monja de clausura: ella se resiste y dice que quiere ser laica consagrada como santa Catalina de Siena. El 10 de agosto de 1606 viste el hábito de terciaria dominica, emite votos privados de pobreza, castidad y obediencia y vive como religiosa en el hogar paterno.

En el huerto de su casa construye una pequeña celda donde pasa los días dedicada a la oración, a la lectura y al bordado. Sale de su casa sólo para asistir a Misa y visitar hospitales, a pobres, a esclavos enfermos. Tiene muchas experiencias místicas (Jesucristo se le aparece en forma de niño frecuentemente). En los últimos años sufre una larga enfermedad, en la cual dice a menudo: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor". Antes de morir le pide perdón por todos los pecados a cada uno de los de su casa. Muere exclamando "Jesús, Jesús sea conmigo" el 24 de agosto de 1617 a los 31 años de edad. Canonizada en 1671 por Clemente X y proclamada patrona de América y de Filipinas; su cuerpo descansa en el convento de Santo Domingo de Lima.

El Catecismo de la Iglesia Católica recoge dos momentos de la vida de nuestra santa, tomados de la primera biografía, la del P. Hansen, publicada en Lovaina en 1668. El primero alude a su vida de gozosa cruz: "Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo" (CIC n.618); el segundo, referido a su amor por los pobres: " El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: 'Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús" (CIC n. 2449). El Santo Padre Benedicto XVI destacó en la audiencia del 20 de agosto de 2008 la figura de Santa Rosa leyendo unas palabras de la misma: "Si los hombres supieran qué es vivir en gracia, no se asustarían de ningún sufrimiento y aguantarían con gusto cualquier pena, porque la gracia es fruto de la paciencia".

 

4.      SAN JUAN MACÍAS

 

Nace en Ribera del Fresno, pueblo de la Alta Extremadura, perteneciente entonces al priorato nullius de San Marcos de León, provisorato de Llerena, de la Orden Militar de Santiago y ahora diócesis de Badajoz. Era el 2 de marzo de 1585. Sus padres, Pedro de Arcas e Inés Sánchez, eran modestos labradores.Al año siguiente nace su única hermana. Sus padres eran fervientes cristianos y transmiten a sus hijos los principios de la vida cristiana, singularmente la devoción a Nuestra Señora del Valle, patrona del pueblo, aparecida en 1428.

Huérfano a temprana edad, fue criado por un tío que lo dedicó al pastoreo. Mientras se dedicaba a esta labor, recibe  la visita  de un niño que le revela ser San Juan Bautista, y le anuncia un futuro viaje a tierras lejanas. Ya mayor, viaja a Cartagena de Indias al servicio de un mercader. Luego se dirigió hacia el sur para llegar finalmente a Lima;  toma los hábitos dominicos en la Recolección de Santa María Magdalena  de esta ciudad (actual Iglesia de la Recoleta) en 1622. Allí se ocupó de la portería hasta su muerte, acaecida más de dos décadas después, en 1645. Ofrendaba a Dios numerosas penitencias, ayunos y oraciones a cambio de la salvación de las ánimas del purgatorio. Como Martín de Porres -de quien era amigo-, el santo se destacaba por su profunda humildad y sencillez.  Fue famoso por sus consejos espirituales, solicitados por los distintos estamentos de la sociedad limeña, desde los mendigos hasta el propio virrey. Juan Macías cultivó además una ardiente caridad, y se dedicaba a repartir diariamente alimentos a los menesterosos. "Al pedir a los ricos para sus pobres, les enseñaba a pensar en los demás; al dar al pobre lo exhortaba a no odiar"- apuntará Pablo VI.

Destaca su filial devoción a la Virgen María. En 1630 se le apareció Nuestra Señora del Rosario en la capilla de su convento con motivo de un temblor de tierra. El mismo Juan contó que Nuestra Señora del Valle, cuya imagen veneraba en el cuadro que tenía en su celda, le había hablado y concedido cuanto le había pedido. Con el rezo del Rosario invocaba a la Trinidad por medio de María. Su contemplación le llevaba a amar a la naturaleza, al prójimo, su vida consagrada. Dios obró por su intercesión varios milagros entre los que sobresalen las constantes multiplicaciones de alimentos.

Juan tenía la costumbre de rezar todas las noches, de rodillas, el Rosario completo. Una parte la ofrecía por las almas del Purgatorio, otra por los religiosos, y la tercera, por sus parientes, amigos y benefactores. A la hora de su muerte, obligado por la obediencia, Juan Masías confesó haber liberado durante su vida a un millón cuatrocientas mil almas. Al finalizar el mes de agosto de 1645 enfermó de disentería. Su celda era visitada por los pobres y los ricos. A su cabecera se hallaba el virrey, marqués de Mancera. Murió el 17 de septiembre de 1645, contaba 6O años. Gregorio XVI le beatificó en 1837 y Pablo VI le canonizó en 1975.

Sus numerosos milagros llevarían a Clemente XIII a declararlo venerable en 1763. Fue beatificado por Gregorio XVI en 1837. Paulo VI lo elevaría  a los altares en 1975.

El 23 de enero de 1949, desde Olivenza (Badajoz), la cocinera Leandra Rebello Vásquez no podía dar crédito a lo que vieron sus ojos. Se encontraba en el Hogar de Nazaret, colegio de niños acogidos a la Protección de Menores, regentado por una institución religiosa fundada por el párroco del pueblo don José Zambrano. Era domingo y, además de la comida para los 5O niños, había de preparar alimentos para los pobres de la población. Los bienhechores designados para ese día no trajeron  los alimentos. La criada encargada de preparar la comida, advirtiendo la exigua cantidad de arroz (unos 750 gramos), la arrojaba para su cocción al tiempo que se abandonó en su paisano beato Juan Macías:"¡Oh Beato, hoy los pobres se quedarán sin comida!"

A continuación, aquella minúscula cantidad de arroz, al cocer, fe vista crecer de tal modo que al instante fue preciso trasladarla a una segunda olla; lo que se hizo una y otra vez. La multiplicación del arroz duró cuatro horas de una a 5 de la tarde cuando el recipiente que rebosaba fue apartado del fuego por mandato del párroco. Del alimento gustaron hasta hartarse los chicos del hogar, como la ingente multitud de pobres y necesitados. Leandra Rebello, protagonista del milagro de este "conquistador espiritual", presente el 28 de septiembre de 1975 en la canonización de Juan Macías, es digna sucesora de espíritus tan sencillamente magnánimos. Lo demuestra su confianza audaz que atrae el milagro del Cielo.

 

5.      SAN FRANCISCO SOLANO

 

Nace en Montilla (Córdoba) en 1549, un año después que el prudente Pedro Lagasca, pacificase Perú tras la victoria sobre Gonzalo Pizarro en Xaquixaguana. Y, aunque no se conoce con exactitud la fecha de su nacimiento, sí se sabe que fue bautizado el día 10 de Marzo de 1549 en la Parroquia de Santiago, donde aún se conserva –aunque agrietada- la antigua pila bautismal del Santo. Francisco fue el tercer hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez, llamada "La Hidalga".

Montilla era un lugar eminentemente religioso, beneficiado recientemente por la prédica de  San Juan de Ávila, quien murió cuando Francisco tenía veinte años. En la localidad había 18 iglesias, 5 conventos y numerosas cofradías. Parece que tuvo varios encuentros con el ilustre peruano el Inca Garcilaso. Pudo también coincidir en Granada con santo Toribio de Mogrovejo, pues éste estuvo en la ciudad moruna hasta 1580 y Solano hasta 1589.

A los 20 años viste el sayal franciscano, haciendo su profesión en 1570, en la familia franciscana de la Regular Observancia. Dos años después se traslada al convento de Nuestra Señora de Loreto (Sevilla) donde alternó el estudio de la teología con la oración y la penitencia. Escoge la celda más pequeña e incómoda del convento, bien próxima al coro donde pasaba buena parte de su tiempo.

Allí recibió la ordenación sacerdotal y, como tenía muy buena voz, le nombran director de coro y predicador. En 1578 desempeña el cargo de maestro de novicios en Arrizafa (Córdoba). Tres años más tarde, 1581, pasa a San Francisco del Monte, la nueva Porciúncula cordobesa, escondido entre los breñales de Sierra Morena dedicándose a la vida contemplativa. No olvida a sus hermanos cuando la peste diezma a la población de Montoro donde acude solícito para ayudar a los enfermos. Se le nombra guardián del convento y a los 3 años se le envía al convento de San Luis de la Zubia (Granada) con merecida fama de santidad.

El 3 de marzo de 1589 partía el barco en el que iba también el nuevo virrey del Perú, don García Hurtado de Mendoza. En Panamá debe esperar varios meses por falta de embarcaciones. Debido al mortífero clima, dos de sus compañeros pierden la vida. Naufraga con su compañero junto a la isla de Gorgona (Colombia). Después de muchos avatares llega, en 1590, a la capital del Perú. Debe ir más al sur pues le reclaman en Tucumán (Argentina). En noviembre de 1590 llega a su destino. Regenta la diócesis Fray Fernando Trejo y Sanabria. Allí permanece 5 años como misionero y doctrinero de Socotonio y la Magdalena. Su caridad y mansedumbre, netamente franciscanas, así como la pobreza de su hábito, la austeridad de su vida y la alegría de su semblante ganaron el corazón de los indios. Se aplicó al estudio de su lengua, especialmente la toconoté, que le enseñara el capitán Andrés García de Valdés. El violín era una ayuda formidable para su labor evangelizadora.

En 1595 vuelve a Lima, convento de San Francisco de la Observancia, donde se fraguaban los criterios y decisiones que regían la vida franciscana en toda Sudamérica. En su celda, tan sólo tenía un camastro, una colcha, una cruz, una silla y mesa, un candil y la Biblia junto con algunos otros libros. Era el primero en todo, y jamás ordenó una cosa que no hiciera él antes. Sus consejos eran prudentes, y cuando tenía que reprender a alguno de los demás frailes, lo hacía con gran celo y caridad. Sus excesivas penitencias y su espíritu de oración no le impedían ser alegre con los demás. Solano era también el santo de la alegría

Desde Lima marcha a Trujillo en calidad de Superior en 1602. Aquí se dedica especialmente a la predicación y a la asistencia de enfermos a quienes atendía personalmente y les llevaba regalos en los mangos de su hábito. También logró reconciliar enemigos hermanos En 1604 regresa a la metrópoli. En 1604, Arequipa se vio afectada por la peste del vómito negro. El 21 de diciembre de 1604, Solano pronunció un sermón que conmovió en gran manera a los habitantes de Lima. En octubre de 1605, Solano pasó a la enfermería del convento. En octubre de 1609, hubo un terremoto en la ciudad de Lima. Como de costumbre, daba grandes voces invitando al arrepentimiento y la conversión. Su vida penitente, sus trabajos y privaciones le fueron restando fuerzas y por ello se le traslada a la enfermería del convento de San Francisco de Lima, donde tras breve enfermedad, muere el 14 de julio de 1610. Su entierro fue apoteósico, asistiendo toda la ciudad, desde el virrey y el arzobispo hasta los más humildes, todos con la misma idea de haber asistido al entierro de un santo.

El mismo año de su muerte comenzaron las informaciones sobre su vida y virtudes, las cuales dieron por resultado que el Papa Clemente X lo beatificara en 1675 y Benedicto XIII lo proclamase santo en 1726.

Es patrono de los terremotos, de la Unión de Misioneros Franciscanos y del folklore argentino. También es patrono de Montilla y de numerosas ciudades americanas como Lima, La Habana, Panamá, Cartagena de Indias, La Plata, Ayacucho y Santiago de Chile, entre otras.

 

6.      SANTA NARCISA DE JESÚS MARTILLO MORÁN (1833-1869)

 

Nació en Ecuador, en la localidad de Nobol, cerca de Guayaquil, en 1833. Sus padres eran agricultores y fue la sexta de nueve hijos. Su madre murió cuando era pequeña. Era aficionada a la costura, al servicio doméstico, también al canto y la guitarra

Desde sus años de juventud optó radicalmente por la santidad volando con las dos alas que tradicionalmente han puesto en marcha los santos: la oración y la penitencia. En la sencillez de los quehaceres domésticos se fue convirtiendo en una contemplativa enamorada de Dios; le gustaba retirarse a un bosquecillo cerca de su casa. Quiso seguir el ejemplo de la vida de la santa también ecuatoriana Marianita de Jesús (1618 - 1645). Sus biógrafos las consideran como almas gemelas

En Guayaquil tuvo como consejero al gran franciscano Pedro Gual –residente en Lima- , campeón de la defensa de la Inmaculada y de la inefabilidad del Papa. Le orientó decididamente en su vocación religiosa e ingresó como hermana de la Tercera Orden de San Francisco en nuestra Lima, en el convento dominico del Patrocinio, ubicado en la Alameda de los Descalzos.

Aunque residía con las freilas o monjas con votos perpetuos, la Hermana Narcisa nunca  hizo votos, pero se le permitió participar de la vida comunitaria. Tanto los religiosos como los laicos que frecuentaban el beaterio se percataron de la alta espiritualidad de Narcisa.

Practicaba la caridad especialmente con los pobres y enfermos a quienes les preparaba infusiones de yerbas con las que mejoraban Anheló siempre reproducir la pasión de Cristo y realizaba sacrificios con azotes y coronas de espinas Destacó especialmente en el don de profecía pues llegó a precisar el día de su muere que tuvo lugar en una fecha singularmente amada por ella, la fiesta de la Inmaculada de 1869. Murió en el día de la inauguración del Concilio Vaticano I, ofreciendo sus últimos sufrimientos por este importante evento eclesial. Lima se agolpó a dar el último adiós a esta ecuatoriana tan querida por los limeños en virtud de su santidad.

Posteriormente Ecuador reclamó sus restos y fueron trasladados a Guayaquil en 1955; ahora permanecen en Nobol, su pueblo natal. Juan Pablo II la beatificó el 25 de octubre de 1992. Precisamente en ese año tuvo lugar el milagro de la canonización en Edelmira Arellano, niña que había nacido sin órgano genital, y que a la edad de siete años se curó luego de que su madre acudiera al santuario de Narcisa de Jesús y pidiera por la salud de su hija. Ese mismo día la niña acudió al consultorio del médico que la trataba y constató que su condición física era normal. Mons. Juan Larrea, Arzobispo de Guayaquil en ese entonces, ordenó la investigación del caso, en el que se estipuló la consulta a testigos y médicos. La documentación recopilada fue enviada a la Santa Sede. Los cinco médicos que estudiaron el caso concluyeron que Edelmina Arellano recibió en 1992 la "restitución completa del defecto anatómico, congénito, de manera imprevista, completa y duradera, científicamente inexplicable".

Por haberse santificado tanto en el campo como en la ciudad, y en su patria como fuera de ella, muchos emigrantes le tienen especial devoción.

"En Narcisita brillan la humildad y la caridad, practicados en grado heroico así como la penitencia adecuada a la época, la expiación de los pecados de su pueblo, especialmente de los sacerdotes y el irradiar a Cristo en medio del pueblo", aseguró a Zenit monseñor Roberto Pazmiño, vicepostulador para la causa de su canonización.

El 12 de octubre del 2008, ante más de 40.000 peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI la canonizó junto a Gaetano Enrico, María Bernarda Bütler y la primera santa de la India, Alfonsa de la Inmaculada Concepción. "La liturgia nos presenta a los nuevos santos con la imagen evangélica de los enviados que toman parte en el banquete, vestidos con los trajes nupciales", dijo el Pontífice durante la homilía; destacando luego gracias al  Misterio pascual "el superpoder del mal ha sido vencido por la omnipotencia del amor de Dios". Acerca de nuestra santa, se refirió como a la "Niña Narcisa" como la llamaban en Guayaquil, denotando "la espontánea identificación del pueblo sencillo con la joven mujer de la costa ecuatoriana". "El ejemplo de su vida pura y piadosa, trabajadora y apostólica transmite un mensaje muy actual...la joven laica ecuatoriana Narcisa de Jesús Martillo Morán nos ofrece un ejemplo acabado de respuesta pronta y generosa a la invitación que el Señor nos hace a participar de su amor. Ya desde una edad muy temprana, al recibir el sacramento de la Confirmación, sintió clara en su corazón la llamada a vivir una vida de santidad y de entrega a Dios.  Santa Narcisa de Jesús nos muestra un camino de perfección cristiana asequible a todos los fieles y a pesar de las abundantes y extraordinarias gracias recibidas, su existencia transcurrió con gran sencillez, dedicada a su trabajo como costurera y a su apostolado como catequista. En su amor apasionado a Jesús, que la llevó a emprender un camino de intensa oración y mortificación, y a identificarse cada vez más con el misterio de la Cruz, nos ofrece un testimonio atrayente y un ejemplo acabado de una vida totalmente dedicada a Dios y a los hermanos".

 

7.      BEATA  SOR ANA DE LOS ÁNGELES

 

Aunque no se sabe con exactitud la fecha de su nacimiento, estaría comprendida entre los años 1602 y 1606. Fue la cuarta hija de los ocho del matrimonio formado por Sebastián de Monteagudo (natural de Villanueva de la Jara, Cuenca) y Francisca de León (arequipeña, hija del ex-corregidor Juan Ruiz de León). Vivían en unas casas detrás de las huertas y solares del convento de Nuestra Señora de las Mercedes. Su padre era comerciante, agricultor y dueño de una pulpería en el mismo domicilio, y después cerca de la Plaza de Armas, frente al templo de la Compañía. Era familiar del Santo Oficio o Inquisición.

A los tres años fue entregada al Monasterio de Santa Catalina para ser educada por las religiosas. Allí estuvo hasta los 11 años, momento en que se le retiró para desposarla. Como nombre religioso tomó el de "Ángeles" y renunció todos sus derechos a favor de su hermano sacerdote. Tras la profesión pública en 1619-1620 se dedicó por entero a Dios. En 1645 sor Ana formaba parte del Consejo de Madres en tiempos del priorato de Sor Juana de Solís y también le tocó ejercer como maestra de novicias. A fines de 1648 fue elegida priora por un período de tres años; tal evento fue motivo de burla y escarnio por parte de algunas religiosas que la consideraban pobre y sin capacidad para el mando. Sabemos sin embargo por el testimonio de la seglar Francisca de Monteagudo que su discurso de aceptación del cargo maravilló a todas y, posteriormente, será la reformadora del convento. Era tan pobre que ni hábito "decente" ni medias ni zapatos tenía.. Algunos aspectos susceptibles de reforma era el "traje de seculares" como las polleras adornadas con hilos de oro, plata y con seda que llevaban las monjas Marta de Zevallos y Francisca de la Cuadra. La priora recogió tales hábitos y los quemó en el horno del pan.

Como Priora no tuvo temor en reclamar la puntual observancia de la Regla y las Constituciones que las monjas habían profesado vivir. Debido a la austeridad impuesta a mediados de 1650 cayó enferma siendo reemplazada por Ana de Tapia.

Tuvo una devoción especial por las almas del purgatorio que según sor Catalina de Cristo (Butrón) fue motivada por un libro sobre San Nicolás de Tolentino a quien ella procuró imitar. Dejó todo el dinero de sus legítimas. Así contagió a sacerdotes que celebrasen misas. Sus predilectos eran las almas de los indígenas.

Varios prodigios relacionados con el anuncio de casi 70 profecías que testificaron los obispos Pedro de Ortega, Gaspar de Villarroel y Fr. Juan de Almoguera.

Al final de su vida quedó ciega y con fuertes dolores de hígado con abundantes sudores. Cuando la visitaban besaba las manos con gran cariño sintiéndose indigna de tales visitas. La enfermedad llegó a producirles dolores de gargantea, profundos sopores, retención de orina y altibajos de tensión. El 10 de enero de 1686 entregaba su alma a Dios con grandes signos sobrenaturales, entre otros, que pese a haber encalado su cuerpo para acelerar la corrupción, el obispo Antonio de León comprobó que estaba incorrupto.

El milagro definitivo para su beatificación fue el operado en María Vera de Jaurín curada en 1931 de un tumor canceroso. Juan Pablo II, en su visita a Perú, la beatificó el 2 de febrero de 1985, destacando lo siguiente:

"En ella admiramos sobre todo a la cristiana ejemplar, la contemplativa, monja dominica del célebre monasterio de Santa Catalina, monumento de arte y de piedad del que los arequipeños se sienten con razón orgullosos [...] Todos encontraron en ella un verdadero amor. Los pobres y humildes hallaron acogida eficaz; los ricos, comprensión que no escatimaba la exigencia de conversión; los Pastores encontraron oración y consejo; los enfermos, alivio; los tristes, consuelo; los viajeros, hospitalidad; los perseguidos, perdón; los moribundos, la oración ardiente".

 

 

8. BEATO P. LUIS TEZZA

Nació el 1 de noviembre de 1841, en la ciudad de Conegliano Véneto (Treviso), que en esa época formaba parte del imperio austrohúngaro. Su padre Augusto era médico y ejercía la profesión en el hospital veneciano de los Santos Juan y Pablo. Su madre, Caterina Nedwiedt, paduana por nacimiento, se destacaba por su profunda religiosidad. Un año y medio después, el padre gana la plaza médica de Dolo (Venecia), y se traslada allí con la familia. Bastaron 6 años de sacrificado ejercicio médico para ganarse la estima y el cariño de la gente; así lo revelaron cuando falleció el 11 de enero de 1850, con 36 años de edad, y con su niño de apenas 8 años. Caterina, viuda, no se arredra ante esta desgarradora realidad, dedicándose por completo a la educación del hijo, configurándose en ambos un ideal común: consagrarse a Dios por completo. En Padua Luis entra en contacto con los religiosos camilos, capellanes en el hospicio de la ciudad, y aleccionado con el ejemplo visto en su padre de dedicación a los enfermos, decide hacerse religioso camilo en el noviciado de  Santa María del Paradiso un 29 de octubre de 1856. Dos días más tarde, después de haberse despojado de todas sus cosas, regalándolas a los pobres y a los institutos, Caterina entra en el monasterio de la Visitación de Padua para hacerse monja. Tras dos años de noviciado, el 8 de diciembre de 1858, hace su profesión religiosa con el firme propósito de "hacerse santo". En el año siguiente, su madre pronuncia la profesión monástica en presencia del hijo que, jubilosamente, se une a esta donación. El 21 de mayo de 1864, con tan sólo 23 años, es ordenado sacerdote y el 23 de mayo siguiente, en el monasterio de la Visitación de Padua celebra la santa misa y con sus propias manos da la comunión a su madre, quien fallece el 28 de agosto de 1880, a los 65 años de edad.

Por amor de la obediencia, padre Tezza es un "misionero no realizado". En la situación precaria creada por la supresión de los institutos religiosos, se le presenta la oportunidad de unirse al proyecto de una misión en África, del beato P. Daniel Comboni, y del Obispo de Verona, Mons. Canossa. Sin embargo, a la hora de emprender el viaje, se le presenta un caso de conciencia: la alternativa es obedecer al Obispo que ordena partir para obedecer al Rescrito pontificio u obedecer a los superiores que sostienen la nulidad del Rescrito a causa de ambigüedades, inexactitudes e ingerencias ilícitas. Para él es más importante el voto de obediencia profesado en la Orden y decide que no partirá sin la aprobación y la bendición de sus superiores. Sacrifica sus grandes esperanzas de la misión, tras ocho años de espera. En 1869 la obediencia lo llama a Roma como vice-maestro de novicios. Realizando grandes sacrificios y confiando en la Providencia Divina, abre cuatro centros de convalecencia para la asistencia directa de enfermos y ancianos. Es un verdadero precursor de las obras de asistencia sanitaria propias de la Orden.

En el Capítulo General de 1889, a pesar de mostrarse reacio a aceptar el cargo, es elegido Vicario y Apoderado General de la Orden, por lo que debe dejar Francia y establecerse en la comunidad del hospital de San Juan en Letrán, de Roma, para servir a los enfermos. En 1891, la providencia hace que encuentre en el confesionario a la joven Giuditta Vannini de Roma, que está en la búsqueda espiritual de su proyecto de vida. El P. Tezza le expone su idea y la encuentra dispuesta a colaborar humilde y generosamente. Con ella, el 2 de febrero de 1892, da vida a la Congregación de las Hijas de San Camilo. Giuditta Vannini, que toma el nombre de Madre Giuseppina Vannini, fue beatificada el 16 de octubre de 1994 por el Papa Juan Pablo II.

El Capítulo General envía como visitadores a los padres Angelo Ferroni y Luigi Tezza. Llegan a Lima el 19 de junio, después de un viaje largo y fatigoso, y se queda por 23 años, hasta la muerte, contento porque se siente cumpliendo la santa voluntad de Dios. Con ardor de caridad hacia los enfermos realiza un proyecto hospitales, que en pocos años toma el servicio religioso de cinco instituciones (hospitales y hospicios) limeñas. El Arzobispo, los nuncios apostólicos, sacerdotes, seminaristas, monjes e infinidad de personas, lo buscan porque es un confesor y director espiritual inteligente. Permanece en actividad todavía a los 70 años. Y ¿"sus Hijas de San Camilo"? Les escribe cada vez menos y con dificultad. Lleva a cabo plenamente el sacrificio de la separación absoluta.

Tiene 75 años y empieza a perder fuerzas así que debe limitar el ejercicio de su apostolado. Los tres últimos años de su vida los transcurre en la casa. Se muestra sereno, siempre sonriente y con el rosario en la mano.  Recibe los santos sacramentos con gran fe y con la mente lúcida. El 26 de septiembre de 1923, tiene 82 años de edad, se adormece serenamente en la paz del Señor. En 1948 trasladan sus restos a Buenos Aires y los deponen en la capilla de la Casa Provincial de las Hijas de San Camilo. En 1999, acercándose el centenario de su llegada a Perú, sus restos vuelven a Italia y ahora descansan definitivamente en la Capilla de la Casa Generalicia de las "Hijas de San Camilo", en Grottaferrata (Roma), junto a la sepultura de la Beata Giuseppina Vannini.

En Lima vivió más de 20 años prodigando su caridad exquisita por doquier hasta que el Señor le llevó consigo en 1923. Acá se inició el proceso de canonización y aquí –la mañana del 5 de enero de 1994- se dio el milagro que le ha llevado a la gloria de Bernini. Justo enfrente de la Clínica que lleva su nombre y en la persona del albañil Domingo Nieves quien se salvó milagrosamente de perecer entre escombros, cuando laborando en un foso de cinco metros donde se iban a colocar las vigas se le cayeron encima cinco toneladas de piedras; los 4 albañiles y el ingeniero Pastor Chang escucharon su grito: "¡Dios mío, padre Luis Tezza, sálvame!".

 

9.      BEATA ASCENSIÓN GOÑI

 

Madre Ascensión del Corazón de Jesús --Florentina Nicol Goñi, nació el 14 de marzo de 1868 en Tafalla (Navarra, España). Ingresó en las religiosas dominicas de la Tercera Orden de Huesca, a los 17 años,  fue profesora y directora del colegio anexo al monasterio. A los 45 años de edad, misionera en la selva peruana , para ayudar al obispo dominico monseñor Ramón Zubieta, con quien fundará las Hermanas Dominicas del Santísimo Rosario, de las que fue la primera superiora general. El 24 de febrero de 1940 falleció en Pamplona (España).

 Sus padres Juan Nicol Zalduendo y Águeda Goñi Vital ya tenían tres hijas: Concepción que había cumplido los diez años, Luisa que tenía cuatro y Marcelina tres. Y como había hecho con las mayores, en cuanto la pequeña vio la luz del velón o del candil. del 14 de marzo de 1868, decidieron bautizarla al día siguiente. El establecimiento familiar denominado "Alpargatería Nicol" o popularmente "Casa Mencho" estaba muy bien situado en el Camino Real (actual calle de Severino Fernández), pues por él pasaban tanto los arrieros como sus recuas de mulos, los carros y tartanas que atravesaban el pueblo, como los labradores que se dirigían a los campos conduciendo sus yuntas de bueyes. Todos ellos eran los buenos parroquianos del bien surtido almacén de alpargartas, espatos, serones, aperos de garrafas y botas de vino...

La vida transcurrió feliz en el hogar de los Nicol hasta noviembre de 1872, porque el mes de los muertos se llevó uno más: el día 15 fallecía Agueda Goñi. Tenía tan sólo 32 años y llevaba 15 de casada. El lugar vacío de la madre no podía ser reemplazado, pero afortunadamente la hija mayor iba a cumplir los quince años: edad suficiente para poder atender la casa y cuidar de su padre y de sus hermanas lo que en medio del dolor suponía aun alivio para Juan. Pero Concepción era joven y la ley de la vida se impuso y se casó con un sargento isabelino.

Nuevos quebraderos de cabeza para el padre viudo porque los nueve años de Luisa eran muy pocos para convertirla en ama de casa. Los amigos y las comadres le aconsejaron y buscó una esposa que fuera madre de sus hijas y la encontró en María Palacios. Era viuda como él y desde el primer momento supo hacerse querer de todos y llenar el vacío de la madre muerta. Según, declaran todos los que la conocieron fue una santa mujer. Madre Ascensión dirá siempre de ella: "No me hubiese querido más mi propia madre".

En Tafalla todas las niñas iban a "las maestras, para aprender los conocimientos humanos y a la catequesis de la parroquia para que el señor cura les enseñara los divinos. Siempre jugaba un rato en la plaza hasta la hora del rosario familiar, bajo la mirada perdida, cargada de añoranzas, de los ancianos que tomaban el sol bajo los soportales. Flori, apacible y dulce, era el centro del animado grupo, pues sabía proponer en cada momento el juego más divertido.

Un día de 1878 el correo trajo una carta para Juan. La firmaba su prima, Madre Martina Zalduendo, religiosa del convento de las Carmelitas Calzadas de "las Miguelas de Huesca. En ella la tía monja le ofrecía encargarse de completar la educación de sus sobrinas. Luisa y Marcelina se alegraron con la idea. No quería ser menos que las amigas que ya estaban internas en algún colegio de religiosas, como había impuesto la costumbre. Al poco tiempo cumplió los diez años, recibió la primera comunión y al año siguiente nace Juan, el único hermano varón.

Flori ya no jugaba en la plaza, iba siendo mayor y no estaba bien que saltara y corriera como una chicuela. Sus padres comentaban que Flori no podía ser menos que sus hermanas En Huesca cerca de la Miguelas estaba Santa Rosa colegio de media pensión, escuela normal de la Iglesia de la que dependía una pequeña escuela gratuita donde las normalistas realizaban las prácticas de enseñanza escuela Dominical para sirvientas y colegio internado que era el más numeroso . Tantas actividades eran atendidas por las religiosas dominicas que formaban el Beaterio de Santa María Magdalena y Santa Raso fundado a comienzos del siglo XVIII. El 12 de diciembre de 1883, cuando Juan Nicol dejó a su hija pequeña en Huesca a Flori se le cayó encima aquel colegio tan feo" (las Obras de ampliación acaba de comenzar y la parte no sería inaugurada hasta 1886). Tenía 15 años y se encontraba por primera vez encerrada entre cuatro paredes sin poder volver a la casa hasta terminar los estudios, pues las vacaciones no existían. Flori aquí, lo mismo que en Tafalla, era el alma de las clases y de los recreos, porque tenía una inteligencia nada común, era bondadosa, alegre, responsable de su deber, dispuesta siempre a ofrecer su ayuda, con una sonrisa. Tenía una personalidad que arrastraba por su alegría y sus dotes de mando que cuando rogaban en realidad exigía. Un día, cuando las alumnas charlaban en grupos en el patio a la salida de clase, al hilo de la conversación Flori dijo con todo empaque: "Yo seré religiosa". -Todas rieron la ocurrencia y ella afirmó con soberbio desafío: "Aunque no la creáis, ya veréis como seré religiosa".

Al cabo de dos años de internado, en febrero de 1885, sus padres fueron a recogerla. Pues, si bien es cierto que en Santa Rosa funcionaba la Escuela Normal, Flori no se graduó como maestra. Dios la esperaba dentro de la clausura y a Él se entregó con toda la ilusión diecisiete años, toda la generosidad de su juventud, con todo el empeño de su carácter fuerte y tenaz, y con todo el ardor de su corazón apasionado. El noviciado fue para ella un período de fervor sensible. Los años no pasaron en balde. Su vida tranquila y metódica de profesora del colegio continuó sin más cambios que haber trocado la clase de labor por la que hoy llamaríamos de cultura general, pero los impulsos de su juventud habían dejado paso a una actitud reposada y reflexiva y a una serenidad a toda prueba.

Pero su vida interior, aspiraba a más, quería darse a Dios en una entrega , más completa, alcanzar la unión rápidamente por la contemplación y el sacrificio, y por dos veces intentó pasar a la austera Segunda Orden Dominicana En 1907, cuando se acercaba a los 40 años, fue directora de la Media Pensión y desde entonces se llamaría Madre Ascención. Su trabajo semanal se completaba el domingo en la Escuela Dominical para Sirvientas, dando catequesis y dirigiendo al grupo de las antiguas alumnas que dedicaba unas horas a enseñar cultura general y corte y confección a un grupo de muchachas de servicio doméstico. Todos los veranos la comunidad hacía ejercicios espirituales. En uno de ellos Dios le inspiró al padre director una frase que fue una revelación para ella: "sufra mi corazón y sea Dios glorificado".

Cuando llegó el año 1912, de tanta trascendencia para el convento de Santa Rosa, Madre Ascensión destacaba entre las religiosas por su espíritu de mortificación y piedad contagiosa y sobre todo por su exquisita caridad fraterna. Este año, cuando faltaba un mes para el asesinato del presidente de gobierno Canalejas, el ministro de Instrucción Pública hizo desaparecer las Escuelas Normales, entre ellas la regentada por Madre Ascensión. .Ella escribió una carta al mundo entero ofreciendo trabajo. Al año siguiente, se presentó el P. Ramón Zubieta en la portería del colegio. Al poco tiempo el Padre fue nombrado obispo y a los pocos meses zarpaban todos para Perú. Viven por más de un año en el Beaterio de Nuestra Señora del Patrocinio, en el Rímac, y el 16 de junio de 1915 partía la primera expedición misionera de mujeres para la Selva. El Callao-Mollendo-Arequipa-Cuzco-Tirapata-Astillero-Puerto Maldonado.

Allá comienzan a entablar amistad con la gente. Fundan un colegio internado para niñas. Madre Ascensión vivirá feliz: Unas veces tendrá que dejar su celda para una joven machiguenga, otras tendrá que aguantar la pobreza de la casa que con 18 internas y sin ninguna subvención carecía hasta de lo más necesario. Sin embargo, ella escribe: "¡Cuánto bien se hace, Madre mía, en nuestra Misiones y qué cerca del cielo se siente el ama en esas apartadas regiones!"

Al pasar por Lima, el Maestro General de los Dominicos, P. Luis Theissling les aconseja que creen una congregación nueva. Monseñor Zubieta y Madre Ascensión dan forma a las Constituciones el nuevo instituto llamado "Congregación de Hermanas Misioneras Dominicas del Santísimo Rosario". En ese momento, 5 de octubre de 1918, Madre Ascensión contaba con 50 años y será elegida como Priora General por 22 años, hasta su muerte.

En 1920 regresa a España y viene con un nutrido grupo de misioneras. En Lima, el 19 de noviembre de 1921, tiene que sufrir un duro revés, la muerte de Monseñor Zubieta.

A partir de este momento Madre Goñi tiene que actuar en solitario. Dios bendice el Instituto y se expande por España, Centroamérica y, sobre todo, Perú. En 1932 llegarán a China y Portugal.

Ante las graves noticias de España estará presente durante la Guerra Civil de 1936 a 1939. El 24 de febrero de 1940, 20 días antes de cumplir los 72 años de edad, el Señor la llamó a su presencia. Tres meses más tarde, el 21 de mayo, las Constituciones eran aprobadas definitivamente. Hoy están presentes en 12 provincias y cuentan con más de 800 religiosas por los cinco continentes. El 14 de mayo del 2005 fue beatificada por el Papa Benedicto XVI

 

10-11-12 BEATOS MÁRTIRES DE CHIMBOTE: PADRES MICHEL ZBIGNIEWS Y P. SANDRO

a. Miguel Tomaszek, 23-9-1960+ 9-8-1991

b. Zbigniew Strzalkowski:3-7-1958 +9-8-1991

c. P. Sandro Dordi: 1931-1991

 

Miguel Tomaszek

Nació el 23 de septiembre de 1960 en Lekawica (Polonia). Tras los estudios de primaria en su pueblo natal, cursó la secundaria en el seminario Menor de los Franciscanos Conventuales. Emitió sus votos religiosos el 1 de septiembre de 1981 en Legnica. Comienza sus estudios de Filosofía y Teología en Cracovia. Es ordenado sacerdote el 23 de mayo de 1987. Ejerce su primera misión sacerdotal en Pierigle, en el convento franciscano de Cracovia. Llega a Perú para organizar el primer convento en Pariacoto.

 

Zbigniew Adan Strzalkowski,

Nace el 3 de julio de 1958 en Tarnow. Cursa primara en Zawaola y continúa sus estudios técnicos en Tarnow. Ingresa en la orden franciscana conventual en 1979 y los estudios de filosofía y teología en 1980. Fue uno de los iniciadores del movimiento ecológico en el seminario de Cracovia. Fue ordenado sacerdote el 7 de junio de 1986. Su primer destino pastoral fue en el seminario Menor de Legnica. El 28 de noviembre de 1988 viene con el P. Jaroslaw Wysoczanski a Perú para abrir la primera comunidad en nuestra tierra, trabajando en Moro y Pariacoto.

 

Los dos misioneros, en unión del Padre Yarek fueron los fundadores del Convento de Pariacoto el 30 de agosto de 1989, con la misión de atender pastoralmente a cuatro parroquias rurales de la Cordillera Negra: Pariacoto, Yaután, Cochabamba y Pampas Grandes. Los tres soñaban con renovar la Orden, los tres visitaron en Varsovia la tumba del P. Jorge Popieluszko, mártir polaco de nuestro tiempo. La última celebración litúrgica en Polonia la vivieron en el Santuario de la Virgen de Rychwald, y que ellos llamaban "de Fátima" con la presencia de Monseñor Julián Groblicki, quien les entregó las cruces y les bendijo para su viaje misionero.

Una vez concluida la misa de la noche del viernes 9 de agosto de 1991 en Pariacoto, los sacerdotes polacos P. Michel y P. Zbigniew, franciscanos, encargados de la parroquia del distrito se reunieron como habitualmente lo hacían con los animadores y catequistas para intercambiar opiniones y decidir las acciones que acometerían desde la parroquia en beneficio de la comunidad.

Aquella noche un grupo de senderistas armados, con los rostros cubiertos, irrumpieron en la Casa Parroquial preguntando por los carros y solicitando que saliesen los padres. Ataron a los dos, ante la protesta de la Hermana Bertha, a quien contestaron los terroristas:

- No se preocupe, volverán, los necesitamos para una acción, por las dudas los atamos.

Los terroristas inquirieron por más religiosos o padres. Al decirle el P. Zbysek que vivían también tres postulantes, los terroristas los reclamaron, pero el Padre se negó: "No, ellos no. No son sacerdotes". Los terroristas no cejaron en su búsqueda hasta dar con los carros. Encontraron un largavista de la celda del P. Zbyszek. Al regresar ya no encontraron al P. Miguel. La Hermana Bertha comenzó a protestar sin que le hiciesen caso. Ordenaron a todos subir al auto y se dirigieron a la municipalidad donde encontraron el otro carro y al P. Miguel. Después de haberles practicado un "juicio popular" ante la comunidad de Pariacoto, los subieron al mismo auto y les increparon con cinco acusaciones:

-    1. Al repartir víveres "adormecían" la conciencia revolucionaria

-    2. "Frenaba" la revolución con el rezo del Rosario, el culto a los santos, la misa y la Biblia.

-    3. A través del Evangelio y de la Biblia engañaban al pueblo porque toda religión es mentira, "el opio del pueblo".

-    4. Proclaman la paz

-    5. Son imperialistas y por todo deben morir.

Después de una violenta discusión entre los terroristas se dirigieron a Cochabamba. Enseguida obligaron a la Hermana Bertha a salir del auto; luego arrojaron una bomba incendiando el puente de Pariacoto. Hacia las 9 de la noche, camino a Pueblo Viejo, los padres y el alcalde fueron sacados del auto y tendidos en el piso, con rostro en tierra, les dispararon cobardemente en un acampado. El P. Miguel y el alcalde recibieron dos tiros en la nuca y el P. Zbyszek, un tiro cerca de la oreja y otro en la parte central de la columna vertebral. Junto a los cadáveres encontraron dos notas en trozo de cartón escrita de forma nerviosa por los asesinos: "así mueren lo que hablan de la paz y los que lamen el imperialismo". Posteriormente, los terroristas siguieron en dirección a Cochabamba y a la altura de Antamarca sorprendieron al alcalde de Cochabamba. También lo asesinaron, rociaron los autos con gasolina y los incendiaron

 

Las Hermanas Bertha y Lucy con postulantes y un grupo de jóvenes, trataban de rezar y organizar la búsqueda de los Padres. Pasada la medianoche encontraron en el camino a Pueblo Viejo los cadáveres del alcalde Justino Masa y los Padres. Dieron aviso al obispado de chimbote y Monseñor Luis Bambarén se personó a las 6 de la mañana. Llevaron los cadáveres a la iglesia y celebraron la Santa Misa.

 El P. Jaroslaw escuchó de labios del Padre Miguel, al finalizar los Ejercicios Espirituales dirigidos por los Hermanos de Villa El Salvador para los miembros de Catequesis Familiar de Pariacoto: "Me enamoré de Catequesis Familiar". Por su parte una señora del pueblo contó este sueño: "Una noche el Padre Zbyszek entró en mi casa un poco cansado y me vio llorando, enjugó mis lágrimas y me invitó a salir afuera, y, al ver los rosales secos, me dijo: Ves, Dina, cómo están las hojas secas, hay que regarlas para que alegren tu casa. A la mañana siguiente vi claramente la necesidad de compartir con los campesinos lo que me dio la Catequesis Familiar y con el corazón lleno de paz me decidí a salir a los pueblos y caseríos..."

 

P. Alejandro Dordi

Por su parte el P. Alejandro Dordi había nacido en Gromo San Marino (Bérgamo, Italia) el 22 de enero de 1931. Ordenado sacerdote el 12 de octubre de 1954, ingresó a la Comunidad Misionera de El Paradiso, formada por diocesanos. Desde allí fue enviado a trabajar al interior del país, luego a Suiza y a Perú, en 1980. En nuestra tierra se hizo cargo de la parroquia del Señor Crucificado de Santa (Chimbote), acompañando la formación de catequistas y de líderes rurales. Preocupado en formar comunidades, animó a la gente a caminar juntos sorteando todo tipo de dificultades. En 1983 trabajó decididamente al lado de la comunidad en la reconstrucción de los canales de regadío destruidos por las inundaciones de ese año. Promovió varios centros comunales como un centro destinado a la mujer que se convertiría posteriormente en un CEO en el que se dictan cursos de corte y confección, enfermería y secretariado. De igual modo desarrolló una constante labor con los jóvenes de Santa entre los que despertó un claro compromiso por la comunidad, logrando varias vocaciones.

Era un 25 de agosto e 1991, a las 3.30 de la tarde, cuando el Padre Sandro se dirigía a celebrar misa en Vinzos, pueblo de la sierra de Canta, cuando fue interceptado por unos encapuchados que bajaron a sus acompañantes de la camioneta y dispararon a quemarropa al Padre. El pueblo de Santa perdió un sacerdote y ganó un santo mártir.

La causa de beatificación de estos tres mártires, siervos de Dios, se abrió con la petición explícita del Ordinario del lugar, Mons. Luis Bambarén y con el apoyo de la Conferencia Episcopal Peruana. La Congregación para las Causas de los Santos autorizó, con fecha 5 de junio de 1995, la apertura de la Causa de canonización con un año de anticipación sobre el término previsto por la legislación actual (cinco años después de la muerte de los Siervos de Dios).

Poco más tarde, nombrado el Vicepostulador en Chimbote en la persona del P. Estanislao Olbrycht, actual párroco de Pariacoto, se inició la investigación diocesana bajo la responsabilidad del Obispo de Chimbote. Sucesivamente, en 1996, se pidieron y realizaron los procesos rogatorios en Cracovia y Bérgamo, con el fin de recoger testimonios y documentos sobre la infancia, formación y primeros años de apostolado de los Siervos de Dios.

Monseñor Bambarén, obispo de Chimbote, que los recibió y encaminó en los primeros momentos y acompañó siempre, tuvo el dolor de celebrar sus funerales, pero con espíritu de esperanza los recuerda como un padre: "A Zbigniew los enfermos pobres lo llaman actualmente ´nuestro Doctorcito´y cuentan diversas curaciones. A Miguel lo siguen queriendo los niños y los jóvenes, que siempre visitan su tumba y guardan en sus corazones sus enseñanzas…Damos gracias a Dios que les concedió la gracia extraordinaria del martirio y también a nuestros mártires por legarnos el testimonio de su vida hasta derramar su sangre por Cristo y por las almas que Él les confió".

Felizmente, el 5 de diciembre del 2015, serán beatificados. Mons. Ángel Francisco Simón Piorno-obispo de Chimbote- expresa que esta celebración nos obliga a acercarnos a ellos para descubrir el dramatismo de sus últimos momentos, antes de ser asesinados. La experiencia de una muerte cercana, cruenta y cruel, los asemeja a Jesús, calvado de rodillas en el huerto. 

La oración de Jesús, fue sin duda alguna la oración que brotó de su alma desgarrada. El Evangelio nos dice que Jesús cayó, rostro en tierra, y se puso a orar diciendo "Padre mío, si es posible, que se aleje de mi este cáliz. Sin embargo, no se haga lo yo quiero, sino lo que quieres tú.  Cuando Jesús en el huerto se ve abrumado y deshecho, recordó al Padre que le habló en el Jordán y en el Tabor. Ese diálogo de Jesús con el Padre y del Padre con Jesús, es el telón de fondo de toda su vida; pero, en este momento el Padre guarda un silencio absoluto.

A pesar de todo Jesús tuvo el coraje de decirle "Padre mío", aunque le estallen las venas y tenga que sudar sangre. Jesús confió en Dios y aguantó en silencio.  De igual manera lo hicieron nuestros mártires. Rezaron el Padre nuestro y exclamaron: "¡que se haga tu voluntad!". Ese momento fue preparado a lo largo de su vida, como lo han preparado los santos. 

Como fieles sacerdotes sufrieron, experimentaron la contradicción, el fracaso y la sequedad, pasaron muchas horas junto a Jesús en el huerto.

Ellos son beatos, porque a pesar de tener el corazón partido, inundado por el miedo y la oscuridad, se pusieron de rodillas y le dijeron a Dios, Padre aquí estoy, como Jesús, soy tu hijo Sacerdote, haz de mí lo que quieras. 

La Iglesia los ha inscrito en el catálogo de los modelos que tenemos para ser fieles. Esa es la grandeza de la Virgen, que dijo sí a Dios; es la grandeza de Jesús y es sin duda alguna la grandeza de nuestros Sacerdotes martirizados, cuya santidad nos disponemos a celebrar.