domingo, 24 de mayo de 2015

LOS DIFERENTES LOCALES DEL SEMINARIO DE SANTO TORIBIO EN LIMA

 

Fue el primer arzobispo Jerónimo Loaysa quien edificó, en la mansión contigua a la catedral, una casa para los doce seminaristas que comenzaron el Seminario, a instancias de los preceptos del Concilio de Trento. Esta casa se demolió para darle más extensión al templo catedralicio. De ahí que podamos afirmar que el primitivo establecimiento fue una casa comprada por el propio dinero de santo Toribio, en 1591, la misma que pertenecía a Nuño de Solís, quien la vendió en 15 000 pesos corrientes. Dicha construcción estaba ubicada en la calle que hoy lleva su nombre, Santo Toribio, a una cuadra de distancia de la casa arzobispal, en la segunda cuadra del jirón Lampa. Para ampliar el colegio fue necesario comprar una casa vecina, ubicada en el ángulo de la calle de San José. Destruido por el terremoto de 1655, el colegio fue restaurado por el arzobispo Pedro de Villagómez. El prelado José Antonio Gutiérrez de Cevallos, XII arzobispo de Lima, en 1744, ensanchó el local, le añadió un nuevo claustro y varias celdas. Baltasar Jaime Martínez de Compañón, además de reformar los planes de estudio en conformidad con lo que se había hecho en la universidad y en los colegios mayores, también se preocupó de mejorar las condiciones materiales del edificio que con el tiempo había sufrido algún deterioro. Más adelante, a principios de siglo, el décimo sexto arzobispo de Lima, D. Domingo González de la Reguera, encargará al hábil arquitecto y sacerdote Matías Maestro el arreglo del local, quien informa de la inversión de 13 000 pesos para su refacción.  Bartolomé María de las Heras, el último de los prelados españoles, antes de la Independencia, al advertir la estrechez del local y, sobre todo, de los dormitorios, pues los colegiales tenían que ocupar, en grupos de 3 o 4, habitaciones que no tenían espacio suficiente, responsabilizará al citado Matías Maestro para lograr la ampliación del edificio. En tiempos del arzobispo Juan Manuel Pasquel y Losada, diciembre de 1855, se traslada al convento de San Francisco de Asís, en la calle El Milagro 505. El nuevo prelado logró, mediante un acuerdo con la Orden Franciscana, que esta le cediese dos de los claustros de su convento, el de San Francisco Solano, uno de los más hermosos, situado detrás de la Iglesia, y el de San Buenaventura, que le seguía y que no era inferior al primero. A ambos los unía, por la parte alta, una magnífica escalera que comunicaba con los claustros altos.  En el claustro de entrada, denominado de San Buenaventura, se abrieron ocho aulas, cuatro a cada lado, con sus respectivos escaños. A la entrada se dispuso un aula algo mayor, la cual había de servir a los alumnos externos En los claustros altos se ubicaron los cuatro dormitorios, con cincuenta camas cada uno en dos hileras, y a su lado los lavatorios y los baños. Entre ambos claustros se enclavaba una capilla con devota imagen de la Virgen y el salón de la Biblioteca.            Al hacerse cargo del Seminario los padres claretianos, en 1911, fundaron el Seminario Central, para todo el Perú, y destinando a los alumnos los antiguos salones de San Francisco y San José. En el salón de San Luis, estaban los niños clérigos y seglares internos; en La Inmaculada, los seminaristas in sacris que estudiaban la denominada Teología «parva»; en el salón San José, los clérigos in sacris que estudiaban en la Facultad de Teología, y en el salón San Francisco, los alumnos seglares internos.

 

En 1940, al producirse el terremoto del 24 de mayo, el antiguo edificio de la calle de El Milagro queda seriamente dañado y en el mes de septiembre del mismo año, los seminaristas se ven obligados a pasar al nuevo edificio de Magdalena, cuyo primer pabellón no estaba todavía totalmente terminado. La Orden Franciscana recuperó parte del local y, como la apertura de la avenida Abancay obligó a expropiar una buena parte del área, hubo que proceder a la demolición del resto y, de esta manera, vino a desaparecer el llamado claustro de San Buenaventura. El convento de San Francisco Solano subsiste, pero toda su parte alta fue restaurada.

            Por fin, en enero de 1945, pasa el histórico centro al distrito de Magdalena-Pueblo Libre, en el local en que se halla actualmente, en el cuadrante de la esquina entre la avenida de La Marina con la avenida Sucre. Los terrenos fueron donados por la Sra. Constanza de la Puente de Valega, quien proporcionó 24 000 metros cuadrados de su hacienda Orbea,  Como corazón del amplio local, destaca su Iglesia construida conforme a los planos del arquitecto Héctor Velarde.